lunes, 26 de febrero de 2018

EL CABRERO Y SU CABRA


El cabrero y su cabra




Un proverbio dice: “La mentira tiene las patas cortas”, a saber, que no puede llegar muy lejos. Quien dice una mentira para evitar una reprensión, no piensa que tarde o temprano se va encontrar con la dura realidad que pretendió ignorar o esconder. Más vale afrontar con valentía la verdad, aunque se deba aceptar una falta y sufrir la corrección.

Llamaba un cabrero a sus cabras para llevarlas al establo. Una de ellas, al pasar por un rico pasto se detuvo, y el cabrero le lanzó una piedra, pero con tan mala suerte que le rompió un cuerno. Entonces el cabrero le suplicó a la cabra que no se lo contara al patrón, a lo que la cabra respondió: -¡Quisiera yo quedarme callada, mas no podría! Bien claro está a la vista mi cuerno roto (Esopo).
    
“Puedes engañar a todo el mundo por algún tiempo. Puedes engañar a algunos por todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo por todo el tiempo”, dijo Abrahán Lincoln. Y el gran orador de Roma, Cicerón, expresó: “Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas, porque ninguna simulación puede durar largo tiempo”. Decídete siempre por la verdad.



* Enviado por el P. Natalio

CUARESMA, PARA QUÉ?


Cuaresma ¿para qué?
¿Quieres que tu país cambie, que tu ciudad o tu pueblo cambien, que tu familia cambie?


Por: Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo Emérito de SCLC | Fuente: Catholic.net 




VER

Este miércoles iniciamos la Cuaresma, que son cuarenta días de preparación para celebrar el misterio central de nuestra fe, la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús.
Muchas personas se acercan a recibir la ceniza, que es un signo de que somos polvo, de que no somos dioses, de que la vida es frágil y pasajera, y de que queremos darle valor de trascendencia, corrigiendo los errores, venciendo los pecados y superando las tentaciones, para resucitar a otro estilo de vida, a ejemplo de Jesús.
Sin embargo, para mucha gente, la Cauresma es sólo una tradición, a la que no le dan mayor importancia. Para la mayoría, nada significa y a nada les induce. Su vida sigue igual y ningún esfuerzo hacen por cambiar.
En el país, se ha incrementado la violencia, la inseguridad, la criminalidad de todo tipo. Por todas partes se escuchan quejas, lamentos, angustias. Pero la mayoría de los criminales han sido bautizados y se declaran creyentes, hasta devotos de la Virgen y de algún Santo. Para ellos, ¿algo significa la Cuaresma? Absolutamente nada. No la toman en cuenta para nada. Ojalá recibieran la ceniza y se convirtieran.
Muchos hogares se están deshaciendo, por las infidelidades, por el orgullo y la vanidad, por la falta de sacrificio y de paciencia mutua, por las violencias verbales y físicas. ¿Puede servir la Cuaresma para que las familias se estabilicen y salgan adelante? Depende de cada quien.
Las contiendas políticas y electorales se han convertido en aguerridos campos de batalla. Pareciera que todo se vale, con tal de destruir a los otros contendientes. Casi todos los candidatos son creyentes; ¿les servirá de algo la Cuaresma? Ojalá; pero me temo que nada les importa este tiempo para replantear sus comportamientos, sino sólo para crear nuevas armas de combate.
Para nosotros, gente de Iglesia, puede también pasar la Cuaresma como un periodo sin repercusión en la vida personal. Predicamos que los otros cambien, pero nosotros seguimos igual: ni más oración, ni ayunos, ni penitencias, ni limosnas… Así, no hay resurrección, no hay renovación de la Iglesia, menos de la sociedad.

PENSAR

El Papa Francisco no ha enviado su acostumbrado mensaje para este tiempo. Ante los diferentes males, los engaños y las tentaciones de este mundo, nos invita a no dejar apagar el amor, y poner en práctica las tres recomendaciones de Jesús: orar, ayunar y dar limosna:

“El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.


El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?

El ayuno debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre”.

ACTUAR

El Papa concluye con esta exhortación, que comparto con ustedes:

“Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo”.

¿Quieres que México cambie, que tu ciudad o tu pueblo cambien, que tu familia cambie? Haz oración, para que Dios entre en tu vida; ayuna, para que domines tus pasiones; da limosna, para que hagas cambiar la vida de personas concretas

SI ME HICISTE DAÑO, NO LO TOMO EN CUENTA


Si me hiciste daño, no lo tomo en cuenta
Lunes segunda semana Cuaresma. Podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios y juicios de Dios, sino de los nuestros.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




Cada vez que en la Cuaresma se nos presenta el grito de súplica, de perdón por parte del pueblo de Israel, al mismo tiempo está hablándonos de la importancia que tiene la conversión interior. La Escritura habla de que se han cometido iniquidades, de que se han hecho cosas malas, pero, constantemente, la Escritura nos habla de cómo nuestro corazón tiene que aprender a volverse a Dios nuestro Señor, de cómo nuestro corazón tiene que irse convirtiendo, y de cómo no puede haber ninguna dimensión de nuestra vida que quede alejada del encuentro convertido con Dios nuestro Señor. Así es importante que convirtamos y cambiemos nuestras obras, es profundamente importante que también cambiemos nuestro interior.

La Escritura nos habla de la capacidad de ser misericordiosos, de no juzgar, de no condenar y de perdonar. Esto que para nosotros podría ser algo muy sencillo, porque es que si me hiciste un daño, yo no te lo tomo en cuenta; requiere del alma una actitud muy diferente, una actitud de una muy profunda transformación. Una transformación que necesariamente tiene que empezar por la purificación, por la conversión de nuestra inteligencia.

Cuántas veces es el modo en el cual interpretamos la vida, el modo en el cual nosotros «leemos» la vida lo que nos hace pecar, lo que nos hace apartarnos de Dios. Cuántas veces es nuestro comportamiento: lo que nosotros decimos o hacemos. Cuántas veces es simplemente nuestra voluntad: las cosas que nosotros queremos. ¡Cuántas veces nuestros pecados y nuestro alejamiento de Dios viene porque, en el fondo de nuestra alma, no existe un auténtico amor a la verdad! Un amor a la verdad que sea capaz de pasar por encima de nosotros mismos, que sea capaz de cuestionar, de purificar y de transformar constantemente nuestros criterios, los juicios que tenemos hechos, los pensamientos que hemos forjado de las personas. Cuántas veces, tristemente, es la falta de un auténtico amor a la verdad lo que nos hace caminar por caminos de egoísmo, por caminos que nos van escondiendo de Dios.

Y cuántas veces, la búsqueda de Dios para cada una de nuestras almas se realiza a través de iluminar nuestra inteligencia, nuestra capacidad de juzgar, para así poder cambiar la vida. ¡Qué difícil es cambiar una vida cuando los ojos están cerrados, cuando la luz de la inteligencia no quiere reconocer dónde está el bien y dónde está el mal, cuál es el camino que hay que seguir y cuál el que hay que evitar!

Uno de los trabajos que el alma tiene que atreverse a hacer es el de cuestionar si sus criterios y sus juicios sobre las personas, sobre las cosas y sobre las situaciones, son los criterios y los juicios que tengo que tener según lo que el Evangelio me marca, según lo que Dios me está pidiendo. Pero esto es muy difícil, porque cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos que tocar la conversión y la purificación de nuestra inteligencia, nos damos cuenta de que estamos tocando el modo en el cual nosotros vemos la vida, incluso a veces, el modo en el cual nosotros hemos estructurado nuestra existencia. Y Dios llega y te dice que aun eso tienes que cambiarlo. Que con la medida con la que tú midas, se te va a medir a ti; que el modo en el cual tú juzgas la vida y la estructuras, el modo en el cual tú entiendas tu existencia, en ese mismo modo vas a ser juzgado y entendido; porque el modo en el cual nosotros vemos la vida, es el mismo modo en el cual la vida nos ve a nosotros.

Esto es algo muy serio, porque si nosotros vamos por la vida con unos ojos y con una inteligencia que no son los ojos ni la inteligencia de Dios, la vida nos va a regresar una forma de actuar que no es la de Dios. No vamos a ser capaces de ver exactamente cómo Dios nuestro Señor está queriendo actuar en esta persona, en esta cosa o en esta circunstancia para nuestra santificación.

"Con la misma medida que midáis, seréis medido". Si no eres capaz de medir con una inteligencia abierta lo que Dios pide, si no eres capaz de medir con una inteligencia luminosa las situaciones que te rodean, si no eres capaz de exigirte ver siempre la verdad y lo que Dios quiere para la santificación de tu alma en todas las cosas que están junto a ti, ésa medida se le está aplicando, en ese mismo momento, a tu alma.
Qué importante es que aprendamos a purificar nuestra inteligencia, a dudar de los juicios que hacemos de las personas y de las cosas, o por lo menos, a que los confrontemos constantemente con Dios nuestro Señor, para ver si estamos en un error o para ver qué es lo que Dios nuestro Señor quiere que saquemos de esa situación concreta en la cual Él nos está poniendo.

Pero cuántas veces lo que hacemos con Dios, no es ver qué es lo que Él nos quiere decir, sino simplemente lo que yo le quiero decir. Y éste es un tremendo riesgo que nos lleva muy lejos de la auténtica conversión, que nos aparta muy seriamente de la transformación de nuestra vida, porque es a través del modo en el cual vemos nuestra existencia y vemos las circunstancias que nos rodean, donde podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios de Dios, no de los juicios de Dios, sino de nuestros criterios y de nuestros juicios. Además, tristemente, los pintamos como si fuesen de Dios nuestro Señor, y entonces sí que estamos perdidos, porque tenemos dentro del alma una serie de criterios que juzgamos ser de Dios, pero que realmente son nuestros propios criterios.

Aquí sí que se nos podría aplicar la frase tan tremenda de nuestro Señor en el Evangelio: "¡Ay de vosotros, guías ciegos, que no veis, y vais llevando a los demás por donde no deben!". También es muy seria la frase de Cristo: "Si lo que tiene que ser luz en ti, es oscuridad, ¿cuáles no serán tus tinieblas?".

La conversión de nuestra inteligencia, la transformación de nuestros criterios y de nuestros juicios es un camino que también tenemos que ir atreviéndonos a hacer en la Cuaresma. ¿Y cuál es el camino, cuál es la posibilidad para esta transformación? El mismo Cristo nos lo dice: "Dad y se os dará". Mantengan siempre abierta su mente, mantengan siempre dispuesto todo su interior a darse, para que realmente Dios les pueda dar, para que Dios nuestro Señor pueda llegar a ustedes, pueda llegar a su alma y ahí ir transformando todo lo que tiene que cambiar.

Es un camino, es un trabajo, es un esfuerzo que también nos pide la Cuaresma. No lo descuidemos, al contrario, hagamos de cada día de la Cuaresma un día en el que nos cuestionemos si todo lo que tenemos en nuestro interior es realmente de Dios.

Preguntémosle a Cristo: ¿Cómo puedo hacer para verte más? ¿Cómo puedo hacer para encontrarme más contigo?

La fe es el camino. Ojalá sepamos aplicar nuestra fe a toda nuestra vida a través de la purificación de nuestra inteligencia, para que en toda circunstancia, en toda persona, podamos encontrar lo que Dios nuestro Señor nos quiera dar para nuestra santificación personal.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 26 DE FEBRERO



LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
26 de febrero



En el Evangelio, Jesús nos quiere enseñar tres cosas:

No hay que poner la confianza en las riquezas, que son causa de muchos vicios y conducen fácilmente a la condenación eterna. Los pobres son"los predilectos de Dios"; la Iglesia los ama con "amor preferencial"; medita sobre ellos y recapacita sobre tu actitud frente a la injusticia. Aprovecha más al hombre la verdadera justicia, fundada en la fe y en la penitencia, que las riquezas y los placeres.

Lo temporal -las riquezas y la pobreza- pasa muy pronto, como pasa el tiempo; lo eterno -la otra vida- permanecerá para siempre; lógico y prudente será asegurar lo eterno con el recto uso de lo temporal.


* P. Alfonso Milagro


PAPA FRANCISCO PIDE NO JUZGAR A LOS DEMÁS, DIOS ES EL ÚNICO JUEZ


Papa Francisco pide no juzgar a los demás: “Dios es el único juez”
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco recordó que Dios es el único juez y que por lo tanto no corresponde a las personas juzgar a los demás. Insistió en que el juicio divino es muy diferente del humano, y que se sostiene sobre pilares de misericordia.

En la homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta este lunes 26 de febrero, el Santo Padre recordó que “Dios es el único juez”, y por lo tanto es a Él a quien le corresponde juzgar a las personas. “No juzguéis y no seréis juzgados”, recordó remitiéndose a las palabras de Evangelio.

“Juzgar a los demás es una cosa fea, porque el único juez es el Señor”, insistió. “En las reuniones que tengamos, en una comida, o donde sea, que dure, por ejemplo, dos horas…, de esas dos horas, ¿cuántos minutos hemos estado juzgando a los demás?”.

Por el contrario, invitó a ser misericordiosos: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Todavía más: sed generosos. Dad y se os dará. ¿Y qué es lo que se me dará? Una buena medida, desbordante y llena. La abundancia de la generosidad del Señor, al no juzgar se nos llenará con la abundancia de la misericordia”.

El Pontífice destacó que la justicia de Dios no es como la justicia humana, ya que se cimenta en la misericordia. “Sabemos que la justicia de Dios es misericordia. Pero hace falta decirlo: ‘A Ti (a Dios) te corresponde la justicia, a nosotros la vergüenza’. Y cuando se encuentran la justicia de Dios con nuestra vergüenza, ahí se produce el perdón”.

En este sentido, invitó a preguntarse: “¿Creo que he pecado contra el Señor? ¿Creo que el Señor es justo? ¿Creo que sea misericordioso? ¿Me avergüenzo delante de Dios por ser pecador? Así de simple: a Ti la justicia, a mí la vergüenza”. Por ello exhortó a “pedir la gracia de la vergüenza”.

“La vergüenza es una gran gracia”, explicó. Mediante ella, “recordamos la actitud que debemos tener con el prójimo”. Ayuda a “recordar que con la medida con que juzgue, yo seré juzgado. No debo juzgar. Y si digo cualquier cosa sobre otro, que sea con generosidad, con misericordia. La actitud ante Dios, este diálogo es esencial: ‘A ti la justicia, a mí la vergüenza’”, concluyó.

Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Lucas 6:36-38

36 «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.


37 No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.

38 Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.»

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 26 FEBRERO 2018


Lecturas de hoy Lunes de la 2ª semana de Cuaresma
 Hoy, lunes, 26 de febrero de 2018




Primera lectura
Lectura de la profecía de Daniel (9,4b-10):

¡AY, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos!
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti.
Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.
Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 78,8.9.11.13

R/. Señor, no nos trates 
como merecen nuestros pecados

V/. No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

V/. Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.

V/. Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R/.

V/. Nosotros, pueblo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,36-38):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy lunes, 26 de febrero de 2018
Carlos Latorre, Misionero Claretiano



Queridos amigos:

Hemos entrado de lleno en el tiempo de Cuaresma. El mensaje del Santo Padre Francisco nos invita a no desaprovechar estas semanas para fortalecer nuestra vida cristiana dejándonos iluminar y guiar por la Palabra de Dios. No siempre cumplimos al cien por cien lo que nos proponemos  para mejorar  nuestra vida; lo importante es no darse nunca por vencidos.  ¿Quién no tiene deseos de una vida espiritual más auténtica? ¡Ánimo! La gracia del Señor no nos va a faltar.

La lectura del profeta Daniel es una llamada al arrepentimiento por todos los males que aquejan al pueblo desterrado y que resume en estas palabras: “a nosotros nos abruma la vergüenza”. Y en el Salmo repetimos una y otra vez: “Señor, no nos trates  como merecen nuestros pecados”. Confiamos en la infinita bondad divina y no en nuestros méritos.

El evangelio es muy breve, es como un resumen de algunos puntos clave de la vida cristiana. Como solemos ser demasiado propensos a juzgar y condenar a los demás, Jesús nos dice: “no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados”.

Recuerdo todavía lo que un sacerdote le dijo a la persona que se confesaba: 
-Mira, de todos los pecados que confesaste, ¿sabes cuál es el peor?
–Todos, Padre, contestó el penitente. 
Y el confesor le explicó:
-Cuando hablas mal de tu prójimo, lo juzgas y lo condenas: ese sí que es un verdadero pecado mortal.
Por eso Jesús nos dice hoy: “No juzguéis y no seréis juzgados”. 
Dios nos medirá con la misma medida con la que midamos a los demás.

Hay una antigua fábula que dice: 
“El dios Prometeo al modelar a los hombres les colgó dos alforjas, una de defectos ajenos, otra de los defectos propios. La de los ajenos la puso delante, pero la otra la colgó detrás.
Desde entonces les ocurre a los hombres que de lejos ven los defectos ajenos, pero no miran los suyos propios. Esta fábula se refiere al hombre entrometido que, ciego en sus propias cosas, se ocupa de las que no le conciernen”.

En el mensaje para esta Cuaresma el santo Padre nos recomienda el ayuno y dice: “El ayuno debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia hambre de  nuestro corazón”. El Papa se está refiriendo en primer lugar al control de la comida y la bebida. Pero con toda razón podemos aplicar el mensaje del Papa  al “ayuno de palabras y juicios temerarios que juzgan y condenan a nuestros prójimos”, y que tal vez nos cuesta más practicar.

Vuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
carloslatorre@claretianos.es

FELIZ SEMANA




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