miércoles, 2 de febrero de 2022

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 02 DE FEBRERO DE 2022 - FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR



2 de Febrero: La Presentación del Señor

02 de febrero de 2022



1ª Lectura (Mal 3,1-4): Así dice el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar —dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos».




Salmo responsorial: 23

R/. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.


2ª Lectura (Heb 2,14-18): Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

Versículo antes del Evangelio (Lc 2,32): Aleluya. Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 2,22-40): Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.





«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación»

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés

(Tarragona, España)



Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la llegada del Mesías. Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.

A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde quiere (cf. Jn 3,8).

Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio. José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.

Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).

Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo tuyo y niño. 

HOY CELEBRAMOS LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, 2 DE FEBRERO DE 2022



Hoy celebramos la fiesta de la purificación de la Virgen María

Redacción ACI Prensa



Hoy, 2 de febrero, se conmemora la fiesta de la Purificación de nuestra madre, la Santísima Virgen María. Esta conmemoración se realiza al lado de un segundo gran misterio que también se celebra hoy: la presentación de Nuestro Redentor en el templo de Jerusalén.

La ley judía ordenaba dos cosas en torno al nacimiento. En primer lugar, todas las madres que habían dado a luz debían purificarse presentándose al templo y, en segundo, todo primogénito debía ser ofrecido a Dios (aunque después se pagara un “rescate” para librar al recién nacido de las responsabilidades del templo). María, que respetaba profundamente la ley, cumplió estrictamente con estas ordenanzas.

La Virgen María permaneció 40 días sin dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con Jesús en brazos, entregó las ofrendas en acción de gracias y, para su expiación, presentó al Hijo ante el sacerdote, quien lo ofreció al Padre Celestial. La costumbre obligaba a los padres a pagar cinco shekels a cambio de que el sacerdote devolviese al bebé a los brazos de su madre. Eso sí, siempre era posible que el Padre volviera a reclamarlo.

Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y desprendimiento de sí mismo, no solo al someterse a las leyes de su pueblo, siendo ofrecido por el sacerdote a Dios, sino al hacerse oblación agradable al Padre al final de su vida terrena. 

HOY CELEBRAMOS A LA VIRGEN DE LA CANDELARIA, MADRE DE LOS PUEBLOS LATINOAMERICANOS, 2 DE FEBRERO



 Hoy celebramos a la Virgen de la Candelaria, madre de los pueblos latinoamericanos

Redacción ACI Prensa



Hoy celebramos a la Virgen de la Candelaria, madre de los pueblos latinoamericanos

Hoy, 2 de febrero, celebramos “la Fiesta de la Virgen de la Candelaria”, coincidiendo con la celebración de “la Presentación del Señor” y “la Purificación ritual de la Virgen María”. Esta fiesta tiene una larga historia durante la cual fue tomando la forma y el carácter que hoy posee.

A mediados del siglo V ya se celebraba la “Fiesta de las luces” en la que los fieles devotos de la Virgen salían en procesión con velas encendidas en las manos. Hay quienes señalan que dicha costumbre comenzó en Oriente con el nombre de “Encuentro” y luego se extendió a Occidente durante el siglo VI, llegando incluso a celebrarse en la ciudad de Roma, con marcado carácter penitencial.

Aunque el origen de esta festividad no está del todo determinado, se sabe que para el siglo X las procesiones con velas realizadas en honor a la Virgen eran muy populares y en algunos lugares se celebraban con mucha solemnidad.


La advocación

La advocación mariana de la Virgen de la Candelaria o Nuestra Señora de la Candelaria tuvo su origen en Tenerife (España). Según la tradición, la Virgen se apareció en 1392 a dos aborígenes de las islas canarias -los denominados “guanches”- mientras pastoreaban su rebaño. Ellos, al llegar a la boca de un barranco, vieron que el ganado no avanzaba.

Entonces uno de los dos avanzó para ver lo que pasaba y vio que sobre una parte alta del terreno había una imagen de madera, más o menos de 60 cm de altura. Acercándose vio que se trataba de la imagen de una mujer que portaba una vela en la mano izquierda y cargaba a un niño con el brazo derecho. El pequeño, por su parte, llevaba en sus manos un pajarito de oro. Se trataba sin dudas de una imagen de la Virgen María con el niño Jesús en brazos.

La Virgen de la Candelaria es la patrona de Canarias, y se le venera en la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria en Tenerife.


Argentina

Hay que mencionar que si bien es cierto la devoción a la Virgen de la Candelaria empezó en Canarias (España), esta se extendió y llegó a América. Por ejemplo, su fiesta se celebra en diversos lugares, como es el caso de la localidad de Candelaria, Misiones (Argentina), bajo la inspiración de las antiguas reducciones jesuíticas. Hoy se organizan procesiones y serenatas en honor a la Madre de Dios.

Asimismo, en la ciudad de Humahuaca, Jujuy, se realiza la tradicional danza de los toritos y fuegos artificiales. Mientras que en la provincia de Tucumán, en la localidad de Villa de Leales, esta festividad congrega multitudes. En “Guaraní”, provincia de Buenos Aires, la Virgen de la Candelaria es la patrona de la ciudad.


Bolivia

En Copacabana, La Paz (Bolivia) de 1583, la imagen que se venera de la Virgen de la Candelaria fue hecha por el famoso artista Francisco “Tito Yupanqui” y se conserva en la Iglesia de Copacabana, el segundo templo más antiguo de Hispanoamérica. En ese país la Virgen de la Candelaria es patrona de Aiquile (Cochabamba), Rurrenabaque (Beni), Samaipata (Santa Cruz), Azurduy (Chuquisaca) y de la comunidad de La Angostura en Tarija.


Chile

En la Iglesia de San Antonio en la isla Mancera en Valdivia (Chile), se le rinde culto a la Virgen de la Candelaria desde 1645, según consta en los registros de la época. Hoy son los sectores mineros del norte del país quienes alientan y promueven la devoción.

En la ciudad chilena de Copiapó existe un santuario dedicado a la Candelaria, y en Mincha, comuna de Canela, la Iglesia de la Candelaria es monumento histórico nacional desde 1980.


Colombia

La ciudad de Medellín en Colombia fue erigida en sus orígenes como “Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín” y por ello la Virgen aparece en el escudo de la ciudad.

De igual manera, la primera Catedral de la actual Arquidiócesis de Medellín fue la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria. Otras ciudades colombianas también la tienen como patrona.


Perú

En Puno, al sur de Perú, la Fiesta de la Candelaria es una de las más importantes de la región. Allí la imagen de la Virgen de la Candelaria es sacada en procesión por las calles de la ciudad, acompañada de danzas y música tradicional.

En noviembre del 2014, la UNESCO declaró la Festividad de la Virgen de la Candelaria de Puno como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Muchos otros países también festejan a la Virgen de la Candelaria, como es el caso de Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA POR LA JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA 2022



Homilía del Papa Francisco en la Misa por la Jornada de la Vida Consagrada 2022

Redacción ACI Prensa

 


El Papa Francisco presidió este 2 de febrero una Misa en la Basílica de San Pedro por la Fiesta de la Presentación del Señor y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

“Preguntémonos entonces, ¿de quién nos dejamos principalmente inspirar? ¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta con la que todos nos debemos confrontar, sobre todo nosotros, los consagrados. Mientras el Espíritu lleva a reconocer a Dios en la pequeñez y en la fragilidad de un niño, nosotros a veces corremos el riesgo de concebir nuestra consagración en términos de resultados, de metas y de éxito”, advirtió el Santo Padre.


A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Dos ancianos, Simeón y Ana, esperan en el templo el cumplimiento de la promesa que Dios ha hecho a su pueblo: la llegada del Mesías. Pero no es una espera pasiva sino llena de movimiento. En este contexto, sigamos pues los pasos de Simeón: él, en un primer momento, es conducido por el Espíritu, luego, ve en el Niño la salvación y, finalmente, lo toma en sus brazos (cf. Lc 2,26-28). Detengámonos sobre estas tres acciones y dejémonos interpelar por algunas cuestiones importantes para nosotros, en particular para la vida consagrada.

La primera, ¿qué es lo que nos mueve? ¿Qué es lo que nos mueve? Simeón va al templo «conducido por el mismo Espíritu» (v. 27). El Espíritu Santo es el actor principal de la escena. Es Él quien inflama el corazón de Simeón con el deseo de Dios, es Él quien aviva en su ánimo la espera, es Él quien lleva sus pasos hacia el templo y permite que sus ojos sean capaces de reconocer al Mesías, aunque aparezca como un niño pequeño y pobre. 

Así actúa el Espíritu Santo: nos hace capaces de percibir la presencia de Dios y su obra no en las cosas grandes, tampoco en las apariencias llamativas ni en las demostraciones de fuerza, sino en la pequeñez y en la fragilidad. Pensemos en la Cruz, también allí en la pequeñez y en la fragilidad, pero allí está, la fuerza de Dios. 

La expresión “conducido por el Espíritu” nos recuerda lo que en la espiritualidad se denominan “mociones espirituales”, que son esas inspiraciones del alma que sentimos dentro de nosotros y que estamos llamados a escuchar, para discernir si provienen o no del Espíritu Santo. Estén atentos a las mociones espirituales.

Preguntémonos entonces, ¿de quién nos dejamos principalmente inspirar? ¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta con la que todos nos debemos confrontar, sobre todo nosotros, los consagrados. Mientras el Espíritu lleva a reconocer a Dios en la pequeñez y en la fragilidad de un niño, nosotros a veces corremos el riesgo de concebir nuestra consagración en términos de resultados, de metas y de éxito. Nos movemos en busca de espacios, de notoriedad, de números. Es una tentación. 

El Espíritu, en cambio, no nos pide esto. Desea que cultivemos la fidelidad cotidiana, que seamos dóciles a las pequeñas cosas que nos han sido confiadas. Qué hermosa es la fidelidad de Simeón y de Ana. Cada día van al templo, cada día esperan y rezan, aunque el tiempo pase y parece que no sucede nada. Esperan toda la vida, sin desanimarse ni quejarse, permaneciendo fieles cada día y alimentando la llama de la esperanza que el Espíritu encendió en sus corazones.

Preguntémonos, hermanos y hermanas, ¿qué es lo que anima nuestros días? ¿Qué amor nos impulsa a seguir adelante? ¿El Espíritu Santo o la pasión del momento? ¿Cómo nos movemos en la Iglesia y en la sociedad? A veces, aun detrás de la apariencia de buenas obras, puede esconderse el virus del narcisismo o la obsesión de protagonismo. En otros casos, incluso cuando realizamos tantas actividades, nuestras comunidades religiosas parece que se mueven más por una repetición mecánica -hacer las cosas por costumbre, solo por hacerlas- que por el entusiasmo de entrar en comunión con el Espíritu Santo. Examinemos hoy nuestras motivaciones interiores, discernamos las mociones espirituales, porque la renovación de la vida consagrada pasa sobre todo por aquí, pasa sobre todo por aquí.

Una segunda pregunta es, ¿qué ven nuestros ojos? Simeón, movido por el Espíritu, ve y reconoce a Cristo. Y reza diciendo: «mis ojos han visto tu salvación» (v. 30). Este es el gran milagro de la fe: que abre los ojos, transforma la mirada y cambia la perspectiva. Como comprobamos por los muchos encuentros de Jesús en los evangelios, la fe nace de la mirada compasiva con la que Dios nos mira, rompiendo la dureza de nuestro corazón, curando sus heridas y dándonos una mirada nueva para vernos a nosotros mismos y al mundo. Una mirada nueva hacia nosotros mismos, hacia los demás, hacia todas las situaciones que vivimos, incluso las más dolorosas. No se trata de una mirada ingenua, no, es sapienzal, la mirada ingenua huye de la realidad o finge no ver los problemas, sino de una mirada que sabe “ver dentro” y “ver más allá”; que no se detiene en las apariencias, sino que sabe entrar también en las fisuras de la fragilidad y de los fracasos para descubrir en ellas la presencia de Dios.

La mirada cansada de Simeón, aunque debilitada por los años, ve al Señor, ve la salvación. ¿Y nosotros?, cada uno puede preguntarse: ¿qué ven nuestros ojos? ¿Qué visión tenemos de la vida consagrada? El mundo la ve muchas veces como un “despilfarro”. ‘Mira ese joven ser fraile, esa joven una monja es un despilfarro, al menos fuera feo, fea, un despilfarro’... Como una realidad del pasado, inútil; pero nosotros, comunidad cristiana, religiosas y religiosos, ¿qué vemos? ¿Tenemos puesta la mirada en el pasado, nostálgicos de lo que ya no existe o somos capaces de una mirada de fe clarividente, proyectada hacia el interior y más allá? A mí me hace mucho bien ver consagrados y consagradas mayores, que con mirada radiante continúan a sonreír, dando esperanza a los jóvenes. Pensemos en las veces en las que nos hemos encontrado con estas miradas y bendigamos a Dios por ello. Son miradas de esperanza, abiertas al futuro. Quizá nos hará ver visitar a hermanos, hermanas, ancianos para entender qué piensan, será una buena medicina. Pienso cuando hemos encontrado miradas de esperanza, abiertas al futuro.

Queridos hermanos y hermanas, el Señor no deja de darnos signos para invitarnos a cultivar una visión renovada de la vida consagrada. Es necesaria. Pero bajo la luz del Espíritu Santo. No podemos fingir no verlos y continuar como si nada, repitiendo las cosas de siempre, arrastrándonos por inercia en las formas del pasado, paralizados por el miedo a cambiar. Lo he dicho muchas veces, la tentación de ir hacia atrás, para conservar el carisma del fundador, la fundadora. La tentación de la rigidez. La rigidez es una perversión. Detrás de cada rigidez hay un problema. Simeón y Ana no eran rígidos. Y ella daba el anuncio con alegría. Mirada de esperanza.

Abramos los ojos: el Espíritu Santo nos invita a renovar nuestra vida y nuestras comunidades a través de las crisis, si de verdad, a través de los números que escasean. No padre, no hay vocaciones, iremos a una isla de Indonesia para ver si encontramos alguna. Mirar las fuerzas que disminuyen. Fijémonos en Simeón y Ana que, aun teniendo una edad avanzada, no transcurrieron los días añorando un pasado que ya no volvería, sino que abrieron sus brazos al futuro que les salía al encuentro. 

Hermanos, hermanas no desaprovechemos el presente mirando al pasado, sino que pongámonos ante el Señor, en adoración, y pidámosle una mirada que sepa ver el bien y discernir los caminos de Dios. El Señor nos lo dará si lo pedimos con alegría, con fortaleza, sin miedo.

Por último, una tercera pregunta, ¿qué estrechamos en nuestros brazos? Simeón tomó a Jesús en sus brazos (cf. v. 28). Esta es una escena tierna y densa de significado, única en los evangelios. Dios ha puesto a su Hijo en nuestros brazos porque acoger a Jesús es lo esencial, acoger a Jesús es el centro de la fe. A veces corremos el riesgo de perdernos y dispersarnos en mil cosas, de fijarnos en aspectos secundarios o de concéntranos en nuestros asuntos, olvidando que el centro de todo es Cristo, a quien debemos acoger como Señor de nuestra vida.

Cuando Simeón toma en brazos a Jesús, sus labios pronuncian palabras de bendición, de alabanza y de asombro. Pero nosotros después de muchos años de vida consagrada ¿tenemos capacidad de asombro? 

Si a los consagrados nos faltan palabras que bendigan a Dios y a los otros, si nos falta la alegría, si desaparece el entusiasmo, si la vida fraterna es solo un peso, si falta el asombro, no es porque seamos víctimas de alguien o de algo, el verdadero motivo es porque ya no tenemos a Jesús en nuestros brazos. Y cuando los brazos de un consagrado, de una consagrada, no abrazan a Jesús, abrazan el vacío, que intentan llenar con otras cosas. Abracen a Jesús, esta es la receta de la renovación.

Entonces el corazón se encierra en la amargura. Es triste ver un consagrado, una consagrada, amargado. Que siempre se quejan de algo, del superior, de la cocina, si no tienen una queja, no viven. 

Hay gente que está amargada por las quejas por las cosas que no van bien, en un rigor que nos hace inflexibles, en aires de aparente superioridad. En cambio, si acogemos a Cristo con los brazos abiertos, acogeremos también a los demás con confianza y humildad. De este modo, los conflictos no exasperan, las distancias no dividen y desaparece la tentación de intimidar y de herir la dignidad de cualquier hermana o hermano se apaga. Abramos, pues, los brazos a Cristo y a los hermanos. Allí está Jesús.

Queridas, queridos, renovemos hoy con entusiasmo nuestra consagración. Preguntémonos qué motivaciones impulsan nuestro corazón y nuestra acción, cuál es la visión renovada que estamos llamados a cultivar y, sobre todo, tomemos en brazos a Jesús. Aun cuando experimentemos dificultades y cansancios, -esto sucede, incluso desiluciones, sucede- hagamos como Simeón y Ana, que esperan con paciencia la fidelidad del Señor y no se dejan robar la alegría del encuentro con Él, vayamos hacia la alegría del encuentro. Pongámoslo de nuevo a Él en el centro y sigamos adelante con alegría. Así sea.

IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR














 

HOY LA IGLESIA CELEBRA LA JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA, MIÉRCOLES 02 DE FEBRERO DE 2022



Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

Redacción ACI Prensa

Foto: Congregación Religiosa Oblatos de San José - Provincia del Perú



Hoy 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia también celebra la XXVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada instituida por el Papa San Juan Pablo II en 1997.

“La vida consagrada, caminando juntos” es el lema que alienta la jornada de este año, cuya Misa será presidida por el Papa Francisco a las 5:30 p.m. (hora Roma) en la Basílica de San Pedro, y contará con la asistencia de miembros de los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica.

El Cardenal João Braz de Aviz y Mons. José Rodríguez Carballo, prefecto y secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, respectivamente, afirmaron en una carta que la jornada será “una ocasión de encuentro marcada por la fidelidad de Dios, que se manifiesta en la perseverancia gozosa de numerosos hombres y mujeres” consagrados y consagradas.

Asimismo, recordaron las palabras del Papa Francisco, quien dijo el 11 de diciembre de 2021 que “la vida consagrada nace en la Iglesia, crece y puede dar frutos evangélicos solo en la Iglesia, en la comunión viviente del Pueblo fiel de Dios”.

En la jornada de 2021, el Papa Francisco se refirió a la sequedad espiritual que afecta a muchos consagrados ante las expectativas defraudadas y frustraciones durante su misión.

Advirtió que “la tristeza interior en nosotros consagrados es un gusano que nos come desde dentro. Huid de la tristeza interior”; y animó a los consagrados a “ser pacientes con nosotros mismos y esperar con confianza los tiempos y los modos de Dios: Él es fiel a sus promesas”.

En la Jornada de 2020, el Papa Francisco dijo que los consagrados son “el gran tesoro en la Iglesia”, porque “siguen de cerca al Señor al profesar los consejos evangélicos” que son la pobreza, la castidad y la obediencia.

Además, el Pontífice recordó que la vida consagrada es un “don de amor” inmerecido del Señor que hay que acoger “con los brazos abiertos”; e invitó a los consagrados a “saber ver la gracia” recibida en la vocación en la historia personal, “no sólo en los grandes momentos de la vida, sino también en las fragilidades, en las debilidades, en las miserias”.

Cabe recordar que el 26 de enero de 2019, durante su visita a Panamá por la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco presidió una Misa con los sacerdotes, religiosos y consagrados.

En esa ocasión, el Santo Padre recordó algunas de las causas que provocan cansancio en los consagrados: “Desde largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar y estar en familia, hasta ‘tóxicas’ condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón”. “Todas reclaman, como grito silencioso, un pozo desde donde volver a empezar”, dijo.

Frente a ello, el Pontífice alentó a los consagrados a recuperar “la pasión de enamorados” de su vocación y “volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, nos pidió seguirlo”.

“Al decirlo recuperamos la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los nuestros, el momento en que nos hizo sentir que nos amaba y no solo de manera personal sino también como comunidad”, agregó.


Vida consagrada en el mundo

Algunos datos importantes sobre las personas que decidieron consagrar su vida al servicio de Dios.

La vida consagrada está conformada por todos los bautizados que se consagran a Dios a través del rito de profesión o el de consagración de vírgenes. Estos fieles se comprometen a vivir la pobreza, castidad y obediencia, a través de emisión de votos o promesas.

Los fieles que responden a la vocación de la vida consagrada integran los institutos de vida contemplativa (varones y mujeres en comunidades claustrales), institutos de vida apostólica (congregaciones religiosas masculinas y femeninas, sociedades de vida apostólica), institutos seculares, orden de las vírgenes consagradas y nuevas formas de vida consagrada.

Según un informe estadístico de la Iglesia Católica publicado en octubre de 2021 por la agencia vaticana Fides, en el mundo hay 5.364 obispos, 414.336 sacerdotes, 48.238 diáconos permanentes, 50.295 religiosos no sacerdotes y 630.099 religiosas.

La Iglesia cuenta con 582 miembros de institutos seculares masculinos y 20.913 miembros de institutos seculares femeninos. El número de seminaristas mayores, diocesanos y religiosos es de 114.058 y 96.990 son los seminaristas menores, diocesanos y religiosos.

El Año de la Vida Consagrada comenzó el 30 de noviembre del 2014 y concluyó el 2 de febrero de 2016 en Roma en presencia de unos seis mil religiosos y religiosas. 

HOY ES LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, CUANDO LA VIRGEN ESCUCHÓ UNA DOLOROSA PROFECÍA



Hoy es la fiesta de la Presentación del Señor, cuando la Virgen escuchó una dolorosa profecía

Redacción ACI Prensa


Cada 2 de febrero la Iglesia Universal celebra la Fiesta de la Presentación del Señor Jesús en el Templo, en la que se recuerda el encuentro de la Sagrada Familia con Simeón y Ana; encuentro que simboliza el abrazo del Señor con su pueblo.

En este día también se recuerda la purificación ritual de la Santísima Virgen María después de haber dado a luz al Salvador.


La ley de Moisés

Según la antigua costumbre del pueblo de Israel, al nacer un primogénito este debía ser llevado al Templo para su presentación cuarenta días después de haber nacido. Así hicieron María y José con el niño Jesús, cumpliendo con lo ordenado por la Ley de Moisés. Por eso, la Iglesia cuenta 40 días después del día de Navidad (25 de diciembre) para celebrar la Presentación del Señor (2 de febrero). "Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor" (Lc 2, 22).


Las profecías de Simeón y Ana

Al llegar al Templo, los padres de Jesús con el niño en brazos se encuentran con Simeón, el anciano al que el Espíritu Santo prometió que no moriría sin antes ver al Salvador del mundo. Fue el mismo Espíritu quien puso en boca de este profeta que ese pequeño niño sería el Redentor y Salvador de la humanidad: “Este niño está destinado a provocar la caída de muchos en Israel, y también el ascenso de muchos otros. Fue enviado como una señal de Dios, pero muchos se le opondrán. Como resultado, saldrán a la luz los pensamientos más profundos de muchos corazones, y una espada atravesará tu propia alma” (Ver Cántico de Simeón: Lc 2,22-40).

“También aquel día se encontraba en el Templo la hija de Fanuel, de la Tribu de Aser, llamada Ana. Ella era una mujer de edad muy avanzada; había enviudado solo siete años después de haberse casado y permaneció así hasta los 84 años. Ana andaba día y noche en el Templo, adorando a Dios, ofreciendo ayunos y oraciones. Ella, al ver al niño, lo reconoció y empezó a proclamar a todos los que esperaban la redención de Jerusalén que la Salvación había llegado” (Lc 2, 36-40)





 La presentación del Señor


Aunque esta fiesta del 2 de febrero cae fuera del tiempo de navidad, es una parte integrante del relato de navidad. Es una chispa de fuego de navidad, es una epifanía del día cuadragésimo. Navidad, epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico.

Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Eteria, que cuenta esto en su famoso diario, añade el interesante comentario de que se "celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma"'. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad.

Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él 1.

Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Esta es una indicación más verdadera de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.

La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel".

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...