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domingo, 31 de enero de 2021

EL PURGATORIO



El Purgatorio


Todos hemos aprendido que cuando nos morimos, puede ocurrir una de las siguientes tres cosas: vamos al Cielo directamente, vamos al Infierno, o bien vamos al Purgatorio.

El Purgatorio es un estado en el que se encuentra la persona que ha muerto en gracia de Dios pero que no está plenamente purificada, y donde se es purificado para disfrutar plenamente de la presencia de Dios. Se trata de una persona salvada que vive en el amor de Dios y la salvación pero no de una manera plena, ya que ha de esperar, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580).

Sería bueno que profundicemos un poco más el conocimiento del Purgatorio y de qué manera nosotros podemos ayudar a las almas que están allí para que más prontamente lleguen a la gloria del Cielo. Y también de qué manera esas almas luego serán intercesoras y protectoras nuestras cuando lleguen al Reino de Dios.

lunes, 31 de julio de 2017

PUEDEN APARECERSE LAS ALMAS DEL PURGATORIO?


¿Pueden aparecerse las almas del purgatorio?
Conviene acoger con muchas reservas las afirmaciones sobre la duración o gravedad de las penas del purgatorio 



Por: P. Antonio Royo Marín, OP | Fuente: apologetica.org 



Las almas del Purgatorio...
¿interceden por nosotros?
¿pueden aparecerse a los vivos?


Si las almas del purgatorio pueden interceder por nosotros 

Formulamos la pregunta en torno a la debatida cuestión de si podemos invocar a las almas del purgatorio para que ellas intercedan por nosotros, alcanzándonos de Dios alguna gracia.

Las opiniones están divididas entre los teólogos. Hay razones fuertes por uno y otro lado; pero creemos que se puede llegar sin esfuerzo a un término medio razonable. Vamos a exponer las razones opuestas y luego precisaremos la solución que nos parece más probable.


Argumentos en contra 

1. Es inútil invocarlas, puesto que no se enteran de nuestras peticiones. Los bienaventurados del cielo ven reflejados en la esencia divina todos nuestros deseos y peticiones, sobre todo los que tienen relación con ellos mismos; pero las almas del purgatorio no gozan todavía de la visión beatífica. Es inútil invocarlas [II–III, 83,4 ad 3].

2. Las almas del purgatorio, aunque son superiores a nosotros en cuanto a que son impecables, son inferiores en cuanto a la situación penal en que se encuentran. No están en estado de orar por nosotros, sino más bien de que nosotros oremos por ellas [II–III, 83,II ad 3].

3. La oración litúrgica de la Iglesia es una oración perfecta, a la que nada le falta. Ahora bien: jamás se hace en ella la menor invocación a las almas del purgatorio para que nos ayuden con sus oraciones. Este silencio de la Iglesia es muy aleccionador.

4. Se concibe muy bien la invocación de los santos que gozan ya de Dios y no experimentan necesidad alguna. Pero parece poco delicado pedir algo a quién está sufriendo y necesita más de nosotros que nosotros de él.

5. Nadie da lo que no tiene. Y como el fondo substancial de todas nuestras peticiones ha de ser la bienaventuranza eterna, mal nos la puede obtener quien no la posee todavía.


Argumentos a favor

1. Las almas del purgatorio están unidas a nosotros por los vínculos de la caridad. Ahora bien: la caridad, como enseña Santo Tomás, es una amistad que supone el intercambio de los propios bienes [II–III,23,I]. Luego, si nosotros les ofrecemos nuestras oraciones, en justa reciprocidad caritativa nos ayudarán ellas con las suyas. No olvidemos que conservan el recuerdo y el amor de los seres queridos y se abrazan, además, en una caridad universal.

2. No importa que no conozcan nuestras peticiones particulares. Saben muy bien que estamos llenos de necesidades y pueden pedir al Señor que nos ayude, aunque ignoren concretamente en qué. Tampoco sabemos nosotros si están o no en el purgatorio nuestros seres queridos y, sin embargo, les enviamos sufragios por si lo hubieran menester. Aparte de que, como dice el mismo Santo Tomás, pueden enterarse de lo que ocurre en la tierra por lo que les digan los que van llegando al purgatorio, o el ángel de la guarda, o una especial revelación de Dios [I,89,8 ad I].

3. Es cierto que por su estado penal están en situación inferior a nosotros. Pero téngase en cuenta que la oración no se apoya en derecho alguno sobre la justicia de Dios, sino en la pura misericordia y liberalidad divina. De lo contrario, habría que decir que los pecadores no pueden impetrar nada de la misericordia de Dios –lo que sería una herejía–, ya que su situación es muy inferior a la de las almas del purgatorio, que al fin y al cabo están en gracia y amistad con Dios y tienen asegurada su salvación eterna. Por otra parte, la magnitud de sus sufrimientos no les impide el libre uso de sus facultades psicológicas, ya que el embotamiento de la mente, que en este mundo suele producir el dolor demasiado intenso, procede de la facultades orgánicas al servicio de la inteligencia. Las penas del purgatorio, aunque intensísimas, son de orden estrictamente espiritual.

4. El dogma de la comunión de los santos proporciona otro argumento muy fuerte. Hay una influencia mutua y como una especie de flujo y de reflujo entre las tres regiones de la Iglesia de Cristo: triunfante, purgante y militante. Ahora bien: ¿en qué puede consistir esa influencia de la purgante sobre la militante sino en las oraciones que esas santas almas ofrezcan a Dios por nosotros? Esta ley es universal, y los lazos de la caridad que unen al purgatorio con la tierra caen bajo esta ley.

5. Es cierto, en fin, que la Iglesia nunca invoca en su liturgia a las almas del purgatorio. Pero sabe que la costumbre de invocarlas está extendidísima en todo el pueblo cristiano y nunca la ha prohibido ni desaconsejado. Más aún: existe una oración dirigida a las almas del purgatorio que fue indulgenciada por León XIII (14 de diciembre de 1889). En ella se pide a las almas que intercedan ante Dios “por el Papa, la exaltación de la santa madre Iglesia y la paz de las naciones”.


Solución más probable

Como se ve, los argumentos son fuertes por uno y otro lado. Teniendo en cuenta la parte de razón que tengan ambas opiniones y la práctica casi universal de los fieles de invocar en sus necesidades a las almas del purgatorio, nos parece que puede concluirse razonablemente lo siguiente: no hay inconveniente en invocar a las almas del purgatorio en nuestras necesidades; pero teniendo a nuestra disposición la poderosa intercesión de la Santísima Virgen y de los santos del cielo –muy superior en todo caso a la de las almas del purgatorio– y siendo poco delicado pedir una limosna al que en cierto sentido la necesita más que nosotros, hemos de preferir ofrecerles desinteresada y espléndidamente nuestros sufragios sin pedirles nada en retorno. Ya se encargarán ellas solas, a impulsos de la caridad y de la gratitud, de interceder por nosotros en la máxima medida en que puedan hacerlo ahora en el purgatorio y más tarde en el cielo.

Si las almas del purgatorio pueden aparecerse a los vivos

Naturalmente hablando, las almas del purgatorio están desconectadas de la tierra, y sólo por una intervención divina de tipo milagroso y con alguna finalidad honesta –escarmiento de los vivos, petición de sufragios, etc.– podría producirse su aparición ante nosotros.

Su posibilidad no puede ponerse en duda. Naturalmente no pueden ponerse en contacto con nosotros, no sólo porque están desconectadas de las cosas de la tierra, sino porque nadie puede ver sin ojos, ni escuchar sin oídos, ni sentir sin sentidos. Pero Dios puede muy bien concederles el poder de hacerse visibles a nuestros ojos, ya sea uniéndose momentáneamente a un cuerpo que las represente, o por medio de un ángel que desempeñe su papel acaso ignorándolo la misma alma [I, 89, 8 ad 2; III, 3 y 4]. En la mayoría de los casos, la aparición, aun siendo verdadera y milagrosa, no se realizará sino en la apreciación subjetiva del que la recibe (v.gr., por una inmutación milagrosa de sus ojos o de su imaginación).

En cuanto al juicio interpretativo de esas visiones o revelaciones, hacemos completamente nuestras las siguientes palabras de un teólogo contemporáneo:

“Ciertas vidas de santos están llenas de relatos maravillosos concernientes a apariciones de almas del purgatorio … El teólogo nada tiene que decir sobre el hecho de tales apariciones; corresponde al historiador el deber de pasarlos por la criba de la crítica histórica para ver lo que puede ser retenido razonablemente. Una sola norma directa puede dar aquí el teólogo: la aparición de un alma del purgatorio, siendo como es un verdadero milagro, no suele producirse sino muy raras veces. Un buen número de relatos deberían, pues, ser tenidos por sospechosos.

En cuanto a su interpretación, Cayetano recuerda sabiamente que la enseñanza de la Iglesia no se apoya jamás en revelaciones privadas, cualquiera que sea su autenticidad. Este es el caso de recordar la recomendación de San Pablo: Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. (Gál 1,8). Las visiones y revelaciones privadas no pueden completar, ni siquiera explicar, el depósito de la fe. La razón es por que no puede haber en ellas certeza absoluta de su origen divino ni de la verdad de su contenido. Sólo la Iglesia está encargada por Jesucristo de interpretar y proponer auténticamente la revelación, y se trata aquí únicamente de la revelación pública. Por lo mismo, la aprobación o la recomendación concedida por la Santa Sede a algunas revelaciones privadas no significan en modo alguno que la Iglesia garantice su origen divino o que su contenido es verdadero, sino únicamente que, interpretadas razonablemente, no contienen nada contra la fe y pueden incluso contribuir a la edificación de los fieles. Sería, pues, completamente inadmisible que estas revelaciones privadas fueran presentadas en el mismo plano que el Evangelio, ya sea para completarle o ya para explicarle.

Tales apariciones o revelaciones las tiene la Iglesia:

a) Como posibles, puesto que no las rechaza a priori cuando hay lugar a someterlas a su juicio.

b) Como reales en ciertos casos, puesto que ha autorizado e incluso aprobado muchas de ellas, sea por sentencias permisivas o laudatorias, sea por la canonización de los santos a quienes habían sido hechas, sea por la aprobación o el establecimiento de fiestas litúrgicas basadas en ellas.

c) Como relativamente raras, porque siempre las somete a examen, si no con una positiva desconfianza, al menos con extrema circunspección.

d) Como necesariamente subordinadas a la revelación pública y hasta como justificables por la teología, que es siempre llamada a juzgarlas a la luz de la fe católica.

e) Por extrañas al depósito de revelación general y universalmente obligatoria, puesto que nunca considera como herejes a los que rehúsan admitirlas, aunque en eso puedan ser a veces imprudentes y temerarios.

Por aquí se ve cuánta circunspección se impone cuando se trata de acoger revelaciones privadas tocantes al purgatorio… Santa Brígida y Santa Matilde han suministrado algunos datos interesantes; pero las revelaciones privadas que pueden acogerse con más favor son las de Santa Catalina de Génova en su Tratado al Purgatorio, que recibió en 1666 la aprobación de la Universidad de París… Fuera de este pequeño tratado, que ha recibido una especie de pasaporte de la Iglesia, apenas se conocen revelaciones privadas sobre el purgatorio que puedan ser de alguna utilidad en teología.

Es preciso, pues, acoger con muchas reservas las afirmaciones aportadas por las revelaciones privadas (o que pretenden serlo) sobre la duración o gravedad de las penas del purgatorio. No teniendo la Iglesia ninguna enseñanza firme sobre estos dos puntos, conviene permanecer prudentes como ella” [Michel, Purgatoire: DTC 13,1314–1315].

Y si esto hay que decir de las apariciones y revelaciones privadas que en nada ofenden al dogma o a la moral católica, júzguese lo que habrá que pensar de las pretendidas “materializaciones” de los espíritus de los difuntos en las sesiones espiritistas, en las que el fraude más burdo y los errores más crasos se unen a la ignorancia y credulidad estúpida de los que se dejan embaucar por esas gentes desaprensivas para ponerse en "contacto" con los seres del más allá.



Tomado del libro "Teología de la Salvación", del P. Antonio Royo Marín, OP
Enviado por Oscar Alonso Sánchez Hernández, Colombia.

lunes, 7 de noviembre de 2016

LAS ALMAS DEL PURGATORIO HAN VISITADO A PERSONAS EN LA TIERRA?


¿Las almas del Purgatorio han visitado a personas en la tierra?
La respuesta es si y este museo tiene 15 pruebas de ello



Por: Hannah Brockhaus | Fuente: ACI Prensa // catholicnewsagency.com 



En Roma, Italia, cerca del Vaticano, se encuentra el Museo de las Almas del Purgatorio donde hay unos 15 testimonios y objetos que probarían las “visitas” de estas almas a sus seres queridos para pedirles que recen por ellas.

El museo está dentro de la Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio y fue creado en 1897 por el P. Víctor Jouët, un sacerdote francés misionero del Sagrado Corazón.

El presbítero también fundó en Roma la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús para el Sufragio de las Almas en el Purgatorio. Entre los años 1896 y 1914 la asociación utilizó una capilla que estaba ubicada en el lugar de la iglesia actual.

En 1897 la capilla se incendió y cuando el P. Jouët entró vio un rostro humano que tenía una expresión de tristeza y melancolía. Este suceso lo impresionó y llegó a la conclusión de que se trataba del alma de un difunto que quería contactarse con los vivos.
Entonces el sacerdote decidió crear un museo dedicado a objetos “tocados” por las almas del purgatorio. Viajó por Italia y Europa buscando más de ellos, algunos testimonios y donaciones para construir una nueva iglesia en el lugar donde estaba la capilla, ya que recibió un mensaje en sueños con esta petición.

Uno de los objetos que consiguió es la huella de un dedo en la funda de una almohada, cuando Sor María de San Luis de Gonzaga se le apareció una noche después de su muerte en 1894 a Sor Margarita del Sagrado Corazón.
Esta aparición fue registrada en los archivos del monasterio de Santa Clara del Niño Jesús en Bastia, Italia. Sor María le dijo a Sor Margarita que ella estaba en el purgatorio como una expiación por su falta de paciencia en aceptar la voluntad de Dios.

En el museo también está el libro de oración perteneciente de una mujer llamada María Zaganti, donde hay huellas dactilares de su amiga Palmira Rastelli.
Esta última era hermana del P. Sante Rastelli, párroco de la iglesia local, y se le apareció el 5 de marzo de 1871 pidiéndole que se ofrezcan Misas por su alma y que estas debían ser celebradas por su hermano.

Libro de oraciones de SchitzOtro objeto es un libro de oraciones en alemán que perteneció a George Schitz y tiene las huellas de su hermano Joseph. El difunto se apareció el 21 de diciembre de 1838 y le pidió que rezara en expiación de su falta de piedad en vida.
También hay una copia de un billete de 10 liras italianas, que fue uno de los 30 billetes que dejó un sacerdote fallecido en el Monasterio de San Leonardo en Montefalco del 18 de agosto al 9 de noviembre de 1919.
En el museo también está una réplica del rostro que vio el P. Jouët en el incendio de la capilla.
La Iglesia enseña en el Catecismo que “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”.
“La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados”, señala en el numeral 1031 del Catecismo.
Dios le permitió a Santa Faustina Kowalska ver el purgatorio, el infierno y el cielo. La santa escribió que las almas del purgatorio le manifestaron que su mayor sufrimiento era sentirse abandonadas por Dios. Cuando salió de aquella prisión de sufrimiento escuchó la voz del Señor que le dijo: “Mi Misericordia no quiere esto, pero lo pide mi Justicia”.


miércoles, 14 de septiembre de 2016

10 COSAS QUE QUIZÁS NO SABÍAS SOBRE EL PURGATORIO


10 cosas que quizás no sabías sobre el Purgatorio
Lejos de aquella imagen maligna de un infierno light, el Purgatorio refleja fielmente la belleza de las enseñanzas de la Iglesia


Por: Stephen Beale | Fuente: Catholic Exchange 




El purgatorio es una de las enseñanzas más incomprendidas de la Iglesia. Lejos de aquella imagen maligna de un Infierno con segunda oportunidad o un infierno light, que los críticos han procurado crear, el Purgatorio refleja fielmente la belleza de las enseñanzas de la Iglesia.

Aquí hay 10 cosas del Purgatorio que seguramente te sorprenderán:

1.- Los padres de la Iglesia nos lo enseñaron.
Usualmente el Purgatorio se asocia con el Catolicismo de la edad media, pero en la Iglesia se ha creído en él desde los primeros tiempos. Aunque no utilizaban específicamente el termino Purgatorio, está claro que muchos de los padres de la Iglesia creían, sin embargo, en su existencia. En su libro "Ciudad de Dios", San Agustín declara:

"Pero hay penas temporales que unos las padecen solamente en esta vida, otros después de la muerte y otros ahora y después. […] Mas no todos los que han de sufrir tras la muerte penas temporales caerán en las eternas, que tendrán lugar después de juicio. Hará algunos, en efecto, a quienes se perdonará en el siglo futuro lo que no se les había perdonado en el presente; o sea, que no serán castigados con el suplicio eterno del siglo futuro, como hemos hablado más arriba".

También han hablado sobre el purgatorio Orígenes, San Ambrosio, San Jerónimo, San Basilio, Gregorio de Nisa, Gregorio El Grande y San Beda.


2.- Las almas en el Purgatorio conocen su destino
Uno se pregunta, si un cristiano fiel muere y se encuentra sufriendo en el mas allá, ¿será capaz de entender la diferencia entre el infierno y el Purgatorio? ¿Sabrá que está por llegar al Cielo? Al respecto, la respuesta es un sí rotundo. La Enciclopedia Católica lo define así:

"¿Saben las almas detenidas en el Purgatorio que su felicidad solo ha sido diferida por un tiempo, o tendrán dudas al respecto de su salvación definitiva? La antigua liturgia y las inscripciones en las catacumbas hablan del "sueño de la paz", lo que sería imposible si hubiese alguna duda con respecto a la salvación definitiva".


3.- Las almas del Purgatorio pueden interceder por nosotros
A menudo nos dicen, muy atinadamente, que debemos orar por las almas del Purgatorio. Pero algunos creen que ellas también pueden orar por nosotros. Tiene sentido si lo pensamos: ellas están, después de todo, más cerca de Dios que nosotros, de tal manera que sus peticiones tienen un gran poder de intercesión. Este era de hecho, el argumento básico de teólogos como San Roberto Belarmino.

4.- Los antiguos paganos también lo creían
Así como otras culturas tienen creencias muy enraizadas sobre la vida después de la muerte, parecidas a nuestras a nuestro Cielo e Infierno, así tenían una creencia extendida de que existía algo como el Purgatorio, según nos indica la Enciclopedia Católica. Por ejemplo, el gran poema Romano épico La Eneida, describe almas que habían tenido "sus manchas de maldad… consumidas por el fuego" antes de llegar a los "gozosos campos de Elíseo". Claro que la doctrina cristiana del Purgatorio no es una idea pagana, como tampoco lo son el Cielo o el infierno.

(De hecho, 2 Pedro 2,4 utiliza para referirse al infierno la palabra, Tartarus, que se encuentra en algunas traducciones más literales de La Eneida).

5.- Las almas del Purgatorio estarán con otros creyentes
Tendemos a olvidarnos que las almas que están en el Purgatorio no están sufriendo solas – de otra forma el termino Iglesia Sufriente o Purgante, no tendría significado. Solo podemos especular, pero parece razonable suponer que las almas en el Purgatorio pueden consolarse unas a otras como lo hacemos nosotros aquí en la tierra

6.- Las almas están unión con Cristo.
Nuevamente, el Purgatorio es una especie de paso intermedio o “tiempo de espera” en nuestras vidas de fe, entre este mundo y la visión beatífica que añoramos tener en el Cielo. Si las almas en el Purgatorio efectivamente son parte de la Iglesia Sufriente, entonces de alguna forma también son parte del Cuerpo Místico de Cristo y por lo tanto permanecen unidas a Él.

¡Que más cerca podrían estar de Cristo Crucificado que en el sufrimiento del Purgatorio! Escuchamos mucho acerca de la unión de Cristo con aquellos que llevan una vida santa, pero el obvio potencial de una profunda unión en el Purgatorio parece ser subestimado.

7.- El sufrimiento es voluntario.
Santa Catalina de Génova, autora de un tratado sobre el Purgatorio, dice que una vez que el alma ha visto lo que significa el Cielo, inmediatamente acepta gustosa el Purgatorio. Por supuesto, el mismo no es voluntario en el sentido de que alguien pueda escoger no ir a él. Pero es voluntario en el sentido que el alma se somete voluntariamente al mismo, que es lo mismo que propone Santo Tomas de Aquino.

8.- Cristo consuela a quienes están en el Purgatorio
¿Recuerdas la parte del Credo acerca de que Cristo descendió a los infiernos? Tradicionalmente los teólogos consideraban al Purgatorio parte del infierno, entendiendo al infierno como cualquier lugar que no fuese el Cielo. Al descender, todos los que estaban en “alguna parte del infierno” fueron de “alguna forma visitados por Cristo”, como indica Santo Tomas de Aquino en Suma Teológica. También señala que los Santos Padres en el limbo fueron liberados, mientras que las ánimas del Purgatorio fueron consoladas.

9.- Habrá también gozo así como hay sufrimiento
Las historias tradicionales del Purgatorio se centran en el dolor y el castigo. Hay más que eso en el Purgatorio. Santa Catalina de Génova lo describe como un lugar de tremendo gozo:

"Yo creo que no se puede encontrar mayor felicidad comparada con aquella de un alma en el Purgatorio, salvo la de los Santos en el Cielo; y cada día esa felicidad crece a medida que Dios fluye en estas almas y los obstáculos a su presencia se consumen. El pecado enmohece la resistencia a Dios y el fuego quema ese moho para que el alma se pueda abrir a ese influjo divino".

10.- El Purgatorio hace santos.
Esta conclusión, aunque suene tan radical, es inevitable. La doctrina católica básica sobre quien llega al Cielo y quien va al Purgatorio puede ser definida de esta forma: aquellos que han alcanzado tal estado de santidad que no necesiten pasar por los fuegos purificadores del Purgatorio van directo al Cielo. Los llamamos, muy apropiadamente, Santos.

Dicho de otra forma, solo los santos van al Cielo. Eso es lo que el Purgatorio hace: nos transforma a todos los que terminamos ahí en Santos. Esa es la belleza de la enseñanza de la Iglesia sobre el Purgatorio.

lunes, 2 de noviembre de 2015

VIAJE AL PURGATORIO


Viaje al Purgatorio
Si hay alguno que no cree en estas cosas le diremos que allá él, pero que sepa que algún día podrá enterarse por sí mismo...


Por: Máximo Álvarez Rodríguez | Fuente: Catholic.net 




Seguramente muchos se preguntarán "a ver, qué es eso del Purgatorio", y tal vez lleguen a pensar que es un invento de los curas o una creencia de la gente de antes, pasada de moda. Digamos, antes de nada, que la existencia del Purgatorio es un dogma de fe y que en la práctica el pueblo cristiano siempre ha demostrado creer en él. No se explicaría de otra manera la asidua costumbre rezar por los muertos.

En muchas de nuestras iglesias aparecen cuadros o relieves que intentan de alguna manera reflejar el tormento de las almas del Purgatorio, envueltas en llamas, suspirando por llegar a Dios, pero con una gran diferencia de las representaciones del infierno. En todo caso, es normal que nos preguntemos por qué ha de existir un purgatorio.

Todos somos conscientes de que en esta vida hay personas muy buenas que se sacrifican por los demás, que son todo un ejemplo de generosidad, paciencia, fe... y que tampoco faltan quienes se dedican a abusar de los demás, a explotarlos, gente egoísta, soberbia, cruel... Algo nos dice que tiene que hacerse justicia en el momento de la muerte, de modo que no sea indiferente ser bueno o malo. Todas las religiones hablan de premio o castigo. Es verdad que los cristianos creemos en la misericordia de Dios y por ello, aunque exista la posibilidad de la condenación eterna, nos parece acorde con el amor de Dios que exista un castigo merecido de carácter temporal. Eso es el Purgatorio, una especie de tormento purificador que no es eterno.

Las representaciones artísticas del Purgatorio y del Infierno difieren enormemente: mientras en el infierno sólo se ven rostros de desesperación y diablos y bichos raros, en las que hacen referencia al Purgatorio está también representado Dios, la Virgen María y el Cielo; aparecen rostros doloridos, pero no desesperados. Y nada de diablos. Ya sabemos que éstas imágenes, más bien propias de otras épocas, son sencillamente maneras de ayudarnos a entender una realidad mucho más profunda. No hace falta ningún lugar para sufrir, sino que es suficiente el tormento del alma.

Aunque haya personas, entre las que se incluyen santos canonizados, que dicen haber entrado en contacto con las almas del Purgatorio, no es esa nuestra experiencia. Pero sí que podemos partir de algunas experiencias de esta vida para intentar comprender un poco esta posibilidad de tener que sufrir después de la muerte. Si hay alguno que no cree en estas cosas le diremos que allá él, pero que sepa que algún día, tal vez no muy lejano, podrá enterarse por sí mismo.

Veamos. El ser humano es fundamentalmente el mismo antes y después de la muerte. Se supone que muchas de las experiencias de esta vida han de tener bastante parecido con la vida futura. Aquí y allí el hombre busca la felicidad, aquí y allí puede sufrir, aquí y allí necesita amar y ser amado. Vistas así las cosas se entiende aquello de que el fuego del Infierno y el fuego del Purgatorio sea el mismo que el fuego del Cielo.

Empecemos por el fuego del Cielo. Es el fuego del amor. Si una persona está profundamente enamorada se dice que su corazón arde en deseos de encontrarse con la persona amada, y no puede encontrar mayor felicidad que en sentirse unido a esa persona. Así y no de otra manera es el amor de Dios. “La alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo”, nos dice Isaías.

Ahora bien, supongamos que una persona muy enamorada le hace a su amante una faena tan grande que pierde para siempre su amor, al tiempo que sigue enamorada. Eso sería el infierno: descubrir toda la belleza del amor de Dios y perderlo para siempre. Es la situación desesperada de quien experimenta un terrible remordimiento sin posibilidad de vuelta atrás, tanto más amargo cuanto mayor es el amor que siente. Ojalá nadie tenga que vivir esta situación y que el infierno no pase de ser una posibilidad nunca hecha realidad.

Pero supongamos que un marido muy enamorado ofende a su esposa, o viceversa, de tal manera que la persona ofendida no decide cortar definitivamente, pero sí durante una temporada. De momento le deja. Seguro que quien se ha portado mal siente un enorme remordimiento pesar, y que se le hacen largos los días esperando volver a encontrarse con su amor.

En los tres casos, cielo, infierno y purgatorio, se trata de haber descubierto el fuego del amor de Dios, disfrutando de él, perdiéndolo para siempre o sufriendo mientras se espera algún día gozar de él.

Si en esta vida todo el mundo trata de evitar la cárcel, aunque sea por un breve período de tiempo, también merece la pena evitar la cárcel del Purgatorio. Sin embargo con frecuencia vivimos de forma bastante irresponsable. No se trata de negar la misericordia de Dios, sino de su incompatibilidad con el pecado. Si un amigo nos invita a una boda no se nos ocurre ir sucios y mal olientes, por mucha confianza que tengamos con él. No hace falta que nadie nos lo recuerde. Cuando, tras la muerte, seamos conscientes de la belleza de Dios y la fealdad de nuestro pecado, nosotros mismos comprenderemos la necesidad de purificarnos.

Si, como decía la canción “para entrar en el cielo no es preciso morir”, para saber lo que es el Purgatorio tampoco. ¡Cuántas veces se pasa por él en esta misma vida! Por eso en los momentos de sufrimiento deberíamos tener en cuenta aquello de que no hay mal que por bien no venga. Aceptemos el dolor del cuerpo y del alma como una purificación de nuestros pecados.

miércoles, 8 de abril de 2015

TRES PALABRAS EN DESUSO


Tres palabras en desuso
Purgatorio, sufragios, indulgencias: tres palabras de consuelo y esperanza, de solidaridad y de perdón 



Por: Guillermo Juan Morado | Fuente: Catholic.net



Las palabras evocan la realidad, remiten a ella, nos la ponen delante, nos obligan a afrontarla. Hay palabras que, poco a poco, van siendo condenadas a un silencio que cubre con su sombra callada parcelas de las cosas que, no por no nombrarlas, dejan de existir. También en el vocabulario de la fe, las palabras suben y bajan, se cotizan más o menos, se pronuncian o se amordazan, según las preferencias de los hablantes.

Yo quisiera rescatar, en este mes de Noviembre, tres palabras de consuelo y de esperanza que pertenecen a la casa de las palabras del cristianismo. Son palabras de consuelo y esperanza, de solidaridad y de perdón.

La primera de ellas es "purgatorio". Cuando yo la pronuncio, viene a mi imaginación el retablillo de ánimas de mi Parroquia. Estaba casi siempre colocado en un muro lateral, a la derecha del presbiterio. En un bajorrelieve de madera policromada, aparecen representados muchos personajes anónimos sumergidos en un mar de llamas. Algunos de estos personajes llevan en sus cabezas insignias que los identifican como papas u obispos, como clérigos o religiosos. Otros no portan ningún distintivo especial. Hay hombres y mujeres, ancianos y jóvenes. En medio de las llamas, su gesto no denota desesperación, sino piadoso recogimiento, con las palmas de las manos unidas sobre el pecho, como si balbuciesen una plegaria interior. Yo recuerdo que, delante de ese retablillo, siempre lucían cirios y velitas encendidas. Esas pequeñas lamparitas simbolizaban perfectamente el acompañamiento de los vivos, que alumbraban con las luces de su amor lo que parecía ser el sufrimiento sereno de los personajes del retablo.

En esa sencilla representación de las ánimas se encerraba una consoladora verdad de nuestra fe. El purgatorio no es un infierno temporal: sus llamas no atormentan, los demonios no azuzan con sus tridentes el sufrimiento de los condenados. Las llamas del purgatorio son llamas de amor, que purifican y acrisolan a quienes las padecen. Ese mar de llamas – ese océano del amor – es la morada transitoria de muchos amigos que Dios. Su esperanza brota de la certeza de su salvación. Su sufrimiento, del ansia de contemplar para siempre el rostro de Dios. Por eso son almas benditas, que duermen, a la espera de un alegre despertar, el sueño de la paz. ¿Podemos hacer algo por ellas? ¿Podemos ayudarles a hacer más llevadera su espera, más acompañada su pena, más ligero su descanso? La fe nos dice que sí. Y bien lo comprendían los fieles de mi Parroquia cuando, ante el retablillo, encendían sus candelas.

Emerge así, del pozo de mis recuerdos, la segunda palabra: "sufragios". Una palabra también en desuso, aparentemente caducada. Pero en el desván de las palabras, si uno rebusca un poco, siempre termina encontrándolas, incluso las más escondidas, o las cubiertas por el espeso velo del olvido. El sufragio es la ayuda, el favor o el socorro; es decir, las obras buenas que se aplican por las almas del purgatorio. Los sufragios son siempre actos solidarios, de una solidaridad tan amplia que es capaz de cruzar el umbral de la muerte. ¿Cómo dejar de ofrecer estos sufragios? ¿Cómo no querer contribuir, si uno puede, a aliviar la situación de otros? Lo que mis parroquianos habían comprendido perfectamente es la profunda verdad de la comunión de los santos, el imposible aislamiento, el inadmisible ostracismo de los que aman a Dios. Y sin grandes estudios de Teología, pero dotados del saber de la fe, los fieles ofrecían oraciones, y limosnas, y obras de penitencia. Y sobre todo ofrecían el santo sacrificio de la Misa, la ofrenda de aquel que se hizo nuestro Sufragio, ayudándonos a ayudar, posibilitando nuestro auxilio.

La tercera palabra es una palabra de perdón: "indulgencias". Con sus oraciones y obras de penitencia, los fieles que peregrinan por este mundo – caminantes definitivamente no instalados, emigrantes que esperan el retorno - pueden acogerse a un indulto de gracia en favor de los difuntos dispensado en virtud de los méritos de Cristo y de los santos. La justicia de Dios y la solicitud de la Iglesia van siempre más allá de nuestros pobres códigos legales. En el Tribunal del Juez clemente no tiene la primacía el castigo, sino la recuperación del pecador y la restauración de los daños, la recomposición de las relaciones rotas causadas por su delito. Es como si Dios, conmovido por la perfecta obediencia del corazón de Cristo, derrochase perdón, con esa facilidad infinita para perdonar que emana de su también infinita misericordia.

Las tres palabras, “purgatorio”, “sufragios”, “indulgencias”, me llenan de paz al recordarlas; infunden en mi ánimo la serena alegría, la sobria ebriedad de creer. Por eso quiero rescatarlas, para que muchos labios las pronuncien, como las pronunciaban, sin acaso proferir las sílabas que las componen, los fieles de mi Parroquia delante del retablo de ánimas.

lunes, 15 de septiembre de 2014

UN VIAJE AL PURGATORIO


Autor: Máximo Álvarez Rodríguez | Fuente: Catholic.net 
Viaje al Purgatorio
Si, como decía la canción para entrar en el cielo no es preciso morir, para saber lo que es el Purgatorio tampoco

 Viaje al Purgatorio


Seguramente muchos se preguntarán a ver qué es eso del Purgatorio, y tal vez lleguen a pensar que es un invento de los curas o una creencia de la gente de antes, pasada de moda. Digamos, antes de nada, que la existencia del Purgatorio es un dogma de fe y que en la práctica el pueblo cristiano siempre ha demostrado creer en él. No se explicaría de otra manera la asidua costumbre rezar por los muertos.

En muchas de nuestras iglesias aparecen cuadros o relieves que intentan de alguna manera reflejar el tormento de las almas del Purgatorio, envueltas en llamas, suspirando por llegar a Dios, pero con una gran diferencia de las representaciones del infierno. En todo caso, es normal que nos preguntemos por qué ha de existir un purgatorio.

Todos somos conscientes de que en esta vida hay personas muy buenas que se sacrifican por los demás, que son todo un ejemplo de generosidad, paciencia, fe... y que tampoco faltan quienes se dedican a abusar de los demás, a explotarlos, gente egoísta, soberbia, cruel... Algo nos dice que tiene que hacerse justicia en el momento de la muerte, de modo que no sea indiferente ser bueno o malo. Todas las religiones hablan de premio o castigo. Es verdad que los cristianos creemos en la misericordia de Dios y por ello, aunque exista la posibilidad de la condenación eterna, nos parece acorde con el amor de Dios que exista un castigo merecido de carácter temporal. Eso es el Purgatorio, una especie de tormento purificador que no es eterno.

Las representaciones artísticas del Purgatorio y del Infierno difieren enormemente: mientras en el infierno sólo se ven rostros de desesperación y diablos y bichos raros, en las que hacen referencia al Purgatorio está también representado Dios, la Virgen María y el Cielo; aparecen rostros doloridos, pero no desesperados. Y nada de diablos. Ya sabemos que éstas imágenes, más bien propias de otras épocas, son sencillamente maneras de ayudarnos a entender una realidad mucho más profunda. No hace falta ningún lugar para sufrir, sino que es suficiente el tormento del alma.

Aunque haya personas, entre las que se incluyen santos canonizados, que dicen haber entrado en contacto con las almas del Purgatorio, no es esa nuestra experiencia. Pero sí que podemos partir de algunas experiencias de esta vida para intentar comprender un poco esta posibilidad de tener que sufrir después de la muerte. Si hay alguno que no cree en estas cosas le diremos que allá él, pero que sepa que algún día, tal vez no muy lejano, podrá enterarse por sí mismo.

Veamos. El ser humano es fundamentalmente el mismo antes y después de la muerte. Se supone que muchas de las experiencias de esta vida han de tener bastante parecido con la vida futura. Aquí y allí el hombre busca la felicidad, aquí y allí puede sufrir, aquí y allí necesita amar y ser amado. Vistas así las cosas se entiende aquello de que el fuego del Infierno y el fuego del Purgatorio sea el mismo que el fuego del Cielo.

Empecemos por el fuego del Cielo. Es el fuego del amor. Si una persona está profundamente enamorada se dice que su corazón arde en deseos de encontrarse con la persona amada, y no puede encontrar mayor felicidad que en sentirse unido a esa persona. Así y no de otra manera es el amor de Dios. "La alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo", nos dice Isaías.

Ahora bien, supongamos que una persona muy enamorada le hace a su amante una faena tan grande que pierde para siempre su amor, al tiempo que sigue enamorada. Eso sería el infierno: descubrir toda la belleza del amor de Dios y perderlo para siempre. Es la situación desesperada de quien experimenta un terrible remordimiento sin posibilidad de vuelta atrás, tanto más amargo cuanto mayor es el amor que siente. Ojalá nadie tenga que vivir esta situación y que el infierno no pase de ser una posibilidad nunca hecha realidad.

Pero supongamos que un marido muy enamorado ofende a su esposa, o viceversa, de tal manera que la persona ofendida no decide cortar definitivamente, pero sí durante una temporada. De momento le deja. Seguro que quien se ha portado mal siente un enorme remordimiento pesar, y que se le hacen largos los días esperando volver a encontrarse con su amor.

En los tres casos, cielo, infierno y purgatorio, se trata de haber descubierto el fuego del amor de Dios, disfrutando de él, perdiéndolo para siempre o sufriendo mientras se espera algún día gozar de él.

Si en esta vida todo el mundo trata de evitar la cárcel, aunque sea por un breve período de tiempo, también merece la pena evitar la cárcel del Purgatorio. Sin embargo con frecuencia vivimos de forma bastante irresponsable. No se trata de negar la misericordia de Dios, sino de su incompatibilidad con el pecado. Si un amigo nos invita a una boda no se nos ocurre ir sucios y mal olientes, por mucha confianza que tengamos con él. No hace falta que nadie nos lo recuerde. Cuando, tras la muerte, seamos conscientes de la belleza de Dios y la fealdad de nuestro pecado, nosotros mismos comprenderemos la necesidad de purificarnos.

Si, como decía la canción "para entrar en el cielo no es preciso morir", para saber lo que es el Purgatorio tampoco. ¡Cuántas veces se pasa por él en esta misma vida! Por eso en los momentos de sufrimiento deberíamos tener en cuenta aquello de que no hay mal que por bien no venga. Aceptemos el dolor del cuerpo y del alma como una purificación de nuestros pecados.

viernes, 24 de enero de 2014

EN UNIÓN CON LAS ALMAS DEL PURGATORIO


Autor: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org
En unión con las almas del Purgatorio
Rezar por ellas es un ida y vuelta, nosotros pedimos por ellas mientras que interceden por nosotros.

En unión con las almas del Purgatorio
¡Cuantos misterios esconde la Voluntad de Dios!. Y muchos de ellos sólo se nos revelarán cuando ya sea tarde para corregir nuestro rumbo, y no nos quede otra opción más que someternos a la Justicia de Dios. ¡Si pudiéramos hablar con las almas purgantes, cuantos consejos nos darían!. Ellas nos enseñarían que la diferencia más grande entre el infierno y el Purgatorio radica en que mientras en el fuego eterno las almas blasfeman y rechazan a Dios (llevando al infinito el rechazo y odio que tuvieron en vida), en el Purgatorio las almas buscan y desean a Dios. Y es ese el mayor castigo: no tener a Dios. Pero también es el mayor consuelo el saber que lo tendrán, luego de purificarse y ser almas dignas de estar en el Reino, en Su Presencia por toda la eternidad. 

Ellas nos dirían que no desperdiciemos la gracia de poder hacer que el sufrimiento sirva para evitar la purificación por la que ellas pasan, ya que mientras en vida las buenas obras, el amor y el dolor suman y preparan el alma, en el Purgatorio solo queda sufrir y esperar el momento de subir al Cielo. ¡Que desperdicio el nuestro!. Ellas nos ven malgastar nuestro día en banalidades que luego deberemos pagar, sometidos a la Justicia Perfecta de Dios. Y que nos dirían nuestros ángeles custodios, viendo que vamos camino al sufrimiento, como niños que irresponsablemente juegan al borde del precipicio, inconscientes del peligro que los acecha. Las almas purgantes y los ángeles son testigos de nuestros errores, y con enorme amor ruegan a Dios para que cambiemos nuestro rumbo y busquemos a Jesús, que lo deseemos con un corazón que reconoce que sólo Dios cuenta. 

Imaginen que inútil aparece para estas almas todo nuestro superficial mundo, nuestras preocupaciones, mientras tenemos tiempo y la oportunidad de mostrarle a Dios que podemos entrar a Su Reino por el camino del Amor Perfecto, esto es, por medio de la fe, la esperanza y la caridad. 

En el Purgatorio se ama, se ama sin limites, y se arrepiente el alma de tanta ceguera vivida en la vida terrenal. Ellas esperan el consuelo de María y de San Miguel, de los ángeles que acuden en su apoyo, recordándoles que después del sufrimiento tendrán la gloria de llegar al gozo infinito. Allí se pide oración: cuando ellos reciben el amor de los que aun estamos aquí hecho alabanza a Dios, no sólo se consuelan sino que acortan su sufrimiento. Y lo devuelven cuando llegan al Cielo, intercediendo por quienes los supieron ayudar a disminuir sus sufrimientos. 

¿Quieres hacer un buen negocio, el mejor de todos?. Une tu alma a las de las almas purgantes, ora por ellas, siente que estás unido a su dolor y las consuelas, mientras ellas adquieren la luminosidad que les permita subir a la Gloria. Verás entonces que los dolores de aquí adquieren un significado distinto, son un trampolín para el crecimiento del alma, te hacen sentirte unido a Dios, trabajando para El. Pocas obras son tan agradables a Jesús y María como la oración de quienes se unen espiritualmente a las almas purgantes. Es un ida y vuelta, un fluir de alabanzas que sube y baja, y que ayuda tanto a unos como a otros. 

Un día se escuchó, durante la segunda guerra mundial, una multitud aplaudiendo y aclamando en la iglesia de Santa María de la Gracia, en San Giovanni Rotondo. Pero a nadie se vio allí, por lo que los pocos que estaban presentes preguntaron a San Pío de Pietrelcina que había ocurrido. El les dijo: “he estado rezando durante muchos días por los soldados que mueren en el campo de batalla, y una multitud de ellos ha venido a agradecerme porque han salido del Purgatorio y han entrado al Cielo”. La oración de Pío, poderoso intercesor ante Dios, les había acortado el sufrimiento. 

Oremos por las almas purgantes, porque serán ellas las que intercederán por nosotros cuando tengamos que purificar nuestra alma. Y serán entonces ellas las que nos darán la bienvenida al Cielo, cuando Dios en Su Infinita Misericordia nos conceda esa Gracia. 

¡Trabajemos por ello, tenemos nuestra vida para lograrlo, ese es el sentido de nuestra presencia aquí!. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

¿QUÉ ES EL PURGATORIO?


Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
¿Qué es el purgatorio?
¿No se supone que se nos perdonan todos los pecados en la confesión?



¿Qué es el purgatorio?
Es indudable que muchos católicos nos cuestionamos qué será eso tan misterioso que llamamos Purgatorio, porque lo hemos escuchado de pequeños en la catequesis, en casa, en algunas oraciones, etc.

Respondiendo en pocas palabras, el Purgatorio es el estado en el que van todas las almas, que, aún muriendo en gracia de Dios, no han llegado en su vida a purificar el daño que han ocasionado con sus pecados.

Pero... ¿De qué hay que “purgarse”? ¿No se supone que se nos perdonan todos los pecados en la confesión?

Con la confesión quedan perdonados nuestros pecados y quedamos libres del castigo eterno que nos merecíamos. Pero la confesión no repara el daño que hemos ocasionado. Ése, debemos repararlo nosotros con nuestras buenas obras o con nuestro sacrificio.

Entenderlo es tan fácil como pensar que rompimos un vidrio de la casa del vecino. Corremos a su casa y le pedimos perdón. Nuestro vecino nos perdona de todo corazón y seguimos siendo tan amigos como antes. Pero... ¡el vidrio sigue igual de roto!

Los que aún estamos vivos, podemos reparar el daño que hemos ocasionado con los grandes medios que nos ofrece la Santa Madre Iglesia como los sacramentos, la oración diaria a Dios, las obras de misericordia, la predicación de la Palabra de Dios, las indulgencias plenarias, la vida de caridad y de santidad.

El otro modo, que es la forma menos recomendable para reparar la pena temporal, es pasar por el Purgatorio.

Cuentan de santos que han tenido la visión del Purgatorio que hubiesen preferido sufrir lo más terrible de esta vida por mil años, que estar un solo día en el Purgatorio. Allí se va para una purificación en profundidad, una limpieza que cuesta grandes pesares y malestares, pero necesaria para nuestra buena salud.

El purgatorio existe, debe existir porque nadie entra a las Bodas del Reino de los Cielos con la piel y la ropa llena de mugre. Es necesario entrar con el mejor vestido. Y en donde se nos lava hasta el punto de quedar dignos para el paraíso y con el traje adecuado, es en el Purgatorio. Nadie nos obligó a ensuciarnos, lo hicimos por libre disposición. Pero si queremos ser buenos invitados, no se nos ocurrirá entrar indignamente presentados, desearemos estar limpios, muy limpios, como se merece el Esposo de las Bodas.

El Purgatorio, por tanto, existe y es más que un lugar, es un estado de purificación, con un fuego que nos arrancará nuestros errores de raíz y los disolverá en su fuego, con el dolor de los que se sanan de una herida.

No es para nada igual que el Infierno, pues en el Infierno reinan el odio y la desesperación eterna y en el Purgatorio reinan el amor y la esperanza, la firme convicción de la salvación eterna. Todo allí será sufrir pero sólo para lograr amar verdaderamente al Señor que nos esperará con los brazos abiertos en su eterno Convite Celestial.

lunes, 5 de agosto de 2013

UNA VISITA DEL PURGATORIO

Huella de la mano de la hna.Teresa
M. Gesta, en su visita desde el purgatorio.
Foligno, Italia.
Imagen cortesía de los Frailes Franciscanos
Recoletos de la Cruz, con permiso


Una Visita del Purgatorio
 -Convento de las Terciarias Franciscanas, Foligno, Italia

Purgatorio

El día 4 de noviembre de 1859 murió de apoplejía fulminante, en el convento de Terciarias Franciscanas de Foligno, una buena hermana llamada Teresa Margarita Gesta, que era hace muchos años maestra de las novicias y a la vez encargada de la pobre ropería del monasterio. Había nacido en Córcega, en Bastia, en 1797 y había entrado en el monasterio en febrero de 1826. 

Doce días después de la muerte de sor Teresa, el 17 de noviembre, la hermana Ana Felicia, que la había ayudado en su empleo y que la reemplazó después de su muerte, iba a entrar en la ropería, cuando oye gemidos que  parecían salir del interior del aposento. Algo azorada, se apresuró a abrir la puerta: no había nadie. Mas dejándose oír nuevos gemidos acentuados, ella, a pesar de su ordinario valor, sintió miedo.

"¡Jesús, María!; -exclamó - ¿qué es esto?".

Aún no había concluido, cuando oyó una voz lastimera, acompañada de este doloroso suspiro:

"¡Oh, Dios mío! ¡cuánto sufro! Oh Dios! que peno tanto!".

La hermana, estupefacta, reconoció pronto la voz de la pobre sor Teresa. Se repone como puede, y le pregunta:

"¿Y por qué?"

"A causa de la pobreza", responde sor Teresa.

"¡Cómo!... - replica la hermana - ¡vos que erais tan pobre!"

"No es por mí misma, sino por las hermanas, a quienes he dejado demasiada libertad en este punto. Y tú ten cuidado de ti misma".

Y al mismo instante la sala se llenó de un espeso humo, y la sombra de sor Teresa apareció dirigiéndose hacia la puerta, deslizándose a lo largo de la pared. Llegando cerca de la puerta, exclamó con fuerza:

"He aquí un testimonio de la misericordia de Dios".

Y diciendo esto tocó el tablero superior de la puerta, dejando perfectamente estampada en la madera calcinada su mano derecha, y desapareciendo en seguida.

La pobre sor Ana Felicia se había quedado casi muerta de miedo. Se puso a gritar y pedir auxilio. Llega una de sus compañeras, luego otra y después toda la Comunidad; la rodean y se admiran todas de percibir un olor a madera quemada. Buscan, miran y observan en la puerta la terrible marca, reconociendo pronto la forma de la mano de sor Teresa, que era notablemente pequeña. Espantadas, huyen, corren al coro, se ponen en oración, y olvidando las necesidades de su cuerpo, se pasan toda la noche orando, sollozando y haciendo penitencia por la pobre difunta, y comulgando todas por ella al día siguiente.

Espárcese por fuera la noticia; los Religiosos Menores, los buenos sacerdotes amigos del monasterio y todas las comunidades de la población unen sus oraciones y súplicas a las de las Franciscanas. Este rasgo de caridad tenía algo de sobrenatural y de todo punto insólito.

Sin embargo, la hermana Ana Felicia, aun no repuesta de tantas emociones, recibió la orden formal de ir a descansar. Obedece, decidida a hacer desaparecer a toda costa en la mañana siguiente la marca carbonizada que había causado el espanto de todo Foligno. Mas, he aquí que sor Teresa Margarita se le aparece de nuevo.

"Sé lo que quieres hacer; -le dice con severidad -; quieres borrar la señal que he dejado impresa. Sabe que no está en tu mano hacerlo, siendo ordenado por Dios este prodigio para enseñanza y enmienda de todos. Por su justo y tremendo juicio he sido condenada a sufrir durante cuarenta años las espantosas llamas del purgatorio, a causa de las debilidades que he tenido a menudo con algunas de nuestras hermanas. Te agradezco a ti y a tus compañeras tantas oraciones, que en su bondad el Señor se ha dignado aplicar exclusivamente a mi pobre alma; y en particular los siete salmos penitenciales, que me han sido de un gran alivio".

Después, con apacible rostro, añadió:

"¡Oh, dichosa pobreza, que proporciona tan gran alegría a todos los que verdaderamente la observan!".

Y desapareció.

Por fin, al siguiente día, 19, sor Ana Felicia, habiéndose acostado y dormido, a la hora acostumbrada, oye que la llaman de nuevo por su nombre, despiértase sobresaltada, y queda clavada en su postura sin poder articular una palabra. Esta vez reconoció también la voz de sor Teresa, y al mismo instante se le apareció un globo de luz muy resplandeciente al pie de su cama, iluminando la celda como en pleno día, y oyó que sor Teresa con voz alegre y de triunfo, decía estas palabras:

"Fallecí un viernes, día de la Pasión y otro viernes me voy a la Gloria... ¡Llevad con, fortaleza la  cruz!... ¡Sufrid con valor!". 

Y añadió con dulzura: "¡Adiós! ¡adiós! ¡adiós!...

Se transfigura en una nube ligera, blanca, deslumbrante, y volando al cielo desaparece.

Abrióse en seguida una información canónica por el obispo de Foligno y los magistrados de la población. El 23 de noviembre, en presencia de un gran número de testigos, se abrió la tumba de sor Teresa Margarita, y la  marca calcinada de la pared se halló exactamente conforme a la mano de la difunta.

El resultado de la información fue un juicio oficial que consignaba la certeza y la autenticidad de lo que acabamos de referir. En el convento se conserva con veneración la puerta con la señal calcinada. La Madre abadesa, testigo del hecho, se ha dignado enseñármela (dice Mons. de Ségur), y mis compañeros de peregrinación y yo hemos visto y tocado la madera que atestigua de modo tan temible que las almas que, ya sea temporal, ya sea eternamente, sufren en la otra vida la pena del fuego, están compenetradas y quemadas por el  fuego. 

Cuando, por motivos que sólo Dios conoce, les es dado aparecer en este mundo, lo que ellas tocan lleva la señal del fuego que les atormenta; parece que el fuego y ellas no forman más que uno; es como el carbón  cuando está encendido.

***   ***   ***

En medio de la crisis que hunde al mundo moderno en un rebrotar inmenso del paganismo, con todas sus secuelas de brutalidad y salvajismo, la fe, debilitada y languideciente, en las Verdades reveladas, nos presenta el espectáculo de personas tan preocupadas, hasta el traumatismo psicológico, por la "suerte" de las especies animales y aún las vegetales, que despliegan esfuerzos y queman energías en campañas medioambientales, mientras abandonan, sin la más mínima consideración, a sus seres queridos, (padres, hermanos, esposos o amigos) a sufrimientos atroces sin hacer nada por ellos, pudiendo haberles ayudado inmensamente si aún tuvieran algo de fe. Santo Tomás enseña que el dolor más grande en la tierra es menor que el más pequeño en el Purgatorio.

Pero lo peor de esta situación, y lo más doloroso, es constatar que este olvido de las almas de nuestros seres queridos ha sido causado, en gran medida, por la negligencia o la traición de hombres de Iglesia que no creen, o parecen no creer más el la realidad del Purgatorio, volcando sus esfuerzos "pastorales", casi exclusivamente, en los pleitos políticos contingentes, y curiosamente con el mismo fuerte cariz ideológico que alimenta dichas campañas medioambientales.

Por nuestra parte encomendemos a dichas almas abandonadas a su suerte que constituyen la parte de la Iglesia purgante cuyas oraciones, a su vez, a favor nuestro no dejan de favorecernos, hagamos celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, aprovechemos para ganar las indulgencias del jubileo para aplicarlas a nuestros seres queridos o a quienes quizás por culpa nuestra sufren en el Purgatorio. Cumplamos este deber ya sea en justicia o caridad; Un día, con seguridad, seremos nosotros los necesitados del auxilio que nos puedan prestar las almas fieles pertenecientes, en ese entonces, a la Iglesia militante.

Muchos al leer estas cosas las desprecian como puros cuentos.  No quieren reconocer que la realidad del purgatorio que es enseñanza del magisterio y ha sido confirmada por numerosos testimonios.  Pero el Señor no deja de advertirnos por el bien de los pocos que abren su corazón a la conversión. 

"Concédeles Señor el descanso eterno: y brille para ellas la luz perpetua!"
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