Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida
Cuaresma y Semana Santa
Lucas 15, 1-3. 11-32. Cuaresma. El amor desinteresado del Padre no puede dejarnos indiferentes. Esforcémonos por amar como el Padre nos ama.
Por: David Varela | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola. Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."
Oración Introductoria
Señor, quiero pedirte que me abra a tu gracia. Ayúdame a ver con los ojos de la fe y a dejar de lado todo orgullo y soberbia que me impidan estar junto a ti. Te ruego que no te olvides de mi familia y amigos, que les ayudes a amarte más y mejor. Por favor, no permitas que nos separemos de ti.
Petición
Señor, haz que nos abramos al amor incondicional del Padre.
Meditación del Papa Francisco
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola. Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."
Oración Introductoria
Señor, quiero pedirte que me abra a tu gracia. Ayúdame a ver con los ojos de la fe y a dejar de lado todo orgullo y soberbia que me impidan estar junto a ti. Te ruego que no te olvides de mi familia y amigos, que les ayudes a amarte más y mejor. Por favor, no permitas que nos separemos de ti.
Petición
Señor, haz que nos abramos al amor incondicional del Padre.
Meditación del Papa Francisco
En estos meses, más de una vez he hecho referencia a la parábola del hijo pródigo, o mejor del padre misericordioso. El hijo menor deja la casa del padre, despilfarra todo y decide regresar porque se da cuenta de haber errado, pero ya no se considera digno de ser hijo y piensa que puede ser acogido de nuevo como siervo. Sin embargo el padre corre a su encuentro, le abraza, le restituye la dignidad de hijo y hace fiesta. Esta parábola, como otras en el Evangelio, indica bien el proyecto de Dios sobre la humanidad.
¿Cuál es el proyecto de Dios? Es hacer de todos nosotros una única familia de sus hijos, en la que cada uno le sienta cercano y se sienta amado por Él, como en la parábola evangélica; sienta el calor de ser familia de Dios. En este gran proyecto encuentra su raíz la Iglesia, que no es una organización nacida de un acuerdo de algunas personas, sino que es —como nos recordó tantas veces el Papa Benedicto XVI— obra de Dios, nace precisamente de este proyecto de amor que se realiza progresivamente en la historia. La Iglesia nace del deseo de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a su amistad, es más, a participar como sus hijos en su propia vida divina.»(Audiencia de S.S. Francisco, 29 de mayo de 2013).
Reflexión
El amor desinteresado del Padre no puede dejarnos indiferentes. Esforcémonos por amar como el Padre amó, sin importar que nuestro orgullo se sienta herido, y que la justicia humana no se cumpla. Porque en esto consiste el verdadero amor, en amar a los que no corresponden, aún más, a los que nos hacen injusticias. Llevemos este mensaje gozoso a los demás, y empecemos a instaurar la civilización del amor a partir de hoy en nuestro día ordinario.
Propósito
Hoy me esforzaré por hablar con una persona que no me llevo bien.
Diálogo con Cristo
¡Jesús, gracias por permitirme gozar un poco de lo que es tu caridad! Espero que me ayudes a llevar a la práctica este hermoso y difícil mandamiento que es el amor. Nunca permitas que yo te falle. Y si te llegara a fallar, nunca me abandones a mi suerte.
Por tanto, es el amor misericordioso de Dios el que une firmemente, hoy como ayer, a la Iglesia y hace de la humanidad una sola familia. Benedicto XVI, 19 de abril de 2009.