La
Transfiguración del Señor es particularmente importante para nosotros
por lo que viene a significar. Por una parte, significa lo que Cristo
es; Cristo que se manifiesta como lo que Él es ante sus discípulos: como
Hijo de Dios. Pero,además, tiene para nosotros un significado muy
importante, porque viene a indicar lo que somos nosotros, a lo que
estamos llamados, cuál es nuestra vocación.
Cuando Pedro ve a Cristo transfigurado, resplandeciente como el sol,
con sus vestiduras blancas como la nieve, lo que está viendo no es
simplemente a Cristo, sino que, de alguna manera, se está viendo a sí
mismo y a todos nosotros. Lo que San Pedro ve es el estado en el cual
nosotros gloriosos viviremos por la eternidad.
Es un misterio el hecho de que nosotros vayamos a encontrarnos en la
eternidad en cuerpo y alma. Y Cristo, con su verdadera humanidad, viene
a darnos la explicación de este misterio. Cristo se convierte, por así
decir, en la garantía, en la certeza de que, efectivamente, nuestra
persona humana no desaparece, de que nuestro ser, nuestra identidad tal y
como somos, no se acaba.
Está muy dentro del corazón del hombre el anhelo de felicidad, el
anhelo de plenitud. Muchas de las cosas que hacemos, las hacemos
precisamente para ser felices. Yo me pregunto si habremos pensado alguna
vez que nuestra felicidad está unida a Jesucristo; más aún, que la
Transfiguración de Cristo es una manifestación de la verdadera
felicidad.
Si de alguna manera nosotros quisiéramos entender esta unión,
podríamos tomar el Evangelio y considerar algunos de los aspectos que
nos deja entrever. En primer lugar, la felicidad es tener a Cristo en el
corazón como el único que llena el alma, como el único que da
explicación a todas las obscuridades, como dice Pedro: "¡Qué bueno es
estar aquí contigo!". Pero, al mismo tiempo, tener a Cristo como el
único que potencia al máximo nuestra felicidad.
Las personas humanas a veces pretendemos ser felices por nosotros
mismos, con nosotros mismos, pero acabamos dándonos cuenta de que eso no
se puede. Cuántas veces hay amarguras tremendas en nuestros corazones,
cuántas veces hay pozos de tristeza que uno puede tocar cuando va
caminando por la vida.
¿Sabemos nosotros llenar esos pozos de tristeza, de amargura o de
ceguera con la auténtica felicidad, que es Cristo? Cuando tenemos en
nuestra alma una decepción, un problema, una lucha, una inquietud, una
frustración, ¿sabemos auténticamente meter a Jesucristo dentro de
nuestro corazón diciéndole: «¡Qué bueno es estar aquí!»?
Hay una segunda parte de la felicidad, la cual se ve simbolizada en
la presencia de Moisés y de Elías. Moisés y Elías, para la mentalidad
judía, no son simplemente dos personaje históricos, sino que representan
el primero la Ley, y el segundo a los Profetas. Ellos nos hablan de la
plenitud que es Cristo como Palabra de Dios, como manifestación y
revelación del Señor a su pueblo. La plenitud es parte de la felicidad.
Cuando uno se siente triste es porque algo falta, es porque no tiene
algo. Cuando una persona nos entristece, en el fondo, no es por otra
cosa sino porque nos quitó algo de nuestro corazón y de nuestra alma.
Cuando una persona nos defrauda y nos causa tristeza, es porque no nos
dio todo lo que nosotros esperábamos que nos diera. Cuando una situación
nos pone tristes o cuando pensamos en alguien y nos entristecemos es
porque hay siempre una ausencia; no hay plenitud.
La Transfiguración del Señor nos habla de la plenitud, nos habla de
que no existen carencias, de que no existen limitaciones, de que no
existen ausencias. Cuántas veces las ausencias de los seres queridos son
tremendos motivos de tristeza y de pena. Ausencias físicas unas veces,
ausencias espirituales otras; ausencias producidas por una distancia que
hay en kilómetros medibles, o ausencias producidas por una distancia
afectiva.
Aprendamos a compartir con Cristo todo lo que Él ha venido a hacer a
este mundo. El saber ofrecernos, ser capaces de entregarnos a nuestro
Señor cada día para resucitar con Él cada día. "Si con Él morimos -dice
San Pablo- resucitaremos con Él. Si con Él sufrimos, gozaremos con Él".
La Transfiguración viene a significar, de una forma muy particular,
nuestra unión con Cristo.
Ojalá que en este día no nos quedemos simplemente a ver la
Transfiguración como un milagro más, tal vez un poquito más espectacular
por parte de Cristo, sino que, viendo a Cristo Transfigurado, nos demos
cuenta de que ésa es nuestra identidad, de que ahí está nuestra
felicidad. Una felicidad que vamos a ser capaces de tener sola y
únicamente a través de la comunión con los demás, a través de la
comunión con Dios. Una felicidad que no va a significar otra cosa sino
la plenitud absoluta de Dios y de todo lo que nosotros somos en nuestra
vida; una felicidad a la que vamos a llegar a través de ese estar con
Cristo todos los días, muriendo con Él, resucitando con Él,
identificándonos con Él en todas las cosas que hagamos.
Pidamos para nosotros la gracia de identificarnos con Cristo como
fuente de felicidad. Pidámosla también para los que están dentro de
nuestro corazón y para aquellas personas que no son capaces de encontrar
que estar con Cristo es lo mejor que un hombre o que una mujer pueden
tener en su vida.
Preguntas o comentarios al autor
P. Cipriano Sánchez LC