Mostrando entradas con la etiqueta PAPA FRANCISCO - ENCÍCLICAS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta PAPA FRANCISCO - ENCÍCLICAS. Mostrar todas las entradas

martes, 7 de enero de 2025

DILEXIT NOS - UNA ENCÍCLICA DEL PAPA FRANCISCO DEDICO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



"Dilexit nos", una Encíclica de "Corazón a corazón"

La petición de Cristo para aprender de Él que es manso y humilde de Corazón, nos insta a imitar sus actitudes de confianza y de servicio.

Por: P. Eugenio Martín, L.C. | Fuente: Catholic.net


Este artículo pretende ser un resumen de la encíclica del Papa Francisco “Dilexit nos”.

Los números entre paréntesis hacen referencia a los parágrafos citados de la misma.


El Sucesor de San Pedro nos ha regalado una encíclica sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (“Dilexit nos”). Ha sido publicada en el 350 aniversario de las apariciones a santa Margarita de Alacoque en Paray-le-Monial, y justo en el umbral del año santo de la esperanza, el 24 de octubre del año 2024, décimo segundo de Francisco, el primer Papa jesuita en la historia de la Iglesia. “En 1883 los jesuitas declararon ´que la Compañía de Jesús acepta y recibe con un espíritu desbordante de gozo y gratitud, la suavísima carga que le ha confiado nuestro Señor Jesucristo de practicar, promover y propagar la devoción a su divinísimo Corazón´” (146). Tarea que ya san Juan Pablo II les invitaba a renovar con mayor celo en su peregrinación del 5 de octubre de 1986 a ese lugar santo.


Nos cuenta san Juan en su evangelio que, durante la última cena celebrada por el Señor con sus discípulos, tuvo la oportunidad de recostar su cabeza en el pecho de Jesús, mientras el Maestro les anunciaba que uno de ellos estaba por traicionarle.  La mística Santa Gertrudis le preguntó en la oración al mismo san Juan Evangelista por qué no se explayó más en su narración del capítulo 13, 25 acerca de dicha experiencia. A lo que él le contestó que esa revelación del Sagrado Corazón de Jesús estaba reservada para tiempos posteriores cuando el mundo, “envejecido y tibio en el amor a Dios” (110), la necesitara para ser reavivado en ese amor.


Parece que, si algo caracteriza a nuestro mundo cansado, fragmentado y delirante, es la falta de corazón. Frente a una antropología que con frecuencia se ha enfocado en el materialismo y en las facultades del individuo desligadas entre sí, necesitamos volver a lo que nos unifica y configura como personas. Como explica muy bien el pensador ruso Berdaiev en algunos de sus escritos, el individuo se convierte en persona a través del amor, en el encuentro con un “tú” que le despierta a su identidad cuando experimenta el amor. “Cada ser humano ha sido creado ante todo para el amor, está hecho en sus fibras más íntimas para amar y ser amado” (21). A eso nos referimos cuando se dice que alguien tiene corazón, porque “amando, la persona siente que sabe por qué y para qué vive” (23).


Nuestra experiencia del amor divino está mediada por el amor humano que nos interpela. “'Cor ad cor loquitur', porque más allá de toda dialéctica, el Señor nos salva hablando a nuestro corazón desde su Corazón sagrado” (26). Desde ese Corazón de Cristo, que simboliza su centro personal como núcleo viviente del 'kerigma' o primer anuncio, también nosotros nacemos a la fe (33). Dios no nos ama a todos en masa, sino que nos ama a cada uno. Y nos lo demuestra con su Encarnación, su palabra, su cercanía, su ternura y, sobre todo, con su entrega en la cruz, que “es la palabra de amor más elocuente” (46). Por eso podemos decir que Dios, al asumir un corazón humano, nos ha demostrado que está locamente enamorado de cada uno de nosotros y podemos repetir con san Pablo: “Me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 16).


La devoción al Sagrado Corazón, por ello, es el camino más sencillo de vida espiritual, y el más directo para entrar a ese flujo de amor que vive en el seno de la Trinidad y define a Dios mismo. “El Corazón del Salvador invita a remontarse al amor del Padre, que es el manantial de todo amor auténtico. Eso mismo es lo que el Espíritu Santo, que llega a nosotros desde el Corazón de Cristo, busca alimentar en nuestros corazones. De ahí que la Liturgia, bajo la acción vivificador del Espíritu, siempre se dirige al Padre desde el Corazón del resucitado de Cristo” (77). En Él encontramos el Evangelio entero (83), una espiritualidad encarnada. “Allí está sintetizada la verdad que creemos, allí está cuanto adoramos y buscamos en la fe, allí está lo que más necesitamos” (89). Por eso en Él ponemos nuestra confianza, como nos lo recordaba santa Teresita del Niño Jesús: “La actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo” (90).


Este Corazón que tanto ha amado a los hombres, se convierte así en la fuente de la experiencia espiritual en lo personal y en lo apostólico. “El costado abierto de Cristo es fuente de donde mana la vida nueva” (96), “que sacia la sed de su pueblo” (101). Los Santos Padres, sobre todo los de Oriente, consideraron la herida del costado de Cristo crucificado como “el origen del agua del Espíritu” (102). Como testimonia san Juan en su evangelio: “Uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua” (Jn 19, 34). A lo largo de la historia de la Iglesia son innumerables los santos que se han acercado a esa fuente buscando responder al grito de Cristo en la cruz: “Tengo sed” (Jn 19, 28). Pero también convirtiéndose ellos mismos en canales para los demás, en ríos de agua viva. “Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres y que no se ha ahorrado nada hasta el extremo de consumirse y agotarse para demostrarles su Amor; y a cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes” le decía el Corazón de Jesús al corazón de santa Margarita, invitándole a su vez a que, al menos ella, le consolara y le amara. ¿Cuál fue su respuesta? Sin sombra de duda, le entrega todo su ser: “Recibí de Dios gracias excesivas de su amor, y sintiéndome movida del deseo de corresponderle en algo y rendirle amor por amor” (166).


Y al mismo tiempo prolonga su amor al Corazón de Jesús en el amor a los hermanos con el fin de convertirse así en una fuente para los demás. “De Corazón a corazón” le lleva al manantial, que late y palpita en el sagrario, porque si no bebemos de esa agua nos podemos secar. Y al mismo tiempo le lleva al éxtasis, a la dimensión de una iglesia en salida, que es comunitaria, social y misionera. La verdadera devoción al Corazón de Jesús no se queda sólo en la reparación de las heridas causadas a su amor y al prójimo, sino que también nos lanza a construir la civilización del amor. “Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia” (182), causadas por las estructuras del pecado y la injusticia, resuenan las palabras de san Juan Pablo II, que fue testigo de los horrores provocados por la II Guerra Mundial y por las ideologías propagadas por el comunismo y capitalismo materialista. Desde el Corazón de Cristo estamos llamados a la conversión, a reparar los corazones heridos y a restaurar el mal, reconociendo nuestra culpa y pidiendo perdón. Sólo desde este aspecto del amor misericordioso, podremos lograr la armonía para construir una sociedad más humana y fraterna. “Sólo Cristo salva con su entrega en la Cruz por nosotros, sólo él redime, porque hay ´un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos´ (1Tm 2, 5-6)” (201).


Finalmente, el Santo Padre nos invita en esta encíclica a enamorar al mundo; a entregarnos al Reino, “recordando la dimensión misionera de nuestro amor al Corazón de Cristo” (205).  La petición de Cristo para aprender de Él que es manso y humilde de Corazón, nos insta a imitar sus actitudes de confianza y de servicio: “ofrendar al Corazón de Cristo una nueva posibilidad de difundir en este mundo las llamas de su ardiente ternura” (200). “San Juan Pablo II, además de hablar de la dimensión social de la devoción al Corazón de Cristo (que es lo que se celebra en la fiesta de Cristo Rey), se refirió a `la reparación, que es la cooperación apostólica a la salvación del mundo´” (206). Él nos envía a derramar el bien desde nuestras ocupaciones ordinarias realizadas “con una vocación de servicio” (215). “Bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común” (217). Así se cumplirá lo que le pedimos a Dios en la fiesta de Cristo Rey, que es la otra cara de la medalla del Sagrado Corazón: “Dios todopoderoso y eterno, que quisiste restaurar todas las cosas por tu amado Hijo, Rey del universo, te pedimos que la creación entera, liberada de la esclavitud del pecado, te sirva y te alabe eternamente. Amén” 

domingo, 4 de octubre de 2020

IMÁGENES DE LA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI DEL PAPA FRANCISCO, SOBRE LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL

 




🔵Este #sábado, 03 de #octubre, tuvo lugar en #Asís, Italia, la firma de la tercera Encíclica del #PapaFrancisco, titulada #FratelliTutti (Hermanos Todos). 🤝🙏
Este nuevo documento está dedicado a la fraternidad y la amistad social, valores esenciales para recuperar la #esperanza en este mundo golpeado por la pandemia del #coronavirus.
Te compartimos un pequeño resumen de lo que trata cada capítulo. 👇


FRATELLI TUTTI: EL PAPA FRANCISCO LLAMA A CONVERTIR EL AMOR EN UNA FUERZA UNIVERSAL


Fratelli tutti: El Papa Francisco llama a convertir el amor en una fuerza universal

POR ALEJANDRO BERMÚDEZ | ACI Prensa

Crédito: Daniel Ibañez - ACI Prensa



En la tercera encíclica de su pontificado, “Fratelli tutti”, el Papa Francisco llama a la humanidad entera a descubrir en el amor una fuerza que debe transformar las relaciones internacionales, la política, la economía y la cultura.

El nuevo documento, subtitulado “Sobre la Fraternidad y la Amistad Social”, tiene ocho capítulos y 287 párrafos.

En la introducción, el Pontífice explica que “las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre entre mis preocupaciones.  Durante los últimos años me he referido a ellas reiteradas veces y en diversos lugares. Quise recoger en esta encíclica muchas de esas intervenciones situándolas en un contexto más amplio de reflexión”.

El Papa advierte que “las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos.”  “Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”.


CAPÍTULO PRIMERO: LAS SOMBRAS DE UN MUNDO CERRADO


En el primer capítulo, el Santo Padre realiza una dura crítica al estado actual de las relaciones internacionales, regionales e interpersonales, lamentando que “la historia da muestras de estar volviendo atrás”, porque  “se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales”.

Al respecto, el Papa Francisco escribe que “en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte”.

Además, “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—“, agrega.

El Pontífice observa también que “la falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que sólo cuentan nuestros intereses individuales”.

Al abordar otro aspecto de la actual situación negativa, observa que “en el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca”.

Al respecto, el Papa observa que pasada la crisis sanitaria creada mundialmente por el COVID 19, “la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”. Ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender”.

El Santo Padre aborda luego el drama mundial de los migrantes, señalando que en el mundo actual, “no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. Por lo tanto, deben ser «protagonistas de su propio rescate». Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos”.

En este capítulo el Santo Padre también critica la creciente hostilidad “on line”, observando que ésta “favorece la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro, en un desenfreno que no podría existir en el contacto cuerpo a cuerpo sin que termináramos destruyéndonos entre todos. La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual”.


CAPÍTULO SEGUNDO: UN EXTRAÑO EN EL CAMINO

En este capítulo el Papa Francisco cambia de noto y ofrece una exégesis contemporánea de la parábola del Buen Samaritano, señalando que  “si bien esta carta está dirigida a todas las personas de buena voluntad, más allá de sus convicciones religiosas, la parábola se expresa de tal manera que cualquiera de nosotros puede dejarse interpelar por ella”.

Aplicando la parábola al mundo actual, el Papa destaca que “al amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá. Porque es el «amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en casa. […] Amor que sabe de compasión y de dignidad»”.

“La parábola –sigue el Santo Padre- nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común”.

El Papa señala además que “cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos”.  El Pontífice confiesa, observando el mundo actual que “a veces me asombra que, con semejantes motivaciones, a la Iglesia le haya llevado tanto tiempo condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia. Hoy, con el desarrollo de la espiritualidad y de la teología, no tenemos excusas. Sin embargo, todavía hay quienes parecen sentirse alentados o al menos autorizados por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes”.


CAPÍTULO TERCERO: PENSAR Y GESTAR UN MUNDO ABIERTO

Este capítulo aborda el poder radical de la caridad como la fuerza capaz de transformar la sociedad humana. “Las personas pueden desarrollar algunas actitudes que presentan como valores morales: fortaleza, sobriedad, laboriosidad y otras virtudes”, dice el Papa, “pero para orientar adecuadamente los actos de las distintas virtudes morales, es necesario considerar también en qué medida estos realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas. Ese dinamismo es la caridad que Dios infunde”.

Al respecto, el Pontífice observa que “hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí”.

“Hay un reconocimiento básico –agrega-, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia”.

El Papa Francisco propone en este capítulo la urgencia de relanzar el concepto de la función social de la propiedad: 1”Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II cuya contundencia quizás no ha sido advertida: «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno»”.

“Siempre –observa-, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso”.


CAPÍTULO CUARTO: UN CORAZÓN ABIERTO AL MUNDO ENTERO

El Pontífice propone en este capítulo una radical transformación, especialmente de parte de las naciones más ricas, de la manera de acoger a los migrantes y refugiados, mediante una política radicalmente distinta a la actual. “Esto implica algunas respuestas indispensables, sobre todo frente a los que escapan de graves crisis humanitarias. Por ejemplo: incrementar y simplificar la concesión de visados, adoptar programas de patrocinio privado y comunitario, abrir corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables, ofrecer un alojamiento adecuado y decoroso, garantizar la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos, asegurar una adecuada asistencia consular, el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad, un acceso equitativo a la justicia, la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital, darles libertad de movimiento y la posibilidad de trabajar, proteger a los menores de edad y asegurarles el acceso regular a la educación, prever programas de custodia temporal o de acogida, garantizar la libertad religiosa, promover su inserción social, favorecer la reagrupación familiar y preparar a las comunidades locales para los procesos integrativos”, explica.

El Papa dice que “este enfoque, en definitiva, reclama la aceptación gozosa de que ningún pueblo, cultura o persona puede obtener todo de sí. Los otros son constitutivamente necesarios para la construcción de una vida plena”.


CAPÍTULO QUINTO: LA MEJOR POLÍTICA

El Pontífice examina ampliamente la semántica de los términos  "populismo"  y "liberalismo", criticando a ambos;  y luego explica cómo el amor es una virtud que también debe permear la política. “Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política»”.

El Papa Francisco agrega además que “esta caridad, corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos, que está detrás de todas las acciones que se realicen a su favor”.

“La caridad política se expresa también en la apertura a todos. Principalmente aquel a quien le toca gobernar, está llamado a renuncias que hagan posible el encuentro, y busca la confluencia al menos en algunos temas”, escribe el Santo Padre.  “También en la política hay lugar para amar con ternura”, agrega.


CAPÍTULO SEXTO: DIÁLOGO Y AMISTAD SOCIAL

En este capítulo el Pontífice propone detalles para hacer la realidad su constante propuesta de la Cultura del Encuentro. “El auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía”, explica.

Pero respecto del diálogo que lleva al encuentro, el Papa aclara que “el relativismo no es la solución. Envuelto detrás de una supuesta tolerancia, termina facilitando que los valores morales sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento. Si en definitiva «no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas […] no podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán suficientes”.

“En una sociedad pluralista –explica-, el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso circunstancial. Hablamos de un diálogo que necesita ser enriquecido e iluminado por razones, por argumentos racionales, por variedad de perspectivas, por aportes de diversos saberes y puntos de vista, y que no excluye la convicción de que es posible llegar a algunas verdades elementales que deben y deberán ser siempre sostenidas”.

Concluye este capítulo explicando que “la amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen derecho a ser felices. Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir “permiso”, “perdón”, “gracias””.  


CAPÍTULO SÉPTIMO: CAMINOS DE REENCUENTRO

“El camino hacia la paz –advierte el Papa- no implica homogeneizar la sociedad, pero sí nos permite trabajar juntos. Puede unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan. Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común”.

“El perdón y la reconciliación son temas fuertemente acentuados en el cristianismo y, de diversas formas, en otras religiones. El riesgo está en no comprender adecuadamente las convicciones creyentes y presentarlas de tal modo que terminen alimentando el fatalismo, la inercia o la injusticia, o por otro lado la intolerancia y la violencia”, agrega.

El Santo Padre explica al respecto que “estamos llamados a amar a todos, sin excepción, pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable. Al contrario, amarlo bien es buscar de distintas maneras que deje de oprimir, es quitarle ese poder que no sabe utilizar y que lo desfigura como ser humano”.


Por ello, “el perdón no implica olvido”, explica el Papa. “Decimos más bien que cuando hay algo que de ninguna manera puede ser negado, relativizado o disimulado, sin embargo, podemos perdonar”.

El Papa Francisco cierra este capítulo explicando ampliamente: “Hay dos situaciones extremas que pueden llegar a presentarse como soluciones en circunstancias particularmente dramáticas, sin advertir que son falsas respuestas, que no resuelven los problemas que pretenden superar y que en definitiva no hacen más que agregar nuevos factores de destrucción en el tejido de la sociedad nacional y universal. Se trata de la guerra y de la pena de muerte”.


CAPÍTULO OCTAVO: LAS RELIGIONES AL SERVICIO DE LA FRATERNIDAD EN EL MUNDO

“Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que «sólo con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros»”, escribe el Pontífice en este último capítulo.

“Desde nuestra experiencia de fe y desde la sabiduría que ha ido amasándose a lo largo de los siglos, aprendiendo también de nuestras muchas debilidades y caídas, los creyentes de las distintas religiones sabemos que hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades”, explica.

“Llamada a encarnarse en todos los rincones, y presente durante siglos en cada lugar de la tierra —eso significa “católica”— la Iglesia puede comprender desde su experiencia de gracia y de pecado, la belleza de la invitación al amor universal”, escribe también.

Este capítulo incluye una importante petición al resto del mundo: “Los cristianos pedimos que, en los países donde somos minoría, se nos garantice la libertad, así como nosotros la favorecemos para quienes no son cristianos allí donde ellos son minoría. Hay un derecho humano fundamental que no debe ser olvidado en el camino de la fraternidad y de la paz; el de la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones”.

Finalmente, el Papa concluye recordando: “En aquel encuentro fraterno que recuerdo gozosamente, con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb «declaramos —firmemente— que las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre”.

La encíclica concluye con una oración universal al Creador y otra oración cristiana ecuménica.

Para leer la encíclica completa ingresa AQUÍ.

DESCARGA LA NUEVA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI DEL PAPA FRANCISCO EN PDF Y VERSIÓN WEB

 


 Descarga la nueva encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco en PDF y versión web

Redacción ACI Prensa


Esta mañana se presentó en el Vaticano la tercera encíclica del Papa Francisco titulada “Fratelli tutti” (Hermanos todos, en español), en la que el Santo Padre reflexiona sobre la fraternidad y la amistad social.


Para descargar la encíclica completa en formato PDF, ingrese AQUÍ.


Para leer la encíclica completa en ACI Prensa ingrese AQUÍ

jueves, 28 de mayo de 2020

ENCÍCLICA DE PAPA FRANCISCO LAUDATO SI



Laudato Si’


En su alocución, después de rezar a la Madre de Dios, el Papa Francisco recordó el V Aniversario de la publicación de la Encíclica Laudato si’ y la Semana dedicada a este documento. Asimismo, el Pontífice anunció un Año especial de Aniversario de la Laudato si’, un Año especial para reflexionar sobre la Encíclica.

Asimismo, el Pontífice anunció que en la página web de este Dicasterio Vaticano será publicada la oración dedicada a este Año, y dijo que “será bello rezarla”. A continuación siguen nuestra traducción de la oración para este Año especial:

Dios de amor, Creador del cielo y la tierra y de todo lo que contienen.

Nos creaste a tu imagen y nos hiciste custodios de toda tu creación.

Nos has bendecido con el sol, el agua y la tierra fértil para que todos pudiéramos alimentarnos.

Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones para que podamos responder al don de tu creación.

Ayúdanos a ser conscientes  de que nuestra casa común no sólo nos pertenece a nosotros, sino también a todas las criaturas y a todas las generaciones futuras, y que es nuestra responsabilidad preservarla.

Que ayudemos a garantizar que cada persona cuente con la alimentación y los demás recursos que necesita.

Hazte presente entre los necesitados en estos tiempos difíciles, especialmente los más pobres y los que corren más riesgo de ser abandonados.

Transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón.

Ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común, que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.

Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

Bajo la amorosa mirada de María Auxiliadora, hacemos esta oración por Cristo nuestro Señor.

Amén.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...