Dichosos quienes ponen en práctica la palabra de Dios.
Lucas 11, 27-28. Sábado XXVII del tiempo ordinario. Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.
Por: Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, aquí me encuentro para ponerme verdaderamente en tu presencia; para colocar todas mis preocupaciones, distracciones, ilusiones en tus manos. Si me cuesta apartarme de lo mío, te pido una gracia especial, pues mi único deseo es encontrarme ahora contigo. En tus manos, Madre mía.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!”. Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. ¿Verdaderamente son más dichosos ellos que los que se entregan simplemente a las alegrías de esta tierra? Las promesas del Evangelio no hacen fiesta, ruido al presentarse; su elocuencia es su silencio, quizá su falta de esplendor, de lujo, de brillo. Son promesas que, a primera vista, provocan incluso un poco de temor a quien las busca entender. Por otro lado, –pero esto solo lo puede comprobar quien acepta el reto- es verdad que quien vive según el Evangelio, según el modelo de Cristo, encuentra una belleza sinigual en la vida.
Tantas veces me invitas Tú, Señor, a aceptar tu buena nueva, tu nuevo mensaje de que puedo ser un hombre nuevo, una mujer nueva, modelado o modelada por Ti. Quiero, en verdad, ser dócil: también en medio de los problemas, de los malos entendidos durante el día, de los trabajos de diario, de los encuentros difíciles, de las ingratitudes o las frustraciones, de las exigencias nuevas que se puedan presentar en mi vida. Quiero ser dócil a tu mensaje, vivir de una manera nueva, con un corazón nuevo renovado en Ti. Con un corazón que lata a la par del tuyo y que acepte tomar la puerta estrecha, confiando en que son dichosos quienes escuchan tu palabra y la ponen en práctica.
¿Doy testimonio de mi fe entre las personas de mi entorno?, ¿busco dar siempre más, o me he conformado con lo que hago ya? Y lo que ya hago, ¿cómo lo vivo?, ¿con qué corazón?, ¿con la mirada en Ti, Señor Jesús?, ¿con el deseo de extender tu Reino?, ¿creyendo de verdad que cada acto de mi vida, por minúsculo que sea, puede contribuir a su extensión?, ¿soy feliz sirviéndote, Señor?, ¿transmito esa felicidad con mi testimonio?
Ayúdame a profundizar estas preguntas y toda esta meditación, Señor, pues mi deseo es responder a tu mensaje de hoy. Tú me has llamado a ser cristiano, cristiana, y quiero que veas por mis obras cuán grande es mi deseo por cumplir tu voluntad con verdadero amor.
«Recordamos a todos nuestros hermanos que aún hoy ponen en práctica estas palabras de Jesús, ofreciendo su tiempo, su trabajo, su propia fatiga y hasta su vida para no renegar de su fe en Cristo. Jesús, mediante su Espíritu Santo, nos da la fuerza para ir hacia adelante en el camino de la fe y del testimonio: actuar de acuerdo con lo que creemos; no decir una cosa y hacer otra. Y en este camino la Virgen siempre está cerca nuestro y nos precede: dejémonos tomar de la mano por ella, cuando atravesamos los momentos más oscuros y difíciles.»
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Darme el tiempo para buscar una respuesta sincera y comprometedora a las preguntas de la meditación.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.








En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra "rosario" significa "corona de rosas".
A finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán sufría al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses y decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.
Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral, alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo.Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.
