¿Cómo controlar tus emociones?
6 Tips que pueden ayudarte a pasar del enojo a la calma
Por: Nory Camargo | Fuente: catholic-link
Las sensaciones que experimentamos en nuestro cuerpo cuando estamos molestos o enfadados van desde el aceleramiento de las pulsaciones, las ganas de llorar, el temblor en las manos, el dolor de cabeza, hasta el impulso de querer golpear o arrojar cosas con fuerza.
Probablemente a nadie le gusta sentirse de este modo, pero el sentimiento de rabia llega a nuestras vidas desde que tenemos pocos días de antes de nacer, nos irritamos con facilidad y naturalmente tenemos que expresarlo de algún modo.
«Just Breathe», el video que verás a continuación muestra a varios niños que explican cómo se sienten cuando están enfadados. Asombrosamente muchos de ellos hablan con la elocuencia de un adulto, dándonos algunos tips para controlar las emociones y trasladar toda esa rabia hacia un lugar más tranquilo y calmado, en donde casi como un tornado, nuestras emociones y pensamientos van bajando la velocidad poco a poco.
Con seguridad todos hemos escuchado a algún amigo o familiar que dice “así soy yo y no voy a cambiar” o tal vez seas tú el autor de esta frase. Pero te tengo una buena noticia: tenemos la capacidad de cambiar, no por completo, pero sí podemos tomar la decisión de cambiar aspectos de nuestro carácter con los que no nos sintamos a gusto. Esto quiere decir que aunque cada uno de nosotros tiene una personalidad única, también tiene un carácter modificable.
La personalidad es el conjunto de sentimientos, actitudes y pensamientos que nos caracterizan desde que nacemos, es un patrón que hace nuestro comportamiento predecible y nos define a la hora de relacionarnos con otros, mientras que el carácter se refiere a la forma en que podemos reaccionar frente a determinada situación, por esta razón decimos que es casi “moldeable”. Ejemplo: cuando te sientes enfadado con otra persona, sueles gritar y decir lo primero que se te pasa por la cabeza. Si quisieras cambiar este aspecto de tu carácter, podrías optar por tratar de guardar silencio mientras la otra persona habla, pedirle un momento para discutir después con más calma y retirarte a un lugar tranquilo para pensar mejor.
Cosa que suena muy fácil pero requiere de mucha, mucha voluntad. Estar enojado es un sentimiento del que nadie puede escapar y aunque es cierto que hay personalidades más fuertes que otras, chicos y grandes, estamos expuestos todo el tiempo a un sinnúmero de situaciones que ponen a prueba nuestro carácter.
Es importante que pensemos en la forma en que nos estamos relacionando con los demás, cómo les hablamos, qué tono usamos, qué palabras solemos emplear, qué dice nuestro lenguaje corporal cuando otros nos piden discutir algún tema o qué actitud adoptamos cuando vemos que otros están enojados o frustrados. En la actualidad muchas discusiones se llevan a cabo a través del celular y esto cambia por completo el panorama, porque cuando leemos lo que la otra persona nos escribe le ponemos tono y no cualquiera, sino el que nosotros queremos o suponemos que la otra persona usa. De allí los malentendidos cuando ante un texto de la extensión de una novela alguien nos responde con un ok.
Estos son algunos tips que pueden ayudar a controlar tus emociones:
Si eres una persona que explota con facilidad: contén las ganas de hablar, no dejes que las palabras hirientes que viajan a toda velocidad por tu cabeza salgan de tu boca. Pídele a esa persona con la que discutes que te regale un momento para hablar con más calma en otro lugar u hora del día.
Respira hondo y vete a un lugar en el que solo quepan tus pensamientos y tú: respirar hondo puede sonar a cliché cuando estás enfadado, pero realmente puede funcionar cuando te aíslas de la situación y tienes la oportunidad de repasar las ideas que tienes en mente sin la distracción de otras personas.
Llora: algunas personas usan el llanto como canalizador de la ira y puede ser muy efectivo. Vete a un lugar donde nadie te vea, a tu habitación, un baño o un espacio abierto y deja que la rabia salga a través del llanto. En la mayoría de los casos la tristeza suele colarse en temas de conflicto y puedes llegar a sentirte mucho más tranquilo y confiado para hablar con la otra persona cuando hayas dejado de llorar.
Si estás en tu lugar de trabajo: si la discusión se origina dentro de una reunión o junta, puedes pedir unos minutos para salir, tomar algo de agua, respirar hondo, cerrar los ojos y volver con una mejor disposición al diálogo. Estos pequeños detalles pueden marcar la diferencia.
Haz una lista: si has decidido hablar con esa persona otro día o dentro de unas horas, esta idea puede funcionarte. En una hoja o en las notas de tu celular, realiza una lista que enumere uno a uno los temas que quieres discutir, aquellos con los que estás de acuerdo o que te gustaría modificar, en la mayoría de los casos la rabia no nos permite pensar con claridad y olvidamos mencionar cosas importantes. De allí viene el remordimiento que sentimos luego de una discusión que se lleva a cabo en caliente y pensamos “Le hubiera dicho esto y lo otro”, “no tenía razón en x cosa”, “le habría podido recordar de aquella vez”.
Evita que las discusiones lleguen a su punto máximo: sé inteligente, gánale a tu rabia y si sabes que ya se han ido acumulando sentimientos de molestia e inconformidad con cierta persona, toma la delantera y pídele un momento para hablar. Escoge un lugar en donde no puedan ser interrumpidos y ambos se sientan cómodos y discute la situación con la mejor actitud y disposición de escucha. No esperes a que las cosas se salgan de control para pedirle a esa persona que te regale unos minutos para hablar en privado.
Hace unos meses el Papa Francisco se refirió a la paciencia diciendo: «La paciencia no es resignación, es dialogar con los propios límites». ¡Y que razón tiene el Papa con estas palabras! a veces relacionamos este don con la debilidad, cuando en realidad es de valientes. Recordemos entonces que somos dueños de nuestras emociones, y así mismo, dueños de tomar la decisión de corregir y cultivar las virtudes necesarias que nos permitan no ser perfectos, pero sí mejores seres humanos