SANTUARIO DE KALVARIA
Autor: Juan Pablo II
Vengo
hoy a este Santuario como peregrino, como venía cuando era niño y en
edad juvenil. Me presento ante la Virgen de Kalwaria al igual que cuando
venía como obispo de Cracovia para encomendarle los problemas de la
archidiócesis y de quienes Dios había confiado a mi cuidado pastoral.
Vengo aquí y, como entonces, repito: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia.
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"Ea, pues, Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos
tus ojos misericordiosos y, después de este destierro, muéstranos a
Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh
dulce Virgen María!
Dirige tu mirada, oh Señora de las Gracias, a este pueblo que desde hace siglos permanece fiel a Ti y a tu Hijo.
Dirige la mirada a nosotros, esos tus ojos misericordiosos, y obtennos lo que tus hijos más necesitan.
Abre el corazón de los ricos a las necesidades de los pobres y de los que sufren.
Haz que los desempleados encuentren trabajo.
Ayuda a los que se han quedado en la calle a encontrar una vivienda.
Dona a las familias el amor que permite superar todas las dificultades.
Envuelve a los niños con el manto de tu protección, para que no sufran escándalo.
Anima a las comunidades religiosas con la gracia de la fe, de la esperanza y de la caridad.
Haz que los sacerdotes sigan las huellas de tu Hijo dando cada día la vida por las ovejas.
Obtén
para los Obispos la luz del Espíritu Santo, para que guíen la Iglesia
hacia el Reino de tu Hijo por un camino único y recto.
Madre
Santísima, nuestra Señora de Kalwaria, obtén también para mí las fuerzas
del cuerpo y del espíritu, para que pueda cumplir hasta el fin la
misión que me ha encomendado el Resucitado.
En Ti
pongo todos los frutos de mi vida y de mi ministerio; a Ti encomiendo el
destino de la Iglesia; a Ti entrego mi nación; en Ti confío y te
declaro una vez más:
¡Totus tuus, Maria! Totus tuus. Amén.