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domingo, 5 de julio de 2015
EL HURACÁN FRANCISCO LLEGÓ A SUDAMÉRICA Y EL VIENTO SE HIZO PRESENTE
El “huracán” Francisco llegó a Sudamérica y el viento se hizo presente
Por Eduardo Berdejo
QUITO, 05 Jul. 15 / 05:13 pm (ACI).- Con una sonrisa respondió el Papa Francisco este domingo a la nueva “broma” que le jugó el fuerte viento en el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre cuando le arrancó el solideo apenas asomó a la puerta del avión que lo trajo de Roma a Quito.
Sin embargo, no es la primera vez que el Santo Padre “pierde” esta parte de su atuendo. En diversas ocasiones el viento que corre por la Plaza de San Pedro le ha arrancado el solideo durante la audiencia general de los miércoles.
Asimismo, en su viaje apostólico a Filipinas, Francisco también se quedó sin solideo apenas arribó a Manila, reaccionando también con una sonrisa.
En estos momentos, el Santo Padre recorre en papamóvil las calles de capital ecuatoriana en medio del aplauso de los fieles, llegados de diferentes partes del continente.
EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 5 DE JULIO DEL 2015
¿No es éste el carpintero, el hijo de María?
El escandalo a causa de Jesús
Marcos 6, 1-6. Domingo XIV Tiempo Ordinario B. Creían que lo conocían, pero no tenían ni idea de quién era realmente. Les faltaba fe para aceptarlo como era en verdad.
Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
Oración introductoria
Señor, gracias por este domingo, día en que celebramos tu resurrección. Creo que tu siempre caminas conmigo y que hoy también quieres asombrarme con tu mensaje de salvación. Dame la fe de María, una fe que me haga entregarme, no a unas ideas o a una doctrina, sino a tu persona amada. Una fe que me lleve a ver mucho más allá de las dificultades y que me haga perseverar en toda circunstancia.
Petición
Señor, sabes que creo en ti, que espero en ti y que te amo, pero te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad.
Meditación del Papa Francisco
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
Oración introductoria
Señor, gracias por este domingo, día en que celebramos tu resurrección. Creo que tu siempre caminas conmigo y que hoy también quieres asombrarme con tu mensaje de salvación. Dame la fe de María, una fe que me haga entregarme, no a unas ideas o a una doctrina, sino a tu persona amada. Una fe que me lleve a ver mucho más allá de las dificultades y que me haga perseverar en toda circunstancia.
Petición
Señor, sabes que creo en ti, que espero en ti y que te amo, pero te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad.
Meditación del Papa Francisco
Ese es signo de que un cristiano va adelante. Cuando el Señor le hace pasar la prueba del rechazo. Porque es el signo de los Profetas, los falsos profetas nunca fueron rechazados, porque les decían a los reyes o a la gente lo que querían escuchar. Así que todo “ah qué lindo”, ¿no? Y nada más. No. El rechazo, ¿no?
Ahí está el aguante. Aguantar en la vida hasta ser dejado de lado, rechazado, sin vengarse con la lengua, la calumnia, la difamación. Y después una cosa que es inevitable, no ver, un poco para… o sea vos me preguntabas cuál era mi secreto, no sé, pero a mí me ayuda no mirar las cosas desde el centro, ¿no?
Hay un solo centro. Es Jesucristo. Sino mirar las cosas desde las periferias, ¿no? Porque se ven más, más claras, ¿no?
Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús, ¿no? Entonces la verdad se capta mejor desde la periferia que desde el centro, ¿no? Eso a mí me ayuda. (S.S. Francisco, al Movimiento de Schoenstatt, 24 de octubre de 2014).
Reflexión
En una ocasión vinieron a Jesús unos discípulos de Juan el Bautista a preguntarle si El era el Mesías o tenían que esperar a otro. Es difícil decir si a Juan, estando ya encarcelado por Herodes Antipas, le haya entrado alguna duda acerca del Señor; o si, más bien, viendo que se hallaba ya a las puertas de la muerte, haya querido acercar a sus discípulos a la persona de Jesús y confirmar su fe en El como Mesías. Sea como sea, la respuesta de nuestro Señor fue maravillosa: apela a las obras que ellos mismos están viendo: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados". Estos eran, precisamente, los signos que había anunciado el profeta Isaías como característicos del futuro Mesías (Is 61, 1-3) y que Lucas recoge también al inicio de su evangelio como inauguración del ministerio público de Jesús (Lc 4, 16-30). Pero, no contento con este argumento, añade el Señor como colofón: "Y bienaventurado el que no se escandaliza de mí" (Mt 11, 4-6).
¿Es que alguien podía escandalizarse de Jesús? “Escándalo" es una palabra de origen griego, que significa "ser piedra de tropiezo o de caída para alguno". ¿Y cómo el Señor podía servir de tropiezo para alguien, si había venido a este mundo a salvarnos? ¿Cómo nos podía hacer caer si vino a levantarnos del pecado en el que yacíamos? Y, sin embargo, durante su vida pública, muchos judíos sí se escandalizaron de El.
Ante todo, los escribas y los fariseos. Eran supuestamente gente piadosa, culta, muy versados en las Sagradas Escrituras y en materia de religión. Pero muchos de ellos eran hipócritas y legalistas, altaneros, orgullosos y muy amantes de sus propios honores, poderes y seguridades personales; con su fama de "santidad" engañaban al pueblo y se servían de ellos para su propio medro y para alimentar su codicia y ambición. Pero, sobre todo, no creían en Jesús y veían en El a un rival, a un adversario. Y se escandalizaban de El. Como les diría nuestro Señor: ni ellos entraban al reino de los cielos, ni dejaban entrar a los que querrían entrar.
Estaban, además, los saduceos y los zelotas, que eran la clase dirigente en Israel. Supuestamente debían ser personas buenas y religiosas por ser de la estirpe sacerdotal; pero, en realidad, ostentaban el poder de forma tiránica, hombres sin escrúpulos ni principios morales, que sólo se interesaban por el dinero y por aumentar su influencia política bajo pretextos religiosos. ¡Una forma de fundamentalismo y de fanatismo religioso, ya en tiempos de Jesús!
Pero también muchos judíos del pueblo, duros de corazón, no creían en Jesús ni en su mesianismo redentor. A éstos los encontramos en el Evangelio, movidos por su incredulidad, siempre discutiendo y enfrentándose contra nuestro Señor, poniendo en tela de juicio su doctrina, sus comportamientos e incluso sus mismos milagros. No creen en El a pesar de los prodigios que obra. Un caso típico de escándalo lo encontramos después del milagro de la multiplicación de los panes y del discurso eucarístico de Jesús. "Desde entonces -nos dice san Juan- muchos de sus discípulos se retiraron de El y ya no lo seguían" (Jn 6, 66).
Pero no sólo son los enemigos y los "extraños" los que se escandalizan de Jesús. Aunque parezca increíble, también entre sus amigos, sus parientes y sus paisanos encuentra gente que no cree en El y que no lo acepta como Mesías. En una ocasión, durante su vida pública, fue al pueblo en que se había criado, y la gente comenzó a murmurar de El. ¿Cómo era posible que el "hijo del carpintero" se dedicara a enseñar en las sinagogas, a predicar y a hacer milagros, siendo que era uno de ellos? "¿De dónde saca éste todo eso? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón?" -se preguntaban-. Creían que lo conocían; pero no tenían ni idea de quién era realmente. Lo miraban con ojos demasiado humanos, con criterios muy terrenos y carnales. Les faltaba el mínimo de fe para aceptarlo como era en verdad. Y desconfiaban de El. Y por eso -nos dice el evangelista- no hizo allí ningún milagro, sino sólo curó a algunos pocos. Y se extrañó de su falta de fe.
Ya el anciano Simeón lo había profetizado, siendo Jesús todavía un infante, cuando sus padres llevaron al Niño en brazos para presentarlo al Señor: "Este niño -le dijo Simeón a María– está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción; y a ti una espada te traspasará el alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 34-35). Sería piedra de tropiezo y de caída para muchos.
Pero el escándalo, la mayoría de las veces no viene del exterior, sino que nace en nuestro propio corazón. No es que los demás nos escandalicen por la manera como se comportan o por las cosas malas que hacen -aunque alguna vez sí pueden contribuir a ello-. En realidad, somos nosotros mismos los que nos escandalizamos por la malicia que se acurruca en el fondo del corazón y por las malas inclinaciones que llevamos en nuestro interior, y caemos en pecado.
Son todavía bastante recientes esos escándalos que algunos medios de comunicación desencadenaron contra los sacerdotes, acusándolos de pederastia y de abuso de menores. Algunos casos -muy pocos, por fortuna- han sido ciertos, desafortunadamente. Pero la inmensa mayoría han sido falsas acusaciones y sin ningún fundamento de verdad, sólo para desprestigiar a la Iglesia y a los sacerdotes; y porque estos escritores de pacotilla han sido muy bien pagados para difundir estos escándalos de tan mal gusto... ¡Qué pena! Pero el escándalo no es por culpa de los sacerdotes, sino por la maldad y la incredulidad de quien "se cree" -en estas cosas sí son demasiado crédulos- estas aberraciones.
Y quien se escandaliza de algunas cosas de la Iglesia, de los sacramentos, de los sacerdotes y hasta del Papa, antes se han escandalizado ya del mismo Jesús. Nos pasa como a los judíos, que escuchaban sus palabras con espíritu crítico y racionalista, con prevenciones y recelo, con malicia y, en definitiva, sin ninguna fe en El. Si sólo vemos la parte meramente humana y exterior de las personas -aun de las más santas- y nos acercamos a las realidades sagradas sin fe, seguro que caeremos en el escándalo y nos alejaremos de Dios. Pero la culpa no será de El, sino de nuestra soberbia e incredulidad.
Propósito
Ojalá que nuestro corazón sea humilde, bueno y dócil, lleno de fe y de confianza en Jesús, en su Iglesia y en sus representantes, porque sólo así sacaremos provecho para nuestras almas y seremos de verdad auténticos discípulos del Señor.
Diálogo con Cristo
Ayúdame, Señor, a confiar más en Ti, a creer en tu bondad y omnipotencia, para que pueda mostar a otros el gozo que aportas a mi vida.
En una ocasión vinieron a Jesús unos discípulos de Juan el Bautista a preguntarle si El era el Mesías o tenían que esperar a otro. Es difícil decir si a Juan, estando ya encarcelado por Herodes Antipas, le haya entrado alguna duda acerca del Señor; o si, más bien, viendo que se hallaba ya a las puertas de la muerte, haya querido acercar a sus discípulos a la persona de Jesús y confirmar su fe en El como Mesías. Sea como sea, la respuesta de nuestro Señor fue maravillosa: apela a las obras que ellos mismos están viendo: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados". Estos eran, precisamente, los signos que había anunciado el profeta Isaías como característicos del futuro Mesías (Is 61, 1-3) y que Lucas recoge también al inicio de su evangelio como inauguración del ministerio público de Jesús (Lc 4, 16-30). Pero, no contento con este argumento, añade el Señor como colofón: "Y bienaventurado el que no se escandaliza de mí" (Mt 11, 4-6).
¿Es que alguien podía escandalizarse de Jesús? “Escándalo" es una palabra de origen griego, que significa "ser piedra de tropiezo o de caída para alguno". ¿Y cómo el Señor podía servir de tropiezo para alguien, si había venido a este mundo a salvarnos? ¿Cómo nos podía hacer caer si vino a levantarnos del pecado en el que yacíamos? Y, sin embargo, durante su vida pública, muchos judíos sí se escandalizaron de El.
Ante todo, los escribas y los fariseos. Eran supuestamente gente piadosa, culta, muy versados en las Sagradas Escrituras y en materia de religión. Pero muchos de ellos eran hipócritas y legalistas, altaneros, orgullosos y muy amantes de sus propios honores, poderes y seguridades personales; con su fama de "santidad" engañaban al pueblo y se servían de ellos para su propio medro y para alimentar su codicia y ambición. Pero, sobre todo, no creían en Jesús y veían en El a un rival, a un adversario. Y se escandalizaban de El. Como les diría nuestro Señor: ni ellos entraban al reino de los cielos, ni dejaban entrar a los que querrían entrar.
Estaban, además, los saduceos y los zelotas, que eran la clase dirigente en Israel. Supuestamente debían ser personas buenas y religiosas por ser de la estirpe sacerdotal; pero, en realidad, ostentaban el poder de forma tiránica, hombres sin escrúpulos ni principios morales, que sólo se interesaban por el dinero y por aumentar su influencia política bajo pretextos religiosos. ¡Una forma de fundamentalismo y de fanatismo religioso, ya en tiempos de Jesús!
Pero también muchos judíos del pueblo, duros de corazón, no creían en Jesús ni en su mesianismo redentor. A éstos los encontramos en el Evangelio, movidos por su incredulidad, siempre discutiendo y enfrentándose contra nuestro Señor, poniendo en tela de juicio su doctrina, sus comportamientos e incluso sus mismos milagros. No creen en El a pesar de los prodigios que obra. Un caso típico de escándalo lo encontramos después del milagro de la multiplicación de los panes y del discurso eucarístico de Jesús. "Desde entonces -nos dice san Juan- muchos de sus discípulos se retiraron de El y ya no lo seguían" (Jn 6, 66).
Pero no sólo son los enemigos y los "extraños" los que se escandalizan de Jesús. Aunque parezca increíble, también entre sus amigos, sus parientes y sus paisanos encuentra gente que no cree en El y que no lo acepta como Mesías. En una ocasión, durante su vida pública, fue al pueblo en que se había criado, y la gente comenzó a murmurar de El. ¿Cómo era posible que el "hijo del carpintero" se dedicara a enseñar en las sinagogas, a predicar y a hacer milagros, siendo que era uno de ellos? "¿De dónde saca éste todo eso? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón?" -se preguntaban-. Creían que lo conocían; pero no tenían ni idea de quién era realmente. Lo miraban con ojos demasiado humanos, con criterios muy terrenos y carnales. Les faltaba el mínimo de fe para aceptarlo como era en verdad. Y desconfiaban de El. Y por eso -nos dice el evangelista- no hizo allí ningún milagro, sino sólo curó a algunos pocos. Y se extrañó de su falta de fe.
Ya el anciano Simeón lo había profetizado, siendo Jesús todavía un infante, cuando sus padres llevaron al Niño en brazos para presentarlo al Señor: "Este niño -le dijo Simeón a María– está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción; y a ti una espada te traspasará el alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 34-35). Sería piedra de tropiezo y de caída para muchos.
Pero el escándalo, la mayoría de las veces no viene del exterior, sino que nace en nuestro propio corazón. No es que los demás nos escandalicen por la manera como se comportan o por las cosas malas que hacen -aunque alguna vez sí pueden contribuir a ello-. En realidad, somos nosotros mismos los que nos escandalizamos por la malicia que se acurruca en el fondo del corazón y por las malas inclinaciones que llevamos en nuestro interior, y caemos en pecado.
Son todavía bastante recientes esos escándalos que algunos medios de comunicación desencadenaron contra los sacerdotes, acusándolos de pederastia y de abuso de menores. Algunos casos -muy pocos, por fortuna- han sido ciertos, desafortunadamente. Pero la inmensa mayoría han sido falsas acusaciones y sin ningún fundamento de verdad, sólo para desprestigiar a la Iglesia y a los sacerdotes; y porque estos escritores de pacotilla han sido muy bien pagados para difundir estos escándalos de tan mal gusto... ¡Qué pena! Pero el escándalo no es por culpa de los sacerdotes, sino por la maldad y la incredulidad de quien "se cree" -en estas cosas sí son demasiado crédulos- estas aberraciones.
Y quien se escandaliza de algunas cosas de la Iglesia, de los sacramentos, de los sacerdotes y hasta del Papa, antes se han escandalizado ya del mismo Jesús. Nos pasa como a los judíos, que escuchaban sus palabras con espíritu crítico y racionalista, con prevenciones y recelo, con malicia y, en definitiva, sin ninguna fe en El. Si sólo vemos la parte meramente humana y exterior de las personas -aun de las más santas- y nos acercamos a las realidades sagradas sin fe, seguro que caeremos en el escándalo y nos alejaremos de Dios. Pero la culpa no será de El, sino de nuestra soberbia e incredulidad.
Propósito
Ojalá que nuestro corazón sea humilde, bueno y dócil, lleno de fe y de confianza en Jesús, en su Iglesia y en sus representantes, porque sólo así sacaremos provecho para nuestras almas y seremos de verdad auténticos discípulos del Señor.
Diálogo con Cristo
Ayúdame, Señor, a confiar más en Ti, a creer en tu bondad y omnipotencia, para que pueda mostar a otros el gozo que aportas a mi vida.
Preguntas o comentarios al autor P. Sergio Cordova LC
LOS MALABARISTAS DEL SEMÁFORO
LOS MALABARISTAS DEL SEMÁFORO
Aquel día me desperté con mucha pereza y renegando. Con esfuerzo, pude deshacerme de las mantas. Me dirigí al baño arrastrando los pies mientras maldecía el tener que levantarme de la cama sin poder quedarme en ella todo el día.
Desayuné con los ojos tan cerrados como mi mente. Tal pereza me dominaba, que por no meter el pan en la tostadora, preferí comerlo frío y beber la leche directamente de la botella. ¿Por qué tener que trabajar? ¡Esa sí era una verdadera maldición!
Salí de mi casa en dirección a la oficina en mi vehículo con asientos de piel y calefacción, observando en el camino el pavimento humedecido por la lluvia, mientras refunfuñaba porque estaba lloviendo, igual que lo hacía cuando había sol, nubes, viento, gente...
El semáforo se puso en rojo y, de pronto, como un rayo, se colocó frente a todos los automóviles algo que parecía un bulto. Por curiosidad, abrí más mis ojos somnolientos y pude descubrir que era un joven montado en un pequeño carro de madera. Aquel chico no tenía piernas y le faltaba un brazo. Sin embargo, con su mano izquierda lograba conducir el pequeño vehículo y manejar con maestría un conjunto de pelotas con las que hacía juegos malabares.
Las ventanillas de los automóviles se abrían para darle una moneda al malabarista, el cual mostraba un pequeño letrero sobre el pecho. Cuando se acercó a mi auto pude leerlo:
"Gracias por ayudarme a sostener a mi hermano paralítico". Con su mano izquierda señaló hacia la banqueta y ahí pude ver a su hermano, sentado en una silla de ruedas colocada frente a un atril que sostenía un lienzo, en el cual estaba pintando algo con un pincel que manejaba con su boca.
El malabarista, al ver el asombro de mi cara, me dijo:
- ¿Verdad que mi hermano es un artista? Por eso escribió esa frase sobre el respaldo de su silla.
Entonces leí la frase que decía: - "Gracias Señor por los dones que nos das. Contigo no nos falta nada".
Recibí un fuerte golpe en mi interior mientras este hombre se retiraba. Y así como el semáforo de la calle pasó del color rojo al verde, mi "semáforo" interior también cambió desde aquel día: Nunca más me volví a dejar paralizar por la luz roja de la pereza, ni volví a renegar por lo que no aceptaba. Ahora trato de mantener la luz verde y realizar mis trabajos y actividades con renovada energía.
Ante aquellos jóvenes de la calle, aquel día descubrí que yo era el paralítico. Desde aquel mismo día, nunca he dejado de agradecer. Ahora no tengo todo lo que quiero, pero le doy gracias a Dios por lo que tengo. El salario apenas me alcanza para pagar las cuentas, pero gracias a Dios que por lo menos tengo un trabajo para ganar el sustento. Los problemas se me han venido multiplicando como si fueran mágicos, pero gracias a Dios tengo paciencia y fortaleza para- sobrellevarlos.
Los años han ido pasando rápidamente, mi piel está un poco arrugada y mis cabellos se están poniendo blancos, pero le doy gracias a Dios por la alegría que siento de vivir, por los conflictos que pude resolver, por los problemas que pude superar, por la enfermedad que pude soportar, por el odio que se transformó en amor, por la soledad que pude sobrellevar. Cada día lo bendigo por haberme enseñado a decir:
"Gracias Señor por los dones que me das. Contigo no me falta nada".
¿QUÉ ES EL ÓBOLO DE SAN PEDRO?
¿Qué es el Óbolo de San Pedro?
Donativos de los fieles al Santo Padre que se emplean en obras misioneras, iniciativas humanitarias y de promoción social, así como también a sostener las actividades de la Santa Sede
Por: Santa Sede | Fuente: Vatican.va
Una práctica muy antigua que llega hasta hoy
Con el cristianismo nace la práctica de ayudar materialmente a quienes tienen la misión de anunciar el Evangelio, para que puedan entregarse enteramente a su ministerio, atendiendo también a los menesterosos (cf. Hch 4,34; 11,29).
Los anglosajones, tras su conversión, a finales del siglo VIII, se sintieron tan unidos al Obispo de Roma que decidieron enviar de manera estable una contribución anual al Santo Padre. Así nació el “Denarius Sancti Petri” (Limosna a San Pedro), que pronto se difundió por los países europeos.
Ésta, como otras costumbres semejantes, ha pasado por muchas y diversas vicisitudes a lo largo de los siglos, hasta que fue regulada de manera orgánica por el Papa Pío IX en la Encíclica “Saepe Venerabilis” (5 de agosto de 1871).
Esta colecta se realiza actualmente en todo el mundo católico, en la “Jornada mundial de la caridad del Papa”, el 29 de junio o el domingo más próximo a la solemnidad de San Pedro y San Pablo.
El Óbolo de San Pedro hoy
San Juan Pablo II indicó a comienzos de su pontificado el criterio general que inspira la práctica del Óbolo: “La base primaria para el sostenimiento de la Sede Apostólica está representada por los donativos que espontáneamente hacen los católicos de todo el mundo, y eventualmente también otros hombres de buena voluntad. Esto corresponde a la tradición que tiene origen en el Evangelio (cf. Lc 10,7) y en las enseñanzas de los Apóstoles (cf. 1 Co 9, 11)” (Carta al Cardenal Secretario de Estado, 20 de noviembre de 1982).
Los donativos de los fieles al Santo Padre se emplean en obras misioneras, iniciativas humanitarias y de promoción social, así como también a sostener las actividades de la Santa Sede.
“Conocéis las crecientes necesidades del apostolado, las exigencias de las comunidades eclesiales, especialmente en tierras de misión, y las peticiones de ayuda que llegan de poblaciones, personas y familias que se encuentran en condiciones precarias. Muchos esperan de la Sede Apostólica un apoyo que, a menudo, no logran encontrar en otra parte.
Desde esta perspectiva, el Óbolo constituye una verdadera participación en la acción evangelizadora, especialmente si se consideran el sentido y la importancia de compartir concretamente la solicitud de la Iglesia universal”
(Alocución a los miembros del Círculo San Pedro, 28 de febrero de 2003)
El Santo Padre, como Pastor de toda la Iglesia, se preocupa también de las necesidades materiales de diócesis pobres, institutos religiosos y fieles en grave penuria (pobres, niños, ancianos, marginados, víctimas de guerras y desastres naturales; promoción y ayuda a instrumentos de comunicación social; ayudas particulares a Obispos o Diócesis necesitadas, educación católica, ayuda a prófugos y emigrantes).
Para Mayor Información:
Ufficio Obolo di San Pietro
00120 Città del Vaticano
tel.: (+39) 06.6988.4851
fax.: (+39)06.6988.3954
EL RECHAZO DE LOS PROPIOS - REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 5 DE JULIO 2015
El rechazo de los propios
(Reflexión del Evangelio de hoy domingo 5 de julio 2015)
Hoy se nos narra cómo fue Jesús con sus discípulos a su tierra, a Nazaret. Se supone que el estar con los suyos, su madre y su familia, sería para Él algo agradable y con tranquilidad. El sábado, como todas las personas piadosas fue a la sinagoga. Como ya tenía fama de predicador, fue invitado a hablar. El ambiente era conocido y hablaría como en familia. No nos dice san Marcos de qué habló, pero sí nos describe la reacción de la gente ante la predicación. Lo primero fue sorpresa y asombro. De suyo el asombro es bueno y puede llevar a descubrimientos agradables, como el asombro ante una persona puede llevar a una gran amistad. Pero allí, en Nazaret, la conclusión fue diferente: aquella predicación de Jesús fue un escándalo para muchos.
Escándalo significa “piedra de tropiezo o de caída para alguno”. Pero podríamos preguntarnos: ¿Cómo Jesús, que ha venido para darnos la vida, puede ser causa de tropiezo para algunos? Ya había profetizado el anciano Simeón que Jesús sería signo de contradicción para muchos. Y Jesús, cuando fue preguntado por los discípulos de Juan Bautista si era el Mesías, después de apelar a las obras que hacía, según lo que había profetizado Isaías, había dicho: “Bienaventurado quien no se escandalice de mi”. Ahora sus paisanos, los de Nazaret, se escandalizan. ¿Por qué? Porque creen conocerle demasiado, cuando en verdad no le conocen. Dan por supuesto que sus conocimientos sobre la Escritura tienen que ser muy escasos porque saben que ha sido un carpintero y conocen a toda la familia. Entonces se preguntan: “¿De dónde saca todo eso?” Por lo tanto “desconfiaban de Él”.
La interpretación de Jesús acerca de la Escritura no era fría como solían hacer los fariseos y los peritos en la Ley. Jesús interpretaba de modo vivencial, creando en los corazones inquietudes. Porque la fe no es algo estático y sin vida, sino una entrega a un ser superior que es Dios. Si aumentamos la fe es para ser mejores.
Hoy también hay personas que se escandalizan ante las enseñanzas de la Iglesia o del Papa, porque de un mal de una persona, quieren hacerlo de toda la Iglesia; y sobre todo porque no escuchan con corazón recto. Hay quienes, cuando comienza a hablar la Iglesia, todo lo ven malo, porque lo ven con corazón torcido y orgulloso. Quien tiene mal el corazón cambia las palabras de Jesucristo, dando su propia interpretación.
Tiene el corazón recto el que escucha con cierto temblor la Palabra de Dios, pero con la humildad suficiente para saber que le falta mucho en el camino de la perfección. Tiene el corazón torcido el que se cree ser perfecto y cree que nada tiene que aprender. Quien es soberbio no está en la onda de Dios y por lo tanto la escucha no es según los planes y la voluntad de Dios. No es que falle la Palabra de Dios. Lo que falla es la preparación por medio de la disposición del corazón.
Jesús podría haber aparecido de una manera maravillosa, sin que nadie supiera de su familia y su pueblo, dando sus mensajes de salvación; pero quiso usar medios totalmente humanos y quiso que los mensajes de Dios se extendiesen por el mundo por medio de unos hombres no perfectos, sino con deficiencias. Lo nuestro es saber ver la presencia de Dios a través de esas deficiencias y ver el mensaje de salvación que es perfecto y lleno de bondad por parte de Dios hacia nosotros.
P. Silverio Velasco (España)
HOY ES UN DÍA DE BENDECIR Y SER BENDECIDO
Hoy es día de bendecir y ser bendecido
Somos invitados por Dios a mirarnos, a mirar a las personas y el mundo que nos rodea, con la mirada de Jesús.
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
Cuando disponemos nuestro corazón para bendecir a las personas con quienes convivimos, la luz de Cristo nos cubre y, pasamos a ver la vida y a las personas con una nueva óptica. Muchas veces, nuestros sinsabores, nuestros negativismos y las críticas oscurecen nuestra visión y nuestro corazón y nos tornamos incapaces de ver las cosas como ellas son.
Somos invitados por Dios a mirarnos, a mirar a las personas y el mundo que nos rodea, con la mirada de Jesús. Solamente con el auxilio de la gracia de Dios seremos capaces de percibir lo bonita que es la vida, aunque las dificultades golpeen nuestra puerta. Cultivemos el buen humor, la alegría y disposición de amar y bendecir a los demás.
Hoy no puede ser solamente más un día de nuestra vida. Hagamos un firme propósito de bendecir y decir palabras de ánimo, de consuelo al prójimo.
Estés seguro que seremos nosotros los primeros beneficiados por la gracia de Dios. Recemos por las personas que nos persiguen, que nos desprecian, que nos critican, que nos difaman y por quien tenemos antipatía.
Quiero, pues, que oren los hombres en todo lugar; que levanten al cielo manos limpias, sin enojos ni discusiones(1Tim 2,8).
Jesús, confío en ti.
EL PAPA FRANCISCO PARTIÓ HACIA AMÉRICA LATINA
El papa Francisco partió hacia América Latina
"Voy a llevar un mensaje de esperanza" indicó en un telegrama. El vuelo de 13 horas lo lleva a la ciudad de Quito. Visitará Ecuador, Bolivia y Paraguay, hasta el próximo domingo 12 de julio
Roma, 05 de julio de 2015 (ZENIT.org) Staff Reporter | 2295 hits
El santo padre Francisco partió este domingo a las 9 de la mañana desde el aeropuerto Leonardo da Vinci, situado a pocos kilómetros de Roma, en la ciudad de Fiumicino, hacia América Latina.
Es el noveno viaje apostólico de Francisco, esta vez en su amada Latinoamérica. Estará en Ecuador, Bolivia y Paraguay, desde hoy 5 de julio hasta el próximo domingo 12.
El avión después de recorrer 10.103 kilómetros durante 13 horas de vuelo, llegará a las 15 horas, al aeropuerto internacional 'Mariscal Sucre'. La diferencia es de siete horas menos.
En el vuelo de Alitalia, del Boeing A330 'Piero della Francesca', el Santo Padre desayunará y almorzará. La aeronave cruzará los cielos de Italia, España, Portugal, y del otro lado del Altántico los de Trinidad Tobago, Venezuela, Colombia y Ecuador.
En el telegrama que el Santo Padre envió al presidente de Italia, Sergio Matarella, le indicó que viaja a "Ecuador, Bolivia y Paraguay, para apoyar la misión de la Iglesia local y llevar un mensaje de esperanza".
El papa Francisco estuvo en el continente con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud que se realizó en Río de Janeiro en julio de 2013, donde le acogieron más de tres millones de peregrinos de 175 países. Allí le pidió a los jóvenes: “Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga fuera. Quiero que la Iglesia salga a la calle”.
Si bien encontró al episcopado brasileño y estuvo también en el santuario de Nuestra Señora Aparecida, entretanto no fue exactamente un viaje pastoral, como lo va a ser el presente.
(05 de julio de 2015) © Innovative Media Inc.
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