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jueves, 27 de julio de 2017

ES PECADO PEDIR EL DIVORCIO CIVIL?

¿Es pecado pedir el divorcio civil?
En cuanto a la licitud o ilicitud del divorcio civil hay que tener en cuenta algunas cosas que analizaremos en este artículo


Por: P. Miguel A. fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org 



Pregunta:

Soy una mujer casada, con cuatro hijos, y he sido abandonada por mi marido hace dos años y medio. Él se ha juntado con otra mujer. Todos los bienes están a nombre de mi marido y éste amenaza con quitarme todo lo que tengo yo y mis hijos, además de no pasarme nada para el sustento de nuestros hijos. Civilmente me han dicho que sólo puedo preservar mis bienes y  presionarlo para que cumpla sus deberes exigiéndole el divorcio civil. He consultado sobre esto a algunos amigos católicos y unos me han dicho que pedir el divorcio o concedérselo si él lo pide es pecado; otros me han dicho que no es así. ¿Puede Usted aclararme este tema?

Respuesta:

Estimada Señora:
Ante todo, debo decirle que en cuanto a lo que Usted dice que “el único medio civil para defender sus bienes y el patrimonio de sus hijos” es el divorcio, no estoy en condiciones de expedirme. Debería ser un abogado serio y católico quien la asesore al respecto. Además esto variará según varíen las leyes vigentes en un país o en otro.
En cuanto a la licitud o ilicitud del divorcio civil, según gran parte de los moralistas clásicos, hay que tener en cuenta algunas cosas:
Cuando es moralmente pecado
El divorcio civil es ciertamente inmoral e ilícito en todos los casos en que se pide o dictamina de:
1º un matrimonio válido (canónico o natural);
2º entendiendo el divorcio como ruptura del vínculo natural o religioso;
3º con intención de contraer nuevas nupcias (en realidad esta última condición agrava más el pecado; pero para que haya pecado basta con las dos primeras).
Cuando puede ser “tolerado”
El divorcio civil de un matrimonio válido puede ser “tolerado” por la parte inocente, cuando:

1º es consciente (y lo hace constar, en orden a evitar el escándalo) que el divorcio civil no disuelve el vínculo natural o sacramental, y que, por tanto, sigue estando unida a su cónyuge de por vida;
2º es consciente de que el divorcio civil sólo afecta a los efectos civiles, es decir, la autoridad civil no los considera más como matrimonio quitándole a uno los derechos de decidir sobre los bienes del otro, sobre los hijos, y atribuyéndole la paternidad o maternidad de los hijos adulterinos al cónyuge inocente, etc.;
3º no se realiza con intención de contraer nuevas nupcias sino sólo para asegurar ciertos derechos legítimos;
4º y no hay otra vía menos extrema para conseguir ese mismo fin (por ejemplo, cuando no basta la mera separación de “lecho y techo” temporal o incluso definitiva).
Así, por ejemplo, dice el Catecismo: “Si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, como el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral”[1]. Queda sobreentendido que hay verdadera “tolerancia” cuando se cumplen las condiciones arriba mencionadas. También señala el Catecismo que si uno de los cónyuges es la parte inocente de un divorcio dictado en conformidad con la ley civil, no peca; y parece aclarar que “ser la parte inocente” estaría constituida por el esforzarse con sinceridad por ser fiel al sacramento del matrimonio y ser injustamente abandonado[2].
¿Puede la parte inocente de la ruptura matrimonial pedir el divorcio civil o sólo debe limitarse a concederlo cuando lo pide la otra parte?
La última pregunta sobre el tema puede formularse como sigue: ¿Puede la parte inocente pedir el divorcio si éste es el único medio para salvaguardar el mantenimiento de los hijos?
Si bien ha habido algunos moralistas en el pasado que se han inclinado por la intrínseca ilicitud de pedir el divorcio[3], otros consideran que cuando se verifican las condiciones indicadas más arriba, la misma persona inocente puede solicitar la sentencia civil de divorcio. Así, por ejemplo, Ballerini-Palmieri, Lehmkuhl, Sabetti, De Becker, Génicot, Noldin y otros[4]. Dice, por ejemplo Mausbach-Ermecke: “En determinadas circunstancias puede también el cónyuge inocente asegurar su separación externa mediante una sentencia civil de divorcio, cuando la vida en común se hubiera hecho totalmente imposible, o resultara superior a sus fuerzas, o llevara consigo graves peligros para el cuerpo o para el alma. En este caso el matrimonio continúa válido ante Dios y quedan anulados únicamente los efectos civiles del matrimonio; es decir, los derechos y deberes civiles que se derivan del matrimonio según la correspondiente legislación civil. Ahora bien, si el cónyuge inocente tuviera la certeza de que el otro cónyuge, después de recobrar su «libertad» civil por la sentencia de divorcio, la utilizaría para contraer un nuevo matrimonio civil –que, moralmente, constituiría un concubinato y, canónicamente, sería un matrimonio nulo–; debería tener razones poderosísimas para presentar una demanda de divorcio ante un tribunal civil”[5].
Salmans, después de poner la cuestión “¿Podrán los esposos algunas veces, en conciencia, pedir el divorcio civil?”, responde que sí, siempre y cuando se verifiquen “a la vez” las dos condiciones siguientes:
“1º Una intención recta: tener el propósito de romper solamente el vínculo civil y no el verdadero lazo matrimonial; los esposos no pueden pensar en contraer, ante la ley, otro matrimonio, que no sería más que un lazo adúltero;
2º Una razón gravísima, extrínseca y extraordinaria, que impulse a pedir el divorcio. Notemos con insistencia que no se trata de razones que la ley pudiera estimar suficientes: como ninguna de ellas hace el matrimonio disoluble delante de Dios y de la Iglesia, no basta ninguna por sí misma, para que la petición de divorcio sea legítima en conciencia, aunque pueden autorizar la separación de los cuerpos… La moral exige, además… que se tema un daño extrínseco, daño extraordinario y particularmente grave, el cual no se puede remediar con la separación de los cuerpos”[6].
¿Qué daño puede ser considerado tan grave? Sigue Salmans: “Por ejemplo, la educación conveniente de los hijos, cuando éstos serían confiados por el Tribunal al cónyuge realmente impío o corrompido, si el otro esposo no fuera el primero en pedir el divorcio; o bien el sustento conveniente de la parte inocente o la pérdida de bienes relativamente muy grandes, si no se puede resolver de otra manera la dificultad; finalmente, el temor de que los hijos nacidos del adulterio de la mujer sean atribuídos al marido legítimo y lleven su nombre, siempre que la denegación de paternidad no pueda evitar este inconveniente”, etc.
____________________________________________________________________
[1] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2383.
[2] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2386.
[3] Por ejemplo, Bucceroni, Gasparri, Matharan; citados por Noldin, Summa Theologiae Moralis, Tomo III: De Sacramentis, Oeniponte/Lipisae, 1940, n. 669 (p. 680).
[4] Ibidem, nn. 669-671 (pp. 680-682).
[5] Mausbach-Ermecke,  Teología Moral Católica, Eunsa, Pamplona 1974, tomo III, n. 23,4; p. 334.
[6] Salmans, José, S.J., Deontología Jurídica, Ed. El Mensajero del Corazón de Jesús, Bilbao 1953, n. 363.

miércoles, 29 de marzo de 2017

OBISPO EXPLICA CONDICIONES PARA QUE DIVORCIADOS EN NUEVA UNIÓN ACCEDAN A LA COMUNIÓN


Obispo explica condiciones para que divorciados en nueva unión accedan a la comunión
Por Blanca Ruiz




MADRID, 28 Mar. 17 / 11:46 am (ACI).- Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares en España, recordó que los divorciados en nueva unión no pueden acceder a la comunión eucarística, aunque precisó las condiciones en las que esto podría ser posible, siempre de acuerdo a las normas de la Iglesia Católica.

Así lo indicó el Prelado en el documento criterios y disposiciones para el acompañamiento de los bautizados divorciados y que viven en otra unión publicado en el sitio web de su diócesis.

El Obispo de Alcalá explicó que actualmente “siguen vigentes, las condiciones objetivas exigidas por el Magisterio de la Iglesia para poder acceder a la recepción de los sacramentos”.

Mons. Reig Pla refirió que la Iglesia “reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez”.

Esto, resaltó, se debe a que “su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía”.

Las condiciones a las que hace referencia están plasmadas en la exhortación apostólica Familiaris consortio de San Juan Pablo II, en la exhortación apostólica Sacramentum caritatis de Benedicto XVI, y en el Catecismo de la Iglesia Católica. Es en este marco que debe leerse la exhortación apostólica Amoris laetitia del Papa Francisco.


¿Cómo un divorciado en nueva unión podría acceder a la comunión?

El Obispo señaló la importancia de una vida cristiana coherente, que lleve luego a “la reconciliación en el sacramento de la Penitencia”.

En este caso, y de acuerdo a la exhortación Familiaris Consortio de San Juan Pablo II, la absolución “puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio”.

Es decir que “cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, -como, por ejemplo, la educación de los hijos- no pueden cumplir la obligación de la separación, ‘asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos’”.

En ese sentido, Mons. Reig Pla recuerda que se trata de “un requisito objetivo que no admite excepciones y cuyo cumplimiento debe ser objeto de atento discernimiento en el fuero interno; ningún sacerdote se puede considerar con la autoridad de dispensar esta exigencia”.

Itinerario catecumenal

El Obispo de Alcalá afirmó que la propuesta del Papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia “consiste en impulsar un acercamiento mayor a todas las personas que viven un ‘amor herido y extraviado’ y en promover itinerarios que permitan a quienes se hallan en situaciones irregulares el regreso a una vida conforme a las palabras de Jesús”.

Mons. Reig Pla aseguró que “el discernimiento que el Papa nos pide se refiere al camino que estamos llamados a recorrer, y no a la meta que debemos alcanzar. Pues la Iglesia solo tiene una meta que proponer al hombre: el modo de vida que Jesús nos enseñó y al que nos introduce en los sacramentos”.

Por eso, el itinerario que propone el Obispo es el mismo de los inicios de la Iglesia, cuando muchos pedían el Bautismo desde una vida apartada de las exigencias cristianas.

Se trata de un “itinerario catecumenal que incluía un cambio importante en el modo de vivir que debía comprobarse para poder acceder a los sacramentos”.

Mons. Reig Plá animó “a todos los hermanos divorciados en situación irregular a acercarse a la comunidad cristiana para participar de su vida y acompañamiento” para que puedan “iniciar un camino que, paso a paso, les acerque más a Cristo, profundizando en el Evangelio del matrimonio, instituido por Dios en el principio como unión indisoluble de hombre y mujer y transformado por Cristo en signo vivo y eficaz de su amor a la Iglesia”.

“La meta de este camino será que estos bautizados puedan vivir de acuerdo con las palabras de Jesús. Solo cuando estén dispuestos a dar este paso podrán recibir la absolución sacramental y la santa Eucaristía”, aseguró el Prelado.

Según explica Mons. Reig Pla, en la Exhortación apostólica del Papa Francisco, Amoris laetitia, se precisa que en “los casos de situaciones irregulares”, se ha de proceder “siempre ‘de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo’”.

El Prelado propuso tomar las indicaciones del vademecum “acompañar, discernir, integrar”, presentado en el Congreso “La familia cristiana y la escuela católica, minorías creativas para la renovación de la sociedad” como “criterio para desarrollar una nueva pastoral familiar a partir de la Amoris laetitia.

Para cualquier duda o necesidad relacionada con “situaciones irregulares”, el Obispo ha puesto a disposición de los sacerdotes y familias de la diócesis de Alcalá de Henares el Centro diocesano de Orientación Familiar, Regina Familiae.

Puede leer el documento completo de 
Mons. Juan Antonio Reig Pla AQUÍ

miércoles, 7 de septiembre de 2016

CINCO CONSEJOS PARA TRATAR A LOS DIVORCIADOS COMO LO HARÍA JESÚS


5 consejos para tratar a los divorciados como lo haría Jesús
Ser incluyentes con una mirada de compasión, con los brazos abiertos y con una actitud pastoral saludable, basada en la verdad y la carida


Por: Gabriel Salcedo | Fuente: http://catholic-link.com 




El primer atributo de Dios es la misericordia. Es el nombre de Dios, nos recuerda el Papa Francisco. La misericordia es más grande que cualquier error que podamos cometer como seres humanos y al estar fundamentada en el amor de Dios se transforma en infinita, sin límites. Sin embargo, hemos utilizado la culpa religiosa para tratar de detenerla. En la vida uno puede equivocarse, caer, pero lo importante es levantarse. La misericordia nos anima a seguir, la culpa religiosa no detiene, nos cierra la puerta de la misericordia.

La familia es la primera escuela de la misericordia y la segunda debería ser la Iglesia. Allí es donde se abren puertas, no se cierran. Uno no deja de ser hijo por equivocarse, por tropezar en el camino o ser víctima de los errores ajenos. Uno es hijo siempre. El hogar y la Iglesia deberían ser esos lugares donde uno siempre puede regresar. Pero el regreso puede ser beneficioso o no, dependiendo de los anfitriones.

En el Evangelio de San Lucas tenemos una historia que refleja cómo Dios recibe a sus hijos en su casa después de haberse alejado. Un joven decide, conscientemente, alejarse de su padre, quien representa los principios, valores y virtudes familiares. En el recorrido de su camino se aleja, poco a poco, de aquella educación que por años había recibido. Es tan grande su lejanía que en un momento se encuentra en “otro país”. Después de pasar un tiempo en una supuesta “primavera de la vida” cae en cuenta, reflexiona y se da cuenta que está lejos de su Padre.

Luego de este examen de conciencia, el hijo regresa a su casa. En el camino recuerda en su más íntimo ser todas aquellos buenos momentos con su Padre. Ahora, entiende que no es el mismo que salió. Hubo cosas que han cambiado, que lo han hecho madurar, crecer y sabe que ahora tiene que afrontar un desafío, quizás el más importante, reconquistar a su Padre. Sin embargo, nunca se le cruzó por la mente lo que vendría a continuación. Pensativo caminaba por ese sendero que, después de tanto tiempo de no ser recorrido, tenía crecida la maleza. Luchando con sus dudas, con sus temores y con su incertidumbre daba firmes hacia un reencuentro que le generaba mucha ansiedad. ¿Qué dirían de él?, ¿recibía mirada de condena? ¿Lo echarían?, ¿lo juzgarían por sus errores? Su corazón era pura ebullición de nervios y emociones encontradas. Por momento miraba hacia atrás y se preguntaba si no sería mejor volver a su pasos trabajo como cuidador de cerdos.

La Iglesia representa hoy la Casa del Padre. Es la Puerta de la Misericordia. Por lo tanto, es prioritario que como cristianos, en medio de un mundo dolido, seamos los abrazos, los besos y la representación viva del amor del Padre. Dadores generosos de la misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita» (AL297). En esto, es importante sostener que el Padre no cambia, sigue siendo el mismo en sus principios, valores y virtudes.


Comencemos este recorrido de sensibilidad y apertura compasiva conociendo algunos aspectos que podemos tener en cuenta a la hora de abrazar a nuestros hermanos en la comunidad de fe. Este artículo no pretende promover el divorcio, solo quiere dar algunas pautas para tratar con caridad a tantos hermanos que viven en esta situación.

1. Jesús no juzga, entonces tú tampoco

Será entonces, la Iglesia, la mismísima agencia pastoral que recibe a todos sus hijos, no como una aduana que controla el equipaje de los errores, sino como «la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (AL 310). Como el Padre amoroso recibimos a todos y cada uno, tal cual están y nos capacitamos en las heridas que traen nuestros hermanos y en cómo comprenderlas.

Por esto mismo, es tarea pastoral de toda la comunidad de fe ser sensible a la realidad que cada uno vive y tener la apertura compasiva necesaria para identificarnos en el dolor de nuestros hermanos y buscar la mejor manera de ayudarlos.

2. Las palabras tienen significados

Quizá utilizar la palabra divorciados para identificar a un grupo de personas puede sonar duro. El hijo mayor del Padre de la parábola lo primero que hizo cuando recibió la noticia del regreso de su hermano fue destacar los errores o los tropiezos de su hermano menor. Quien identifica a alguien por sus errores no construye puentes, sino muros. Tratar a cada persona con reverencia buscando ser cuidadosos. Considerar que a algunos les puede ser significativo algún modo que usemos para expresarnos cuando nos referimos  a ellos.

3. Las familias son diferentes

Cada familia es un mundo y tiene una dinámica interna con una comunicación particular, más aún en estos tiempos. También se diferencia de otras porque cada persona es única e irrepetible. Cada familia tiene personalidades y carácteres heterogéneos. La persona que se ha divorciado y vuelto a casar tiene una estructura familiar que no funciona como una familia nuclear. Ahora aparecen ciertos componentes que le son específicos: ex esposos, hijastros, etc. Por eso mismo hay que ser comprensivos para aplicar la pastoral en cada caso particular y acoger a cada miembro de la familia de la mejor forma.

4. Sé prudente con tus preguntas, no todos los hijos son de los mismos padres

Es importante ser cuidadoso y sensibles en este aspecto. Una familia puede llegar a nuestra comunidad y tener hijos de diferentes padres. Veremos entonces diferentes apellidos, características fisiológicas, etc. Cuidemos de no indagar sobre cuestiones que pueden ser delicadas para los demás por ejemplo: preguntarle a un adolescente por qué es tan diferente a su supuesto papá, que en realidad es su padrastro. Las familias ensambladas o reconstituidas tienen una estructura diferente a las familias de origen, tanto los adultos como los niños, pueden sentirse tristes por la pérdida de su familia anterior. 

5. Ellos también necesitan ayuda para consolidarse sin ser estigmatizados por su pasado

Estas familias son una conjugación de varios núcleos familiares. Algunos ejemplos de ello: una mamá que tiene dos hijos decide casarse o juntarse con un hombre soltero; un papá que tiene un hijo decide casarse con una señora que tiene dos hijas; una mamá viuda que tiene tres hijos decide casarse con un hombre soltero sin hijos o con un papá que tiene uno o dos hijos. Lo que realmente caracteriza a estas familias es que hay hijos de matrimonios anteriores, pero no necesariamente de parte de las dos personas adultas. Según el país, estas familias toman el nombre de ensambladas, mezcladas, mixtas, reconstituidas o mosaico. Las familias ensambladas necesitan flexibilidad de parte de cada integrante como también tiempo para conocerse y aprender a vivir juntos. Una de las primeras herramientas que podemos adoptar para comprender a estas nuevas familias es: no estigmatizar a ninguno de los involucrados, ya que viven una serie de relaciones complejas, y acompañarlos brindándoles soporte, tanto a los adultos como a sus hijos.

Conclusión

Cuando el hijo menor regresó a su casa, dice San Lucas, comenzó una gran fiesta. La mejor comida, el vino fino y la música fueron los elementos que le dieron color a la celebración. Sin embargo, el fundamento de la alegría era el amor que el Padre había tenido por su hijo, que antes estaba perdido, pero que ahora había sido hallado (Lucas 15, 24). Las personas no podemos ver esta alegría si somos colmados de culpa religiosa que pareciera que nos cierra la puerta del Cielo mismo. Necesitamos de la alegría del amor que se regocija en darnos la bienvenida y para encontrarla debemos pasar por el umbral de un corazón lleno de misericordia y hermandad, donde nos incluyan con una mirada de compasión, con los brazos abiertos y con una actitud pastoral saludable, basada en la verdad y la caridad.

miércoles, 24 de febrero de 2016

LA MISERICORDIA NO ES PRETEXTO PARA DAR LA COMUNIÓN A DIVORCIADOS, EXPLICA ARZOBISPO


La misericordia no es pretexto para dar la comunión a divorciados, explica Arzobispo
Por Diego López Marina



(ACI).- El Arzobispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer, afirmó que “a los sacerdotes no les está permitido hacer su parecer y violar las disposiciones sobre la admisión a la comunión eucarística de los divorciados que han pasado a una segunda unión, como pretexto de ejercer misericordia”.

El Prelado hizo esta advertencia en la instrucción pastoral “La misericordia de Dios y la nuestra”, que fue enviada a la comunidad arquidiocesana de La Plata con motivo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

Recordó que en este año, especial para la Iglesia, se exige de los sacerdotes “una mayor disponibilidad para el ministerio de la reconciliación, que incluye la predicación y la enseñanza para esclarecer las condiciones necesarias para recibir la absolución sacramental”.

En 1994 la Congregación de la Doctrina para la Fe emitió una carta a todos los obispos donde se determinó como errónea la creencia de algunas personas divorciadas y vueltas a casar, de poder recibir la Eucaristía normalmente.

La doctrina es clara en relación a los divorciados en nueva unión. En el numeral 2382 del Catecismo de la Iglesia Católica se explica el carácter indisoluble del matrimonio y en el 2384 se precisa que contraer una nueva unión aumenta la gravedad de la ruptura pues se convierte “en situación de adulterio público y permanente”, algo que imposibilita el acceso a la Eucaristía.



El Arzobispo de La Plata lamentó que “ahora se plantean las cosas como si se tratara de la reconquista de un derecho humano. Quienes así lo hacen ignoran qué es la Eucaristía, la enseñanza de Jesús expuesta en los tres Evangelios sinópticos acerca del adulterio y la constante disciplina de la Iglesia”.

También puso hincapié en la confusión generada entre la nulidad matrimonial y el divorcio debido a “la algarabía de algunos conocidos periodistas cuando (el Papa) Francisco publicó las nuevas normas para los procesos de nulidad” en septiembre de 2015.

Esta reforma del proceso considera una mayor participación de los obispos, mayor brevedad para la resolución de los casos y la declaración de la gratuidad de los mismos.

Busca además mejorar el sistema de declaración de nulidad, por la salvación de las almas, mientras se reafirma la enseñanza católica de la indisolubilidad del matrimonio.

Finalmente Mons. Aguer puso de ejemplo al Movimiento Camino a Nazaret, perteneciente a su arquidiócesis, “que reúne a parejas que no pueden celebrar el sacramento del matrimonio, pero procuran crecer en la fe y en la caridad, se ejercitan en la oración y aguardan con esperanza la hora de la gracia”.

“Les estoy muy cercano con mi afecto y mi oración”, concluyó el Arzobispo.

El Movimiento Camino a Nazaret es una comunidad formada por divorciados en nueva unión, que pese a su situación buscan imitar a la Sagrada Familia. Cuentan con la asesoría de sacerdotes que los acompañan en el proceso de crecimiento de la fe.

Esta iniciativa empezó en 1995 de la mano de un matrimonio en nueva unión, Silvia y Jorge Castello, y del Padre Juan Francisco Ronconi, párroco de San Carlos de Buenos Aires. Ellos decidieron dar una respuesta a este desafío pastoral en la Iglesia Católica.

lunes, 28 de septiembre de 2015

EL PAPA FRANCISCO ASEGURA QUE CERRÓ PUERTA AL "DIVORCIO CATÓLICO" CON REFORMA DE PROCESO


El Papa Francisco asegura que cerró puerta al “divorcio católico” con reforma de procesos de nulidad.
Por Alvaro de Juana



VATICANO, 28 Sep. 15 / 09:47 am (ACI).- El Papa Francisco aseguró, en la rueda de prensa de regreso a Roma desde Filadelfia, que ha cerrado la puerta al mal llamado “divorcio católico” con la reforma de los procesos de nulidad matrimonial que anunció hace unas semanas y que se hará efectiva a partir del próximo 8 de diciembre.

El Pontífice aclaró que con este documento respondió a una petición de los Padres Sinodales para acelerar el proceso de nulidad. “Este documento, este Motu Proprio, facilita los procesos en el tiempo, pero no es un divorcio, porque el matrimonio es indisoluble cuando es sacramento, y esto la Iglesia no lo puede cambiar, es doctrina, es un sacramento indisoluble”.

El Papa recordó que el “procedimiento legal es para probar que eso que parecía un sacramento no era sacramento por falta de libertad por ejemplo, o por falta de madurez, o por enfermedad mental pero tantos son los motivos que llevan luego de un estudio, una investigación a decir: ‘no, ahí no hubo un sacramento por ejemplo, porque esa persona no era libre’”.

“Ustedes pueden buscarlo en el internet –añadió– están todas ahí, son muchas”.

Preguntado sobre si esta reforma desarrollada a través de un Motu Proprio cierra el debate sobre la nulidad, el Pontífice respondió: “en la reforma de los procesos, del modo, he cerrado la puerta a la vía administrativa, que era la vía por la cual podía entrar el divorcio”.

“Se puede decir que aquellos que piensan en el divorcio católico, se equivocan, porque este último documento ha cerrado la puerta al divorcio que podía entrar, y era más fácil, por la vía administrativa, siempre estará la vía judicial”, añadió.

Solo busca acelerar procesos

Sobre el documento, afirmó que “ha sido pedido por la mayoría de los padres sinodales en el Sínodo del año pasado” para “acelerar los procesos, porque hay procesos que duraban diez, quince años, en una sentencia, y luego otra sentencia, y una apelación y otra apelación y no se terminaba nunca”. Con los cambios que introdujo al procedimiento, la Iglesia puede decidir  la nulidad de una unión con más rapidez.

En concreto, el Papa decidió retirar la apelación automática que se generaba luego de que se tomaba la decisión de nulidad y darles a los obispos la potestad de decidir directamente cuando los casos de nulidad son particularmente evidentes. Hasta ahora, una vez que se decidía la nulidad de un caso, este debía pasar a otro tribunal, una práctica que muchos consideraban como una innecesaria postergación del proceso, particularmente cuando nadie contestaba esos resultados.

Con la reforma de Francisco solo se necesitará una sentencia, a menos que se haga una apelación. Si hay apelación, el Papa señala que ahora se podrá hacer en la arquidiócesis más cercana, conocida como la “sede metropolitana”, y ya no habrá necesidad de dirigirse a Roma.

El Santo Padre, a bordo del avión, manifestó que “la doble sentencia, cuando era válida y que no había apelo fue introducida por el Papa Lambertini, Benedicto XIV, porque en Centroeuropa, no digo el país, había algunos abusos, y para pararlos él introdujo esto (la doble sentencia), pero no es una cosa esencial al proceso”.

“Los procesos cambian y la jurisprudencia cambia y se mejora siempre, en ese momento era urgente hacerlo”, dijo sobre la reforma.


miércoles, 29 de abril de 2015

CÓMO AYUDAR A LOS HIJOS DEL DIVORCIO


Cómo ayudar a los hijos del divorcio
Los hijos son las primeras víctimas de una separación


Por: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo | Fuente: alfa y omega



Los hijos «son las primeras víctimas» de una separación, ha dicho el Papa Francisco, pero pueden alcanzar la sanación de sus heridas gracias a la sanación de las heridas de sus padres. Poco a poco, la Iglesia está empezando a prestar atención pastoral a estas personas –padres e hijos– que sufren muchas veces una etiqueta injusta
«Ser hijo de padres separados condicionó mi manera de relacionarme con el mundo, la forma en el que se evalúan las relaciones y la manera en cómo se proyecta todo con fecha de vencimiento. Se vislumbra todo a corto plazo y desde la desconfianza. El matrimonio carece de sentido, y el compromiso afectivo es algo que no se está dispuesto a entregar fácilmente a cambio de nada… Mi visión del mundo es así, y difiere notablemente de mi grupo de amigos que no pasaron por esa experiencia»: éste no es el relato de un adolescente, sino el de un hombre ya adulto, entrado en años. Como aquel superviviente del avión uruguayo estrellado en Los Andes –la anécdota la refiere el psicoterapeuta familiar José María Contreras–, que después de pasar varios problemas personales, admitió: «Todavía no he superado todas mis cordilleras; me falta por superar la separación de mis padres».
Las consecuencias en los niños de la separación de sus padres han sido estudiadas por la psicóloga californiana Judith Wallerstein, que ha hecho el seguimiento de una veintena de niños cuyos padres se divorciaron en los años 70. Entre sus conclusiones, identifica «el miedo a que las relaciones amorosas de estas personas fracasen, tal como pasó con sus padres. Al carecer de un patrón sobre cómo son las relaciones estables, inventan sus propios códigos de conducta en una cultura que les ofrece muchos modelos de relación, pero pocas directrices. Muchos han vencido su miedo a ser traicionados y han encontrado una pareja estable, mientras que otros todavía no saben por qué se sienten tan asustados».
¿Ya no es un problema?
Fernando Alberca, experto en educación y asesor en rendimiento escolar y relaciones familiares, observa que, «hace diez años, un niño que vivía la separación de sus padres percibía que era un gran problema; hoy, no es así. Culturalmente, los niños ya no ven la separación como algo anormal en sus vidas, porque la mayoría de sus amigos también tiene padres con problemas o separados. La sociedad ya ha admitido que una pareja se separe si las cosas no van bien. Es muy frecuente y el niño lo ve como algo inevitable».
Sin embargo, el problema queda en estado latente en el niño y se enmascara. «Hay una depresión infantil creciente, vinculada en muchos casos con la inseguridad, desarraigo de la separación y sentido de culpa, especialmente preocupante en niños muy pequeños; hay sufrimientos, fracaso escolar, rebeldías adolescentes cada vez más tempranas, de 7 a 12 años, agotamiento emocional, endurecimiento de corazón, que hunden sus raíces en una separación conflictiva…», señala Alberca.
Además, «la separación como solución se transmite con facilidad a los hijos –continúa–. La mayoría de las separaciones tiene su causa en que, hoy, las cosas se tiran y se sustituyen…, pero no se arreglan. Nadie quiere solucionar problemas; si nos falla algo, lo sustituimos. Los niños están aprendiendo a evadirse de los problemas, como hacen los adultos, en lugar de solucionarlos. Los matrimonios se empiezan a romper con cada vez menos motivos, y los padres parecen menos fiables, porque lo que hoy dicen y sienten mañana puede ser distinto; y hay estudios que señalan que el 91% de los niños no entienden nunca por qué se separaron sus padres».
Una etiqueta injusta
Hace apenas una semana, el Papa Francisco ha denunciado que «muchos niños pagan el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables, son las primeras víctimas». Junto a ello, «resulta indispensable hacerse cargo de las consecuencias de la separación o del divorcio para los hijos; y buscar el modo de que puedan superar el trauma de la escisión familiar y crecer de la manera más serena posible», ha pedido la Asamblea que prepara el Sínodo de la Familia 2015.
En España, poco a poco, empiezan a surgir iniciativas de acompañamiento para separados y divorciados. La parroquia Nuestra Señora de la Visitación, en Las Rozas (Madrid) –uno de los municipios españoles con mayor índice de separaciones–, acoge al grupo Emaús, en el que varias mujeres se reúnen cada sábado para actividades de formación y momentos de oración, «o simplemente para pasar un rato juntas», señala su responsable, Mamen Carro, «porque lo que buscamos es que estas personas que comparten su fe se ayuden unas a otras. Igual que hay grupos de jóvenes, de matrimonios, etc., queremos reunir a personas que viven esta situación concreta».
Mamen lamenta que «esta sociedad frivoliza mucho la separación: Si te llevas bien con tu ex, entonces los niños lo llevarán bien; y esto no es verdad. Hollywood ha hecho mucho daño con lo de rehacer mi vida. Tenemos que reconocer que hay un problema social». Además, «en la Iglesia hemos llegado tarde ante este problema; muchas personas cargan por desconocimiento con una etiqueta injusta: Es que estoy separada… Estas personas están muy heridas y tienen mucha necesidad de acogida».
Tú naciste porque Dios quiso
Para ayudar a los niños, Mamen recomienda, sobre todo, empezar con los padres. «Los padres son los primeros educadores de sus hijos. Hay que formar grupos de padres y grupos de madres, que tengan formación, oración y apoyo mutuo, y que se sientan queridos». Y a los niños, «les diría siempre la verdad, les hablaría con esperanza. Hay que decirles que ellos son un fruto del amor, ser muy generosos siempre con ellos. Decirles: Tú naciste porque Dios quiso, tu madre y tu padre te quieren; intentar que se sientan muy queridos, y recordarles que Dios les quiere mucho».
Don Manuel Martín, párroco de Nuestra Señora de la Visitación, concluye que «los separados y divorciados son los pobres del siglo XXI; han hecho un proyecto y han fracasado. Eso destroza mucho psicológicamente, y también económicamente. Como los discípulos de Emaús, sólo en el encuentro con Cristo se reponen de este fracaso. Por eso, necesitan de la ayuda de la Iglesia, que tiene la obligación de dar consuelo a los más necesitados, de devolver la esperanza a quien la ha perdido. Si no lo hace, la Iglesia no cumple su misión».

5 claves para la ayuda
¿Cómo podemos ayudar a los niños de nuestro entorno, familia, colegio…, que han sufrido la separación de sus padres? Fernando Alberca da cinco claves:
- Ser siempre muy amables con las dos partes, muy acogedores y comprensivos; y no hablar nunca mal de los padres: el niño es muy sensible a esto.
– Ofrecer nuestra ayuda para solucionar los problemas que posibiliten una reconciliación, aunque no siempre es posible.
– Ayudar al niño en lo que necesite, quererle incondicionalmente, no sacar conclusiones rápidas, no juzgar nunca y ayudarlos a ser felices.
– Darles la estabilidad que han perdido, ser muy amables, perdonarles mucho. Un niño se puede creer culpable y llamar la atención, bajar las notas, desobedecer… Tenemos que quererlos mucho, tratarlos con cariño, sonreírles y no olvidarnos de sus padres aunque ya no los veamos.
– Ayudarlos con nuestro ejemplo para su futuro matrimonio: estos niños pueden ser muy felices en sus relaciones, y eso hemos de mostrárselo con nuestro propio ejemplo. Mostrarles que uno puede ser muy feliz casado, con nuestro propio matrimonio.

viernes, 23 de mayo de 2014

LA DOCTRINA Y LA PASTORAL DE LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR

Autor: P. Eduardo María Volpacchio | Fuente: Algunas Respuestas
La doctrina y la pastoral de los divorciados vueltos a casar
Cuando se plantea el tema de la Comunión de los divorciados vueltos a casar , con frecuencia se mezclan varias cuestiones, algunas doctrinales y otras pastorales. A continuación una aclaración
 
La doctrina y la pastoral de los divorciados vueltos a casar
La doctrina y la pastoral de los divorciados vueltos a casar
Abril 30, 2014

El Papa Francisco ha manifestado en varias ocasiones su preocupación –que es una preocupación de toda la Iglesia- por la situación de los católicos divorciados: en muchos casos se sienten excluidos de la Iglesia, sin lugar en ella. Los ha animado a acercarse, y espera que el próximo Sínodo de la Familia, encuentre soluciones para éste y tantos otros desafíos que la pastoral familiar presenta a la Iglesia.

En efecto, los divorciados son miembros de la Iglesia, de los que la Iglesia como buena madre debe ocuparse también. Sería un grave error confundir el hecho de que, en principio, no puedan comulgar, con que estuvieran excomulgados. Ambas cosas son muy diferentes. Están en plena comunión con la Iglesia.

Por otro lado, sería un reduccionismo enfocar el tema sólo desde la perspectiva de la posibilidad de que puedan recibir el sacramento de la Eucaristía. Nuevas soluciones pastorales para este tema, vendrán en el conjunto de una pastoral familiar general e integrada; y no de la búsqueda de parches puntuales para situaciones concretas.

Hay persona que entusiasmadas, piensan que el Papa cambiará la doctrina católica sobre el matrimonio. En otro campo, hay quienes tienen miedo a que lo haga… Pero si hay una cosa clara es que el Papa no quiere cambiar la doctrina: quiere encontrar soluciones pastorales auténticas para los problemas que plantea la crisis de la familia en el mundo actual.
Siendo que con frecuencia los medios de comunicación opinan sobre el asunto con cierta ligereza y sin fundamento teológico, en este artículo queremos presentar algunas ideas sobre el tema.

Cuando se plantea el tema de la Comunión de los divorciados vueltos a casar (1) , con frecuencia se mezclan varias cuestiones, algunas doctrinales y otras pastorales. Sería interesante una aclaración.

El tema doctrinal que está en la base es simple: para comulgar es necesario estar en gracia de Dios (es decir, tener la conciencia libre de pecados graves). La recuperamos –cuando la hemos perdido– con el sacramento de la penitencia. Y para recibirlo es necesario el propósito de enmienda (intención concreta de esforzarse por evitar los pecados de los que uno se confiesa).

En otros campos quien comete un pecado mortal, se confiesa, es perdonado y está en condiciones de comulgar. Nadie le exige que garantice que no vuelva a pecar, sino solamente que se esfuerce por no hacerlo.

Quien vive maritalmente con una persona que no es su esposa/o(2) (sea cual sea su situación civil: soltero, casado, viudo, separado o divorciado), vive en un estado que le impide acercarse a la confesión y, por tanto, a la Comunión. Quien quisiera hacerlo debería remover la causa que se lo impide (casarse, si es soltero o viudo; conseguir la nulidad matrimonial, si es casado, y casarse; separarse; comenzar a vivir como hermanos) o al menos esforzarse por hacerlo. De otro modo, no puede recuperar la gracia necesaria para comulgar. Estoy abierto a que el ingenio humano sea capaz de descubrir otros sistemas para hacerlo, pero hoy por hoy no los hemos encontrado.

Quien sin estar casado por la Iglesia vive maritalmente, si quiere comulgar no tiene otra solución que casarse, separarse o vivir como hermanos. Punto. Aquí reside todo el problema.

Quien tuviera un vínculo anterior no puede volver casarse por la Iglesia mientras este vínculo exista. Si el primer matrimonio ha sido válido, a quien quiera comulgar sólo le quedan la segunda y la tercera opción del párrafo anterior porque la confesión perdona los pecados pero no disuelve los vínculos matrimoniales.

Pero hay un problema pastoral bastante complicado: en nuestros días debido a la ignorancia religiosa, a la existencia de visiones alternativas del matrimonio que difieren esencialmente del cristiano, etc., es razonable suponer que haya muchos matrimonios que son nulos. Quienes los contrajeron de hecho no se casaron, porque su matrimonio fue nulo.

Cuando nos encontramos con matrimonios sospechosos de nulidad, en los que no hay manera de comprobar que lo sean… ¿qué hacer? Porque si el matrimonio fue válido, no hay nada que hacer, ya que el matrimonio es indisoluble. Pero si es nulo y no puede demostrarse…

Cómo saber si un matrimonio es válido o no, es problema difícil. A resolver estos problemas se dedican los tribunales eclesiásticos. Pero no sería razonable poner en duda automáticamente la validez de los matrimonios que sufren una crisis… Se crearía un problema pastoral peligrosísimo: se expondría a las parejas a que ante las dificultades que lleva consigo la vida en común, dieran su matrimonio por nulo… La presunción está por la validez, lo que habría que demostrar es su nulidad.

Siendo algo público no cabe la solución propuesta por algunos de que cada uno vea en conciencia si su matrimonio fue nulo o no. Esto, no sólo atentaría contra la estabilidad del matrimonio, sino que lo haría posible sujeto de una condena de nulidad –unilateral y sin proceso– por parte de alguno de los cónyuges. Además no solucionaría nada, ya que esa persona –aunque estuviera subjetivamente libre del vínculo anterior– para poder comulgar debería casarse por la Iglesia. Para esto, la Iglesia tendría que dar a ese juicio de conciencia validez legal, cosa que parece ser contraria al derecho: una cosa es el fuero interno y otra el fuero externo, una cosa es la conciencia y otra los juicios canónicos y la validez de los sacramentos. El matrimonio tiene una dimensión pública.

Recientemente un artículo publicado en el diario La Nación planteó que nos encontramos en una encrucijada entre la doctrina y la pastoral. Como si la doctrina impidiera la pastoral. Pero esto no es cierto. La pastoral es la forma de llevar a la práctica la doctrina. La doctrina no es un corsé que impide la vida, sino la explicación de la vida cristiana. No tendría sentido plantear una pastoral que negara la doctrina.

Un error frecuente es presentar la cuestión en términos antagónicos, como si la misericordia llevara en una dirección y la justicia en otra diferente. Es necesario tener en cuenta todas las circunstancias, para no caer en una falsa disyuntiva: comunión o excomunión, pues no es real. Misericordia y justicia.

La misericordia no se opone a la justicia. No tendría sentido faltar a la misericordia en nombre de la justicia, ni en nombre de la misericordia, faltar a la justicia. Un justicia inmisericorde y una misericordia injusta son inmorales. Ambas atentan contra la caridad y la justicia.

La preocupación por los divorciados, que rezan, quieren formar cristianamente a sus hijos y sufren la no recepción de la Comunión, etc., necesita una pastoral concreta (obviamente los divorciados que viven al margen de la Iglesia no tienen ninguna intención de comulgar, su interés en el tema podría venir a lo sumo del deseo de que la Iglesia apruebe su opción de vida).

Los divorciados tienen lugar y un papel en la Iglesia, aún aquellos que no puedan recibir la comunión. Como todos pueden y deben rezar, asistir a Misa, educar cristianamente a sus hijos, participar en grupos de oración, de formación, de ayuda social, catequesis, etc. La comunión es importante, pero no es la única forma de participar de la vida de la Iglesia.

Al ocuparnos de los divorciados, debemos hacerlo en el contexto de todos los fieles y de la realidad de la situación de cada uno. No podemos olvidar, por ejemplo, a los tantísimos cónyuges que, una vez separados en su matrimonio, han permanecido fieles al vínculo conyugal. A nadie se le ocurriría decir que han sido víctimas de la doctrina, ni que deberían buscar alguien con quien rehacer su vida.

Defender la indisolubilidad del matrimonio y buscar el acercamiento de los divorciados a la Iglesia no son cuestiones alternativas, sino ambas exigencias de la misión de la Iglesia.

Pienso que una época de crisis familiar es muy importante ayudar a entender la indisolubilidad matrimonial, y ayudar a vivir la fidelidad. Y que la necesaria misericordia para con los divorciados vueltos a casar, no contradiga la misericordia con los separados fieles al vínculo, ni socave la estabilidad de los matrimonios en crisis. Y que la promoción de la estabilidad matrimonial no signifique la exclusión de los divorciados. Este es uno de los desafíos que tendrá en próximo Sínodo.

Algunos medios pretenden transmitir el mensaje de que la Iglesia va hacia aprobación del divorcio o a –lo que es lo mismo– abrir el acceso a la comunión a todos los divorciados. Esto, además de no ser cierto, da lugar a un problema muy serio, y no sólo porque crea falsas expectativas. No hay soluciones mágicas para la cuestión.

Cuidemos de no simplificar cuestiones tan complejas. La Iglesia busca una pastoral hacia los divorciados que esté en perfecta sintonía con su pastoral matrimonial general, en la que se pide –y se exige– el esfuerzo para sacar adelante el propio matrimonio. Si consideráramos el divorcio superficialmente ¿con qué cara le vamos a pedir a los casados que cuiden su matrimonio?

Quien buscara soluciones pastorales que negaran la doctrina, estaría creando nuevos grandes problemas pastorales. En nombre de la misericordia con los divorciados vueltos a casar, agravaríamos el terremoto que sufre la familia en nuestros días.

El gran desafío pastoral que tenemos no reside en conseguir dar la comunión a los divorciados a cualquier precio (bendito sean los casos que se pueda resolver, ya sea por vía de una nulidad auténtica o por vía de abstención de vida marital), sino que es triple: cómo ayudar a que los jóvenes quieran casarse y se casen con las debidas disposiciones –que sus matrimonios sean válidos–; a que los matrimonios duren toda la vida; y el acercamiento a Dios de los divorciados, acercamiento que para cada persona supone un camino que toca a cada uno recorrer.

P. Eduardo Volpacchio





Notas
(1) Los divorciados que no han formado una nueva pareja no tienen ningún problema para comulgar (deben cumplir las mismas condiciones que los demás fieles).
(2) Se sobrentiende que nos referimos a su esposa/o en un matrimonio canónico (lo que comúnmente se llama “casados por la Iglesia”).

jueves, 18 de julio de 2013

LOS CATÓLICOS DIVORCIADOS Y LA EUCARISTÍA


Autor: Jorge Peñacoba | Fuente: sontushijos.org 
Los católicos divorciados y la Eucaristía
Orientaciones del Papa en la reciente Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis (22 de enero 2007)

Entre los temas abordados por el Santo Padre en este importante documento, que recoge las conclusiones del Sínodo de los Obispos del 2005, publicamos las reflexiones e indicaciones pastorales sobre este doloroso asunto, acerca del cual se preguntan muy a menudo los católicos cómo se debe actuar

Eucaristía e indisolubilidad del matrimonio

Puesto que la Eucaristía expresa el amor irreversible de Dios en Cristo por su Iglesia, se entiende por qué ella requiere, en relación con el sacramento del Matrimonio, esa indisolubilidad a la que aspira todo verdadero amor.(91) Por tanto, es más que justificada la atención pastoral que el Sínodo ha dedicado a las situaciones dolorosas en que se encuentran bastantes fieles que, después de haber celebrado el sacramento del Matrimonio, se han divorciado y contraído nuevas nupcias. Se trata de un problema pastoral difícil y complejo, una verdadera plaga en el contexto social actual, que afecta de manera creciente incluso a los ambientes católicos. Los Pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones, para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados.(92) El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía. Sin embargo, los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea educativa de los hijos.

Donde existan dudas legítimas sobre la validez del Matrimonio sacramental contraído, se debe hacer lo que sea necesario para averiguar su fundamento. Es preciso también asegurar, con pleno respeto del derecho canónico,(93) que haya tribunales eclesiásticos en el territorio, su carácter pastoral, así como su correcta y pronta actuación.(94) En cada diócesis ha de haber un número suficiente de personas preparadas para el adecuado funcionamiento de los tribunales eclesiásticos. Recuerdo que « es una obligación grave hacer que la actividad institucional de la Iglesia en los tribunales sea cada vez más cercana a los fieles ».(95) Sin embargo, se ha de evitar que la preocupación pastoral sea interpretada como una contraposición con el derecho. Más bien se debe partir del presupuesto de que el amor por la verdad es el punto de encuentro fundamental entre el derecho y la pastoral: en efecto, la verdad nunca es abstracta, sino que « se integra en el itinerario humano y cristiano de cada fiel ».(96) Por esto, cuando no se reconoce la nulidad del vínculo matrimonial y se dan las condiciones objetivas que hacen la convivencia irreversible de hecho, la Iglesia anima a estos fieles a esforzarse en vivir su relación según las exigencias de la ley de Dios, como amigos, como hermano y hermana; así podrán acercarse a la mesa eucarística, según las disposiciones previstas por la praxis eclesial. Para que semejante camino sea posible y produzca frutos, debe contar con la ayuda de los pastores y con iniciativas eclesiales apropiadas, evitando en todo caso la bendición de estas relaciones, para que no surjan confusiones entre los fieles sobre del valor del matrimonio.(97)

(número 29 del Documento)
Debido a la complejidad del contexto cultural en que vive la Iglesia en muchos países, el Sínodo recomienda tener el máximo cuidado pastoral en la formación de los novios y en la verificación previa de sus convicciones sobre los compromisos irrenunciables para la validez del sacramento del Matrimonio. Un discernimiento serio sobre este punto podrá evitar que los dos jóvenes, movidos por impulsos emotivos o razones superficiales, asuman responsabilidades que luego no sabrían respetar.(98) El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del Matrimonio, y de la familia fundada sobre él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal.
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