QUIEN ESPERA...
Quien espera no quema el tiempo porque se aburre, sino porque está ansioso, tiene esperanzas en algo, está enfocado en una meta. Pues bien, la meta de la espera prenavideña es una fiesta, la fiesta de nuestra encarnación, de nuestro llegar a ser lo que somos, de nuestra unión mística con Dios. Pero no solamente nosotros esperamos, Dios también nos espera, nos espera hasta que nos abrimos a la vida y al amor, ya que "esperar" significa, en el fondo, vivir en el "puesto de observación". El "puesto de observación" es el lugar desde donde se divisa, es decir, la atalaya.
Esperar significa, entonces, buscar con la vista, ver si viene alguien, mirar los alrededores, todo lo que viene hacia nosotros.
Sin embargo, esperar puede significar también prestar atención a algo, cuidar de algo, así como el vigilante cuida a una persona y le presta atención. La espera provoca ambas cosas en nosotros: la lejanía de la mirada y la atención al momento, a lo que estamos viviendo, a las personas con las cuales estamos hablando.
La espera toca nuestro corazón y lo ensancha, nuestro anhelo nos dice: no nos bastamos a nosotros mismos, debemos extender nuestros brazos hacia aquel que nos hace palpitar el corazón.