domingo, 6 de enero de 2013


DE BUENA GANA...


De buena gana...
Autor: Gonzalo Gallo González


"No hay cosa tan fácil que no parezca dificilísima cuando se hace de mala gana". Horacio. Pon el corazón en lo que haces y hasta el fardo más pesado se hará ligero y soportable. El amor y la fe permiten a muchos sobrellevar con calma terribles penas o dolencias.

Se cuenta que un periodista visitaba un hospital y se asombró al ver como una religiosa limpiaba con cariño las llagas purulentas de un enfermo. Con la nariz cubierta para soportar el hedor le dijo: "Hermana, yo no haría eso ni por diez mil dólares." La hermana sonrió y respondió con sencillez: "Yo tampoco. Lo hago por amor a Dios y al hermano."

Los seres orantes crecen en capacidad de aceptación y conservan la calma cuando otros reniegan. El amor a Dios y a los demás te impide hundirte en el tremedal del descontento cuando el dolor pesa.

SABER ORAR....


SABER ORAR...

Cuentan que un humilde zapatero tenía la costumbre de hacer siempre sus oraciones en la mañana, al mediodía y en la tarde. Se servía de un libro de plegarias porque no se sentía capaz de dirigirse al Creador con sus pobres palabras. Un día, se sintió muy mal porque, estando de viaje, olvidó su libro. Nuestro buen zapatero le dijo entonces a Dios: "Perdóname, Dios mío, porque necesito orar y no sé cómo. Ahora bien, ya que Tú eres un Padre de amor voy a recitar varias veces el alfabeto desde la A hasta la Z, y Tú que eres sabio y bueno podrás juntar las letras y sabrás qué es lo que yo te quiero decir". Cuenta la historia que ese día Dios reunió a sus ángeles en el cielo y les dijo conmovido que esa era la más sincera y la más bella de las oraciones que le habían hecho en mucho tiempo.

Una oración con las cualidades de la plegaria que hace milagros, cierra heridas, ilumina, fortalece y acerca los corazones, es decir, una plegaria humilde, confiada, sincera y amorosa. ¡Cuánta necesidad tenemos de estas oraciones! Todos debemos aprender a orar con el corazón, a alabar, a bendecir, a perdonar, a agradecer. Y, claro, a tener bien presente que la oración se ve en la acción, en los buenos frutos y en un compromiso por la justicia y por la paz. En efecto, actuar sin orar es desgastarse y orar sin actuar es engañarse.

Por eso comparto con ustedes este comentario al Padre Nuestro, esperando deje valiosas inquietudes en su espíritu:

    Di Padre. Si cada día te portas como hijo y tratas a los demás como hermanos.
    -- Di Nuestro. Si no te aíslas con tu egoísmo.
    -- Di que estás en los cielos. Cuando seas espiritual y no pienses sólo en lo material.
    -- Di santificado sea tu nombre. Si amas a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas.
    -- Di venga a nosotros tu reino. Si de verdad Dios es tu rey y trabajas para que Él reine en todas partes.
    -- Di hágase tu voluntad. Si la aceptas y no quieres que sólo se haga la tuya.
    -- Di danos hoy nuestro pan. Si sabes compartir con los pobres y con los que sufren.
    -- Di perdona nuestras ofensas. Si quieres cambiar y perdonar de corazón.
    -- Di no nos dejes caer en tentación. Si de verdad estás decidido a alejarte del mal.
    -- Di líbranos del mal. Si tu compromiso es por el bien.
    -- Y di amén. Si tomas en serio las palabras de esta oración.
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