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miércoles, 1 de mayo de 2024
jueves, 17 de febrero de 2022
25 CONSEJOS DEL PAPA FRANCISCO A LOS SACERDOTES DE HOY
25 consejos del Papa Francisco a los sacerdotes de hoy
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Durante la apertura del simposio “Para una teología fundamental del sacerdocio”, el Papa Francisco ofreció a los presbíteros del mundo valiosos consejos que son fruto de sus más de 50 años de sacerdocio.
“He meditado sobre qué compartir de la vida del sacerdote hoy y llegué a la conclusión de que la mejor palabra nace del testimonio que recibí de tantos sacerdotes a lo largo de los años. Lo que ofrezco es fruto del ejercicio de pensar en ellos, discernir y contemplar cuáles eran las notas que los distinguían y les brindaban una fuerza, alegría y esperanza singular en su misión pastoral”, explicó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre dijo: “Soy consciente de que mucho se podría hablar y teorizar sobre el sacerdocio, hoy quiero compartirles esta ‘pequeña cosecha’ para que el sacerdote de hoy, sea cual sea el momento que esté viviendo, pueda vivir la paz y la fecundidad que el Espíritu quiere regalar”.
“Recuerdo momentos importantes en mi vida donde esta cercanía con el Señor fue crucial para sostenerme (…). El sacerdote, más que recetas o teorías, necesita herramientas concretas con las que confrontar su ministerio, su misión y su cotidianeidad”, dijo.
A continuación, ofrecemos 25 consejos del Papa Francisco a los sacerdotes:
1.La cercanía con el Señor es crucial en los momentos oscuros de la vida: “Sin la intimidad de la oración, de la vida espiritual, de la cercanía concreta con Dios a través de la escucha de la Palabra, de la celebración de la Eucaristía, del silencio de la Adoración, de la consagración a la Virgen, del acompañamiento sapiente de un guía, del sacramento de la Reconciliación, el sacerdote es, por así decirlo, solo un ‘obrero cansado’ que no goza de los beneficios de los amigos del Señor”.
2.Que todas las acciones y las actitudes -sean útiles o buenas- tengan siempre “sabor a Evangelio”.
3.Estar atentos ante el “optimismo exacerbado”, el repetir “todo irá bien”, pero avanzar sin discernimiento y sin tomar las decisiones necesarias. “Ese optimismo terminará por ignorar los heridos de esta transformación y que no logra aceptar las tensiones, complejidades y ambigüedades propias del tiempo presente y ‘consagra’ la última novedad como lo verdaderamente real, despreciando así la sabiduría de los años”.
4. “Hacerse cargo con confianza de la realidad anclada en la sabia Tradición viva y viviente de la Iglesia, que puede permitirse remar mar adentro sin miedo”.
5. No caer en “espiritualismos desencarnados”, “discernir la voluntad de Dios es aprender a interpretar la realidad con los ojos del Señor, sin necesidad de evadirnos de lo que acontece a nuestros pueblos y sin la ansiedad que lleva a querer encontrar una salida rápida y tranquilizadora de la mano de una ideología de turno o una respuesta prefabricada, ambas incapaces de asumir los momentos más difíciles e inclusive oscuros de nuestra historia”.
6. Fomentar comunidades con “un fervor apostólico contagioso” y no comunidades “funcionales, bien organizadas, pero sin entusiasmo, ‘todo en orden’, en donde falta el fuego del Espíritu”.
7.No olvidar que la “vocación específica, incluida la del Orden sagrado, es cumplimiento del Bautismo”.
8. Acordarnos que “nuestra primera llamada es a la santidad. Nuestra vocación es en primer lugar una respuesta a Aquel que nos amó primero”.
9. “Sin una relación significativa con el Señor nuestro ministerio está destinado a ser estéril. La cercanía con Jesús, el contacto con su Palabra, nos permite confrontar nuestra vida con la suya y aprender a no escandalizarnos de nada de lo que nos suceda”.
10. Muchas crisis sacerdotales tienen precisamente origen en una escasa vida de oración, en una falta de intimidad con el Señor, en una reducción de la vida espiritual a mera práctica religiosa.
11. Tener espacios de silencio durante el día. “Sustituir el verbo ‘hacer’ de Marta para aprender el ‘estar’ de María”.
12. Aprender a dejar que el Señor “siga realizando su obra en cada uno y que pode todo aquello que es infecundo, estéril y que distorsiona el llamado”.
13.La cercanía con Dios fortalece la cercanía del sacerdote con su Pueblo y viceversa.
14.Obedecer significa “aprender a escuchar y recordar que nadie puede pretender ser el poseedor de la voluntad de Dios, y que esta solo puede entenderse a través del discernimiento”.
15. La obediencia puede “ser confrontación, escucha y, en algunos casos, tensión, pero que no se rompe. Esto pide necesariamente que los sacerdotes recen por los obispos y se animen a expresar su parecer con respeto, valentía y sinceridad”.
16. Tener “humildad, capacidad de escucha, capacidad de autocrítica y de dejarse ayudar”.
17. Evitar la envidia. “Debemos hablar claro: en nuestros presbiterios existe la envidia, no todos son envidiosos, pero existe la tentación de la envidia, estemos atentos, y de la envidia a las habladurías”.
18. “No tenemos necesidad de presumir, ni mucho menos de pavonearnos o, peor aún, de asumir actitudes violentas, faltando el respeto a quien está junto a nosotros. Porque también existen formas clericales de bullying”.
19. Fomentar el amor fraterno porque es “la gran profecía que en esta sociedad del descarte estamos llamados a vivir”. En este sentido, “no se puede permitir que se crea que el amor fraterno es una utopía”,
20. “El celibato es un don que la Iglesia latina custodia, pero es un don que para ser vivido como santificación requiere relaciones sanas, vínculos de auténtica estima y genuina bondad que encuentran su raíz en Cristo. Sin amigos y sin oración el celibato puede convertirse en un peso insoportable y en un antitestimonio de la hermosura misma del sacerdocio”.
21. “Para comprender de nuevo la identidad del sacerdocio, hoy es importante vivir en estrecha relación con la vida real de la gente, junto a ella, sin ninguna vía de escape”.
22. Ser capaces de “caminar no como un juez sino como el Buen Samaritano que reconoce las heridas de su pueblo, el sufrimiento vivido en silencio, la abnegación y sacrificios de tantos padres y madres por llevar adelante sus familias, y también las consecuencias de la violencia, la corrupción y de la indiferencia que a su paso intenta silenciar toda esperanza”.
23. Ser “pastores del Pueblo y no clérigos de estado, ni profesionales de lo sagrado”, sino “pastores que sepan de compasión, de oportunidad; hombres con valentía capaces de detenerse ante el caído y tender su mano; hombres contemplativos que en la cercanía con su pueblo puedan anunciar en las llagas del mundo la fuerza operante de la Resurrección”.
24. Evitar la “clericalización del laicado, esa promoción de una pequeña élite que en torno al cura termina también por desnaturalizar su misión fundamental”.
25. Para mantener viva y fecunda la vocación es necesario permanecer cerca de Dios, cerca del obispo, cerca de los sacerdotes y cerca del Pueblo de Dios. “Estas cuatro cercanías son una buena escuela para jugar en la cancha grande a la que el sacerdote es convocado sin miedos, sin rigidez, sin reducir ni empobrecer la misión”.
jueves, 3 de febrero de 2022
IMÁGENES DEL PAPA FRANCISCO EN EL DÍA DE LA VIDA CONSAGRADA, MIÉRCOLES 2 DE FEBRERO DE 2022
📷 "Queridos hermanos y queridas hermanas, la alegría y el dolor que tocan mi vida concierne a todos, así como la alegría y el dolor que tocan la vida del hermano y de la hermana junto a nosotros me concierne a mí. Yo no puedo ser indiferente a los otros, porque todos somos parte de un cuerpo, en comunión".
Papa Francisco, 2 de febrero 2022
Fotografías: Daniel lbáñez
miércoles, 2 de febrero de 2022
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA POR LA JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA 2022
Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco presidió este 2 de febrero una Misa en la Basílica de San Pedro por la Fiesta de la Presentación del Señor y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
“Preguntémonos entonces, ¿de quién nos dejamos principalmente inspirar? ¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta con la que todos nos debemos confrontar, sobre todo nosotros, los consagrados. Mientras el Espíritu lleva a reconocer a Dios en la pequeñez y en la fragilidad de un niño, nosotros a veces corremos el riesgo de concebir nuestra consagración en términos de resultados, de metas y de éxito”, advirtió el Santo Padre.
A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:
Dos ancianos, Simeón y Ana, esperan en el templo el cumplimiento de la promesa que Dios ha hecho a su pueblo: la llegada del Mesías. Pero no es una espera pasiva sino llena de movimiento. En este contexto, sigamos pues los pasos de Simeón: él, en un primer momento, es conducido por el Espíritu, luego, ve en el Niño la salvación y, finalmente, lo toma en sus brazos (cf. Lc 2,26-28). Detengámonos sobre estas tres acciones y dejémonos interpelar por algunas cuestiones importantes para nosotros, en particular para la vida consagrada.
La primera, ¿qué es lo que nos mueve? ¿Qué es lo que nos mueve? Simeón va al templo «conducido por el mismo Espíritu» (v. 27). El Espíritu Santo es el actor principal de la escena. Es Él quien inflama el corazón de Simeón con el deseo de Dios, es Él quien aviva en su ánimo la espera, es Él quien lleva sus pasos hacia el templo y permite que sus ojos sean capaces de reconocer al Mesías, aunque aparezca como un niño pequeño y pobre.
Así actúa el Espíritu Santo: nos hace capaces de percibir la presencia de Dios y su obra no en las cosas grandes, tampoco en las apariencias llamativas ni en las demostraciones de fuerza, sino en la pequeñez y en la fragilidad. Pensemos en la Cruz, también allí en la pequeñez y en la fragilidad, pero allí está, la fuerza de Dios.
La expresión “conducido por el Espíritu” nos recuerda lo que en la espiritualidad se denominan “mociones espirituales”, que son esas inspiraciones del alma que sentimos dentro de nosotros y que estamos llamados a escuchar, para discernir si provienen o no del Espíritu Santo. Estén atentos a las mociones espirituales.
Preguntémonos entonces, ¿de quién nos dejamos principalmente inspirar? ¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta con la que todos nos debemos confrontar, sobre todo nosotros, los consagrados. Mientras el Espíritu lleva a reconocer a Dios en la pequeñez y en la fragilidad de un niño, nosotros a veces corremos el riesgo de concebir nuestra consagración en términos de resultados, de metas y de éxito. Nos movemos en busca de espacios, de notoriedad, de números. Es una tentación.
El Espíritu, en cambio, no nos pide esto. Desea que cultivemos la fidelidad cotidiana, que seamos dóciles a las pequeñas cosas que nos han sido confiadas. Qué hermosa es la fidelidad de Simeón y de Ana. Cada día van al templo, cada día esperan y rezan, aunque el tiempo pase y parece que no sucede nada. Esperan toda la vida, sin desanimarse ni quejarse, permaneciendo fieles cada día y alimentando la llama de la esperanza que el Espíritu encendió en sus corazones.
Preguntémonos, hermanos y hermanas, ¿qué es lo que anima nuestros días? ¿Qué amor nos impulsa a seguir adelante? ¿El Espíritu Santo o la pasión del momento? ¿Cómo nos movemos en la Iglesia y en la sociedad? A veces, aun detrás de la apariencia de buenas obras, puede esconderse el virus del narcisismo o la obsesión de protagonismo. En otros casos, incluso cuando realizamos tantas actividades, nuestras comunidades religiosas parece que se mueven más por una repetición mecánica -hacer las cosas por costumbre, solo por hacerlas- que por el entusiasmo de entrar en comunión con el Espíritu Santo. Examinemos hoy nuestras motivaciones interiores, discernamos las mociones espirituales, porque la renovación de la vida consagrada pasa sobre todo por aquí, pasa sobre todo por aquí.
Una segunda pregunta es, ¿qué ven nuestros ojos? Simeón, movido por el Espíritu, ve y reconoce a Cristo. Y reza diciendo: «mis ojos han visto tu salvación» (v. 30). Este es el gran milagro de la fe: que abre los ojos, transforma la mirada y cambia la perspectiva. Como comprobamos por los muchos encuentros de Jesús en los evangelios, la fe nace de la mirada compasiva con la que Dios nos mira, rompiendo la dureza de nuestro corazón, curando sus heridas y dándonos una mirada nueva para vernos a nosotros mismos y al mundo. Una mirada nueva hacia nosotros mismos, hacia los demás, hacia todas las situaciones que vivimos, incluso las más dolorosas. No se trata de una mirada ingenua, no, es sapienzal, la mirada ingenua huye de la realidad o finge no ver los problemas, sino de una mirada que sabe “ver dentro” y “ver más allá”; que no se detiene en las apariencias, sino que sabe entrar también en las fisuras de la fragilidad y de los fracasos para descubrir en ellas la presencia de Dios.
La mirada cansada de Simeón, aunque debilitada por los años, ve al Señor, ve la salvación. ¿Y nosotros?, cada uno puede preguntarse: ¿qué ven nuestros ojos? ¿Qué visión tenemos de la vida consagrada? El mundo la ve muchas veces como un “despilfarro”. ‘Mira ese joven ser fraile, esa joven una monja es un despilfarro, al menos fuera feo, fea, un despilfarro’... Como una realidad del pasado, inútil; pero nosotros, comunidad cristiana, religiosas y religiosos, ¿qué vemos? ¿Tenemos puesta la mirada en el pasado, nostálgicos de lo que ya no existe o somos capaces de una mirada de fe clarividente, proyectada hacia el interior y más allá? A mí me hace mucho bien ver consagrados y consagradas mayores, que con mirada radiante continúan a sonreír, dando esperanza a los jóvenes. Pensemos en las veces en las que nos hemos encontrado con estas miradas y bendigamos a Dios por ello. Son miradas de esperanza, abiertas al futuro. Quizá nos hará ver visitar a hermanos, hermanas, ancianos para entender qué piensan, será una buena medicina. Pienso cuando hemos encontrado miradas de esperanza, abiertas al futuro.
Queridos hermanos y hermanas, el Señor no deja de darnos signos para invitarnos a cultivar una visión renovada de la vida consagrada. Es necesaria. Pero bajo la luz del Espíritu Santo. No podemos fingir no verlos y continuar como si nada, repitiendo las cosas de siempre, arrastrándonos por inercia en las formas del pasado, paralizados por el miedo a cambiar. Lo he dicho muchas veces, la tentación de ir hacia atrás, para conservar el carisma del fundador, la fundadora. La tentación de la rigidez. La rigidez es una perversión. Detrás de cada rigidez hay un problema. Simeón y Ana no eran rígidos. Y ella daba el anuncio con alegría. Mirada de esperanza.
Abramos los ojos: el Espíritu Santo nos invita a renovar nuestra vida y nuestras comunidades a través de las crisis, si de verdad, a través de los números que escasean. No padre, no hay vocaciones, iremos a una isla de Indonesia para ver si encontramos alguna. Mirar las fuerzas que disminuyen. Fijémonos en Simeón y Ana que, aun teniendo una edad avanzada, no transcurrieron los días añorando un pasado que ya no volvería, sino que abrieron sus brazos al futuro que les salía al encuentro.
Hermanos, hermanas no desaprovechemos el presente mirando al pasado, sino que pongámonos ante el Señor, en adoración, y pidámosle una mirada que sepa ver el bien y discernir los caminos de Dios. El Señor nos lo dará si lo pedimos con alegría, con fortaleza, sin miedo.
Por último, una tercera pregunta, ¿qué estrechamos en nuestros brazos? Simeón tomó a Jesús en sus brazos (cf. v. 28). Esta es una escena tierna y densa de significado, única en los evangelios. Dios ha puesto a su Hijo en nuestros brazos porque acoger a Jesús es lo esencial, acoger a Jesús es el centro de la fe. A veces corremos el riesgo de perdernos y dispersarnos en mil cosas, de fijarnos en aspectos secundarios o de concéntranos en nuestros asuntos, olvidando que el centro de todo es Cristo, a quien debemos acoger como Señor de nuestra vida.
Cuando Simeón toma en brazos a Jesús, sus labios pronuncian palabras de bendición, de alabanza y de asombro. Pero nosotros después de muchos años de vida consagrada ¿tenemos capacidad de asombro?
Si a los consagrados nos faltan palabras que bendigan a Dios y a los otros, si nos falta la alegría, si desaparece el entusiasmo, si la vida fraterna es solo un peso, si falta el asombro, no es porque seamos víctimas de alguien o de algo, el verdadero motivo es porque ya no tenemos a Jesús en nuestros brazos. Y cuando los brazos de un consagrado, de una consagrada, no abrazan a Jesús, abrazan el vacío, que intentan llenar con otras cosas. Abracen a Jesús, esta es la receta de la renovación.
Entonces el corazón se encierra en la amargura. Es triste ver un consagrado, una consagrada, amargado. Que siempre se quejan de algo, del superior, de la cocina, si no tienen una queja, no viven.
Hay gente que está amargada por las quejas por las cosas que no van bien, en un rigor que nos hace inflexibles, en aires de aparente superioridad. En cambio, si acogemos a Cristo con los brazos abiertos, acogeremos también a los demás con confianza y humildad. De este modo, los conflictos no exasperan, las distancias no dividen y desaparece la tentación de intimidar y de herir la dignidad de cualquier hermana o hermano se apaga. Abramos, pues, los brazos a Cristo y a los hermanos. Allí está Jesús.
Queridas, queridos, renovemos hoy con entusiasmo nuestra consagración. Preguntémonos qué motivaciones impulsan nuestro corazón y nuestra acción, cuál es la visión renovada que estamos llamados a cultivar y, sobre todo, tomemos en brazos a Jesús. Aun cuando experimentemos dificultades y cansancios, -esto sucede, incluso desiluciones, sucede- hagamos como Simeón y Ana, que esperan con paciencia la fidelidad del Señor y no se dejan robar la alegría del encuentro con Él, vayamos hacia la alegría del encuentro. Pongámoslo de nuevo a Él en el centro y sigamos adelante con alegría. Así sea.
HOY LA IGLESIA CELEBRA LA JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA, MIÉRCOLES 02 DE FEBRERO DE 2022
Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada
Redacción ACI Prensa
Foto: Congregación Religiosa Oblatos de San José - Provincia del Perú
Hoy 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia también celebra la XXVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada instituida por el Papa San Juan Pablo II en 1997.
“La vida consagrada, caminando juntos” es el lema que alienta la jornada de este año, cuya Misa será presidida por el Papa Francisco a las 5:30 p.m. (hora Roma) en la Basílica de San Pedro, y contará con la asistencia de miembros de los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica.
El Cardenal João Braz de Aviz y Mons. José Rodríguez Carballo, prefecto y secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, respectivamente, afirmaron en una carta que la jornada será “una ocasión de encuentro marcada por la fidelidad de Dios, que se manifiesta en la perseverancia gozosa de numerosos hombres y mujeres” consagrados y consagradas.
Asimismo, recordaron las palabras del Papa Francisco, quien dijo el 11 de diciembre de 2021 que “la vida consagrada nace en la Iglesia, crece y puede dar frutos evangélicos solo en la Iglesia, en la comunión viviente del Pueblo fiel de Dios”.
En la jornada de 2021, el Papa Francisco se refirió a la sequedad espiritual que afecta a muchos consagrados ante las expectativas defraudadas y frustraciones durante su misión.
Advirtió que “la tristeza interior en nosotros consagrados es un gusano que nos come desde dentro. Huid de la tristeza interior”; y animó a los consagrados a “ser pacientes con nosotros mismos y esperar con confianza los tiempos y los modos de Dios: Él es fiel a sus promesas”.
En la Jornada de 2020, el Papa Francisco dijo que los consagrados son “el gran tesoro en la Iglesia”, porque “siguen de cerca al Señor al profesar los consejos evangélicos” que son la pobreza, la castidad y la obediencia.
Además, el Pontífice recordó que la vida consagrada es un “don de amor” inmerecido del Señor que hay que acoger “con los brazos abiertos”; e invitó a los consagrados a “saber ver la gracia” recibida en la vocación en la historia personal, “no sólo en los grandes momentos de la vida, sino también en las fragilidades, en las debilidades, en las miserias”.
Cabe recordar que el 26 de enero de 2019, durante su visita a Panamá por la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco presidió una Misa con los sacerdotes, religiosos y consagrados.
En esa ocasión, el Santo Padre recordó algunas de las causas que provocan cansancio en los consagrados: “Desde largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar y estar en familia, hasta ‘tóxicas’ condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón”. “Todas reclaman, como grito silencioso, un pozo desde donde volver a empezar”, dijo.
Frente a ello, el Pontífice alentó a los consagrados a recuperar “la pasión de enamorados” de su vocación y “volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, nos pidió seguirlo”.
“Al decirlo recuperamos la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los nuestros, el momento en que nos hizo sentir que nos amaba y no solo de manera personal sino también como comunidad”, agregó.
Vida consagrada en el mundo
Algunos datos importantes sobre las personas que decidieron consagrar su vida al servicio de Dios.
La vida consagrada está conformada por todos los bautizados que se consagran a Dios a través del rito de profesión o el de consagración de vírgenes. Estos fieles se comprometen a vivir la pobreza, castidad y obediencia, a través de emisión de votos o promesas.
Los fieles que responden a la vocación de la vida consagrada integran los institutos de vida contemplativa (varones y mujeres en comunidades claustrales), institutos de vida apostólica (congregaciones religiosas masculinas y femeninas, sociedades de vida apostólica), institutos seculares, orden de las vírgenes consagradas y nuevas formas de vida consagrada.
Según un informe estadístico de la Iglesia Católica publicado en octubre de 2021 por la agencia vaticana Fides, en el mundo hay 5.364 obispos, 414.336 sacerdotes, 48.238 diáconos permanentes, 50.295 religiosos no sacerdotes y 630.099 religiosas.
La Iglesia cuenta con 582 miembros de institutos seculares masculinos y 20.913 miembros de institutos seculares femeninos. El número de seminaristas mayores, diocesanos y religiosos es de 114.058 y 96.990 son los seminaristas menores, diocesanos y religiosos.
El Año de la Vida Consagrada comenzó el 30 de noviembre del 2014 y concluyó el 2 de febrero de 2016 en Roma en presencia de unos seis mil religiosos y religiosas.
miércoles, 25 de agosto de 2021
¿POR QUÉ LLAMAMOS AL SACERDOTE: PADRE?
¿Por qué llamamos al Sacerdote: Padre?
Referirse al sacerdote como padre ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo.
Por: Steven Neira | Fuente: Capsulas de Verdad
Esta es una pregunta muy típica de la tía evangélica en la reunión familiar o de la señora – no católica por supuesto – que nos encontramos en el asiento del bus, y aun así, muchos católicos encuentran dificultad en responder. Referirse al sacerdote como “padre” ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo. San Pablo, por ejemplo, se refiere a sí mismo como un “padre” para los Corintios a través del Evangelio que les predicó.
EL CONTEXTO
“Pero vosotros no os hagáis llamar rabbi, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos”.
Cuando Jesús nos pide no llamar “padre” a nadie, está criticando abiertamente el uso impropio del ejercicio de la autoridad por los escribas y fariseos (que gustaban de usar estos títulos para sentirse por encima de los demás). Jesucristo está recordándoles a aquellos que tienen un puesto de autoridad, que el liderazgo no se encuentra en la dominación sino en el servicio, y justamente el servicio es el corazón del sacerdocio. Es decir que, cuando llamamos “padre” a nuestros sacerdotes, estamos reconociendo su rol de guías espirituales, al servicio de hacernos crecer y madurar como hijos de nuestro único Padre que está en los cielos.
Podemos ver claramente que Jesucristo no está criticando el título en sí mismo, sino a quienes buscan estos títulos para su vanagloria, como una forma de ponerse por encima de los demás. La Iglesia está muy de acuerdo con esta crítica – faltaba más –. Estaría pésimamente mal que un sacerdote utilice su puesto de autoridad para su propio beneficio, y que aun así puede suceder (pues somos pecadores y hay de todo en la viña del Señor), sin embargo, no es este el común de los sacerdotes ni mucho menos la regla universal.
Es evidente que esta interpretación no me la he inventado ni es nueva en absoluto… es la interpretación milenaria que la Iglesia ha recibido de los Apóstoles. Sin embargo, no es así la realidad de los protestantes, que a partir de Lutero gustan de hacer interpretaciones personales de las Escrituras.
EL PRETEXTO
Algunas veces, cuando esta pregunta sale a discusión, muchos piensan que los católicos jamás hemos leído el pasaje antes citado, donde Cristo dice explícitamente que no llamemos “padre” a nadie. Sin embargo, no es el caso. La Iglesia está muy al tanto de estas palabras de Jesús, y aun así los sacerdotes católicos han sido llamados “padres” desde los primeros siglos sin ningún inconveniente. ¿Cuál es el problema? ¿La Iglesia se está haciendo de la vista gorda con este versículo?
Es importante señalar que dentro del mismo pasaje nos pide no llamar a nadie “maestro”, pero por alguna razón misteriosa a nadie parece molestarle que hayamos pasado años de escuela llamando “maestro” a otros. Además, si vamos a tomar la cita al pie de la letra, pues entonces no sé cómo hacen los protestantes para dirigirse a sus padres… ¿”progenitor”? ¡Que dulce! Es evidente que Cristo no está pidiendo un simple cambio universal de “padre” y “maestro” por “progenitor” e “instructor” ¡No! Cristo no está pidiendo un simple cambio de sinónimos, sino que debemos ir a una visión más profunda de lo que el Señor quiso expresar. Creo que ha quedado bastante claro: el verdadero sentido de la autoridad.
ENTONCES…
Cuando llamamos a un sacerdote “padre”, estamos reconociendo el hecho de que, a través de la autoridad dada por Cristo, ellos comparten el trabajo de guiar y sostener la vida espiritual de los fieles. No toman el puesto de Dios. De hecho, su trabajo es guiarnos y apoyarnos en nuestra madurez espiritual como hijos de Dios, pues al final, tanto ellos como nosotros clamamos al cielo y juntos decimos: “Padre nuestro que estás en el Cielo…”
jueves, 5 de noviembre de 2020
SER SACERDOTE
Ser "SACERDOTE" está catalogado dentro de las cuatro "profesiones" más difíciles del Mundo debido a que un "SACERDOTE" debe ser:
•predicador
•ejemplo
•consejero
•conferencista
•planificador
•ministro
•visionario
•director
•mentor
•amigo
•niñero
•reconciliador
•consejero de matrimonios
•consejero de Jóvenes
•formador de líderes
•maestro de la Biblia
•intercesor, etc, etc., etc...
Además de ser:
•portero del templo
•cocinero
•líder de alabanza
•Etc...
Todo "SACERDOTE" enfrenta constantemente
Críticas tales como:
-La Misa no me llena
-El sermón es muy largo
- Muchos etc...
*Una de las cosas más difíciles qué hay en la vida de un "SACERDOTE" es saber que las personas que ellos aman le traicionaran.
*"El SACERDOTE" muchas veces es la persona mas solitaria de la congregación.
Usted puede ver a un "SACERDOTE" estar rodeado de gente, pero muy pocas veces de gente que estén interesados en sus problemas, necesidades o aun en sus vidas. Y no digamos las exigencias que las congregaciones ponen sobre los "SACERDOTES".
Por esto quisiera darte un consejo: si tú tienes un "SACERDOTE" o tienes como amigos "SACERDOTES" cuídalos, protégelos, ora por ellos, conéctate con su visión, respáldalos, pero sobre todo ámalos.
Jeremías 3, 15: “Y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.”
Así que cuídalos porque “ellos velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta” Hebreos 13, 17.
Honremos la vida de todos esos hombres de Dios que han sacrificado tantas cosas incluyendo algunas de las necesidades de su familia, profesión, etc. Por atender el llamado de Dios.
Valora el tiempo que un "SACERDOTE" te dedica, no sabes cuánto valoraría su familia ese tiempo a su lado.
"DIOS BENDIGA A TODOS MIS HERMANOS SACERDOTES EJEMPLOS DE LA IGLESIA".
Fuente: https://www.facebook.com/OraPorUnSacerdote