jueves, 11 de agosto de 2011

LA COMPUTADORA Y LOS OJOS

 
La computadora y los ojos

En la sociedad moderna, muchas personas pasan demasiadas horas frente de las pantallas del computador. Muchas de ellas de quejan de cansancio en sus ojos, lagrimeo, enrojecimiento, dolor de cabeza y además están preocupadas por saber si hay posibilidades de daño permanente a la visión al trabajar con computadoras.

Solo se necesitan unas pocas horas enfrente del monitor para que se presenten los síntomas antes enumerados. Pero hay mucho que usted puede hacer para evitarlo:

1- El monitor debe de estar colocado a la altura de los ojos o un poquito debajo de la altura de los ojos.

2- Los materiales con los que se trabaja, tienen que estar cerca del monitor, para evitar movimientos constantes de la cabeza y de “enfoque” de los ojos.

3- Evite cualquier “reflejo” en el monitor. Ya sea de la luz de la ventana, luz directa o de cualquier otro objeto que le de ese reflejo.

4- Trate de fijar la mirada en un objeto distante al monitor con frecuencia. Así ejercitará sus ojos y su “enfoque” será mejor.

5- Parpadee frecuentemente para que sus ojos tengan buena lubricación y no los sienta secos

6- Si usted usa anteojos para leer, es muy probable que necesite otros anteojos, especiales, para trabajar frente a la computadora, y este es un asunto que deberá consultar con su oftalmólogo.

7- La computadora no produce daño permanente a los ojos, pero si usted trabaja muchas horas por semana frente a la pantalla, es una muy buena razón para visitar a su oftalmólogo por lo menos una vez al año.
 

 


ORACIÓN POR LOS SACERDOTES

¡Oh Jesús!

Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes,
por tus sacerdotes tibios e infieles,
por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones,
por tus sacerdotes que sufren tentación,
por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación,
por tus jóvenes sacerdotes,
por tus sacerdotes ancianos,
por tus sacerdotes enfermos,
por tus sacerdotes agonizantes
por los que padecen en el purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos,
al sacerdote que me bautizó,
al que me absolvió de mis pecados,
a los sacerdotes a cuyas Misas he asistido y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión,
a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron,
a todos los sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud, especialmente a...

¡Oh Jesús, guárdalos a todos junto a tu Corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad!
Amén

LA EUCARISTÍA: FIN DE TODOS LOS SACRAMENTOS


Autor: n/a | Fuente: Catholic.net
La Eucaristía: fin de todos los sacramentos
Es fuente y cumbre de toda la vida cristiana, de alguna manera, está presente en todos los sacramentos.



La Eucaristía: fin de todos los sacramentos

La Eucaristía es el fin, la consumación y el principio de todos los sacramentos. Así lo enseñan:

Pseudo Dionisio: es el fin y la consumación de todos los demás sacramentos

Santo Tomás de Aquino: es el más excelente de todos los sacramentos”

El Concilio Vaticano II: es fuente y cumbre de toda la vida cristiana o sea, fuente por ser principio y cumbre por ser fin; “...los otros sacramentos, así como todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado, están íntimamente trabados con la sagrada Eucaristía y a ella se ordenan”. El Concilio cita en nota a Santo Tomás: “La Eucaristía es como la consumación de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos”.

El Catecismo de la Iglesia Católica reitera esta doctrina.

La Eucaristía es fin de los sacramentos por tres razones principales:

1º Por razón de lo que contiene;
2º Por la ordenación de los sacramentos entre sí;
3º Por los ritos sacramentales.

1º Por razón de lo que contiene, la Eucaristía es fin de los sacramentos, porque contiene sustancialmente al mismo Cristo. Los demás sacramentos sólo contienen una virtud instrumental recibida de Cristo por participación y, como el ser por esencia es más excelente que el ser por participación, la Eucaristía es más excelente que los demás sacramentos.

2º Por la ordenación de los sacramentos entre sí, la Eucaristía es fin de los sacramentos, porque todos los sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin. Por ser la Eucaristía el fin de todos los sacramentos, de alguna manera, está en todos los sacramentos, ¿de qué manera? como el fin está en los medios que a él conducen.

-el Orden tiene por fin la consagración de la Eucaristía;
-el Bautismo, la recepción de la Eucaristía;
-la Confirmación perfecciona al bautizado para que el respeto humano no le retraiga de acercarse a tan excelso sacramento;
-la Penitencia y la Unción de los enfermos disponen al hombre para recibir dignamente el cuerpo de Cristo;
-el Matrimonio representa el lazo indisoluble de Cristo con su Iglesia, cuya unión se significa y se causa en la Eucaristía. “Gran misterio este del matrimonio; pero entendido de Cristo y de la Iglesia” (cfr. Ef 5, 32).

3º Por los ritos sacramentales, la Eucaristía es fin de los sacramentos, porque la administración de casi todos los sacramentos se completa, se consuma, con la Eucaristía; lo cual puede apreciarse en todos los rituales de los otros sacramentos.

De ahí que “el bien común espiritual de toda la Iglesia se contiene sustancialmente en el mismo sacramento de la Eucaristía” (“bonum commune spirituale totius Ecclesiae continetur substancialiter in ipso Eucaristiae sacramento”).

SEAMOS LUZ...

Seamos Luz

Mirando a nuestro alrededor rápidamente comprendemos que el mundo es oscuridad, de tal modo que o bien alumbramos el mundo, o nos sumimos en su misma oscuridad. En cada instante de nuestra vida, sea un segundo, un minuto o una década, solo podemos dar dos cosas: luz u oscuridad. En la pequeña gruta de Belén ocurría igual, solo había oscuridad, como en el mundo de hoy. Pero allí, en medio de la oscuridad, ¡vino la Luz al mundo!

Mi primer pensamiento cuando trato de comprender como se manifiesta esa Luz en el mundo, evoca esas reuniones de la iglesia primitiva, en los primeros siglos después de la Resurrección. Unidos en una fe espiritual, plena de confianza en la Presencia del Resucitado, ellos se dejaban alumbrar a pesar de la persecución y la pobreza. Compartían el mayor alimento que persona alguna pueda pretender: la Hostia Consagrada. En esas uniones consagradas a Dios, ellos se dejaban alumbrar por la Luz de Jesús, y como espejos perfectos devolvían esa Luz al mundo. Ellos eran luz.

Con el paso de los siglos y al impulso de tantas santas generaciones, el hombre se elevó hasta hacer en buena medida a Dios el centro de su vida. Pero, en el cenit del cristianismo, el mundo empezó a caer en una negación creciente de la necesidad de tener a Jesús presente en todo. En este camino descendente, el siglo XXI se ha iniciado envuelto en una oscuridad espiritual agobiante, que envuelve y ahoga todo a su alrededor. Nosotros, como los cristianos de los primeros tiempos, estamos dentro de estas catacumbas espirituales, solo que esta vez el encierro esta en los corazones.

Como los cristianos de la iglesia primitiva, tenemos que hacernos fuertes en nuestra vida interior, debemos crecer espiritualmente. Si permitimos que la Luz de Jesús entre dentro nuestro, si dejamos que Él se apodere de nuestra alma, seremos como espejos que reflejarán Su Luz en este mundo desértico. ¡Seremos Luz! Luz, como Jesús lo es, de tal modo que de nosotros brote esa luminosidad, que es la Luz del Salvador, la Única Luz Verdadera. Cuando la gente vea esa llama iluminándonos, dirán: ¡miren como se aman! Será un nuevo Pentecostés.

En el Cenáculo, los Apóstoles acompañados de María recibieron la Luz de Dios de tal modo que lenguas de fuego descendieron sobre ellos, iluminándolos, haciéndolos antorchas espirituales. El Espíritu Santo, como Jesús les había prometido, les dio la sabiduría y la fortaleza que no tenían. Se hicieron Luz, y salieron por los caminos a alumbrar, a construir la Iglesia que el Señor les había dejado como legado. Nosotros recibimos esa iglesia como herencia; laicos o consagrados, somos nosotros los miembros de esa iglesia. Somos manos, brazos, piernas, cuerpo Místico de Jesús, la Luz que emana de Cristo, emana de Su Iglesia, ¡por eso nosotros somos Luz!

Cuando damos Luz, irradiamos paz y unión, serenidad y seguridad, fortaleza y verdadera sabiduría. Cuando damos Luz, rompemos las barreras que nos separan del amor, y dejamos que Jesús se derrame en torrentes incontenibles sobre quienes nos rodean. Así, cediendo a la fuerza de ese manantial de amor irrefrenable, abramos nuestros corazones a Jesús, en María, y con María, de tal modo que el Señor nos haga faros de Su Luz, centella que ilumina el horizonte.

¡Y la Luz vino al mundo!

 

ORACIÓN A SANTA CLARA DE ASÍS

Oración a Santa Clara de Asís

Oh amable Santa Clara, tú que siguiendo las huellas de la virgen María, fuiste madre del cuerpo místico de Cristo; danos tu amor por la iglesia y por todos hermanos.

Tú, que con tus últimas palabras has bendecido al Señor por haberte creado; haz que comprendamos el gran don que es la vida. Intercede para que en nuestras familias haya concordia, serenidad en el trabajo, alegría en el estar juntos; haz que un día podamos reunirnos para alabar y cantar eternamente contigo la misericordia del Señor.
Amen.
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