domingo, 12 de enero de 2014

SALUDO AL CORAZÓN DE JESÚS Y DE MARÍA



SALUDO AL CORAZÓN DE JESÚS Y DE MARÍA
San Juan Eudes

Te saludamos, Corazón santo, 
Te saludamos, Corazón manso, 
Te saludamos, Corazón humilde, 
Te saludamos, Corazón puro, 
Te saludamos, Corazón sacerdotal, 
Te saludamos, Corazón sabio, 
Te saludamos, Corazón paciente, 
Te saludamos, Corazón obediente, 
Te saludamos, Corazón atento a la voluntad del Padre, 
Te saludamos, Corazón fiel,
Te saludamos, Corazón fuente de felicidad,
Te saludamos, Corazón misericordioso,
Te saludamos, Corazón amante,

Te adoramos, 
Te alabamos,
Te glorificamos,
Te damos gracias,
Te amamos,
Con todo nuestro corazón,
Con toda nuestra alma,
Con todas nuestras fuerzas,

Te ofrecemos nuestro corazón,
Te lo damos,
Te lo consagramos,
Te lo ofrecemos,
Recíbelo y poséelo totalmente,

Purifícalo,
Ilumínalo,
Santifícalo,
Y vive y reina en él, ahora y por siempre jamás. AMEN.


Saludo a María 
Yo te saludo, María, Hija de Dios Padre,
Yo te saludo, María, Madre de Dios Hijo,
Yo te saludo, María, Esposa del Espíritu Santo,
Yo te saludo, María, Templo de la Divinidad,
Yo te saludo, María, Virgen de las vírgenes, de quién el Rey de los
cielos ha querido nacer,
Yo te saludo, María, Reina de los mártires,
Yo te saludo, María, Reina del mundo,
Yo te saludo, María, Reina de mi Corazón,
Yo te saludo, María, llena de gracia,

Bendito sea el fruto de tus entrañas, Jesús,
Bendito sea tu esposo, san José,
Bendito sea tu padre, san Joaquín,
Bendita sea tu madre, santa Ana,
Bendito sea tu hijo, san Juan,
Bendito sea tu ángel, san Gabriel,
Benditos sean todos aquellos que te aman y te bendicen. Amén

EL BAUTISMO DE JESÚS - 12 DE ENERO DEL 2014



EL BAUTISMO DE JESÚS

Del santo Evangelio según san Mateo 3, 13-17 

En ese entonces llegó Jesús, que venía de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: "Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" Jesús le respondió: "Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia." Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco."

BAUTISMO DE CRISTO..¿PARA QUÉ?



Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net
Bautismo de Cristo... ¿para qué?
El bautismo nos colma de gracias para caminar como hijos de Dios.

Bautismo de Cristo... ¿para qué?


A Cristo se le llegó el momento de dejar casa y madre, tranquilidad y sosiego, para comenzar una vida de aventura, de acción y de mucha comunicación con el sufrido pueblo hebreo. Habían sido años tranquilos los pasados en Nazaret, distribuidos entre la convivencia familiar, el rudo trabajo de carpintero y sobre todo la oración al Buen Padre Dios que sería la base para el trabajo y la misión que el mismo Dios le encomendaba. 

A grandes zancadas, después de despedirse tiernamente de su madre, de sus familiares y de sus amigos, se dirigió a las márgenes del río Jordán en la aristocrática Judea para escuchar a un nuevo predicador, a un profeta, que bautizaba a los que convertían su corazón a Dios. Juan el Bautista llegó a tener a muchas gentes que iban con buen corazón a ser bautizadas por él. Y se encontraban con una palabra ruda y con fuertes amenazas y castigos para los que se negaban a convertir su corazón a Dios. Juan tenía una palabra despiadada para todos, y más que un bálsamo para la herida, parece que a él le gustaba más echarle sal, que dolía, que escocía pero que al fin y al cabo curaba y sanaba. A los que se convertían y reconocían sus pecados, Juan los metía entonces en el río Jordán, como un símbolo de penitencia y como un sello entre la divinidad y el hombre arrepentido. 

A este Juan es al que Cristo se dirigió, para ser bautizado por él. Entendemos que el bautismo es un rito que casi todas las religiones tienen, símbolo de pureza, de limpieza ritual, y entrada al contacto con la divinidad. El agua, casta y cristalina es el símbolo que mejor puede significar la conversión del corazón, el lavado espiritual para poder acercarse a la divinidad. 

Y aquí surge una pregunta que inquietó mucho a los primeros cristianos. Si Cristo no tenía pecados, si la vida de Cristo era una vida sin maldad, y todo lo contrario, al decir de San Pablo "Cristo pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por diablo, porque Dios estaba con él", entonces ¿porqué se bautizo por manos de Juan? Juan Bautizaba precisamente para preparar el camino al Señor, al Enviado, al Mesías, al esperado y las gentes salían convertidas verdaderamente por su predicación y echaban fuera sus pecados. Cristo quiere sentirse solidario hasta ese extremo con su pueblo, hasta someterse a un rito de purificación, aunque él personalmente no tuviera pecado. Debemos reconocer la humildad, la sencillez pero sobre todo la solidaridad de Cristo con todos los que intentamos alejar de nosotros el pecado y la maldad. Es la primera intención, pero había otra, y esa la descubriremos después del bautismo. 

De esta manera ya estamos preparados para la escena que nos presenta San Mateo en su Evangelio, un Cristo formado en la fila de los pecadores. No va con prepotencia, no lleva guaruras, no quiere que le den preferencia, va formado como todos, con muchas ilusiones en su corazón, oyendo atentamente los comentarios de las gentes que lo rodeaban y cuando llegó el momento de presentarse ante Juan, Cristo pudo darse cuenta de su desconcierto e inquietud de aquel. Fue demasiado fuerte para él estar situado ante Cristo y ante un Cristo que pedía su bautismo que era ciertamente inferior al que Cristo traía para todos los hombres. Y así se lo manifiesta, poniéndose de rodillas ante Jesús: "Yo soy quien deber ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que te bautice?". Pues más creció su inquietud, cuando Cristo poniéndose de rodillas ante él, le ofreció un argumento que no dejaba lugar a dudas: "Has ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere". Y así se hizo. No se dan más detalles del bautismo. Juan lo tomó por los hombros, y semidesnudo lo sumergió profundamente en las aguas del Jordán. Cuando Cristo se retiró, quizá sin haberse secado totalmente, cayó en una profunda oración, que dejó admiradas a las gentes que habían contemplado su bautismo. 

Y en medio de esa profunda oración, se descubre la segunda intención del bautismo de Cristo: apareció en ese momento una nube misteriosa y desde dentro de ella, una voz potente que decía: "Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias", al mismo tiempo que "se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma". Algo trascendental ocurre entonces en ese momento, no sólo es presentado Jesús como Salvador, como verdadero Hijo de Dios, sino que Dios mismo se presenta en forma trinitaria, invitando a todas las gentes a participar de la alegría de unos cielos que se abren para dar paso al Salvador. Es el momento que Isaías había pedido a Dios, que rompiera ya su prolongado silencio y dirigiera su rostro y su palabra al pueblo: "!Ah, si rasgases los cielos y descendieses...!". Y es el momento por el que también Isaías había suspirado, aunque él solo pudo clamar por un siervo, nunca por un hijo y menos el Hijo de Dios como salvador: "Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo todas mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones". El Padre llena todas las expectativas y nos envía precisamente a su Hijo, su Hijo amado, motivo de todas sus complacencias. Y podemos estar seguros que con Cristo vienen los dones y los regalos propios de la presencia del Espíritu Santo de Dios que ahora tiene dos brazos para abrazar a nuestra humanidad y llenarla de gozo y de alegría, aparejadas con el perdón de los pecados y la seguridad de que al incorporarnos al bautismo de Cristo podremos continuar, porque la puerta ya está abierta, y podremos participar de otros sacramentos, que acompañarán toda la vida del hombre, la confirmación, corroborando nuestra fe, y el banquete, el banquete de los hijos de Dios que pueden participar comiendo el Cuerpo y la Sangre redentoras de Cristo que ve así realizada su propia Pascua. 

No está por demás decir que nuestro propio bautismo, que no es el mismo que Cristo recibió del Bautista, hace que las palabras dirigidas primeramente a Cristo: "Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias", puedan ser dirigidas también a nosotros, que tenemos entonces la dicha de haber atraído la mirada del Buen Padre Dios que nos colma con sus dones, su perdón y sus gracias para que vayamos caminando precisamente como hijos de Dios. 

Tengamos pues, una gran estima por este sacramento admirable que nos ha abierto las puertas del corazón de Dios y aprestémonos a vivir como Cristo, que pasó haciendo el bien y curando a todos de sus enfermedades. También nosotros tendremos esos dones para que con la sonrisa, la mano tendida y el corazón puesto en los más necesitados, también contribuyamos a la salvación de todo nuestro universo. 

EL BAUTISMO DIGNIFICA Y COMPRETE


El Bautismo dignifica y compromete


Todos los años, después de la fiesta de los reyes magos, viene la fiesta del Bautismo de Jesús. Para algunos litúrgicamente forman una unidad por lo que indica de epifanía o manifestación del Señor. Hoy el Padre, en unidad con el Espíritu, manifiesta la misión mesiánica del Hijo para comenzar su predicación.

Para algunos se hace confuso aún el hablar del bautismo que recibió Jesús, como si fuese algo parecido a lo que recibimos nosotros. Hasta afirman que no hay que recibir el bautismo sino siendo mayores, como Jesús lo recibió a los treinta años. En este ciclo C se lee el bautismo de Jesús según el evangelio de Lucas. Comienza haciendo claramente la distinción, pues eran tiempos de gran expectación mesiánica y algunos creían que Juan Bautista era el Mesías. Él les dijo que bautizaba; pero sólo en agua, mientras que el Mesías, que ya llegaba, iba a bautizar en el Espíritu Santo.

Bautizar en agua era sólo un símbolo de lo que pasaba en el interior de la persona, si se arrepentía. Significaba la purificación que se suponía tenía el penitente. Pero nuestro bautismo, el que nos dio Jesucristo, es mucho más, porque además de la purificación que simboliza el agua, se nos da la gracia, que es una participación de la vida divina, y las tres divinas personas habitan de una manera más vital en el alma, de modo que el Espíritu Santo comienza a realizar la obra de santificación, si esa persona colabora dejando que el Espíritu desarrolle en ella sus dones, frutos y carismas.

El bautismo que Jesús recibió de Juan también era diferente del que recibían las otras personas. Los demás debían arrepentirse de sus pecados, pero Jesús no podía arrepentirse. ¿Entonces qué hizo? Nos dice el evangelista que Jesús se bautizó cuando mucha gente estaba bautizándose. Con esto expresó la solidaridad de Jesús con el pueblo pecador. Ya desde su encarnación se hizo igual que nosotros menos en el pecado; pero asumió el pecado hasta redimirlo en la cruz. Ahora en el Jordán tiene este gesto de unión porque va a comenzar su actividad mesiánica.

Lo importante de ese día es lo que nos narra el evangelista que sucedió al terminar el bautismo. Lo recibió en un ambiente de oración, en la que pediría por nosotros pecadores. Pero siguió en una oración tan profunda, que sintió que se manifestaba su Padre Dios con todo amor y el Espíritu Santo que le llenaba todo su ser. Es muy difícil describir una manifestación tan profunda y al mismo tiempo tan eficaz. Por eso el evangelista recurre a los símbolos. Lo mismo que cuando llueve decían que se abrían los cielos, igualmente ahora en que su Padre se manifiesta. La venida radiante y veloz del Espíritu Santo al alma era bonito semejarla a la bajada de una paloma. Jesús, que había ido creciendo en “gracia y sabiduría” toma ahora una definitiva conciencia de su misión mesiánica. Es como la ratificación por parte de su Padre Dios de su filiación y de la misión que debe cumplir. Es como la graduación o la investidura. De tal manera le impactó a Jesús esta manifestación, que se retiró por cuarenta días a orar y prepararse para su misión de predicar, sobre todo, que Dios es nuestro Padre.

Para nosotros en este día debe ser la renovación de nuestra dignidad como hijos de Dios, que recibimos el día de nuestro bautismo. Es una dignidad, pero es de una manera especial un compromiso que nos debe hacer pensar en lo que somos, ya que el bautismo es para siempre. Por el bautismo tenemos un compromiso de amor con Dios, que vive en lo profundo del alma para poder ser fuente de intimidad en el amor. Pero es un compromiso también con todas las demás personas, pues nos debe hacer ser solidarios. El bautismo nos dice que hemos sido llamados a dar testimonio del Reino de Dios en el mundo. No fue solamente una llamada pasada. La fuerza del bautismo continúa, porque el Espíritu Santo quiere estar muy activo en nosotros. Lo peor es que muchas veces no le dejamos actuar. En este día nos entreguemos más a su amor con nuestras obras de vida cristiana.

P. Silverio Velasco (España)

HOY QUIERO REGALARTE


HOY QUIERO REGALARTE

Amistad… para que cuando tu alma añore un amigo, sin pensar lo busques, y ese alguien corra a tu lado.
Sonrisas… para que cuando tus lágrimas se deslicen por tu mejilla en un día gris y oscuro, sean las risas las que iluminen tus tristezas.
Grandes sueños… para que cuando en tu mente exista un vacío, sean aquellos bosques cubiertos de invierno, los que atrapen la atención de tu pensamiento.
La fuerza de unas manos… para que cuando tus tobillos se cansen, los hombros de alguien te sirvan y te den las fuerzas para andar.
Un ramo de abrazos… para que cuando los tropiezos te dificulten el andar, sean los ánimos una esperanza que te ayuden a continuar.
Una estrella joven y brillante… para que cada vez que el sol descanse, sea esa fiel luz, la que te acompañe.
Un pedacito de humildad… para que cuando los éxitos engrandezcan tu persona, sea la sabiduría, el aire mágico que te hagan valorar, lo que otros desprecian al llegar a una nueva orilla.
Mi cariño sincero… para que cuando sientas que nadie te acompaña, recuerdes que en paisajes verdes o valles áridos, mi pensamiento siempre te lleva de la mano.
Un abrazo inmenso… para que cuando necesites sentir tus fuerzas sean estos, el puerto de tus emociones.
Un par de lágrimas… para que se alberguen entre tu alma y corazón, así, si algún segundo la soberbia daña tu andar, sea una muestra de sensibilidad ajena, la que te ayude a no cometer injusticias.
Hoy quiero desearte… que compartas tus alegrías con los seres que amas, para que cuando creas que caminas en la soledad, mil angelitos resguarden tu mirada.
Hoy quiero obsequiarte lo más bello que puedas recibir mientras transformas estas líneas en un espejo, donde la ternura que aquí encuentres, donde la belleza que aquí nazca, te dé la certeza de que nunca te dejaré solo/a…

ORACIÓN SOBRE EL HIJO


ORACIÓN SOBRE EL HIJO

Hoy te invoco a Ti, María, Madre,
para hablarte de mi niño.

Y tomo la palabra yo, la madre,
segura de que aún sin palabras nos entenderíamos.

Mírame al corazón y deja que mire al tuyo.
Ambos están llenos del mismo misterio de gozo:
hemos tenido un hijo;
un hijo tuyo para que el mío de saltos de alegría
cuando se lo encuentre;
un hijo mío para que se una al grupo
de todos los niños que se acercaron a Jesús.

No quiero que le pidas que lo siente a su derecha o a su izquierda,
pero sí que me lo tengas de su mano.
Y para eso, María, Madre,
vamos a llevárselo de la nuestra, de la tuya y de la mía, enseñándole con ternura a dar los primeros pasos en la fe.
Luego, que tu hijo Jesús le lleve a su paso por los caminos del Evangelio. Amén.

EL EVANGELIO DE HOY: 12.01.2014

Autor: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
El mejor regalo para tu hijo
Mateo 3, 13-17. Fiesta del Bautismo del Señor. Gracias a Dios, también nosotros hemos recibido este don maravilloso.
 
El mejor regalo para tu hijo
Del santo Evangelio según san Mateo 3, 13-17

En ese entonces llegó Jesús, que venía de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: "Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" Jesús le respondió: "Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia." Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco."

Oración introductoria

Señor, yo soy un pecador, no he sabido corresponder a tu amor. Sin embargo, me has llenado de tu gracia y de tus dones. Humildemente te agradezco todo y particularmente este momento de oración que me concedes para encontrarme contigo.

Petición 

¡Ven, Espíritu Santo! Que hoy que celebramos el bautismo de Jesús sepa corresponder a las gracias espirituales que he recibido.

Meditación del Papa Francisco

¿Quién puede darnos esto? En el Evangelio escuchamos la respuesta: Cristo. "Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenlo". Jesús nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma, se renueva y nosotros podemos ver la realidad con ojos nuevos, desde el punto de vista de Jesús, con sus mismos ojos.
Por eso hoy les digo a cada uno de ustedes: "Pon a Cristo" en tu vida y encontrarás un amigo del que fiarte siempre; "pon a Cristo" y vas a ver crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; "pon a Cristo" y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda. Porque todos nosotros queremos tener una vida fecunda. Una vida que dé vida a otros.
Hoy nos hará bien a todos que nos preguntásemos sinceramente, que cada uno piense en su corazón: ¿En quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús? Todos tenemos muchas veces la tentación de ponernos en el centro, de creernos que somos el eje del universo, de creer que nosotros solos construimos nuestra vida, o pensar que el tener, el dinero, el poder es lo que da la felicidad. Pero todos sabemos que no es así. (S.S. Francisco, 25 de julio de 2013).

Reflexión

En más de una ocasión he escuchado estas palabras: "A nuestro hijo no lo vamos a bautizar porque no queremos imponerle nada; mejor, cuando crezca, que él escoja qué religión quiere tener". La verdad, es una grandísima pena que haya padres católicos que piensen así porque, además de reflejar su escasa formación religiosa, hacen ver con esos comentarios que no tienen ni idea de lo que es realmente el bautismo. Si dicen que no quieren imponer la fe a sus hijos, entonces, ¿por qué no les preguntaron también si querían venir a esta vida o no, si querían nacer o preferían no haber vivido nunca?

A lo mejor puede sonar esto un poco duro. Pero así es. Los padres de familia que así piensan tal vez no se dan cuenta de que, al igual que la vida es un don gratuito que se ofrece al hijo sin condiciones, sólo por amor, con el bautismo sucede algo bastante semejante. La fe es un inmenso regalo, un don de Dios de un valor incalculable, y los padres –si son de verdad cristianos— consideran que es la mejor herencia que pueden dar a sus hijos. Es como si un señor muy rico quisiera regalar a un niño un millón de dólares y sus padres se opusieran rotundamente dizque para no “obligar” a su hijo a recibir algo sin su consentimiento. ¿Verdad que sería el absurdo más grande del mundo, aunque se hiciera en nombre de una supuesta "libertad"?

Cuentan que san Luis, rey de Francia, cuando alguno de sus hijos pequeños recibía el bautismo, lo estrechaba con inmensa alegría entre sus brazos y lo besaba con gran amor, diciéndole: "¡Querido hijo, hace un momento sólo eras hijo mío, pero ahora eres también hijo de Dios!". El apóstol san Juan se expresa así, con inmensa emoción: "Mirad qué gran amor nos ha mostrado el Padre para llamarnos hijos de Dios. ¡Y lo somos realmente!" (I Jn 3,2). Y un poco más adelante dice también: "Quien ha nacido de Dios no peca, porque la semilla de Dios está en él, y no puede pecar" (I Jn, 3,9).

El Evangelio de hoy nos narra el bautismo de Cristo, y nos dice san Mateo que, apenas Jesús fue bautizado, "se abrió el cielo y vio que el Espíritu Santo bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto”". Es entonces cuando el Padre da ante el mundo ese maravilloso testimonio a favor de Cristo, ratifica solemnemente la condición divina de Jesús e inaugura con su sello la misión que su Hijo estaba para iniciar sobre la tierra.

Jesús es el Hijo eterno del Padre, el Hijo por naturaleza, el predilecto por antonomasia. Pero también nosotros, por una especialísima dignación de Dios y una predilección de su amor, a través del bautismo, también quedamos constituidos "hijos en el Hijo" y llegamos a ser hijos de Dios por adopción.

El bautismo es, pues, el sacramento por el que nacemos a la vida eterna y el que nos abre las puertas del cielo. El mismo Juan nos refiere en su evangelio aquellas profundas palabras que dirigió Jesús a Nicodemo: "En verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu, no podrá entrar en el reino de los cielos. Lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu" (Jn 3, 5-6).

Después de las hermosas fiestas navideñas que todos hemos podido pasar estos días en familia, hoy la Iglesia quiere celebrando con todos sus hijos la fiesta del bautismo del Señor. De esta forma, así como Cristo inició su vida pública con su bautismo, nosotros ahora iniciamos nuevamente la vida "ordinaria" recordando y reviviendo el bautismo del Señor.

Pero no es sólo una celebración para iniciar el tiempo ordinario. La Iglesia, como buena Madre, quiere atraer nuestra atención hacia las verdades más esenciales y fundamentales de nuestra vida. Nos remonta hasta los orígenes de nuestra fe.

Se cuenta que san Francisco Solano, siendo ya religioso franciscano, fue un día a visitar su pueblo natal de Montilla, en España. Y, entrando a la iglesia de Santiago, en donde había sido bautizado, se fue derecho a la pila bautismal, se arrodilló en el suelo con la frente apoyada sobre la piedra y rezó en voz alta el Credo para dar gracias a Dios por el don de su fe. Algo casi idéntico repitió Juan Pablo II, cuando visitó Polonia por primera vez como Papa, en el año 1979. Acudió de peregrinación a su natal Wadowice y, entrando a la iglesia parroquial, encontró rodeada de flores la pila bautismal donde fue bautizado en 1920. Entonces se arrodilló ante ella y la besó con profunda devoción y reverencia. ¡Los santos sí saben lo que es el bautismo!

Gracias a Dios, también nosotros hemos recibido este don maravilloso. Pero, ¿cuántos de nosotros somos conscientes de este regalo tan extraordinario y nos acordamos de él con frecuencia para darle gracias al Señor, para renovar nuestra fe con el rezo del Credo y ratificar nuestro compromiso cristiano? El Vaticano II nos recuerda que, por el bautismo, todos los cristianos tenemos el deber de tender a la santidad y de ser auténticos apóstoles de Cristo en el mundo: con nuestra palabra, nuestro testimonio y nuestra acción. ¿Somos cristianos de verdad? ¿De vida y de obras, y no sólo de nombre, de cultura o tradición?

Propósito

Que cada día vivamos más de acuerdo con nuestra condición y agradezcamos a Dios, con nuestro testimonio, el maravilloso privilegio de ser sus hijos predilectos.


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