domingo, 2 de noviembre de 2014

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DEL 2014


Vengan, benditos de mi Padre
Reflexiones sobre la muerte 


Mateo 25, 31-46. Fieles Difuntos. ‘Venid’: la invitación personal a acercarnos sin temor; venid a mi amor.


Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’.
Entonces dirá también a los de la izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’.
Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.
Oración introductoria
Señor, conmemorar a los difuntos me recuerda lo pasajero de mi vida. Por eso inicio mi oración pidiendo perdón por mis caídas, por dejarme atrapar tan fácilmente por los espejismos del mundo. Deseo vivir con el apremio de hacer rendir el tiempo que me concedes para amarte más, a Ti y a los demás.
Petición
Jesús, ayúdame a que esta meditación me recuerde que la vida es para llegar al día del juicio con las manos llenas de obras de misericordia.
Meditación del Papa Francisco
209. Jesús, el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona, se identifica especialmente con los más pequeños. Esto nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra. Pero en el vigente modelo “exitista” y “privatista” no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida.
210. Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxico dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos. (S.S. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 209-210).
Reflexión
Las palabras más bellas que pueda Dios decir a una criatura son ésas: ‘Venid’: la invitación personal a acercarnos sin temor; venid a mi mesa, venid a mi huerto, entrad en mi amistad.
Benditos de mí Padre: Tener la bendición de Dios en la vida es la máxima seguridad, porque esa bendición transforma tu vida entera en una amorosa felicidad.
A tomar posesión del Reino de los Cielos: Te daré la mitad de mi Reino, te doy mi Reino, se nos dice aquí; el Reino de Dios, ¡qué grande es, qué hermoso es, qué tuyo es! Aquí tienes la llave, pequeño príncipe del gran Reino. Te sonaba muy exigente el precio, porque te hablaban de cruz y renuncia, y ahora que eres dueño del castillo, ¿qué opinas? ¿Barato, muy caro, inefable? "Juego de niños", dijo uno del precio, cuando se lo mostraron, aunque lo maltrataron como a un mártir, y apostó por ese Reino; nadie se lo pudo arrebatar.
¿Por qué luchas en la vida? ¿Por qué te matas y trabajas y oras? ¡Qué rico eres y qué rico vas a ser, cuando te entreguen las llaves de un Reino eterno! Tienes que saber esperar y luchar y morir por ese Reino.
Tienes que estar en pie de lucha, debes funcionar con metas, estar hecho de urdimbre de guerrero.
Disfruta de la lucha también en las artes de la paz, y pelea por la santidad lo mismo que por ganar almas para Dios.
La vida bien entendida es lucha, aventura apasionante, en la que se debe escalar la alta cima con lo mejor del propio esfuerzo, con todo lo que dé el alma y las uñas y el corazón.
En marcha pues, luchador; ármate de valor y fuego, de hambre de Dios y de cumbres: las cumbres te esperan.
Dios te dice desde arriba: Te espero, te he esperado muchos siglos; aquí te quiero ver, herido, rasguñado, enflaquecido por el esfuerzo, pero entero el corazón, para darte el eterno abrazo de la victoria. En marcha, luchador, te esperan las cumbres.
Has caído en mil batallas y ésa es la brecha abierta en tus murallas, pero hoy es tu fe más grande que todas las derrotas sufridas, y debes surgir de tus cenizas como el Ave Fénix.
¿Puedes? Si crees, puedes, apoyado en el Dios de los ejércitos.

Propósito
Está visto que para llegar a santo tienes que pelear mil batallas pequeñas y grandes, y admitir en el presupuesto también polvo y derrotas; no será fácil, nunca lo ha sido; por eso solo unos pocos se arriesgan. ¿Quieres ser de esos pocos?, ¿quieres pagar el precio y correr la aventura de Dios, la sagrada aventura de los grandes hombres? Te animan otros que tan pobres como tú, tan miserables como tú, tan nada como tú, supieron llegar. Tú llegarás como ellos.

Preguntas o comentarios al autor  P. Mariano de Blas LC

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO EN LA SOLEMNIDAD DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE


Papa, Ángelus, Fieles Difuntos: recordar a todos, también aquellos que nadie recuerda


2014-11-02 Radio Vaticana

En la Solemnidad de Todos los Fieles Difuntos, el Papa Francisco rezó el Ángelus dominical junto a miles de fieles romanos y peregrinos procedentes de Italia y de diversos países que se dieron cita en la Plaza de San Pedro para escuchar sus palabras y recibir su bendición. 

Recordando la celebración de Todos los Santos en el día de ayer,  el Obispo de Roma destacó el vínculo que une estas dos solemnidades, unidas entre ellas como “la alegría y las lágrimas  encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza”.

Jesús mismo nos ha revelado que la muerte del cuerpo es como un sueño del cual Él nos despierta, y con esta fe, constató el Papa, nos detenemos también espiritualmente ante las tumbas de nuestros seres queridos.

Pero hoy, subrayó el Obispo de Roma, estamos llamados a recordar a todos, también aquellos que nadie recuerda: las víctimas de las guerras y de las violencias, tantos pequeños del mundo aplastados por el hambre y por la miseria. Los hermanos y hermanas asesinados por ser cristianos y cuantos han sacrificado su vida por servir a los demás. 

Invitando a confiar al Señor a quienes nos han dejado en el curso de este último año, el Papa recordó la tradición de la Iglesia que exhorta a rezar por los difuntos ofreciendo, en particular, la Celebración Eucarística. Y destacó que el fundamento de la oración del sufragio se encuentra en la comunión del Cuerpo Místico.

El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios , agregó el Pontífice,  son testimonio de una confiada esperanza, radicada en la certeza que la muerte no es la última palabra sobre el destino humano, porque el hombre no está destinado a una vida sin límites, que tiene su raíz y su cumplimiento en Dios. 

Finalmente, la invitación a dirigirnos con ”esta fe en el destino supremo del hombre” a la Virgen, para que ella, Puerta del cielo, nos ayude a comprender siempre más el valor de la oración de sufragio por los difuntos y a no perder jamás de vista la meta última de la vida que es el Paraíso.

¡UN DÍA TENDREMOS LA DICHA DE MORIR¡


¡Un día tendremos la dicha de morir!
Creo en la vida eterna
Es un error espantarse por las molestias inevitables de la vida y dejarse vencer por ellas


Por: Evangelizando | Fuente: www.riial.org



Un domingo cualquiera asistí a la Misa en una iglesia donde me tocó oír a un cura encantador, que nos decía entusiasmado en la homilía:

- ¡Sí, hermanos, un día moriremos! ¡Un día tendremos la dicha de morir!...

El Padre lo decía muy convencido, pero yo me dije para mis adentros:

- ¡Bueno! Allá él si quiere morirse. A mí que me deje disfrutar bien de la vida...

Aquel cura simpático, que chorreaba santidad por todos sus poros, ya murió y está disfrutando del logro de todas sus ilusiones. Yo sigo con mucho apego a la vida, lo reconozco. Pero, aquellas palabras de su homilía, ininteligibles —ininteligibles entonces para mí— me han hecho pensar muchas veces: ¿Y no tendría razón el buen cura?...

Es cierto que la vida es un don grande de Dios. Y nos la da para que la disfrutemos. A Dios no le gusta el lagrimeo de tantas personas amargadas y tristes. Si ha puesto en el mundo tanta hermosura y placer es para que lo disfrutemos todo y para ganarnos el corazón. ¡La vida es bella, y vale la pena vivirla!...

Pero es ciertamente un error el poner el corazón en lo que pasa y forzosamente se ha de dejar. Así como es otro error el espantarse por las molestias inevitables de la vida y dejarse vencer por ellas. La prudencia y el equilibrio son condición indispensable para valorar las cosas que son provisionales.

Si toda la felicidad en que ahora soñamos, y que tal vez disfrutamos, no la sabemos convertir en duradera para siempre, nos equivocamos de medio a medio. Porque es tener el juguete entre las manos, como el niño, y ver que se nos rompe o nos lo quitan. Se disfrutaba, para llorar después...

Cuando gozamos de las cosas —y las debemos gozar con gusto cuando Dios nos las da— nos va muy bien tener la frialdad de aquel contemplativo hindú, como nos cuenta una hermosa parábola. El monje solitario recibió una tarde a un joven, el cual llegaba rendido de tanto caminar.

- Dime, ¿qué quieres?

- Vengo porque Dios se me apareció el otro día y me dijo que viniera aquí. Me aseguró que tú me podías dar una piedra preciosa, la cual me haría rico para siempre.

- ¡Ah, sí! Debía referirse a ésta que encontré por casualidad en el bosque. Puedes quedarte con ella, si es que te gusta.

El joven se quedó loco de felicidad con aquel diamante, quizá el mayor del mundo. Se fue a dormir al caer el sol, pero pasó la noche entera dando vueltas y más vueltas en la cama.

- ¡Al fin soy rico para siempre!, se decía y se repetía de continuo, sin poder conciliar el sueño.

Al amanecer fue a despertar al hombre solitario, que seguía durmiendo tan tranquilo y feliz, y le suplica con insistencia:

- Hombre de Dios, toma tu diamante. Pero dame, dame esa riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de esta piedra preciosa, la más grande de la India.

Aquí está el secreto de todo. La esperanza en una vida eterna es una riqueza muy superior a todos los valores de esta vida. Quien la posee, vive más feliz que nadie. El que espera, goza como nadie de la felicidad que Dios nos da ya aquí, la cual se cambiará en una felicidad mucho mayor y que no pasará jamás.

Pensamos muy rectamente que la fe cristiana nunca nos amargará la vida; al revés, hace de nosotros los seres más dichosos que existen. Quienes tenemos fe en una vida futura, damos envidia a los muchos que van a tientas entre las sombras...

Aquí es donde los que tenemos fe debemos jugar un gran papel en el mundo que nos rodea. Somos ricos, sin darnos cuenta de la pobreza que tenemos a nuestro alrededor. Y así como hay egoístas con el dinero, que abundan en él y no sueltan nada al pobre que a su lado se muere de hambre, así también hay muchos ricos en el espíritu, que no comunican a otros desesperados la esperanza en la que ellos abundan dichosamente. Nuestra esperanza la esparcimos a de mil maneras. Aunque nunca habrá modo alguno de comunicar optimismo y confianza como el que nos vea siempre con la sonrisa a flor de labios.

El que no piensa en un más allá, porque no cree ni espera, se pregunta forzosamente al vernos sonreír en medio de nuestras preocupaciones, igual que las suyas o mayores: ¿No estará escondido Dios debajo de esa sonrisa? ¿No será cierto que después de lo de aquí hay algo más?... Este aire de esperanza se manifiesta actualmente dentro de la Iglesia de un modo especial.

Por ejemplo, hemos cambiado nuestra manera de expresarnos cuando fallece alguno de nuestros seres queridos. Antes, el funeral era algo triste, y los recordatorios bastante som-bríos. Hoy les damos un aire pascual, y decimos y escribimos, con alegría en medio del dolor: ¡Ha pasado a la Casa del Padre!...

Un viejecito, al que visitábamos los del grupo y al que ayudábamos con nuestros pequeños ahorros, nos daba siempre la misma lección, y con una sonrisa que ni por casualidad se le caía de los labios, nos decía:

- Ustedes son jóvenes y tienen que disfrutar de la vida, como la disfruté antes yo. Para mí todo se acaba, pero yo sé que Dios me espera.

Viendo un caso así, pienso que el curita que sentía ganas de morir a lo mejor tenía mucha razón, aunque yo no lo quisiera entender; y así, le sigo diciendo a Dios, aún ahora: Señor, para mí, espera, espera un poquito más... Aunque he aprendido a decirle también: Señor y Padre mío, para ir a tu Casa, cuando Tú quieras...

DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE


Fieles difuntos

Fieles difuntos

2 de noviembre, conoce el significado de las costumbres y tradiciones relacionadas con esta fiesta. 



Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net




Un poco de historia

La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.

Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.

Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.

A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.

Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".

Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.

Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados”. (CEC 1479)

Costumbres y tradiciones.

El altar de muertos

Es una costumbre mexicana relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre, para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.


Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes, para volar acompañando al Sol, cuando los dioses decidieran que habían alcanzado cierto grado de perfección.

Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa “lugar de la muerte” o “residencia de los muertos” para purificarse y seguir su camino.

Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban.
La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón.

Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares visitaban la urna donde estaban las cenizas del difunto y ponían alrededor el tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la tierra.

El difunto ese día se convertía en el "huésped ilustre" a quien había de festejarse y agasajarse de la forma más atenta. Ponían también flores de Cempazúchitl, que son de color anaranjado brillante, y las deshojaban formando con los pétalos un camino hasta el templo para guiar al difunto en su camino de regreso a Mictlán.

Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.

La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido cristiano: El día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración.

El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el paso a una nueva vida.

Cada uno de los familiares lleva una ofrenda al difunto que se pone también sobre el altar. Estas ofrendas consisten en alimentos o cosas que le gustaban al difunto: dulce de calabaza, dulces de leche, pan, flores. Estas ofrendas simbolizan las oraciones y sacrificios que los parientes ofrecerán por la salvación del difunto.

Los aztecas fabricaban calaveras de barro o piedra y las ponían cerca del altar de muertos para tranquilizar al dios de la muerte. Los misioneros, en vez de prohibirles esta costumbre pagana, les enseñaron a fabricar calaveras de azúcar como símbolo de la dulzura de la muerte para el que ha sido fiel a Dios.

El camino de flores de cempazúchitl, ahora se dirige hacia una imágen de la Virgen María o de Jesucristo, con la finalidad de señalar al difunto el único camino para llegar al cielo.

El agua que se pone sobre el altar simboliza las oraciones que pueden calmar la sed de las ánimas del purgatorio y representa la fuente de la vida; la sal simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza para la conservación; el incienso tiene la función de alejar al demonio; las veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; el fuego simboliza la purificación.

Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones por los muertos en los que señalaran con claridad el tipo de gracias que ellos pedían para el muerto de acuerdo a los defectos o virtudes que hubiera demostrado a lo largo de su vida.

Estas oraciones se recitaban frente al altar y después se ponían encima de él. Con el tiempo esta costumbre fue cambiando y ahora se escriben versos llamados “calaveras” en los que, con ironía, picardía y gracia, hablan de la muerte.


La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres “estadios” de la Iglesia:

1) La Iglesia Purgante, conformada por todas las almas que se encuentran en el purgatorio, es decir aquéllas personas que no murieron en pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos, a los que se acostumbra colocar las diferentes bebidas y comidas que disfrutaban en vida.


2) La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de santos.

3) La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos en la tierra, y somos los que ponemos la ofrenda.
En algunos lugares de México, la celebración de los fieles difuntos consta de tres días: el primer día para los niños y las niñas; el segundo para los adultos; y el tercero lo dedican a quitar el altar y comer todo lo que hay en éste. A los adultos y a los niños se les pone diferente tipo de comida.

ORACIONES A LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE



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