domingo, 21 de diciembre de 2025

EL PAPA LEÓN IVX: SAN JOSÉ ES MODELO DE MISERICORDIA Y FE EN ESTE TIEMPO DE ADVIENTO


 El Papa: San José es modelo de misericordia y fe en este tiempo de Adviento

En el Ángelus del cuarto domingo de Adviento, León XIV invitó a los fieles a contemplar la figura de san José, descrito como un hombre justo, sensible y valiente en la fe. A través de su silencio, su misericordia y su abandono confiado en Dios, san José —afirmó el Pontífice— enseña a preparar el corazón para acoger a Cristo y a los hermanos en la cercanía de la Navidad, perdonando, animando y dando esperanza.

Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano


En el Ángelus del cuarto domingo de Adviento, el Papa centró su reflexión en la figura de san José, presentado por la liturgia como protagonista discreto pero decisivo de la historia de la salvación. Comentando el pasaje del Evangelio de san Mateo (cf. Mt 1,18-24), el Pontífice subrayó cómo Dios confió su plan a un hombre “frágil y falible —como nosotros— y, al mismo tiempo, valiente y fuerte en la fe”.


San José, el hombre justo que eligió la misericordia

El Papa recordó que el evangelista define a José como un “hombre justo”, no solo por su fidelidad a la Ley y a la vida religiosa de Israel, sino también por su profunda humanidad. Esa justicia, explicó, se manifiesta especialmente cuando, ante el embarazo de María, José elige no exponerla al escándalo público, sino optar por el camino silencioso y benévolo del repudio en secreto. En ese gesto, afirmó el Pontífice, se revela el verdadero corazón de la fe: la misericordia.


La nobleza interior de san José se hace aún más clara cuando, en sueños, acoge la revelación del ángel y acepta una misión inesperada: ser el esposo de la Virgen y custodio del Mesías. En ese momento —destacó el Papa— José deja atrás sus seguridades humanas y se abandona por completo a Dios, navegando “mar adentro” hacia un futuro confiado plenamente a la Providencia. Citando a san Agustín, recordó que de la piedad y la caridad de José nació, de la Virgen María, el Hijo de Dios.


“San Agustín describe así su consentimiento: «A la piedad y caridad de José le nació de la Virgen María un hijo, Hijo a la vez de Dios» (Sermón 51, 30).”


Misericordia, fe y abandono: virtudes de san José 

El Pontífice señaló que misericordia, piedad, caridad y abandono confiado son las virtudes que la liturgia propone en estos últimos días de Adviento. Actitudes que, dijo, educan el corazón para el encuentro con Cristo y con los demás, y que permiten a los creyentes convertirse unos para otros en “pesebre acogedor” y “casa confortable” de la presencia de Dios.


“Piedad y caridad, misericordia y abandono; estas son las virtudes del hombre de Nazaret que la liturgia nos propone hoy, para que nos acompañen en estos últimos días de Adviento, hacia la santa Navidad.”


Finalmente, el Papa exhortó a no dejar pasar este tiempo de gracia sin practicar concretamente esas virtudes: perdonando, animando, ofreciendo esperanza a quienes viven cerca y a quienes se encuentran en el camino, y renovando en la oración la confianza filial en el Señor. Encomendó este camino espiritual a la intercesión de la Virgen María y de san José, los primeros que acogieron a Jesús con fe y amor.

NO TEMAS TOMAR CONTIGO A MARÍA TU MUJER - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 21 DE DICIEMBRE DE 2025



«No temas tomar contigo a María tu mujer»

Rev. D. Edson RODRIGUES

(Pesqueira, Pernambuco, Brasil)


Hoy, la liturgia de Adviento nos presenta a José, que recibirá de Dios una misión: el Verbo de Dios, que nacerá de la Virgen, quedará también bajo sus cuidados paternos. El profeta Isaías había anunciado unos 700 años antes: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo» (Is 7,14). Perplejo y movido por la incomprensión ante tan gran misterio, José, temeroso de Dios y hombre “justo y bueno”, había decidido en secreto dejar a María con sus padres. Y encuentra en las palabras del mensajero las razones para desistir de su decisión y aceptar el misterio y los planes de Dios: «¡No tengas miedo de recibir a María, tu esposa!» (Mt 1,20). El Espíritu Santo, que en María engendró al Verbo encarnado, da sentido y confirma lo que el ángel dijo a José, que recibe la gran misión de dar nombre y cuidar del Niño-Dios engendrado en el seno virginal de una joven de Nazaret (cf. Mt 1,20-21).


San Bernardino de Siena dice que «cuando la Providencia divina elige a alguien para una gracia particular o un estado superior, también da a la persona así escogida todos los carismas necesarios para el ejercicio de su misión». Y así José, libre de miedos y temores, se hizo colaborador en la obra de la encarnación, capacitado para asumir esta honrosa y desafiante misión.


Hoy vivimos en medio de miedos e inseguridades, en situaciones que a veces nos desaniman y nos llevan a abandonar el barco, buscando en la huida soluciones para las realidades difíciles. Pero en medio de la oración silenciosa y contemplativa, el Señor también nos dice: «¡No tengáis miedo!» (cf. Mt 14,27), y nos anima a aceptar, confiados y decididos, sus designios.


En nuestros días, el Papa León XIV nos alienta: «Dios nos ama a todos y el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios y, sin miedo, todos unidos a la mano de Dios y unos a los otros, sigamos adelante». 

MARÍA ES ADVIENTO



 María es Adviento


Seguimos desgranando los días del Adviento, este camino interior de tono reflexivo que nos lleva hacia la Navidad, y en el cual preparamos nuestro corazón de la mejor manera para recibir al Niño que viene al mundo nada menos que para salvarnos del pecado y de la muerte. La Liturgia nos acompaña con lecturas de Isaías o rememorando a Juan el Bautista, para motivarnos y elevarnos espiritualmente en esa búsqueda de Jesús.


Y es llamativo contemplar cómo en medio de estas semanas de Adviento, se insertan dos grandes celebraciones de la Santísima Virgen: el día 8 de diciembre la Inmaculada Concepción de María Santísima, y el día 12 la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Ambas fechas nos muestran a María partícipe del Adviento. Señalan la fuerte presencia de la Madre en este tiempo litúrgico que nos conduce a Navidad.


Y eso no nos tiene que sorprender, ya que María es la Madre del Salvador, es la joven mujer pura e inmaculada que Dios eligió para Madre de su Hijo. La misma jovencita de Nazareth que dio su sí incondicional, lleno de amor, lleno de fe, lleno de entrega humilde y generosa. Así pues, María participa del Adviento desde la expectativa de su Hijo por nacer. Y es, por lo tanto, protagonista central de este tiempo litúrgico que vivimos pues ella alumbrará al Niño que nacerá en el pesebre de Belén.


María es Adviento… porque es la Madre de Jesús. De la misma manera que a lo largo de su vida terrena será también la Madre del amor, la Madre del dolor, la Madre de la agonía, la Madre de la Resurrección. Y hoy desde el cielo es Madre de la humanidad y Reina del Universo.


Aprendamos a invocarla, con particular devoción en estos días. Pidámosle que nos ayude a prepararnos para recibir de la mejor manera a Jesús. Que cada corazón sea un pesebre donde hagamos sitio con amor a ese Niño que hace dos mil años llegó al mundo y el mundo no lo recibió… no había lugar para él.


Faltan poco menos de diez días para Navidad. Tiempo suficiente para ir armando cada día, con pequeños gestos de fe y esperanza, nuestro “pesebre interior” cálido y lleno de amor, para decirle con alegría “¡Ven a mí, Jesús!”.


  Felipe

CARTA AL NIÑO DIOS




 Carta al Niño Dios


Querido Niño Jesús:

Te tengo aquí presente en este rato de adoración. Pienso en ti y te pienso. Sí, parece lo mismo pero en realidad no lo es. Muchas veces pienso en ti, me acuerdo de ti, pero no te pienso. Es como decir que falta algo de camino para que de mi mente llegues a mi corazón. Bueno, en realidad estoy enamorado de ti, pero mucho menos de lo que tú lo estás de mí. Y ese es el camino que quiero recorrer. En el fondo tú ya estás en mi corazón y yo, quizás, ni siquiera he llegado al mío porque me falta tanto amor.


Te agradezco

Hoy quiero agradecerte este esfuerzo de salir de tu cielo para venir a nuestra tierra, a mi tierra de cada día. Tanto tiempo peregrinos en busca de la Tierra Prometida y ahora en ti descubro esa promesa, ese amor, esa ternura: Dios con nosotros, Dios conmigo, Dios para mí, en una cueva, en Belén.


Te tengo en la Eucaristía. Te miro y me miras. No sé quién tiene más admiración, si yo de ti o tú de mí. Me amas y te amo. Naciste ya hecho Eucaristía, hecho pan para comerte, tanta fue tu ternura. Naciste en Belén, que quiere decir "Casa del Pan". Y con razón María te quería comer a besos. Eucaristía anticipada por aquella que te dio la vida.


¿Qué me dices, qué te digo?

Esto es lo que me dices hoy: hay que dar la vida, hacerse alimento para los demás. Cada día dejarse comer, ser Eucaristía para los hombres mis hermanos, tus hermanos. En tu cueva encuentro el ejemplo para lograrlo: la humildad del lugar, el silencio de la noche, la pobreza que elegiste, la mejor compañía: María y José. ¡Qué bien se está aquí contigo! Es una auténtica transfiguración: tu gloria se dibuja en tu pequeñez, tu amor en la sencillez y tu fuerza en tu debilidad. Tres virtudes que deben resonar en mi vida pero la verdad, ¡qué pronto se me olvidan!


Por eso quiero mirarte y aprender de ti como un espejo de amor. Que tu sonrisa me haga sonreír. Que tu sueño me dé paz, que tu silencio me haga aprender a escuchar.


Quiero adelantarme a los pastores y a los Reyes Magos. Quiero llegar aquí cada mañana el primero. Suena egoísta pero es que necesito verte, tocarte, olerte y besarte. Eres carne de mi carne, uno como yo, ¡eres real! Quiero que esta experiencia me acompañe durante el día. ¡He tocado, he visto, he abrazado el Verbo de Dios! ¡Ha dormido en mis brazos y ha llorado junto a mí y por mí!


Ser consuelo de tu corazón es mi mayor deseo. Verte dormir mi mayor paz. Ojalá pudiese vivir mi sacerdocio consolándote y diciéndote: "descansa, ahora me toca a mí". Pero en el fondo sé que tu corazón siempre está velando y soy yo el que es cuidado por ti. Al menos déjame intentarlo, déjame ser consuelo para tu corazón.


¿Qué te puedo regalar?

Con la emoción de verte entre nosotros, Jesús, no te he traído un regalo. ¡Qué despiste! Otros llegarán al rato con regalos preciosos del lejano oriente o con humildes ofrendas de pastor. Y yo, ¿qué te puedo regalar? Mi vida es tuya, ya lo sabes. Te la entregué hace más de 20 años. Soy pobre, aunque no tanto como tú. Algo debe quedarme, seguramente mi corazón te puede ofrecer un mayor amor, un esfuerzo más delicado en mi servicio, un desprendimiento más generoso cada día para encontrarme contigo, superando cansancio, tristeza, miedos y apegos. Sí, creo que este será mi regalo. Te dejaré aquí mi corazón para que te dé calor, te consuele, te entretenga y te alegre. Así cada día tendré que volver temprano en la mañana para alimentarme de tu amor, de tu mirada y de tu bondad. Con tu corazón en el mío caminaré más rápido, haré más bien al mundo, me amaré mejor y amaré a más personas.


Nos unimos en la Eucaristía

La Eucaristía que celebro cada día será nuestro encuentro, nuestro regalo, nuestro alimento y nuestro recuerdo. Nos uniremos y ya no tendremos dos corazones, sino que el mío se fundirá en el tuyo, mi voluntad en la tuya, mi mirada la de tus ojos, mi ternura la de tu amor.


Belén, casa del Pan, cueva silenciosa del milagro de Dios entre los hombres. Eucaristía anticipada hecha vida, ternura y gozo. En tu humilde morada dejo mi corazón en el pesebre.


Despedida

Me retiro antes de que lleguen los pastores. Me voy sin mi corazón pero sí con el tuyo. Qué gran regalo he recibido a cambio de lo poco que te dejo. Tu amor en mi pecho y el mío en tu pesebre. Descansa, duerme tranquilo. Mañana regreso de nuevo. Tu sacerdote por siempre, P. Guillermo Serra, L.C.


Nota: no pienses que no me he dado cuenta, ¡Tienes la madre más hermosa del mundo!


Autor: P. Guillermo Serra, LC

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...