Mostrando entradas con la etiqueta MEDITACIONES DE CRISTO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MEDITACIONES DE CRISTO. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de octubre de 2024

CONTRA LA JERARQUÍA DEL PODER - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE 2024



CONTRA LA JERAQUÍA DEL PODER


Santiago y Juan se acercan a Jesús con una petición extraña: ocupar los puestos de honor junto a él. «No saben lo que piden». Así les dice Jesús. No han entendido nada de su proyecto al servicio del reino de Dios y su justicia. No piensan en «seguirle», sino en «sentarse» en los primeros puestos.


Al ver su postura, los otros diez «se indignan». También ellos alimentan sueños ambiciosos. Todos buscan obtener algún poder, honor o prestigio. La escena es escandalosa. ¿Cómo se puede acoger a un Dios Padre y trabajar por un mundo más fraterno con un grupo de discípulos animados por este espíritu?


El pensamiento de Jesús es claro. «No ha de ser así». Hay que ir exactamente en dirección opuesta. Hay que arrancar de su movimiento de seguidores esa «enfermedad» del poder que todos conocen en el imperio de Tiberio y el gobierno de Antipas. Un poder que no hace sino «tiranizar» y «oprimir».


Entre los suyos no ha de existir esa jerarquía de poder. Nadie está por encima de los demás. No hay amos ni dueños. La parroquia no es del párroco. La Iglesia no es de los obispos y cardenales. El pueblo no es de los teólogos. El que quiera ser grande que se ponga a servir a todos.


El verdadero modelo es Jesús. No gobierna, no impone, no domina ni controla. No ambiciona ningún poder. No se arroga títulos honoríficos. No busca su propio interés. Lo suyo es «servir» y «dar la vida». Por eso es el primero y más grande.


Necesitamos en la Iglesia cristianos dispuestos a gastar su vida por el proyecto de Jesús, no por otros intereses. Creyentes sin ambiciones personales, que trabajen de manera callada por un mundo más humano y una Iglesia más evangélica. Seguidores de Jesús que «se impongan» por la calidad de su vida de servicio.


Padres que se desviven por sus hijos, educadores entregados día a día a su difícil tarea, hombres y mujeres que han hecho de su vida un servicio a los necesitados. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Los más «grandes» a los ojos de Jesús.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

domingo, 14 de abril de 2024

CON LAS VÍCTIMAS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 14 DE ABRIL DE 2024





CON LAS VÍCTIMAS


Según los relatos evangélicos, el Resucitado se presenta a sus discípulos con las llagas del Crucificado. No es este un detalle banal, de interés secundario, sino una observación de importante contenido teológico. Las primeras tradiciones cristianas insisten sin excepción en un dato que, por lo general, no solemos valorar hoy en su justa medida: Dios no ha resucitado a cualquiera; ha resucitado a un crucificado.


Dicho de manera más concreta, ha resucitado a alguien que ha anunciado a un Padre que ama a los pobres y perdona a los pecadores; alguien que se ha solidarizado con todas las víctimas; alguien que, al encontrarse él mismo con la persecución y el rechazo, ha mantenido hasta el final su confianza total en Dios.


La resurrección de Jesús es, pues, la resurrección de una víctima. Al resucitar a Jesús, Dios no solo libera a un muerto de la destrucción de la muerte. Además «hace justicia» a una víctima de los hombres. Y esto arroja nueva luz sobre el «ser de Dios».


En la resurrección no solo se nos manifiesta la omnipotencia de Dios sobre el poder de la muerte. Se nos revela también el triunfo de su justicia sobre las injusticias que cometen los seres humanos. Por fin y de manera plena triunfa la justicia sobre la injusticia, la víctima sobre el verdugo.


Esta es la gran noticia. Dios se nos revela en Jesucristo como el «Dios de las víctimas». La resurrección de Cristo es la «reacción» de Dios a lo que los seres humanos han hecho con su Hijo. Así lo subraya la primera predicación de los discípulos: «Vosotros lo matasteis elevándolo a una cruz… pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos». Donde nosotros ponemos muerte y destrucción, Dios pone vida y liberación.


En la cruz, Dios todavía guarda silencio y calla. Ese silencio no es manifestación de su impotencia para salvar al Crucificado. Es expresión de su identificación con el que sufre. Dios está ahí compartiendo hasta el final el destino de las víctimas. Los que sufren han de saber que no están hundidos en la soledad. Dios mismo está en su sufrimiento.


En la resurrección, por el contrario, Dios habla y actúa para desplegar su fuerza creadora en favor del Crucificado. La última palabra la tiene Dios. Y es una palabra de amor resucitador hacia las víctimas. Los que sufren han de saber que su sufrimiento terminará en resurrección.


La historia sigue. Son muchas las víctimas que siguen sufriendo hoy, maltratadas por la vida o crucificadas injustamente. El cristiano sabe que Dios está en ese sufrimiento. Conoce también su última palabra. Por eso su compromiso es claro: defender a las víctimas, luchar contra todo poder que mata y deshumaniza; esperar la victoria final de la justicia de Dios. 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

domingo, 25 de febrero de 2024

LAS MANOS DE JESÚS



LAS MANOS DE JESÚS


Las manos de Jesús bendecían, partían el pan, incluso lo multiplicaba. ¿Alguna vez has pensado en las manos de Jesús?

Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús del Tibidabo (Barcelona)Cierro los ojos y pienso en las manos de Jesús: Fuertes y vigorosas, de carpintero. Y, al mismo tiempo, tiernas, como cuando acariciaba a un niño o limpiaba una lágrima de las mejillas de la Virgen. Manos que extendían, respetuosas, los rollos de las Escrituras en la Sinagoga. Dedos que enfatizaban sus palabras o escribían sobre la arena.

Las manos de Jesús bendecían, partían el pan, incluso lo multiplicaba. Eran manos que curaban y hasta resucitaban. Podían expresar enojo con los mercaderes en el templo y ternura con los enfermos que llegaban a Él.

Las manos de Jesús enseñaban, expresaban, amaban. Con ellas difundía su misericordia y amor. Eran manos que entregaban incesantemente. Manos orantes, cuando Él subía al monte a conversar con su Padre en la madrugada.

Es hermoso meditar en las manos de Jesús e impresionarse con ellas. Pero ¡Cómo duele pensar en ellas crispadas, heridas, perforadas! Manos en cruz y de cruz, rotas por sostener el peso del Nazareno. Manos inertes cubiertas de sangre y bañadas con los besos y lágrimas de su madre abrazándolo muerto. Manos cruzando el pecho, muertas, envueltas por un sudario en la tumba apagada e impasible de José de Arimatea.

Es fácil removerse ante las manos dolorosas de Jesús, pero ¿por qué no podemos ver con tanta claridad sus manos gloriosas? Tal vez porque nos es más familiar el dolor. Sin embargo pienso en el momento en el que Jesús venció a la muerte, cuando resucitó. ¡Qué instante! El sepulcro imprevistamente iluminado, como una explosión, y todos los ángeles venidos del cielo para ser testigos del momento anunciado desde siempre. Y las manos de Jesús, con una vida como nunca antes habían tenido, apartando el sudario. Manos con llagas, pero ¡qué hermosas y resplandecientes, y cuánto amor rebosando en las heridas! Manos vivas, que volverían a bendecir, cortar y repartir el pan y que, tal vez, harían una seña de “hasta pronto” a los apóstoles en la ascensión de Jesús al cielo.

Frente al Santísimo Sacramento uno podría preguntarse ¿y dónde están ahora las manos de Jesús, que lo tenemos escondido en un pedacito de pan? No diré nada nuevo: observo mis manos. Estas manos pueden ser orantes, dar misericordia, ser enérgicas, sensibles, amorosas. Pueden volver a abrir las escrituras respetuosamente y escribir sobre la arena. Sí, parecen mis manos, pero Jesús quiere usarlas y son, en realidad, suyas. Observa tus manos. También pueden ser orantes, enérgicas, sensibles, amorosas y, si tú lo permitieras, podrían regalar al mundo bendiciones y misericordia. Sí, también son tuyas, pero Jesús las quiere suyas.¡Cuántas manos podría tener Jesús hoy si se las entregáramos!

Las manos de Jesús, las tuyas -tú que lees- y las mías -yo que escribo. Nuestras manos. Las manos de Jesús. 

domingo, 26 de noviembre de 2023

JESUCRISTRO REY DEL UNIVERSO



Jesucristo Rey del Universo

“... todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes…”

 

Hace algunos años conocí al P. Joss Van der Rest, un jesuita belga que lleva muchos años dedicado a servir a los más pobres en Chile a través de la obra “El Hogar de Cristo”, fundada por San Alberto Hurtado, S.J., canonizado por su Santidad Benedicto XVI el 26 de octubre de 2005.

 

Al hablar de su vocación, el P. Joss siempre recuerda que, siendo joven, prestó servicio militar en su país al final de la II Guerra Mundial. Cuando los aliados vencieron a Hitler, él tuvo que entrar, montado en un enorme tanque de guerra, en una población alemana que había sido prácticamente arrasada por los bombardeos aliados.

Desde el visor del poderoso tanque fue descubriendo los destrozos causados por la guerra. Todo le impresionaba a medida que entraba por el pueblo... pero lo que lo marcó para toda su vida fue encontrarse, en un momento de su recorrido, con una estatua del Sagrado Corazón que había perdido sus brazos por las bombas.

Alguien había colgado del cuello de la imagen medio destruida, un letrero que decía: “No tengo brazos... tengo sólo tus brazos para hacer justicia en este mundo”.

Al regresar a su país, dejó el ejército y decidió entrar a la Compañía de Jesús para hacer lo que esa imagen del Sagrado Corazón no podía hacer por los más abandonados de la sociedad.

 

Jesús presenta, en este último domingo del tiempo ordinario, una parábola que nos deja siempre delante del juicio definitivo de Dios sobre nosotros: tuve hambre, tuve sed, anduve como forastero, me faltó ropa, estuve enfermo, estuve en la cárcel... Algunos atendieron sus necesidades básicas con generosidad, mientras que otros no hicieron caso y siguieron su camino sin atenderlo. Unos y otros le preguntan al Hijo del hombre: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel?” Y la respuesta fue la misma para los dos grupos: Les aseguro que todo lo que hicieron (o lo que no hicieron) por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron (o no lo hicieron).

 

Todo lo que hacemos por los que más sufren a nuestro alrededor, lo hacemos al Señor mismo; y todo lo que dejamos de hacer por los más humildes, lo dejamos de hacer al Señor. Leyendo este texto recordé parte de una oración que leí hace muchos años:

 

CRISTO, no tienes manos, tienes sólo nuestras manos para construir un mundo nuevo donde habite la justicia.

CRISTO, no tienes pies, tienes sólo nuestros pies para poner en marcha a los oprimidos por el camino de la libertad.

CRISTO, no tienes labios, tienes sólo nuestros labios para proclamar a los pobres la Buena Nueva de la libertad.

.

(Texto del P. Jorge Humberto Peláez SJ - Imagen de Misioneros Digitales Católicos) 

miércoles, 15 de noviembre de 2023

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY: DOMINGO 26 DE NOVIEMBRE DE 2023 - IMÁGENES, LECTURAS BÍBLICAS Y REFLEXIONES SOBRE CRISTO REY


JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
Domingo 26 de noviembre - Solemnidad 2023:
Último domingo del Tiempo Ordinario.



PRIMERA LECTURA DE LA MISA
A vosotras, ovejas mías, os voy a juzgar
Lectura del Profeta Ezequiel 34, 11-12. 15-17

Así dice el Señor Dios:
—Yo mismo en persona buscare a mis ovejas siguiendo su rastro.
Como un pastor sigue el rastro de su rebaño cuando se encuentran las ovejas dispersas, así seguiré yo el rastro de mis ovejas; y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear —oráculo del Señor Dios—.
Buscaré las ovejas perdidas, haré volver las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente.
En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Dios:
—He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.
Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL
Salmo responsorial Sal 22, 1-2a. 2b-3. 5-6

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V/. Me conduce hacia fuentes tranquilas, y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V/. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor, por años sin término.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.


SEGUNDA LECTURA DE LA MISA
Devolverá el Reino de Dios Padre para que Dios sea todo en todo
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 20-26a. 28

Hermanos:
Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte,
por un hombre ha venido la resurrección.
Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
Pero cada uno en su puesto:
primero Cristo como primicia;
después, cuando él vuelva, todos los cristianos;
después los últimos,
cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino,
una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar
hasta que Dios «haga de sus enemigos estrado de sus pies».
—El último enemigo aniquilado será la muerte.
Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo.
Y así Dios lo será todo para todos.
Palabra de Dios


Aclamación del Evangelio
Aleluya Mc 11, 10

(Si no se canta, puede omitirse)
Aleluya, aleluya.
Bendito el que viene en nombre del Señor:
Bendito el reino que viene de nuestro padre David. Aleluya.


EVANGELIO DE LA MISA
Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
—Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.
Entonces los justos le contestarán:
—Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?
Y el rey les dirá:
—Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Y entonces dirá a los de su izquierda:
—Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.
Entonces también éstos contestarán:
—Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos ?
Y él replicará:
—Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.
Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.
Palabra de Dios





Solemnidad de Cristo Rey



Jesucristo, Rey del Universo La celebración de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.

El Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su objetivo es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas.

Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que existe en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce.

Cristo Rey anuncia la Verdad y esa Verdad es la luz que ilumina el camino amoroso que Él ha trazado, con su Vía Crucis, el camino hacia el Reino de Dios. "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad.

Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Jesús nos revela su misión reconciliadora de anunciar la verdad ante el engaño del pecado. Esta fiesta celebra a Cristo como el Rey bondadoso y sencillo que como pastor guía a su Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le otorga la comunión con este Reino para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina.  La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el amor. Ésa es la misión que le dejó Jesús a la Iglesia al establecer su Reino.

Se puede pensar que solo se llegará al Reino de Dios luego de pasar por la muerte pero la verdad es que el Reino ya está instalado en el mundo a través de la Iglesia que peregrina al Reino Celestial. Justamente con la obra de Jesucristo, las dos realidades de la Iglesia -peregrina y celestial- se enlazan de manera definitiva, y así se fortalece el peregrinaje con la oración de los peregrinos y la gracia que reciben por medio de los sacramentos. "Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Todos los que se encuentran con el Señor, escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino se convierten en miembros del Reino de Dios.







Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Venga tu Reino Señor ¡Viva Cristo Rey!
Un Reino que los hombres no entendemos porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.
Venga tu Reino Señor ¡Viva Cristo Rey!



Ante ti, Señor una vez más.

Ante ti, que siempre estás en el Sagrario para escucharme, para infundir calor a mi corazón muchas veces indiferente y frío. Más frío que estas tardes del ya cercano invierno. Pero hoy quiero que hablemos, no del cercano invierno, sino del cercano día en que vamos a festejar Tu día, Señor, el DÍA DE CRISTO REY.

El Padre Eterno, como tú nos enseñaste a llamarle a Dios, es el Rey del Universo porque todo lo hizo de la nada. Es el Creador de todo lo visible y de lo invisible, pero... ¿cómo podía este Dios decírselo a sus criaturas? ¿cómo podría hacer que esto fuese entendido?... pues simplemente mandando un emisario.

No fue un ángel, no fue un profeta, fuiste tú, su propio Hijo, tu, Jesús.

Como nos dice San Pablo: - "Fue la propia imagen de Dios, mediador entre Este y los hombres y la razón y meta de toda la Creación. Él existe antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él. Es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia Católica. Es el principio, el primogénito, para que sea el primero en todo". Así se expresa San Pablo de ti, Jesús mío y en esa creencia maravillosa vivimos.

Cuando fuiste interpelado por Pilato diste tu respuesta clara y vertical: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ". Entonces Pilato te dijo: "Luego... ¿tú eres rey?. Y respondiste: - "Tú lo dices que soy rey. Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. (Juan 18,36-37).
Jesús... tú hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz.

Un Reino que los hombres no entendieron y seguimos sin entender porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.

Pertenecer a este Reino nos hace libres de la esclavitud del pecado y de las pasiones.

Pertenecer a este Reino nos hace súbditos de un Rey que no usa la ley del poder y del mando sino del amor y la misericordia.

Diariamente pedimos "venga a nosotros tu Reino".... y sabemos que en los hombres y mujeres de bien, ya está este Reino, pues el "Reino de Dios ya está con nosotros" (Lc.17, 20-21.

El domingo, la Iglesia celebra a "CRISTO REY". A ti, Jesús, que pasaste por la Tierra para decirnos que "REINAR ES PODER SERVIR Y NO SERVIRSE DEL PODER".

Que viniste para ayudar al hombre y bajar hasta él, morir con él y por él, mostrándonos el camino hacia Dios.

¡VENGA TU REINO, SEÑOR!

¡Viva Cristo Rey !






Jesucristo Rey del hogar




Comenzamos con una anécdota de hace ya muchos años, pues se remonta a Septiembre de 1907, cuando un sacerdote peruano, el santo misionero Padre Mateo, se presentaba ante el Papa San Pío X, que estaba ante la mesa de su escritorio, entretenido en cortar las hojas de un libro nuevo que acababa de llegarle.

- ¿Qué te ha pasado, hijo mío? Me han dicho que vienes de Francia...
- Sí, Santo Padre. Vengo de la capilla de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Contraje la tuberculosis, y, desahuciado de los médicos, fui a la Capilla a pedir al Sagrado Corazón la gracia de una santa muerte. Nada más me arrodillé, sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo. Me sentí curado de repente. Vi que el Sagrado Corazón quería algo de mí. Y he trazado mi plan.

El Papa San Pío X aparentaba escuchar distraído, sin prestar mucha atención a lo que le decía el joven sacerdote, que parecía un poco soñador.

- Santo Padre, vengo a pedir su autorización y su bendición para la empresa que quiero iniciar.
- ¿De qué se trata, pues?
- Quiero lanzarme por todo el mundo predicando una cruzada de amor. Quiero conquistar hogar por hogar para el Sagrado Corazón de Jesús. Entronizar su imagen en todos los hogares, para que delante de ella se consagren a Él, para que ante ella le recen y le desagravien, para que Jesucristo sea el Rey de la familia. ¿Me lo permite, Santo Padre?

San Pío X era bastante bromista, y seguía cortando las hojas del libro, en aparente distracción. Ahora, sin decir palabra, mueve la cabeza con signo negativo. El Padre Mateo se extraña, y empieza a acongojarse:

- Santo Padre, pero si se trata de... ¿No me lo permite?
- ¡No, hijo mío, no!  -sigue ahora el Papa, dirigiéndole una mirada escrutadora y cariñosa, y pronunciando lentamente cada palabra-  ¡No te lo permito! Te lo mando, ¿entiendes?... Tienes mandato del Papa, no permiso. ¡Vete, con mi bendición!

A partir de este momento, empezaba la campaña de la Entronización del Corazón de Jesús en los hogares. Fue una llamarada que prendió en todo el mundo. Desde entonces, la imagen o el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús ha presidido la vida de innumerables hogares cristianos. Jesucristo, el Rey de Amor, desde su imagen bendita ha acogido súplicas innumerables, ha enjugado torrentes de lágrimas y ha estimulado heroísmos sin cuento.

¿Habrá pasado a la historia esta práctica tan bella? Sobre todo, y aunque prescindamos de la imagen del Sagrado Corazón, ¿dejará de ser Jesucristo el Rey de cada familia?

Hoy la familia constituye la preocupación mayor de la Iglesia y de toda la sociedad en general. Porque vemos cómo el matrimonio se tambalea, muchas veces apenas contraído. El divorcio está a las puertas de muchas parejas todavía jóvenes. Los hijos no encuentran en la casa el ambiente en que desarrollarse sanamente, lo mismo en el orden físico que en el intelectual y el moral.

Partimos siempre del presupuesto de que la familia es la célula primera de la sociedad. Si esa célula se deteriora viene el temido cáncer, del que dicen que no es otra cosa sino una célula del cuerpo mal desarrollada.

Esto que pasa en el orden físico, y de ahí tantas muertes producidas por el cáncer, pasa igual en el orden social. El día en que hayamos encontrado el remedio contra esa célula que ya nace mal o ha empezado a deformarse, ese día habremos acabado con la mayor plaga moral que está asolando al mundo.

Todos queremos poner remedio a las situaciones dolorosas de la familia. Y todos nos empeñamos cada uno con nuestro esfuerzo y con nuestra mucha voluntad en hacer que cada casa llegue a ser un pedacito de cielo.

¿Podemos soñar, desde un principio, en algún medio para evitar los males que se han echado encima de las familias? ¿Podemos soñar en un medio para atraer sobre los hogares todos los bienes?

¡Pues, claro que sí! Nosotros no nos cansaremos de repetirlo en nuestros mensajes sobre la familia. Este medio es Jesucristo.

Empecemos por meter a Jesucristo en el hogar. Que Cristo se sienta invitado a él como en la boda de Caná. Que se meta en la casa con la libertad con que entraba en la de los amigos de Betania. Que viva en ella como en propia casa, igual que en la suya de Nazaret... Pronto en ese hogar se notará la presencia del divino Huésped y Rey de sus moradores. En el seno de esa familia habrá paz, habrá amor, habrá alegría, habrá honestidad, habrá trabajo, habrá ahorro, habrá esperanza, habrá resignación en la prueba, habrá prosperidad de toda clase.

Jesucristo, Rey universal, ¿no es Rey especialmente de la familia?... Acogido amorosamente en el hogar, con Él entrarán en la casa todos los bienes.


Autor: Pedro García, Misionero Claretiano / Fuente: Catholic.net / 





¿Por qué Jesucristo es Rey?
Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista


Por: ACI Prensa | Fuente: ACI Prensa 




Desde la antigüedad se ha llamado Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, en razón al supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que:

Reina en las inteligencias de los hombres porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad;
Reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobles propósitos;
Reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie -entre todos los nacidos- ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús.
Sin embargo, profundizando en el tema, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey, ya que del Padre recibió la potestad, el honor y el reino; además, siendo Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.

Ahora bien, que Cristo es Rey lo confirman muchos pasajes de las Sagradas Escrituras y del Nuevo Testamento. Esta doctrina fue seguida por la Iglesia -reino de Cristo sobre la tierra- con el propósito celebrar y glorificar durante el ciclo anual de la liturgia, a su autor y fundador como a soberano Señor y Rey de los reyes.

En el Antiguo Testamento, por ejemplo, adjudican el título de rey a aquel que deberá nacer de la estirpe de Jacob; el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra.

Además, se predice que su reino no tendrá límites y estará enriquecido con los dones de la justicia y de la paz: "Florecerá en sus días la justicia y la abundancia de paz... y dominará de un mar a otro, y desde el uno hasta el otro extrema del orbe de la tierra".


Por último, aquellas palabras de Zacarías donde predice al "Rey manso que, subiendo sobre una asna y su pollino", había de entrar en Jerusalén, como Justo y como Salvador, entre las aclamaciones de las turbas, ¿acaso no las vieron realizadas y comprobadas los santos evangelistas?

En el Nuevo Testamento, esta misma doctrina sobre Cristo Rey se halla presente desde el momento de la Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen, por el cual ella fue advertida que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David, y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin.

El mismo Cristo, luego, dará testimonio de su realeza, pues ora en su último discurso al pueblo, al hablar del premio y de las penas reservadas perpetuamente a los justos y a los réprobos; ora al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; ora, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey y públicamente confirmó que es Rey, y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Pero, además, ¿qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la redención? Ojalá que todos los hombres, bastante olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador, ya que con su preciosa sangre, como de Cordero Inmaculado y sin tacha, fuimos redimidos del pecado. No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por precio grande; hasta nuestros mismos cuerpos son miembros de Jesucristo.






Celebrar a Cristo Rey
¡Lo proclamamos nosotros a los cuatro vientos con humildad gozosa! Sobre todo, con la fidelidad diaria a nuestros deberes cristianos.


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 




Último Domingo de Calendario Litúrgico, dedicado a celebrar la festividad de Jesucristo Rey.

Una solemnidad moderna que nos gusta mucho a los creyentes.

Instituida por la Iglesia precisamente en los tiempos de la democracia, para demostrar que la soberanía de Jesucristo no tiene condicionamientos humanos, ni es Jesucristo un Jefe elegido por votación popular, ni va a ser un día echado de su trono o suplantado por otro rival que le venga a privar de sus derechos.

Empezamos por escuchar al mismo Jesús, que reivindica su condición real ante una autoridad civil, la cual le puede hacer pagar caro su atrevimiento de proclamarse Rey.

Condenado ya como blasfemo por la Asamblea del pueblo judío, Jesús es llevado al tribunal de Roma, que no se va a meter en cuestiones religiosas sino en asuntos civiles.

Y empieza Pilato por la pregunta clave:
- ¿Tú eres el rey de los judíos?
Jesús sabe muy bien que esto no lo puede decir Pilato por cuenta suya, sino por otros que se los han ido a contar para prevenirlo en contra del acusado. Así que Jesús le pregunta a su vez:
- ¿Lo dices esto por ti mismo, o porque otros te lo han dicho de mí?
Pilato se molesta un poco, aunque le muestra a Jesús respeto y temor:
- ¿Acaso yo soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contesta, porque la pregunta es sincera, y, además, se la hace la autoridad:
- Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis vasallos hubiesen luchado por mí, para no ser entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí abajo.
Hay mucha dignidad en estas palabras de Jesús, de modo que Pilato, pagano y que nada sabe de la religión judía, sospecha algo misterioso. Por eso vuelve a la primera pregunta, haciéndosela más concreta:
- Entonces, ¿tú eres rey?
Jesús sigue el diálogo con Pilato en un plano de mucha seriedad y sinceridad:
- Sí; yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Quien es de la verdad, escucha mi palabra.
Pilato no entiende. Pero se da cuenta de que tiene delante de sí a una persona muy especial. De ahí sus esfuerzos por salvarlo de las iras y del griterío que le viene de la calle, azuzada como está la gente por los jefes del pueblo. Su pecado, como le insinuará después el mismo Jesús, es estar haciendo caso a los enemigos personales de este reo en vez de atender los gritos de su conciencia. Jesús le deja como palabra última a Pilato esta confesión:
- Yo soy rey. Aunque mi reino no es de este mundo.
Y Pilato, que quede tranquilo... Jesús no causará ningún problema a los romanos, desde el momento que le asegura que su reino no es político sino espiritual, no de este mundo sino del otro...

Juan escribe su Evangelio para los cristianos, y más que narrar con taquigrafía el dialogo de Jesús con Pilato, quiere hacer ver que aquella calumnia lanzada contra Jesús --de que había sido condenado por revoltoso contra Roma--, carecía de todo fundamento.

La Iglesia de nuestros días ha reflexionado mucho sobre este hecho de la realeza de Jesucristo. Y ha mantenido y mantiene una fiesta que para muchos es inoportuna.

El mundo -que se aleja de Dios con un laicismo y una secularización tan peligrosos, ha de saber que por encima de los acontecimientos humanos y sobre los gustos de la sociedad hay un Rey que reivindica los derechos de Dios.

Ese mundo debe rendirse a Dios, y Jesucristo se proclama Rey para ser el primer testigo de la verdad.

A su Iglesia la constituye signo visible de esta autoridad que Él mantiene sobre el Reino de Dios en el mundo, y le encarga transformar las estructuras sociales de un modo conforme con el querer de Dios.
Jesucristo es Rey, y por eso hace de nosotros los cristianos un pueblo real, libre de toda esclavitud.

En particular nosotros los seglares --instruidos por el Concilio--, sabemos que participamos de la realeza de Jesucristo; somos reconocidos como encargados de promocionar a la persona humana; y se nos encarga meter el Evangelio en la sociedad como el fermento en la masa, llenando del espíritu de Jesucristo todas las realidades sociales, ya que estamos metidos dentro de todas las vicisitudes del pueblo.

Esta nuestra vocación dentro del Pueblo de Dios es un testimonio de la realeza de Cristo.

Porque, si Jesucristo no fuera Rey y no tuviera el dominio y la soberanía sobre todos los hombres y sobre todas las cosas, ¿con qué derecho y autoridad, o con qué título legítimo, nos presentaríamos nosotros ante los demás para hacerles cambiar de opinión, para mudar sus estructuras y modos de ser, para transformar el mundo conforme a nuestro parecer y nuestros gustos?... Aunque este parecer y estos gustos no son nuestros --afortunadamente--, sino del mismo Jesucristo y de su Iglesia.
¡Jesucristo es Rey!

Lo proclamamos nosotros a los cuatro vientos con humildad gozosa.
Lo proclamaron con valentía ante las balas muchos mártires modernos.

Y esta fe que profesan nuestros labios, la queremos proclamar, sobre todo, con la fidelidad diaria a nuestros deberes cristianos..




8 cosas que tal vez no sabías de la Fiesta de Cristo Rey


 (ACI).- En el calendario litúrgico, mañana es la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, comúnmente conocida como la Fiesta de Cristo Rey.

Es el último domingo del año litúrgico (Adviento empieza en una semana) y esta fiesta nos recuerda que sin importar lo que los poderes de la tierra nos pidan hacer, Cristo es el verdadero rey que debe reinar en nuestros corazones.

Conoce 8 detalles de esta impresionante fiesta gracias a Churchpop.com:

1. Fue instituida hace solo 90 años, en 1925.

Luego de la Primera Guerra Mundial, en medio del crecimiento del comunismo en Rusia, y con ocasión del 1600 aniversario del Concilio de Nicea (año 325), el Papa Pío XI instituyó la fiesta en 1925 a través de la encíclica Quas Primas. Su primera celebración tuvo lugar en 1926.

2. Se celebró por primera vez el día de Halloween en 1926.


Fue originalmente establecida para el último domingo de octubre, justo antes de la Fiesta de Todos los Santos. En el año 1926, cuando se celebró por primera vez, ese domingo coincidió con el 31 de octubre.

3. Fue el Beato Pablo VI quien en 1969, revisó la fiesta y le dio su nombre y fecha actual.

El Papa Pablo VI dio a la fiesta su actual título completo (la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo) y la trasladó al último domingo del año litúrgico.

4. La fiesta fue una respuesta al crecimiento de la secularización, el ateísmo y el comunismo.

Mientras el mundo pedía elocuentemente a los cristianos que deben restringir su religión y dar una mayor lealtad a los gobiernos, el Papa Pío XI escribió respecto a la fiesta:

"Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas". (Quas Primas, 34)

5. Pese a sus orígenes católicos, la fiesta es celebrada por muchos protestantes.

A pesar de que fue creada hace menos de cien años en la Iglesia Católica, algunos anglicanos, luteranos, metodistas y presbiterianos celebran la fiesta.

6. En la Iglesia protestante de Suecia, este domingo es llamado "Domingo de la condena".

Aunque oficialmente los protestantes de Suecia celebran esta fiesta como "El regreso de Cristo", su nombre coloquial "Domingo de la Condena" procede del hecho de que le dan un enfoque particular en el Juicio Final y la segunda venida de Cristo.


7. Algunos anglicanos se refieren a este domingo como "Domingo de la agitación".

Obtiene este nombre por dos razones:

En primer lugar, la oración colecta anglicana para el día comienza con las palabras, “agitad, despertad, te suplicamos oh Señor, las voluntades de tus fieles…”

En segundo lugar, algunas de las antiguas recetas del pudín o pan dulce requieren que el pudín se agite y se asiente durante varias semanas antes de ser cocinados. Este domingo se convirtió en un día que la gente tradicionalmente comenzaba a preparar el pudín cristiano, que incluye “agitar”.

Estas dos cosas se juntaron en las mentes de los anglicanos y según la Wikipedia: “Supuestamente, los cocineros, esposas y sus sirvientes iban a la iglesia, y escuchaban las palabras ‘agitad, te suplicamos, oh Señor…’, y les recordaba, por asociación de ideas, que ya era hora de empezar a agitar los pudines de Navidad”.

8. La estatua de "Cristo Rey" de Polonia es la más grande estatua de Jesucristo Rey del Universo en el mundo.

Con 33 metros de altura (un metro por cada año de la vida terrenal de Jesús) y 3 metros de base, la estatua del Cristo Rey de Swlebodzin en el noroeste de Polonia es tres metros más alta que el Cristo Redentor de Río de Janeiro, Brasil.





¿Por qué Jesucristo es Rey?

(ACI) Desde la antigüedad se ha llamado Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, en razón al supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que:

reina en las inteligencias de los hombres porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad;
reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobles propósitos;
reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús.
Sin embargo, profundizando en el tema, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey, ya que del Padre recibió la potestad, el honor y el reino; además, siendo Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.

Ahora bien, que Cristo es Rey lo confirman muchos pasajes de las Sagradas Escrituras y del Nuevo Testamento. Esta doctrina fue seguida por la Iglesia –reino de Cristo sobre la tierra- con el propósito celebrar y glorificar durante el ciclo anual de la liturgia, a su autor y fundador como a soberano Señor y Rey de los reyes.

En el Antiguo Testamento, por ejemplo, adjudican el título de rey a aquel que deberá nacer de la estirpe de Jacob; el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra.

Además, se predice que su reino no tendrá límites y estará enriquecido con los dones de la justicia y de la paz: "Florecerá en sus días la justicia y la abundancia de paz... y dominará de un mar a otro, y desde el uno hasta el otro extrema del orbe de la tierra".

Por último, aquellas palabras de Zacarías donde predice al "Rey manso que, subiendo sobre una asna y su pollino", había de entrar en Jerusalén, como Justo y como Salvador, entre las aclamaciones de las turbas, ¿acaso no las vieron realizadas y comprobadas los santos evangelistas?

En el Nuevo Testamento, esta misma doctrina sobre Cristo Rey se halla presente desde el momento de la Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen, por el cual ella fue advertida que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David, y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin.

El mismo Cristo, luego, dará testimonio de su realeza, pues ora en su último discurso al pueblo, al hablar del premio y de las penas reservadas perpetuamente a los justos y a los réprobos; ora al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; ora, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey y públicamente confirmó que es Rey, y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Pero, además, ¿qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la redención? Ojalá que todos los hombres, bastante olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador, ya que con su preciosa sangre, como de Cordero Inmaculado y sin tacha, fuimos redimidos del pecado. No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por precio grande; hasta nuestros mismos cuerpos son miembros de Jesucristo.





Este es el rey de los judíos



El relato de la crucifixión, proclamado en la fiesta de Cristo Rey, nos recuerda a los seguidores de Jesús que su reino no es un reino de gloria y de poder, sino de servicio, amor y entrega total para rescatar al ser humano del mal, el pecado y la muerte.

Habituados a proclamar la "victoria de la Cruz", corremos el riesgo de olvidar que el Crucificado nada tiene que ver con un falso triunfalismo que vacía de contenido el gesto más sublime de servicio humilde de Dios hacia sus criaturas. La Cruz no es una especie de trofeo que mostramos a otros con orgullo, sino el símbolo del Amor crucificado de Dios que nos invita a seguir su ejemplo. 

Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Cristo porque en lo más hondo de nuestro ser sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por su amor insondable, pero sin olvidar que lo primero que nos pide Jesús de manera insistente no es besar la Cruz sino cargar con ella. Y esto consiste sencillamente en seguir sus pasos de manera responsable y comprometida, sabiendo que ese camino nos llevará tarde o temprano a compartir su destino doloroso. 

No nos está permitido acercarnos al misterio de la Cruz de manera pasiva, sin intención alguna de cargar con ella. Por eso, hemos de cuidar mucho ciertas celebraciones que pueden crear en torno a la Cruz una atmósfera atractiva pero peligrosa, si nos distraen del seguimiento fiel al Crucificado haciéndonos vivir la ilusión de un cristianismo sin Cruz. Es precisamente al besar la Cruz cuando hemos de escuchar la llamada de Jesús: «Si alguno viene detrás de mí... que cargue con su cruz y me siga». 

Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo. 

El teólogo católico Johann Baptist Metz viene insistiendo en el peligro de que la imagen del Crucificado nos esté ocultando el rostro de quienes viven hoy crucificados. En el cristianismo de los países del bienestar está ocurriendo, según él, un fenómeno muy grave: "La Cruz ya no intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón; ha perdido la tensión del seguimiento a Jesús, no llama a ninguna responsabilidad, sino que descarga de ella". 

¿No hemos de revisar todos cuál es nuestra verdadera actitud ante el Crucificado? ¿No hemos de acercarnos a él de manera más responsable y comprometida?


José Antonio Pagola











ORACIÓN A CRISTO REY

¡Oh Cristo Jesús! Os reconozco por Rey universal. Todo lo que ha sido hecho, ha sido creado para Vos. Ejerced sobre mí todos vuestros derechos.

Renuevo mis promesas del Bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y muy en particular me comprometo a hacer triunfar, según mis medios, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia. 

¡Divino Corazón de Jesús! Os ofrezco mis pobres acciones para que todos los corazones reconozcan vuestra Sagrada Realeza, y que así el reinado de vuestra paz se establezca en el Universo entero. Amén.




Consagración de la humanidad para
el día de Cristo Rey por el Papa Pío XI


¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos con vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.

¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, que no perezcan de hambre y miseria.

Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino. 

Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino ésta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.



Oraciones a Cristo Rey



Oración

¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal
Todo cuanto ha sido hecho Tú lo has creado
Ejerce sobre mí todos tus derechos
Renuevo las promesas de mi bautismo, 
renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras; 
y prometo vivir como buen cristiano
Muy especialmente me comprometo a procurar, según mis medios, 
el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia
Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras 
para conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza y para que así se establezca en todo el mundo el Reino de tu Paz.



Oración: Que viva mi Cristo

Que viva mi Cristo, que viva mi Rey
que impere doquiera triunfante su ley,
que impere doquiera triunfante su ley.

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!
Mexicanos un Padre tenemos
que nos dio de la patria la unión
a ese Padre gozosos cantemos,
empuñando con fe su pendón.

Él formó con voz hacedora
cuanto existe debajo del sol;
de la inercia y la nada incolora
formó luz en candente arrebol.

Nuestra Patria, la Patria querida,
que arrulló nuestra cuna al nacer
a Él le debe cuanto es en la vida
sobretodo el que sepa creer.

Del Anáhuac inculto y sangriento,
en arranque sublime de amor,
formó un pueblo, al calor de su aliento
que lo aclama con fe y con valor.

Su realeza proclame doquiera
este pueblo que en el Tepeyac,
tiene enhiesta su blanca bandera,
a sus padres la rica heredad.

Es vano que cruel enemigo
Nuestro Cristo pretenda humillar.

De este Rey llevarán el castigo
Los que intenten su nombre ultrajar.






























































 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...