domingo, 16 de marzo de 2025

CUARESMA - EXPERIENCIA TRANSFORMADORA



Experiencia transformadora

La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás.

 Fuente: Semanario Alégrate




La cuaresma es un proceso existencial que quiere tocar las fibras más íntimas del ser humano. El proceso que sigue naturalmente este tiempo está bien marcado y definido con toda claridad. De tal manera que, el que se impuso la ceniza al comienzo de la cuaresma, esté totalmente renovado al final de este proceso de conversión.


El objetivo de toda la cuaresma se revela en esta semana: se trata de dejarse transfigurar por el Señor. Por Dios que nos hizo, nos sigue haciendo y nos quiere transfigurar. Esta trasfiguración no es el resultado de un arduo ejercicio de prácticas de piedad. Todo lo contario, este cambio de figura en cada uno es posible sólo como consecuencia de saberse hijos amados del Padre.


En este sentido, el cambio profundo es un don de Dios. Modifica escuchar constantemente en la propia vida que se es hijo del Padre y que el Padre ama con su amor especialísimo. Es de esta experiencia existencial de amor sin reservas, de la que brotan los cambios. Quien se sabe profundamente amado, quiere estar a la altura del amor del que lo ama.


La experiencia de conversión-transfiguración que quiere conseguir la cuaresma en cada cristiano, no es algo que se viva en lo íntimo de la soledad personal, en realidad no tendría tanto sentido. Por eso Jesús insiste luego de su transfiguración, en bajar a continuar la vida. La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás. Jesús es muy claro, no es posible construir chozas y quedarse ahí, es necesario bajar, ir al mundo de las necesidades, prisas, trabajos, encuentros: allá es donde surtirá efecto la conversión personal. 

NO HAY FAMILIA PERFECTA...





 

La perfección no une a la familia, el amor sí. ¡Y eso lo cambia todo!

CUARESMA ES...

 









VIVIR ANTE EL MISTERIO



VIVIR ANTE EL MISTERIO


El hombre moderno comienza a experimentar la insatisfacción que produce en su corazón el vacío interior, la trivialidad de lo cotidiano, la superficialidad de nuestra sociedad, la incomunicación con el Misterio.


Son bastantes los que, a veces de manera vaga y confusa, otras de manera clara y palpable, sienten una decepción y un desencanto inconfesable frente a una sociedad que despersonaliza a las personas, las vacía interiormente y las incapacita para abrirse al Trascendente.


La trayectoria seguida por la humanidad es fácil de describir: ha ido aprendiendo a utilizar con una eficacia cada vez mayor el instrumento de su razón; ha ido acumulando un número cada vez mayor de datos; ha sistematizado sus conocimientos en ciencias cada vez más complejas; ha transformado las ciencias en técnicas cada vez más poderosas para dominar el mundo y la vida.


Este caminar apasionante a lo largo de los siglos tiene un riesgo. Inconscientemente hemos terminado por creer que la razón nos llevará a la liberación total. No aceptamos el Misterio. Y, sin embargo, el Misterio está presente en lo más profundo de nuestra existencia.


El ser humano quiere conocer y dominar todo. Pero no puede conocer y dominar ni su origen ni su destino último. Y lo más racional sería reconocer que estamos envueltos en algo que nos trasciende: hemos de movernos humildemente en un horizonte de Misterio.


En el mensaje de Jesús hay una invitación escandalosa para los oídos modernos: no todo se reduce a la razón. El ser humano ha de aprender a vivir ante el Misterio. Y el Misterio tiene un nombre: Dios, nuestro «Padre», que nos acoge y nos llama a vivir como hermanos.


Quizá nuestro mayor problema sea habernos incapacitado para orar y dialogar con un Padre. Estamos huérfanos y no acertamos a entendernos como hermanos. También hoy, en medio de nubes y oscuridad, se puede oír una voz que nos sigue llamando: «Este es mi hijo… Escuchadlo». 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola


JESÚS SUBIÓ AL MONTE A ORAR - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 DE MARZO DE 2025



 «Jesús subió al monte a orar»

Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós

(Barcelona, España)




Hoy, segundo domingo de Cuaresma, la liturgia de la palabra nos trae invariablemente el episodio evangélico de la Transfiguración del Señor. Este año con los matices propios de san Lucas.


El tercer evangelista es quien subraya más intensamente a Jesús orante, el Hijo que está permanentemente unido al Padre a través de la oración personal, a veces íntima, escondida, a veces en presencia de sus discípulos, llena de la alegría del Espíritu Santo.


Fijémonos, pues, que Lucas es el único de los sinópticos que comienza la narración de este relato así: «Jesús (...) subió al monte a orar» (Lc 9,28), y, por tanto, también es el que especifica que la transfiguración del Maestro se produjo «mientras oraba» (Lc 9,29). No es éste un hecho secundario.


La oración es presentada como el contexto idóneo, natural, para la visión de la gloria de Cristo: cuando Pedro, Juan y Santiago se despertaron, «vieron su gloria» (Lc 9,32). Pero no solamente la de Él, sino también la gloria que ya Dios manifestó en la Ley y los Profetas; éstos —dice el evangelista— «aparecían en gloria» (Lc 9,31). Efectivamente, también ellos encuentran el propio esplendor cuando el Hijo habla al Padre en el amor del Espíritu. Así, en el corazón de la Trinidad, la Pascua de Jesús, «su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9,31) es el signo que manifiesta el designio de Dios desde siempre, llevado a término en el seno de la historia de Israel, hasta el cumplimiento definitivo, en la plenitud de los tiempos, en la muerte y la resurrección de Jesús, el Hijo encarnado.


Nos viene bien recordar, en esta Cuaresma y siempre, que solamente si dejamos aflorar el Espíritu de piedad en nuestra vida, estableciendo con el Señor una relación familiar, inseparable, podremos gozar de la contemplación de su gloria. Es urgente dejarnos impresionar por la visión del rostro del Transfigurado. A nuestra vivencia cristiana quizá le sobran palabras y le falta estupor, aquel que hizo de Pedro y de sus compañeros testigos auténticos de Cristo viviente.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 DE MARZO DE 2025

 



Domingo 2 (C) de Cuaresma

Domingo 16 de marzo de 2025



1ª Lectura (Gén 15,5-12.17-18): En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber. El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón».


Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor hizo alianza con Abran en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río».



Salmo responsorial: 26

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?


Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mí corazón: «Buscad mi rostro».


Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio.


Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.


2ª Lectura (Flp 3,17—4,1): Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Versículo antes del Evangelio (Mc 9,7): En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: «Éste es mi Hijo amado; escúchenlo».

Texto del Evangelio (Lc 9,28-36): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto. 


Necesitados de un encuentro íntimo con Jesús, nos ponemos en oración, nos adentramos en nuestro desierto esperando el momento de su revelación y como premio a la perseverancia o como el culmen de su misericordia, el encuentro se da. A veces veremos la luz, otras sentiremos el susurro del Señor, otras nada, pero eso solo nos dice que hay que seguir caminando.


Cuando por su misericordia, Dios Padre nos permite percibir algo en la oración, nosotros, deseosos de eternizar ese momento de gloria, queremos construir nuestra tienda en el lugar, aparcarnos a sus pies y seguir contemplando su luz, pero son solo destellos que Dios nos regala, muestras de lo que espera a los peregrinos que en cada paso ponen su esperanza. Como el agua que se escurre entre las manos, no podemos retener esos momentos, es necesario avanzar.


La oración nos pone a un paso del cielo, sigamos caminando.

FELIZ DOMINGO!!!!





 

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