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jueves, 17 de febrero de 2022

25 CONSEJOS DEL PAPA FRANCISCO A LOS SACERDOTES DE HOY



25 consejos del Papa Francisco a los sacerdotes de hoy

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Durante la apertura del simposio “Para una teología fundamental del sacerdocio”, el Papa Francisco ofreció a los presbíteros del mundo valiosos consejos que son fruto de sus más de 50 años de sacerdocio.

“He meditado sobre qué compartir de la vida del sacerdote hoy y llegué a la conclusión de que la mejor palabra nace del testimonio que recibí de tantos sacerdotes a lo largo de los años. Lo que ofrezco es fruto del ejercicio de pensar en ellos, discernir y contemplar cuáles eran las notas que los distinguían y les brindaban una fuerza, alegría y esperanza singular en su misión pastoral”, explicó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre dijo: “Soy consciente de que mucho se podría hablar y teorizar sobre el sacerdocio, hoy quiero compartirles esta ‘pequeña cosecha’ para que el sacerdote de hoy, sea cual sea el momento que esté viviendo, pueda vivir la paz y la fecundidad que el Espíritu quiere regalar”.

“Recuerdo momentos importantes en mi vida donde esta cercanía con el Señor fue crucial para sostenerme (…). El sacerdote, más que recetas o teorías, necesita herramientas concretas con las que confrontar su ministerio, su misión y su cotidianeidad”, dijo. 

A continuación, ofrecemos 25 consejos del Papa Francisco a los sacerdotes:


1.La cercanía con el Señor es crucial en los momentos oscuros de la vida: “Sin la intimidad de la oración, de la vida espiritual, de la cercanía concreta con Dios a través de la escucha de la Palabra, de la celebración de la Eucaristía, del silencio de la Adoración, de la consagración a la Virgen, del acompañamiento sapiente de un guía, del sacramento de la Reconciliación, el sacerdote es, por así decirlo, solo un ‘obrero cansado’ que no goza de los beneficios de los amigos del Señor”.

2.Que todas las acciones y las actitudes -sean útiles o buenas- tengan siempre “sabor a Evangelio”.

3.Estar atentos ante el “optimismo exacerbado”, el repetir “todo irá bien”, pero avanzar sin discernimiento y sin tomar las decisiones necesarias. “Ese optimismo terminará por ignorar los heridos de esta transformación y que no logra aceptar las tensiones, complejidades y ambigüedades propias del tiempo presente y ‘consagra’ la última novedad como lo verdaderamente real, despreciando así la sabiduría de los años”.

4. “Hacerse cargo con confianza de la realidad anclada en la sabia Tradición viva y viviente de la Iglesia, que puede permitirse remar mar adentro sin miedo”.

5. No caer en “espiritualismos desencarnados”, “discernir la voluntad de Dios es aprender a interpretar la realidad con los ojos del Señor, sin necesidad de evadirnos de lo que acontece a nuestros pueblos y sin la ansiedad que lleva a querer encontrar una salida rápida y tranquilizadora de la mano de una ideología de turno o una respuesta prefabricada, ambas incapaces de asumir los momentos más difíciles e inclusive oscuros de nuestra historia”.

6. Fomentar comunidades con “un fervor apostólico contagioso” y no comunidades “funcionales, bien organizadas, pero sin entusiasmo, ‘todo en orden’, en donde falta el fuego del Espíritu”.

7.No olvidar que la “vocación específica, incluida la del Orden sagrado, es cumplimiento del Bautismo”.

8. Acordarnos que “nuestra primera llamada es a la santidad. Nuestra vocación es en primer lugar una respuesta a Aquel que nos amó primero”.

9. “Sin una relación significativa con el Señor nuestro ministerio está destinado a ser estéril. La cercanía con Jesús, el contacto con su Palabra, nos permite confrontar nuestra vida con la suya y aprender a no escandalizarnos de nada de lo que nos suceda”.

10. Muchas crisis sacerdotales tienen precisamente origen en una escasa vida de oración, en una falta de intimidad con el Señor, en una reducción de la vida espiritual a mera práctica religiosa.

11. Tener espacios de silencio durante el día. “Sustituir el verbo ‘hacer’ de Marta para aprender el ‘estar’ de María”.

12. Aprender a dejar que el Señor “siga realizando su obra en cada uno y que pode todo aquello que es infecundo, estéril y que distorsiona el llamado”.

13.La cercanía con Dios fortalece la cercanía del sacerdote con su Pueblo y viceversa.

14.Obedecer significa “aprender a escuchar y recordar que nadie puede pretender ser el poseedor de la voluntad de Dios, y que esta solo puede entenderse a través del discernimiento”.

15. La obediencia puede “ser confrontación, escucha y, en algunos casos, tensión, pero que no se rompe. Esto pide necesariamente que los sacerdotes recen por los obispos y se animen a expresar su parecer con respeto, valentía y sinceridad”. 

16. Tener “humildad, capacidad de escucha, capacidad de autocrítica y de dejarse ayudar”.

17. Evitar la envidia. “Debemos hablar claro: en nuestros presbiterios existe la envidia, no todos son envidiosos, pero existe la tentación de la envidia, estemos atentos, y de la envidia a las habladurías”.

18. “No tenemos necesidad de presumir, ni mucho menos de pavonearnos o, peor aún, de asumir actitudes violentas, faltando el respeto a quien está junto a nosotros. Porque también existen formas clericales de bullying”.

19. Fomentar el amor fraterno porque es “la gran profecía que en esta sociedad del descarte estamos llamados a vivir”. En este sentido, “no se puede permitir que se crea que el amor fraterno es una utopía”,

20. “El celibato es un don que la Iglesia latina custodia, pero es un don que para ser vivido como santificación requiere relaciones sanas, vínculos de auténtica estima y genuina bondad que encuentran su raíz en Cristo. Sin amigos y sin oración el celibato puede convertirse en un peso insoportable y en un antitestimonio de la hermosura misma del sacerdocio”.

21. “Para comprender de nuevo la identidad del sacerdocio, hoy es importante vivir en estrecha relación con la vida real de la gente, junto a ella, sin ninguna vía de escape”.

22. Ser capaces de “caminar no como un juez sino como el Buen Samaritano que reconoce las heridas de su pueblo, el sufrimiento vivido en silencio, la abnegación y sacrificios de tantos padres y madres por llevar adelante sus familias, y también las consecuencias de la violencia, la corrupción y de la indiferencia que a su paso intenta silenciar toda esperanza”.

23. Ser “pastores del Pueblo y no clérigos de estado, ni profesionales de lo sagrado”, sino “pastores que sepan de compasión, de oportunidad; hombres con valentía capaces de detenerse ante el caído y tender su mano; hombres contemplativos que en la cercanía con su pueblo puedan anunciar en las llagas del mundo la fuerza operante de la Resurrección”.

24. Evitar la “clericalización del laicado, esa promoción de una pequeña élite que en torno al cura termina también por desnaturalizar su misión fundamental”.

25. Para mantener viva y fecunda la vocación es necesario permanecer cerca de Dios, cerca del obispo, cerca de los sacerdotes y cerca del Pueblo de Dios. “Estas cuatro cercanías son una buena escuela para jugar en la cancha grande a la que el sacerdote es convocado sin miedos, sin rigidez, sin reducir ni empobrecer la misión”. 

jueves, 3 de febrero de 2022

IMÁGENES DEL PAPA FRANCISCO EN EL DÍA DE LA VIDA CONSAGRADA, MIÉRCOLES 2 DE FEBRERO DE 2022










📷 "Queridos hermanos y queridas hermanas, la alegría y el dolor que tocan mi vida concierne a todos, así como la alegría y el dolor que tocan la vida del hermano y de la hermana junto a nosotros me concierne a mí. Yo no puedo ser indiferente a los otros, porque todos somos parte de un cuerpo, en comunión". 

Papa Francisco, 2 de febrero 2022


Fotografías: Daniel lbáñez


 

miércoles, 2 de febrero de 2022

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA POR LA JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA 2022



Homilía del Papa Francisco en la Misa por la Jornada de la Vida Consagrada 2022

Redacción ACI Prensa

 


El Papa Francisco presidió este 2 de febrero una Misa en la Basílica de San Pedro por la Fiesta de la Presentación del Señor y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

“Preguntémonos entonces, ¿de quién nos dejamos principalmente inspirar? ¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta con la que todos nos debemos confrontar, sobre todo nosotros, los consagrados. Mientras el Espíritu lleva a reconocer a Dios en la pequeñez y en la fragilidad de un niño, nosotros a veces corremos el riesgo de concebir nuestra consagración en términos de resultados, de metas y de éxito”, advirtió el Santo Padre.


A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Dos ancianos, Simeón y Ana, esperan en el templo el cumplimiento de la promesa que Dios ha hecho a su pueblo: la llegada del Mesías. Pero no es una espera pasiva sino llena de movimiento. En este contexto, sigamos pues los pasos de Simeón: él, en un primer momento, es conducido por el Espíritu, luego, ve en el Niño la salvación y, finalmente, lo toma en sus brazos (cf. Lc 2,26-28). Detengámonos sobre estas tres acciones y dejémonos interpelar por algunas cuestiones importantes para nosotros, en particular para la vida consagrada.

La primera, ¿qué es lo que nos mueve? ¿Qué es lo que nos mueve? Simeón va al templo «conducido por el mismo Espíritu» (v. 27). El Espíritu Santo es el actor principal de la escena. Es Él quien inflama el corazón de Simeón con el deseo de Dios, es Él quien aviva en su ánimo la espera, es Él quien lleva sus pasos hacia el templo y permite que sus ojos sean capaces de reconocer al Mesías, aunque aparezca como un niño pequeño y pobre. 

Así actúa el Espíritu Santo: nos hace capaces de percibir la presencia de Dios y su obra no en las cosas grandes, tampoco en las apariencias llamativas ni en las demostraciones de fuerza, sino en la pequeñez y en la fragilidad. Pensemos en la Cruz, también allí en la pequeñez y en la fragilidad, pero allí está, la fuerza de Dios. 

La expresión “conducido por el Espíritu” nos recuerda lo que en la espiritualidad se denominan “mociones espirituales”, que son esas inspiraciones del alma que sentimos dentro de nosotros y que estamos llamados a escuchar, para discernir si provienen o no del Espíritu Santo. Estén atentos a las mociones espirituales.

Preguntémonos entonces, ¿de quién nos dejamos principalmente inspirar? ¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta con la que todos nos debemos confrontar, sobre todo nosotros, los consagrados. Mientras el Espíritu lleva a reconocer a Dios en la pequeñez y en la fragilidad de un niño, nosotros a veces corremos el riesgo de concebir nuestra consagración en términos de resultados, de metas y de éxito. Nos movemos en busca de espacios, de notoriedad, de números. Es una tentación. 

El Espíritu, en cambio, no nos pide esto. Desea que cultivemos la fidelidad cotidiana, que seamos dóciles a las pequeñas cosas que nos han sido confiadas. Qué hermosa es la fidelidad de Simeón y de Ana. Cada día van al templo, cada día esperan y rezan, aunque el tiempo pase y parece que no sucede nada. Esperan toda la vida, sin desanimarse ni quejarse, permaneciendo fieles cada día y alimentando la llama de la esperanza que el Espíritu encendió en sus corazones.

Preguntémonos, hermanos y hermanas, ¿qué es lo que anima nuestros días? ¿Qué amor nos impulsa a seguir adelante? ¿El Espíritu Santo o la pasión del momento? ¿Cómo nos movemos en la Iglesia y en la sociedad? A veces, aun detrás de la apariencia de buenas obras, puede esconderse el virus del narcisismo o la obsesión de protagonismo. En otros casos, incluso cuando realizamos tantas actividades, nuestras comunidades religiosas parece que se mueven más por una repetición mecánica -hacer las cosas por costumbre, solo por hacerlas- que por el entusiasmo de entrar en comunión con el Espíritu Santo. Examinemos hoy nuestras motivaciones interiores, discernamos las mociones espirituales, porque la renovación de la vida consagrada pasa sobre todo por aquí, pasa sobre todo por aquí.

Una segunda pregunta es, ¿qué ven nuestros ojos? Simeón, movido por el Espíritu, ve y reconoce a Cristo. Y reza diciendo: «mis ojos han visto tu salvación» (v. 30). Este es el gran milagro de la fe: que abre los ojos, transforma la mirada y cambia la perspectiva. Como comprobamos por los muchos encuentros de Jesús en los evangelios, la fe nace de la mirada compasiva con la que Dios nos mira, rompiendo la dureza de nuestro corazón, curando sus heridas y dándonos una mirada nueva para vernos a nosotros mismos y al mundo. Una mirada nueva hacia nosotros mismos, hacia los demás, hacia todas las situaciones que vivimos, incluso las más dolorosas. No se trata de una mirada ingenua, no, es sapienzal, la mirada ingenua huye de la realidad o finge no ver los problemas, sino de una mirada que sabe “ver dentro” y “ver más allá”; que no se detiene en las apariencias, sino que sabe entrar también en las fisuras de la fragilidad y de los fracasos para descubrir en ellas la presencia de Dios.

La mirada cansada de Simeón, aunque debilitada por los años, ve al Señor, ve la salvación. ¿Y nosotros?, cada uno puede preguntarse: ¿qué ven nuestros ojos? ¿Qué visión tenemos de la vida consagrada? El mundo la ve muchas veces como un “despilfarro”. ‘Mira ese joven ser fraile, esa joven una monja es un despilfarro, al menos fuera feo, fea, un despilfarro’... Como una realidad del pasado, inútil; pero nosotros, comunidad cristiana, religiosas y religiosos, ¿qué vemos? ¿Tenemos puesta la mirada en el pasado, nostálgicos de lo que ya no existe o somos capaces de una mirada de fe clarividente, proyectada hacia el interior y más allá? A mí me hace mucho bien ver consagrados y consagradas mayores, que con mirada radiante continúan a sonreír, dando esperanza a los jóvenes. Pensemos en las veces en las que nos hemos encontrado con estas miradas y bendigamos a Dios por ello. Son miradas de esperanza, abiertas al futuro. Quizá nos hará ver visitar a hermanos, hermanas, ancianos para entender qué piensan, será una buena medicina. Pienso cuando hemos encontrado miradas de esperanza, abiertas al futuro.

Queridos hermanos y hermanas, el Señor no deja de darnos signos para invitarnos a cultivar una visión renovada de la vida consagrada. Es necesaria. Pero bajo la luz del Espíritu Santo. No podemos fingir no verlos y continuar como si nada, repitiendo las cosas de siempre, arrastrándonos por inercia en las formas del pasado, paralizados por el miedo a cambiar. Lo he dicho muchas veces, la tentación de ir hacia atrás, para conservar el carisma del fundador, la fundadora. La tentación de la rigidez. La rigidez es una perversión. Detrás de cada rigidez hay un problema. Simeón y Ana no eran rígidos. Y ella daba el anuncio con alegría. Mirada de esperanza.

Abramos los ojos: el Espíritu Santo nos invita a renovar nuestra vida y nuestras comunidades a través de las crisis, si de verdad, a través de los números que escasean. No padre, no hay vocaciones, iremos a una isla de Indonesia para ver si encontramos alguna. Mirar las fuerzas que disminuyen. Fijémonos en Simeón y Ana que, aun teniendo una edad avanzada, no transcurrieron los días añorando un pasado que ya no volvería, sino que abrieron sus brazos al futuro que les salía al encuentro. 

Hermanos, hermanas no desaprovechemos el presente mirando al pasado, sino que pongámonos ante el Señor, en adoración, y pidámosle una mirada que sepa ver el bien y discernir los caminos de Dios. El Señor nos lo dará si lo pedimos con alegría, con fortaleza, sin miedo.

Por último, una tercera pregunta, ¿qué estrechamos en nuestros brazos? Simeón tomó a Jesús en sus brazos (cf. v. 28). Esta es una escena tierna y densa de significado, única en los evangelios. Dios ha puesto a su Hijo en nuestros brazos porque acoger a Jesús es lo esencial, acoger a Jesús es el centro de la fe. A veces corremos el riesgo de perdernos y dispersarnos en mil cosas, de fijarnos en aspectos secundarios o de concéntranos en nuestros asuntos, olvidando que el centro de todo es Cristo, a quien debemos acoger como Señor de nuestra vida.

Cuando Simeón toma en brazos a Jesús, sus labios pronuncian palabras de bendición, de alabanza y de asombro. Pero nosotros después de muchos años de vida consagrada ¿tenemos capacidad de asombro? 

Si a los consagrados nos faltan palabras que bendigan a Dios y a los otros, si nos falta la alegría, si desaparece el entusiasmo, si la vida fraterna es solo un peso, si falta el asombro, no es porque seamos víctimas de alguien o de algo, el verdadero motivo es porque ya no tenemos a Jesús en nuestros brazos. Y cuando los brazos de un consagrado, de una consagrada, no abrazan a Jesús, abrazan el vacío, que intentan llenar con otras cosas. Abracen a Jesús, esta es la receta de la renovación.

Entonces el corazón se encierra en la amargura. Es triste ver un consagrado, una consagrada, amargado. Que siempre se quejan de algo, del superior, de la cocina, si no tienen una queja, no viven. 

Hay gente que está amargada por las quejas por las cosas que no van bien, en un rigor que nos hace inflexibles, en aires de aparente superioridad. En cambio, si acogemos a Cristo con los brazos abiertos, acogeremos también a los demás con confianza y humildad. De este modo, los conflictos no exasperan, las distancias no dividen y desaparece la tentación de intimidar y de herir la dignidad de cualquier hermana o hermano se apaga. Abramos, pues, los brazos a Cristo y a los hermanos. Allí está Jesús.

Queridas, queridos, renovemos hoy con entusiasmo nuestra consagración. Preguntémonos qué motivaciones impulsan nuestro corazón y nuestra acción, cuál es la visión renovada que estamos llamados a cultivar y, sobre todo, tomemos en brazos a Jesús. Aun cuando experimentemos dificultades y cansancios, -esto sucede, incluso desiluciones, sucede- hagamos como Simeón y Ana, que esperan con paciencia la fidelidad del Señor y no se dejan robar la alegría del encuentro con Él, vayamos hacia la alegría del encuentro. Pongámoslo de nuevo a Él en el centro y sigamos adelante con alegría. Así sea.

HOY LA IGLESIA CELEBRA LA JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA, MIÉRCOLES 02 DE FEBRERO DE 2022



Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

Redacción ACI Prensa

Foto: Congregación Religiosa Oblatos de San José - Provincia del Perú



Hoy 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia también celebra la XXVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada instituida por el Papa San Juan Pablo II en 1997.

“La vida consagrada, caminando juntos” es el lema que alienta la jornada de este año, cuya Misa será presidida por el Papa Francisco a las 5:30 p.m. (hora Roma) en la Basílica de San Pedro, y contará con la asistencia de miembros de los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica.

El Cardenal João Braz de Aviz y Mons. José Rodríguez Carballo, prefecto y secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, respectivamente, afirmaron en una carta que la jornada será “una ocasión de encuentro marcada por la fidelidad de Dios, que se manifiesta en la perseverancia gozosa de numerosos hombres y mujeres” consagrados y consagradas.

Asimismo, recordaron las palabras del Papa Francisco, quien dijo el 11 de diciembre de 2021 que “la vida consagrada nace en la Iglesia, crece y puede dar frutos evangélicos solo en la Iglesia, en la comunión viviente del Pueblo fiel de Dios”.

En la jornada de 2021, el Papa Francisco se refirió a la sequedad espiritual que afecta a muchos consagrados ante las expectativas defraudadas y frustraciones durante su misión.

Advirtió que “la tristeza interior en nosotros consagrados es un gusano que nos come desde dentro. Huid de la tristeza interior”; y animó a los consagrados a “ser pacientes con nosotros mismos y esperar con confianza los tiempos y los modos de Dios: Él es fiel a sus promesas”.

En la Jornada de 2020, el Papa Francisco dijo que los consagrados son “el gran tesoro en la Iglesia”, porque “siguen de cerca al Señor al profesar los consejos evangélicos” que son la pobreza, la castidad y la obediencia.

Además, el Pontífice recordó que la vida consagrada es un “don de amor” inmerecido del Señor que hay que acoger “con los brazos abiertos”; e invitó a los consagrados a “saber ver la gracia” recibida en la vocación en la historia personal, “no sólo en los grandes momentos de la vida, sino también en las fragilidades, en las debilidades, en las miserias”.

Cabe recordar que el 26 de enero de 2019, durante su visita a Panamá por la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco presidió una Misa con los sacerdotes, religiosos y consagrados.

En esa ocasión, el Santo Padre recordó algunas de las causas que provocan cansancio en los consagrados: “Desde largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar y estar en familia, hasta ‘tóxicas’ condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón”. “Todas reclaman, como grito silencioso, un pozo desde donde volver a empezar”, dijo.

Frente a ello, el Pontífice alentó a los consagrados a recuperar “la pasión de enamorados” de su vocación y “volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, nos pidió seguirlo”.

“Al decirlo recuperamos la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los nuestros, el momento en que nos hizo sentir que nos amaba y no solo de manera personal sino también como comunidad”, agregó.


Vida consagrada en el mundo

Algunos datos importantes sobre las personas que decidieron consagrar su vida al servicio de Dios.

La vida consagrada está conformada por todos los bautizados que se consagran a Dios a través del rito de profesión o el de consagración de vírgenes. Estos fieles se comprometen a vivir la pobreza, castidad y obediencia, a través de emisión de votos o promesas.

Los fieles que responden a la vocación de la vida consagrada integran los institutos de vida contemplativa (varones y mujeres en comunidades claustrales), institutos de vida apostólica (congregaciones religiosas masculinas y femeninas, sociedades de vida apostólica), institutos seculares, orden de las vírgenes consagradas y nuevas formas de vida consagrada.

Según un informe estadístico de la Iglesia Católica publicado en octubre de 2021 por la agencia vaticana Fides, en el mundo hay 5.364 obispos, 414.336 sacerdotes, 48.238 diáconos permanentes, 50.295 religiosos no sacerdotes y 630.099 religiosas.

La Iglesia cuenta con 582 miembros de institutos seculares masculinos y 20.913 miembros de institutos seculares femeninos. El número de seminaristas mayores, diocesanos y religiosos es de 114.058 y 96.990 son los seminaristas menores, diocesanos y religiosos.

El Año de la Vida Consagrada comenzó el 30 de noviembre del 2014 y concluyó el 2 de febrero de 2016 en Roma en presencia de unos seis mil religiosos y religiosas. 

miércoles, 25 de agosto de 2021

¿POR QUÉ LLAMAMOS AL SACERDOTE: PADRE?


 

¿Por qué llamamos al Sacerdote: Padre?

Referirse al sacerdote como padre ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo.

Por: Steven Neira | Fuente: Capsulas de Verdad


Esta es una pregunta muy típica de la tía evangélica en la reunión familiar o de la señora – no católica por supuesto – que nos encontramos en el asiento del bus, y aun así, muchos católicos encuentran dificultad en responder. Referirse al sacerdote como “padre” ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo. San Pablo, por ejemplo, se refiere a sí mismo como un “padre” para los Corintios a través del Evangelio que les predicó.


EL CONTEXTO

“Pero vosotros no os hagáis llamar rabbi, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos”.       

Cuando Jesús nos pide no llamar “padre” a nadie, está criticando abiertamente el uso impropio del ejercicio de la autoridad por los escribas y fariseos (que gustaban de usar estos títulos para sentirse por encima de los demás). Jesucristo está recordándoles a aquellos que tienen un puesto de autoridad, que el liderazgo no se encuentra en la dominación sino en el servicio, y justamente el servicio es el corazón del sacerdocio. Es decir que, cuando llamamos “padre” a nuestros sacerdotes, estamos reconociendo su rol de guías espirituales, al servicio de hacernos crecer y madurar como hijos de nuestro único Padre que está en los cielos.

Podemos ver claramente que Jesucristo no está criticando el título en sí mismo, sino a quienes buscan estos títulos para su vanagloria, como una forma de ponerse por encima de los demás. La Iglesia está muy de acuerdo con esta crítica – faltaba más –. Estaría pésimamente mal que un sacerdote utilice su puesto de autoridad para su propio beneficio, y que aun así puede suceder (pues somos pecadores y hay de todo en la viña del Señor), sin embargo, no es este el común de los sacerdotes ni mucho menos la regla universal.

Es evidente que esta interpretación no me la he inventado ni es nueva en absoluto… es la interpretación milenaria que la Iglesia ha recibido de los Apóstoles. Sin embargo, no es así la realidad de los protestantes, que a partir de Lutero gustan de hacer interpretaciones personales de las Escrituras.


EL PRETEXTO

Algunas veces, cuando esta pregunta sale a discusión, muchos piensan que los católicos jamás hemos leído el pasaje antes citado, donde Cristo dice explícitamente que no llamemos “padre” a nadie. Sin embargo, no es el caso. La Iglesia está muy al tanto de estas palabras de Jesús, y aun así los sacerdotes católicos han sido llamados “padres” desde los primeros siglos sin ningún inconveniente. ¿Cuál es el problema? ¿La Iglesia se está haciendo de la vista gorda con este versículo?

Es importante señalar que dentro del mismo pasaje nos pide no llamar a nadie “maestro”, pero por alguna razón misteriosa a nadie parece molestarle que hayamos pasado años de escuela llamando “maestro” a otros. Además, si vamos a tomar la cita al pie de la letra, pues entonces no sé cómo hacen los protestantes para dirigirse a sus padres… ¿”progenitor”? ¡Que dulce! Es evidente que Cristo no está pidiendo un simple cambio universal de “padre” y “maestro” por “progenitor” e “instructor” ¡No! Cristo no está pidiendo un simple cambio de sinónimos, sino que debemos ir a una visión más profunda de lo que el Señor quiso expresar. Creo que ha quedado bastante claro: el verdadero sentido de la autoridad.


ENTONCES…

Cuando llamamos a un sacerdote “padre”, estamos reconociendo el hecho de que, a través de la autoridad dada por Cristo, ellos comparten el trabajo de guiar y sostener la vida espiritual de los fieles. No toman el puesto de Dios. De hecho, su trabajo es guiarnos y apoyarnos en nuestra madurez espiritual como hijos de Dios, pues al final, tanto ellos como nosotros clamamos al cielo y juntos decimos: “Padre nuestro que estás en el Cielo…”

jueves, 5 de noviembre de 2020

SER SACERDOTE




 Ser "SACERDOTE" está catalogado dentro de las cuatro "profesiones" más difíciles del Mundo debido a que un "SACERDOTE" debe ser:

•predicador

•ejemplo

•consejero

•conferencista

•planificador

•ministro

•visionario

•director

•mentor

•amigo

•niñero

•reconciliador

•consejero de matrimonios

•consejero de Jóvenes

•formador de líderes

•maestro de la Biblia

•intercesor, etc, etc., etc...

Además de ser:

•portero del templo

•cocinero

•líder de alabanza

•Etc...

Todo "SACERDOTE" enfrenta constantemente

Críticas tales como:

-La Misa no me llena

-El sermón es muy largo

- Muchos etc...

*Una de las cosas más difíciles qué hay en la vida de un "SACERDOTE" es saber que las personas que ellos aman le traicionaran.

*"El SACERDOTE" muchas veces es la persona mas solitaria de la congregación.

Usted puede ver a un "SACERDOTE" estar rodeado de gente, pero muy pocas veces de gente que estén interesados en sus problemas, necesidades o aun en sus vidas. Y no digamos las exigencias que las congregaciones ponen sobre los "SACERDOTES".

Por esto quisiera darte un consejo: si tú tienes un "SACERDOTE" o tienes como amigos "SACERDOTES" cuídalos, protégelos, ora por ellos, conéctate con su visión, respáldalos, pero sobre todo ámalos.

Jeremías 3, 15: “Y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.”

Así que cuídalos porque “ellos velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta” Hebreos 13, 17.

Honremos la vida de todos esos hombres de Dios que han sacrificado tantas cosas incluyendo algunas de las necesidades de su familia, profesión, etc. Por atender el llamado de Dios.

Valora el tiempo que un "SACERDOTE" te dedica, no sabes cuánto valoraría su familia ese tiempo a su lado.

"DIOS BENDIGA A TODOS MIS HERMANOS SACERDOTES EJEMPLOS DE LA IGLESIA".


Fuente:  https://www.facebook.com/OraPorUnSacerdote

lunes, 23 de marzo de 2020

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS CURAS?


¿Para qué sirven los curas?



Los curas sirven para servir.
Lo decía el padre a su hijo seminarista: como una escoba, hijo mío, como una escoba, siempre dispuesta a ser utilizada, pero sin esperar recompensa alguna; gastándose una vez y otra, pero sin esperar que la coloquen en una vitrina. Los curas han aprendido bien las palabras del Maestro: “Yo no he venido a ser servido, sino a servir” (Mc 10,44). Un cura que no sirve, no sirve.

Los curas sirven para perdonar.
Antes que maestros y liturgos son testigos de la misericordia divina. En un mundo violento y dividido, ellos son portadores del diálogo y del perdón. Están siempre ahí, como casa de acogida. Abren sus puertas cada día para escuchar confidencias, para quitar cargas, para devolver la alegría y la esperanza.

Los curas sirven para iluminar.
Son portadores de la Palabra de Dios, que tratan de explicar y de vivir. Cuando nos cegamos con los espejismos y seducciones del mundo, ellos nos recuerdan las Bienaventuranzas. Cuando nos movemos a ras de la tierra, ellos nos señalan el cielo.  Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, ellos nos descubren la presencia de Dios en todo.

Los curas sirven para interceder.
El sacerdote prolonga la mediación de Jesucristo. Por eso es llamado pontífice, constructor de puentes entre el cielo y la tierra. Habla a Dios de los hombres y habla a los hombres de Dios. Decía San Juan de Ávila: “Relicarios somos de Dios, casa de Dios, y, a modo de decir, criadores de Dios... Esto, padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviera enojado con su pueblo, que tengan experiencia de que Dios oye sus oraciones y tengan tanta familiaridad con ÉL”

Los curas sirven para amar.
Reservan su corazón para amar del todo a todos. Quieren ser para todos, amigos, padres y hermanos. Un amor liberado y agrandado. Un amor gratuito y oblativo, como antorcha que se va gastando poco a poco.

Los curas sirven para hacer presente a Jesucristo.
Todo sacerdote está llamado a ser otro Cristo. El sacerdote está para repetir las palabras y los gestos de Jesús, para continuar sus pasos y desvelar su presencia, para prolongar y actualizar su amor generoso. Y esto a dos niveles: el sacramental y el de la vida.

Los curas sirven para ser al alma del mundo.
En un mundo sin espíritu, ellos son el alma, la luz, la sal y el perfume. Sin el sacerdote todo sería un poco más feo y oscuro. “Sacerdote no es el que se limita a hacer cosas, sino a hacer santos” (G. Rovirosa). Es verdad que, en cierta medida, a todo cristiano se le puede aplicar cuanto llevamos dicho, pero el sacerdote tiene vivencias y urgencias especiales. Gracias hermanos sacerdotes, por vuestra “inútil” luminosidad. Manda Señor, sacerdotes, esos hombres tan raros que sólo sirven para servir.



*Fr. Nelson M. OP

lunes, 22 de julio de 2019

CELIBATO ENSANCHA EL CORAZÓN Y PERMITE DARSE A LOS DEMÁS, AFIRMA SACERDOTE


Celibato ensancha el corazón y permite darse a los demás, afirma sacerdote
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Alexey Gotovsky / ACI



Un sacerdote de la Arquidiócesis de Washington (Estados Unidos) explicó la importancia del celibato y respondió a los cuestionamientos más comunes de quienes buscan su abolición alegando que de ese modo se podría resolver el problema de los abusos sexuales.

El P. Carter Griffin., autor del libro “¿Por qué el celibato? Reclamando la paternidad del sacerdote”, dijo a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– que el celibato viene desde los tiempos de Jesucristo, que también fue célibe.

“El celibato permite una cierta apertura del corazón, permite ensanchar el corazón y así facilita la capacidad de un hombre de vivir su sacerdocio y darse a sí mismo a los demás”, resaltó el sacerdote.

Por su parte, Peter Daly escribió en un artículo el 15 de julio en el National Catholic Reporter, en el que señaló que “no podemos hablar de una reforma real del sacerdocio católico si no hacemos a un lado al celibato obligatorio para los sacerdotes diocesanos en el rito latino”.

Siguiendo su explicación sobre el celibato, el P. Griffin resaltó que Cristo “realmente tuvo que hacerse disponible para todos. Si su corazón hubiese tenido alguna predilección por una esposa o unos hijos, simplemente no habría podido hacer lo que buscaba hacer”.

“Creo que ordenado para amar como sacerdote, con amor sacerdotal y con una paternidad espiritual, es una de las principales razones, sino la principal, para el celibato”.


El celibato, refirió, remite a la existencia de Dios y a otras realidades sobrenaturales, ya que recuerda a los demás que “nuestros bienes más preciados no son los placeres terrenos sino aquellos más grandes y elevados”.

Para Daly sería mejor tener sacerdotes casados y con hijos para que así puedan ser “más conscientes de la vulnerabilidad de los niños y así reaccionen con más indignación ante el abuso”.

Al respecto el P. Griffin admitió que puede haber algo de verdad en esa afirmación, pero subrayó que “hay muchas cosas que he aprendido como padre espiritual que son muy útiles para los padres naturales o biológicos que están cerca de mí”.

A los cuestionamientos que alegan que permitir sacerdotes casados incrementaría su cantidad, el P. Griffin dijo que eso no es cierto y que la crisis de vocaciones no se resolverá bajando la valla en los requisitos para el sacerdocio.

“Si lo correcto son los sacerdotes célibes, entonces busquemos la forma de construir la cultura católica como hemos hecho cada vez que este asunto ha aparecido con fuerza a lo largo de los siglos. Lo que tenemos que cambiar es lo que origina la escasez de vocaciones y no los estándares para el ingreso a los seminarios”.

Al alegato que considera que el celibato genera “represión sexual” en los sacerdotes, algo que puede terminar en abusos, el P. Griffin subrayó que “una objeción como esa solo puede surgir de una cultura que sufre ante la reiteración de la ‘revolución sexual’ que busca convencernos de que no podemos controlarnos sexualmente y que cualquier restricción es necesariamente no saludable”.

“Todos conocemos personas que no están casadas y que están muy bien balanceadas y son buenas personas. Además, la gran mayoría de sacerdotes son felices en su vocación y hacen un trabajo bueno y fiel. Así que tomar algunos ejemplos de los titulares y convertirlos en conclusiones universales no me parece correcto”, explicó el sacerdote.

El problema, precisó, no está en el celibato sino en la infidelidad al mismo o en el adulterio cuando la persona es casada.


El P. Griffin explicó luego la importancia de promover la castidad en “una cultura hipersexualizada” y que los padres “se tomen en serio la formación integral y saludable de sus hijos para que crezcan y se conviertan en hombres y mujeres santos, auténticamente cristianos que vivan castos y puros”.

“Si eso es así, si es que redoblamos nuestros esfuerzos como familias católicas, entonces la crisis de vocaciones desaparecería,”, destacó.

El P Griffin también compartió su propia experiencia como sacerdote.

“Yo planeaba casarme. Me habría encantado casarme y tener una familia, pero el Señor usó ese deseo y lo transformó. Ahora soy el hombre más feliz”, dijo.

“Creo que muchos sacerdotes pueden decir lo mismo y espero que la gente pueda –pese a todas las cosas que ahora tienen que afrontar– ver eso: que muchos sacerdote viven su vocación alegre y hermosamente”, concluyó.

Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA 

sábado, 22 de diciembre de 2018

CÓMO DEBE COMPORTARSE LA MUJER CON EL SACERDOTE?

¿Cómo debe comportarse la mujer con el sacerdote?
Unos consejos con la finalidad de buscar cooperar con la santidad de nuestros pastores en cuanto al celibato



Por: Yasmín Oré | Fuente: CatolicasVirtuosas.blogspot.com 





Este tema sé que es poco tratado entre los fieles de la iglesia y que muchas veces se considera hasta una especie de “tabú”, debido a que se piensa que ya no es necesario hablar de esto o que se sobreentiende. Sin embargo, se han dado y se siguen dando casos de escándalos de sacerdotes que faltaron a su promesa de celibato por una mujer. Es una triste realidad que no podemos negarla, pero si ayudar a evitarla con una adecuada formación. Por gracia de Dios, tenemos Santos y buenos pastores que nos dan ciertos consejos de cómo comportarnos con los consagrados y tener la adecuada prudencia para no ser presos de las tentaciones y muchos menos del escándalo. Con respecto a esto, hay un dicho muy conocido que enseñaban algunos santos refiriéndose a este tipo de relación y es: “Entre Santo y Santa pared de cal y canto”.
Los siguientes consejos que os daré a continuación va dirigido a toda mujer laica pero de manera especial a aquellas que tenemos una vida participativa dentro de la Iglesia como colaboradoras de la liturgia, catequistas, misioneras, coristas, etc. con la finalidad de buscar cooperar con la santidad de nuestros pastores en cuanto al celibato, ya que debemos saber que no depende de ellos solamente, sino también es tarea de nosotras saber respetar a estas personas escogidas por Dios para este ministerio sagrado.
Antes de ello, veo necesario responder a la siguiente interrogante que se da mucho, tanto fuera y dentro de la iglesia, la cual es:
¿Es cierto que la causa del por qué se ven estos escándalos, es el Celibato impuesto por la Iglesia y que debería abolirse?
No, el celibato no es la causa de esto, ni tampoco como dicen sus detractores es algo antinatural. Nosotros hemos visto la vida de muchos Santos (San Pablo, Santa Teresa de Jesús, San Francisco de Asís, etc.) y buenos Sacerdotes, Obispos, Papas que lo practicaron y nunca se les vio señales de represión o locura. El vivir el celibato es un don que te otorga Dios para vivirlo, que lleva consigo sacrificios, similar a la fidelidad en el matrimonio, como es sabido tampoco es nada fácil ser fiel en el matrimonio, requiere de ciertos cuidados que no sólo dependen de los cónyuges sino también de Dios porque si la pareja termina por alejarlo del todo en su relación podrían caer fácilmente en la infidelidad. De la misma manera ocurre con un consagrado porque si se aleja de la oración, de las normas eclesiásticas y de otras virtudes, su castidad podría verse manchada.


"Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos. Quien pueda entender, que entienda”. (Mt 19, 10- 12).


Consejos para actuar correctamente con los sacerdotes y demás consagrados del sexo opuesto

1) Lo primero y más importante es orar por ellos, recordemos que son humanos como nosotros y no santos, aunque lo segundo sea su finalidad. Además, que, por haber entregado su vida a Dios, se ven vulnerables a muchas tentaciones, quizá mucho más que un laico pues nosotros estamos en el mundo y podemos disfrutar de más placeres y distracciones. Ellos no, y por eso necesitan mucho de nuestras oraciones, así que no nos olvidemos de pedir por cada uno de ellos y dedicar algunos Rosarios para darles más fuerzas.
2) Nuestro trato no puede ser igual que con otras personas seglares sino siempre debemos mostrarles respeto. Personalmente yo siempre intento tratarles de usted y llamar "Padre” a los sacerdotes, “fray” en caso de un fraile o “hermano” en caso de un misionero consagrado. Aunque entiendo a veces dependa del lugar o cultura. Aquí en España en algunas zonas se acostumbra a utilizar el "Don" delante de su nombre por más joven que sea el sacerdote o consagrado. Tutearles lo considero como un grado de confianza excesiva e innecesaria. Siempre se nos enseña que debemos ver en los consagrados plasmada la figura de Cristo y creo no se nos ocurriría dirigirnos a Él con ese trato tan irreverente. Posiblemente existan personas que hagan lazos de amistad más profunda, pero siempre esa relación debe estar enfocada a un apoyo fraternal o guía espiritual.
3) Una recomendación que escribió Juan Pablo II en su carta a los Sacerdotes de 1995 estableció la correcta relación entre la mujer y el sacerdote:
"Así pues, las dos dimensiones fundamentales de la relación entre la mujer y el sacerdote son las de madre y hermana. Si esta relación se desarrolla de modo sereno y maduro, la mujer no encontrará particulares dificultades en su trato con el sacerdote. Por ejemplo, no las encontrará al confesar las propias culpas en el sacramento de la Penitencia. Mucho menos las encontrará al emprender con los sacerdotes diversas actividades apostólicas. Cada sacerdote tiene pues la gran responsabilidad de desarrollar en sí mismo una auténtica actitud de hermano hacia la mujer, actitud que no admite ambigüedad. En esta perspectiva, el Apóstol recomienda al discípulo Timoteo tratar "a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza" (1 Tm 5,2).
4) Intentar siempre hablarles de temas eclesiásticos o espirituales. A pesar que estamos viviendo una época muy materialista y liberal no podemos caer en la tentación de hablarles de temas mundanos como programas de televisión, moda, marcas, viajes de diversión, coches, etc. Se supone ellos no están enterados o al menos lo correcto es que no lo estén, así que si nuestra conversación se está yendo por ese camino debemos intentar desviarlo al plano espiritual. Si vemos que el consagrado(da) se aburre y sigue insistiendo en querer hablar de esto, cortemos la conversación de inmediato, aunque pueda parecerle mala nuestra actitud y si es necesario sincerarnos con ellos y decirle que no vemos bien ese proceder por los motivos ya expuestos. Es una buena forma de ayudar a mantener su espiritualidad en todo momento.
5) Vestirnos modestamente ante ellos pues recordemos que los sacerdotes son hombres y pueden ser tentados por la vista, así que presentémonos a ellos como si fuéramos a visitar al mismo Cristo.
6) Evitar bromear demasiado o jugarse con ellos. Si bien es cierto los sacerdotes y demás consagrados no son robots ni personas amargadas y también tienen derecho a reírse o hacer bromas, esto no debe ser excusa para descuidar nuestro trato así que busquemos ser moderados también en estas situaciones. Algunos de ellos con buena intención de atraer a la juventud a través de esta actitud terminan descuidando su principal labor pastoral de maestro o guía. Por ello, cuando esto pase debemos tener cuidado y evitemos hacer chistes de doble sentido o risas desenfrenadas pues esto les puede desviar de su espiritualidad e incluso hacernos perder el respeto hacia ellos.
7) Cuidado en la correspondencia y mensajes. Debido a las nuevas tecnologías se ha incrementado el grado de confianza entre laicos y consagrados a través de los E-mails, SMS, whatsapp, facebook, etc. y esto también tendrá que tener un control de parte nuestra eligiendo el modo adecuado. A su vez, la comunicación deberá ser concreta, seria y con mucho respeto cuidando de esta manera nuestra distancia. Evitar bromear o hablar de temas muy personales por estos medios.
8) Evitar estar a solas con el sacerdote o consagrado. Hay muchas personas que solicitan dirección espiritual, entrevistas, orientaciones, etc. Estas son inevitables ya que una de las funciones de ellos es atender y aconsejar al laicado siempre que se cuente con la madurez respectiva para hacerlo. Sin embargo, si se hace de manera privada en espacios cerrados, salidas o encuentros fuera del local parroquial podría ser peligroso. De preferencia este tipo de orientaciones son menos peligrosas y más provechosas hacerlas en confesionarios, despachos abiertos y en caso de laicas casadas acostumbrarse a ir acompañadas del cónyuge.

viernes, 7 de septiembre de 2018

SE PUEDE DEJAR DE SER SACERDOTE? ESTO ENSEÑA LA IGLESIA CATÓLICA


¿Se puede dejar de ser sacerdote? Esto enseña la Iglesia Católica
Redacción ACI Prensa





Tras el revuelo causado por el famoso Padre Alberto Linero, al anunciar que dejará el sacerdocio, muchos católicos se han preguntado si un ministro ordenado puede dejar de serlo para siempre.

En sus diferentes documentos la Iglesia Católica deja claro que un sacerdote nunca dejará de serlo, pero sí podrá decidir si le destituye del “estado clerical” o se suspenden sus obligaciones sacerdotales, como por ejemplo la facultad de impartir los sacramentos.

Carácter indeleble del sacerdocio

La Iglesia Católica tiene una respuesta teológica en varios documentos pontificios sobre el “carácter indeleble” del sacramento del sacerdocio, especialmente en el Catecismo de la Iglesia Católica y el Código de Derecho Canónico, que a su vez tienen sustento bíblico

El canon 1582 del Código de Derecho Canónico establece que quien recibe el bautismo, la confirmación y el sacramento del orden sacerdotal, permanece unido para siempre a estos sacramentos.


“Como en el caso del Bautismo y de la Confirmación, esta participación en la misión de Cristo es concedida de una vez para siempre. El sacramento del Orden confiere también un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo determinado”, indica.  

El canon 290 establece asimismo que “una vez recibida válidamente, la ordenación sagrada nunca se anula”.

Pérdida del estado clerical

No obstante, lo que sí puede hacer la Iglesia es otorgar una suspensión de las obligaciones sacerdotales o la destitución del estado clerical.

“Un sujeto válidamente ordenado puede ciertamente, por causas graves, ser liberado de las obligaciones y las funciones vinculadas a la ordenación, o se le puede impedir ejercerlas, pero no puede convertirse de nuevo en laico en sentido estricto porque el carácter impreso por la ordenación es para siempre. La vocación y la misión recibidas el día de su ordenación, lo marcan de manera permanente”, indica el numeral 1583 del Catecismo de la Iglesia Católica.

Por lo tanto, un sacerdote que pierde su estado clerical ya no puede actuar como un ministro de Cristo, es decir, no puede celebrar la Eucaristía, confesar o impartir otros sacramentos.


“El clérigo que, de acuerdo con la norma de derecho, pierde el estado clerical, pierde con él los derechos propios de ese estado, y deja de estar sujeto a las obligaciones del estado clerical”, precisa el Código de Derecho Canónico en el canon 292.

El 24 de octubre de 1967, al concluir el Concilio Vaticano II, el Beato Papa Pablo VI publicó la encíclica Sacerdotalis Coelibatus, en la que explicó los motivos por los cuales la Iglesia considera digno “laicizar” a algunos sacerdotes, dispensándolos de la obligación de observar el celibato.

“La Iglesia quiere que, especialmente en estos casos, se tienten todos los medios persuasivos, con el fin de inducir al hermano vacilante a la calma, a la confianza, al arrepentimiento, a la recuperación, y solo cuando el caso ya no presenta solución alguna posible, se aparta al desgraciado ministro del ministerio a él confiado”, indica el documento.

Sin embargo, un sacerdote que ha perdido el estado clerical sí puede confesar “válida y lícitamente a cualquier penitente que esté en peligro de muerte”, según establece el Código de Derecho Canónico en el canon 976.

Esta última licencia ayuda a aclarar cómo el carácter sacerdotal y el poder de la ordenación acompañan al sacerdote a lo largo de su vida, sea cual sea el camino que haya tomado.
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