miércoles, 8 de octubre de 2014

PENSAMIENTO MARIANO 40


EL INCENDIO


EL INCENDIO 


Una vez se estaba incendiando un edificio de 9 pisos en el centro de una ciudad muy importante. Las personas del edificio al enterarse de que el edificio estaba en llamas rápidamente salieron de sus apartamentos, a excepción de un niño de 8 años de edad que dormía en el octavo piso, pues su papá había salido a comprar y su mamá estaba de viaje.

El fuego crecía cada vez más e iba subiendo piso por piso. Los bomberos intentaban apagarlo, sus esfuerzos eran cada vez imposibles El edificio estaba totalmente en llamas y los bomberos pidieron refuerzos a otras unidades de la ciudad.

El drama aumentó cuando los bomberos se dieron cuenta que había un niño en el octavo piso y el fuego crecía, iba ya por el quinto piso. De repente aparece el padre del niño preocupado por el niño, viendo este cuadro, los bomberos hacen un último intento, pero las escaleras no podían llegar hasta las paredes del edificio por haber fuego en todas ellas, entonces se escucha los llantos del niño, gritando
- ¡Papi! ¡Tengo miedo!
El padre lo escucha y llorando le dice:
- ¡Hijo! No tengas miedo yo estoy aquí abajo, No tengas miedo. Pero el niño no lo miraba:
- Papi no te veo, solo veo humo y fuego.
Pero el padre sabe que está ahí en la ventana porque el fuego lo ilumina.
- Pero yo sí te veo, hijo.
- Hijo, ¿sabes qué debes de hacer?. Tírate, que aquí te agarramos todos los que estamos abajo, ¡TÍRATE!
El hijo le dice:
- Pero yo no te veo.
El Padre contesta.
- Sabes cómo lo debes de hacer, cierra los ojos y lánzate! El niño dice:
- Papi no te veo, pero allá voy!
Y cuando el niño se lanzó abajo, lo rescataron.
Entonces el Padre lo abraza, llora con el hijo, juntos pero muy contentos.

El hijo comprende que hay veces que al Padre no se le ve pero sus palabras son suficientes para confiar en él.

Así es nuestra vida, muchas veces hay muchos incendios, sentimos problemas parecidos a este niño y nuestro padre DIOS nos dice: ¡¡TÍRATE!! CONFÍA EN MÍ, y nosotros tenemos que lanzarnos aunque no veamos nada, ni sintamos nada, con FE tienes que salir adelante. ¡Porque sólo su palabra nos basta!

UN VERDADERO AMOR


UN VERDADERO AMOR


Un hombre de edad avanzada vino a la clínica donde yo trabajo para hacerse curar una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras se curaba le pregunté qué era eso tan urgente que tenía que hacer. Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer que vivía allí.

Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado. Mientras acababa de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana. No, me dijo. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce. Entonces le pregunté extrañado.

Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas? Me sonrió y dándome una palmadita en la mano me dijo: "Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella". Tuve que contenerme las lágrimas mientras salía y pensé: "El verdadero amor no se reduce a lo físico ni a lo romántico. El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es"

UN CIEGO CON LUZ



UN CIEGO CON LUZ


Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.

La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. 

Se da cuenta de que es Manuel, el ciego del pueblo. Entonces, le dice: 

-¿Qué haces Manuel, tú ciego, con una lámpara en la mano? 
Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde:

- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi... 

No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite. 
Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

¡Qué hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás!
Sin fijarnos si lo necesitan o no... Llevar luz y no oscuridad...
Si toda la gente encendiera una luz el mundo entero estaría iluminado y brillaría día a día con mayor intensidad... 
Todos pasamos por situaciones difíciles a veces... todos sentimos el peso del dolor en determinados momentos de nuestras vidas... todos sufrimos en algunos momentos... lloramos en otros...
Pero no debemos proyectar nuestro dolor cuando alguien desesperado busca ayuda en nosotros...
No debemos exclamar como es costumbre: -La vida es así... llenos de rencor, llenos de odio...

No debemos...Al contrario: ayudemos a los demás sembrando esperanza en ese corazón herido... 

Nuestro dolor es y fue importante pero se minimiza si ayudamos a otros a soportarlo, si ayudamos a otro a sobrellevarlo... luz... demos luz... Tenemos en el alma el motor que enciende cualquier lámpara, la energía que permite iluminar en vez de oscurecer...
Está en nosotros saber usarla...Está en nosotros ser Luz y no permitir que los demás vivan en las tinieblas...

SANTA PELAGIA DE ANTIOQUIA, VIRGEN Y EREMITA, 8 DE OCTUBRE


Autor: Archidiócesis de Madrid 
Pelagia de Antioquía, Santa
Una mujer disfrazada de ermitaño, Octubre 8

 Pelagia de Antioquía, Santa
Virgen y Eremita

Martirologio Romano: En Antioquía, de Siria, santa Pelagia, virgen, a la que san Juan Crisóstomo dedica grandes alabanzas 
(c. 302).

La antigüedad cristiana se alimentó con el encanto de esta historia, que de algún modo lleva al corazón cristiano la añoranza de la inocencia perdida y animan a la vuelta. Es un consuelo encontrar en la tierra los rastros de quienes, habiendo sido presa del desarreglo, de la mala vida que por algún tiempo juzgaron como buena, del desorden y la lejanía de Dios, pues, mira... resulta que han sido gente que se salva. Sí, son una gran luz en la oscuridad que alienta la esperanza de los que somos más, de los pecadores. Estas actitudes están personificadas en Pelagia.

Pelagia, era una muy celebrada y conocida comediante en Antioquía. Corría entonces el siglo V.

Siendo muy joven, había estado con los catecúmenos, olvidándolo después.

Se la presenta como una de las más insignes pecadoras del mundo, allá por la segunda mitad del siglo V. En Antioquía -este era el escenario de sus danzas sensuales y altaneras- se la llamaba "Margarita" que es la traducción de "gema", quizá porque, en ocasiones, lo único que cubría las carnes de la extrahermosa eran collares de perlas. 

Tuvo, en el marco de la Providencia, la suerte de toparse, en el año 453, con Nono, anacoreta de Tabenas, sacado de allí para hacerlo obispo de Edesa y trasladado a Heliópolis de Siria, que por el momento participaba en un concilio provincial convocado por Máximo. 

Se cuenta que un domingo, Pelagia, por curiosidad volvió a entrar a un templo, y al oír al obispo predicar sobre el infinito tesoro de la misericordia de Dios, su corazón se conmovió. Quiso rezar pero no pudo, porque ya no recordaba cómo hacerlo. Abandonó el templo con el deseo de dejar esa vida desordenada que llevaba. Se decidió a escribir al obispo. Le decía en su carta: "Al santo discípulo de Jesús: He oído decir que tu Dios bajó del cielo a la tierra para salvación de los hombres. Él no desdeñó hablar con la mujer pecadora. Si eres su discípulo, escúchame. No me niegues el bien y el consuelo de oír tu palabra para poder hallar gracia, por tu medio, con Jesucristo, nuestro Salvador."

El obispo, creyó en la sinceridad de Pelagia. Así fue bautizada y confirmada, recibiendo la Eucaristía.
Desde ese momento, cambió su vida. Repartió entre los pobres sus joyas y bienes, liberó a sus esclavos y vistiendo una humilde túnica, dejó Antioquía.

Cerca de Jerusalén, halló una gruta, donde se decidió a morar, haciendo una vida austera, penitencia y oración. Por prudencia, ocultó su condición de mujer, y quien le preguntaba el nombre respondía que era "Pelagio". En ese tiempo, se desarrollaba el concilio de Antioquía y un diácono del obispo queriendo ir a Jerusalén, le pidió permiso al obispo para ir allí, diciendo que quería conseguir noticias sobre un ermitaño llamado Pelagio.

Llegó a encontrar a Pelagio en su cueva, quien lo recibió y volvió luego a encerrarse a rezar. Se cuenta que cuando volvió el diácono, Pelagio, ya no respondió. Cuando entraron en la cueva, encontraron muerto al ermitaño. Al disponerse a ungirlo con mirra -como entonces se usaba-, hallaron que era una mujer. 

Vinieron entonces de los monasterios mujeres que estaban en Jericó y en el Jordán y marchando con cirios y luminarias y cantado himnos, dieron sepultura al cuerpo de Pelagia. Era un 8 de octubre del año 468.

Las singulares características de esta santa nos proporcionan la oportunidad de recordar que el riguroso apartamiento de los ermitaños no es una rareza, sino el fruto de un decidido y exclusivo anhelo de buscar a Cristo.

Figuras como las de Pelagia, recordaban proféticamente a la Iglesia de su tiempo el verdadero orden de los valores, oscurecido frecuentemente por los crecientes compromisos temporales.

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 8 DE OCTUBRE DEL 2014



Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Jesús enseña el Padrenuestro
Lucas 11, 1-4. Tiempo Ordinario. Recemos el Padrenuestro, No dudemos de repetirlo en nuestros corazones siempre.
 
Jesús enseña el Padrenuestro
Jesús enseña el Padrenuestro
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4

Un día Jesús estaba orando y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

Oración introductoria

Señor, te damos gracias por enseñarnos a orar, por dejarnos tu oración, porque gracias a ella pedimos las gracias que necesitamos. Danos ese amor por la oración y que sigamos tu ejemplo de siempre orar antes de actuar.

Petición

Padre, dame la gracia de apreciar la oración que Cristo nos enseñó, el Padrenuestro y así pedirte lo que de verdad necesito.

Meditación del Papa Francisco

Para rezar no hay necesidad de hacer ruido ni creer que es mejor derrochar muchas palabras. No podemos confiarnos al ruido, al alboroto de la mundanidad, que Jesús identifica con “tocar la tromba” o “hacerse ver el día de ayuno”. Para rezar no es necesario el ruido de la vanidad: Jesús dijo que esto es un comportamiento propio de los paganos. La oración no es algo mágico; no se hace magia con la oración; esto es pagano.
Entonces, ¿cómo se debe orar? Jesús nos lo enseñó: Dice que el Padre que está en el Cielo "sabe lo que necesitáis, antes incluso de que se lo pidáis". Por lo tanto, la primera palabra debe ser "Padre". Esta es la clave de la oración. ¿Es un padre solamente mío? No, es el Padre nuestro, porque yo no soy hijo único. Ninguno de nosotros lo es. Y si no puedo ser hermano, difícilmente puedo llegar a ser hijo de este Padre, porque es un Padre, con certeza, mío, pero también de los demás, de mis hermanos. (Cf. S.S. Francisco, de 2013, homilía en Santa Marta).

Reflexión

Muchas veces he contemplado la escena de una madre en la iglesia. Ella arrodillada, después de la comunión tiene a un lado a su hijito. Éste de repente la interrumpe con una pregunta: Mami, ¿qué estás haciendo? La respuesta no se hace esperar: Rezar, hijito. Si esto sucede dentro de una familia, ¿qué no habrá pasado en el grupo de los apóstoles?

Los apóstoles habrán visto rezar muchas veces a Cristo. Les ha cautivado su manera de relacionarse con su Padre. Por eso, cansados de sólo ver, le hacen la pregunta del millón: "¿puedes enseñarnos a orar como lo hizo Juan con sus discípulos?" ¡Qué gracia hemos tenido con esa respuesta! ¡Poder hablar con Dios de forma directa y llamándolo "Padre".

Aprendamos a apreciar esa oración que Cristo nos enseñó. Es de un mensaje inigualable porque con ella podemos hablar a Dios pidiéndole lo que más necesitamos: "danos pan, perdónanos, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal". No tengamos miedo de repetirla en nuestros corazones en los momentos de dificultad. En ella está la paz del alma. Es un pequeño sacrificio, pero vale la pena aprender a orar.

Propósito

Hoy rezaré el Padrenuestro despacio, sin prisa, pensando en cada palabra, y que sea la oración más importante de mi día...y de mi vida.

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