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jueves, 23 de febrero de 2012
LA CONVERSIÓN DE CORAZÓN
La conversión del corazón
La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?
La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?
RECETA AL ALCANCE DE TODOS...
Receta al alcance de todos
1.- TENER A MANO:
Abrelatas, para abrir corazón endurecido Cuchillo, para cortar vicios.
Destapador, para destapar lo atorado en las relaciones familiares.
Colador, para pasar por alto las ofensas y purificar intenciones.
2.- ABSTENERSE:
Abstenerse de comer prójimo (chismes, murmuraciones y calumnias).
Bajarle al condimento de desquites.
Evitar altas grasas de egoísmo.
No tomar vinagre, que pone de mal genio.
Lavar bien el corazón, para que no se infecte de la cólera.
Evitar el consumo excesivo de picantes.
Para no enojarse y decir maldiciones, evitar el camarón, porque adormece la conciencia, y "camarón que se duerme, se lo lleva la corriente".
No tomar postres helados, que congelen el afecto, evitar comer de muertos-de envidia -, para que luego no te digan " que con su pan se lo coma ", no echarle demasiada crema a tus tacos.
3.- MENÚ RECOMENDADO:
Como platillo fuerte:
Exquisita caridad para con el necesitado.
Caldo de atención a los desamparados y enfermos.
Ensalada de detalles de afecto para el prójimo.
Pan abundante para compartir con el hambriento.
Vino de alegría para invitar a los tristes y desanimados. Sopa de letras para escribir mas seguido a familiares y amigos.
Sopa de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás.
Pan para los afligidos, ya que " las penas con pan son menos " y con manteca son mejores....
De postre se recomienda: perita en dulce, para ser mejor persona, naranja para tapar los defectos de los otros, yogurt para repetir... para repetir gestos de perdón, naranja dulce y limón partido " dame un abrazo yo te pido " (abrazar a los seres queridos y darles besitos de verdad, no de chocolate)
Y NO OLVIDES:
" Donde come uno, comen dos "
" Échale siempre mas agua a los fideos"
" Comparte tu vida con los otros "
LA CRUZ DE CADA DÍA...
Jueves después del miércoles de Ceniza
La cruz de cada día
I. En el Evangelio de la Misa, Cristo nos habla: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sí (Lucas 9, 23). El Señor se dirige a todos y habla de la Cruz de cada día. Son palabras dichas a todos los hombres que quieren seguirle, pues no existe un Cristianismo sin Cruz, para cristianos flojos y blandos, sin sentido del sacrificio. Uno de los síntomas más claros de que la tibieza ha entrado en el alma es precisamente el abandono de la Cruz.. Por otra parte, huir de la cruz es alejarse de la santidad y de la alegría; porque uno de sus frutos es precisamente la capacidad de relacionarse con Dios y con los demás, y también una profunda paz, aun en medio de la tribulación y de dificultades externas. No olvidemos pues, que la mortificación está muy relacionada con la alegría, y que cuando el corazón se purifica se torna más humilde para tratar a Dios y a los demás.
II. La Cruz del Señor, con la que hemos de cargar cada día, no es ciertamente la que producen nuestros egoísmos, envidias o pereza. Esto no es del Señor, no santifica. En alguna ocasión encontraremos la Cruz en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en un desastre económico, en la muerte de un ser querido. Sin embargo, lo normal será que encontremos la cruz de cada día en pequeñas contrariedades en el trabajo, en la convivencia; en un imprevisto que no contábamos, planes que debemos cambiar, instrumentos de trabajo que se estropean, molestias por el frío o calor, o el carácter difícil de una persona con la que convivimos. Hemos de recibir estas contrariedades con ánimo grande, ofreciéndolas al Señor con espíritu de reparación, sin quejarnos: nos ayudará a mejorar en la virtud de la paciencia, en caridad, en comprensión: es decir, en santidad. Además experimentaremos una profunda paz y gozo.
III. Además de aceptar la cruz que sale a nuestro encuentro, muchas veces sin esperarla, debemos buscar otras pequeñas mortificaciones para mantener vivo el espíritu de penitencia que nos pide el Señor. Unas nos facilitarán el trabajo, otras nos ayudarán a vivir la caridad. No es preciso que sean cosas más grandes, sino que se adquiera el hábito de hacerlas con constancia y por amor de Dios. Digámosle a Jesús que estamos dispuestos a seguirle cargando con la Cruz, hoy y todos los días.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
La cruz de cada día
I. En el Evangelio de la Misa, Cristo nos habla: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sí (Lucas 9, 23). El Señor se dirige a todos y habla de la Cruz de cada día. Son palabras dichas a todos los hombres que quieren seguirle, pues no existe un Cristianismo sin Cruz, para cristianos flojos y blandos, sin sentido del sacrificio. Uno de los síntomas más claros de que la tibieza ha entrado en el alma es precisamente el abandono de la Cruz.. Por otra parte, huir de la cruz es alejarse de la santidad y de la alegría; porque uno de sus frutos es precisamente la capacidad de relacionarse con Dios y con los demás, y también una profunda paz, aun en medio de la tribulación y de dificultades externas. No olvidemos pues, que la mortificación está muy relacionada con la alegría, y que cuando el corazón se purifica se torna más humilde para tratar a Dios y a los demás.
II. La Cruz del Señor, con la que hemos de cargar cada día, no es ciertamente la que producen nuestros egoísmos, envidias o pereza. Esto no es del Señor, no santifica. En alguna ocasión encontraremos la Cruz en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en un desastre económico, en la muerte de un ser querido. Sin embargo, lo normal será que encontremos la cruz de cada día en pequeñas contrariedades en el trabajo, en la convivencia; en un imprevisto que no contábamos, planes que debemos cambiar, instrumentos de trabajo que se estropean, molestias por el frío o calor, o el carácter difícil de una persona con la que convivimos. Hemos de recibir estas contrariedades con ánimo grande, ofreciéndolas al Señor con espíritu de reparación, sin quejarnos: nos ayudará a mejorar en la virtud de la paciencia, en caridad, en comprensión: es decir, en santidad. Además experimentaremos una profunda paz y gozo.
III. Además de aceptar la cruz que sale a nuestro encuentro, muchas veces sin esperarla, debemos buscar otras pequeñas mortificaciones para mantener vivo el espíritu de penitencia que nos pide el Señor. Unas nos facilitarán el trabajo, otras nos ayudarán a vivir la caridad. No es preciso que sean cosas más grandes, sino que se adquiera el hábito de hacerlas con constancia y por amor de Dios. Digámosle a Jesús que estamos dispuestos a seguirle cargando con la Cruz, hoy y todos los días.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
LA CONVERSIÓN DE CORAZÓN...
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net La conversión del corazón | |
Jueves después de Ceniza. ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? | |
En la primera lectura Dios pone delante del pueblo de Israel el bien y el mal, diciéndole que puede elegir, decir a quién quiere servir, qué quiere hacer de su vida. Tú también vas a decidir si quieres vivir tu vida amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a Él, o vas a tener un corazón que se resiste. Es en lo profundo de nuestra intimidad donde acabamos descubriendo hacia quién estamos orientando nuestra vida. La Escritura nos habla por un lado de un corazón que se resiste a Dios y por otro lado de un corazón que se adhiere a Dios. Mi corazón se resiste a Dios cuando no quiero ver su gracia, cuando no quiero ver su obra en mi vida, cuando no quiero ver su camino sobre mi existencia. Mi corazón se adhiere a Dios, cuando en medio de mil inquietudes, vicisitudes, en medio de mil circunstancias yo voy siendo capaz de descubrir, de encontrar, de amar, de ponerme de delante de Él y decirle: "aquí estoy, cuenta conmigo". Jesús en el Evangelio nos presenta esta elección, entre resistencia del corazón y la adhesión del corazón como una adhesión por Él o contra Él: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo." Una conversión que no es solamente el cambiar el comportamiento; una conversión que no es simplemente el tener una doctrina diferente; una conversión que no es buscarse a sí mismo, sino seguir a Jesucristo. Esta es la auténtica conversión del corazón. Jesús pone como polo opuesto, como manifestación de la resistencia del corazón el querer ganar todo el mundo. ¿Qué prefieres tú? ¿Cuál es la opción de tu vida, cuál es el camino por el cual tu vida se orienta, ganar todo el mundo si no te ganas a ti mismo?, pero si has perdido a base de la resistencia de tu corazón lo más importante que eres tú mismo, ¿cómo te puedes encontrar?. Solamente te vas a encontrar adhiriéndote a Dios. Deberíamos entrar en nuestra alma y ver que estamos ganando o qué estamos perdiendo, a qué nos estamos resistiendo y a quién nos estamos adhiriendo. Este es el doble juego que tenemos que hacer y no lo podemos evitar. Nuestra alma, de una forma u otra, se va a orientar hacia adherirse a Dios, automáticamente está construyendo en su interior la resistencia a Dios. El alma que no busca ganarse a sí misma dándose a Dios, está automáticamente perdiéndose a sí misma. Son dos caminos. A nosotros nos toca elegir: "Dichoso el hombre que confía en el Señor, éste será dichoso; en cambio los malvados serán como paja barrida por el viento. El Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo": ¿Qué camino llevo en este inicio de Cuaresma? ¿Es un camino de seguimiento? Me dice Nuestro Señor: ¿Eres de los que quieren estar conmigo, de los que quieren adherirse a Mí? ¿O eres de los que se resisten? |
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