lunes, 14 de enero de 2019

CALENDARIOS RELIGIOSOS: MES DE JULIO, AGOSTO,SEPTIEMBRE, OCTUBRE, NOVIEMBRE Y DICIEMBRE 2019









GANADOR CONTRA PERDEDOR


Ganador contra Perdedor



Cuando un ganador comete un error, dice: "Yo me equivoqué".
Cuando un perdedor comete un error, dice: "No fue mi culpa".

Un ganador trabaja más fuerte que el perdedor y tiene más tiempo;
Un perdedor está siempre "muy ocupado" para hacer lo que es necesario.

Un ganador enfrenta y supera el problema.
Un perdedor le da vueltas y nunca logra pasarlo.

Un ganador se compromete;
Un perdedor hace promesas.

Un ganador dice, "Yo soy bueno, pero no tan bueno como a mí me gustaría ser".
Un perdedor dice, "Yo no soy tan malo como lo es mucha otra gente".

Un ganador escucha, comprende y responde.
Un perdedor sólo espera hasta que le toque su turno para hablar.

Un ganador respeta a aquellos que son superiores a él y trata de aprender algo de ellos.
Un perdedor se resiente con aquellos que son superiores a él y trata de encontrarle los defectos.

Un ganador se siente responsable por algo más que su trabajo solamente;
Un perdedor no colabora y siempre dice, "Yo sólo hago mi trabajo".

Un ganador dice, "Debe haber una mejor forma de hacerlo..."
Un perdedor dice, "Esta es la manera en que siempre lo hemos hecho".

Un ganador como vos, comparte este mensaje con sus amigos...
Un perdedor como los otros es egoísta y se lo guarda para sí mismo

MADUREZ

Madurez



Madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar.

Madurez es la habilidad de controlar la ira y resolver las discrepancias sin violencia o destrucción. 

Madurez es paciencia; es la voluntad de posponer el placer inmediato a favor de un beneficio a largo plazo. 

Madurez es perseverancia; es la habilidad de sacar un proyecto o una situación adelante, a pesar de fuerte oposición y retrocesos decepcionantes. 

Madurez es la capacidad de encarar disgustos y frustraciones incomodidades y derrotas, sin queja ni abatimiento. 

Madurez es humildad; es ser suficientemente grande para decir me equivoqué; y cuando se está en lo correcto, la persona madura, no necesita la satisfacción de decir: "Te lo dije". 

Madurez es la capacidad de tomar una decisión y sostenerla; los inmaduros pasan sus vidas explorando posibilidades, para al fin no hacer nada. 

Madurez significa confiabilidad; mantener la propia palabra, superar la crisis; los inmaduros son maestros de la excusa, son los confusos y desorganizados, sus vidas son una mezcla de promesas rotas, amigos perdidos, negocios sin terminar, y buenas intenciones que nunca se convierten en realidad. 

Madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar

UN RATITO CON EL ESPÍRITU SANTO: EL ACOMPAÑANTE DE JESÚS


UN RATITO CON EL ESPÍRITU SANTO
El acompañante de Jesús



Se cuenta de un sacerdote que siempre se movilizaba en una moto, pues tenía varias parroquias que atender. Un día, dado que iba a llegar tarde, comenzó a correr en su moto más de lo permitido. Estaba yendo a ciento veinte kilómetro por hora. En ese momento, un policía se dio cuenta y le detuvo. Al acercársele, el policía le dijo al sacerdote: "Padrecito, disculpe, pero tengo que ponerle una multa por ir a mucha velocidad". Rápidamente, el sacerdote dijo: "Señor policía, no se preocupe por la velocidad que llevo, pues yo siempre voy acompañado por Dios". Ante esta respuesta, el policía le señaló: "Si es así, padrecito, la multa es el doble, porque en moto está prohibido ir acompañado".

Todos nosotros siempre estamos acompañados por Dios. Y la vida de Jesús en la tierra tuvo como gran acompañante al Espíritu Santo. No podemos referirnos a Jesús sin hablar del Espíritu Santo.


P. Carlos Rosell De Almeida


UN RATITO CON SAN JOSÉ: LA DINASTÍA DE DAVID


UN RATITO CON SAN JOSÉ
La Dinastía de David



Es bueno saber que cuando el Evangelio según San Mateo explica la genealogía de Jesús, remarca la presencia de David. Y, además, deja con claridad la enseñanza de que José viene de la descendencia de David (cf. Mt 1, 1-17). Igualmente, el Evangelio según San Lucas indica que José es de la "casa de de David" (Lc 1, 27).

Ahora bien, también debemos de saber que David recibió una promesa de Dios a través del profeta Natán. Si leemos el segundo libro de Samuel nos encontraremos con esta promesa de Dios: "Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. El constituirá una casa para mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realiza para siempre" (2 S7, 12-13). Lo que Dios le promete a David es que uno de su descendencia será rey para siempre.


P. Carlos Rosell De Almeida

JESUCRISTO ES EL CAMINO


Jesucristo es el camino
En el camino hacia Dios abundan las pruebas y caídas, pero en esta carrera el hombre no camina solo, Dios es su acompañante.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




Un joven acudió una vez a un anciano y le pidió que orara por él:

– “Me doy cuenta que estoy cayendo continuamente en la impaciencia, ¿podría orar por mí para que pueda ser más paciente?”.

El anciano accedió. Se arrodillaron, y el hombre de Dios comenzó a orar:
– “Señor, mándale tribulaciones a este joven esta mañana, envíale tribulaciones en la tarde…”

El joven le interrumpió y le dijo:
- “¡No, no! ¡Tribulaciones no! ¡Paciencia!”.
-“Pero la tribulación produce paciencia –contestó el anciano–. Si quieres
tener paciencia, tienes que tener tribulación”.


Cualquier caminante necesita echar mano de la paciencia, pues el camino es largo, arduo y costoso, expresaba san Juan de la cruz y en todo camino se presentan dificultades y tribulaciones de todo tipo.

“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús aparece el nuevo mediador de Dios (Mc 3,14) y la definitiva revelación de Dios (Jn 17, 22). Jesús señala las condiciones de este camino para entrar en el Reino (Mt 5,20). El caminar cristiano es una carrera (1Co 9,24-27). Para caminar hay que poner lo ojos en Jesús (Hb 12,1-2) y peregrinar (Hb 11,13-16), sin poseer una ciudad permanente (Hb 13, 14) siendo huéspedes de este mundo (1P 1,1). Él es camino de vida, de bendición. Juan lo mostró al mundo como el camino por donde tendría que ir la humanidad, camino recto; quien quiera transitar por caminos de vida, tendrá que caminar con él y por él.

El símbolo del “camino” nos evoca el seguimiento, el proceso espiritual, nos habla de nuestra condición de peregrinos. Somos extranjeros y peregrinos (1P 2,11), somos ciudadanos del cielo, buscamos otra ciudad (Hb 11,9-10). Aquí estamos de paso, esta tierra no es nuestra morada permanente.

El Señor resucitado nos invita a abandonar Jerusalén y a volver a Galilea -donde todo comenzó-, pues allí le veremos (Mc 16,7), nos invita a salir y ponernos en camino. No es fácil responder a esta llamada, ya que amamos la seguridad y estabilidad que nos ofrecen las instituciones y todo tipo de seguridades que nos hemos ganado. Tendemos a instalarnos en nuestras ideas, en nuestros sentimientos, en nuestros trabajos, en nuestras seguridades. Jesús también estuvo sometido a constantes tentaciones, que le invitaban a escoger otro camino más fácil, pero las venció todas y perseveró hasta el final. Nosotros también sufrimos el acoso de las tentaciones para dejar el camino.

Jesús acompañó en todo momento a sus discípulos. “No os dejo huérfanos, volveré a visitaros” (Jn 14,18). Y acompañó a los enfermos y a muchos sanó por su fe. "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia" (Mc 5, 33-34) Jesús acompañó a todos aquellos que se encontraron con él. En este acompañamiento de la persona Jesús va al fondo, lleva a la persona a nacer de nuevo. “Te aseguro que, si uno no nace de nuevo, no puede ver el reinado de Dios...Te aseguro que, si uno no nace de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 3-5). Y nacieron de nuevo María Magdalena, Zaqueo, Pedro Ignacio de Loyola, Agustín, Carlos de Foucauld....

La vida cristiana se llama en los Hechos de los Apóstoles “el camino” (9,2; 18,25,24,22). En este camino hacia Dios abundan las pruebas y caídas (1P 1, 7) las grandes privaciones (1Co 9, 24-26) y el hacerse violencia (Mt 11, 12). Pero en esta carrera el ser humano no camina solo, Dios es su acompañante. El ser humano es un ser en camino, eterno peregrino a la casa del Padre. En esta marcha se encuentra con encrucijadas: caminos que conducen a la vida y caminos que conducen a la muerte. Y se presentan peligros, riesgos, dificultades de todo tipo. Para superarlos y no ceder al cansancio ni al desaliento, es necesario tener los ojos bien fijos en la meta y estar bien motivados. El ser humano está en continua elección: escoger la vida y seguir por el camino recto, estrecho y empinado, o escoger lo fácil, el camino de muerte.

El seguir a Jesús requiere el poner los ojos en él, en tener sus mismos sentimientos y actitudes, en dar la vida. Y en este camino se sube bajando, se entra saliendo, se es espiritual, encarnándose y se gana la vida perdiéndola. Es un camino totalmente imprevisible, en él abundan las pruebas y caídas (1P 1,7) grandes privaciones (1Co 9, 24-26) y hay que hacerse violencia (Mt 11,12). Pero en esta carrera el ser humano no camina solo, Dios es su compañero; por eso tenemos que tener confianza y saber que él nos acompaña y que aunque caminemos por cañadas oscuras nada debemos temer, porque él va con nosotros y su vara y su cayado nos sosiegan (Sal 22).

Jesús nos invita a seguirle, a caminar con él. La Biblia habla de camino, sendero, vía (Dt 30,15-16) y de la necesidad de escoger un camino u otro, el de salvación o el de perdición para la persona, de vida o de muerte (Dt 30,1-5). “Hay un camino que uno cree recto y que va a parar a la muerte” (Pr 14,12). Jesús nos ha dado a conocer al Padre. A Dios nadie lo ha visto nunca. El Hijo Único de Dios, que es Dios y está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer (Jn 1, 18). Quien lo ve a él, ve al Padre (Jn 14, 9). Él es el camino que nos lleva al Padre, la única posibilidad que tiene el hombre de encontrar la plenitud de la vida: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí” (Jn 14, 6).
Para que Jesús pueda acompañarnos necesitamos desearlo y permitirle que camine con nosotros. Y en este caminar con él necesitamos confiar en él, perseverar y tener paciencia; pues además de una confianza y fidelidad a toda prueba se necesita perseverancia, pues en cualquier campo de la vida no se adelanta nada sin constancia ya que cualquier proyecto necesita tiempo y esfuerzo para echarlo adelante.

Hay personas que parecen mariposas, saltando de médico en médico o de compromiso en compromiso; así en la vida espiritual comienzan un proyecto, con mucho calor, y a los pocos días se enfrían y se desinflan, son amigas de actos heroicos, pero a corto plazo, la vida diaria, el martirio de cada día no tiene atractivo, no aguantan ese ritmo.

Paciencia necesitamos cuando deseamos caminar; paciencia para entender y escuchar a Dios, al otro y a uno mismo; paciencia porque el camino es largo, complicado y lleva mucho tiempo. Sin embargo la marcha lenta obtiene grandes resultados, “poco a poco se va lejos”. La paciencia, como la paz y la felicidad, brotan de uno mismo; por mucho que intenten los otros de que perdamos los estribos, nadie nos arrebatará nuestra paz si nuestra paciencia está bien arraigada. Los obstáculos, las dificultades, los contratiempos desesperan a muchos; sin embargo, Dios nos ha dado los medios con que soportar las cosas que nos sobreviene sin dejarnos deprimir ni aplastar.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 14 DE ENERO 2019


Lecturas de hoy Lunes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, lunes, 14 de enero de 2019



Primera lectura
Comienzo de la carta a los Hebreos (1,1-6):

EN muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.
En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.
Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás:
«Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»;
y en otro lugar:
«Yo seré para él un padre,
y él será para mí un hijo?».
Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice:
«Adórenlo todos los ángeles de Dios».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 96,1.2b.6.7c.9

R/. Adorad a Dios todos sus ángeles

V/. El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Justicia y derecho sostienen su trono. R/.

V/. Los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Adoradlo todos sus ángeles. R/.

V/. Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,14-20):

DESPUÉS de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

Palabra de Dios



Comentario al Evangelio de hoy lunes, 14 de enero de 2019
 Severiano Blanco, cmf


Queridos hermanos:

Hace un tiempo oí decir a una amiga muy creyente: “yo de la Biblia arrancaría un montón de páginas”. Creo que expresaba de manera algo bruta lo que otros dicen en términos más delicados: “Yo el Antiguo Testamento no lo soporto, con él no puedo orar”.

Probablemente a los judíos de la época de Jesús les sucedía algo parecido, pues muchos textos del AT ya tenían hasta diez o más siglos de antigüedad y no les eran inmediatamente inteligibles. Y entre esos judíos estaban los seguidores de Jesús y la primera generación cristiana. Pero esta tuvo una experiencia sorprendente; al escuchar y contemplar al Maestro, o al reflexionar posteriormente sobre lo acontecido en él, debió de exclamar: “ahora entiendo aquellos textos”.

En Jesús el AT se hizo claro, y hoy nos lo muestra magistralmente el escrito más culto y académico del NT, la carta a los Hebreos. Ahora ya se sabe a quién decía el Salmo 110 “siéntate a mi derecha”; se entiende igualmente quién era aquella “sabiduría” que precisamente en el libro de la Sabiduría (7,25) es definida como “reflejo de la gloria del omnipotente e impronta de su ser”, o a quién se dirigía el Sal 2,7 con la expresión “Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy”, o el segundo libro de Samuel (7,14) con la promesa “Yo seré para él un Padre y él para mí un Hijo”. En el evangelio (Jn 5,39) nos encontremos a Jesús diciendo: “las Escrituras dan testimonio de mí” (tengamos en cuenta que para los primeros lectores del Evangelio no hay más Escrituras que el A T). Ojalá el Jesús en quien creemos constituya para nosotros esas “gafas mágicas” que nos permitan captar el sentido de las Escrituras, y a través de ellas conocerle a él más a fondo.

Pero Jesús no pretende ser simplemente conocido, sino “ser vivido”: que vivamos con él y que vivamos por él y desde él. Esos primeros discípulos a quienes llama al seguimiento deben acompañarle, amarle, copiar sus actitudes, involucrarse en su proyecto, anteponerle a cualquier otro valor; en eso consiste ser “seguidores”.
Parte de todo eso ya no podemos realizarlo literalmente como Andrés o Juan. Pero la llamada ha quedado para los creyentes de todas las épocas. Y el autor de Hebreos lo expresa con sublimidad: el Hijo nos sostiene con su palabra poderosa, nos sigue creando y recreando; en sus palabras seguimos percibiendo el designio último del Padre, expresado de forma imperfecta por los profetas, pero con nitidez “en esta etapa final…”.

La más antigua confesión de fe explícitamente cristiana (ya no meramente judía) es “Jesús es Señor” (1Co 12,3). Es, por tanto, digno de “seguimiento” y de adoración: “adórenle todos los ángeles” (¡cuánto más los hombres!). Es una feliz coincidencia que, recién concluido el tiempo de Navidad, la liturgia nos ofrezca esta visión de Jesús en profundidad (carta a los Hebreos) y el recuerdo de su pretensión de que le antepongamos a todo y le sigamos, porque él es el reflejo perfecto de la gloria del Padre puesto a nuestro alcance: “la Palabra se hizo carne, y hemos visto su gloria”. Recordemos la canción, quizá melosa pero con enjundia: “No adoréis a nadie, a nadie más; no pongáis los ojos en nadie más…”.

Vuestro hermano 
Severiano Blanco cmf

FELIZ SEMANA







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