lunes, 14 de noviembre de 2011

MARÍA AUXILIADORA, RUEGA POR NOSOTROS!!


LA SEGUNDA TENTACIÓN

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
La segunda tentación
Esa que nos hace pensar que no ha pasado nada. O esa que nos dice que es imposible volver a empezar.
 
La segunda tentación

Llega una tentación. De avaricia o de lujuria, de envidia o de soberbia, de pereza o de egoísmo, de vanidad o de ira.

Si no estuvimos atentos, si no recurrimos a la ayuda divina, la tentación penetra, poco a poco, en el alma. Luego crece desde las pasiones, entre dudas y ansiedades. Al final, sucumbimos. Hemos pecado.

Entonces puede insinuarse la segunda tentación. Esa que nos hace pensar que no ha pasado nada. O esa que nos dice que es imposible volver a empezar. O esa que nos aparta de Dios: si hemos sido tan malos, ¿con qué cara podemos pedir misericordia?

La segunda tentación es terrible: paraliza el corazón, encadena la voluntad, hiere mortalmente la esperanza, prepara el terreno a nuevos pecados, nos aparta de Dios.

Si el pecado ha vencido en nuestras vidas, si nos ha robado la amistad con Dios y la unión con los hermanos, necesitamos más que nunca pedir la gracia del perdón. No podemos permitir que la segunda tentación nos hunda más y más en el mal cometido. No podemos dejar crecer el monstruo de la desconfianza que destruye tantas vidas. No podemos abrir las puertas al pecado diabólico por excelencia: pensar que ni siquiera Dios es capaz de perdonarnos.

Resistir la primera tentación es posible sólo con Dios. Si el pecado se hizo presente por nuestra culpa, necesitamos más que nunca volver a Dios para resistir al más terrible de los males: la segunda tentación.

Para ello, hemos de aprender a ver nuestro pecado como Dios lo ve: como la herida en un hijo. Porque para Dios el hijo no deja de serlo si está enfermo. Somos también suyos en medio del lodo del pecado.

La mirada paterna del Dios de misericordia nos da fuerzas para reemprender la lucha, para acudir al sacramento de la confesión, para amar más porque hemos sido muy amados, para perdonar a mis hermanos porque también yo, mil y mil veces, he sido perdonado...




  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Fernando Pascual LC

    ¿POR QUÉ LLORAS?

    ¿Por qué lloras?

    ¿Por qué lloras? Déjame ayudarte.
    Yo también he caminado por ese sendero.
    Yo también me he sentido solo.
    Yo sé lo que es llorar.
    Yo sé lo que es sufrir.
    Yo sé lo que es perderlo todo,
    hasta las esperanzas.


    Pero también sé lo que es vivir,
    también sé lo que es reir,
    también sé lo que es amar.

    ¿Qué cómo?

    Era una noche,
    una noche más oscura que cualquier otra noche,
    mis lágrimas rodaban por mis mejillas
    cuando oí una voz que me preguntó:
    "¿Por qué lloras?"

    Y yo al mirarlo y él al verme,
    ví de sus ojos que brotaban lágrimas
    pero no eran lágrimas naturales,
    eran lágrimas de sangre,
    en donde yo podía ver lo que me estaba pasando.


    Y le pregunté: "¿Por qué lloras?".

    Y él me respondió:
    "Yo he visto tus lágrimas y he oído tu clamor,
    pero esas lágrimas yo las dí en la cruz por ti,
    y éstas son las que han abierto caminos en el desierto,
    y ríos en la soledad".

    En que se ocupa Dios

    En que se ocupa Dios

    Cierta vez un rey, ya anciano, pensó que en su vida había visto todo lo que deseaba, solamente le faltaba ver a Dios. Llamó a sus sabios y consejeros, y les ordenó que le hicieran ver a Dios. Aquellos le respondieron que era imposible cumplir tal orden. Él los amenazó con duros castigos.

    En el campo, un pastor de ovejas se enteró del deseo del rey y de sus amenazas. Llegó hasta el palacio e hizo avisar al rey que él haría posible que viera a Dios. Una vez en la presencia del monarca, éste le preguntó si era capaz de mostrarle a Dios. El pastor le dijo que si quería ver a Dios, tenía que salir al patio, con él, al mediodía. Así lo hicieron. El pastor le indicó entonces que, durante un minuto mirara fijamente el sol. El rey trató de mirarlo, pero no pudo, y protestó creyendo que el propósito del pastor era que quedara ciego. Entonces el pastor replicó:

    -Señor, el sol es una de las obras de Dios, y no de las más grandes. Si Ud. no puede mirar directamente una de las obras de Dios, ¿cómo pretende ver al Creador del sol?

    El rey reconoció que tenía razón y desistió de su propósito.

    -Sin embargo -agregó- tengo una pregunta que formularte. ¿Qué había antes de Dios?

    -Para obtener la respuesta -dijo el pastor- debe contar en forma regresiva a partir del número 10.

    El rey contó: diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.

    El pastor pidió que siguiera contando. El rey, fastidiado, dijo:

    -¡No hay más números!

    El pastor agregó:

    -Tiene razón. De la misma manera, el Uno es Dios. Con el comienza todo, antes de él no hubo nada.

    El rey quedó conforme con la respuesta, pero le hizo otra pregunta.

    -¿En qué se ocupa Dios?

    El pastor le contestó:

    -Para saber eso, su majestad debe quitarse sus ropas reales y dármelas.

    El rey se quitó sus ropas, las entregó al pastor, quien se vistió con ellas y pasó sus ropas pastoriles al rey, pidiéndole que se vistiera con ellas. El rey preguntó:

    -¿Qué más debo hacer?

    El pastor le respondió:

    -Ahora tiene que bajar del trono y sentarse en el piso.

    El rey así lo hizo. Entonces el pastor se sentó en el trono y declaró:

    -La ocupación de Dios consiste en ensalzar a los humildes y humillar a los soberbios.

    Jacobo Beredjiklian - Cuento orienta
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