jueves, 12 de julio de 2012

LA SOLEDAD....

La Soledad
Autor: Padre José Alcázar Godoy

Cierto día, le dijo una joven a su soledad: "¿No podrías buscarme un compañero que aliente mi corazón y comparta mis afectos?".


La soledad le contestó: "Ah, ¿un joven como tú que también esté solo y necesite alguien para compartir tus deseos? Me parece que no va a ser una tarea fácil, pero voy a intentarlo con el muchacho que vive en la otra ladera del valle.


Habitaba allí un joven solitario que añoraba comunicar los secretos de su corazón. En sus monólogos decía: "Soledad, enemiga mía, ¿serías capaz de proporcionarme un corazón a mi lado a quien comunicar cuanto llena el mío?".
La soledad contestó: "¿No te basta con mi compañía?".


Pero el joven dijo: “Todo lo que te cuento lo sepulta tu silencio. Nunca hallo
consuelo. Yo necesito un corazón vivo que me escuche, me sonría y me ame".
Entonces la soledad añadió: "No es una tarea fácil; sin embargo, lo intentaré con la joven que habita en la otra vertiente de la montaña".


Unos días después, la soledad los presentó. Se conocieron y acordaron reunirse cada atardecer para intercambiar las inquietudes que albergaban sus corazones.


Al encontrarse, siempre hablan a la vez, sin parar y sin escucharse; ella le da a a él su eterna soledad; y él, a ella, la suya. Mientras tanto, la soledad susurra a cada uno: “¡Permaneceré a tu lado mientras no escuches el secreto del otro!”.


Han pasado muchos años y los jóvenes son mayores. Cada atardecer se reúnen en la ladera del valle, trayendo cada uno de la mano a su soledad.

LA VENTANA Y EL ESPEJO

La ventana y el espejo
Autor: Paulo Coelho


Cuenta Paulo Coelho que un joven muy rico fue a ver a un rabino y le pidió consejo para orientar su vida. Este lo condujo hacia la ventana y le preguntó: - ¿Qué ves a través de los vidrios?
- Veo hombres que van y vienen y un ciego que pide limosna en la calle.

Entonces el rabino le mostró un gran espejo y nuevamente lo interrogó:
- Mira este espejo y dime ahora qué ves.
- Me veo a mí mismo.

- ¡Y ya no ves a los otros! Repara en que la ventana y el espejo están hechos ambos de la misma materia prima, el vidrio. Pero en el espejo, porque tiene una fina lámina de plata pegada al vidrio, no ves más que tu persona. Debes compararte con estas dos especies de vidrio. Pobre, veías a los otros y sentías compasión por ellos. Cubierto de plata –rico-, apenas te ves a ti mismo. Sólo valdrás algo cuando tengas el coraje de arrancar el revestimiento de plata que te cubre los ojos y puedas nuevamente ver y amar a los demás.

ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA...

Oración a Jesús Eucaristía

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias.

A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía solo la Divinidad, pero aquí se esconde la humanidad;
sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió el ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en ti, que en ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor!

Pan vivo que da la vida al hombre: concede a mi alma que de ti viva, y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno: límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.

JESÚS ESTÁ EN EL SAGRARIO


Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
¿Saben que estás ahí Señor?... o quizá no lo saben
Detén tu desorientado caminar y ve donde Él está, con su Cuerpo y su Divinidad y encontrarás la grandeza de que Dios te ama.



¿Saben que estás ahí Señor?... o quizá no lo saben


Vengo del tráfico, del ruido, de toda la agitación que hay ahí afuera, Señor, trato de serenarme y dejar mi aceleramiento convertido en suaves pasos para estar frente a ti. Ya me va llegando la calma, la paz....

Frente a esta Capilla siguen pasando las personas, que como yo, traen en su interior su propia historia....

Y pienso en ellos... en esa joven que pasa sin mirar siquiera un instante hacia este lugar donde estás Tu... pasa ensimismada porque carga una cruz que pesa, que pesa mucho, le han dicho que su hijito tiene una enfermedad incurable... ¡y ese hombre que apura el paso porque lleva ya dentro la huella del vicio y va en su busca!... y ese anciano que apenas puede caminar porque tiene frío, porque todos sus huesos ya viejos le duelen pero le duele más el saber que en su casa, los hijos que tanto amó, le están diciendo que "estorba"....

Esa jovencita, casi una niña, que va despacio y muy triste porque su novio le acaba de decir "que no la quiere... que todo terminó" y ella ya lleva un hijo en las entrañas y no sabe..... ¿qué va a hacer?
Y el que no tiene trabajo... y la que se siente enferma y cansada..... y pasa también la que va feliz porque mañana se casa..... y la que le ha dado el doctor la noticia de que va a ser madre y le falta tiempo para llegar a su hogar y decírselo al hombre amado.... y el que va feliz porque le han ascendido de puesto.... y el estudiante que ha pasado de año y la niña que mañana cumple quince años..... y la que le acaban de dar su anillo de compromiso.... y el que viene de despedir para siempre al ser amado y recibir las condolencias...

Todo un mundo de historias... y tu Señor las conoces todas, y tu te las sabes todas y esperas....

¿Por qué no vienen a ti? ¿Por qué no te vienen a dar gracias y a compartir contigo sus grandes logros, sus dichas, sus sueños realizados.... su inmensa felicidad?

¿Por qué los que cargan una cruz tan pesada no la quieren compartir contigo ... contigo que ya supiste lo que pesa y duele? Tu lo dijiste: "Venid a mi todos los que estéis fatigados y sobrecargados y yo les daré descanso..." (Mt 11,28)

¿Saben que estás ahí o quizá... no lo saben? ¿Y si nadie se lo ha dicho?

Siento tu tristeza, Señor... y esa tristeza me obliga a darte a conocer entre todos los que me rodean... Que nadie quede sin saber que eres agua viva si tienen sed, que eres el amigo fiel si tienen angustia y pena, que eres el Amor hecho hombre para amar sin medida, que eres el Dios que muere en una cruz para perdonar.... que está ahí, tan cerca, tan humilde en la espera eterna....

Para que tu detengas tu desorientado caminar y vengas aquí donde Él está con su Cuerpo y su Divinidad y... tal vez llores... pero seguro que al salir ya vas a sentir, lo que buscabas y necesitabas, la grandeza de que Dios te ama y con ella el precioso don de la PAZ.





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  • Ma. Esther de Ariño

    JESÚS TE SANARÁ


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