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jueves, 15 de marzo de 2018

CAES EN EL VICIO DEL CHISME? DESCÚBRELO EN ESTE TEST


¿Caes en el vicio del chisme? Descúbrelo con este test
Redacción ACI Prensa





En una ocasión, el Papa Francisco dijo que ser chismoso es como “arrojar una bomba e irse. Y las habladurías destruyen, destruyen. Destruyen una familia, un barrio, una parroquia, destruyen todo. Pero sobre todo los chismes destruyen el corazón”.

El chisme en una falta grave y tal vez uno puede estar cayendo en ella sin darse cuenta. Por ello, presentamos un test elaborado por el National Catholic Register para que descubra si es una persona chismosa y pueda corregir esa falta.

Basta que haya realizado una de estas 10 afirmaciones para ser considerada una persona chismosa.

1.- Mientras sea verdad, está bien repetir el chisme.

2.- Necesitaba desahogarme.

3.- Solo se lo dije a una persona.

4.- Se lo dije a la gente solo para pedirles sus oraciones por esa pobre alma.

5.- Se me escapó por accidente así que no estaba chismeando intencionalmente.

6.- Pasé una semana sin decírselo a nadie, entonces tuvo que contárselo solo a una persona-

7.- Se lo dije a alguien en confidencia y le hice prometer que no lo repetirá.

8.- Necesitaba consejo sobre cómo manejar ese tema.

9.- Si él o ella actuará de esa forma, entonces se lo merece.

10.- Estoy rezando por él, así que todo está bien.



Traducido y adaptado por María Ximena Rondón. Publicado originalmente en el National Catholic Register.

lunes, 10 de agosto de 2015

A VECES NO TIENES GANAS DE ORAR AUNQUE EN EL FONDO SÍ QUIERES ¿TAMBIÉN A TI TE SUCEDE ESTO?

A veces no tienes ganas de orar aunque en el fondo sí quieres. ¿También a ti te sucede esto?
Si bien deberíamos anhelar la intimidad con Dios, los sentimientos afectan con frecuencia el estado de ánimo y la voluntad 


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: Catholic.net 



Experimentamos a veces la falta de ganas para la oración, sin que ello signifique un desprecio de Dios. Y nos sucede lo mismo en otros campos de la vida.

Una cosa es no querer y otra es no tener ganas.

Si te levantas sin ganas de ir a la universidad, sin ganas de ir al trabajo o sin ganas de preparar la comida para la familia, ¿qué haces? Si quieres prepararte para tu futuro, aunque no tengas ganas vas a la universidad. Si quieres mantener a tu familia y ofrecer a tus hijos una buena educación, aunque no tengas ganas cumples con tus responsabilidades laborales. Si quieres complacer a tu esposo y a tus hijos con una buena comida y hacerles disfrutar su regreso a casa, aunque no tengas ganas te esmeras en preparar lo mejor posible los alimentos.

Una consecuencia de nuestra naturaleza caída...

Siempre estamos estirados por tendencias contrastantes, nuestra naturaleza caída así nos tiene... Y esto da mucha batalla. Si bien deberíamos anhelar la intimidad con Dios, los sentimientos afectan con frecuencia el estado de ánimo y la voluntad y nos traen como hoja seca llevada por el viento. Se requiere un trabajo permanente de purificación y de oración, de conversión continua.

El cultivo del deseo de Dios

El simple sentido del deber es insuficiente, pues tarde o temprano podemos cansarnos. Es necesario reforzarlo con el cultivo del deseo. De una forma u otra todos hemos experimentado que cuando se estimula el deseo de algo, crece el amor y se disfruta más al tener la oportunidad de alcanzarlo. Es un buen recurso sicológico.

El cultivo del deseo de Dios es un camino que aprendemos en los salmos y que es ampliamente recomendado por los santos. Grandes maestros en la materia son San Anselmo y San Agustín. En el Proslogion San Anselmo escribe: "Deseando te buscaré, buscando te desearé, deseándote te hallaré y hallándote te amaré."

En muchas oraciones del salmista descubrimos este ejercicio del deseo: "¡Qué deseables son tus moradas, Señor Dios de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Dichosos los que viven en tu casa, cuando atraviesan áridos valles los convierten en oasis." (Sal 83) "Mi espíritu se consume y anhela los atrios del Señor; como el gorrión que ha encontrado una casa y la golondrina un nido." (Sal 33) Y "Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro." (Sal 27,8)

Nos lo enseña también la liturgia de la Iglesia con el Adviento que estamos celebrando. El Adviento constituye un ejercicio del deseo de la venida de Cristo. El Adviento viene a ser como una cuenta regresiva del gran día en que celebramos al Dios con nosotros. Cuanto mejor lo vivamos, más valoraremos la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios.

¿Cómo se aviva el deseo de Dios?

Dos medios para avivar el deseo de Dios son la contemplación del amor de Dios y la consideración de Sus atributos.

La contemplación del amor de Dios nos estimula a querer corresponderle con más amor. Dios nos amó primero y lo ha hecho con infinita misericordia. Contemplar sus obras conmigo: el don de la existencia, del bautismo, de la familia, de los amigos, de los talentos personales, del perdón, del gran amor que nos ha tenido al encarnarse, morir y resucitar para salvarnos.

Considerar los atributos de Dios (omnipotencia, bondad, verdad, belleza, misericordia....) nos ayuda a descubrir y dejarnos atraer cada vez con mayor fuerza de Alguien fascinante. Para esto ayuda sobre todo el conocimiento de la Sagrada Escritura, la lectura de los Santos Padres, del Magisterio de la Iglesia, el estudio de cristología, etc.

Estimular el deseo de Dios aviva la sed espiritual y avivando la sed espiritual despierta el corazón profundo, aquel que palpita desde el centro de nuestro ser y constituye el espacio para todo encuentro y toda relación, sobreponiéndose a la pereza y a los altibajos emocionales.

Pero el cultivo del deseo no es sólo un recurso sicológico, sino ejercicio de la virtud teologal de la esperanza, como explica el Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi, comentando a San Agustín: "Él (San Agustín) define la oración como un ejercicio del deseo. El hombre ha sido creado para una gran realidad, para Dios mismo, para ser colmado por Él. Pero su corazón es demasiado pequeño para la gran realidad que se le entrega. Tiene que ser ensanchado. «Dios, retardando [su don], ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz [de su don]». Agustín se refiere a san Pablo, el cual dice de sí mismo que vive lanzado hacia lo que está por delante (cf. Flp 3,13). Después usa una imagen muy bella para describir este proceso de ensanchamiento y preparación del corazón humano. «Imagínate que Dios quiere llenarte de miel [símbolo de la ternura y la bondad de Dios]; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel?» El vaso, es decir el corazón, tiene que ser antes ensanchado y luego purificado: liberado del vinagre y de su sabor. Eso requiere esfuerzo, es doloroso, pero sólo así se logra la capacitación para lo que estamos destinados." (Spe Salvi, 33)

Una sugerencia práctica

Una sugerencia práctica para la meditación diaria es comenzar confirmándonos a nosotros mismos y confirmándole a Dios cuánto deseamos pasar un tiempo con Él: "Dios mío, gracias por permitirme también hoy estar un rato a solas contigo. Tú sabes cuánto te amo y cuánto te necesito, y sé que tú también deseas tenerme a tu lado. En la última cena lo repetiste con insistencia: permanece en mi amor. Y también dijiste: Cuánto he deseado celebrar esta pascua con vosotros. De ninguna manera era fácil para ti, esa hora era la hora de la entrega sin límites, la hora de la cruz. Yo quiero seguir tu ejemplo y agradarte siempre. Por eso, aquí me tienes. No siempre tengo ganas ni fuerzas para orar y orar bien, pero lo que sí quiero asegurarte es que deseo seguirte y alcanzarte, permanecer siempre a tu lado, cueste lo que cueste."

El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet siempre y cuando se cite su autor y fuente originales: http://www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.

lunes, 26 de enero de 2015

CASAS EMBRUJADAS


Casas embrujadas
La respuesta de la ciencia, la respuesta de la fe

Los fenómenos espiritistas sólo tienen éxito entre las personas que están más ávidas de emociones que de verdad, de ilusiones que de realidades 


Por: Luis Sánchez Alcántara | Fuente: Catholic.net



¿Quién ha escuchado alguna vez ruidos extraños desconocidos en su casa: sentir corrientes de aire, teniendo el lugar cerrado; ver caer o moverse objetos de su lugar, sin razón aparente; o más aún haber visto a una persona que luego desaparece? En este apartado abordaremos los fenómenos de las casas embrujadas y del espiritismo, con sus fraudes y peligros, ya que éstos no solamente son un aspecto de lo maravilloso, sino que también plantean la posible comunicación de los muertos con los vivos.

¿Hay comunicación con el más allá?

Algunas personas se plantean esta pregunta al escuchar o presenciar los fenómenos de la llamadas casas embrujadas y del espiritismo; pero, ¿cuáles son estos fenómenos, y qué nos dice la ciencia al respecto?

Las casas embrujadas

Esta es una expresión popular, usada para describir una variedad de fenómenos a primera vista inexplicables, y que se dan en una casa o lugar determinado; la variedad de éstos pueden ser desde las apariciones, ruidos extraños y desconocidos, movimientos y caídas de objetos, ambientes fríos, sensaciones extrañas en el cuerpo, etc. Las casas embrujadas encantadas o hechizadas, se han descrito desde que existieron los primeros grupos humanos; pero es en 1848 cuando este tipo de fenómenos, originó el llamado movimiento espiritista moderno.

El espiritismo moderno

La nigromancia o necromancia (adivina el futuro, por la invocación de los muertos), fue una práctica de las culturas primitivas que no trascendió más allá de cada una de ellas; en cambio el espiritismo por sus prácticas y doctrina trascendió a nivel internacional, entrando incluso a todos los grupos sociales. Dejando a un lado la doctrina espiritista, sus fenómenos descritos son desde: las simples sesiones de recepción de mensajes de los espíritus: ya sea a través del médium, la ouija u otro medio; la manifestación de los espíritus a través de luces, ectoplasma, etc. Pero después de haber mencionado los fenómenos de las casas embrujadas y de los espiritismos, nos preguntamos ¿son hechos reales o ilusiones? ¿Qué dice la ciencia al respecto?

La respuesta de la ciencia

La mayoría de los fenómenos manifestados en las llamadas casas embrujadas, se han explicado por causas tan naturales y simples, cuando personas con sentido crítico y común, buscan las causas de los mismos. Lo mismo se puede decir de la mayoría de los fenómenos espiritistas, donde especialmente abunda más el fraude y el engaño.

En cuanto al resto de los fenómenos, la parapsicología ha puesto de relieve la manifestación de las facultades parapsicológicas (especialmente subconscientes), que producen fenómenos aparentemente sobrenaturales. Hoy los fenómenos espiritistas sólo tienen éxito, entre las personas que están más ávidas de emociones que de verdad, de ilusiones que de realidades.

¿Podemos comunicarnos con los muertos?

Esta pregunta que es respondida afirmativamente por la doctrina espiritista; debe ser confrontada por la teología católica, para conocer los peligros morales y espirituales que pueden haber.

La respuesta de la fe

En primer lugar, debemos hacer notar que la visión del hombre según el espiritismo, es bastante diferente a la del cristianismo, de aquí el rechazo de la Iglesia a esta doctrina que está en oposición a lo que ésta ha venido enseñando.

En segundo lugar, por más que un católico quiera conciliar la doctrina espiritista con la doctrina católica, pronto se dará cuenta de que el espiritismo rechaza muchas verdades enseñadas por la Iglesia; y que también la autoridad eclesiástica ha prohibido a los católicos, participar en las llamadas sesiones espiritistas (Dz. 1645 y 2182), sobre todo porque en éstas puede haber presencias diabólicas para confundir la mente del cristiano (II Concilio del Baltimore, 1866).

Por último, es necesario recordar al cristiano el sencillo consejo bíblico, para saber enfrentar nuevas supuestas revelaciones, ya que... “si alguien viene con un evangelio que no es el que ustedes han recibido, sea anatema”. (Gál. 1,9)

lunes, 5 de enero de 2015

¿QUÉ SON LOS VALORES?


¿Qué son los valores?
Los valores son aquellos bienes que nos mejoran como personas. Practicarlos libremente construye una personalidad coherente y rica.
Por: P. T homas Williams, L.C. | Fuente: Virtudes y valores




Los valores humanos son aquellos bienes universales que pertenecen a nuestra naturaleza como personas y que, en cierto sentido, nos humanizan, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana.

La libertad nos capacita para ennoblecer nuestra existencia, pero también nos pone en peligro de empobrecerla. Las demás creaturas no acceden a esta disyuntiva. Un gato siempre se comportará como un felino y no será culpado o alabado por ello.

Nosotros, en cambio, si prestamos oídos a nuestros instintos e inclinaciones más bajas, podemos actuar como bestias, y de este modo, deshumanizarnos. Boecio, el filósofo y cortesano del siglo V, escribió: El hombre sobresale del resto de la creación en la medida en que él mismo reconoce su propia naturaleza, y cuando lo olvida, se hunde más abajo que las bestias. Para otros seres vivientes, ignorar lo que son es natural; para el hombre es un defecto.

Si no descubrimos lo que somos, tampoco descubriremos qué valores nos convienen. Cuanto mejor percibamos nuestra naturaleza, tanto más fácilmente percibiremos los valores que le pertenecen.

Alimentación y naturaleza

Hay una diferencia entre los valores humanos en general y nuestros propios valores personales. El concepto de valores humanos abarca todas aquellas cosas que son buenas para nosotros como seres humanos y que nos mejoran como tales. Los valores personales son aquellos que hemos asimilado en nuestra vida y que nos motivan en nuestras decisiones cotidianas.

Podríamos comparar la diferencia entre los valores humanos en general y los valores personales con la diferencia que hay entre ciertas comidas y su respectivo valor nutricional para el cuerpo humano. La nutrición es para el cuerpo lo que los valores son para la persona humana.

El cuerpo humano tiene sus requerimientos: algunos alimentos son muy nutritivos; otros complementan la alimentación; otros son al menos tolerables en pequeñas cantidades. Todos necesitamos una alimentación balanceada en vitaminas, fibra, minerales y proteínas para mantener una buena salud. Algo parecido sucede con los valores humanos: nos nutren, nos benefician como seres humanos en diversa medida. Así tenemos toda una gama de valores culturales, intelectuales y estéticos que promueven nuestro desarrollo humano y enriquecen nuestra personalidad.

Cuando se habla de la nutrición corporal hay espacio para las preferencias personales. Entre comer coliflor, chícharos o judías verdes, cada uno puede escoger a su gusto; el número de calorías apenas varía. Nuestro organismo asimilará estos alimentos y se nutrirá más o menos igual. Se insiste, más bien, en que la dieta sea balanceada. El organismo cubre tus necesidades y se mantiene en forma en la medida en que el alimento es sano y la dieta equilibrada.

En la esfera de los valores humanos se requiere también un equilibrio y que cada uno de los valores, tomado individualmente, sea saludable. Así como ciertos alimentos son esenciales y otros sólo sirven para adornar algún platillo, así también los valores tienen una jerarquía, según favorezca más o menos nuestro desarrollo humano. Una porción discreta de pastel de zanahoria con helado de vainilla es un excelente postre para una comida familiar, pero no se nos ocurriría comer pastel y helado tres veces al día y terminar con una discreta porción de carne con papas. Nuestro organismo no lo soportaría (nuestra línea tampoco). Los valores humanos también pueden ordenarse y clasificarse de acuerdo con los beneficios que nos proporcionan. Algunos son esenciales; otros son más periféricos.

Una jerarquía de valores

Entre los valores objetivos existe una jerarquía, una escala. No todos son iguales. Algunos son más importantes que otros porque son más trascendentes, porque nos elevan más como personas y corresponden a nuestras facultades superiores. Podemos clasificar los valores humanos en cuatro categorías: 1) valores religiosos, 2) valores morales, 3) valores humanos inframorales y 4) valores biológicos.

1. Los valores biológicos o sensitivos no son específicamente humanos, pues los compartimos con otros seres vivos. Entre ellos están la salud, el placer, la belleza física y las cualidades atléticas. Desafortunadamente, muchos ponen demasiado énfasis en este nivel. No es raro escuchar frases como ésta: Mientras tenga salud, todo lo demás no importa. Según esto, uno lo pasaría mejor siendo un saludable jefe de la mafia que un enfermizo hombre de bien. No eres más persona porque seas sano o bien parecido. Eso no aumenta tu valor.

2. Los valores humanos inframorales son específicamente humanos. Tienen que ver con el desarrollo de nuestra naturaleza, de nuestros talentos y cualidades. Pero todavía no son tan importantes como los valores morales. Entre éstos están los intereses intelectuales, musicales, artísticos, sociales y estéticos. Estos valores nos ennoblecen y desarrollan nuestro potencial humano.

3. Los valores morales o éticos son superiores a los ya mencionados. Esto se debe a que tienen que ver con el uso de nuestra libertad, ese don inapreciable y sublime que nos permite ser constructores de nuestro propio destino. Estos son los valores humanos por excelencia, pues determinan nuestro valor como personas. Incluyen, entre otros, la honestidad, la bondad, la justicia, la autenticidad, la solidaridad, la sinceridad y la misericordia. Cada valor apoya y sostiene a los demás; juntos forman esa sólida estructura que constituye la personalidad de un hombre maduro.

4. Hay todavía un cuarto nivel de valores, el más elevado, que corona y completa los valores del tercer nivel, y que nos permite incluso ir más allá de nuestra naturaleza. Son los valores religiosos. Éstos tienen que ver con nuestra relación personal con Dios.

El mundo de hoy pasa por alto un hecho muy sencillo: la persona humana es religiosa. Aunque seguramente será difícil encontrar esta afirmación en un texto de sociología, no ha habido en la historia una sola sociedad que no haya sido religiosa. Preguntar por la existencia de Dios es algo que está íntimamente unido al por qué de la existencia humana. Buscamos de forma natural la trascendencia, porque es lo que da sentido y significado a nuestra vida sobre la tierra. Si el hombre cultiva los valores religiosos con tanta tenacidad, es porque ellos corresponden a la verdad más profunda de su ser.

Ciertas cosas son buenas para nosotros porque nos ayudan a alcanzar nuestro fin u objetivo. Si acertamos a descubrir a dónde vamos como hombres, cuál es nuestro objetivo, podremos entonces saber qué es bueno para nosotros en ese sentido.

sábado, 6 de diciembre de 2014

LA OUIJA TIENE PELIGRO REAL - CUIDADO

La Ouija ¡tiene peligro real!
La película norteamericana de terror Ouija, dirigida por Stiles White, llega a los cines 


Por: Pablo J. Ginés/ReL | Fuente: Religión Libertad



La película norteamericana de terror Ouija, dirigida por Stiles White, llega a los cines . Es la historia ficticia de unos adolescentes que se ponen a jugar con este famoso tablero adivinatorio, presentado como un juego, y despiertan un malvado ente oscuro, unos demonios, que intentarán acabar con ellos.
La película costó 5 millones de dólares y ya ha recaudado 68 millones. Se estrenó en EEUU el 24 de octubre y aunque los críticos de cine fueron muy duros con ella, a los jóvenes y adolescentes les encantó: justo a tiempo para pasar un rato de miedo en Halloween.
Negocio: vender tableros ouija con la película
Uno podría pensar que la película -como tantas otras historias de terror- debería tener un valor educativo, que enseñaría que jugar con lo oculto es peligroso, que el mal existe y no se debe tontear con él.
Pero lo cierto es que la película fue financiada en parte por la empresa norteamericana de juguetes Hasbro, que es además la productora y comercializadora de tableros ouija oficiales, como los de la película, que según informaba The Daily Mail el 1 de diciembre, en Inglaterra se están vendiendo como rosquillas, y prometen ser el regalo de Navidad de moda para este año.
Así, la película, en vez de enseñar al joven a ser prudente, seduce con la idea de jugar con el fuego y sobrevivir a él.
Ese ha sido siempre el encanto de la ouija con los adolescentes. La psicología adolescente quiere probar sus límites, salir de lo permitido, demostrar a la sociedad que él es distinto, demostrar al grupo de otros adolescentes que es valiente, arriesgado...¡adulto! Eso se demuestra con "ritos de paso", con hacer cosas prohibidas, peligrosas...y eso incluye la ouija.
Un invento del siglo XIX
La ouija (une las palabras "oui" y "ja", que significan "sí" en francés y alemán) nació en el siglo XIX en Estados Unidos en plena moda del espiritismo, pretendiendo comunicar no con demonios sino con los espíritus de personas fallecidas, a ser posible, seres queridos.
Incluye un puntero que, supuestamente, se desplaza solo (aunque apoyado por el dedo de los practicantes) por un tablero con los números del 0 al 9, las letras del abecedario, y las palabras sí, no, y adios. Además del siglo XIX, vivió otra época de gran difusión en los muy alternativos años 60.
Los escépticos y sus matices
The Daily Mail recoge las opiniones de dos personalidades escépticas con lo paranormal. El investigador anti-paranormal James Randi realizó sesiones de ouija tapando los ojos a los participantes: el puntero era entonces incapaz de formar palabras coherentes, iba a ciegas por el tablero. Demostraría que son sólo los participantes los que forman las palabras mientras pueden ver las letras.
El profesor de psicología de la Pace University de Nueva York Terence Hines, considera que los usuarios son los que mueven el puntero con el dedo y forman las palabras, pero que pueden hacerlo de manera inconsciente, con un control subconsciente, como camina un sonámbulo. Por eso piensan (equivocadamente) que hay "otra presencia" que señala las letras y números.
La experiencia de los exorcistas
Pero independientemente de todas estas consideraciones sociológicas y psicológicas, la experiencia de los exorcistas católicos y también del clero protestante, es que cuando una persona invoca "presencias" (aunque crea que son espíritus de seres queridos ya muertos, o fallecidos en general) hay riesgo real de que acuda alguien: demonios.
The Daily Mail recoge la opinión desdeñosa de la propietaria de la librería esotérica londinense Treadwell, Christina Oakley Harrington, que dice que la ouija no empezó a asociarse popularmente a lo demoníaco -como hace la nueva película- hasta 1973 y que la culpa la tuvo ese año el filme El Exorcista, basada en la novela del escritor católico William Peter Blatty.
Al principio de El Exorcista, la película de 1973, Regan enseña a su mamá cómo juega a la ouija y contacta con un tal "Capitán Howdy"
En el libro y la película -y en el caso real en el que se inspiraban- la víctima adolescente contactaba con lo oculto mediante la ouija... y después queda claro que quien actuaba allí era el demonio.
"Una vez dices que algo sirve para cortejar a espíritus malignos, terminas con la Iglesia involucrada", lamenta la librera esotérica (que sin duda gana un buen dinero vendiendo tableros ouija).
El diario británico recupera declaraciones del padre Anthony Hayne, cura católico y exorcista inglés retirado, que dice que varios de los adolescentes que atendió en el pasado "habían usado tableros ouija y habían dejado entrar a la oscuridad en sus vidas".
También Tom Willis, clérigo anglicano que se responsabilizó de temas de liberación en la archidiócesis anglicana de York durante décadas, recuerda que en los años 60 fue especialmente numerosa la evidencia de personas que acababan en hospitales psiquiátricos mentalmente afectados por lo vivido con la ouija.
Willis señala que la "fuerza" que habla a través de la ouija "puede simular ser tu abuelita contactando contigo, pero podría ser algo maligno que de repente te dé un mal consejo".
Testimonios estremecedores

En ReligionEnLibertad hemos recogido numerosos testimonios de personas que se adentraron en el mundo esotérico y demoníaco a través de la ouija, aunque muchas veces tardaron años en darse cuenta de sus efectos.
Jesús García, autor del libro de testimonios Estamos de vuelta, entrevistó a Guillermo Ortea, un padre de familia que se adentró en lo demoníaco a través de la ouija, a la que jugó muchas veces entre los 13 y los 18 años. Aunque luego no jugó más, entendió que había vivido bajo influencia de lo maligno durante toda su vida y que afectaba también a su hija. Esta historia inquietante (y luego liberadora) se explica con detalles aquí: http://goo.gl/olu4xP
Con motivo de su investigación para su libro Así se vence al demonio, el escritor José María Zavala contó el caso que le relató en primera persona un hombre afectado por lo demoníaco después de haberse implicado en el juego de la ouija. Se puede leer con detalle aquí: http://goo.gl/N8slVo
El exorcista de la diócesis de Cartagena-Murcia empezó a realizar ese ministerio porque visitaba las prisiones y se daba cuenta que muchos presos practicaban ouija y se sentían esclavizados por el mal, incapaces de cambiar y dejar la mala vida. "Me encontré allí con chicos que habían jugado con espiritismo, ouijas o habían realizado pactos satánicos. Me decían que no podían cambiar, que todo les iba mal porque pertenecían al demonio, que estaban enganchados..." Dejar lo esotérico forma parte del proceso para recuperar la libertad personal, para ser un hombre libre. Lo explica aquí: http://goo.gl/8al9ZX
La cadena 13TV publicó en febrero de 2013 en el programa "Al descubierto" la historia de María, una mujer víctima de actividad demoníaca que atiende Fernando Armenteros, el exorcista de la diócesis de Alcalá de Henares. "El día que yo hice la ouija pasó algo que yo noté que salía de lo normal. La mano que tenía puesta empezó a temblar de la misma forma que las convulsiones que me han quedado desde entonces y noté que había entrado algo. En mi vida empezó a torcerse todo, comencé a estar enferma de forma reiterativa.Busque un sacerdote y dijo que tenía algo y que iba a rezar. Ese día fue el más feliz de mi vida". Se puede leer esta historia aquí:http://goo.gl/gmQuaQ
J. Ramón, español nacido en 1973, hizo llegar su testimonio a ReligionEnLibertad, añadiendo que había participado en más de 100 sesiones de ouija y muchas otras actividades esotéricas y de nueva era: http://goo.gl/uOlmcy
Abigail, una chica chilena, explica cómo en su adolescencia llena de tristeza, se volcó en la cultura "gótica" (siniestra) y la ouija, y cómo salió de allí: http://goo.gl/q4g1zd
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma:
"Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone "desvelan" el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y suertes, los fenómenos de visión, el recurso a "mediums" encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios". (2115-2116).

viernes, 28 de febrero de 2014

LA ADOPCIÓN POR PAREJAS HOMOSEXUALES

Autor: Tony Anatrella | Fuente: Revista Humanitas
La adopción por parejas homosexuales
Los derechos del niño a nacer y vivir en una familia constituida por un hombre y una mujer están sumamente amenazados
 
La adopción por parejas homosexuales
La adopción por parejas homosexuales
El niño no procede de un solo sexo autosuficiente. Necesita que su madre sea una mujer y su padre un hombre. Cada uno de ellos se sitúa así en su identidad y permite al niño diferenciarse subjetiva y socialmente. La homosexualidad complica este proceso y no lo permite.

Los derechos del niño a nacer y vivir en una familia constituida por un hombre y una mujer están sumamente amenazados. Así, la adopción y la posibilidad de utilizar medios de asistencia médica en la procreación (AMP) por personas del mismo sexo, al igual que en el matrimonio, han llegado a ser reivindicaciones políticas. Éstas plantean serias interrogantes que a menudo se han eludido en nombre de la igualdad de derechos de todos los ciudadanos ante la ley. La reflexión es sustituida por un sentimiento de compasión que se resume mediante la siguiente afirmación: "Por cuanto personas del mismo sexo se aman, casémoslas y facilitémosles el acceso a la filiación". Es una formulación rápida y sin pensar, ¿porque se puede tener certeza de que se trata de amor cuando al parecer no se cumplen las condiciones? ¿Se debe legitimar de este modo el deseo de un hijo en su dimensión más imaginaria, desarticulada de la carne? El cuestionamiento va aún más lejos, puesto que, en nombre de una visión discutible de la no discriminación, se da a entender un sentido absoluto de los derechos, un sentido puramente sentimental del matrimonio, de objeto incierto, y una concepción instrumental de los hijos. Los derechos van acompañados de obligaciones y especialmente en relación con los hijos.

Un problema antropológico

Aquí no está en juego lo religioso, como algunos pretenden, sino lo antropológico, en la medida en que la sociedad, pero también el matrimonio y la filiación, sólo pueden apoyarse en un hecho objetivo: la diferencia sexual. La teoría del género que inspira las leyes europeas internacionales afirma que la sociedad ya no debe depender de la diferencia sexual inscrita en el cuerpo, sino de la diferencia de sexualidades, es decir, de orientaciones sexuales. Ahora bien, éstas proceden de pulsiones parciales y son independientes de la identidad del hombre y la mujer, ya que sólo hay dos identidades: de hombre y de mujer. Una pulsión o —en el mismo orden de ideas— una preferencia sexual no constituye una identidad. Creer esto constituye una visión ideológica en contradicción con la condición humana. El hijo proviene de la unión del hombre y la mujer, y de este hecho objetivo se desprende la relación educativa.

El interés del niño es estar en las mismas condiciones de parentesco que entre un padre y una madre. Ciertas encuestas sociológicas han querido mostrar que los niños, al vivir en un ambiente homosexual, no presentaban trastorno afectivo, social ni intelectual alguno; pero sus parámetros están lejos de ser pertinentes y sus conclusiones sirven más bien para justificar presuposiciones que para probar ese estado de hecho. De estos trabajos se desprende una forma de idealismo cuando se pretende que los niños no van a enfrentarse con problema alguno al vivir con personas homosexuales. En otras palabras, quisieran hacernos creer que la relación entre esas personas y los niños será neutra y sin consecuencias notables. En realidad, en relación con otras situaciones, observamos que los niños ya experimentan los efectos de inseguridad de una pareja sin armonía, los efectos de ruptura de la unidad psíquica con el divorcio y los efectos de una crisis de origen en la adopción. ¿Cómo será la situación en un ambiente homosexual con efectos disonantes entre la naturaleza de su origen y de la relación educativa, y cómo denominar a esos dos adultos que se presentan como sus "padres" encontrándose en realidad en un autoparentesco?

Es un "parentesco" autoproclamado por el sujeto a raíz de su deseo de obtener un hijo forzando lo real. La ley civil siempre podrá inventar una ficción jurídica de "parentesco", lo cual en nada cambiará la verdad de la realidad de la generación. La modificación del vocabulario es igualmente extraña cuando el término "parentesco", propio de los padres, los abuelos y los colaterales, es reemplazado por el término "parentalidad" para designar a todos los adultos que pueden sucederse en la vida del niño desempeñando un rol parental. La transformación del lenguaje es indicadora del deseo de modificar el sentido de la familia, que ya no dependería de la relación y de una pareja estable constituida por un hombre y una mujer. No todas las situaciones particulares deben institucionalizarse y menos aún las que son contrarias a la procreación. Querer ser padres como los demás es una ilusión igualitaria, puesto que por encontrarse esas personas fuera del estado conyugal, no pueden serlo en justicia. Está en juego el interés del niño. ¿Cómo no podrá este último plantearse la interrogante sobre la legitimidad de esos adultos del mismo sexo que están con él? ¿Qué estatuto tendrá para el niño la sexualidad unisexual de dos adultos? ¿Cómo podrá él representarse su propia concepción de manera coherente con la concepción universal de la generación? Es engañoso permitir a los niños escuchar que habría diversas formas de concebirlos fuera de una relación constituida por un hombre y una mujer. El deseo de un hijo, muy loable en la vida de un adulto, se presenta a veces en forma muy compleja en una pareja o en la psicología de una mujer y también de un hombre, y aun en mayor medida cuando no pueden concebir hijos en condiciones normales. En las personas homosexuales, este deseo suele ser patético e inquietante, pero, en justicia para el niño, no es pertinente. Una visión igualitaria impide, especialmente en Europa, que los niños sean adoptados y educados únicamente por una pareja constituida por un hombre y una mujer. En nombre de la no discriminación basada en la orientación sexual, se pretende, sin otros elementos de reflexión, que independientemente de su situación, un hombre o una mujer estarían en condiciones de adoptar un niño. Es una visión ideológica que no favorece al niño. Olvidamos que las condiciones en las cuales el niño es adoptado determinan su vida y el destino de su personalidad que se manifiesta muchos años después de la infancia. Esto atañe también a la representación que adopta una sociedad de la filiación.

Como psicoanalista, atiendo a personas homosexuales que se encuentran en distintas situaciones, y con ellas estoy dispuesto a hacer un trabajo sobre su vida psíquica con el fin de mejorar su existencia; pero como ciudadano no puedo concebir que la sociedad, por mediación del legislador, transmita el sentido de la generación situándolo fuera de la diferencia sexual. Pueden existir diversas formas de sexualidad con todos sus problemas psicológicos, antropológicos y morales; pero sólo hay dos sexos y este dato del hombre y la mujer tiene ya un sentido en sí mismo y para la generación que no correspondería modificar a merced de las fantasías y las frustraciones de unos y otros. El derecho del niño debe ser siempre prioritario en nuestra reflexión.

Las necesidades, el interés del niño y la coherencia del sentido de filiación requieren más bien racionalidad que meras reivindicaciones subjetivas. Sería por lo demás profundamente discriminatorio, injusto e ilegítimo en relación con los derechos del niño privar a éste de la alteridad sexual en su familia, constituida por un hombre y una mujer. Todas las compensaciones sociales imaginables jamás podrán sustituir la experiencia más allá de lo subjetivo que el niño podrá tener a partir de la relación de su madre con su padre. El interés superior del niño se sitúa en esta perspectiva y no en el envolvimiento afectivo de dos personas del mismo sexo. La interrogante que se plantea no es saber si esas personas serán generosas, leales y honestas con el niño, sino saber en qué estructura relacional se encontrará. La sociedad actual tiene más tendencia a privilegiar las aspiraciones afectivas de los adultos sin discernimiento alguno que a definir la filiación a partir de las necesidades y derechos del niño, que limitan con todo el narcisismo invasor de los adultos.

La preeminencia de la no diferenciación sexual en el discurso social

En la perspectiva de la filosofía de la deconstrucción, actualmente se está pasando por una etapa conceptual encaminada a no tener que seguir hablando de orientaciones sexuales, afirmándose que la personalidad del sujeto se construye en la no diferenciación sexual, dejándose así abiertas todas las opciones posibles, mientras el deseo, calificado como orientación sexual, no proviene de una opción sino de un determinismo psíquico, que en muchos casos puede modificarse hacia la madurez de la heterosexualidad. Por consiguiente, el debate ya no está orientado hacia la diferencia sexual o las orientaciones sexuales (los deseos), sino hacia el estado original de la sexualidad, que debería concebirse de acuerdo con las categorías de la no diferenciación.

Estamos en una sociedad que cultiva lo infantil hasta el punto de hacer creer que la finalidad de la sexualidad sería mantenerla en sus comienzos: aquella de la economía de lo infantil basada en las pulsiones parciales, lo imaginario, la captación violenta del otro y las intrigas edípicas. En esta lógica de la no diferenciación primitiva, cada uno es remitido a la supuesta opción de su orientación sexual, que constituirá su identidad. La homosexualidad sería una alternativa de la heterosexualidad, dependiendo la primera de una identificación parcial basada en un conflicto psíquico y articulándose la otra precisamente de acuerdo con la identidad masculina o femenina. El resto de las reivindicaciones se desprende casi automáticamente en cuanto el matrimonio y el niño deben ser materia de las necesidades subjetivas de cada uno y ya no del sentido del bien común y del interés del niño. La pretensión de igualdad de derechos en este ámbito desarrolla el sentimiento de la supremacía de la satisfacción con un solo sexo autosuficiente y hegemónico. El sujeto se encuentra así en la negativa de la carencia, imaginando que todo es susceptible de consideración hasta tomar posesión por todos los medios de un niño en detrimento de aquello que le da fundamento y lo estructura objetivamente. Una filiación estable jurídicamente en el marco de la monosexualidad es un acto intrínsecamente perverso en el sentido que está al margen de una relación auténtica compartida entre un hombre y una mujer. Únicamente la unión de ambos es el porvenir de la humanidad.

El problema aquí planteado en cuanto al carácter pertinente del matrimonio y la adopción por personas homosexuales no está vinculado con la persona homosexual, que no debe ser puesta en tela de juicio —aun cuando es preciso preguntarnos lo que es y lo que representa psicológica y antropológicamente la homosexualidad—, sino con el hecho de querer redefinir la pareja, la relación conyugal y la familia a partir de la homosexualidad e imponer esto en la ley, lo cual es estructural y éticamente antinómico y por tanto inauténtico. El legislador hace perder toda credibilidad a la ley cuando inscribe en el código civil dos principios contradictorios, uno de los cuales se basa en la diferencia objetiva de la alteridad sexual y el otro depende de un deseo que no representa fundamento alguno posible en el vínculo social.

Es preciso asimismo destacar que la homosexualidad, independientemente de su origen, no es un derecho proclamado sin razón por la Carta europea en nombre de la no discriminación, sino una peculiaridad que no puede ser el origen de la pareja, el matrimonio o el parentesco. El lenguaje y la ley civil pueden hacer trampas con las realidades de la vida, pero eso en nada modifica las condiciones humanas permanentes, que en uno u otro momento de la historia se recuerdan a la conciencia universal.

La confusión de principios en este aspecto sólo puede oscurecer y fragilizar el marco propio de la sociedad, desestabilizando la pareja, el matrimonio y la familia, que no están a libre disposición del legislador y el poder político para que éstos cambien su naturaleza. Éstos tienen la responsabilidad de crear leyes en coherencia con la naturaleza altero sexual del matrimonio y la familia. Su transgresión favorece una confusión en la diferencia de generaciones e insinúa la endogamia de la misma con lo semejante, suscitando la inseguridad y acentuando la violencia en las relaciones humanas. Basta observar en qué condición moral se encuentran los países desarrollados cuando las políticas pasan por alto la condición humana permanente.

El divorcio, al provocar el estallido de las familias debido a la fragilidad de la pareja, es una fuente profunda de incertidumbre y pérdida de las señales estructurantes. Son numerosos los niños provenientes de la muerte del ser familiar que al llegar a adultos establecen su árbol genealógico con el fin de situarse en la sucesión de los vínculos carnales y reconocerse en la encarnación de su filiación. ¿Qué ocurrirá con los niños provenientes de técnicas de asistencia para la procreación y los niños adoptados en un contexto homosexual, que serán hijos e hijas de nadie, es decir, de la desencarnación y la negación de la diferencia sexual? ¿Cómo podrán encontrar la respuesta para sus preguntas al estar insertos en el carácter unisexual de los adultos, que no pueden simbolizar ni la alteridad sexual ni el parentesco? Aparecen como hermanos o hermanas mayores sin sexo conyugal y sin ser capaces de inscribirlos en la diferencia de los sexos y las generaciones. Juegan al papá y la mamá como niños alienados en su complejo incestuoso. Sólo en los cuentos de hadas y en la psicosis nacen los niños fuera de una expresión sexual, asumiéndose de este modo todas las fantasías primarias de la procreación en la psicología infantil.

El feminismo y las reivindicaciones homosexuales son la traducción de la ideología de la desexualización del proceso generativo y de la negación de la diferencia sexual: un rechazo del dato corporal a partir del cual sobreviene la vida. El desprecio por el sexo carnal y por el encuentro íntimo entre el hombre y la mujer dice mucho sobre el temor y el rechazo que inspira el hecho de cerrarse en lo unisexual. Una filiación inscrita fuera de los cuerpos sexuados de la alteridad masculina y femenina es delirante. La visión ideológica del género reemplaza el sexo por una sexualidad construida sólo socialmente. Además, en nombre de la paridad y la igualdad, se considera que todo es realizable, independientemente de la condición en la cual cada uno se encuentre. Esta visión totalitaria de la igualdad es tanto más perjudicial en la medida en que ya no se articula a partir del carácter complementario de los sexos que regula y relativiza un solo sexo, con el riesgo de tomarse como propia referencia, sino a partir del sentimiento de omnipotencia de un sexo, que tendría todas las aptitudes. Dos personas del mismo sexo carecen del poder de procreación entre ellas, del carácter simbólico desarrollado como extensión de la generación y de una verdadera relación educativa con aportes psicológicos estructurantes por ser complementarios. Es extraño querer negar la diferencia sexual en la pareja, el matrimonio, la filiación y el parentesco y pretender imponerla donde no es necesaria, en diversos sectores de la empresa y la vida social y política. Es igualmente sintomático constatar que mientras más se niega la diferencia sexual, en mayor medida el discurso social hace un elogio de la diversidad, especialmente diversidades familiares que ya no estarían basadas en la familia natural (pareja hombre/mujer, lazos de sangre), sino que también corresponderían a los deseos de unos y otros y las situaciones en las cuales están implicados.

Las series de televisión exaltan todos estos casos particulares sumamente minoritarios, pero sobre los cuales se quisiera hacer referencias entre otros, si bien no es así como vive la gente o espera realizarse. Hay una diferencia profunda entre la familia natural y situaciones peculiares, es decir, accidentales. El matrimonio y la familia se definen universalmente a partir de la alianza entre el hombre y la mujer y no de acuerdo con casos particulares, que en su mayoría no siempre son estructurantes para el sujeto ni para el vínculo social. La sociedad debe apoyar a menudo estos casos particulares y tiene razón al hacerlo, pero esto tiene un costo financiero, social y simbólico importante. Los estudios muestran que el matrimonio es una fuente de seguridad y expansión cuando los sujetos saben elaborar las distintas etapas afectivas. Es también una fuente de enriquecimiento económico para los cónyuges y la sociedad, mientras el divorcio empobrece a la familia. Corresponde entonces a la ley proteger al niño de tal manera que disponga de un padre y una madre.

El sentido de la pareja y la familia inaplicable a la homosexualidad

No podemos limitarnos al sentido del lenguaje cuando se aplican a una asociación monosexuada, es decir, homosexual, las mismas características que a una unión constituida entre un hombre y una mujer. Hay una diferencia cualitativa y de naturaleza en la cual están en juego al mismo tiempo componentes psicológicos no comparables y un sentido ético con una medida que no les es común. Así, la noción de pareja y la de familia nada tienen que ver con estas dos realidades. Dos personas del mismo sexo (que califico como dúo1) se encuentran en una monosexualidad en la cual están ausentes la alteridad sexual y la pareja generadora. No constituyen ni una pareja, ya que no hay alteridad ni complementariedad, ni una familia, puesto que el niño no proviene de dos personas del mismo sexo. No se concibe a otro con un igual. En otras palabras, la expresión del amor implica la diferencia sexual para ser fértil y fecunda en muchos aspectos, y el niño necesita proceder de un hombre y una mujer para inscribirse en la sucesión de las generaciones y la historia, y estar en su coherencia psicológica. Necesita encontrar materiales psíquicos en ambos. Dos hombres o dos mujeres junto a un niño lo privan de los datos estructurales de lo real, lo cual tendrá un costo psíquico y social.

El discurso del ambiente, como lo destaqué en mi libro ´La diferencia prohibida´, al apoyarse en la teoría del género, que minimiza el sentido de la diferencia social en el vínculo social, produce discursos irrealistas y delirantes, separando la procreación de la diferencia sexual. Semejante segmentación de la sexualidad es y será fuente de violencias cuyos efectos se constatan entre los más jóvenes. La violencia que se desarrolla en los jóvenes es, entre otras cosas, expresión de una carencia del marco propio de la sociedad, que es desestabilizado por leyes patógenas. En otras palabras, al crear leyes contrarias al bien común, al sentido ético de la pareja y la familia y a las necesidades psíquicas, el legislador produce enfermedad en el vínculo social y la sociedad. Crea un sentimiento que niega realidades humanas estructurantes y es fuente de inseguridad y desocialización. Por este motivo, "la homoparentalidad", por mucho que esta noción tenga un sentido, es una mentira social, ya que el niño no se concibe ni se educa a partir de un solo sexo. Esto es privarlo de una dimensión esencial de lo real que no podrá compensar la presencia en su medio social de personas del otro sexo. El niño sólo se desarrolla positivamente en la doble identificación con su padre y su madre, quienes —es preciso recordar— son un hombre y una mujer. Son los únicos que pueden proporcionarle los materiales psíquicos y simbólicos que necesita para desarrollarse.

En ningún caso, la no diferenciación sexual y la homosexualidad pueden inspirar leyes en materia conyugal y familiar sin que a largo plazo veamos desarrollarse confusiones de identidad y personalidades de carácter psicótico, es decir, que carecen de sentido de la realidad y se mantienen en posturas imaginarias. Una sociedad sin sentido de la diferencia sexual pierde el sentido de la alteridad, la verdad y la realidad de las cosas. Se manifiesta en particularidades singulares que no representan interés alguno para los fines de la sociedad y en nada participan en el desarrollo de la personalidad. En la negación de la diferencia sexual y en la complacencia de la inmadurez afectiva de la no diferenciación sexual, las personas ya no pueden hacer las distinciones elementales y la sociedad se disuelve relacionalmente. La visión monosexual de sí mismo y su existencia inscrita en la ley es un verdadero disolvente social, ya que no da testimonio de la alteridad sexual, que por sí misma fundamenta el matrimonio y la generación. La vida comienza con el encuentro de un hombre y una mujer. Su relación es el símbolo de la apertura al otro, a la generación y a la vida, apertura que la sociedad necesita para asegurar la convivencia y el respeto por el bien común.

El niño no es un derecho

La igualdad de derechos ante la ley no significa que todas las situaciones son equivalentes y las personas pueden beneficiarse de los mismos derechos. Creemos de manera ilusoria que mientras más deseado es un niño, en mayor medida eso es testimonio de posibilidades de desarrollo para él. Debemos ciertamente prestar atención a la calidad del deseo, pero también y sobre todo saber si el niño es reconocido por sí mismo. A menudo, las interrogantes están ocultas detrás de una visión sentimental, asegurándonos que será más "amado" por personas homosexuales que lo "desean" que en una pareja que se desgarra en su relación. No reside en eso el problema, sino más bien en saber en qué estructura de relaciones será incorporado el niño. El niño no puede ser concebido y adoptado en cualesquiera condiciones. En vez de instalarse en la omnipotencia de los deseos, sería más humano, más auténtico y más realista aceptar renunciar a ellos cuando no se cumple con las exigencias en vez de tratar de forzar, incluso violar lo real.

La filiación no se define a partir de la infertilidad, la adopción y un solo sexo. Es más bien la adopción lo que debe definirse a partir de una pareja generadora constituida por un hombre y una mujer, que hace legible el origen requerido por el niño para orientarse carnalmente.

Hasta ahora se tenía razón al exigir un criterio de sexualidad de los solteros para adoptar a un niño con el fin de que sea educado por personalidades y en un medio donde la alteridad sexual es íntimamente integrada y aceptada. Sería preciso volver a eso.

El niño se diferencia gracias a su padre y su madre

Cuando examinamos las motivaciones de las personas homosexuales que desean un niño, pareciera que éste no se concibe como tal, sino que es instrumentalizado para apoyar a los adultos. En un contexto unisexual, el niño es más bien el referente social que sirve para validar el reconocimiento de la homosexualidad. Se trata de un fenómeno de mimetismo en que se aspira a ser como todo el mundo. Para un niño, es bien difícil diferenciarse siendo presa de un juego de identificación en un espejo sin apertura a la alteridad sexual, ya que ésta no existe íntimamente para dos personas del mismo sexo. Corre riesgo de desarrollar confusiones sobre su origen y su identidad, y sobre el sentido de su filiación, desvirtuada con dos personas semejantes.

El niño integra de mejor manera el fenómeno edípico en una pareja generadora mientras uno de los componentes de la homosexualidad está vinculado, entre otros, con la negación de este complejo. La personalidad se mantiene así en la economía de la sexualidad infantil. El niño puede reconocerse de mejor manera en su identidad y en su lugar diciéndose: "Soy una niña, soy un niño, y más tarde seré un hombre como mi papá y una mujer como mi mamá". Este discurso es difícilmente sostenible con dos adultos del mismo sexo.

La unisexualidad de los adultos está dentro de un sistema de relación sin alteridad, que mutila en el niño numerosas dimensiones de lo real. La aceptación, por ejemplo, de la diferencia sexual es uno de los primeros límites que el niño descubre a través de sus padres. Está inscrita en el cuerpo. Si soy una niña, no puedo ser un niño y viceversa. Someter a revisión el parentesco basado en la diferencia sexual equivale a hacer creer al niño que sus deseos son ilimitados. El reconocimiento por parte del niño de la diferencia sexual le permite formar su inteligencia y tener acceso a la capacidad de hacer las distinciones estructurales y conceptuales.

Será capaz de distinguir lo real de lo imaginario, la verdad de las cosas, su coherencia y su lógica sin tener que hacer trampas con las ideas, desvirtuar el juicio y manipular a los demás y las informaciones. Esto tiene relación con la verdad de su filiación, por cuanto un sujeto se organiza psicológicamente, entre otras cosas, a partir del sentido de su filiación y de lo intergeneracional. En una relación monosexual, el niño no dispone de un verdadero parentesco en sentido amplio: a menudo será imaginario y sin arraigo localizable. "La homoparentalidad" es una visión idealista del parentesco, que desencarna al niño.

Una sociedad que transgrede los interdictos principales y utiliza el precepto paradojal

Una inquietante constatación se impone al observar que el poder político restringe cada vez más su acción, cuando no quiere legislar en el sentido del interés general que está en juego, sino en el de las costumbres, y esto en contradicción con la libertad de los ciudadanos, con las estructuras fundadoras de la pareja, el matrimonio y la familia y con los derechos y los intereses de los niños. De este modo el legislador desestabiliza el marco propio de la sociedad instituyendo en las leyes transgresiones mayores.

La sociedad se apoya en interdictos estructurantes, como la prohibición del incesto o el homicidio, y el respeto por la diferencia de los sexos y las generaciones. Ante estos interdictos que favorecen la vida, el legislador expresa preceptos paradojales, ya que al mismo tiempo recuerda el interdicto del homicidio y crea derogaciones específicas para suprimir niños en gestación mediante el aborto, para hacer experimentos con embriones y restablecer el eugenismo con el DPI (diagnóstico preimplantatorio), con miras a suprimir los embriones con riesgo de deformación hasta la trisomía 21. Procederá de la misma manera con la diferencia sexual, afirmando que el matrimonio confirma la institución conyugal entre un hombre y una mujer, y creando simultáneamente un contrato de sociedad (forma de unión civil) en el cual se atribuyen los mismos derechos que en el matrimonio, excepto la filiación en algunos países. En numerosos Estados, se aprueban leyes de excepción que procuran esquivar el edificio legislativo en relación con la familia para así permitir a personas homosexuales adoptar niños.

La homosexualidad no es un principio para educar a los niños

Los medios de difusión y los militantes de las asociaciones homosexuales se otorgan incluso la facultad de trivializar la homosexualidad en numerosas series de televisión y en debates que evaden la problemática psíquica que está en juego, y de incluso propagarla en las escuelas. Una cosa es hacer un llamado a respetar a las personas y otra es permitir el matrimonio y la filiación a personas del mismo sexo e incluso imponer la homosexualidad entre los niños y los adolescentes en el ámbito escolar. Los jóvenes se encuentran a menudo en períodos de maduración afectiva y en el proceso de su identificación homosexuada (que no es todavía la homosexualidad) para adquirir confianza en su identidad. En vez de ayudarlos a encaminarse hacia la heterosexualidad, se les presenta la homosexualidad como una alternativa, cosa que no es así, lo cual les provoca una regresión, erotizando sus identificaciones iniciales. La mayoría de los jóvenes sale de esas sesiones ocultando sus sentimientos de rebeldía al ser manipulados de ese modo, ya que saben muy bien que los quieren llevar a un terreno que no representa una verdadera realización afectiva. A los medios de difusión y a los militantes de esta causa se les percibe como personas que desean justificar a cualquier precio una situación cuya base es problemática. Para los niños y los adolescentes, una pareja y una familia son un hombre y una mujer. El resto es un engaño social y un asunto de conveniencia ajeno al matrimonio y el parentesco. Bajo pretexto de lucha contra "la homofobia", la escuela se convierte así en objeto de influjos ideológicos, lo cual es una excusa para imponer una peculiaridad y despojar a los padres de su educación.

La homosexualidad no puede convertirse en principio educativo, ya que está al margen de la norma de lo que constituye una pareja y una familia. Los niños y los adolescentes ya tienen dificultades para representarse lo que puede ser la vida sexual entre un hombre y una mujer, y la situación se complica aún más cuando se trata de dos personas del mismo sexo. Por lo demás, los niños perciben claramente que hay una incoherencia entre el hecho de ser padres y la manera de ejercer su sexualidad. En otras palabras, la adopción de los niños exige un criterio de sexualidad para que su vida sea confiada a adultos que están en la misma situación que para concebir un hijo entre un hombre y una mujer. Por este motivo, la escuela debe sobre todo considerar la preeminencia del sentido de la pareja y la familia constituidas por un hombre y una mujer.

Conclusión:

Es de interés para la sociedad referirse a la diferencia sexual en vez de instalarse en la no diferenciación sexual.

La negación de la diferencia sexual y la afirmación de la no diferenciación sexual desarrollan un sentimiento de omnipotencia que genera desventajas e impide al niño tener acceso a una visión adecuada de la realidad y sus límites. ¿Acaso la única interrogante consiste en saber en qué estructura relacional debe inscribirse el niño?

La respuesta está en los datos de lo real. El niño no procede de un solo sexo autosuficiente. Necesita que su madre sea una mujer y su padre un hombre. Cada uno de ellos se sitúa así en su identidad y permite al niño diferenciarse subjetiva y socialmente. La homosexualidad complica este proceso y no lo permite. Es una peculiaridad personal basada en una sexualidad ajena a la concepción, a la transmisión de la vida y a la educación de los niños. No habría alteridad sexual en la vida intrapsíquica de los adultos con los cuales el niño compartiría su existencia. Socialmente, no constituye una diferencia, como se pretende, y es la negación de todas las diferencias conyugales y parentales.

Por consiguiente, no se puede definir racionalmente el parentesco y la filiación simple o plenaria, y menos aún la educación de los niños a partir de la homosexualidad, independientemente de su origen, bajo pretexto de un hipotético bienestar afectivo.

Los derechos y el interés del niño tienen prioridad ante las exigencias subjetivas de los adultos. El interés del niño es estar incorporado en una relación que se inscribe en la continuidad de su concepción entre un hombre y una mujer. El derecho y el interés del niño son los criterios de discernimiento que limitan el derecho al niño de los adultos.

jueves, 3 de febrero de 2011

CUIDADO CON EL CULTO A LA SANTA MUERTE

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CUIDADO CON EL CULTO A LA SANTA MUERTE


No es una devoción católica

El culto a la Santa Muerte se ha extendido de tal forma en México que quienes lo profesan han decidido no ocultar más su fervor y han puesto altares en la calle para que cualquiera que requiera su ayuda pueda invocarla.

Sus promotores la presentan como una «entidad espiritual» que ha existido siempre, desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, por lo que maneja una energía denominada «energía de la muerte», capaz de materializarse en una figura, que concentra tanto la fuerza creadora como la destructora del universo. Según ellos, el creyente en la Santa Muerte puede aprender a manejar esta fuerza, que emana de sus imágenes consagradas, puesto que la Santísima (otro de sus nombres) es una de las protecciones más fuertes que existen.

Para sus devotos, la Señora, como la llaman afectuosamente, es capaz de aparecerse y manifestarse corporalmente o imprimir sus imágenes en diversos lugares. En libros y revistas en los que se promueve su culto, narran las intervenciones milagrosas que han vivido, en las que la Santa Muerte los ha librado de múltiples peligros y les ha ayudado a resolver problemas complicados.

¿Qué decir al respecto? Que se trata de una superstición más, que en este caso se manifiesta dando características humanas y divinas a un fenómeno tan natural como la muerte, que no es ni una persona ni siquiera una cosa o fuerza. Podríamos definirla simplemente como el término de la vida.

Conviene señalar que los católicos que rinden culto a la Santa Muerte y a sus imágenes, están haciendo un pecado gravísimo, pues les están atribuyendo poderes que no tienen ni tendrán jamás. Por otra parte, en vez de poner la propia confianza en Dios, la ponen en una supuesta entidad (o ser) espiritual que, sencillamente, no existe. En realidad, la Santa Muerte no es una persona. Es sólo un fenómeno natural como el nacer o el crecer (el inicio y el desarrollo de la vida), aunque nunca se habla del Santo Nacimiento o Santo Crecimiento.


Quienes siguen este culto están lejos de Dios y lejos del Papa

Esta falsa devoción la permite, favorece y promueve una agrupación no-católica que se autonombra "Iglesia Católica Tradicional MÉX-USA, Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús".

Es un grupo tradicionalista, que se opone a las reformas del Concilio Vaticano II y a la autoridad del Papa. Este grupo religioso no está en comunión con la Iglesia Católica ni con la Santa Sede, como podría desprenderse del nombre que ostenta.

Ni tampoco son una congregación religiosa católica, como parece sugerir el nombre“Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús”. Sus ministros de culto no son sacerdotes católicos, y el arzobispo David Romo Guillén -lider del grupo- no es reconocido por el Papa Juan Pablo II. Hasta este momento ignoramos si son válidas sus ordenaciones sacerdotal y episcopal y quién las realizó.


Al respecto, el padre David Romo habla a nombre de su comunidad, “Nosotros no hemos encontrado nada realmente criticable, o a juicio nuestro, capaz de juzgarse como herético o que desvíe la doctrina o el conocimiento de la fe. “

Y por si hubiera dudas, señala que no tiene nada que ver con la Iglesia Católica.

"Para nosotros, no nos hace más, ni menos (católicos) esta situación, es más, hay un lema que dice ´lejos de Roma y cerca de Dios´ y nosotros preferimos estar cerca de Dios y lejos del Papa".

Claro, el culto de la parroquia de la Misercordia no consiste exclusivamente en venerar a esta imagen, pero su párroco no duda en afirmar que sobran razones para acaparar la popularidad de la devoción, y que le duela al Vaticano si quiere.

"Ubicar a la santa Muerte, en el lugar que le corresponde, que es el de los santos, es lo natural, ya que este ser no necesita de una canonización, como el ángel Gabriel, quien sin necesidad de que un Concilio o de que un Papa lo hubiese nombrado santo, es santo porque es un ángel de nuestro señor", afirma el sacerdote. "Lo mismo la Santa Muerte".

¿Quién es la muerte para un católico?

“Morir, sólo es morir. Morir, se acaba...” Así describe el muy recordado escritor José Luis Martín Descalzo a la muerte. Y más que un estilo poético, recalca una verdad de fe.

La muerte es una consecuencia de nuestro pecado original. No es un castigo de Dios, sino una privación de los bienes que tenían Adán y Eva antes de desobedecer a Dios Padre. Cristo quiso hacerse hombre, padecer, morir y después resucitar para alcanzarnos la salvación eterna. De esta forma, la muerte para el cristiano, aunque no deja de ser dolorosa y misteriosa, tiene un sentido positivo y se convierte en un paso de este mundo al Cielo en donde estaremos en presencia de Dios, y en donde tendremos dicha completa. Por eso, se entiende esta frase bíblica: “ Cristo ha vencido a la muerte”. ( Catecismo de la Iglesia Católica nos. 410-421, 1010-1014).


Con la muerte se experimenta una separación real de cuerpo y alma. El cuerpo del hombre continúa un proceso de corrupción –como cualquier materia viva– mientras que su alma va al encuentro de Dios. Esta alma estará esperando reunirse con su cuerpo glorificado. Con la resurrección, nuestros cuerpos quedarán incorruptibles y volverán a unirse con nuestras almas.

Dios nos dio una vida temporal en la tierra para ganarnos la vida sobrenatural. Con la muerte termina nuestra vida en la tierra. ( Juan 5, 29, cf. Dn. 12,2).


Desde que Cristo venció la muerte y nos dio nueva vida, el cristiano mira a la muerte con una granesperanza. Esto no quita, sin embargo, que uno sufra cuando ve que nos dejan los seres que más amamos, o sienta miedo cuando vea que le llega la hora de la enfermedad y de la muerte. Pero también, en medio del dolor y del sufrimiento, el cristiano puede levantar los ojos y contemplar a Cristo, que dio su vida por nosotros, que murió a nuestro lado, que nos rescató con su Resurrección y nos espera con los brazos abiertos en la vida futura.


Cristo nos dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 15). Por medio de la muerte nosotros llegamos a la vida. No podemos estar en el Cielo si no dejamos la vida terrena. Por lo tanto, es un paso necesario para llegar al Cielo. La muerte a todos nos puede causar tristeza. Pero no nos puede abatir. ¡Cristo es la respuesta a la vida y a la muerte!


Sólo a Dios se le da el culto

Bien conocido es el pasaje del Evangelio en el cual un doctor de la Ley le pregunta a Jesús sobre cuál es el principal mandamiento de la Ley y la respuesta: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento”. (Mateo 22, 36-38).

Ya en el Antiguo Testamento, encontramos el mandato de Dios: “Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí” . (Ex. 20, 2)

Este mandato lleva como consecuencia la necesidad de vivir la fe, la esperanza y la caridad. Así como la virtud de la religión.

La virtud de la religión es la virtud moral, por la cual el hombre tributa a Dios el culto que le es debido en justicia, como Creador y Ser Supremo.

Amar a Dios como al Ser supremo es una virtud. Podemos definir la virtud de la religión como el hábito de amar a Dios por encima de todo. Se exterioriza por medio de los actos de culto y por el cumplimiento de los Mandamientos.

El culto: son las acciones a través de las cuales el hombre expresa su relación de amor y respeto a Dios.

Existen diferentes tipos de culto:

Interno: culto que se rinde a Dios en la conciencia, en el corazón, en la inteligencia y la voluntad. Es el fundamento de la virtud. (Mateo 15, 8) Como pueden ser la devoción, es decir, la disponibilidad y la generosidad ante lo referente al servicio a Dios, y la oración.

Externo: manifestaciones externas en actos visibles, de la relación que se vive con Dios.

Hay diferentes categorías de culto:

Adoración: culto interno y externo que se tributa a Dios y que en sentido estricto solo se debe a Él, porque como criaturas sólo existimos por Él. Se llama de “latría”.

Veneración: culto que se tributa a los santos. A ellos nos encomendamos para que nos alcancen por su intercesión las gracias de Dios. Este culto se llama de “dulía”.

Una veneración especial: reservada a la Santísima Virgen por su dignidad de Madre de Dios. A este culto se le llama de "hiperdulía”.

El culto a las imágenes sagradas, fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, no es contrario al primer mandamiento.

El que venera una imagen, venera en ella al modelo, a la persona que representa. Es una veneración respetuosa no una adoración que sólo corresponde a Dios.(Catesismo 2132, 2141)

No es ninguna santa la muerte

Recordemos que sólo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, tiene la facultad de proclamar la santidad de una persona. Cuando popularmente se tiene a un difunto como santo que no ha sido reconocido por la Iglesia, puede ser que:

1. La devoción de la gente acierte y años más tarde el difunto sea oficialmente reconocido por la Iglesia como santo.

2. Puede que el difunto sea santo pero que nunca sea reconocido canónicamente.

3. Puede que la gente se equivoque. La gente se identifica con quien tuvo luchas, sufrimientos y tragedias. Pero no es suficiente sufrir para ser santo, hace falta vivirlo todo con heroico amor y fidelidad a Jesucristo. La devoción a los verdaderos santos está orientada a imitarlos en su total obediencia a Dios.


Para concluir recordemos lo que la Sagrada Congregación para el Culto Divino ha dicho sobre los peligros que pueden desviar la piedad popular y las sugerencias que propone para poner remedio a estas eventuales limitaciones y defectos que de ella se derivan.

65.El Magisterio, que subraya los valores innegables de la piedad popular, no deja de indicar algunos peligros que pueden amenazarla: presencia insuficiente de elementos esenciales de la fe cristiana, como el significado salvífico de la Resurrección de Cristo, el sentido de pertenencia a la Iglesia, la persona y la acción del Espíritu divino; la desproporción entre la estima por el culto a los Santos y la conciencia de la centralidad absoluta de Jesucristo y de su misterio; el escaso contacto directo con la Sagrada Escritura; el distanciamiento respecto a la vida sacramental de la Iglesia; la tendencia a separar el momento cultual de los compromisos de la vida cristiana; la concepción utilitarista de algunas formas de piedad; la utilización de "signos, gestos y fórmulas, que a veces adquieren excesiva importancia hasta el punto de buscar lo espectacular"; el riesgo, en casos extremos, de "favorecer la entrada de las sectas y de conducir a la superstición, la magia, el fatalismo o la angustia".

66. Para poner remedio a estas eventuales limitaciones y defectos de la piedad popular, el Magisterio de nuestro tiempo repite con insistencia que se debe "evangelizar" la piedad popular, ponerla en contacto con la palabra del Evangelio para que sea fecunda. Esto "la liberará progresivamente de sus defectos; purificándola la consolidará, haciendo que lo ambiguo se aclare en lo que se refiere a los contenidos de fe, esperanza y caridad".


En esta labor de "evangelización" de la piedad popular, el sentido pastoral invita a actuar con una paciencia grande y con prudente tolerancia, inspirándose en la metodología que ha seguido la Iglesia a lo largo de la historia, para hacer frente a los problemas de enculturación de la fe cristiana y de la Liturgia, o de las cuestiones sobre las devociones populares.
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