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martes, 12 de julio de 2011
JESÙS NO TIENE MANOS...
LA FAMILIA
La Familia
La familia es lo más importante y valioso que tienes. Considérate un privilegiado y reconoce en ella tu mayor riqueza.
La familia es como un oasis en el desierto de la vida. En ella es donde saciamos nuestra sed de amistad, orientación y comodidad. Con ella nos sentimos seguros de que no estamos solos en esta jornada. Tus familiares son tus mejores amigos. Ellos sí, realmente, te quieren. La familia es la base que sostiene la sociedad. Es tu refugio en los días de tormenta.
Presérvala como un tesoro que es igual para ricos y pobres.
UNA VEZ
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DE LA MANO...
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lunes, 11 de julio de 2011
CÓMO OFRECER EL EVANGELIO
Cómo ofrecer el Evangelio
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
El mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. No tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Cómo ofrecer el Evangelio
La fe surge desde el don de Dios y desde la libertad de cada uno. No puede ser impuesta, ni se consigue por los méritos personales. No se gana como un premio, ni se conserva gracias a las cualidades que uno tenga.
La fe, además, es dinámica. No podemos acoger un regalo tan grande sin sentir, dentro del alma, el deseo de compartirlo a otros. Quisiéramos que familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas que conocemos, puedan abrir sus corazones, encontrar a Cristo, recibir el don de Dios, dar un sí que les introduzca en la familia de los creyentes. De este modo, llegarán a ser parte del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia.
Pero el mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. Unos simplemente no tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí (cf. Ga 2,20). Otros están aturdidos por los placeres, por las riquezas, por las preocupaciones de este mundo (cf. Lc 8,14).
Otros tienen miedo: miedo a ser ridiculizados, relegados, criticados, incluso despedidos y castigados (cf. Lc 8,13). Para evitar problemas en este breve tiempo dejan de lado el ofrecimiento más importante: el bautismo que salva (cf. 1Pe 3,21).
Mientras, el tesoro sigue escondido en un campo, la perla no ha sido descubierta (cf. Mt 13,44-46). Miles de corazones siguen tras placeres de espejismo, tras drogas para los corazones o para los cuerpos. Se dejan atrapar por la avaricia o la soberbia.
¿Cómo podemos ofrecer el Evangelio? ¿Cómo conseguir que la luz que ilumina a todo hombre llegue a más corazones (cf. Jn 1,9)?
Ante nuestra pequeñez, ante la gran cantidad de dificultades, sentimos la urgencia de rezar a Dios para pedirle que nos haga mensajeros convencidos, enamorados, coherentes, de su Evangelio. Para suplicarle que nos permita hablar con nuestros actos, con nuestra integridad, con nuestra alegría, con nuestra justicia. Para que nos dé fuerzas para que el amor esté siempre encendido, como lámpara que brilla sobre los techos (cf. Mt 5,15-16).
Así será posible que pronto, muy pronto, otros hombres y mujeres puedan confesar que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre (cf. Flp 2,11).
TODOS TENDREMOS UN FIN...
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CIERRO SUAVEMENTE LAS PUERTAS...
Cierro suavemente las puertas...
Cierro suavemente la puerta a todas las distracciones exteriores y me encuentro con Dios en el silencio de mi ser.
En el silencio se renueva mi conciencia de Dios y de los dones que Él me ha brindado.
En silencio, recibo el don de paz y lo acepto ahora en mi vida. La paz es la copa que presento para que sea colmada con todas las bendiciones que estoy dispuesto a recibir.
En silencio recibo el don de la guía. Me colma, me rodea e ilumina mi camino. Avanzo, viviendo y marchando bajo la maravillosa luz reveladora de Dios.
En silencio recibo el don de la curación. Ahora la curación brota desde lo más profundo de mí. Estoy sano, bien y fuerte.
En silencio reclamo los dones que me ha dado Dios y digo: "Te agradezco, Señor, la paz, la guía y la curación".
"Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto". Mateo 6, 6
EL SEMBRADOR
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sábado, 9 de julio de 2011
NO TODO VALE...
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MECÁNICO DEL ALMA
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AVISO IMPORTANTE
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ORACIÓN BREVE A MARÍA SANTÍSIMA
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viernes, 8 de julio de 2011
ACCIÓN DE GRACIAS...
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SÓLO LOS AMADOS AMAN...
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OFRECIMIENTO MATUTINO
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EL VALOR DE UNA SONRISA ...
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PARA ORAR, CONÓCETE A TI MISMO
Para orar, conócete primero a ti mismo
¿Con qué disponemos a nuestro favor para “construir” nuestra oración? ¿Qué tenemos en contra?
Para orar, conócete primero a ti mismo
Y nótese mucho que este ejercicio ha de comenzar primero de nosotros; porque los que comenzamos a buscar a Dios, primero hemos de trabajar en conocernos: qué inclinaciones, qué pensamientos y obras obtenemos; y de todo esto, lo bueno acrecentarlo, y lo malo arrancarlo del todo de nuestras almas. Y después que uno se haya bien conocido, extenderá el pensamiento a pensar en las obras de Dios» (San Juan de Ávila, Obras Completas, p. 1016).
No sé a ustedes, pero a mí no me suelen gustar mucho los cuadros que presentan a los santos como hombres y mujeres “lunáticos”, que están tan fijos los ojos en el cielo que se olvidan de los avatares de aquí en la tierra. Creo que esas representaciones hacen poca justicia a la vida de esos seres humanos que han desgastado su vida en amar a Dios y a los demás. Porque los santos son, ante todo, gente realista.
Venga como botón de muestra este hermosísimo texto de San Juan de Ávila. Les invito a leerlo de nuevo. A mí, tengo que reconocerlo, me ha causado una muy grata sorpresa leerlo. Miren lo que dice: para orar, uno de los primeros pasos que hay que hacer es conocerse a uno mismo. Pero ¿por qué?
Si lo analizamos bien, tiene su sentido. Es lo mismo que nos dice Jesucristo en el Evangelio: «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar"» (Lc 14, 28-30). Si no sabemos con qué contamos, sería inútil comenzar una construcción.
Por ello, ¿con qué disponemos a nuestro favor para “construir” nuestra oración? ¿Qué tenemos en contra? Sería interesante hacer un pequeño autoexamen y evaluarnos: qué me ayuda más a meditar, cuáles son las cualidades que dispongo, qué pasajes del Evangelio me acercan más a Dios, qué circunstancias me ayudan a orar mejor (lugar, hora, …). Y también evaluar lo negativo: qué me distrae más fácilmente, qué postura no me ayuda en mi oración, cuándo la hago que no me ayuda para nada, cuál es mi defecto dominante que me aleja especialmente de Dios (cf. ¿cuál es el primer paso para orar?), etc.
Ah, y otra cosa importante que no debemos olvidar: hay que desear la oración. Éste es un primer punto que debemos interrogarnos. Mi deseo de Dios, mi anhelo de platicar con mi Amigo. Y, por supuesto, pedirle la gracia de que se me dé y me hable. Cuando nuestro corazón le suplica esto, Dios suele responder siempre (a veces también con un “no”, no lo olvidemos). Y confiemos que, como decía San Juan Crisóstomo, «siempre son mayores los premios de Dios que los deseos de los santos».
En fin, con este pequeño examen en la mano podremos plantearnos mucho mejor el empezar con buen pie nuestra oración. Teniendo los pros y los contras y favoreciendo lo que más nos acerque a Él. Ojalá que estas líneas, planteadas a la luz de un hombre realista y místico a la vez, nos ayuden a todos a seguir caminando (o a empezar a hacerlo) en esta hermosísima aventura llamada oración.
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J, L.C. |
Fuente: www.la-oracion.com
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