martes, 2 de julio de 2013

CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO!!


DECÁLOGO DE LA CARIDAD


Decálogo de la caridad


1. Una mano lava la otra  y las dos lavan la cara (refrán popular)

2. Poseemos sólo lo que damos.

3. El que da pronto da dos veces.

4. Para dar no hace falta ser rico, basta con ser bueno

5. Quien disimula su caridad, es doblemente generoso.

6. Nada nos falta y a todos podemos dar algo , porque Tú Señor colmas nuestra pobreza.

7.- Es amigo mío aquel que me socorre y no el que sólo me compadece.

8. Quien oprime al débil ultraja a su Hacedor, más el que se apiada del pobre le da gloria.(Antiguo Testamento)

9. Nunca te cruces de brazos, que Cristo murió con los brazos abiertos.

10. Hay suficiente en el mundo para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer su codicia (Gandhi)

VENGO A PEDIRTE UNA LIMOSNA


Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Vengo a pedirte una limosna
Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un minuto de tu tiempo
 
Vengo a pedirte una limosna


A ti, que puedes dármela. En nombre de miles de jóvenes, que no han sido tan afortunados como tú; en nombre de cientos de muchachos y niños entre los 12 y 20 años, que intentaron suicidarse, y en nombre de los cientos de chicos y chicas que no sólo lo intentaron, sino que se quitaron la vida. Dame una limosna de esperanza para los cientos de jóvenes entre los 12 y 25 años, que un día me han dicho llorando de desesperación: "No encuentro sentido a mi vida".

Un niño de 14 años me dijo un día: "Me quiero morir". Una limosnita de caridad para los miles de gentes que no creen en Dios, que no creen en nada, que viven sin ilusión, gente sin esperanza, que camina por ahí sin rumbo. Una limosnita por amor de Dios. No te pido que me des todo lo que tienes, dame un poquito de lo que te sobra, las migajas de tu fe, de tu esperanza, de tu ideal.

Te pido una limosna en memoria de los que han muerto en pecado mortal, y se han condenado para siempre. No te la pido para ellos, ya que les llegaría demasiado tarde, te pido una limosna de oración para los que están en la fila. Una limosna para los que, hartos de todo, se arrancaron la vida violentamente, porque nadie les tendió la mano a tiempo.

Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un minuto de tu tiempo, una sonrisa, una palabra de aliento. Tú que pareces feliz, dime: ¿crees que puedo ser feliz en este mundo?

Tú que te sientes tan sereno, ¿cómo le haces? Tú que hablas de un Dios que te alegra la vida, ¿podrá alegrar también la mía? Tú que pareces tener un por qué vivir, ¿no quieres dármelo a mí? Date prisa, porque ya me estoy hartando de seguir viviendo, de seguir pudriéndome en esta vida sin sentido. Y, posiblemente, si tardas, ya me habré ido al otro lado.

Una limosna pequeña. Mira esta mano extendida, es mi mano, pero esta mano representa muchas manos; por ejemplo, la de aquél que dijo: "Y sigo pensando en mi Cristo Místico, compuesto por cada uno de mis hermanos. Y escucho su voz que clama: Tengo hambre y no me das de comer: hambre de Dios; tengo sed y no me das de beber: sed de vida eterna; estoy desnudo y no me vistes, no me defiendes de mis enemigos. Y me convenzo de que esta hambre de Dios puede convertirse en desesperación, esta sed puede convertirse en rabioso frenesí, esta desnudez puede llegar a ser muerte".

Y, si das esa limosna, en nombre de Dios y en nombre de todos esos infelices, ¡gracias!, ¡muchas gracias!



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC 

    NO CREO EN DIOS...


    No creo en Dios

    Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y las festividades religiosas, como la Navidad. Su mujer, en cambio, era creyente a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

    Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

    -¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

    Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

    Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

    Al cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana.

    En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

    Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

    -Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

    Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas y que se alejaran más.

    Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

    El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

    -¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?

    Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

    -Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.

    Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó.

    Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

    El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:

    -Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

    Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:

    -¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

    De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diriase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios se volvió como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.

    Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevasca, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Jesús a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. 

    Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: 
    "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"

    RECETA SECRETA PARA LA FELICIDAD


    Receta secreta de la felicidad
    (Porciones para toda la familia... con el sabor de lo nuestro)

    INGREDIENTES
    1 kilogramo de recuerdos infantiles
    2 tazas de sonrisas
    2.5 kilogramos de esperanzas
    100 gramos de ternura
    5 latas de cariño
    40 paquetes de alegría
    1 pizca de locura
    8 kilogramos de amor
    5 kilogramos de paciencia

    PREPARACIÓN

    1.- Limpia los recuerdos, quitándoles las partes que estén echadas a perder o que no sirvan, Agregarle una a una las sonrisas, hasta formar una pasta suave y dulce.

    2.- Ahora, añade las esperanzas y permite que repose, hasta que doble su tamaño.

    3.- Lava con agua cada uno de los paquetes de alegría, pàrtalos en pequeños pedacitos y mezcla con todo el cariño que encuentres.
    4.- Aparte, incorpora la paciencia, la pizca de locura y la ternura cernida. Reserva.

    5.- Divide en porciones iguales todo el amor y cúbrelos con la mezcla anterior.

    6.- Hornéalas durante toda tu vida en el horno de tu corazón.

    7.- Disfrútalas siempre con toda tu familia... con el sabor de lo nuestro.

    **Consejo: Puedes agregar a la mezcla anterior dos cucharadas de comprensión y 300 gramos de comunicación para que esta receta te dure para siempre.**

    EL EVANGELIO DE HOY: 02.07.2013

    Autor: Samuel Hurtado | Fuente: Catholic.net
    ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
    Mateo 8,23-27. Tiempo Ordinario. Jesús, tu duermes en la barca de mi alma si y necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que “no te enteras de mi vida”.
     
    ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
    Del santo Evangelio según san Mateo 8,23-27

    Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

    Oración introductoria

    Jesucristo, muchas veces no comprendo muchas cosas que me suceden ni sé explicar los problemas que surgen en mi vida diaria. Tú eres Dios, y duermes en la barca de mi alma si yo te soy fiel; por eso necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida". Dame ese poco de fe que le faltó a los apóstoles, pues aun dormido, Tú eres el Dueño del universo. Oh, Jesús, calma la tempestad de mis tentaciones y de mis dificultades y, entonces, yo podré ver de una manera diferente tu voluntad.

    Petición

    Dulce Jesús, aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor.

    Meditación del Papa

    Cristo presente en medio de nosotros se hace nuestro compañero de viaje en la vida de la Iglesia, que celebra su misterio.
    Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, alimentada por la escucha de la Palabra de Dios, debería ayudarnos a ver el mundo de una manera diversa, a interpretar cada uno de los acontecimientos de la vida y de la historia como palabras que Dios nos dirige, como signos de su amor que nos garantizan su cercanía en todas las situaciones; en particular, esta certeza debería prepararnos para acogerlo cuando "de nuevo venga con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin" Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2008

    Reflexión apostólica

    La palabra del Papa, toca uno de los puntos más comunes en la vida: la incertidumbre de lo que nos pasa o pasará. En esto, se distinguen quienes no tienen fe de los creyentes: se preocupan demasiado en qué comerán o ganarán el día de mañana, mientras que el cristiano se prepara para el futuro viviendo rectamente el presente. Dios nos va poniendo en el camino las soluciones; pero sólo las vemos a largo plazo. Es aquí donde entra nuestra fe: hoy, quizá, nos atrapa la estrechez económica o la muerte de un ser querido… sin embargo, Dios lo permite, porque de ello sacará un bien mucho mayor. Y mientras no alcanzamos a ver el "porqué", Cristo nos acompaña y su sola presencia y nuestra oración nos darán la fuerza para llegar a ser felices con Él.

    Propósito

    Hoy dedicaré en medio de mis ocupaciones habituales, 10 minutos para hablar con Cristo, pidiéndole el regalo de confiar más en Él.

    Diálogo con Cristo

    Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé que dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado. Ojalá no te despierte con mis quejas inútiles. Inútiles, porque Tú sabes lo que me sucede y te propones arreglarlo, y eso desde que moriste por mí. Por supuesto, dame la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá. Jesús, no quiero preocuparme excesivamente por el futuro, pues aún no existe. Más bien quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.


    Creo, Señor, pero que crea con más firmeza (San Clemente XI, Oraciones)



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