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domingo, 17 de noviembre de 2024

CERCA DEL FINAL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2024



Cerca del final


Hemos llegado a las últimas dos semanas del año litúrgico. Demos gracias al Señor porque nos ha concedido recorrer, una vez más, este camino de fe —antiguo y siempre nuevo— en la gran familia espiritual de la Iglesia. Es un don inestimable, que nos permite vivir en la historia el misterio de Cristo, acogiendo en los surcos de nuestra existencia personal y comunitaria la semilla de la Palabra de Dios, semilla de eternidad que transforma desde dentro este mundo y lo abre al reino de los cielos. En el itinerario de las lecturas bíblicas dominicales, este año nos ha acompañado el evangelio de san Marcos, que hoy presenta una parte del discurso de Jesús sobre el final de los tiempos. En este discurso hay una frase que impresiona por su claridad sintética: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31). Detengámonos un momento a reflexionar sobre esta profecía de Cristo.

 

La expresión "el cielo y la tierra" aparece con frecuencia en la Biblia para indicar todo el universo, todo el cosmos. Jesús declara que todo esto está destinado a "pasar". No sólo la tierra, sino también el cielo, que aquí se entiende en sentido cósmico, no como sinónimo de Dios. La Sagrada Escritura no conoce ambigüedad: toda la creación está marcada por la finitud, incluidos los elementos divinizados por las antiguas mitologías: en ningún caso se confunde la creación y el Creador, sino que existe una diferencia precisa. Con esta clara distinción, Jesús afirma que sus palabras "no pasarán", es decir, están de la parte de Dios y, por consiguiente, son eternas. Aunque fueron pronunciadas en su existencia terrena concreta, son palabras proféticas por antonomasia, como afirma en otro lugar Jesús dirigiéndose al Padre celestial: "Las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado" (Jn 17, 8).

 

En una célebre parábola, Cristo se compara con el sembrador y explica que la semilla es la Palabra (cf. Mc 4, 14): quienes oyen la Palabra, la acogen y dan fruto (cf. Mc 4, 20), forman parte del reino de Dios, es decir, viven bajo su señorío; están en el mundo, pero ya no son del mundo; llevan dentro una semilla de eternidad, un principio de transformación que se manifiesta ya ahora en una vida buena, animada por la caridad, y al final producirá la resurrección de la carne. Este es el poder de la Palabra de Cristo.

 

Queridos amigos, la Virgen María es el signo vivo de esta verdad. Su corazón fue "tierra buena" que acogió con plena disponibilidad la Palabra de Dios, de modo que toda su existencia, transformada según la imagen del Hijo, fue introducida en la eternidad, cuerpo y alma, anticipando la vocación eterna de todo ser humano. Ahora, en la oración, hagamos nuestra su respuesta al ángel: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38), para que, siguiendo a Cristo por el camino de la cruz, también nosotros alcancemos la gloria de la resurrección.

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Papa Benedicto XVI 

domingo, 10 de noviembre de 2024

DAR GENEROSA Y SINCERAMENTE - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2024



Dar generosa y sinceramente


Jesús estaba con sus discípulos en el templo de Jerusalén. Eran los días anteriores a su pasión y muerte y quería recalcar algunas enseñanzas que muchas veces les había dado en aquellos años. Una muy importante era el que no fuesen como los fariseos, que aparentaban por fuera lo que no eran por dentro. Querían aparentar muy religiosos; pero la verdadera religión es el trato íntimo con Dios desde el corazón.

 

Parecido a los fariseos eran los escribas o letrados. Algunos eran del grupo de los fariseos y eran quienes entendían más de la Escritura y debían enseñarla al pueblo. Ahora Jesús una vez más les dice a los apóstoles que tengan cuidado para no parecerse a los letrados, pues les gusta que les alaben, buscan los primeros puestos; pero hacen algo desagradable a Dios, pues se aprovechan del poco dinero de las viudas con motivo de largos rezos. Jesús habla de las viudas, como podría hablar de los pobres y desamparados, pues eran las más desamparadas de todos. En aquel tiempo no había seguridades sociales y sí mucha injusticia; y las viudas que no tenían ya amparo de ningún varón, estaban desamparadas. Pero las había agradables a Dios.

 

Jesús quiere dar la lección de una manera práctica. Y para eso van donde están las vasijas o cajas donde la gente deposita sus limosnas para el templo. La gente va dejando el dinero y algunos ricos dejan bastante. Pero llega una pobre viuda y deja dos moneditas. Seguro que sonarían mucho menos que las grandes monedas de los ricos; pero resonaron fuertemente en el corazón de Jesús. Y les da la lección a los apóstoles: “esta pobre viuda es la que más ha echado”. Dios no juzga como nosotros por los hechos externos. Dios conoce el fondo de nuestro corazón. Por eso suele pasar que algunos actos externos de religión, hechos al parecer con mucha perfección, no valgan para Dios, si esa persona busca sólo recibir honores y premios terrenos.

 

Eso es cierto, como otras veces lo enseña Jesús. Hoy aquí les da a los apóstoles otra razón de porqué agrada a Dios esa limosna de la viuda: “Porque los demás han dado de lo que les sobra, pero la viuda ha dado lo que necesitaba para vivir”. Dar lo que se necesita para vivir es como dar la vida. Y esto es amor. A ella se le pueden aplicar las palabras de Jesús: “El que entrega su propia vida por el Evangelio, la salvará”. Este es el verdadero culto: la entrega de nuestro corazón, de la vida al Señor.

 

En la primera lectura de hoy se nos da otro ejemplo de otra viuda. El profeta Elías estaba huyendo de las amenazas del rey y llegó a Sarepta en tiempos de mucha hambre y sed; pero encontró a una viuda que recogía un poco de leña para hacer el último pan. Le pidió un vaso de agua y un pan. Porque le hablaba de Dios, la viuda se lo dio al profeta, aun quedándose sin nada. Dios se lo premió con creces. Pero hacemos una reflexión. Dios no le llenó hasta arriba la vasija de aceite, sino que la fue conservando según las necesidades. Si nosotros le damos al Señor nuestra vida, Él la irá conservando, quizá no haciendo cosas espectaculares, sino en la vida ordinaria.

 

Aquella viuda del evangelio no podía dar gracias a Dios por las riquezas, pero lo que tenía lo consideraba un don de Dios y se ponía en sus manos con fe y confianza. No se necesitan grandes cosas en lo humano para agradar a Dios, si no tenemos grandes cosas. Por eso es más fácil servir a Dios en la pobreza que en la riqueza. Es bueno recordar a la Virgen María. No conocemos que hiciera grandes cosas externas, como a veces conocemos en la vida de algunos santos. Pero es la más santa de todos, porque supo entregar constantemente su vida al Señor. Lo especial fue su amor.

 

Alguno puede decir que quizá la donación de aquella viuda sirvió para vanidades externas de algún jefe del templo. Lo cierto es que Dios ve que ella lo da para la honra de Dios, para que otros le alaben. Si luego alguno desbarata ese dinero, mayor juicio condenatorio tendrá. Hoy es día para pensar si nosotros damos a Dios no sólo bienes externos, sino tiempo y disponibilidad para la mayor gloria de Dios.

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P. Silverio Velasco  

domingo, 27 de octubre de 2024

CEGUERA ESPIRITUAL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 DE OCTUBRE DE 2024



Ceguera espiritual


De una u otra manera, todos padecemos un cierto grado de ceguera espiritual, porque nuestro mundo más cercano y familiar es el físico, y porque nuestros medios de acercamiento a lo trascendente reciben toda la información a través de los sentidos corporales. De ahí que nos cueste descubrir el sentido completo de nuestra vida, saber hacia dónde debemos orientarla para su cabal cumplimiento, entender cómo podemos administrarla provechosamente, o elegir los bienes y valores que más nos conviene perseguir y cultivar. Ni siquiera estamos seguros de cómo purificarnos de los pasos mal dados y librarnos de la culpabilidad y el mal moral que hemos consentido.

 

Nuestro estado es asombrosamente parecido al del ciego de Jericó, llamado Bartimeo; sólo que en él, la ceguera era física, mientras que en nosotros, es espiritual. Él supo decididamente cómo solucionar su problema: se sentó a la vera del camino, esperando pacientemente el paso de Jesús. Hemos leído en el evangelio: Al oír que era Jesús nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». La gente de los alrededores lo regañaba, pero no consiguió hacerlo callar. Su necesidad y su esperanza eran tan grandes, que le hacían gritar con más fuerza: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús, al oírle lo hizo llamar y él dio un salto y se acercó a Jesús. «¿Qué quieres que haga por ti?» , le dijo Jesús. Respondió: «Maestro, que pueda ver». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

 

Como Bartimeo, si queremos ver claro en nuestro mundo espiritual, deberemos pedirlo al Señor; es decir: abrirnos al amor gratuito que nos transformará por dentro, aprender que la iluminación de la mente y la salvación del espíritu vienen de Dios por mediación de Jesús, porque él es el sumo sacerdote que está puesto para representar a los hombres delante de Dios, y porque, tenida cuenta de su condición humana, puede ser indulgente con los ignorantes y extraviados, puesto que él

mismo ha experimentado sobradamente las debilidades humanas, excepción hecha del pecado.

 

Nadie como Jesús podría ayudarnos a entender que Dios Padre siempre está dispuesto a disipar nuestra ignorancia con la luz de la verdad, a perdonarnos por nuestros desvaríos y a darnos la mano, para que andemos por el ancho camino que él mismo abre delante de nosotros.

 

Si, como el ciego de Jericó, nos acercamos a Jesús con fe y esperanza -confiadamente- podremos entender con claridad y vivir en nuestro interior aquellas palabras del profeta Jeremías: Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: «El Señor ha salvado a su pueblo».

 

Entonces podremos creer que se producirá en nosotros el cambio anunciado por el mismo profeta, diciendo: Los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán.

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Mons. Enric Prat   

domingo, 20 de octubre de 2024

CONTRA LA JERARQUÍA DEL PODER - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE 2024



CONTRA LA JERAQUÍA DEL PODER


Santiago y Juan se acercan a Jesús con una petición extraña: ocupar los puestos de honor junto a él. «No saben lo que piden». Así les dice Jesús. No han entendido nada de su proyecto al servicio del reino de Dios y su justicia. No piensan en «seguirle», sino en «sentarse» en los primeros puestos.


Al ver su postura, los otros diez «se indignan». También ellos alimentan sueños ambiciosos. Todos buscan obtener algún poder, honor o prestigio. La escena es escandalosa. ¿Cómo se puede acoger a un Dios Padre y trabajar por un mundo más fraterno con un grupo de discípulos animados por este espíritu?


El pensamiento de Jesús es claro. «No ha de ser así». Hay que ir exactamente en dirección opuesta. Hay que arrancar de su movimiento de seguidores esa «enfermedad» del poder que todos conocen en el imperio de Tiberio y el gobierno de Antipas. Un poder que no hace sino «tiranizar» y «oprimir».


Entre los suyos no ha de existir esa jerarquía de poder. Nadie está por encima de los demás. No hay amos ni dueños. La parroquia no es del párroco. La Iglesia no es de los obispos y cardenales. El pueblo no es de los teólogos. El que quiera ser grande que se ponga a servir a todos.


El verdadero modelo es Jesús. No gobierna, no impone, no domina ni controla. No ambiciona ningún poder. No se arroga títulos honoríficos. No busca su propio interés. Lo suyo es «servir» y «dar la vida». Por eso es el primero y más grande.


Necesitamos en la Iglesia cristianos dispuestos a gastar su vida por el proyecto de Jesús, no por otros intereses. Creyentes sin ambiciones personales, que trabajen de manera callada por un mundo más humano y una Iglesia más evangélica. Seguidores de Jesús que «se impongan» por la calidad de su vida de servicio.


Padres que se desviven por sus hijos, educadores entregados día a día a su difícil tarea, hombres y mujeres que han hecho de su vida un servicio a los necesitados. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Los más «grandes» a los ojos de Jesús.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

domingo, 13 de octubre de 2024

EL CAMBIO FUNDAMENTAL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE OCTUBRE DE 2024



 El cambio fundamental


El cambio fundamental al que nos llama Jesús es claro. Dejar de ser unos egoístas que ven a los demás en función de sus propios intereses para atrevernos a iniciar una vida más fraterna y solidaria. Por eso, a un hombre rico que observa fielmente todos los preceptos de la ley, pero que vive encerrado en su propia riqueza, le falta algo esencial para ser discípulo suyo: compartir lo que tiene con los necesitados.

 

Hay algo muy claro en el evangelio de Jesús. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, para tener éxito o para lograr un bienestar personal, sino para hacernos hermanos. Si pudiéramos ver el proyecto de Dios con la transparencia con que lo ve Jesús y comprender con una sola mirada el fondo último de la existencia, nos daríamos cuenta de que lo único importante es crear fraternidad. El amor fraterno que nos lleva a compartir lo nuestro con los necesitados es «la única fuerza de crecimiento», lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia su salvación.

 

El hombre más logrado no es, como a veces se piensa, aquel que consigue acumular más cantidad de dinero, sino quien sabe convivir mejor y de manera más fraterna. Por eso, cuando alguien renuncia poco a poco a la fraternidad y se va encerrando en sus propias riquezas e intereses, sin resolver el problema del amor, termina fracasando como hombre.

 

Aunque viva observando fielmente unas normas de conducta religiosa, al encontrarse con el evangelio descubrirá que en su vida no hay verdadera alegría, y se alejará del mensaje de Jesús con la misma tristeza que aquel hombre que «se marchó triste porque era muy rico».

 

Con frecuencia, los cristianos nos instalamos cómodamente en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin buscar ningún cambio decisivo en nuestra vida. Hemos «rebajado» el evangelio acomodándolo a nuestros intereses. Pero ya esa religión no puede ser fuente de alegría. Nos deja tristes y sin consuelo verdadero.

 

Ante el evangelio nos hemos de preguntar sinceramente si nuestra manera de ganar y de gastar el dinero es la propia de quien sabe compartir o la de quien busca solo acumular. Si no sabemos dar de lo nuestro al necesitado, algo esencial nos falta para vivir con alegría cristiana.

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P. José Antonio Pagola

domingo, 22 de septiembre de 2024

CUÁNTO CUESTA SER EL ÚLTIMO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 22 DE SEPTIEMBRE DE 2024



 ¡Cuánto cuesta ser el último!


Las luchas, las rivalidades. Las contiendas y las envidias. El afán de aparentar y de conseguirlo todo, son en el fondo, muestra de una gran asignatura pendiente: nuestra falta de comunión con Dios. Nos queda mucho por llegar a la perfección en nuestro seguimiento a Jesús.

 

Quien está en paz, y en perfecta sintonía con el Señor, sabe que aquello que prima en el mundo (ser el primero) no ha de ser la motivación de su existencia. Por el contrario; el cristiano que intenta vivir acorde con la Palabra del Señor e iluminado por el Espíritu, intuye que ser el último significa servir con generosidad, guardar silencio aunque a veces se tengan ganas de hablar, dar como perdida una batalla aunque poseamos mil armas escondidas o resortes para ganarla.

 

Es un gran misterio la presencia del mal en el mundo. ¿Por qué esto a mí? ¿Cómo puede permitir Dios que ocurra todo esto? ¿Por qué a mí esta injusticia? La respuesta, como siempre, es Jesús. Su cruz, su muerte, su pasión… su “ser el último” lo clarifica todo. No podemos dejar sobre los hombros de Dios todo lo que acontece de negativo en el mundo. Siempre recuerdo aquel famoso predicador que, ante una desgracia ocurrida en su parroquia, preguntaba a sus feligreses: ¿Por qué cuando las cosas van bien decimos que obedece a la casualidad o al progreso humano y, cuando van mal, es culpa de Dios?

 

Nuestra debilidad, seamos cristianos o no, siempre nos acompañará. Lo importante no es que seamos débiles. No es malo que erremos en muchas situaciones. Que nos equivoquemos a la hora de tomar decisiones. Lo pernicioso, para la fe y para nosotros mismos, es creer que nuestros pecados son mayores que la gran misericordia de Dios. Esa misericordia que se manifiesta en el “pagó uno por todos”. ¿Puede hacer algo más Dios por el bienestar y el futuro de la humanidad? ¡Por

supuesto que sí! A través de nuestras manos, inteligencia, ciencia y creatividad. Otra cosa es que, como siempre, nos empecinemos en elegir el camino de la destrucción.

 

La vida cristiana, el bautismo, no es un cheque en blanco. No nos garantiza una vida muy distinta a la de los demás. No nos evita desgracias. Pero, eso sí, la vida cristiana –nuestro vivir cristiano– ha de impregnar con los colores de la esperanza, la ilusión y el amor a Dios todas las situaciones que nos salgan a nuestro encuentro.

 

Dios no nos va a proteger, una y otra vez, de los problemas que sacuden a la humanidad. Pero siempre nos dará su aliento para saber cómo y de qué manera enfrentarnos a ellos.

 

Cuesta mucho, ¡pero que mucho!, ser el último. No entender a veces los designios de Dios. Ver la mano del Señor en aquello que nos sacude diariamente la felicidad,

la conciencia o la paz. Pero, es bueno recordar, que el Señor también fue el último en muchas cosas y el primero en resucitar gloriosamente en beneficio de todos nosotros.

 

Y, por Él, hasta merece la pena ser de vez en cuando, el último ante los ojos de algunos o ante los ojos del mundo. ¿O no?

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P. Javier Leoz

domingo, 18 de agosto de 2024

¿PARA QUE SIRVE LA MISA? MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 18 DE AGOSTO DE 2024



¿PARA QUÉ SIRVE LA MISA?

 ⛪ EVANGELIO DEL DOMINGO | ¿Para qué sirve la misa?

Fuente: EWTN



La Eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la Eucaristía es «memorial», o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros. La Eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese «Pan de vida» significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que hizo Jesús. Papa Francisco, Ángelus, 16 de agosto del 2015

domingo, 4 de agosto de 2024

¿ESTÓMAGOS AGRADECIDOS? MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 4 DE AGOSTO DE 2024


 ¿Estómagos agradecidos?


Las personas, por lo que sea, nos dejamos seducir rápidamente por los sucesos extraordinarios. ¿Qué tiene el espectáculo que tanto atrae? Pues eso: espectacularidad, morbo. Nos deslumbra todo aquello que, aparentemente, está fuera de lo común.

En el Evangelio de hoy, en la memoria de muchos, sigue viva la multiplicación de los panes. Sus bocas todavía permanecían abiertas ante el milagro: ¡hubo pan para todos! Pero, Jesús, era consciente de que aquella amistad que le brindaban, no era del todo sincera. Era un tanto interesada.

Siempre recuerdo aquel viejo refrán: “el amigo bueno es como la sangre, acude a la herida”. Jesús, como buen amigo, había acudido en socorro de los que tenían hambre material. Pero no quería que se quedasen en el aquel milagro. Para Jesús, el milagro, seguía siendo palabra. Una buena catequesis, una dinámica para despertar la fe en aquellos corazones cerrados a Dios. ¿Lo entendieron así aquellos estómagos agradecidos? ¿Buscaban a Jesús por la fuente de sus palabras o porque les colmaba de pan? ¿Amaban a Jesús por el Reino que traía entre sus manos o porque les había llenado de alimento sus manos abiertas?

También a nosotros, queridos amigos, el Señor nos interpela en este domingo. ¿Por qué le buscamos? ¿Porque en algunos momentos nos ha confortado en nuestra soledad? ¿Porque, tal vez, ha sido bálsamo en horas amargas o en momentos de pruebas? ¿Por qué buscamos al Señor? ¿Por qué y para qué venimos a la Eucaristía de cada domingo? Sería bueno, amigos, un buen examen de conciencia: ¿qué es Cristo para mí?

La Iglesia, en estos momentos, también tiene el mismo problema que sufrió Jesús en propias carnes. Hay muchos que, lejos de verla como un signo de la presencia de Dios en el mundo, la toleran porque hace el bien. Porque soluciona problemas. Porque llega a los lugares más recónditos del mundo levantando hospitales, construyendo orfanatos o cuidando a los enfermos de Sida. Pero, la Iglesia, no desea que sea apreciada por su labor social o humana. Su fuerza, su orgullo y su poder no está en esas obras apostólicas (que están bien y son necesarias para calmar tantas situaciones de miseria o injusticias). El alma de nuestra Iglesia, de nuestro ser cristiano es Jesús. Un Jesús que tan sólo nos pide creer en Él como fuente de vida eterna. Como salvación de los hombres y de todo el mundo.

Hay un viejo canto que dice “todos queremos más y más y más; el que tiene un euro quiere tener dos; el que tiene cuatro quiere tener seis…” Y a Jesús, primero, le pedían pan. Luego le exigían más y, al final, solicitaban de Cristo, todo, menos lo esencial: su Palabra, su Reino, la razón de su llegada al mundo.

Que sigamos viviendo nuestra fe con la seguridad de que, Jesús, sigue siendo el pan de la vida. Y, sobre todo, que amemos al Señor no por aquello que nos da, sino por lo que es: Hijo de Dios.

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P. Javier Leoz

domingo, 28 de julio de 2024

COMPARTIR EL PAN


 

Compartir el pan


Ningún evangelista ha subrayado tanto como Juan el carácter eucarístico de la «multiplicación de los panes». Su relato evoca claramente la celebración eucarística de las primeras comunidades. Para los primeros creyentes, la eucaristía no era solo el recuerdo de la muerte y resurrección del Señor. Era, al mismo tiempo, una «vivencia anticipada de la fraternidad del reino».

 

Durante muchos años hemos insistido tanto en la dimensión sacrificial de la eucaristía que podemos olvidar otros aspectos de la cena del Señor. Quizá hoy tengamos que recordar con más fuerza que esta cena es signo de la comunión y fraternidad que hemos de cuidar entre nosotros y que alcanzará su verdadera plenitud en la consumación del reino. La eucaristía tendría que ser para los creyentes una invitación constante a vivir compartiendo lo nuestro con los necesitados, aunque sea poco, aunque solo sean «cinco panes y dos peces».

 

La eucaristía nos obliga a preguntarnos qué relaciones existen entre aquellos que la celebramos, pues, siendo «signo de comunión fraterna», se convierte en burla cuando en ella participamos todos, los que viven satisfechos en su bienestar y quienes pasan necesidad, los que se aprovechan de los demás y los marginados, sin que la celebración parezca cuestionar seriamente a nadie.

 

A veces nos preocupa si el celebrante ha pronunciado las palabras prescritas en el ritual. Hacemos problema de si hay que comulgar en la boca o en la mano. Y, mientras tanto, no parece preocuparnos tanto la celebración de una eucaristía que no es signo de verdadera fraternidad ni impulso para buscarla.

 

Y, sin embargo, hay algo que aparece claro en la tradición de la Iglesia: «Cuando falta la fraternidad, sobra la eucaristía» (Luis González Carvajal). Cuando no hay justicia, cuando no se vive de manera solidaria, cuando no se trabaja por cambiar las cosas, cuando no se ve esfuerzo por compartir los problemas de los que sufren, la celebración eucarística queda vacía de sentido.

 

Con esto no se quiere decir que solo cuando se viva entre nosotros una fraternidad verdadera podremos celebrar la eucaristía. No tenemos que esperar a que desaparezca la última injusticia para poder celebrarla. Pero tampoco podemos seguir celebrándola sin que nos impulse a comprometernos por un mundo más justo.

 

El pan de la eucaristía nos alimenta para el amor y no para el egoísmo. Nos impulsa a ir creando una mayor comunicación y solidaridad, y no un mundo en el que nos desentendamos unos de otros.

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José Antonio Pagola

domingo, 21 de julio de 2024

DESCANSO RENOVADOR - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 21 DE JULIO DE 2024



 Descanso renovador


Es gozoso para un creyente encontrarse con un Jesús que sabe comprender las necesidades más hondas del ser humano. Por eso se nos llena el alma de alegría al escuchar la invitación que dirige a sus discípulos: «Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco».

 

Los hombres necesitamos «hacer fiesta». Y quizá hoy más que nunca. Sometidos a un ritmo de trabajo inflexible, esclavos de ocupaciones y tareas a veces agotadoras, necesitamos ese descanso que nos ayude a liberarnos de la tensión, el desgaste y la fatiga acumulada a lo largo de los días.

 

El hombre contemporáneo ha terminado con frecuencia por ser un esclavo de la productividad. Tanto en los países socialistas como en los capitalistas, el valor de la vida se ha reducido en la práctica a producción, eficacia y rendimiento laboral. Según el teólogo Harvey Cox, el hombre actual «ha comprado la prosperidad al precio de un vertiginoso empobrecimiento en sus elementos vitales». Lo cierto es que todos corremos el riesgo de olvidar el valor último de la vida para ahogarnos en el activismo, el trabajo y la producción.

 

La sociedad industrial nos ha hecho más laboriosos, mejor organizados, más eficaces, pero, mientras tanto, son muchos los que tienen la impresión de que la vida se les escapa tristemente de entre las manos. Por eso el descanso no puede ser solo la «pausa» necesaria para reponer nuestras energías agotadas o la «válvula de escape» que nos libera de las tensiones acumuladas, para volver con nuevas fuerzas al trabajo de siempre.

 

El descanso nos tendría que ayudar a regenerar todo nuestro ser descubriéndonos dimensiones nuevas de nuestra existencia. La fiesta nos ha de recordar que la vida no es solo esfuerzo y trabajo agotador. El ser humano está hecho también para disfrutar, para jugar, para gozar de la amistad, para orar, para agradecer, para adorar... No hemos de olvidar que, por encima de luchas y rivalidades, todos estamos llamados ya desde ahora a disfrutar como hermanos de una fiesta que un día será definitiva.

 

Tenemos que aprender a «hacer vacaciones» de otra manera. No se trata de obsesionarnos con «pasarlo bien» a toda costa, sino de saber disfrutar con sencillez y agradecimiento de los amigos, la familia, la naturaleza, el silencio, el juego, la música, el amor, la belleza, la convivencia. No se trata de vaciarnos en la superficialidad de unos días vividos de manera alocada, sino de recuperar la armonía interior, cuidar más las raíces de nuestra vida, encontrarnos con nosotros mismos, disfrutar de la amistad y el amor de las personas, «gozar de Dios» a través de la creación entera. Y no olvidemos algo importante. Solo tenemos derecho al descanso y la fiesta si nos cansamos diariamente en el esfuerzo por construir una sociedad más humana y feliz para todos.

 P. José Antonio Pagola 

domingo, 14 de julio de 2024

LOS ENVÍA DE DOS EN DOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 14 DE JULIO DE 2024



“Los envía de dos en dos”


Tras el fracaso de Nazaret, en medio de los suyos, Jesús se pone en ruta y envía a los doce delante de él para preparar la siguiente misión. Se discierne ya su proyecto de establecer un nuevo pueblo de Israel, la nueva familia de Dios fundada sobre los apóstoles.

 

Desde la primera llamada, estas últimas tienen dos funciones: “Estableció a los Doce para que estén con él y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar demonios.” La unión íntima con él y el envío serán sus razones de ser. San Marcos explica ahora que esta misión los llevará eventualmente a la incomprensión, al rechazo, e incluso a la muerte.

 

Lo dice en medio de una inclusión. Hay que observar que el próximo domingo retomaremos este tema en el versículo 30, después de haber omitido una de las mejores narraciones de san Marcos: la historia de la hija de Herodías, Herodes y Juan Bautista, que concluye con la muerte violenta. La misión de los doce se compara a la de Juan Bautista: en el peligro de su vida aprenderán a su vez el camino del Señor. En la lectura privada, hay que releer esta “inclusión” que da el  sentido del evangelio de hoy y del próximo domingo.

 

Lo que choca en esta narración son las pocas recomendaciones de Jesús sobre el contenido doctrinal de su misión. San Marcos prefiere una vez más la parábola en acción, en vivo, en directo. Antes del telégrafo y el teléfono, la gran calidad del mensajero era su ligereza, su rapidez. Jesús no exige aquí a los doce que hagan pasar la riqueza a un segundo plano: eso vendrá más tarde. Subraya más bien la venida inminente del Reino y la urgencia de preparar sin tardar el camino del Señor.

 

El fracaso de Nazaret marca un vuelco en la vida del Mesías. En los cinco primeros capítulos, multitudes numerosas se ponía a su lado y lo escuchaban con gusto. Era el curandero que expulsaba espíritus impuros y libraba a los heridos de la vida. Ahora quiere establecer el Reino de Dios, cuyos signos han sido mucho más populares que las exigencias.

 

En san Marcos, los apóstoles se encargan de dar luz a los signos del Reino: “Expulsaban muchos demonios, ungían a muchos enfermos y los curaban.” En nuestra proclamación de la Palabra, la preocupación de los pobres y marginados será el signo de su Reino. Este signo será visible en el servicio al humilde, gratuito y fraterno.

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P. Felipe Santos SDB 

domingo, 30 de junio de 2024

BASTA CON TENER FE - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 30 DE JUNIO DE 2024


 

Basta con tener fe


Nos cuenta el evangelio de este domingo dos signos de Jesús. Imaginemos la escena. La multitud se arracima en torno a él hasta impedirle andar. En esto llega un jefe de la sinagoga, que, echándose a sus pies, le ruega insistentemente que vaya a imponer las manos sobre su niña, que está agonizando. El segundo caso es el de una mujer, que sufría hemorragias desde hacía doce años. Ésta se acerca a Jesús por detrás, segura de que si tocaba su manto quedaría curada.

 

En el primer caso, cuando llegaron a la casa la niña ya había muerto. “Basta que tengas fe” le dice Jesús al padre. Y la tuvo. Fue así como su preciosa niña resplandeció de nuevo con todos los colores de una vida de doce años. Lo mismo le pasó a la hemorroisa, que, superando el miedo a la ley (la hemorragia la convertía en impura y por tanto indigna tocar a nadie), osó tocar el manto de Jesús y quedó totalmente curada.

 

Jesús, que siempre rehúye el sensacionalismo, sólo se hace acompañar, en el primer caso, de tres de sus discípulos. Cuando oye el griterío de los familiares y de las plañideras dice con serenidad: “¿A qué viene ese alboroto?, la niña no está muerta sino dormida”. Entra en la habitación acompañado sólo del padre, la madre y los tres discípulos. Marcos cita en arameo, el dialecto materno de Jesús, sus palabras, conservadas seguramente en la memoria de Pedro, a cuya sombra escribe el evangelista Marcos: “Talitha Koum”, que significan “niña, levántate”.

 

En el caso de la hemorroisa, cuando Jesús se percató de que una fuerza sanadora había salido de él preguntó: “¿Quién me ha tocado?”. Pregunta extraña, pues la gente le estrujaba por los cuatro costados. Jesús, que es buen educador y sabe que retrata de una creencia imperfecta, quiere que la mujer supere sus creencias mágicas para pasar a una fe superior, al encuentro con su persona. Y la mujer, postrada a sus pies, temblando de miedo y de asombro, acaba confesando toda la verdad.

 

Quizá entre los miles de comulgantes que nos acercamos cada domingo a participar de la Eucaristía haya muchos que siguen cerrados en sí mismos, incapaces de vivir la comunión con nadie, incapaces de compartir. Muchos a los que, tal vez, se les va la vida a chorros. Es que no es lo mismo apretujar a Jesús que tocarlo con fe. No es lo mismo el consumo de sacramentos que entrar en comunión con la muerte y la resurrección de Cristo.

 

Nos acercamos con verdad a los sacramentos cuando dejan de ser actos sociales o puramente rutinarios; cuando sabemos que algo importante para nuestra vida se ventila tras los signos que los significan y arropan. Entonces, aunque estemos muertos, como la niñita de Jairo; aunque llevemos doce años, como la hemorroisa,

viendo cómo la vida se nos escapa a chorros, podemos sentir que nos hemos encontrado con quien dijo: “Yo he venido para que los hombres tengan vida, y vida en plenitud”. Entonces podremos cantar con el salmista: “Sacaste mi vida del abismo; me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. Cambiaste mi luto en danzas; te daré gracias por siempre”.


Mons. Ciriaco Benavente Mateos

UN ESPACIO SIN DOMINACIÓN MASCULINA - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 30 DE JUNIO DE 2024




UN ESPACIO SIN DOMINACIÓN MASCULINA


Una mujer avergonzada y temerosa se acerca a Jesús secretamente, con la confianza de quedar curada de una enfermedad que la humilla desde hace tiempo. Arruinada por los médicos, sola y sin futuro, viene a Jesús con una fe grande. Solo busca una vida más digna y más sana.

En el trasfondo del relato se adivina un grave problema. La mujer sufre pérdidas de sangre: una enfermedad que la obliga a vivir en un estado de impureza ritual y discriminación. Las leyes religiosas le obligan a evitar el contacto con Jesús y, sin embargo, es precisamente ese contacto el que la podría curar.

La curación se produce cuando aquella mujer, educada en unas categorías religiosas que la condenan a la discriminación, logra liberarse de la ley para confiar en Jesús. En aquel profeta, enviado de Dios, hay una fuerza capaz de salvarla. Ella «notó que su cuerpo estaba curado»; Jesús «notó la fuerza salvadora que había salido de él».

Este episodio, aparentemente insignificante, es un exponente más de lo que se recoge de manera constante en las fuentes evangélicas: la actuación salvadora de Jesús, comprometido siempre en liberar a la mujer de la exclusión social, de la opresión del varón en la familia patriarcal y de la dominación religiosa dentro del pueblo de Dios.

Sería anacrónico presentar a Jesús como un feminista de nuestros días, comprometido en la lucha por la igualdad de derechos entre mujer y varón. Su mensaje es más radical: la superioridad del varón y la sumisión de la mujer no vienen de Dios. Por eso entre sus seguidores han de desaparecer. Jesús concibe su movimiento como un espacio sin dominación masculina.

La relación entre varones y mujeres sigue enferma, incluso dentro de la Iglesia. Las mujeres no pueden notar con transparencia «la fuerza salvadora» que sale de Jesús. Es uno de nuestros grandes pecados. El camino de la curación es claro: suprimir las leyes, costumbres, estructuras y prácticas que generan discriminación de la mujer, para hacer de la Iglesia un espacio sin dominación masculina. 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mc (5,21-43)

domingo, 23 de junio de 2024

MIEDO A CREER - COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2024

 




MIEDO A CREER

Los hombres preferimos casi siempre lo fácil y nos pasamos la vida tratando de eludir aquello que exige verdadero riesgo y sacrificio. Retrocedemos o nos encerramos en la pasividad cuando descubrimos las exigencias y luchas que lleva consigo vivir con cierta hondura.

Nos da miedo tomar en serio nuestra vida asumiendo la propia existencia con responsabilidad total. Es más fácil «instalarse» y «seguir tirando», sin atrevernos a afrontar el sentido último de nuestro vivir diario.

Cuántos hombres y mujeres viven sin saber cómo, por qué ni hacia dónde. Están ahí. La vida sigue, pero, de momento, que nadie los moleste. Están ocupados por su trabajo, al atardecer les espera su programa de televisión, las vacaciones están ya próximas. ¿Qué más hay que buscar?

Vivimos tiempos difíciles, y de alguna manera hay que defenderse. Y entonces cada uno se va buscando, con mayor o menor esfuerzo, el tranquilizante que más le conviene, aunque dentro de nosotros se vaya abriendo un vacío cada vez más inmenso de falta de sentido y de cobardía para vivir nuestra existencia en toda su hondura.

Por eso, los que fácilmente nos llamamos creyentes deberíamos escuchar con sinceridad las palabras de Jesús: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Quizá nuestro mayor pecado contra la fe, lo que más gravemente bloquea nuestra acogida del evangelio, sea la cobardía. Digámoslo con sinceridad. No nos atrevemos a tomar en serio todo lo que el evangelio significa. Nos da miedo escuchar las llamadas de Jesús.

Con frecuencia se trata de una cobardía oculta, casi inconsciente. Alguien ha hablado de la «herejía disfrazada» (Maurice Bellet) de quienes defienden el cristianismo incluso con agresividad, pero no se abren nunca a las exigencias más fundamentales del evangelio.

Entonces el cristianismo corre el riesgo de convertirse en un tranquilizante más. Un conglomerado de cosas que hay que creer, cosas que hay que practicar y defender. Cosas que, «tomadas en su medida», hacen bien y ayudan a vivir.

Pero entonces todo puede quedar falseado. Uno puede estar viviendo su «propia religión tranquilizante», no muy alejada del paganismo vulgar, que se alimenta de confort, dinero y sexo, evitando de mil maneras el «peligro supremo» de encontrarnos con el Dios vivo de Jesús, que nos llama a la justicia, la fraternidad y la cercanía a los pobres.

 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mc (4,35-40):

domingo, 9 de junio de 2024

LOCURAS, DEMONIOS Y PARIENTES - EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 DE JUNIO DE 2024



Locuras, demonios y parientes


Este domingo volvemos al Evangelio de San Marcos donde lo dejamos en febrero antes de la Cuaresma. Jesús está proclamando el Reino de Dios en Galilea. Mucha gente queda impresionada por su manera de predicar con autoridad. Pero se asoman dos grupos en el pasaje que acabamos a escuchar que desean que no siga predicando.

 

Dice la lectura que los parientes de Jesús vienen a buscarlo. Añade que ellos piensan que se había vuelto loco. No menciona por qué razón piensan así. Tal vez quieran que Jesús trabaje en el taller de José.

 

La predicación de Jesús ha llamado también la atención del liderazgo judío en Jerusalén. Estos sacerdotes y escribas de la Ley envían a unos representantes a Galilea para descreditar su mensaje. Anteriormente en la narrativa Jesús desafió a los escribas locales cuando comió con pecadores y cuando hizo curaciones en sábado.

Ahora los escribas de la ciudad santa dicen que las acciones previas de Jesús lo muestran como poseído por un diablo. Por eso –dicen los escribas– expulsa demonios porque está en liga con ellos.

 

Jesús responde a la acusación con parábolas. Compara la situación de un hombre poseído echando demonios con un reino donde hay guerra civil o una familia donde existe resentimiento entre los hermanos. Bajo tales condiciones el reino y la familia no podrían subsistir por mucho tiempo. Así, si él siendo poseído tratara expulsar un demonio, no lo podría tampoco.

 

Con la mención de posesión diabólica nos preguntamos de la posibilidad de su existencia hoy en día. Los expertos nos aseguran que sí hay personas poseídas. Pero mientras es cosa relativamente rara y muy espantosa hoy, en los evangelios ocurre con regularidad y frecuentemente está conectada con enfermedades. Por ejemplo, Lucas relata cómo Jesús curó a muchos “molestados por espíritus inmundos” (6:18). Parece que donde hace dos mil años atribuyeron enfermedades tanto físicas como mentales a demonios, hoy en día hay explicaciones médicas para ellas.

 

Sin embargo, esto no quiere decir que no hay demonios asechando detrás de las enfermedades. Recordamos el famoso libro “Cartas del diablo a su sobrino” del autor inglés C. S. Lewis. En esta obra el diablo aconseja a su sobrino demonio que su objetivo es hacer al hombre pensar que demonios no existan. Entonces –dice el diablo– se puede someter a la persona bajo el poder del demonio con facilidad. La estrategia del diablo en nuestro caso puede ser que lo hace el enfermo pensar que lo más importante en la vida es hallar a médicos excelentes. Entonces es posible que se olvide de Dios como el mejor recurso en todas situaciones.

 

El pasaje termina con Jesús nombrando familiares a aquellos que cumplen la voluntad de Dios. No le importa que otras personas no tienen sangre semejante a la suya en sus venas siempre que se sometan al Señor. De esta manera Jesús extiende la mesa familiar a todos que aman a sus prójimos de corazón. Que nosotros amemos así para encontrar un lugar en su mesa.

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P. Carmelo Mele OP  

domingo, 26 de mayo de 2024

LO ESENCIAL DEL CREDO - MEDITACIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD





LO ESENCIAL DEL CREDO


A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.


Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro Credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.


«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados. Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos solo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.


Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Las nuevas generaciones se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en este Dios, Creador y Padre, pues habríamos perdido nuestra última esperanza.


«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.


Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?


«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.


Es una gracia grande caminar por la vida bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No lo hemos de olvidar. 


José Antonio Pagola


 

domingo, 12 de mayo de 2024

PREGUSTAR EL CIELO - LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - 12 DE MAYO DE 2024

 


Pregustar el cielo


El cielo no se puede describir, pero lo podemos pregustar. No lo podemos alcanzar con nuestra mente, pero es difícil no desearlo. Si hablamos del cielo no es para satisfacer nuestra curiosidad, sino para reavivar nuestro deseo y nuestra atracción por Dios. Si lo recordamos es para no olvidar el anhelo último que llevamos en el corazón.

Ir al cielo no es llegar a un lugar, sino entrar para siempre en el Misterio del amor de Dios. Por fin, Dios ya no será alguien oculto e inaccesible. Aunque nos parezca increíble, podremos conocer, tocar, gustar y disfrutar de su ser más íntimo, de su verdad más honda, de su bondad y belleza infinitas. Dios nos enamorará para siempre.

Esta comunión con Dios no será una experiencia individual. Jesús resucitado nos acompañará. Nadie va al Padre si no es por medio de Cristo. «En él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente» (Colosenses 2,9). Solo conociendo y disfrutando del misterio encerrado en Cristo penetraremos en el misterio insondable de Dios. Cristo será nuestro «cielo». Viéndole a él «veremos» a Dios.

No será Cristo el único mediador de nuestra felicidad eterna. Encendidos por el amor de Dios, cada uno de nosotros nos convertiremos a nuestra manera en «cielo» para los demás. Desde nuestra limitación y finitud tocaremos el Misterio infinito de Dios saboreándolo en sus criaturas. Gozaremos de su amor insondable gustándolo en el amor humano. El gozo de Dios se nos regalará encarnado en el placer humano.

El teólogo húngaro Ladislaus Boros trata de sugerir esta experiencia indescriptible: «Sentiremos el calor, experimentaremos el esplendor, la vitalidad, la riqueza desbordante de la persona que hoy amamos, con la que disfrutamos y por la que agradecemos a Dios. Todo su ser, la hondura de su alma, la grandeza de su corazón, la creatividad, la amplitud, la excitación de su reacción amorosa nos serán regalados».

Qué plenitud alcanzará en Dios la ternura, la comunión y el gozo del amor y la amistad que hemos conocido aquí. Con qué intensidad nos amaremos entonces quienes nos amamos ya tanto en la tierra. Pocas experiencias nos permiten pregustar mejor el destino último al que somos atraídos por Dios.

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Texto: P. José Antonio Pagola

viernes, 3 de mayo de 2024

DEL MIEDO AL AMOR - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 5 DE MAYO DE 2024



DEL MIEDO AL AMOR


No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.

Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.

Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.

Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.

La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.

Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.

Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud». 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Jn (15,9-17)

domingo, 28 de abril de 2024

TÚ TIENES QUE DAR FRUTO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2024



¡Tú tienes que dar fruto!

No te resignes a ser del montón, lucha por ser diferente

Por: P. Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net



El evangelio es punzante. Los flojos le caen mal a Dios; los zánganos que chupan y no producen son execrables. El árbol que no da fruto termina en el fuego convertido en leña.

¡Tú tienes que dar fruto! Te matas a ti mismo cuando, día a día, un omnipotente egoísmo prevalece como rey de tu vida. ¡Cuántos de los que escuchan son pámpanos y nada de uva! Prepárense para el hacha, y luego para el fuego.

Lástima de vidas jóvenes que a sí mismas se condenan a la hoguera. Tarde, demasiado tarde, lamentarán el haber convertido la primavera de la vida en gélido invierno.

No todos son así. Felicito a los que no se resignan a ser del montón, basura junto al camino; felicito a los que luchan por ser diferentes, los que van aferrados a un alto ideal. Hay muchos aquí, y no serán cortados, porque están destinados a producir abundante fruto. Les podará el buen jardinero para que produzcan más.

Ojalá que todos quisieran ser así, a través, quizás, de una inyección de vigor, de entusiasmo por vivir en plenitud.

Cristo quiere injertar en tus estériles ramas nueva savia de vida; déjate cortar las ramas estériles; déjate podar para dar fruto. 

CONTACTO VITAL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2024




CONTACTO VITAL


Según el relato evangélico de Juan, en vísperas de su muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: «Permaneced en mí». Conoce su cobardía y mediocridad. En muchas ocasiones les ha recriminado su poca fe. Si no se mantienen vitalmente unidos a él, no podrán subsistir.

Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: «Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí». Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá.

Jesús emplea un lenguaje rotundo: «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos». En los discípulos ha de correr la savia que proviene de Jesús. No lo han de olvidar nunca. «El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada». Separados de Jesús, sus discípulos no podemos nada.

Jesús no solo les pide que permanezcan en él. Les dice también que «sus palabras permanezcan en ellos». Que no las olviden. Que vivan de su evangelio. Esa es la fuente de la que han de beber. Ya se lo había dicho en otra ocasión: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida».

El Espíritu del Resucitado permanece hoy vivo y operante en su Iglesia de múltiples formas, pero su presencia invisible y callada adquiere rasgos visibles y voz concreta gracias al recuerdo guardado en los relatos evangélicos por quienes lo conocieron de cerca y le siguieron. En los evangelios nos ponemos en contacto con su mensaje, su estilo de vida y su proyecto del reino de Dios.

Por eso, en los evangelios se encierra la fuerza más poderosa que poseen las comunidades cristianas para regenerar su vida. La energía que necesitamos para recuperar nuestra identidad de seguidores de Jesús. El evangelio de Jesús es el instrumento pastoral más importante para renovar hoy a la Iglesia.

Muchos cristianos buenos de nuestras comunidades solo conocen los evangelios de «segunda mano». Todo lo que saben de Jesús y de su mensaje proviene de lo que han podido reconstruir a partir de las palabras de los predicadores y catequistas. Viven su fe sin tener un contacto personal con «las palabras de Jesús».

Es difícil imaginar una «nueva evangelización» sin facilitar a las personas un contacto más directo e inmediato con los evangelios. Nada tiene más fuerza evangelizadora que la experiencia de escuchar juntos el evangelio de Jesús desde las preguntas, los problemas, sufrimientos y esperanzas de nuestros tiempos. 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Jn (15,1-8)

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