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lunes, 24 de noviembre de 2014
EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 24 DE NOVIEMBRE DEL 2014
Para reinar con el Rey de Reyes
Para reinar con el Rey de Reyes
Mateo 25, 31-46. Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Un rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón y de la humildad.
Por: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha. “Vengan, benditos de mi padre; tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme”. Los justos le contestarán entonces: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?” Y el rey les dirá: “Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”. Entonces dirá también a los de la izquierda: “Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron”. Entonces ellos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?” Y él les replicará: “Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquéllos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”».
Oración introductoria
Señor, creo en Ti, espero y te amo. Ayúdame a vivir con el apremio de hacer rendir el tiempo que me concedes para amarte más a través de mi servicio a los demás, porque es claro que el juicio final será de acuerdo a como haya vivido la caridad.
Petición
Jesús, ayúdame a recordar que la vida me ha sido dada para crecer en el amor a los demás.
Meditación del Papa Francisco
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha. “Vengan, benditos de mi padre; tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme”. Los justos le contestarán entonces: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?” Y el rey les dirá: “Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”. Entonces dirá también a los de la izquierda: “Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron”. Entonces ellos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?” Y él les replicará: “Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquéllos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”».
Oración introductoria
Señor, creo en Ti, espero y te amo. Ayúdame a vivir con el apremio de hacer rendir el tiempo que me concedes para amarte más a través de mi servicio a los demás, porque es claro que el juicio final será de acuerdo a como haya vivido la caridad.
Petición
Jesús, ayúdame a recordar que la vida me ha sido dada para crecer en el amor a los demás.
Meditación del Papa Francisco
La invitación de Jesús de estar siempre preparados, vigilantes, sabiendo que la vida en este mundo se nos ha dado para prepararnos a la otra vida, con el Padre celeste. Y para esto hay siempre una vía segura: prepararse bien a la muerte, estando cerca de Jesús. ¿Y cómo estamos cerca de Jesús? Con la oración, en los sacramentos y también en la práctica de la caridad.
Recordemos que Él está presente en los más débiles y necesitados. Él mismo se identificó con ellos, en la famosa parábola del juicio final, cuando dice: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era extranjero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, estaba en la cárcel y vinisteis a verme. Todo lo que hicisteis con estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. Por tanto, un camino seguro es recuperar el sentido de la caridad cristiana y de la compartición fraterna, curar las heridas corporales y espirituales de nuestro prójimo. La solidaridad en compartir el dolor e infundir esperanza es premisa y condición para recibir en herencia el Reino preparado para nosotros. Quien practica la misericordia no teme a la muerte. Pensad bien en esto. Quien practica la misericordia no teme a la muerte» (S.S. Francisco, 27 de noviembre de 2013).
Reflexión
Con este domingo llegamos al final del ciclo litúrgico. El último domingo de cada año, la Iglesia cierra con broche de oro el ciclo ordinario con la fiesta de Cristo Rey. Y el próximo domingo iniciaremos nuestra preparación para la venida del Señor en la Navidad: el adviento.
Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas. Pero es “escandaloso” el modo como ejerce su realeza. Todos los reyes de este mundo mantienen su reinado con la fuerza de las armas, y ostentan el esplendor de su riqueza y de su poder. Como que es algo “connatural” a su condición y a su nobleza. Pero creo que nunca han existido, ni existirán jamás sobre la faz de la tierra, reyes “pobres” o “débiles”. Serían víctimas fáciles de sus enemigos, que usurparían su trono sin ningún género de escrúpulos. Ésa ha sido la ley de vida a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Cuenta una leyenda que había un rey muy cristiano y con fama de santidad, pero sin hijos. El monarca envió a sus heraldos a colocar un anuncio en todos los pueblos y aldeas de sus dominios: “El joven que reúna los requisitos exigidos, puede aspirar a la sucesión del trono, previa entrevista con el rey. Y los requisitos son dos: Amar a Dios y amar a su prójimo”.
En una aldea muy lejana, un joven leyó el anuncio real y pensó que él cumplía las condiciones. Pero era tan pobre que no contaba con vestimentas dignas para presentarse ante el santo monarca, y temía solicitar la entrevista. Después de todo, juzgó que su pobreza no sería un impedimento para conocer, al menos, a tan afamado rey.
Trabajó día y noche hasta que logró reunir una discreta cantidad de dinero, se compró ropas finas, algunas pocas joyas y emprendió el viaje rumbo al palacio. Al llegar a las puertas de la ciudad se le acercó a un pobre limosnero, que tiritaba de frío, cubierto de harapos. Con sus brazos extendidos y con voz débil y lastimera, pidió auxilio: –“Estoy hambriento y tengo frío; ayúdeme, por favor...”
El joven quedó tan conmovido que de inmediato se deshizo de sus ropas finas y se puso los harapos del limosnero. Y le dio también las provisiones que llevaba.
Cruzando los umbrales de la ciudad, le salió al encuentro una mujer con dos niños tan sucios como ella: –“¡Mis niños tienen hambre y yo no tengo trabajo!”. Y sin pensarlo dos veces, se quitó el anillo del dedo, las pocas joyas que se había comprado y sus zapatos, y se los regaló a la pobre mujer. Titubeante, continuó su viaje al castillo, vestido con harapos y carente de provisiones para regresar a su aldea.
A su llegada al castillo, un asistente del rey le mostró el camino a un grande y lujoso salón. Después de una breve pausa, fue admitido a la sala del trono. El joven inclinó la mirada ante el monarca. Y cuál no sería su sorpresa cuando alzó los ojos y se encontró con los del rey. Atónito, exclamó: –“¡Usted... usted! ¡Usted es el limosnero que estaba a la vera del camino!”
En ese mismo instante entró una criada y dos niños trayéndole agua al cansado viajero, para que se lavara y saciara su sed. Su sorpresa fue mayúscula:
-“¡Ustedes también! ¡Ustedes estaban en la puerta de la ciudad pidiendo limosna!”.
-“Sí, replicó el soberano con un guiño– yo era ese limosnero, y mi criada y sus niños también estuvieron allí.
-“Pero... pe... pero... ¡usted es el rey! ¿Por qué me hizo eso?– tartamudeó el joven mientras tragaba saliva.
-“Porque necesitaba descubrir si tus intenciones y tus obras eran auténticas –dijo el monarca–. Sabía que si me acercaba a ti como rey, fingirías; y a mí me hubiese sido imposible descubrir lo que hay realmente en tu corazón. Como limosnero, en cambio, he podido descubrir que de verdad amas a Dios y a tu prójimo. Y tú eres el único que has pasado la prueba. ¡Tú serás mi heredero! – sentenció el rey– ¡tú heredarás mi reino!”.
Esta simpática historia nos puede ilustrar el Evangelio de hoy. Este domingo celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Él es el verdadero Rey de reyes. Y nos invita a reinar con Él.
Pero nos exige unas condiciones para ello: el amor a Dios y al prójimo. En el juicio final, cuando Él venga en su gloria, ésta será la materia de nuestro examen: la caridad, el modo como tratamos a nuestros semejantes.
Jesús se identifica con ellos y lo que hagamos a nuestro prójimo lo considera como hecho realmente a Él mismo. Y entonces se verá si somos dignos de reinar con Él por toda la eternidad. “Al atardecer de la vida –nos dice bellamente san Juan de la Cruz– seremos juzgados sobre el amor”.
Propósito
Ojalá que este día de Cristo Rey, también nosotros queramos aceptar la soberanía de Jesucristo y le proclamemos Señor de nuestras vidas volviendo a Él de todo corazón, y haciendo que muchos otros hombres y mujeres, comenzando por los que viven a nuestro lado, se acerquen al amor misericordioso de nuestro Redentor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Reflexión
Con este domingo llegamos al final del ciclo litúrgico. El último domingo de cada año, la Iglesia cierra con broche de oro el ciclo ordinario con la fiesta de Cristo Rey. Y el próximo domingo iniciaremos nuestra preparación para la venida del Señor en la Navidad: el adviento.
Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas. Pero es “escandaloso” el modo como ejerce su realeza. Todos los reyes de este mundo mantienen su reinado con la fuerza de las armas, y ostentan el esplendor de su riqueza y de su poder. Como que es algo “connatural” a su condición y a su nobleza. Pero creo que nunca han existido, ni existirán jamás sobre la faz de la tierra, reyes “pobres” o “débiles”. Serían víctimas fáciles de sus enemigos, que usurparían su trono sin ningún género de escrúpulos. Ésa ha sido la ley de vida a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Cuenta una leyenda que había un rey muy cristiano y con fama de santidad, pero sin hijos. El monarca envió a sus heraldos a colocar un anuncio en todos los pueblos y aldeas de sus dominios: “El joven que reúna los requisitos exigidos, puede aspirar a la sucesión del trono, previa entrevista con el rey. Y los requisitos son dos: Amar a Dios y amar a su prójimo”.
En una aldea muy lejana, un joven leyó el anuncio real y pensó que él cumplía las condiciones. Pero era tan pobre que no contaba con vestimentas dignas para presentarse ante el santo monarca, y temía solicitar la entrevista. Después de todo, juzgó que su pobreza no sería un impedimento para conocer, al menos, a tan afamado rey.
Trabajó día y noche hasta que logró reunir una discreta cantidad de dinero, se compró ropas finas, algunas pocas joyas y emprendió el viaje rumbo al palacio. Al llegar a las puertas de la ciudad se le acercó a un pobre limosnero, que tiritaba de frío, cubierto de harapos. Con sus brazos extendidos y con voz débil y lastimera, pidió auxilio: –“Estoy hambriento y tengo frío; ayúdeme, por favor...”
El joven quedó tan conmovido que de inmediato se deshizo de sus ropas finas y se puso los harapos del limosnero. Y le dio también las provisiones que llevaba.
Cruzando los umbrales de la ciudad, le salió al encuentro una mujer con dos niños tan sucios como ella: –“¡Mis niños tienen hambre y yo no tengo trabajo!”. Y sin pensarlo dos veces, se quitó el anillo del dedo, las pocas joyas que se había comprado y sus zapatos, y se los regaló a la pobre mujer. Titubeante, continuó su viaje al castillo, vestido con harapos y carente de provisiones para regresar a su aldea.
A su llegada al castillo, un asistente del rey le mostró el camino a un grande y lujoso salón. Después de una breve pausa, fue admitido a la sala del trono. El joven inclinó la mirada ante el monarca. Y cuál no sería su sorpresa cuando alzó los ojos y se encontró con los del rey. Atónito, exclamó: –“¡Usted... usted! ¡Usted es el limosnero que estaba a la vera del camino!”
En ese mismo instante entró una criada y dos niños trayéndole agua al cansado viajero, para que se lavara y saciara su sed. Su sorpresa fue mayúscula:
-“¡Ustedes también! ¡Ustedes estaban en la puerta de la ciudad pidiendo limosna!”.
-“Sí, replicó el soberano con un guiño– yo era ese limosnero, y mi criada y sus niños también estuvieron allí.
-“Pero... pe... pero... ¡usted es el rey! ¿Por qué me hizo eso?– tartamudeó el joven mientras tragaba saliva.
-“Porque necesitaba descubrir si tus intenciones y tus obras eran auténticas –dijo el monarca–. Sabía que si me acercaba a ti como rey, fingirías; y a mí me hubiese sido imposible descubrir lo que hay realmente en tu corazón. Como limosnero, en cambio, he podido descubrir que de verdad amas a Dios y a tu prójimo. Y tú eres el único que has pasado la prueba. ¡Tú serás mi heredero! – sentenció el rey– ¡tú heredarás mi reino!”.
Esta simpática historia nos puede ilustrar el Evangelio de hoy. Este domingo celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Él es el verdadero Rey de reyes. Y nos invita a reinar con Él.
Pero nos exige unas condiciones para ello: el amor a Dios y al prójimo. En el juicio final, cuando Él venga en su gloria, ésta será la materia de nuestro examen: la caridad, el modo como tratamos a nuestros semejantes.
Jesús se identifica con ellos y lo que hagamos a nuestro prójimo lo considera como hecho realmente a Él mismo. Y entonces se verá si somos dignos de reinar con Él por toda la eternidad. “Al atardecer de la vida –nos dice bellamente san Juan de la Cruz– seremos juzgados sobre el amor”.
Propósito
Ojalá que este día de Cristo Rey, también nosotros queramos aceptar la soberanía de Jesucristo y le proclamemos Señor de nuestras vidas volviendo a Él de todo corazón, y haciendo que muchos otros hombres y mujeres, comenzando por los que viven a nuestro lado, se acerquen al amor misericordioso de nuestro Redentor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
ROMPE TUS CADENAS
Rompe tus cadenas
Cuando sientas helarse tu alegría ante la sonrisa burlona de otro; cuando veas desfallecer tu corazón ante la desgana de los maliciosos; cuando tu ambición se limite a querer lo que todo el mundo quiere; cuando seas prisionero de los demás, del que dirán, revélate y no admitas otro guardián que la pureza de tu propia conciencia.
Si tu alma está ligada a un cuerpo indómito; si tu corazón esta sumergido en una sensibilidad exasperada; si tu inteligencia está oscurecida por las pasiones incontroladas; si eres el prisionero de ti mismo; por no saber luchar contra esa “droga” que te mata a ti y a los que te aman… Lucha con ellos para hacerte esclavo de un ideal y ser dueño de tu propio destino.
No dejes que el volante de tu vida lo conduzca nada que no se te haya dado por naturaleza.
Si tus limites son el fruto de tus repulsas; si tu todo no es nada porque no está compartido; Si estas vacío por estar demasiado lleno de ti mismo; si eres el prisionero de tu egoísmo:
Llora sobre los muros de tu vida,
Maldice tus fronteras,
Rompe tus cadenas,
Abraza el mundo que te fue entregado con tus manos
liberadas y ruega al amor que no te abandone nuca.
¡Has nacido para ser libre!
Cuando la libertad desaparece, el hombre pierde su razón de existir.
No seas Tú, tu propio asesino. No mates con conductas absurdas el regalo que te dieron al nacer.
El mayor mal que amenaza a la humanidad no es la bomba atómica, ni las guerras... son las enfermedades que nosotros mismos nos buscamos, cuando enviciamos nuestros cuerpos y olvidamos que es nuestro santuario.
No valen las excusas baratas y manidas, de que las circunstancias de tu alrededor te han llevado a lo que eres y haces... porque nadie te obliga a destruirte a ti mismo, solo hay que decir No.
No a que decidan por mí, yo guío mi destino
No a hacer lo que hacen todos, yo sé lo que quiero
No a seguir modas estúpidas, yo soy mi modelo.
NO y NO a todo lo que me convierte en un pelele, en una sombra.
NO a encerrarte en ese circulo vicioso que te hace rodar cuesta abajo, hasta destruirte.
Pínchate cada día de esperanza, inhala aires de alegría, fúmate la voluntad a paquetes, bebe copas llenas de optimismo, que te hagan ser ese Ser maravilloso que todos tenemos dentro.
Rompe tus cadenas.
EL COMPORTAMIENTO EN MISA
El comportamiento en Misa
Respeto, solemnidad y gozo
Así como decimos que el rostro es el espejo del alma, podemos decir también que la actitud corporal manifiesta lo que hay en nuestro corazón
Por: P. Guillermo Juan Morado | Fuente: Catholic.net
El ser humano es una unidad de cuerpo y alma. Con la totalidad de lo que somos, hemos de tributar a Dios el “culto razonable”: la alabanza al Padre, por la mediación de Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo. La celebración de la Santa Misa constituye el “sacrificio de alabanza” por excelencia. Por ello, no podemos participar de cualquier modo en la celebración eucarística, sino que nuestra actitud, interna y externa, ha de ser la propia de quienes reconocen la grandeza de Dios, la majestad de su Gloria.
La pureza interior, la humildad y la devoción, la fe conmovida ante el misterio de Dios son disposiciones del corazón; pero estas disposiciones se transparentan exteriormente. Así como decimos que el rostro es el espejo del alma, podemos decir también que la actitud corporal manifiesta lo que hay en nuestro corazón.
Si una persona que no compartiese nuestra fe asistiese ocasionalmente a una celebración de la Santa Misa, ¿cuál sería su impresión? ¿Podría sospechar, por la piedad del sacerdote, que realmente aquel hombre está prestando a Jesucristo su voz, sus manos, sus gestos, para que se actualice sobre el altar el Sacrificio del Calvario? ¿Podría intuir, contemplando a los fieles, que verdaderamente creen en lo que dicen creer?
No estaría mal que nos preguntásemos estas cosas de vez en cuando. Por aquí y por allá se oye decir que lo importante es el interior, que lo que Dios ve es el corazón, y que lo externo carece de relieve. No comparto esta reducción “espiritualista” del hombre, ni tampoco la correlativa reducción del culto a una cuestión de mera interioridad. Dios nos creó “corpore et anima unus”, y en su pedagogía quiere salvarnos mediante signos sacramentales; es decir, realidades visibles que remiten a realidades invisibles. Por medio de esos signos sensibles el Señor nos da su gracia.
Ante la grandeza admirable de la Eucaristía, el corazón del creyente se estremece y no puede más que hacer suyas las palabras del Centurión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Pero esa humildad y fe ardientes se expresan también en la actitud corporal.
Particularmente cuando nos acercamos a la Comunión, debemos prepararnos para un momento tan grande y santo. Ante todo, examinando nuestra conciencia, para no recibir indignamente el Cuerpo del Señor (cf 1 Corintios 11, 27-29). Sabemos que, si estamos en pecado grave, debemos acudir al sacramento de la Penitencia antes de acercarnos a comulgar. La fe nos dice que no comemos un pan cualquiera, sino que comulgamos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, verdaderamente presente en la Eucaristía bajo las especies del pan y del vino.
Hasta el cuerpo se prepara para este encuentro con nuestro Dios y Señor guardando el ayuno prescrito por la Iglesia. Y nuestros gestos y nuestro modo de vestir deben manifestar, como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, el respeto, la solemnidad y el gozo de ese momento en el que Cristo se hace nuestro huésped.
ADVIENTO 2014
ADVIENTO 2014
Del Domingo 30 de Noviembre al 21 de Diciembre
El Adviento es el período de preparación para celebrar la Navidad y comienza cuatro domingos antes de esta fiesta. Además se encuentra en el comienzo del Año Litúrgico católico. Este año 2014, comenzará el domingo 30 de noviembre y el último domingo de Adviento será el 21 de diciembre.
El Adviento es estar atentos al Señor que viene.
No es simplemente un momento del Año Litúrgico. ¡Es un tiempo de esperanza! “¡Estar despiertos y vigilantes!”
No es una amenaza. Es una Exhortación. Es una actitud que abarca e ilumina toda la vida del cristiano.
Es un mirar a Jesús que vino en la historia para enseñarnos a vivir humana y divinamente. Que viene en cada pobre y necesitado y vendrá al final de los tiempos como Él nos prometió.
Cada uno sabe cuáles son sus “excesos”. Ya es hora de “despertarnos” de nuestra apatía, nuestra indolencia, y es preciso luchar con más decisión y arranquemos de raíz todo aquello que puede desagradar al Señor que viene.
Año tras año, al llegar el Adviento, oímos que es un tiempo de cambio y preparación. Pero, ¿cambia “algo” en nuestra vida?
Este el desafío de quienes “pretendemos” preparar el camino del Señor: Cambiar el corazón, cambiar nuestra mentalidad. Esta actitud se llama, en el lenguaje religioso: conversión.
El camino del cristiano será imitar a Jesús viendo todo lo que podemos hacer para que los desalentados y oprimidos reciban una nueva esperanza… comenzando por nosotros mismos.
La esperanza y la alegría de un Dios que no se cansa de decirnos: ¡Sean fuertes, no teman! “Yo mismo vengo a salvarlos”.
Lejos de ceder a la tristeza y al pesimismo, alégrate siempre en el Señor, porque Jesús viene a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Algunas veces pareciera que, tanto escuchar y repetir que Jesús es Dios hecho hombre, nos hemos acostumbrado a las palabras y no le tomamos el peso de lo que ellas significan.
Preparemos todo nuestro ser para celebrar este GRAN MISTERIO: Dios que se hace hombre semejante a nosotros, menos en el pecado.
En este camino al encuentro del Señor, es una excelente ocasión para mostrarle a Jesús que estamos vigilantes, atentos, activos… y con el corazón ocupado en amar a todos, especialmente a los más necesitados.
Dile, SÍ, al Señor que ya llega para que nos purifique y nos haga vivir la auténtica alegría de la Navidad.
LA ALEGRÍA LLEGARÁ DESPUÉS
La alegría llegará después
Autor: Padre Michel Quoist
Llegará un día en que el cristiano se dará de bruces violentamente con el mal del mundo. Será cuestión de segundos, pero éste se le manifestará con toda su amplitud y profundidad.
Incapaz de compartir con otros este secreto, cargará a solas, anonadado, el mal que creía conocer y del que otras veces sólo había percibido el primer pliegue. Primera etapa de una noche indispensable para la purificación del cristiano y el pleno conocimiento de su misión de REDENTOR.
""Comenzó a sentir temor y angustia y les decía: Triste está mi alma hasta la muerte, permaneced aquí y velad. Adelantándose un poco, cayó en tierra y oraba que si era posible, pasase de El aquella hora. Decía: Padre, todo te es posible, aleja de mí este cáliz, más no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú.""
Hijo mío, hace falta aceptar el mal que hay en el mundo,
hace falta, incluso cargárselo a la espalda.
No te detengas, pero tómalo al paso;
para esto te envié por los caminos.
Te aplasta, no puedes seguir avanzando con él, te desplomas
de asco en la noche y en la soledad.
Conozco todo eso, hijo mío
también yo lo he pasado antes que tú:
fue mi agonía.
Porque hay que pasar por ahí, ésa es la Ley de mi Redención.
PUES ANTES DE RESUCITAR HAY QUE MORIR,
ANTES DE MORIR HAY QUE AGONIZAR,
ANTES DE AGONIZAR HAY QUE SUFRIR.
NO HUYAS DEL MAL. AL CONTRARIO: ESTATE ALLÍ. TÓMALO.
CUANTO MAS FEO SEA, CUANTO MAS PESADO MAS HAY QUE EMPUÑARLO.
Sufre
muere
LA ALEGRÍA VENDRÁ DESPUÉS.
CLAVES PARA CORREGIR A UN NIÑO DESOBEDIENTE
Claves para corregir a un niño desobediente
Aunque el aprender a obedecer parece un valor a inculcar solamente en los niños, toda persona puede, y debe, procurar su desarrollo.
Por: Noelia de Santiago Monteserín
Prevenir que un niño sea desobediente está solo en manos de sus padres. La desobediencia es normal en los primeros años de la infancia del niño y, por ello, los padres debemos acompañar, exigir y explicar al niño que debe ser consciente de sus actos: diferenciando lo correcto de lo incorrecto, lo que se puede hacer y lo que no en cada situación y en cada caso.
La responsabilidad de los padres en la desobediencia infantil
La desobediencia en los niños suele estar ligada a una mala actuación por parte de los adultos, padres y profesores. No sabemos mandar o lo hacemos mal. No ponerse de acuerdo, la falta de autoridad o ser demasiado permisivo son algunas de las causas desencadenantes de la falta de obediencia.
1. La falta de autoridad de los padres
La disciplina y la autoridad son primordiales para el desarrollo psicológico del niño. Le dan seguridad y estabilidad, les proporciona un orden a su vida y les ofrece una imagen de los adultos como modelos a seguir. Sin embargo, la falta de autoridad es un defecto frecuente que observamos cada día:
- Perdonamos los castigos que le ponemos.
- Permitimos que no cumplan con aquello que le pedimos.
- No le responsabilizamos de las tareas del hogar.
- No les exigimos en el estudio.
- Evitamos cualquier discusión.
- Dejamos que acaben saliéndose con la suya.
2. Cómo deben los padres ejercer la autoridad
Los niños más estables y felices han sido, por norma general, educados por padres coherentes que sabían combinar la exigencia con el cariño. De esta forma, los niños podían conocer con facilidad las consecuencias de cumplir o no las normas del hogar. Para evitar caer en la falta de autoridad debemos recordar que:
- Repetir varias veces la misma orden es signo de falta de autoridad.
- La eficacia de una orden depende, sobre todo, de la autoridad de quien la da.
- Levantar la voz fomenta a la pérdida de autoridad.
Claves para enseñar al niño a obedecer
- Establecer unas normas. Hay que tener en cuenta que mandar demasiadas cosas innecesarias desemboca a la pérdida de autoridad. Lo ideal es establecer pocas normas y ser exigentes en ellas.
-Motivar y reforzar positivamente el cumplimiento de las normas. Es mejor exigir en positivo.
- Marcar las consecuencias que se derivan de su incumplimiento. Es importante que las consecuencias que se deriven tanto del cumplimiento o incumplimiento de las norma sean consistentes.
- Ejercer bien la autoridad. Los castigos deben cumplirse. Debemos de tener especial cuidado al imponer castigos que finalmente no estemos dispuestos a cumplir. Se debe castigar la conducta, no al niño. El niño deberá comprender que, al incumplir una norma, él es el único causante de ser castigado.
Cómo fomentar la obediencia del niño
- En el orden. Necesario para hacer más grata la convivencia en el hogar: orden en los horarios de acostarse y levantarse, orden en el cuidado de sus cosas u orden en sus afectos.
- En la fidelidad a la verdad. Inculcarles la sinceridad y el rechazo a la mentira.
- En el cariño. El que deben mostrar a sus padres y hermanos, a otros miembros de la familia, a sus profesores y a sus amigos.
- En el servicio a los demás. El que deberán mostrar no solo con palabras, sino también con gestos, detalles y generosidad.
- En el trabajo. Despertar en ellos hábitos de estudio, ayudarles en sus tareas escolares y dar ejemplo de laboriosidad.
- En el uso del tiempo libre. Limitando los horarios de televisión, videojuegos, ofreciendo alternativas.
CONSAGRACIÓN DE LA HUMANIDAD A CRISTO REY
Consagración de la humanidad para
el día de Cristo Rey por el Papa Pío XI
¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos con vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, que no perezcan de hambre y miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino ésta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Oración al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de Tu luz.
Ven Padre de los pobres; ven, dador de las gracias, ven, lumbre de los corazones. Consolador bonísimo, dulce huésped del alma, dulce alimento.
Descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad, consuelo en el llanto.
Oh, Luz Santísima, llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles. Sin tu ayuda nada hay en el hombre, nada que sea inocente.
Lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo.
Doblega lo que es rígido, calienta lo que está frío, dirige lo que está extraviado. Concede a tus fieles, que en Ti confían, tus siete Sagrados Dones.
Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales el eterno gozo.
Así sea.
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