Santiguarse de manera corta y de manera formal
Al hacer el signo de la Cruz, con nuestros dedos, de nuestra mano, invocamos la acción Redentora y Salvadora de Dios
Por: Margarita González | Fuente: Catholic.net
Al hacer el signo de la Cruz, con nuestros dedos, de nuestra mano, invocamos la acción Redentora y Salvadora de Dios.
Este gesto nos pone delante de la acción misericordiosa de Dios, que vela por sus hijos, y les quiere participar su Amor y Su Bendición.
Hacemos la señal de la Cruz de forma corta, para llamar la atención de Dios a nuestra persona, que se encuentra en un momento de acción, sea esta de inicio del día, de alguna labor, de un ministerio, de algún apostolado, de una misión, pidiéndole Su Compañía, Su Presencia, su Apoyo, Su Bendición.
La forma larga comprende el rito de santiguarse, primero en la frente, como inicio de un afán, de un inicio más perfecto, de una invocación más formal, pidiendo a Dios purifique nuestros pensamientos, para que sean los suyos los que nos enriquezcan, y nos apoyen, y proyectemos la Luz de Dios en nuestros esfuerzos por no ensuciar nuestra Conciencia Superior.
La Señal de la Cruz en nuestros labios, nos invita a expresar con Pureza, lo que nuestra conciencia y corazón desean transmitir, siendo palabras que transmitan Paz y alegría, comunión de Amor y Bienestar hacia los demás, así como lo experimentamos hacia nosotros mismos. Bien hablar.
La Señal de la Cruz en nuestro pecho, nos invita a reflexionar sobre lo bondadoso que es Dios, al que albergamos en nuestro corazón, y le pedimos nos fortalezca para no dar cabida a sentimientos ajenos a la Acción de Dios, como son ira, violencia, deshonor, sentimientos que nos perjudican a nosotros mismos y a los demás. Y así, reine en nosotros mismos y en nuestro entorno, la Paz, la alegría, la Bondad.
Así, con estas tres señales, confirmamos nuestra Fe en Dios Uno y Trino, generoso y amoroso, que completamos en la señal final, que abarca todo nuestro cuerpo y espíritu, pidiendo a Dios su Luz, su compañía, su bendición, su Paz. Caminar por la vida con la seguridad de que amamos y somos amados por Dios, y lo experimentamos hacia los demás. Sentimientos nobles y generosos que nos dan dignidad y hora. Paz en nuestras familias y en la sociedad.