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domingo, 3 de marzo de 2024

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA I JORNADA MUNDIAL DE LOS NIÑOS 2024



 Mensaje del Papa Francisco para la I Jornada Mundial de los Niños

Papa Francisco

Crédito: EWTN News

2 de marzo de 2024 


La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha publicado el mensaje del Papa Francisco para la primera Jornada Mundial de los Niños, que se celebra el 25 y 26 de mayo de 2024 bajo el lema “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).

En el escrito, el Santo Padre la recuerda a los niños de todo el mundo que la clave de la felicidad reside en cultivar una vida de oración y una relación personal con Jesús.

A continuación, el mensaje completo del Papa Francisco:

Queridas niñas y queridos niños:

Se acerca su primera Jornada Mundial, que será en Roma los días 25 y 26 del próximo mes de mayo. Por eso me pareció bien enviarles un mensaje. Me alegra que puedan recibirlo y agradezco a todos los que trabajarán para que esto sea posible.

Lo dirijo ante todo a cada uno de ustedes personalmente, a ti querida niña, a ti querido niño, porque «eres valioso» a los ojos de Dios (Is 43,4), como nos lo enseña la Biblia y como Jesús lo demostró tantas veces.

Al mismo tiempo este mensaje lo envío a todos, porque todos ustedes son importantes, y porque juntos —los que están cerca y los que están lejos— manifiestan el deseo de cada uno de nosotros de crecer y renovarse. Ustedes nos recuerdan que todos somos hijos y hermanos, y que nadie puede existir sin alguien que lo traiga al mundo, ni crecer sin tener otras personas para amar y sentirse amado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 95).

De este modo, todos ustedes, niñas y niños, que son la alegría de sus padres y de sus familias, son también la alegría de la humanidad y de la Iglesia, donde cada uno es como un eslabón de una larguísima cadena, que se extiende del pasado al futuro y que cubre toda la tierra. Por eso les aconsejo que escuchen siempre con atención los relatos de los mayores: de sus mamás y de sus papás, de sus abuelos y de sus bisabuelos. Y al mismo tiempo no olviden a cuántos de entre ustedes que, aun siendo tan pequeños, ya están luchando contra enfermedades y dificultades, en el hospital o en su casa, a quienes son víctimas de la guerra y de la violencia, a quienes sufren el hambre y la sed, a quienes viven en la calle, a quienes se ven obligados a ser soldados o a huir como refugiados, separados de sus padres, a quienes no pueden ir a la escuela, a quienes son víctimas de bandas criminales, de las drogas o de otras formas de esclavitud y de abusos. En definitiva, a todos esos niños a los que todavía hoy se les roba la infancia cruelmente. Escúchenlos, o mejor aún, escuchémoslos, porque con su sufrimiento, con los ojos purificados por las lágrimas y con el constante deseo de bien que nace del corazón de quien ha visto verdaderamente qué terrible es el mal, nos hablan de la realidad.

Mis pequeños amigos, para renovarnos a nosotros l. Él nos infunde mucho valor, porque está siempre a nuestro lado, su Espíritu nos precede y nos acompaña en los caminos del mundo. Jesús nos dice: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5); estas son las palabras que elegí como tema para la primera Jornada Mundial. Estas palabras nos invitan a ser ágiles como niños para comprender las novedades que el Espíritu suscita en nosotros y a nuestro alrededor. Con Jesús podemos soñar una humanidad nueva y comprometernos por una sociedad más fraterna y atenta a nuestra casa común, comenzando por las cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso, pedir disculpas, decir gracias. El mundo se transforma, ante todo, por medio de las cosas pequeñas, sin avergonzarse de dar sólo pasos pequeños. Es más, nuestra pequeñez nos recuerda que somos frágiles y que necesitamos los unos de los otros, como miembros de un único cuerpo (cf. Rm 12,5; 1 Co 12,26).

Y hay algo más. Queridas niñas y queridos niños, no podemos llegar a ser felices en solitario, porque la felicidad crece en la medida en que se comparte; pues nace con la gratitud por los dones que hemos recibido y que a su vez compartimos con los demás. Cuando aquello que hemos recibido lo guardamos sólo para nosotros, o incluso hacemos berrinches para conseguir este o aquel regalo, en realidad nos olvidamos de que el don más grande somos nosotros mismos, los unos para los otros; nosotros somos el “regalo de Dios”. Los otros dones sirven, sí, pero en la medida en que nos ayudan a estar juntos; si no los usamos para eso estaremos siempre insatisfechos y nunca nos serán suficientes.

En cambio, si estamos juntos todo es diferente. Piensen en sus amigos; qué hermoso es estar con ellos, en casa, en la escuela, en la parroquia, en el oratorio, en todas partes; jugar, cantar, descubrir cosas nuevas, divertirse, todos juntos, sin dejar atrás a nadie. La amistad es hermosísima y sólo crece así, compartiendo y perdonando, con paciencia, valentía, creatividad e imaginación, sin miedo y sin prejuicios.

Y ahora quiero confiarles un secreto importante: para ser realmente felices es necesario rezar, rezar mucho, todos los días, porque la oración nos conecta directamente con Dios, nos llena el corazón de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad. También Jesús rezaba siempre al Padre. ¿Y saben cómo lo llamaba? En su lengua le decía sencillamente Abba, que significa Papá (cf. Mc 14,36). Llamémoslo así también nosotros y lo sentiremos siempre cercano. Nos lo prometió el mismo Jesús, cuando nos dijo: «Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos» (Mt 18,20). 

domingo, 19 de noviembre de 2023

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE LA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES 2023



 Homilía del Papa Francisco en la Misa de la Jornada Mundial de los Pobres 2023

 Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa

19 de noviembre de 2023 



Este domingo 19 de noviembre, en el marco de la Jornada Mundial de los Pobres, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en la Basílica de San Pedro del Vaticano. 


A continuación, la homilía completa del Santo Padre:

Tres hombres se encuentran con una enorme riqueza entre las manos, gracias a la  generosidad de su señor que parte para un largo viaje. Ese patrón, sin embargo, un día volverá y llamará de nuevo a aquellos siervos, con la esperanza de poder gozar con ellos, por la forma en que, durante ese tiempo, hicieron fructificar sus bienes. La parábola que hemos escuchado (cf. Mt 25,14- 30) nos invita a detenernos en dos itinerarios: el viaje de Jesús y el viaje de nuestra vida.  

El viaje de Jesús. Al inicio de la parábola, Él habla de “un hombre que, al salir de viaje,  llamó a sus servidores y les confió sus bienes” (v. 14). Este “viaje” evoca el misterio mismo de Cristo, Dios hecho hombre, su resurrección y ascensión al cielo. Él, que bajó desde el seno del Padre para venir al encuentro de la humanidad, muriendo destruyó la muerte y, resucitando, volvió al Padre. Al concluir su jornada terrena, Jesús emprende su “viaje de regreso” hacia el Padre. Pero, antes de partir nos entregó sus bienes, un auténtico “capital”: nos dejó a sí mismo en la Eucaristía,  su Palabra de vida, a su Madre como Madre nuestra, y distribuyó los dones del Espíritu Santo para  que nosotros podamos continuar su obra en el mundo. 

Estos “talentos” son otorgados —especifica el Evangelio— “a cada uno según su capacidad” (v. 15) y por tanto para una misión personal que el  Señor nos confía en la vida cotidiana, en la sociedad y en la Iglesia. Lo afirma también el apóstol  Pablo: “cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido.  Por eso dice: “Cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos y repartió dones a los  hombres” (Ef 4,7-8). 

Fijemos la mirada en Jesús, que recibió todo de las manos del Padre, pero no retuvo esa  riqueza para sí, “no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor” , dice Pablo. (Fil 2,6-7). Se revistió de nuestra frágil humanidad, como el buen samaritano alivió nuestras heridas, se hizo pobre para  enriquecernos con la vida divina (cf. 2 Co 8,9), y subió a la cruz. 

Él, que no tenía pecado, “Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro” (cf. 2 Co 5,21). En favor nuestro. Jesús vivió para nosotros, en favor nuestro. Esta es la razón que inspiró su camino por el mundo antes de subir al  Padre.  

La parábola que hemos escuchado, sin embargo, nos dice también que “llegó el señor y  arregló las cuentas con sus servidores” (Mt 25,19). De hecho, al primer viaje hacia el Padre seguirá  otro, que Jesús realizará al final de los tiempos, cuando volverá en gloria y querrá encontrarnos de nuevo, para “ajustar las cuentas” de la historia e introducirnos en la alegría de la vida eterna. Y entonces, debemos preguntarnos: ¿cómo nos encontrará el Señor cuando vuelva? ¿Cómo me presentaré a la cita que tengo con Él? 

Este interrogante nos lleva al segundo momento: el viaje de nuestra vida. ¿Qué camino  recorremos nosotros, el de Jesús que se hizo don o, por el contrario, el camino del egoísmo? ¿La de las manos abiertas a los otros, para dar y para darnos o la de las manos cerradas, para tener más y sólo para acumular? La parábola nos dice que cada uno de nosotros, según las propias capacidades y posibilidades, ha  recibido los “talentos”. Cuidado, no nos dejemos engañar por el lenguaje común, aquí no se trata de  capacidades personales, sino, como decíamos, de los bienes del Señor, de aquello que Cristo nos  dejó al volver al Padre. Con esos bienes Él nos ha dado su Espíritu, en el cual fuimos hechos hijos de Dios y gracias al cual podemos gastar la vida dando testimonio del Evangelio y edificando el Reino de Dios. El gran “capital” que ha sido puesto en nuestras manos es el amor del Señor,  fundamento de nuestra vida y fuerza de nuestro camino.  

Y entonces debemos preguntarnos: ¿Qué hago con un don tan grande a lo largo del viaje de  mi vida? La parábola nos dice que los primeros dos servidores multiplicaron el don recibido,  mientras el tercero, más que fiarse de su señor, que le ha dado, le tuvo miedo y permaneció como paralizado, no  arriesgó, no se involucró, y terminó por enterrar el talento. Y esto vale también para nosotros,  podemos multiplicar lo que hemos recibido, haciendo de nuestra vida una ofrenda de amor para los demás, o podemos vivir bloqueados por una falsa imagen de Dios y, a causa del miedo, esconder  bajo tierra el tesoro que hemos recibido, pensando sólo en nosotros mismos, sin apasionarnos más que por nuestras propias conveniencias e intereses, sin comprometernos. La pregunta es muy clara, los primeros dos, negociando con los talentos arriesgan. Y la pregunta que yo hago: ¿Yo arriesgo mi vida? ¿Arriesgo con la fuerza de mi fe? Yo como cristiana, como cristiano, ¿se arriesgar? ¿O me encierro en mí mismo por miedo o pusilanimidad?

Hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de los Pobres la parábola de los talentos nos  sirve de advertencia para verificar con qué espíritu estamos afrontando el viaje de la vida. Hemos  recibido del Señor el don de su amor y estamos llamados a ser don para los demás. El amor con el  que Jesús se ha ocupado de nosotros, el aceite de la misericordia y de la compasión con el que ha  curado nuestras heridas, la llama del Espíritu con la que ha abierto nuestros corazones a la alegría y  a la esperanza, son bienes que no podemos guardar sólo para nosotros mismos, administrarlos por  nuestra cuenta o esconderlos bajo tierra. Colmados de dones, estamos llamados a hacernos don. Nosotros, que hemos recibido tantos dones, debemos hacernos dones para los demás. 

Las  imágenes usadas por la parábola son muy elocuentes. Si no multiplicamos el amor alrededor  nuestro, la vida se apaga en las tinieblas; si no ponemos a circular los talentos recibidos, la  existencia acaba bajo tierra, es decir, es como si estuviésemos ya muertos (cf. vv. 25.30).  Hermanos y hermanas, cuántos cristianos están enterrados. Cuántos cristianos viven la fe como si vivieran bajo tierra. 

lunes, 7 de agosto de 2023

TEXTO COMPLETO: RUEDA DE PRENSA DEL PAPA FRANCISCO AL REGRESO DE LA JMJ LISBOA 2023



 TEXTO COMPLETO: Rueda de prensa del Papa Francisco al regreso de la JMJ Lisboa 2023

 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa.

6 de agosto de 2023 


En el vuelo de regreso de Lisboa (Portugal) a Roma (Italia) tras participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2023, el Papa Francisco conversó con los periodistas sobre diversos temas, entre ellos su estado de salud, su oración a la Virgen María en Fátima y el drama de los abusos sexuales en la Iglesia.

A continuación, compartimos el texto completo de la rueda de prensa del Papa Francisco, transcrita y traducida por Vatican News:


Matteo Bruni:

Buenas noches Santidad volvemos rejuvenecidos y alegres de esta JMJ en la que hemos podido confrontarnos con las preguntas y las expectativas de los jóvenes, con respecto a la Iglesia, a la fe, y también al mundo. Y hemos podido escuchar su respuesta en sus palabras, en su presencia. Ahora hay algunas preguntas de los periodistas, pero antes usted quería decir unas palabras:


Papa Francisco:

Buenas noches y muchas gracias por esta experiencia, hoy hay un cumpleaños: (Bruni: de Rita CRUZ) ¡Feliz cumpleaños! ¡Luego viene la tarta!


Vistas Miguel Aura María (Rádio Renascença):

Su Santidad, en primer lugar, gracias por su visita a Portugal. Todo el mundo la considera ya un éxito. Todos están muy contentos. Gracias por haber venido. Encontré a un gran jefe de policía que me dijo que nunca había visto una multitud tan obediente y pacífica. Fue hermoso.

Mi pregunta es sobre Fátima. Sabemos que usted fue allí y rezó en silencio en la capillita. Pero había una gran expectación, en el mismo lugar donde Nuestra Señora había hecho una petición para rezar por el fin de la guerra (y estamos en guerra en este momento, por desgracia) para tener una renovación del Santo Padre, rezando públicamente por la paz... Los ojos del mundo entero estaban fijos en usted ayer por la mañana en Fátima. ¿Por qué no lo hizo?


Papa Francisco:

Recé, recé. Recé a la Virgen y recé por la paz. No he hecho publicidad. Pero he rezado. Y debemos repetir continuamente esta oración por la paz. Ella había pedido esto en la Primera Guerra Mundial. Y esta vez (ésta) se lo he pedido a la Virgen. Y he rezado. No he hecho publicidad.


Gonçalves Gomes João Francisco (El Observador):

Muchas gracias, Santo Padre. Yo voy a hablar en español, creo que es más fácil para mí y, si puede responder en español, mejor, que es más fácil para los portugueses, para que lo comprendan. Me gustaría preguntarle sobre los abusos de niños en la Iglesia, en Portugal. En febrero de este año se ha publicado un informe sobre la realidad de los abusos en Portugal. Casi 5000 niños han sido víctimas en las últimas décadas. Le pregunto: ¿ha leído, conoce este informe que ha sido entregado a los obispos? Y también, ¿qué piensa que debe suceder con los obispos que han sabido de casos de abuso y no los han comunicado a las autoridades? 


Papa Francisco:

Como ustedes saben, de manera muy reservada, recibí a un grupo de personas que fueron abusadas. Como siempre hago en estos casos, dialogamos sobre esta peste, esta tremenda peste, ¿no? En la Iglesia, se seguía más o menos la conducta que se sigue actualmente en las familias y en los barrios: se cubre, ¿no? El… Pensar que el 42% de los abusos, más o menos, se da en las familias o en los barrios. Todavía hay que madurar y ayudar a que se descubran esas cosas hasta el escándalo de Boston. Y ahí la Iglesia tomó conciencia de que no se podía ir por caminos aleatorios, sino que había que tomar el toro por las astas. Hace dos años y medio tuvimos la reunión de Presidentes de las Conferencias Episcopales, ahí también se dieron estadísticas oficiales sobre los abusos. Y es grave, la situación es muy grave. En la Iglesia, hay una frase que la estamos usando continuamente: tolerancia cero, tolerancia cero. Y los pastores que, de alguna manera, no se hicieron cargo tienen que hacerse cargo de esa irresponsabilidad, se verá el modo en cada uno de ellos. Pero es muy duro el mundo de los abusos. Y en eso, yo exhorto a que estemos muy abiertos en todo esto. Sobre lo que me preguntás de cómo va el proceso en la Iglesia portuguesa, va bien. Va bien y con serenidad, se busca la seriedad en los casos abusados. Los números, a veces, terminan siendo agrandados, un poco por los comentarios que siempre nos gusta, pero lo que es la realidad, se está llevando bien y eso a mí me da cierta tranquilidad.

Yo quisiera tocar un punto, y ustedes, como periodistas, les pido que colaboren en esto. Hoy día, ¿tienen telefonino ustedes? Teléfono. Bueno, en cualquiera de estos teléfonos, pagando algo y con alguna clave, se tiene acceso al abuso sexual con menores. Esto entra en nuestras casas y el abuso sexual con menores se filma en vivo. ¿Dónde se filma? ¿Quiénes son los responsables? Esta es una de las pestes más graves, junto a todo el mundo, pero quiero subrayar esto porque, por ahí, no se nos ocurre que las cosas son tan radicales. Cuando vos usás un nene para hacer un espectáculo de abuso, llama la atención. El abuso es como “comerse” a la víctima, ¿no? O peor, herirla y dejarla viva. Hablar con personas abusadas es una experiencia muy dolorosa, que también a mí me hace bien, no porque me guste escuchar, sino me ayuda a hacerme cargo de ese drama. O sea, yo les diría, respecto a tu pregunta, lo que dije: el proceso va bien, estoy notificado de cómo van las cosas. Por ahí las noticias lo agrandaron, pero la cosa está andando bien en cuanto a esto. Pero también, con esto, les digo, de alguna manera, ayuden, ayuden a que todo tipo de abuso sea solucionado el abuso sexual, pero no es el único. También están otros tipos de abusos que claman al Cielo: el abuso del trabajo con niños, el abuso laboral en los niños, y se usa; el abuso en las mujeres, ¿no? Todavía hoy, en muchos países, se tiene como método la operación quirúrgica de las niñas: les quitan el clítoris y eso es hoy y se hace con una navaja, y chau… Crueldad… Y el abuso laboral, o sea, dentro del abuso sexual, que es grave y todo esto, hay una cultura del abuso que la humanidad tiene que revisar y convertirse.


Guénois Jean-Marie (Le Figaro):

Santo Padre, ¿cómo está, su salud, cómo va su convalecencia? No ha leído o sólo pequeñas partes de cinco discursos. No hay precedentes en los viajes: ¿por qué? ¿Ha tenido problemas de vista, cansancio? ¿Textos demasiado largos? ¿Cómo se siente? Y si me permite una pequeña pregunta sobre Francia. Usted viene a Marsella, pero nunca visita Francia. El pueblo no lo entiende, ¿quizás es demasiado pequeña o tiene algo en contra de Francia?


Papa Francisco:

Mi salud está bien. Me quitaron los puntos, hago vida normal, llevo un vendaje que tengo que llevar durante dos, tres meses para evitar un eventual “eventración" (en lenguaje médico: salida de las vísceras abdominales, ed.) hasta que los músculos estén más fuertes. La vista. En esa parroquia corté el discurso porque había una luz delante y no podía leer, me daba la luz y por eso lo corté. Algunos, a través de Mateo, preguntaron por qué acorté las homilías que ustedes tienen. Yo cuando hablo, no las homilías académicas, intento hacerlo los más claro posible. Pero siempre cuando hablo busco la comunicación. Ustedes han visto que incluso en la homilía académica hago algunas bromas, algunas sonrisas las hago para controlar la comunicación. Con los jóvenes los discursos largos tenían lo esencial del mensaje y yo lo tomaba de allí en función de cómo sentía la comunicación.

Vieron que yo hacía alguna pregunta e inmediatamente el eco me decía por dónde iba la cuestión, si era errado o no. Los jóvenes no tienen mucho tiempo de atención. Piensen que, si haces un discurso claro, con una idea, una imagen, un afecto, te pueden seguir ocho minutos. Entre paréntesis, en la Evangeli Gaudium, la primera exhortación que hice, hice, escribí un largo capítulo sobre la homilía. Porque aquí hay un párroco (se refiere a don Benito Giorgetta, párroco de Termoli ed.), él sabe que las homilías son a veces una tortura, una tortura, que se habla bla, bla, y la gente... En algún pueblo pequeño, no sé si en Termoli, los hombres salen a fumarse un cigarrillo y vuelven. La Iglesia debe convertirse a este aspecto de la homilía: breve, clara, con un mensaje claro, y afectuosa. Por eso compruebo cómo va con los jóvenes y les hago decir. Pero yo acorté porque... me hace falta la idea con los jóvenes.  Y pasamos a Francia. Fui a Estrasburgo, iré a Marsella, pero no a Francia. Es un problema que me preocupa, que es el problema Mediterráneo. Por eso voy a Francia. La explotación de los migrantes es criminal. Aquí en Europa no, porque va, somos más cultos, pero en los lagers del norte de África... Yo recomiendo una lectura. Hay un librito, pequeñito, que escribió un emigrante que tardó creo que tres años en venir de Guinea a España porque le capturaron, le torturaron, le esclavizaron. Los migrantes en esos lagers del Norte: es terrible. En este momento -la semana pasada- la asociación Mediterránea Saving Human, estaba haciendo un trabajo de rescate de migrantes que estaban en el desierto entre Túnez y Libia, porque los habían dejado allí a morir. Ese libro se llama "Hermanito" -en italiano tiene el subtítulo de "Fratellino"-, pero se lee en dos horas, merece la pena. Léanlo y verán el drama de los migrantes antes de embarcarse. Los obispos del Mediterráneo harán este encuentro, también con algunos políticos, para reflexionar seriamente sobre el drama de los migrantes. El Mediterráneo es un cementerio, pero no es el mayor cementerio. El mayor cementerio es el norte de África. Esto es terrible, léanlo. Voy a Marsella por esto. La semana pasada, el presidente Macron me dijo que es su intención ir a Marsella y estaré un día y medio: llegaré por la tarde y al día siguiente estaré todo el día. 


Matteo Bruni:

No tiene nada contra Francia  (repitiendo pregunta).


Papa Francisco:

No. No sobre eso es una política. Yo visito los países pequeños de Europa. Los países grandes, España, Francia, Inglaterra, los dejo para más adelante, eventualmente.  Pero como opción empecé con Albania y así los pequeños. No es nada. Francia, dos ciudades, Estrasburgo y Marsella.


Hinterberger Emma Elisabeth (Ard Roma):

El Santo Padre en Lisboa nos dijo que en la Iglesia hay sitio para todos, para todos. La Iglesia está abierta para todos, pero al mismo tiempo no todos tienen los mismos derechos, oportunidades, en el sentido de que por ejemplo las mujeres, los homosexuales no pueden recibir todos los sacramentos. Santo Padre, ¿cómo explica esta incoherencia entre Iglesia abierta e Iglesia no igual para todos? Gracias.


Papa Francisco:

Usted me hace una pregunta sobre dos puntos de vista diferentes, la Iglesia es abierta para todos, luego hay legislaciones que regulan la vida dentro de la Iglesia. El que está dentro está según la legislación, lo que dices es una simplificación: 'no puede hacer los sacramentos'. Eso no quiere decir que la Iglesia esté cerrada, cada uno encuentra a Dios en su camino dentro de la Iglesia, y la Iglesia es madre y guía a cada uno en su camino. Por eso no me gusta decir: vienen todos, pero tú, éste, pero el otro... Cada uno, cada uno en la oración, en el diálogo interior, en el diálogo pastoral, busca el camino a seguir. Por eso haciendo una pregunta: por qué los homosexuales no... ¡Todos! Y el Señor es claro: enfermos. Sanos, viejos y jóvenes, feos y guapos... ¡buenos y malos! Hay como una mirada que no entiende esta inserción de la Iglesia como Madre y piensa en ella como una especie de empresa que para entrar hay que hacer esto, hacerlo de esta manera y no de aquella... Otra cosa es la ministerialidad de la Iglesia, que es la manera de sacar adelante el rebaño y una de las cosas importantes es la paciencia, en la ministerialidad: acompañar a las personas paso a paso en su camino hacia la madurez. Cada uno de nosotros tiene esta experiencia: que la Iglesia Madre nos ha acompañado y nos acompaña en nuestro propio camino de maduración. No me gusta la reducción, esto no es eclesial, esto es gnóstico. Es como una herejía gnóstica que hoy está un poco de moda. Un cierto gnosticismo que reduce la realidad eclesial y esto no ayuda. La Iglesia es Madre, recibe a todos, y cada uno hace su camino dentro de la Iglesia, sin publicidad, y esto es muy importante. Gracias por el valor de hacer esta pregunta. Gracias.


Paolo Ruffini:

El Papa desea compartir un pensamiento sobre la JMJ.


Papa Francisco:

Cómo he vivido la JMJ. Esta es la cuarta que vivo. La primera fue en Río de Janeiro, allá brasileira. La segunda fue en Cracovia, la tercera en Panamá. Esta es la cuarta. Esta es la más numerosa. Según los datos concretos reales, hubo más de un millón de participantes. Más. De hecho, en la Vigilia se estimó que había un millón cuatrocientos y un millón seiscientos mil. 

Impresionante la cantidad. Bien preparada. De las que he visto esta es la mejor preparada. Los jóvenes son una sorpresa. Los jóvenes son jóvenes. Hacen chiquilladas, la vida es así. Pero intentan seguir adelante. Y son el futuro. El asunto (el propósito) es acompañarlos. El problema es saber acompañarlos. Y que no se desprendan de sus raíces. Por eso insisto tanto en el diálogo mayores-jóvenes, abuelos con nietos. Este diálogo es importante, más importante que el diálogo entre padres e hijos. Los abuelos, las raíces.

Los jóvenes son religiosos. Buscan la fe, no lo artificial. Buscan el encuentro con Jesús. Algunos dicen que los jóvenes no siempre viven según la moral. Pero quién de nosotros no ha cometido errores morales en su vida. Todos. También de los mandamientos. Cada uno de nosotros tiene sus propias caídas en su historia. La vida es así. Pero el Señor siempre nos espera porque es misericordioso y padre y la misericordia va más allá de todo. Esto es lo que quería decir sobre la JMJ.


Justin Scott Clellan (CNS):

Hablando sobre la JMJ, hemos escuchado en estos días testimonios de jóvenes que han luchado con la salud mental, con la depresión. ¿Ha luchado alguna vez por esto? Y si alguien decide suicidarse, ¿qué diría a los familiares de esa persona que, debido a la enseñanza católica sobre el suicidio, sufren pensando que se ha ido al infierno?


Papa Francisco: 

El suicidio juvenil es importante hoy, el número es importante. Existen. Los medios de comunicación no dicen tanto porque no se informa a través de los medios de comunicación. Yo me quedé en diálogo con los jóvenes -no en la Confesión- aproveché para dialogar. Un joven simpático me dijo: “¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Qué piensa del suicidio?”. No hablaba nuestro idioma, pero le entendí bien y empezamos a hablar del suicidio. Y al final me dijo: “Gracias, porque el año pasado estaba indeciso sobre si hacerlo o no”. Tantos jóvenes están ansiosos, deprimidos, pero no solo psicológicamente... Además, en algunos países que son muy, muy exigentes en la universidad, los jóvenes que no pueden conseguir un título o encontrar un trabajo se suicidan, porque sienten una vergüenza muy grande. No digo que sea algo cotidiano, pero es un problema. Es un problema actual. Es algo que ocurre.


Matteo Bruni:

Gracias, su Santidad, por las respuestas.


Papa Francisco:

Gracias a ustedes por lo que han hecho y mi consejo: no os olvidéis  "Hermanito", "hermanito", el libro del migrante. Gracias.


(Transcripción no oficial de los medios de comunicación vaticanos)

domingo, 13 de noviembre de 2022

PAPA FRANCISCO COMPARTE ALMUERZO EN EL VATICANO POR LA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES 2022

Papa Francisco comparte almuerzo en el Vaticano por la Jornada Mundial de los Pobres 2022
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa


El Papa Francisco asistió este domingo 13 de noviembre al almuerzo organizado por la Jornada Mundial de los Pobres 2022.

No es la primera vez que el Santo Padre almuerza con personas necesitadas en el Vaticano. La Jornada Mundial de los Pobres fue instituida por el Papa Francisco en su Carta Apostólica, Misericordia et Misera, publicada el 20 de noviembre de 2016 al finalizar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.


Desde 2017, cada año se celebra el 33º domingo del tiempo ordinario y cada año, el Vaticano promueve iniciativas solidarias a favor de las personas necesitadas. Tal es el caso del centro de salud provisional que colocaron en la Plaza de San Pedro.


En esta ocasión, el Papa Francisco llegó al Aula Pablo VI en silla de ruedas después de dirigir el tradicional rezo del Ángelus dominical en el que invitó a “perseverar en la construcción del bien cada día”. Bendijo la comida, a las personas presentes, sus familiares y las intenciones que llevaban en su corazón.  

Previamente, el Santo Padre también presidió esta mañana la Misa con ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres 2022 en la que pidió “no seguir a los falsos ‘mesías’ que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación”.

“Al contrario, demos testimonio, encendamos luces de esperanza en medio de la oscuridad; aprovechemos, en las situaciones dramáticas, las ocasiones para testimoniar el Evangelio de la alegría y construir un mundo fraterno”, dijo en su homilía el Santo Padre.



 

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES 2022


Homilía del Papa Francisco en la Jornada Mundial de los Pobres 2022

Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco celebró una Misa en el Vaticano este domingo 13 de noviembre con ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres con el tema “Jesucristo se hizo pobre por nosotros” (Cor 2, 8-9).

“No sigamos a los falsos ‘mesías’ que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación. Al contrario, demos testimonio, encendamos luces de esperanza en medio de la oscuridad; aprovechemos, en las situaciones dramáticas, las ocasiones para testimoniar el Evangelio de la alegría y construir un mundo fraterno”, dijo el Santo Padre.


A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Mientras algunos hablan de la belleza exterior del templo y admiran sus piedras, Jesús llama la atención sobre los eventos turbulentos y dramáticos que marcan la historia humana. En efecto, mientras el templo construido por las manos del hombre pasará, como pasan todas las cosas de este mundo, es importante saber discernir el tiempo en que vivimos, para seguir siendo discípulos del Evangelio incluso en medio a las dificultades de la historia.

Y, para indicarnos el modo de discernir, el Señor nos propone dos exhortaciones: no se dejen engañar, segunda, y den testimonio. No se dejen engañar y den testimonio.

Lo primero que Jesús les dice a sus oyentes, preocupados por “cuándo” y “cómo” ocurrirán los hechos espantosos de los que habla, es: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan» (Lc 21,8). Y añade: «Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen» (v. 9). Y esto, en este momento nos viene bien ¿eh?

¿De qué engaño, pues, quiere liberarnos Jesús? De la tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica, como si ya estuviéramos cerca del fin del mundo y no valiera la pena seguir comprometiéndonos en cosas buenas. Si pensamos de esta manera, nos dejamos guiar por el miedo, y quizás luego buscamos respuestas con curiosidad morbosa en las fábulas de magos u horóscopos, que nunca faltan; -y hoy, muchos cristianos van a visitar a los magos, buscan los horóscopos como si fuera la voz de Dios- o incluso, confiamos en fantasiosas teorías propuestas por algún “mesías” de última hora, generalmente siempre derrotistas y conspirativas. También la psicología del complot es mala, nos hace mal. Aquí no está el Espíritu del Señor. No está. Ni en el buscar al gurú, ni con el espíritu del complot, allí no está el Señor.

Jesús nos advierte: “No se dejen engañar”, no se dejen deslumbrar por curiosidades ridículas, no afronten los acontecimientos movidos por el miedo, más bien apréndanlos a leerlos con los ojos de la fe, seguros de que estando cerca de Dios «Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza» (v. 18).

Si la historia humana está llena de acontecimientos dramáticos, situaciones de dolor, guerras, revoluciones y calamidades, es igualmente cierto -dice Jesús- que todo esto no es el final (cf. v. 9); no es un buen motivo para dejarse paralizar por el miedo o ceder al derrotismo de quien piensa que todo está perdido y es inútil comprometerse en la vida.

El discípulo del Señor no se deja atrofiar por la resignación, no cede al desaliento ni siquiera en las situaciones más difíciles, porque su Dios es el Dios de la resurrección y de la esperanza, que siempre reanima, con Él siempre se puede levantar la mirada, empezar de nuevo y volver a caminar. El cristiano, entonces, ante la prueba, cualquiera prueba sea, cultural, histórica o personal, ante la prueba se pregunta “¿Qué nos está diciendo el Señor a través de este momento de crisis?”. También yo hago esta pregunta hoy: “¿Qué nos está diciendo el Señor ante esta tercera guerra mundial? ¿Qué nos está diciendo el Señor?”.

Y, mientras ocurren cosas malas que generan pobreza y sufrimiento, se pregunta “¿Concretamente, que bien puedo hacer yo?”. No huir, sino hacerse la pregunta: “¿Qué me dice el Señor? y ¿Qué bien puedo hacer yo?”.

No por casualidad, la segunda exhortación de Jesús, después de “no se dejen engañar”, está en positivo. Él dice «Esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí» (v. 13). Ocasión para dar testimonio. Ocasión para dar testimonio.

Quisiera subrayar esta hermosa palabra: ocasión, que significa tener la oportunidad de hacer algo bueno a partir de las circunstancias de la vida, incluso cuando no son ideales. Es un hermoso arte, típicamente cristiano; no quedarnos como víctimas de lo que sucede -el cristiano no es víctima, y la piscología del victimismo es mala, nos hace mal-, el cristiano no permanece víctima de lo que sucede sino que aprovecha la oportunidad que se esconde en todo lo que nos acontece, el bien que es posible construir, toma el bien, el poco bien que es posible hacer, y construye también a partir de situaciones negativas.

Cada crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento. Porque cada crisis está abierta, cada crisis tiene la presencia de Dios y tiene la presencia de la humanidad. ¿Qué hace el mal espíritu? Quiere que nosotros transformemos la crisis en conflicto, y el conflicto siempre es cerrado, sin horizontes, sin vía de salida. No, vivamos la crisis como personas humanas, como cristianos, pero no transformándola en conflicto porque cada crisis es una posibilidad y ofrece ocasión de crecimiento.

Nos damos cuenta de ello si volvemos a leer nuestras historias personales. En la vida, a menudo, los pasos adelante más importantes se dan precisamente dentro de algunas crisis, de momentos de prueba, de pérdida de control, de inseguridad. Y, entonces, comprendemos la invitación que Jesús hace hoy directamente a mí, a ti, a cada uno de nosotros.

Mientras ves a tu alrededor hechos desconcertantes, mientras se levantan guerras y conflictos, mientras ocurren terremotos, carestías y epidemias, ¿tú qué haces? ¿Te distraes para no pensar en ello? ¿Te diviertes para no involucrarte? ¿Eliges el camino de la mundanidad para no tomar por la mano, tomar con el corazón estas situaciones dramáticas? ¿Miras hacia otro lado para no ver? ¿Te adaptas, sumiso y resignado, a lo que sucede? ¿O estas situaciones se convierten en ocasiones para testimoniar el Evangelio?

Hoy cada uno de nosotros debe interrogarse ante tantas calamidades, ante esta tercera guerra mundial así de cruel, ante el hambre de tantos niños, de tanta gente, ¿yo puedo desperdiciar? ¿desperdiciar el dinero? ¿desperdiciar mi vida? ¿desperdiciar el sentido de mi vida sin tomar valentía e ir hacia adelante?

Hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de los Pobres la Palabra de Jesús es una fuerte advertencia para romper esa sordera interior que nos impide escuchar el grito sofocado de dolor de los más débiles. También hoy vivimos en sociedades heridas y asistimos, precisamente como nos lo ha dicho el Evangelio, a escenarios de violencia, -basta pensar en la crueldad que está sufriendo el pueblo de Ucrania- injusticia y persecución; además, debemos afrontar la crisis generada por el cambio climático y la pandemia, que ha dejado tras de sí un rastro de malestares no solo físicos, sino también psicológicos, económicos y sociales.

También hoy, hermanos y hermanas, vemos levantarse pueblo contra pueblo y presenciamos angustiados la vehemente ampliación de los conflictos, la desgracia de la guerra, que provoca la muerte de tantos inocentes y multiplica el veneno del odio.

También hoy, hermanos y hermanas, mucho más que ayer, muchos hermanos y hermanas, probados y desalentados, emigran en busca de esperanza, y muchas personas viven en la precariedad por la falta de empleo a causa de condiciones laborales injustas e indignas.

Y también hoy, hermanos y hermanas, los pobres son las víctimas más penalizadas de cada crisis. Pero, si nuestro corazón permanece adormecido e insensible, no logramos escuchar su débil grito de dolor, llorar con ellos y por ellos, ver cuánta soledad y angustia se esconden también en los rincones más olvidados de nuestras ciudades. Se necesita ir a los rincones de las ciudades, a los rincones escondidos, obscuros, allí se ve mucha miseria, mucho dolor, mucha pobreza descartada.

Hagamos nuestra la invitación fuerte y clara del Evangelio a no dejarnos engañar. No escuchemos a los profetas de desventura; no nos dejemos seducir por los cantos de sirena del populismo, que instrumentaliza las necesidades del pueblo proponiendo soluciones demasiado fáciles y apresuradas.

No sigamos a los falsos “mesías” que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación. Al contrario, demos testimonio, encendamos luces de esperanza en medio de la oscuridad; aprovechemos, en las situaciones dramáticas, las ocasiones para testimoniar el Evangelio de la alegría y construir un mundo fraterno, al menos un poco más fraterno; comprometámonos con valentía por la justicia, la legalidad y la paz, estando siempre del lado de los débiles.

No escapemos para defendernos de la historia, sino que luchemos para darle a esta historia que nosotros estamos viviendo un rostro diferente.

¿Dónde encontrar la fuerza para todo esto? En la confianza en Dios, que es Padre y vela por nosotros. Si le abrimos nuestro corazón, aumentará en nosotros la capacidad de amar. Este es el camino, crecer en el amor.

Jesús, en efecto, después de haber hablado de escenarios de violencia y de terror, concluye diciendo, «Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza» (v. 18). Pero ¿qué significa? Que Él está con nosotros, Él es nuestro custodio, Él camina con nosotros ¿yo tengo esta fe? ¿tú tienes esta fe que el Señor camina contigo?

Esto nos lo debemos repetir siempre, especialmente en los momentos más dolorosos: Dios es Padre y está a mi lado, me conoce y me ama, vela por mí, no duerme, cuida de mí y con Él ni siquiera un cabello de mi cabeza se perderá. ¿y yo cómo respondo a esto? Mirando a los hermanos y hermanas necesitados, mirando esta civilización del descarte, esta cultura del descarte, que descarta a los pobres, que descarta a las personas con menos posibilidades, que descarta a los ancianos, que descarta a quienes nacen, todo descarto, mirando eso ¿qué siento que debo hacer como cristiano en este momento?

Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados, -el Señor está allí-. Hay una antigua tradición, también en los pueblos en Italia, algunos lo hacen, en la cena de Navidad, dejar un lugar vacío para el Señor, que tocará a la puerta en una persona que tendrá necesidad. ¿Tú corazón tiene lugar libre para esa gente? ¿mi corazón, tiene un lugar libre para esa gente? O ¿estamos tan ocupados con los amigos, los eventos sociales, las obligaciones? Nunca tenemos un lugar libre para esa gente.

Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados, cuidemos de los pobres, en quienes está Jesús, que se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Co 8,9). Él se identifica con el pobre. Sintámonos comprometidos para que no se pierda ni un cabello de sus cabezas.

No podemos quedarnos, como aquellos de los que habla el Evangelio, admirando las hermosas piedras del templo, sin reconocer el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, el hombre y la mujer, especialmente el pobre, en cuyo rostro, en cuya historia, en cuyas heridas está Jesús. Él lo dijo. Nunca lo olvidemos. Gracias. 

domingo, 24 de julio de 2022

¡FELIZ DÍA DE LOS ABUELOS! JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS - 4TO. DOMINGO DE JULIO


 Hoy se celebra el día de los Abuelos, establecido por el Papa Francisco, para celebrarse cada año, en el Cuarto Domingo de Julio. 

¡Dios bendiga a todos los ABUELOS DEL MUNDO!

martes, 22 de febrero de 2022

ESTE ES EL LEMA ELEGIDO POR EL PAPA FRANCISCO PARA LA JORNADA DEL MIGRANTE Y REFUGIADO 2022


Este es el tema elegido por el Papa para la Jornada del Migrante y Refugiado 2022
Redacción ACI Prensa
Foto : Vatican Media


Este martes 22 de febrero, la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral anunció cuál será el tema de la Jornada del Migrante y Refugiado 2022. 

La 108° Jornada del Migrante y del Refugiado se celebrará el próximo domingo 25 de septiembre de 2022. Para este evento, el Papa Francisco escogió el tema “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados”, para evidenciar el compromiso al que todos estamos llamados a poner en práctica para construir un futuro que responda al plan de Dios, sin excluir a nadie. 

Según comunicó la Santa Sede, “Construir con” significa, ante todo, reconocer y promover la aportación de los migrantes y los refugiados a esta obra de construcción, porque sólo así se podrá edificar un mundo que garantice las condiciones para el desarrollo humano integral de todos y todas. 

El mensaje, dividido en seis subtemas, profundizará algunos componentes esenciales de la aportación de los migrantes y refugiados -real y potencial- al crecimiento social, económico, cultural y espiritual de las sociedades y de las comunidades eclesiales. 

Para favorecer una adecuada preparación a la celebración de esta jornada, también este año la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral lanzará, a partir de finales de marzo, una campaña de comunicación destinada a promover una comprensión profunda del tema y de los subtemas del mensaje, a través de ayudas multimedia, material informativo y reflexiones teológicas.

viernes, 11 de febrero de 2022

HOY LA IGLESIA CELEBRA LA 30° JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO - 11 DE FEBRERO



Hoy la Iglesia celebra la 30ª Jornada Mundial del Enfermo

Redacción ACI Prensa

 Crédito: ACI Prensa



Este 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra la 30ª Jornada Mundial del Enfermo bajo el lema “Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso”. 

En su mensaje, el Papa Francisco recuerda que hace treinta años San Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo “para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan”. 

Y animó a que esta Jornada “pueda ayudarnos a crecer en el servicio y en la cercanía a las personas enfermas y a sus familias”.

En relación con el lema de esta jornada, el Papa anima a “volver la mirada hacia Dios “rico en misericordia” que siempre mira a sus hijos con amor de padre, incluso cuando estos se alejan de Él”. 

En ese sentido, el Papa recuerda que “el testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito”; y por eso se pregunta por la atención “particular” de Jesús hacia los enfermos, “hasta tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los enfermos”. 

Y explica que “cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente”. 

Recuerda el Papa en su mensaje “a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a dudas, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal”.

Por eso destacó “la importancia de contar con la presencia de testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre”. 

“La invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre adquiere un significado particular para los agentes sanitarios. Pienso especialmente en los médicos, los enfermeros, los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a quienes sufren”, aseguró. 

Por eso el Papa Francisco animó a los agentes sanitarios y les recordó que “su servicio al lado de los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende los límites de la profesión para convertirse en una misión”. 

“Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la responsabilidad que esta conlleva”; apuntó. 

“El enfermo es siempre más importante que su enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente, de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona antes que por su patología. Por eso espero que la formación profesional capacite a los agentes sanitarios para saber escuchar y relacionarse con el enfermo”, afirmó el Papa .

En esta Jornada Mundial del Enfermo, el Papa Francisco también animó a centrar la atención en los centros de asistencia sanitaria. “A lo largo de los siglos, la misericordia hacia los enfermos ha llevado a la comunidad cristiana a abrir innumerables “posadas del buen samaritano”, para acoger y curar a enfermos de todo tipo, sobre todo a aquellos que no encontraban respuesta a sus necesidades sanitarias, debido a la pobreza o a la exclusión social, o por las dificultades a la hora de tratar ciertas patologías. En estas situaciones son sobre todo los niños, los ancianos y las personas más frágiles quienes sufren las peores consecuencias” ,recordó el Papa. 

Recordó el trabajo de “muchos misioneros, misericordiosos como el Padre, acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales, dispensarios y centros de salud”; de las que dijo “son obras valiosas mediante las cuales la caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado por sus discípulos, se ha vuelto más creíble”. 

Por eso subrayó la importancia de “las instituciones sanitarias católicas” porque “son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los enfermos más pobres y a las situaciones más olvidadas”. 

“En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su término natural”, subrayó el Papa Francisco. 

En el mensaje, el Papa también recordó que “a lo largo de estos treinta años el servicio indispensable que realiza la pastoral de la salud se ha reconocido cada vez más. Si la peor discriminación que padecen los pobres, y los enfermos son pobres en salud, es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe”. 

Por eso insistió en que “la cercanía a los enfermos y su cuidado pastoral no sólo es tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello”, sino que “visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos”. 

El Papa Francisco encomendó a todos los enfermos a la Virgen, para que “unidos a Cristo, que lleva sobre sí el dolor del mundo, puedan encontrar sentido, consuelo y confianza” y oró por “todos los agentes sanitarios para que, llenos de misericordia, ofrezcan a los pacientes, además de los cuidados adecuados, su cercanía fraterna”. 

domingo, 25 de julio de 2021

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN PRIMERA JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y PERSONAS MAYORES

 


 

Homilía del Papa Francisco en primera Jornada Mundial de los abuelos y personas mayores

Redacción ACI Prensa

 Foto: Captura Vatican Media




Más de 2.000 personas participaron este domingo 25 de julio a una Misa en la Basílica de San Pedro del Vaticano con ocasión de la primera Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores que se celebrará cada año el cuarto domingo de julio, en la cercanía a la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús.

El tema de esta primera Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores fue “Yo estoy contigo todos los días” y para la ocasión el Papa Francisco escribió un mensaje y el Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida preparó una oración. 

En representación del Santo Padre, la Misa fue presidida por el presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, quien leyó la homilía preparada por el Papa Francisco.


A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco y pronunciada por Mons. Fisichella:

Mientras estaba sentado enseñando, «al levantar la vista, Jesús vio que una gran multitud acudía a él, y le preguntó a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para que coma esta gente?”» (Jn 6,5). Jesús no se limita a enseñar, sino que se deja interrogar por el hambre que anida en la vida de la gente. Y, de ese modo, da de comer a la multitud distribuyendo los cinco panes de cebada y los dos pescados que un muchacho le ofreció. Al final, como sobraron bastantes pedazos de pan, les dijo a los suyos que los recogieran, «para que no se pierda nada» (v. 12).

En esta Jornada, dedicada a los abuelos y a los mayores, quisiera detenerme precisamente en estos tres momentos: Jesús que ve el hambre de la multitud; Jesús que comparte el pan; Jesús que ordena recoger los pedazos sobrantes. Tres momentos que se pueden resumir en tres verbos: ver, compartir, custodiar.

Ver. El Evangelista Juan, al principio de la narración, señala este particular: Jesús levanta los ojos y ve a la multitud hambrienta después de haber caminado mucho para encontrarlo. Así inicia el milagro, con la mirada de Jesús, que no es indiferente ni está atareado, sino que advierte los espasmos del hambre que atormentan a la humanidad cansada. Él se preocupa por nosotros, nos cuida, quiere saciar nuestra hambre de vida, de amor y de felicidad. En los ojos de Jesús descubrimos la mirada de Dios: una mirada que es atenta, que escudriña los anhelos que llevamos en el corazón, que ve la fatiga, el cansancio y la esperanza con las que vamos adelante. Una mirada que sabe captar la necesidad de cada uno. A los ojos de Dios no existe la multitud anónima, sino cada persona con su hambre. Jesús tiene una mirada contemplativa, es decir, capaz de detenerse ante la vida del otro y descifrarla.

Esta es también la mirada con la que los abuelos y los mayores han visto nuestra vida. Es el modo en el que ellos, desde nuestra infancia, se han hecho cargo de nosotros. Habiendo tenido una vida a menudo muy sacrificada, no nos han tratado con indiferencia ni se han desentendido de nosotros, sino que han tenido ojos atentos, llenos de ternura. Cuando estábamos creciendo y nos sentíamos incomprendidos o asustados por los desafíos de la vida, se fijaron en nosotros, en lo que estaba cambiando en nuestro corazón, en nuestras lágrimas escondidas y en los sueños que llevábamos dentro. Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos. Y es gracias también a este amor que nos hemos convertido en adultos.

Y nosotros, ¿qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos compañía o llamamos por teléfono a un anciano para manifestarle nuestra cercanía y dejarnos bendecir por sus palabras? Sufro cuando veo una sociedad que corre, atareada e indiferente, afanada en tantas cosas e incapaz de detenerse para dirigir una mirada, un saludo, una caricia. Tengo miedo de una sociedad en la que todos somos una multitud anónima e incapaces de levantar la mirada y reconocernos. Los abuelos, que han alimentado nuestra vida, hoy tienen hambre de nosotros, de nuestra atención, de nuestra ternura, de sentirnos cerca. Alcemos la mirada hacia ellos, como Jesús hace con nosotros.


Compartir. Después de haber visto el hambre de aquellas personas, Jesús desea saciarlas. Y lo hace gracias al don de un muchacho joven, que ofrece sus cinco panes y los dos peces. Es muy hermoso que un muchacho, un joven, que comparte lo que tiene, esté en el centro de este prodigio del que se benefició tanta gente adulta —unas cinco mil personas—.

Hoy tenemos necesidad de una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores, de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos. Sin esta alianza de vida, de sueños y de futuro, nos arriesgamos a morir de hambre, porque aumentan los vínculos rotos, las soledades, los egoísmos, las fuerzas disgregadoras. Frecuentemente, en nuestras sociedades hemos entregado la vida a la idea de que “cada uno se ocupe de sí mismo”. Pero eso mata.

El Evangelio nos exhorta a compartir lo que somos y lo que tenemos, ese es el único modo en que podemos ser saciados. He recordado muchas veces lo que dice a este propósito el profeta Joel (cf. Jl 3,1): Jóvenes y ancianos juntos. Los jóvenes, profetas del futuro que no olvidan la historia de la que provienen; los ancianos, soñadores nunca cansados que trasmiten la experiencia a los jóvenes, sin entorpecerles el camino. Jóvenes y ancianos, el tesoro de la tradición y la frescura del Espíritu. Jóvenes y ancianos juntos. En la sociedad y en la Iglesia: juntos.


Custodiar. Después de que todos comieron, el Evangelio refiere que sobraron muchos pedazos de pan. Ante esto, Jesús da una indicación: «Recojan los pedazos que han sobrado, para que no se pierda nada» (Jn 6,12). Es así el corazón de Dios, no sólo nos da mucho más de lo que necesitamos, sino que se preocupa también de que nada se desperdicie, ni siquiera un fragmento. Un pedacito de pan podría parecer poca cosa, pero a los ojos de Dios nada se debe descartar. Es una invitación profética que hoy estamos llamado a hacer resonar en nosotros mismos y en el mundo: recoger, conservar con cuidado, custodiar.

Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar. Ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, “la fragancia de la memoria”. No perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos.

Preguntémonos: “¿He visitado a los abuelos? ¿a los mayores de la familia o de mi barrio? ¿Los he escuchado? ¿Les he dedicado un poco de tiempo?”. Custodiémoslos, para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros, hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida.

Hermanos y hermanas, los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron. Por favor, no nos olvidemos de ellos. Aliémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca. Custodiémoslos con amor. Y aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Saldremos mejores. Y, juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios.


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Así se vivió en Vaticano la primera Jornada Mundial de los abuelos y las personas mayores

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa



El Papa Francisco invitó en la Jornada Mundial de los abuelos y las personas mayores de este 25 de julio a aprender a compartir el tiempo con los ancianos, a cuidarlos con amor, a estar agradecidos por todo lo que hicieron por nosotros.

“Hermanos y hermanas, los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron”, dijo el Papa en la homilía preparada para la Misa que se celebró en la Basílica de San Pedro del Vaticano y a la que acudieron más de 2.000 fieles.

La Eucaristía fue concelebrada por el presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, el prefecto del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida, Cardenal Kevin Farrell y el vicario del Papa para la Diócesis de Roma, Cardenal Angelo De Donatis.

En la homilía preparada por el Papa Francisco y pronunciada, en su representación por Mons. Fisichella, el Santo Padre comentó el pasaje del Evangelio de San Juan que relata el episodio de la multiplicación de los panes.

En esta línea, el Pontífice escribió que “los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar” sino que “son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, la fragancia de la memoria”.

“No perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos”, invitó el Papa.

Por ello, el Santo Padre invitó a preguntarse: “¿He visitado a los abuelos? ¿A los mayores de la familia o de mi barrio? ¿Los he escuchado? ¿Les he dedicado un poco de tiempo?” y añadió “custodiémoslos, para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros, hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida”.

“Por favor, no nos olvidemos de ellos. Alíémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca. Custodiémoslos con amor. Y aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Saldremos mejores. Y, juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios”, destacó.

Además, el Santo Padre se detuvo en el relato y los personajes que narra el Evangelista San Juan en el Capítulo 6 en el que Jesús se encuentra con un joven, que no tiene nombre, y que ofreció todo lo que tenía -cinco panes de cebada y dos pescados- y el milagro de la multiplicación de los panes gracias al que comió una multitud de personas.

En este sentido, el Papa dijo que en esta Jornada, dedicada a los abuelos y a las personas mayores, se detuvo en tres momentos: “Jesús que ve el hambre de la multitud; Jesús que comparte el pan; Jesús que ordena recoger los pedazos sobrantes. Tres momentos que se pueden resumir en tres verbos: ver, compartir, custodiar”.

En primer lugar, el Santo Padre resaltó “la mirada de Jesús, que no es indiferente ni está atareado, sino que advierte los espasmos del hambre que atormentan a la humanidad cansada” porque “Él se preocupa por nosotros, nos cuida, quiere saciar nuestra hambre de vida, de amor y de felicidad”.

“Esta es también la mirada con la que los abuelos y los mayores han visto nuestra vida. Es el modo en el que ellos, desde nuestra infancia, se han hecho cargo de nosotros. Habiendo tenido una vida a menudo muy sacrificada, no nos han tratado con indiferencia ni se han desentendido de nosotros, sino que han tenido ojos atentos, llenos de ternura”, afirmó.

Luego, el Papa invitó a cuestionarse “y nosotros, ¿qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos compañía o llamamos por teléfono a un anciano para manifestarle nuestra cercanía y dejarnos bendecir por sus palabras?” y reconoció que “sufro cuando veo una sociedad que corre, atareada e indiferente, afanada en tantas cosas e incapaz de detenerse para dirigir una mirada, un saludo, una caricia”.

“Tengo miedo de una sociedad en la que todos somos una multitud anónima e incapaces de levantar la mirada y reconocernos. Los abuelos, que han alimentado nuestra vida, hoy tienen hambre de nosotros, de nuestra atención, de nuestra ternura, de sentirnos cerca. Alcemos la mirada hacia ellos, como Jesús hace con nosotros”, advirtió.

En segundo lugar, el Santo Padre se detuvo en la generosidad del joven “que comparte lo que tiene” y que está “en el centro de este prodigio del que se benefició tanta gente adulta, unas cinco mil personas”.

Ante esto, el Papa invitó nuevamente a realizar “una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores, de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos” porque “sin esta alianza de vida, de sueños y de futuro, nos arriesgamos a morir de hambre, porque aumentan los vínculos rotos, las soledades, los egoísmos, las fuerzas disgregadoras”.

“El Evangelio nos exhorta a compartir lo que somos y lo que tenemos, ese es el único modo en que podemos ser saciados. He recordado muchas veces lo que dice a este propósito el profeta Joel (cf. Jl 3,1): Jóvenes y ancianos juntos. Los jóvenes, profetas del futuro que no olvidan la historia de la que provienen; los ancianos, soñadores nunca cansados que trasmiten la experiencia a los jóvenes, sin entorpecerles el camino. Jóvenes y ancianos, el tesoro de la tradición y la frescura del Espíritu. Jóvenes y ancianos juntos. En la sociedad y en la Iglesia: juntos”, exhortó el Papa.

Por último, el Santo Padre advirtió la importancia de que “el Evangelio refiere que sobraron muchos pedazos de pan” y que Jesús pidió recoger “los pedazos que han sobrado, para que no se pierda nada” y añadió que “es así el corazón de Dios, no sólo nos da mucho más de lo que necesitamos, sino que se preocupa también de que nada se desperdicie, ni siquiera un fragmento”.

Se trata de una invitación profética de Jesús, que nos recuerda que “los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar” porque “ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida”.

“Ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos”, concluyó el Papa en la homilía.

Al finalizar la Misa, el Cardenal Farrell y Mons. Fisichella se colocaron delante de un cuadro de la Virgen María junto a un grupo de personas mayores, entre ellos, dos mujeres africanas con trajes típicos, y todos, junto a la asamblea presente, entonaron una canción a la Virgen María.

El Santo Padre instituyó esta Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores que se celebrará cada año el cuarto domingo de julio, en la cercanía a la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús.

El tema de esta primera Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores fue “Yo estoy contigo todos los días” y para la ocasión el Papa Francisco escribió un mensaje, el Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida preparó también una oración. y la Penitenciaría Apostólica concedió Indulgencia Plenaria  a quienes visiten a un anciano por esta Jornada y cumplan con las condiciones establecidas por la Iglesia Católica.

lunes, 14 de junio de 2021

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES 2021



 Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los Pobres 2021

Redacción ACI Prensa

 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



La Santa Sede difundió este lunes 14 de junio el mensaje del Papa Francisco para la V Jornada Mundial de los Pontes, que tendrá lugar el próximo 14 de noviembre de 2021. El Mensaje, que lleva por título “A los pobres los tienen siempre con ustedes”, una frase extraída del Evangelio de San Marcos, se firmó ayer domingo 13 de junio, fiesta de San Antonio de Padua, en San Juan de Letrán, sede de la Diócesis de Roma.


A continuación, el mensaje completo del Papa Francisco por la V Jornada Mundial de los Pobres:


«A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7)

1. «A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7). Jesús pronunció estas palabras en el contexto de una comida en Betania, en casa de un tal Simón, llamado “el leproso”, unos días antes de la Pascua. Según narra el evangelista, una mujer entró con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy valioso y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Ese gesto suscitó gran asombro y dio lugar a dos interpretaciones diversas.

La primera fue la indignación de algunos de los presentes, entre ellos los discípulos que, considerando el valor del perfume —unos 300 denarios, equivalentes al salario anual de un obrero— pensaron que habría sido mejor venderlo y dar lo recaudado a los pobres.

Según el Evangelio de Juan, fue Judas quien se hizo intérprete de esta opinión: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para darlos a los pobres?». Y el evangelista señala: «Esto no lo dijo porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa del dinero en común, robaba de lo que echaban en ella» (12,5-6).

No es casualidad que esta dura crítica salga de la boca del traidor, es la prueba de que quienes no reconocen a los pobres traicionan la enseñanza de Jesús y no pueden ser sus discípulos. A este respecto, recordamos las contundentes palabras de Orígenes: «Judas parecía preocuparse por los pobres [...]. Si ahora todavía hay alguien que tiene la bolsa de la Iglesia y habla a favor de los pobres como Judas, pero luego toma lo que ponen dentro, entonces, que tenga su parte junto a Judas» (Comentario al Evangelio de Mateo, XI, 9).

La segunda interpretación la dio el propio Jesús y permite captar el sentido profundo del gesto realizado por la mujer. Él dijo: «¡Déjenla! ¿Por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo» (Mc 14,6). Jesús sabía que su muerte estaba cercana y vio en ese gesto la anticipación de la unción de su cuerpo sin vida antes de ser depuesto en el sepulcro.

Esta visión va más allá de cualquier expectativa de los comensales. Jesús les recuerda que el primer pobre es Él, el más pobre entre los pobres, porque los representa a todos. Y es también en nombre de los pobres, de las personas solas, marginadas y discriminadas, que el Hijo de Dios aceptó el gesto de aquella mujer. Ella, con su sensibilidad femenina, demostró ser la única que comprendió el estado de ánimo del Señor.

Esta mujer anónima, destinada quizá por esto a representar a todo el universo femenino que a lo largo de los siglos no tendrá voz y sufrirá violencia, inauguró la significativa presencia de las mujeres que participan en el momento culminante de la vida de Cristo: su crucifixión, muerte y sepultura, y su aparición como Resucitado. Las mujeres, tan a menudo discriminadas y mantenidas al margen de los puestos de responsabilidad, en las páginas de los Evangelios son, en cambio, protagonistas en la historia de la revelación.

Y es elocuente la expresión final de Jesús, que asoció a esta mujer a la gran misión evangelizadora: «Les aseguro que, para honrar su memoria, en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia se contará lo que ella acaba de hacer conmigo» (Mc 14,9).

2. Esta fuerte “empatía” entre Jesús y la mujer, y el modo en que Él interpretó su unción, en contraste con la visión escandalizada de Judas y de los otros, abre un camino fecundo de reflexión sobre el vínculo inseparable que hay entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio.

El rostro de Dios que Él revela, de hecho, es el de un Padre para los pobres y cercano a los pobres. Toda la obra de Jesús afirma que la pobreza no es fruto de la fatalidad, sino un signo concreto de su presencia entre nosotros.

No lo encontramos cuando y donde quisiéramos, sino que lo reconocemos en la vida de los pobres, en su sufrimiento e indigencia, en las condiciones a veces inhumanas en las que se ven obligados a vivir. No me canso de repetir que los pobres son verdaderos evangelizadores porque fueron los primeros en ser evangelizados y llamados a compartir la bienaventuranza del Señor y su Reino (cf. Mt 5,3).

Los pobres de cualquier condición y de cualquier latitud nos evangelizan, porque nos permiten redescubrir de manera siempre nueva los rasgos más genuinos del rostro del Padre. «Ellos tienen mucho que enseñarnos.

Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro “considerándolo como uno consigo”. Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 198-199).

3. Jesús no sólo está de parte de los pobres, sino que comparte con ellos la misma suerte. Esta es una importante lección también para sus discípulos de todos los tiempos. Sus palabras «a los pobres los tienen siempre con ustedes» también indican que su presencia en medio de nosotros es constante, pero que no debe conducirnos a un acostumbramiento que se convierta en indiferencia, sino a involucrarnos en un compartir la vida que no admite delegaciones.

Los pobres no son personas “externas” a la comunidad, sino hermanos y hermanas con los cuales compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, para devolverles la dignidad perdida y asegurarles la necesaria inclusión social. Por otra parte, se sabe que una obra de beneficencia presupone un benefactor y un beneficiado, mientras que el compartir genera fraternidad. La limosna es ocasional, mientras que el compartir es duradero.

La primera corre el riesgo de gratificar a quien la realiza y humillar a quien la recibe; el segundo refuerza la solidaridad y sienta las bases necesarias para alcanzar la justicia. En definitiva, los creyentes, cuando quieren ver y palpar a Jesús en persona, saben a dónde dirigirse, los pobres son sacramento de Cristo, representan su persona y remiten a él.

Tenemos muchos ejemplos de santos y santas que han hecho del compartir con los pobres su proyecto de vida. Pienso, entre otros, en el padre Damián de Veuster, santo apóstol de los leprosos. Con gran generosidad respondió a la llamada de ir a la isla de Molokai, convertida en un gueto accesible sólo a los leprosos, para vivir y morir con ellos.

Puso manos a la obra e hizo todo lo posible para que la vida de esos pobres, enfermos y marginados, reducidos a la extrema degradación, fuera digna de ser vivida. Se hizo médico y enfermero, sin reparar en los riesgos que corría, y llevó la luz del amor a esa “colonia de muerte”, como era llamada la isla. La lepra lo afectó también a él, signo de un compartir total con los hermanos y hermanas por los que había dado la vida.

Su testimonio es muy actual en nuestros días, marcados por la pandemia de coronavirus. La gracia de Dios actúa ciertamente en el corazón de muchos que, sin aparecer, se gastan por los más pobres en un concreto compartir.

4. Necesitamos, pues, adherirnos con plena convicción a la invitación del Señor: «Conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Mc 1,15). Esta conversión consiste, en primer lugar, en abrir nuestro corazón para reconocer las múltiples expresiones de la pobreza y en manifestar el Reino de Dios mediante un estilo de vida coherente con la fe que profesamos.

A menudo los pobres son considerados como personas separadas, como una categoría que requiere un particular servicio caritativo. Seguir a Jesús implica, en este sentido, un cambio de mentalidad, es decir, acoger el reto de compartir y participar. Convertirnos en sus discípulos implica la opción de no acumular tesoros en la tierra, que dan la ilusión de una seguridad en realidad frágil y efímera.

Por el contrario, requiere la disponibilidad para liberarse de todo vínculo que impida alcanzar la verdadera felicidad y bienaventuranza, para reconocer lo que es duradero y que no puede ser destruido por nada ni por nadie (cf. Mt 6,19-20).

La enseñanza de Jesús también en este caso va a contracorriente, porque promete lo que sólo los ojos de la fe pueden ver y experimentar con absoluta certeza: «Y todo el que deje casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi causa, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna» (Mt 19,29).

Si no se elige convertirse en pobres de las riquezas efímeras, del poder mundano y de la vanagloria, nunca se podrá dar la vida por amor; se vivirá una existencia fragmentaria, llena de buenos propósitos, pero ineficaz para transformar el mundo. Se trata, por tanto, de abrirse con decisión a la gracia de Cristo, que puede hacernos testigos de su caridad sin límites y devolverle credibilidad a nuestra presencia en el mundo.

5. El Evangelio de Cristo impulsa a estar especialmente atentos a los pobres y pide reconocer las múltiples y demasiadas formas de desorden moral y social que generan siempre nuevas formas de pobreza. Parece que se está imponiendo la idea de que los pobres no sólo son responsables de su condición, sino que constituyen una carga intolerable para un sistema económico que pone en el centro los intereses de algunas categorías privilegiadas.

Un mercado que ignora o selecciona los principios éticos crea condiciones inhumanas que se abaten sobre las personas que ya viven en condiciones precarias. Se asiste así a la creación de trampas siempre nuevas de indigencia y exclusión, producidas por actores económicos y financieros sin escrúpulos, carentes de sentido humanitario y de responsabilidad social.

El año pasado, además, se añadió otra plaga que produjo ulteriormente más pobres: la pandemia. Esta sigue tocando a las puertas de millones de personas y, cuando no trae consigo el sufrimiento y la muerte, es de todas maneras portadora de pobreza. Los pobres han aumentado desproporcionadamente y, por desgracia, seguirán aumentando en los próximos meses.

Algunos países, a causa de la pandemia, están sufriendo gravísimas consecuencias, de modo que las personas más vulnerables están privadas de los bienes de primera necesidad. Las largas filas frente a los comedores para los pobres son el signo tangible de este deterioro. Una mirada atenta exige que se encuentren las soluciones más adecuadas para combatir el virus a nivel mundial, sin apuntar a intereses partidistas.

En particular, es urgente dar respuestas concretas a quienes padecen el desempleo, que golpea dramáticamente a muchos padres de familia, mujeres y jóvenes. La solidaridad social y la generosidad de la que muchas personas son capaces, gracias a Dios, unidas a proyectos de promoción humana a largo plazo, están aportando y aportarán una contribución muy importante en esta coyuntura.

6. Sin embargo, permanece abierto el interrogante, que no es obvio en absoluto: ¿cómo es posible dar una solución tangible a los millones de pobres que a menudo sólo encuentran indiferencia, o incluso fastidio, como respuesta? ¿Qué camino de justicia es necesario recorrer para que se superen las desigualdades sociales y se restablezca la dignidad humana, tantas veces pisoteada?

Un estilo de vida individualista es cómplice en la generación de pobreza, y a menudo descarga sobre los pobres toda la responsabilidad de su condición. Sin embargo, la pobreza no es fruto del destino sino consecuencia del egoísmo. Por lo tanto, es decisivo dar vida a procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos, para que la complementariedad de las competencias y la diversidad de las funciones den lugar a un recurso común de participación.

Hay muchas pobrezas de los “ricos” que podrían ser curadas por la riqueza de los “pobres”, ¡si sólo se encontraran y se conocieran! Ninguno es tan pobre que no pueda dar algo de sí mismo en la reciprocidad. Los pobres no pueden ser sólo los que reciben; hay que ponerlos en condiciones de poder dar, porque saben bien cómo corresponder. ¡Cuántos ejemplos de compartir están ante nuestros ojos! Los pobres nos enseñan a menudo la solidaridad y el compartir.

Es cierto, son personas a las que les falta algo, frecuentemente les falta mucho e incluso lo necesario, pero no les falta todo, porque conservan la dignidad de hijos de Dios que nada ni nadie les puede quitar.

7. Por eso se requiere un enfoque diferente de la pobreza. Es un reto que los gobiernos y las instituciones mundiales deben afrontar con un modelo social previsor, capaz de responder a las nuevas formas de pobreza que afectan al mundo y que marcarán las próximas décadas de forma decisiva. Si se margina a los pobres, como si fueran los culpables de su condición, entonces el concepto mismo de democracia se pone en crisis y toda política social se vuelve un fracaso.

Con gran humildad deberíamos confesar que en lo referente a los pobres somos a menudo incompetentes. Se habla de ellos en abstracto, nos detenemos en las estadísticas y se piensa en provocar conmoción con algún documental. La pobreza, por el contrario, debería suscitar una planificación creativa, que permita aumentar la libertad efectiva para poder realizar la existencia con las capacidades propias de cada persona.

Pensar que la libertad se concede e incrementa por la posesión de dinero es una ilusión de la que hay que alejarse. Servir eficazmente a los pobres impulsa a la acción y permite encontrar los medios más adecuados para levantar y promover a esta parte de la humanidad, demasiadas veces anónima y sin voz, pero que tiene impresa en sí el rostro del Salvador que pide ayuda.

8. «A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7). Es una invitación a no perder nunca de vista la oportunidad que se ofrece de hacer el bien. En el fondo se puede entrever el antiguo mandato bíblico: «Si hubiese un hermano pobre entre los tuyos, no seas inhumano ni le niegues tu ayuda a tu hermano el pobre.

Por el contrario, tiéndele la mano y préstale lo que necesite, lo que le falte. […] Le prestarás, y no de mala gana, porque por eso el Señor, tu Dios, te bendecirá en todo lo que hagas y emprendas. Ya que no faltarán pobres en la tierra» (Dt 15.7-8.10-11).

El apóstol Pablo se sitúa en la misma línea cuando exhorta a los cristianos de sus comunidades a socorrer a los pobres de la primera comunidad de Jerusalén y a hacerlo «no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama a quien da con alegría» (2 Co 9,7). No se trata de aliviar nuestra conciencia dando alguna limosna, sino más bien de contrastar la cultura de la indiferencia y la injusticia con la que tratamos a los pobres.

En este contexto también es bueno recordar las palabras de san Juan Crisóstomo: «El que es generoso no debe pedir cuentas de la conducta, sino sólo mejorar la condición de pobreza y satisfacer la necesidad. El pobre sólo tiene una defensa: su pobreza y la condición de necesidad en la que se encuentra. No le pidas nada más; pero aunque fuese el hombre más malvado del mundo, si le falta el alimento necesario, librémosle del hambre. [...] El hombre misericordioso es un puerto para quien está en necesidad: el puerto acoge y libera del peligro a todos los náufragos; sean ellos malvados, buenos, o sean como sean aquellos que se encuentren en peligro, el puerto los protege dentro de su bahía. Por tanto, también tú, cuando veas en tierra a un hombre que ha sufrido el naufragio de la pobreza, no juzgues, no pidas cuentas de su conducta, sino libéralo de la desgracia» (Discursos sobre el pobre Lázaro, II, 5).

9. Es decisivo que se aumente la sensibilidad para comprender las necesidades de los pobres, en continuo cambio como lo son las condiciones de vida. De hecho, hoy en día, en las zonas económicamente más desarrolladas del mundo, se está menos dispuestos que en el pasado a enfrentarse a la pobreza. E

l estado de relativo bienestar al que se está acostumbrados hace más difícil aceptar sacrificios y privaciones. Se es capaz de todo, con tal de no perder lo que ha sido fruto de una conquista fácil. Así, se cae en formas de rencor, de nerviosismo espasmódico, de reivindicaciones que llevan al miedo, a la angustia y, en algunos casos, a la violencia.

Este no ha de ser el criterio sobre el que se construya el futuro; sin embargo, estas también son formas de pobreza de las que no se puede apartar la mirada. Debemos estar abiertos a leer los signos de los tiempos que expresan nuevas modalidades de cómo ser evangelizadores en el mundo contemporáneo.

La ayuda inmediata para satisfacer las necesidades de los pobres no debe impedirnos ser previsores a la hora de poner en práctica nuevos signos del amor y de la caridad cristiana como respuesta a las nuevas formas de pobreza que experimenta la humanidad de hoy.

Deseo que la Jornada Mundial de los Pobres, que llega a su quinta edición, arraigue cada vez más en nuestras Iglesias locales y se abra a un movimiento de evangelización que en primera instancia salga al encuentro de los pobres, allí donde estén.

No podemos esperar a que llamen a nuestra puerta, es urgente que vayamos nosotros a encontrarlos en sus casas, en los hospitales y en las residencias asistenciales, en las calles y en los rincones oscuros donde a veces se esconden, en los centros de refugio y acogida... Es importante entender cómo se sienten, qué perciben y qué deseos tienen en el corazón.

Hagamos nuestras las apremiantes palabras de don Primo Mazzolari: «Quisiera pedirles que no me pregunten si hay pobres, quiénes son y cuántos son, porque temo que tales preguntas representen una distracción o el pretexto para apartarse de una indicación precisa de la conciencia y del corazón. [...] Nunca he contado a los pobres, porque no se pueden contar: a los pobres se les abraza, no se les cuenta» (“Adesso” n. 7 – 15 abril 1949).

Los pobres están entre nosotros. Qué evangélico sería si pudiéramos decir con toda verdad: también nosotros somos pobres, porque sólo así lograremos reconocerlos realmente y hacerlos parte de nuestra vida e instrumentos de salvación.


Roma, San Juan de Letrán, 13 de junio de 2021, Memoria litúrgica de san Antonio de Padua

FRANCISCO

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