miércoles, 5 de febrero de 2014

LA PAUSA


La Pausa

En una pausa no hay música, pero la música se produce con ella.

En la melodía de toda nuestra vida, la música se interrumpe aquí y allá por las pausas y pensamos tontamente que hemos llegado al fin de la melodía. 

¿Cómo lee el músico la pausa? 

Mírale mover el compás con un cálculo invariable y pasar a la nota próxima con tal precisión y firmeza como si no hubiese habido interrupción alguna.

Es nuestro deber aprender la melodía y no desmayar en las pausas. Ellas no tienen que ser pasadas ligeramente por alto, ni ser omitidas, ni para destruir la melodía ni cambiar la nota tónica.

Si nos decimos con tristeza: No hay música en una pausa, no olvidemos que con ella se produce.

El hacer música es un proceso lento y penoso en esta vida.

Adaptación de un texto del libro "Manantiales en el Desierto"

Enfermedades, proyectos que se paralizan, interrupciones en nuestras tareas que nos hacen dudar si podremos continuar, ausencias que nos congelan, seres queridos que desean partir y que nos hacen sentir que la vida se quebró...

Pausas... Muchas pausas y luego la melodía sigue. A veces no tan afinada, otras llena de fuerzas...

Una canción que por momentos tiene estrofas del Himno a la Alegría y en otros de la Canción del Adiós...

De pausa en pausa la música sigue y con el tiempo llega a convertirse en la mejor sinfonía.

Notas que van y vienen y a veces salpican...

Y en éso nuevamente una pausa interrumpe nuestra obra...

Podemos decidir dejar de componer esta canción de la vida o podemos en esas pausas buscar los acordes mejores para seguir cantando, fuertes, sin que nos tiemble la voz, con ansias, aún cuando por momentos nuestra melodía pueda parecerse a un grito...

Quizás algunas personas puedan componer su obra sin reparar demasiado en ella en cambio el mejor músico es el que logra encontrar en cada pausa la escencia que le permite componer un himno a la vida.

ORACIÓN A LA MADRE TERESA DE CALCUTA




LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA



La virtud de la Prudencia

La prudencia es una de esas virtudes de las que apenas se habla y que, sin embargo, resulta ser una clave en el dificilísimo arte de ordenarnos rectamente en nuestra relación con el prójimo.

No nacemos prudentes, pero debemos hacernos prudentes por el ejercicio de la virtud. Y no es tarea fácil.

El pensamiento puede descarriarse como se descarría la voluntad, porque está expuesto a las mismas pasiones y a los mismos condicionamientos. Pensar y bien, exige una gran atención, no sólo sobre las cosas, sino principalmente sobre nosotros mismos. 

Hay que saber estar atentos sobre las razones, pero mucho más sobre nuestras pasiones que son las que nos impulsan al error. Porque los hombres solemos errar por precipitación en nuestros juicios, afirmando cosas que la razón no ve claras, pero que estamos impulsados a afirmar como desahogo de nuestras pasiones. Quien no sabe controlar sus pasiones, tampoco sabrá controlar sus razones y se hace responsable moral de sus yerros.

La razón es la que ha de regir nuestra conducta en la verdad y por eso la prudencia es la primera de las virtudes cardinales.

Pero la verdad requiere tener sosegada el alma para conseguir tener sosegada la mente con objetivas razones.

VEINTE AÑOS DE UNAS HISTÓRICAS PALABRAS DE MADRE TERESA DE CALCUTA

Autor: Almudi.org | Fuente: almudi.org
Veinte años de unas históricas palabras de Madre Teresa
Se cumplirán dos décadas de la histórica intervención de la Madre Teresa de Calcuta en el Desayuno de Oración Nacional que tradicionalmente se celebra cada año en Washington, DC. Fue el 3 de febrero de 1994
 
Veinte años de unas históricas palabras de Madre Teresa
Veinte años de unas históricas palabras de Madre Teresa
Madre Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad, proclamó con valentía la verdad sobre el aborto ante una clase dirigente norteamericana cómplice o tolerante con este crimen.

Se cumplirán dos décadas de la histórica intervención de la Madre Teresa de Calcuta en el Desayuno de Oración Nacional que tradicionalmente se celebra cada año en Washington, DC. Fue el 3 de febrero de 1994 y fue histórico porque, ante una clase dirigente norteamericana cómplice o tolerante con el aborto, la fundadora de las Misioneras de la Caridad proclamó con valentía la verdad sobre ese crimen, y lo hizo además no como una mera proclamación que se llevase el viento, sino con argumentos sólidos e irrefutables que convenciesen, o al menos inquietasen la conciencia, de los presentes.

Discurso íntegro de la Madre Teresa de Calcuta (*)

«En el último día, Jesús dirá a los que están a su derecha: “Vengan, entren al Reino. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me visitaste”. Luego Jesús les dirá a los que están a su izquierda y les dirá: “Apártense de mi porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve enfermo y no me visitaron”. Ellos le preguntarán: “¿Cuándo te vimos hambriento, o sediento o enfermo y no te ayudamos?” Jesús les responderá: “Lo que dejaron de hacer por uno de éstos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí!”.

Al encontrarnos aquí reunidos para orar juntos, pienso en lo bello que será si comenzamos con una oración que expresa muy bien lo que Jesús quiere que hagamos por los más pequeños. San Francisco de Asís comprendía muy bien las palabras de Jesús y su vida quedó bien plasmada en esta oración. Esta oración que nosotras decimos todos los días después de recibir la Santa Comunión, no deja de sorprenderme, porque la encuentro muy adecuada para cada uno de nosotros. Siempre me he preguntado si hace ochocientos años, cuando San Francisco vivió, tuvieron las mismas dificultades que enfrentamos hoy en día. Creo que ya algunos se saben la oración de la Paz, por lo tanto la rezaremos juntos.

Oración de San Francisco:

“Señor, hazme un instrumento de Tu paz, donde haya odio que yo siembre amor, donde haya injuria, lleve yo el perdón, donde haya duda, lleve yo la fe, donde haya desaliento, lleve yo la esperanza, donde haya obscuridad, lleve yo la Luz, donde haya tristeza, lleve yo la alegría. Oh Divino Maestro, permíteme no ser consolado sino consolar, comprendido sino comprender, amado sino amar. Porque dando se recibe, perdonando se es perdonado, y muriendo en Ti se nace a la vida eterna”.

Demos gracias a Dios por la oportunidad que nos ha dado en venir a orar juntos. Hemos venido aquí, para orar, especialmente, por la paz, gozo y amor. Recordemos que Jesús vino a entregar las buenas noticias a los pobres. Él nos dijo cuáles eran esas buenas noticias cuando dijo: “Mi Paz os dejo, Mi Paz os doy”. El no vino a dar la paz que da el mundo, la cual es simplemente la que unos no molestan a otros. Él vino a dar la paz del corazón, la cual viene cuando amamos hacer el bien al prójimo.

Dios amó tanto al mundo que le entregó su único Hijo −era ya un hecho. Dios le dio su Hijo a la Virgen María, ¿y qué fue lo que Ella hizo? En cuanto Jesús vino a la vida de María, Ella inmediatamente fue rápido a dar las buenas noticias. Y entró a la casa de su prima Isabel, y las Escrituras dicen que su hijo, aún no nacido, el niño dentro del vientre de Isabel, saltó de gozo. Desde el vientre de María, Jesús trajo paz a Juan el Bautista quien saltó de gozo en el vientre de Isabel.

Y como si no fuera suficiente, que Dios Hijo se hiciera uno de nosotros y nos trajera Paz y Gozo mientras todavía se encontraba en el vientre de María, Jesús también murió en la Cruz para demostrar un amor aún más grande. Él murió para ti y para mí, y por el leproso, y por el que muere de hambre, y por el que se encuentra desnudo y tendido en la calle, no solo de Calcuta, sino de África, y de todos lados. Nuestras hermanas sirven a los pobres en 105 países alrededor del mundo. Jesús insistió que nos amaramos los unos a los otros como Él nos ama. Jesús dio su vida para amarnos y nos dice que nosotros también debemos dar lo que sea para hacer el bien al prójimo.

En los evangelios, Jesús dice claramente: “Ámense como yo los he amado”. Jesús murió en la Cruz porque eso es lo que se requería de Él para hacer un bien por todos nosotros, para salvarnos de nuestros pecados de egoísmos. Él dio todo para cumplir con la voluntad del Padre para demostrarnos que nosotros también debemos estar dispuestos a darlo todo para cumplir la voluntad de Dios, para amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado. Si nosotros no estamos dispuestos a darlo todo para hacer el bien al prójimo, el pecado todavía vive en nosotros. Es por ello que nosotros también debemos dar hasta que duela. No es suficiente que digamos “Amo a Dios”. Tengo también que amar a mi prójimo. San Juan nos advierte que somos mentirosos si decimos que amamos a Dios y no amamos a nuestro prójimo.

¿Cómo se puede amar a Dios, a quien no se ve, si no amas a tu prójimo a quien puedes ver, puedes tocar, y con quién vives? 
Por lo tanto, es muy importante entender que amar, para que sea verdadero amor, tiene que doler. Debo estar dispuesto a darlo todo, lo que sea para no hacerle daño a la gente y, de hecho, para hacerle el bien. Esto requiere que yo esté dispuesto a dar hasta que duela. De otro modo, no hay verdadero amor en mí y por ende, en lugar de traer buenas noticias, le traigo injusticia, y no traigo paz a los que están a mi alrededor. A Jesús le dolió amarnos.

Hemos sido creados a Su imagen para cosas mucho más grandes, para amar y ser amados. Debemos “vestirnos de Cristo” como dicen las Escrituras. Por eso, hemos sido creados para amar y ser amados, Dios se hizo hombre para comprobarnos que podemos amar de la misma manera que Él nos amó. Jesús se hace el hambriento, el desnudo, el desamparado, el rechazado, y nos dice, “me lo hicieron a mí”. En el último día Él le dirá a los de su derecha: “Lo que hicieron a uno de mis pequeños, me lo hicieron a Mi” y también dirá a los de su izquierda: “Lo que dejaron de hacer a uno de mis pequeños, me lo dejaron de hacer a Mí”.

Cuando Jesús moría en la cruz, dijo: “Tengo sed”. Jesús está sediento por su amor, esta es la sed de todos, pobres y ricos. Todos estamos sedientos por el amor de otros, ver que alguien vaya fuera de su camino no solo para dejarnos de hacer un daño sino al contrario para hacernos un bien. Este es el significado del verdadero amor, dar hasta que duela.

Nunca se me olvidará la experiencia que tuve al visitar una institución donde los hijos envían a sus padres, ya de la tercera edad, para olvidarse de ellos. Vi que en este hogar, esta gente de tercera edad lo tenía todo, buena comida, un lugar cómodo, televisión, lo tienen todo, sin embargo todos tenían sus miradas puestas en las puertas de entrada. Y no vi a ninguno con una sonrisa en sus rostros. Yo le pregunté a la Hermana: “¿Por qué ellos, que tienen todas las comodidades aquí, porqué miran hacia las puertas? ¿Por qué no sonríen?” Yo estoy tan acostumbrada a ver sonrisas en los rostros de la gente, inclusive hasta los moribundos. Y la Hermana dijo: “Así es aquí todos los días. Ellos siguen esperando, y deseando que un hijo o una hija los vengan a visitar. Ellos están dolidos porque han sido olvidados”. Falta de amor trae pobreza espiritual.

Tal vez en nuestras propias familias tenemos a alguien que se sienta solo, enfermo, preocupado. ¿Estamos con ellos? ¿Los acompañamos o los ponemos al cuidado de otros? ¿Estamos dispuestos a dar hasta que duela para estar con nuestras familias, o ponemos nuestros propios intereses primero? Estas son las preguntas que nos debemos hacer, especialmente al comienzo del año de la familia. Debemos recordar que el amor comienza en casa y debemos recordad que “el futuro de la humanidad pasa a través de la familia”.

Me sorprendió ver en el Occidente, que tantos jóvenes se entregan a las drogas. Yo he tratado de averiguar por qué. ¿Por qué en el Occidente son así, si tienen muchísimo más que los de Oriente? La respuesta fue: “Porque no hay nadie en sus familias para recibirlos”. Nuestros hijos dependen de nosotros para todo, su salud, su nutrición, su seguridad, el conocer y el amar a Dios. Por todo esto, ellos nos miran con confianza, esperanza y expectativa.

Pero muy a menudo el padre y la madre están tan ocupados que no tienen tiempo para sus hijos, o tal vez ni siquiera están casados o se han dado por vencidos en su matrimonio. Por lo tanto, los niños van a las calles y se involucran con las drogas y con otras cosas. Hablamos del amor a los niños que es donde el amor y la paz deben comenzar. Estos son los hechos que contribuyen al rompimiento de la paz. Pero siento que el mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto, porque es la guerra en contra los niños, el asesinato directo de los inocentes, asesinato de la madre en contra de sí misma.

Si nosotros aceptamos que una Madre asesine a su propio hijo, ¿cómo entonces podemos decir a otros que no se maten entre sí? ¿Cómo podemos convencer a una mujer de no tener un aborto? Como en todo, debemos persuadirla con amor y nos recordamos que amar significa dar hasta que duela. Jesús dio hasta su vida por amarnos. Así es que, la madre, que esté pensando en tener un aborto, debe ser ayudada a amar, o sea dar hasta que le duelan sus planes, o su tiempo libre, para que respete la vida de su hijo. El padre de ese niño, quien quiera que sea, debe dar también hasta que le duela. Con el aborto, la madre no aprende a amar, sino a matar hasta su propio hijo para resolver sus problemas.

Y con el aborto, al padre se le dice que no tiene que tener responsabilidad alguna por el niño que ha traído a la vida. El padre es capaz de poner a otras mujeres en la misma circunstancia. Por lo tanto el aborto solo lleva a más abortos. Cualquier país que acepte el aborto, no le enseña a su gente a amar, sino a utilizar violencia para recibir lo que quieran. Es por esto que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto.

Mucha gente se preocupa bastante por los niños de la India, con los niños de África donde muchos mueren de hambre, etc. Mucha gente también se preocupa por toda la violencia en esta gran nación de los Estados Unidos. Preocuparse por esto es bueno. Pero casi siempre a esta misma gente no les interesan los millones que intencionalmente están siendo asesinados por decisión de sus propias madres. Y este es el mayor destructor de la paz hoy en día −el aborto cegó a la gente.

Y por esto yo apelo en la India y en cualquier lugar –“traigamos de regreso a los niños”. El niño es un regalo de Dios para la familia. Cada niño está creado de manera especial a la imagen y semejanza de Dios para grandes cosas. Para amar y ser amado. En este año de la familia, debemos traer a los niños al centro de nuestro cuidado y atención. Esta es la única manera en la que este mundo podrá sobrevivir, porque nuestros hijos son la única esperanza para el futuro. Cuando los ancianos son llamados a donde Dios, solo sus hijos los pueden reemplazar.

¿Pero qué es lo que Dios nos dice? Él dice: “Aunque la madre olvidase a su hijo, Yo no te olvidaría. Te he grabado en la palma de mi mano”. Todos estamos grabados en la palma de sus manos; el niño que fue abortado, también está grabado en la palma de su mano desde el momento de la concepción y es llamado, por Dios, para amar y ser amado, no solo ahora en esta vida, pero para siempre. Dios no nos olvida nunca.

Les diré algo hermoso. Luchamos contra el aborto con la adopción, cuidando a la madre y adoptando al niño. Hemos salvado a miles de vidas. Le hemos comunicado a las clínicas, a los hospitales y a las estaciones de policía: “Por favor no destruyan a los niños; nosotras nos encargaremos de ellos”. Así es que siempre tenemos a alguien que le dice a las madres en problemas: “Vengan, nosotros le cuidaremos, le conseguiremos un hogar a tu hijo”. Y tenemos una gran demanda de parejas que no pueden tener hijos pero nunca le daré un hijo a una pareja que han hecho algo para no tener a un hijo. Jesús dijo “Quien quiera que reciba a este niño en mi nombre, a Mí me recibe”. Al adoptar a un niño, estas parejas reciben a Jesús pero, al abortar a un niño, la pareja rechaza a Jesús.

Por favor no asesinen a los niños. Yo quiero a los niños. Por favor entréguenme los niños. Yo estoy dispuesta a aceptar a cualquier niño que lo hayan querido abortar y se lo entregaré a una pareja casada que lo amará y serán amados por ese niño.

Solo en nuestro hogar en Calcuta, hemos salvado a más de 3.000 niños del aborto. Estos niños han traído tanto amor y gozo a sus padres adoptivos y han llegado a crecer llenos de amor y gozo. Yo sé que las parejas deben planificar sus familias pero para eso hay planificación familiar natural.

La manera de planificar las familias es por medios naturales no por medios anticonceptivos. Al destruir el poder de dar vida, por medio de la anticoncepción, la pareja se hace daño a sí misma. Esto cambia la atención a sí mismos y destruye el regalo de amarse el uno al otro. Al amarse, el uno al otro, la atención está en el amor de uno para el otro. Al amarse, la pareja se da atención el uno al otro y esto es lo que sucede con la planificación familiar natural, y no hacia sí mismos como sucede egoístamente con la anticoncepción. Una vez el amor viviente es destruido por la anticoncepción, el aborto le prosigue fácilmente como el paso a seguir.

Yo sé que hay grandes problemas en el mundo, que muchas parejas no se aman lo suficiente para utilizar planificación familiar natural. No podemos resolver todos los problemas del mundo, pero no permitan traer el peor problema de todos, y ese es el que destruye el amor. Y esto es lo que pasa cuando la gente practica anticoncepción y aborto.

Hay muchos pobres en el mundo. Ellos nos pueden enseñar muchas cosas bellas. Una vez, una de ellas vino a agradecerme por enseñarle planificación familiar natural y dijo: “Ustedes que practican castidad, son los mejores en enseñarnos planificación familiar natural porque no es nada más que autocontrol por amor del uno al otro”. Y lo que esta persona pobre dijo es muy cierto. La gente pobre pueda que no tengan nada que comer, tal vez no tengan un hogar donde vivir, pero son personas grandiosas y muy ricas espiritualmente.

Cuando recojo a una persona en la calle, hambrienta, yo le doy un plato de arroz y un pedazo de pan. Pero una persona que está sola, se siente rechazada, como que nadie la ama, atemorizada, esa persona que ha sido rechazada por la sociedad, tiene una pobreza que es mucho más difícil de vencer y esa es la pobreza espiritual. El aborto, el cual prosigue a la anticoncepción, lleva a la gente a ser espiritualmente pobre, y esa es la peor pobreza y la más difícil de vencer.

Los que son materialmente pobres pueden ser gente maravillosa. Una tarde fuimos a recoger cuatro personas de la calle. Una de ellas estaba en una condición horrible. Le dije a las Hermanas: “Ustedes encárguense de las otras tres; yo me encargaré de la que se ve peor”. Así es que hice todo lo que mi amor pudo hacer por ella. La acosté en una cama y ella tenía una bellísima sonrisa en su rostro. Ella me tomó de la mano, y dijo una tan sola palabra: “gracias” y luego murió.

No pude hacer nada más que examinar mi conciencia ante ella. Y pregunté: “¿Qué diría yo si estuviera en su lugar?” Mi respuesta fue sencilla. Yo hubiese tratado de atraer atención. Hubiera dicho: “tengo hambre, me muero, tengo frío, estoy en dolor” o algo. Pero ella me dio mucho más, ella me dio su gran amor. Y murió con una sonrisa en su rostro. También había un hombre que recogimos de los alcantarillados, medio comido por los gusanos y, después que lo trajimos a la casa, el solo dijo: “He vivido como un animal en la calle, pero voy a morir como un ángel, amado y cuidado”.

Luego, después que le quitamos los gusanos del cuerpo, todo lo que dijo, con una gran sonrisa fue: “Hermana, voy a casa donde Dios” y luego murió. Fue tan maravilloso ver la grandeza de ese hombre que podía hablar así, sin culpar a nadie, sin comparar nada. Como un ángel, esta es la grandeza de la gente que son espiritualmente ricos aunque sean materialmente pobres. No somos trabajadoras sociales. Podremos hacer trabajo social a los ojos de algunas gentes, pero nosotras debemos ser contemplativas en el corazón del mundo. Porque tocamos el cuerpo de Cristo y estamos siempre en su presencia.

Ustedes también deben traer la presencia de Dios a sus familias, porque la familia que reza unida, se mantiene unida.

Hay demasiado odio, demasiada miseria, y con nuestras oraciones, con nuestros sacrificios comenzamos desde el hogar. El amor comienza en casa, y no es cuanto hacemos, pero cuánto amor ponemos en lo que hacemos.

Si somos contemplativas en el corazón del mundo con todos los problemas, estos nunca nos podrán desanimar. Debemos recordar siempre que Dios nos dice en las Escrituras: “Aunque una madre olvidase a su hijo en su vientre, algo imposible, pero si ella lo llegara a olvidar, Yo nunca te olvidaría”. Y por eso me encuentro aquí dirigiéndome a ustedes. Quiero encontrar a los pobres aquí, justo en sus propios hogares primero. Y comenzar a amar ahí. Sean portadores de buenas noticias a su familia primero. Y luego a sus vecinos. ¿Los conocen? Yo tuve una gran experiencia de amor al prójimo con una familia hindú. Un hombre vino a nuestro hogar y dijo: “Madre Teresa, hay una familia que no ha comido por mucho tiempo. Haga algo”. Así es que tomé algo de arroz y fui inmediatamente. Y vi a los niños, sus ojos brillaban de hambre. No sé si alguna vez han visto hambre. Yo sí y con mucha frecuencia. Y la madre de la familia tomó el arroz que les di y fue afuera.

Cuando regresó, le pregunté: “¿Adonde fue? ¿Qué fue lo que hizo?” Y me dio una respuesta muy sencilla: “Ellos también tienen hambre”. Lo que me impactó fue que ella sabía eso, y quienes eran también. Una familia de Musulmanes, y ella lo sabía. No traje más arroz esa tarde porque quería que ellos, hindúes y musulmanes, disfrutaran del gozo de compartir. Y los niños irradiaban gozo, compartiendo el gozo y la paz con su madre, porque ella supo amar hasta que le dolió. Y ven que ahí es donde comienza, en casa con la familia.

Así es que, como lo demuestra esta familia, Dios nunca nos olvida y siempre hay algo que ustedes y yo podemos hacer. Podemos mantener el gozo de amar a Jesús en nuestros corazones, y compartir ese gozo con todos los que entremos en contacto. Tomemos una determinación, que ningún niño sea rechazado o que no sea amado, o que no se preocupen por él o que no lo asesinen y lo tiren a la basura. Y den hasta que duela, con una sonrisa.

Ya que hablo mucho de dar con una sonrisa, una vez un profesor de los Estados Unidos me preguntó: “¿Está casada?” y le dije: “Sí, y a veces encuentro muy difícil darle una sonrisa a mi esposo, Jesús, porque Él puede ser bastante exigente a veces”. Esto es verdaderamente cierto.

Y de ahí es de donde sale el amor, cuando es exigente, y cuando todavía podemos darlo con gozo.

Una de las cosas más exigentes para mi es viajar a cualquier lado −y con publicidad. Yo le dije a Jesús que si no voy al cielo por cualquier otra cosa, que iré al cielo por lo menos por todos los viajes, con toda la publicidad, que hago, eso me ha purificado y me ha sacrificado, y en verdad me ha preparado para ir al cielo. Si recordamos que Dios nos ama, y que podemos amar a otros así como Él nos ama, entonces América puede llegar a ser una señal de paz para el mundo.

Desde aquí, un aviso de cuidar a los más débiles, a los no nacidos, debe salir hacia el mundo. Si ustedes se convierten en un faro ardiente de justicia y paz en el mundo, entonces verdaderamente serán fieles a lo que los fundadores de este país representaban. Que Dios los bendiga!».

¿DUDAR DE LA FE?



Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net
¿Dudar de la fe?
¿Cómo es posible que Dios exista, y Dios prometa, y Dios premie, cuando vemos y experimentamos todo lo contrario?


El Catecismo de la Iglesia Católica nos propone un punto de meditación sobre la fe que, más que una lección, parece una arenga. Viene a decirnos: 

- ¡Vivan la fe, que es vivir ya la felicidad de la vida eterna! ¡No tengan miedo a las dudas de la fe, que se hace más fuerte cuanto es más probada! ¡Miren a la Virgen María, la más valiente porque fue la más probada en su fe!... 

¿Es cierto eso de que en el Cielo no veremos más de lo que ahora creemos? Segurísimo. Y si ahora creemos y poseemos en fe lo que entonces veremos cara a cara cuando contemplemos a Dios tal como el Él, la diferencia entre esta vida y la venidera no es más que accidental: es cuestión solamente de detalle... 

Lo que ahora vemos en espejo, resulta que ya lo poseemos dentro de nosotros. Somos tan ricos como lo seremos en el Cielo, como nos sigue diciendo el gran Catecismo: 
- Por lo mismo, la fe es ya el comienzo de la vida eterna. Es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día. 

¿No hay para entusiasmarse? ¿No hay para defender la fe hasta con las uñas y los dientes, si fuera preciso?... 

Pero el Catecismo de la Iglesia Católica nos advierte prudentemente: 
- La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación. 

No necesitamos discurrir mucho para dar la razón a estas palabras del Catecismo. Lo vemos cada día en muchos hermanos que sufren, y nosotros mismos experimentamos a veces esta duda y esta tentación. Son muchos los que se dicen: 
- ¿Cómo es posible todo eso tan bonito de la vida futura, cuando vemos en el mundo tanto mal, y nosotros mismos somos víctimas de tantas dificultades? ¿Cómo es posible que Dios exista, y Dios prometa, y Dios premie, cuando vemos y experimentamos todo lo contrario? ¿No será todo una ilusión? ¿Cómo me puede amar Dios, si la realidad de cada día más parece una persecución que una providencia?... 

San Vicente de Paúl sentía esta tentación contra la fe. Cuando le asaltaba la duda, se decía enérgico: 
- ¡Creo! ¡Creo!... 
Y acompañó sus palabras con un gesto expresivo. Escribió en un papel el Credo. Lo plegó, lo cosió dentro del bolsillo, y cuando el asaltaban las dudas, echaba la mano al bolsillo, apretaba el papelito misterioso, y, como decimos con nuestro lenguaje vulgar, el demonio de la duda tenía que huir con el rabo entre las patas... 

Mirando la Biblia, contemplamos en el Antiguo Testamento al padre de todos los creyentes, a Abraham, del que nos dice San Pablo que creyó contra toda esperanza. 

Si del Antiguo pasamos al Nuevo Testamento, nos sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica, contemplamos a María. ¡Quien lo iba a decir! María, la bendita Madre del Señor, fue también quien sufrió la prueba más terrible. Las sombras en la noche de la fe llegaron en María a una densidad aterradora. 
- ¿El Hijo de mis entrañas, mi Jesús, del que me dijo el Angel que sería el Hijo del Altísimo, está ahora muerto y encerrado en un sepulcro, abandonado de sus discípulos, con sólo cuatros amigos y amigas impotentes a su alrededor?... Y, sin embargo, es Él, el Hijo de Dios, y yo espero verlo resucitado, aunque todas las apariencias estén en contra de su palabra... 

Esto se decía María, modelo nuestro inigualable en la peregrinación de la fe. 
Creyó ahora en el Calvario, igual que había creído que iba a ser madre permaneciendo virgen... 

Nunca vio nada, y mereció de Dios por Isabel el mayor elogio de la fe: 
- ¡Dichosa tú que has creído!... 

Algunos desaprensivos dicen que Jesús puso al mismo nivel nuestro a María su Madre cuando elogió la fe de los creyentes, y cuando contestó a la mujer que bendecía los pechos que lo amamantaron. Muy al contrario, entonces Jesús tributó a María la máxima alabanza y la puso sobre todos los creyentes, pues nadie como María escuchó la Palabra y respondió tan fielmente como Ella. María fue doblemente Madre de Jesús: porque lo concibió en su seno y lo amamantó, y porque guardó la Palabra como nadie. 

Hoy el católico, al ver criticada y perseguida su Iglesia, y triunfantes a su alrededor facciones llenas de errores, se halla en esa situación de María. ¿Habrá Cristo abandonado su Iglesia?... ¡Calma! Jesús aparenta estar muerto, pero está más vivo que nunca... 

Ante los dos ejemplos de Abraham y María, seguidos por tantos que han sufrido pruebas mucho más duras que las nuestras, acaba diciéndonos el Catecismo de la Iglesia Católica con palabras de la carta a los Hebreos: 
- Sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe. 

Cuando hablamos de la tentación de la fe, no podemos menos de hablar así, valientemente, en plan de arenga, para entusiasmarnos. La conquista de la fe es a base de lucha, y sólo quien combate bien es condecorado.. 

CIC, 163-165. 1Cor. 13,12. 1Jn.3,2. 2Cor. 5,7. 1Cor. 13,12. Rom. 4,18. Mc. 3,31-35. Luc. 11,27-28. Hbr. 12,

ORACIÓN DEL FIAT A LA VIRGEN MARÍA


ORACIÓN DEL FIAT A LA VIRGEN MARÍA

Santa María,
ayúdame a esforzarme
según el máximo de mi capacidad
y el máximo de mis posibilidades
para así responder al Plan de Dios
en todas las circunstancias
concretas de mi vida.
Amén.

EL EVANGELIO DEL HOY: 05.02.2014

Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Toma tu cruz cada día y sígueme
Lucas 9, 23-26. Fiesta de San Felipe de Jesús. Ofrecer los pequeños sacrificios de nuestra vida, para que Dios los convierta en gracias de salvación.
 
Toma tu cruz cada día  y sígueme
Reflexión Evangélica del 5 de febrero en lugares donde no se festeja la fiesta de San Felipe de Jesús. Marcos 6, 1 - 6.


Del santo Evangelio según san Lucas 9, 23-26 

Decía a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.

Oración introductoria 

Señor, creo en Ti, espero en Ti y porque te amo quiero buscarte en este momento de oración. Abre mi mente y mi corazón para ser dócil a lo que hoy quieras pedirme, con tu gracia todo lo puedo lograr.

Petición

Jesucristo, quiero acoger tu llamada y entregarme completamente, sin cálculos egoístas ni beneficios personales.

Meditación del Papa Francisco

La invitación que hace Jesús es la de no avergonzarse nunca de Él, sino seguirle siempre con entrega total, fiándose y confiándose a Él. Pero contemplando a Jesús, como nos enseña san Ignacio en la Primera Semana, sobre todo contemplando al Cristo crucificado, sentimos ese sentimiento tan humano y tan noble que es la vergüenza de no estar a la altura. Contemplando al Cristo crucificado, sentimos ese sentimiento tan humano y tan noble que es la vergüenza de no estar a la altura; contemplamos la sabiduría de Cristo y nuestra ignorancia, su omnipotencia y nuestra debilidad, su justicia y nuestra iniquidad, su bondad y nuestra maldad.
Pedir la gracia de la vergüenza; vergüenza que me llega del continuo coloquio de misericordia con Él; vergüenza que nos hace sonrojar ante Jesucristo; vergüenza que nos pone en sintonía con el corazón de Cristo que se hizo pecado por mí; vergüenza que pone en armonía nuestro corazón en las lágrimas y nos acompaña en el seguimiento cotidiano de "mi Señor".
Y esto nos lleva siempre, individualmente y como Compañía, a la humildad, a vivir esta gran virtud. Humildad que nos hace conscientes cada día de que no somos nosotros quienes construimos el Reino de Dios, sino que es siempre la gracia del Señor que actúa en nosotros; humildad que nos impulsa a ponernos por entero no a nuestro servicio o al de nuestras ideas, sino al servicio de Cristo y de la Iglesia, como vasijas de barro, frágiles, inadecuados, insuficientes, pero en los cuales hay un tesoro inmenso que llevamos y comunicamos.(S.S. Francisco, 31 de julio de 2013).

Reflexión

¿Quién puede soportar estas palabras? ¿Seremos capaces realmente de seguir esta doctrina que se nos presenta hoy? ¿Podremos vivir el significado cristiano de la palabra abnegación?

Son algunas preguntas que se me presentan al leer este pasaje. Cristo es claro: seguirle significa dolor, sufrimiento y abnegación. Sí, significa todo esto más la salvación eterna. Pero ¿qué quiere decir eso de salvación eterna? Muy fácil, es la plenitud de la propia felicidad, es el cielo, vivido con Jesús y María, y todas las demás potestades.

Ya los antiguos, tenían la certeza que existía un mundo después de esta vida, por eso no tiene que extrañarnos que Jesucristo nos quiera dar como premio la vida eterna.

Con una motivación tan fuerte, el sacrificio propio queda transformado como un medio para llegar a tener la felicidad que anhelamos. Ofrezcamos los pequeños sacrificios de nuestra vida diaria, para que Dios los convierta en gracias de salvación.

San Felipe de Jesús fue el protomártir mexicano. Fue un religioso de la orden de los franciscanos en Manila. Al venir a ordenarse a México, naufragó su barco y llegó a Japón donde lo mataron. Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de julio de 1862.

Estos mártires son frecuentemente recordados por el Papa dando a saber que su sangre no fue derramada en balde. Llegaron al cielo.

Propósito

Este día nos podemos acercar a la Eucaristía para pedirle a Jesús nos ayude a realizar la vocación que tenemos en la vida. Recuerda que el testimonio de los santos confirma el amor a Dios (CEC 313). El testimonio de estas personas nos puede ayudar a crecer en nuestra vida espiritual, en nuestra vida de fe.

Diálogo con Cristo

Te agradezco, Jesús, que me recuerdes que el único camino para alcanzar la santidad es la cruz. Por la cruz y desde la cruz me enseñas que ése es el itinerario que me puede llevar a la santidad. Permite que salga de esta meditación decidido a cargar mi cruz, con convicción y, sobre todo, con gran amor, pues sé bien que todo lo que sucede en mi vida es una muestra amorosa de tu singular predilección. 
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