Autor: Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Plasencia
| Fuente: www.diocesisplasencia.org
¿Qué es el Domund? |
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La misión de la Iglesia le da continuidad al amor mismo de Dios | |||
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viernes, 21 de octubre de 2011
¿QUÉ ES EL DOMUND?
CAMBIAR EL MUNDO
Cambiar el mundo
Autor: José Luis Martín Descalzo
Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar, en su plaza mayor, que era necesario un cambio de la marcha del país. El profeta gritaba y gritaba y una multitud considerable acudió a escuchar sus voces, aunque más por curiosidad que por interés.
Y el profeta ponía toda su alma en sus voces, exigiendo el cambio de las costumbres. Pero, según pasaban los días, eran menos cada vez los curiosos que rodeaban al profeta y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando. Hasta que un día ya nadie se detuvo a escuchar sus voces. Mas el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza. Y pasaban los días. Y el profeta seguía gritando. Y nadie le escuchaba.
Al fin, alguien se acercó y le preguntó: "¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?"
"Sigo gritando" -dijo el profeta- "porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí."
Autor: José Luis Martín Descalzo
Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar, en su plaza mayor, que era necesario un cambio de la marcha del país. El profeta gritaba y gritaba y una multitud considerable acudió a escuchar sus voces, aunque más por curiosidad que por interés.
Y el profeta ponía toda su alma en sus voces, exigiendo el cambio de las costumbres. Pero, según pasaban los días, eran menos cada vez los curiosos que rodeaban al profeta y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando. Hasta que un día ya nadie se detuvo a escuchar sus voces. Mas el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza. Y pasaban los días. Y el profeta seguía gritando. Y nadie le escuchaba.
Al fin, alguien se acercó y le preguntó: "¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?"
"Sigo gritando" -dijo el profeta- "porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí."
MADRE ENSEÑANOS A ORAR CONTIGO Y COMO TÚ LO HACÍAS
Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net Madre enséñame a orar contigo y como Tú lo hacías | |
Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio Glorioso. La venida del Espíritu Santo | |
Orar con María: Cuanto hubiera disfrutado estando allí, viéndola orar, asimilando por contagio la oración de la criatura más santa y humilde: contemplar su rostro, sus ojos cerrados o semicerrados o mirando hacia lo alto; escuchar su corazón cantando con su bellísima voz, imitar su forma de arrodillarse, de cerrar sus manos. Orar con Ella, junto a Ella, ¡qué gran privilegio! Me imagino a los apóstoles, al verla orar tan extáticamente, suplicándole: “Enséñanos a orar contigo y como tú lo haces”. Oh Madre, yo también te digo: “Enséñame a orar contigo y como Tú lo hacías”. A los cristianos que se aburren en la oración o en la Misa, alcánzales el amor de los enamorados para que disfruten la alegría de orar. Tú obtuviste la gracia del Espíritu Santo a los apóstoles. Pedro te necesitaba más que nadie. Después de las negaciones se había roto; estaba herido y necesitaba los cuidados de una Madre para con su hijo enfermo. Pedro necesitaba de una Madre como Juan Pablo II. También él llevaba, si no en su escudo, sí en su corazón, el “Totus tuus” del actual Vicario de tu Hijo. Juan era el más parecido. Él de alguna manera compensaba y llenaba el hueco dejado por Jesús. “Ahí tienes a tu Madre”. Este encargo, hecho a todos, él se lo tomó infinitamente en serio. Tomás: Yo sé que convertiste a aquel hombre duro para creer en un hijo de fe, por la forma tan bella como Tú le enseñaste a creer. María Magdalena: Ya había comenzado su conversión, pero ella como mujer que era, y apasionada, copió mejor que los hombres tu hoguera de amor. Aquella que se había acostado en los basureros tenía ante sí un ejemplo de mujer pura, santa y toda amor. María Magdalena te copió con todas las fuerzas de su ser. Tu presencia la purificó totalmente y le hizo amar locamente la pureza y abominar del pecado. Debes repetir el milagro de Pentecostés en la Iglesia y en cada uno de nosotros, en mí. Aunque no sea vea la llama de fuego, que me abrase todo; aunque no haya terremoto externo, que vibre por dentro y me vuelva loco de amor por Él y por Ti. Te lo pido encarecidamente. No te pido mas, pero no te pido menos. Pusiste de rodillas a la Iglesia primitiva y así, de rodillas, recibió la fuerza del Espíritu Santo. Hoy debes también enseñar a rezar a los sacerdotes y religiosos, a los fieles, para salir del atolladero. Salieron a predicar como leones. Pedro era un león, sentía dentro la fuerza de un león, ávido de presas. Echó las redes de su palabra en nombre de Cristo, y tres mil hombres quedaron atrapados. Los primeros cristianos entraron a la Iglesia por contagio de amor, de aquel amor que ardía en el corazón de los apóstoles. Así comenzó con buen pie la religión del amor, amando y haciendo amar, hasta el punto de arrancar a sus mismos enemigos la mejor alabanza que se pueda decir jamás de los cristianos: “Mirad cómo se aman”. Aprendieron muy bien la lección de Jesús. Hoy... en muchos casos, ya no es así. La religión del amor se ha convertido para muchos en la religión del aburrimiento. Porque no aman, porque se han olvidado del amor que Cristo les ha demostrado. Tienes que hacernos como hiciste a los primeros, para seguir convenciendo a los hombres fríos de hoy. La religión del amor se contagia por calor, no por gélidas ideas. |
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