Mostrando entradas con la etiqueta FIELES DIFUNTOS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta FIELES DIFUNTOS. Mostrar todas las entradas

domingo, 2 de noviembre de 2025

LA MUERTE NO ES EL FINAL - DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE



 La muerte no es el final


Al llegar a los setenta u ochenta años, ya no tenemos la misma energía de antes. No podemos trabajar todo el día ni divertirnos hasta muy noche. Muchos conocidos de tiempos pasados —parientes, maestros, incluso compañeros— se han marchado de este mundo. Además, el mundo contemporáneo, con sus miles de novedades, nos deja desorientados, como si despertáramos una mañana en un país extranjero. 

Es tiempo de prepararnos para la muerte. La muerte nos lleva de la vida como un camión que recoge los muebles cuando nos mudamos. Es un acto pasivo que podemos resistir por un tiempo, pero al final debemos rendirnos. Pensemos en la muerte como una oportunidad de encontrarnos con Cristo. En la Carta a los Filipenses, san Pablo escribe: “Para mí, la vida es Cristo, y la muerte una ganancia” (Flp 1,21). El apóstol espera su muerte como la novia que se prepara para ser recogida por su amado. También nuestra meta es vivir con el Señor para siempre.

Existen fuerzas en nuestra sociedad que van en contra de nuestro deseo de ver la muerte como ganancia. Trivializan la muerte, como si representara únicamente el final de la vida, con poco valor en sí misma. Quienes la consideran así no esperan en Cristo como su Salvador eterno. Para ellas, la vida está limitada entre el nacimiento y la muerte, y su valor se mide solo por lo que sucede dentro de esos confines.

Nuestra tradición católica es, con razón, solemne. Llevamos el cuerpo a la iglesia acompañado de su familia y amigos. Buscamos consolarnos unos a otros por la pérdida del ser querido. Nuestra presencia reconoce los logros del difunto mientras damos gracias a Dios por sus virtudes. No menos importante, rezamos para que sus vicios sean purificados, a fin de que pueda entrar en la presencia del Señor.

Hoy, en el Día de Todos los Fieles Difuntos, tenemos otra oportunidad para orar por los muertos. Pedimos a Dios no solo por nuestros seres queridos fallecidos, sino también por los miles de millones de difuntos anónimos. Queremos que el Señor perdone sus pecados y purifique sus faltas. A cambio, podemos esperar que otros, en algún momento y lugar del futuro, oren por nosotros.


P. Carmelo Mele OP

domingo, 27 de octubre de 2024

¿POR QUÉ CELEBRAMOS EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS Y DE LOS FIELES DIFUNTOS?



¿Por qué celebramos el Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos?

Mardoqueo Sánchez



¿Por qué celebramos el Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos?

Hay dos fiestas muy sentidas por toda la feligresía católica y muchos no católicos: La Solemnidad de todos los Santos, celebrada el 1 de noviembre, y la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, celebrada el 2 de noviembre de cada año; con las que manifestamos dos contenidos esenciales de la fe cristiana, la primera porque “Creemos en la comunión de los santos” y la segunda porque “Creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna”.



1. Solemnidad de Todos los Santos: 1 de noviembre.

Con la Solemnidad de Todos los Santos, cada 1 de noviembre recordamos y evocamos a todos aquellos hermanos nuestros que nos han precedido en el camino de la fe y que ya gozan de la bienaventuranza; ya están gozando en el cielo. Aquí se incluyen tanto a  los santos conocidos como a los no conocidos, por eso es de TODOS los santos. Hay algunas fechas especiales de cada año en las que recordamos y celebramos a aquellos santos que la Iglesia ha reconocido como tales, por ejemplo a San Pedro Apóstol, San Agustín, San Francisco y, entre los últimos, a San Oscar Arnulfo Romero. Pero el 1 de noviembre recordamos a todos, y eso incluye a nuestros amigos y familiares que ya gozan de la visión beatífica de Dios.

Recordemos que la Iglesia se divide en:

a) Iglesia Militante: los que peregrinamos aún por esta tierra.

b) Iglesia Triunfante: la que ya goza  en el cielo, y es a la que recordamos el 1 de noviembre

c) Iglesia Purgante: aquellos hermanos nuestros que, por el bautismo, forman parte de nuestra Iglesia; pero que pasan por un período de purificación en el purgatorio. A ellos los recordamos el 2 de noviembre y oramos de una manera especial por su paso al cielo, a disfrutar, junto con la Iglesia Triunfante, de la visión de Dios.


El Catecismo de la Iglesia Católica (954) lo explica así:

Los tres estados de la Iglesia.«Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando «claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es»» (LG 49):

«Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él» (LG 49).


Y en el numeral 956 el mismo catecismo nos recuerda que:

La intercesión de los santos. «Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad […] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra […] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad»

De tal modo que, en la Solemnidad de Todos los Santos, nosotros podemos pedir de todos ellos su intercesión a nuestro favor, además de recordar, al contemplar sus vidas y su modelo a seguir, el llamado universal a la santidad. Todos los que aún peregrinamos en la tierra, estamos llamados a vivir en santidad como ellos, para llegar un día también a disfrutar de la presencia de Dios y vivir eternamente en el cielo.

La Solemnidad de Todos los Santos tuvo sus orígenes por el siglo IV debido a la gran cantidad de mártires en la Iglesia. Más adelante el 13 de mayo del 610 el Papa Bonifacio IV dedica el Panteón romano al culto cristiano, colocando de titulares a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. Es así que se les empieza a festejar en esta fecha.

Posteriormente el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la fiesta al 1 de noviembre, muy probablemente para contrarrestar la celebración pagana del “Samhain” o año nuevo celta (en la actualidad Halloween) que se celebra la noche del 31 de octubre.





2. Conmemoración de los Fieles Difuntos: 2 de noviembre.

Aunque la costumbre de orar por los difuntos y celebrar misa por ellos es tan antigua como la Iglesia, la fiesta litúrgica por los difuntos se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por San Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia.

En el siglo XIV, Roma adoptó esta práctica. La fiesta fue gradualmente expandiéndose por toda la Iglesia, de tal modo que hoy, todo el pueblo católico dedicamos el 2 de noviembre para recordar a nuestros familiares y amigos difuntos para orar por ellos, por si, estando en el purgatorio, necesitan de nuestras oraciones para poder pasar a gozar de la patria celestial y disfrutar de la bienaventuranza, la visión beatífica de Dios.

En el día 2 de noviembre, nuestros cementerios y, sobre todo, nuestro recuerdo y nuestro corazón, se llenan de la memoria, de la oración y ofrenda por nuestros familiares y amigos difuntos

La conmemoración litúrgica de los fieles difuntos es complementaria de la solemnidad de Todos los Santos. Nuestro destino, una vez atravesados con y por la gracia de Dios los caminos de la santidad, es el cielo, la vida para siempre. Y su inexcusable puerta es la desaparición física y terrena, la muerte.

En la conmemoración de todos los fieles difuntos, debemos orar por ellos, ya que algunos pueden estar aún en el purgatorio necesitando de nuestras oraciones, sacrificios y ofrendas. Otros pueden estar ya en el cielo y se convierten en nuestros intercesores. También debemos recordarles y ser agradecidos con ellos, ya que mucho de lo que somos se debe a ellos, a su esfuerzo, trabajo y ejemplo de vida que nos dieron.

Hay costumbres muy diversas en nuestros pueblos y los fieles católicos debemos estar vigilantes de nuestra fe, de tal modo que no caigamos en prácticas que no tienen nada que ver con nuestras tradiciones católicas. Los sacerdotes y líderes religiosos debemos saber catequizar a toda la feligresía católica para honrar digna y correctamente a nuestros difuntos. 

IMÁGENES DE TARJETAS DEL DÍA DE LOS MUERTOS - 2 DE NOVIEMBRE

 




























 






jueves, 11 de enero de 2024

¿DÓNDE GUARDAR LAS CENIZAS DE LOS DIFUNTOS?



 ¿Dónde guardar las cenizas de los difuntos?

Dos respuestas del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Por: Redacción | Fuente: Vatican News



Será posible disponer un lugar sagrado "para la acumulación y conservación en común de las cenizas de los bautizados difuntos", es decir, un cinerario comunitario donde sean reservadas las cenizas individuales. Así lo afirma el Dicasterio para la Doctrina de la Fe en respuesta a dos preguntas del arzobispo de Bolonia Matteo Zuppi sobre el tema de los creyentes difuntos sometidos a cremación. La segunda respuesta afirma que la autoridad eclesiástica también puede considerar y evaluar la petición de los familiares de conservar una "mínima parte" de las cenizas de un difunto en un lugar significativo de la historia del difunto.

El cardenal Zuppi, ante la "multiplicación de la elección de incinerar al difunto" y de dispersar las cenizas en la naturaleza, también para "no dejar prevalecer las razones económicas, sugeridas por el menor coste de la dispersión, y dar indicaciones sobre el destino de las cenizas, una vez vencidos los plazos para su conservación", queriendo "corresponder no sólo a la petición de los familiares, sino sobre todo al anuncio cristiano de la resurrección de los cuerpos y del respeto que se les debe", ha presentado estas preguntas. La primera: "Teniendo en cuenta la prohibición canónica de dispersar las cenizas de un difunto -de modo similar a lo que sucede en los osarios-, ¿es posible establecer un lugar sagrado, definido y permanente, para la acumulación mixta y la conservación de las cenizas de los difuntos bautizados, indicando para cada una los datos personales?". Y la segunda: "¿Se puede permitir que una familia conserve parte de las cenizas de un familiar en un lugar significativo para la historia del difunto?".

El Dicasterio, en un texto firmado por el cardenal prefecto Víctor Fernández y aprobado por el Papa el 9 de diciembre, responde afirmativamente. En primer lugar, recuerda que, según la Instrucción Ad resurgendum cum Christo 2016 (n. 5), "las cenizas deben conservarse en un lugar sagrado (cementerio), y también en un espacio específicamente dedicado a este fin, siempre que haya sido designado para ello por la autoridad eclesiástica". Se citan las razones para ello, a saber, la necesidad de "reducir el riesgo de sustraer al difunto a la memoria y a las oraciones de los familiares y de la comunidad cristiana" y evitar "el olvido y la falta de respeto", así como "las prácticas indecorosas o supersticiosas".

Se nos recuerda entonces: "Nuestra fe nos dice que resucitaremos con la misma identidad corporal que es material", aunque "esa materia será transfigurada, liberada de las limitaciones de este mundo. En este sentido, la resurrección será en esta carne en la que ahora vivimos". Pero esta transformación "no implica la recuperación de las partículas idénticas de materia que formaban el cuerpo". Por tanto, el cuerpo resucitado "no estará formado necesariamente por los mismos elementos que tenía antes de morir. Al no tratarse de una simple revivificación del cadáver, la resurrección puede tener lugar incluso si el cuerpo ha sido totalmente destruido o dispersado. Esto nos ayuda a comprender por qué en muchos cinerarios las cenizas del difunto se conservan todas juntas, sin guardarlas en lugares separados".

A continuación, el Dicasterio subraya que "las cenizas de los difuntos proceden de restos materiales que formaron parte del itinerario histórico de la persona, hasta el punto de que la Iglesia tiene un especial cuidado y devoción por las reliquias de los santos. Este cuidado y recuerdo nos lleva también a una actitud de sagrado respeto" hacia las cenizas, que "conservamos en un lugar sagrado adecuado para la oración".

A Zuppi el Dicasterio responde, por tanto, que "es posible disponer un lugar sagrado, definido y permanente, para la acumulación y conservación comunitaria de las cenizas de los bautizados difuntos, indicando para cada uno los datos personales para no dispersar la memoria nominal". La Iglesia admite, por tanto, la posibilidad de verter las cenizas en un lugar común, como sucede con los osarios, pero conservando la memoria individual de cada uno de los difuntos. Por último, se afirma que, excluyendo "cualquier tipo de malentendido panteísta, naturalista o nihilista", en cumplimiento de las normas civiles, si las cenizas del difunto se conservan en un lugar sagrado, la autoridad eclesiástica "podrá considerar y valorar la petición de una familia de conservar debidamente una mínima parte de las cenizas de su pariente en un lugar significativo" para su historia.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...