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lunes, 18 de noviembre de 2024

ORACIÓN DE BENDICIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO


 

Bendición de la corona de Adviento


1235.  La "Corona de Adviento" o "Corona de las luces de Adviento" es un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a la Navidad. Por medio de la bendición de la corona se subraya su significado religioso.

1236.  La luz indica el camino, aleja el miedo y favorece la comunión. La luz es un símbolo de Jesucristo, luz del mundo. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona muestra la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de Navidad. El color verde de la corona significa la vida y la esperanza.

1237.  La corona de Adviento es, pues, un símbolo de la esperanza de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. Porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre por nosotros, y con su muerte nos ha dado la verdadera vida.


I. Rito de la bendición en la familia

1238.  El ministro, al comenzar la celebración, dice:

Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Todos responden: Que hizo el cielo y la tierra.


Monición introductoria

Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza.

El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.

1239.  Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo:

Is 60, 1: Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti.

1240.  Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas o si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:


Oremos.

La tierra, Señor, se alegra en estos días,

y tu Iglesia desborda de gozo

ante tu Hijo, el Señor,

que se avecina como luz esplendorosa,

para iluminar a los que yacemos en las tinieblas

de la ignorancia, del dolor y del pecado.

Lleno de esperanza en su venida,

tu pueblo ha preparado esta corona

con ramos del bosque

y la ha adornado con luces.

Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación

para la venida de tu Hijo,

te pedimos, Señor,

que, mientras se acrecienta cada día

el esplendor de esta corona, con nuevas luces,

a nosotros nos ilumines

con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo,

iluminará todas las oscuridades.

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.


Y se enciende el cirio que corresponda según la semana de Adviento.


II. Rito de la bendición en la iglesia

1241.  La "Corona de Adviento", que se ha instalado en la iglesia, se puede bendecir al comienzo de la Misa. La bendición se hará después del saludo inicial, en lugar del Acto penitencial.


Monición introductoria

Hermanos: Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y nos ha dado la verdadera vida.

El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. Por eso hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta corona y encendemos su primer cirio.

1242.  Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas o si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:


Oremos.

La tierra, Señor, se alegra en estos días,

y tu Iglesia desborda de gozo

ante tu Hijo, el Señor,

que se avecina como luz esplendorosa,

para iluminar a los que yacemos en las tinieblas

de la ignorancia, del dolor y del pecado.

Lleno de esperanza en su venida,

tu pueblo ha preparado esta corona

con ramos del bosque

y la ha adornado con luces.

Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación

para la venida de tu Hijo,

te pedimos, Señor,

que, mientras se acrecienta cada día

el esplendor de esta corona, con nuevas luces,

a nosotros nos ilumines

con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo,

iluminará todas las oscuridades.

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


R. Amén.


Y se enciende el cirio que corresponda según la semana de Adviento.

domingo, 17 de noviembre de 2024

CERCA DEL FINAL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2024



Cerca del final


Hemos llegado a las últimas dos semanas del año litúrgico. Demos gracias al Señor porque nos ha concedido recorrer, una vez más, este camino de fe —antiguo y siempre nuevo— en la gran familia espiritual de la Iglesia. Es un don inestimable, que nos permite vivir en la historia el misterio de Cristo, acogiendo en los surcos de nuestra existencia personal y comunitaria la semilla de la Palabra de Dios, semilla de eternidad que transforma desde dentro este mundo y lo abre al reino de los cielos. En el itinerario de las lecturas bíblicas dominicales, este año nos ha acompañado el evangelio de san Marcos, que hoy presenta una parte del discurso de Jesús sobre el final de los tiempos. En este discurso hay una frase que impresiona por su claridad sintética: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31). Detengámonos un momento a reflexionar sobre esta profecía de Cristo.

 

La expresión "el cielo y la tierra" aparece con frecuencia en la Biblia para indicar todo el universo, todo el cosmos. Jesús declara que todo esto está destinado a "pasar". No sólo la tierra, sino también el cielo, que aquí se entiende en sentido cósmico, no como sinónimo de Dios. La Sagrada Escritura no conoce ambigüedad: toda la creación está marcada por la finitud, incluidos los elementos divinizados por las antiguas mitologías: en ningún caso se confunde la creación y el Creador, sino que existe una diferencia precisa. Con esta clara distinción, Jesús afirma que sus palabras "no pasarán", es decir, están de la parte de Dios y, por consiguiente, son eternas. Aunque fueron pronunciadas en su existencia terrena concreta, son palabras proféticas por antonomasia, como afirma en otro lugar Jesús dirigiéndose al Padre celestial: "Las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado" (Jn 17, 8).

 

En una célebre parábola, Cristo se compara con el sembrador y explica que la semilla es la Palabra (cf. Mc 4, 14): quienes oyen la Palabra, la acogen y dan fruto (cf. Mc 4, 20), forman parte del reino de Dios, es decir, viven bajo su señorío; están en el mundo, pero ya no son del mundo; llevan dentro una semilla de eternidad, un principio de transformación que se manifiesta ya ahora en una vida buena, animada por la caridad, y al final producirá la resurrección de la carne. Este es el poder de la Palabra de Cristo.

 

Queridos amigos, la Virgen María es el signo vivo de esta verdad. Su corazón fue "tierra buena" que acogió con plena disponibilidad la Palabra de Dios, de modo que toda su existencia, transformada según la imagen del Hijo, fue introducida en la eternidad, cuerpo y alma, anticipando la vocación eterna de todo ser humano. Ahora, en la oración, hagamos nuestra su respuesta al ángel: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38), para que, siguiendo a Cristo por el camino de la cruz, también nosotros alcancemos la gloria de la resurrección.

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Papa Benedicto XVI 

ORAR... LO QUE ES Y LO QUE NO ES



 Orar... lo que es y lo que no es

Orar es llamar y responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un diálogo de amor

Por: Tere Fernández del Castillo | Fuente: Catholic.net



La oración es buscar a Dios, es ponernos en contacto con Dios, es encontrarnos con Dios, es acercarnos a Dios.

Orar es llamar y responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un diálogo de amor.

Santa Teresa dijo en una ocasión: “Orar es hablar de amor con alguien que nos ama”.

La oración no la hacemos nosotros solos, es el mismo Dios (sin que nos demos cuenta) el que nos transforma, nos cambia. Podemos preguntarnos, ¿cómo? Aclarando nuestro entendimiento, inclinando el corazón a comprender y a gustar las cosas de Dios.

La oración es dialogar con Dios, hablar con Él con la misma naturalidad y sencillez con la que hablamos con un amigo de absoluta confianza.

Orar es ponerse en la presencia de Dios que nos invita a conversar con Él gratuitamente, porque nos quiere. Dios nos invita a todos a orar, a platicar con Él de lo que más nos interesa.

La oración no necesita de muchas palabras, Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo digamos. Por eso, en nuestra relación con Dios basta decirle lo que sentimos.

Se trata de “hablar con Dios” y no de “hablar de Dios” ni de “pensar en Dios”. Se necesita hablar con Dios para que nuestra oración tenga sentido y no se convierta en un simple ejercicio de reflexión personal.

Cuanto más profunda es la oración, se siente a Dios más próximo, presente y vivo. Cuando hemos “estado” con Dios, cuando lo hemos experimentado, Él se convierte en “Alguien” por quien y con quien superar las dificultades. Se aceptan con alegría los sacrificios y nace el amor. Cuanto más “se vive” a Dios, más ganas se tienen de estar con Él. Se abre el corazón del hombre para recibir el amor de Dios, poniendo suavidad donde había violencia, poniendo amor y generosidad donde había egoísmo. Dios va cambiando al hombre.

Quien tiene el hábito de orar, en su vida ve la acción de Dios en los momentos de más importancia, en las horas difíciles, en la tentación, etc.

En cambio, si no oramos con frecuencia, vamos dejando morir a Dios en nuestro corazón y vendrán otras cosas a ocupar el lugar que a Dios le corresponde. Nuestro corazón se puede llenar con:

el egoísmo que nos lleve a pensar sólo en nosotros mismos sin ser capaces de ver las necesidades de los que nos rodean,

el apego a las cosas materiales convirtiéndonos en esclavos de las cosas en lugar de que las cosas nos sirvan a nosotros para vivir,

el deseo desordenado hacia los placeres, apegándonos a ellos como si fueran lo más importante.

el poder que utilizamos para hacer nuestra voluntad sobre las demás personas.


Lo que no es la oración

Algunas veces podemos desanimarnos en la oración, porque creemos que estamos orando, pero lo que hemos hecho no es propiamente oración. Para distinguirlo podemos ver unos ejemplos:


Si no se dirige a Dios, no es propiamente oración.

En la oración nos comunicamos con Dios. Si no buscamos una comunicación con Dios, sino únicamente una tranquilidad y una paz interior, no estamos orando, sino buscando un beneficio personal. La oración no puede ser una actividad egoísta, debe siempre buscar a Dios. Debemos estar pendientes en nuestra oración de buscar a Dios y no a nosotros mismos, porque podemos caer en este error sin darnos cuenta.

Si no interviene la persona con todo su ser (afectos, inteligencia y voluntad) no es oración. Las personas nos entregamos y nos ponemos en presencia de Dios con todo nuestro ser. Orar no es “pensar en Dios”, no es “imaginar a Dios”, no es una actividad intelectual sino del corazón que involucra a la persona entera.

Si no hay humildad y esfuerzo no es oración. Para orar es necesario reconocer que necesitamos de Dios.

Si no hay un diálogo con Dios, no es oración. Si únicamente hablamos y hablamos sin escuchar, nuestra oración la reducimos a un monólogo, que en lugar de hacernos crecer en el amor nos encerrará en el egoísmo. Cuando dejamos de mirar a Dios y nos centramos en nuestros propios problemas, no estamos orando.

Cuando retamos o exigimos a Dios tampoco estamos orando, pues nos estamos confundiendo de persona. Dios es infinitamente bueno y nos ama. No podemos dirigirnos a Él con altanería.

Si no nos sentimos más identificados con Jesucristo no hemos hecho oración. Se trata de poco a poco en la oración identificarnos con Cristo para poder actuar como Él actuaba.

Si no tenemos un fruto de más amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, no hemos hecho oración. La oración debe verse reflejada en nuestras vidas.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

LA CURACIÓN DEL LEPROSO



La curación del leproso

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net


Entre los milagros que llevaron a muchos a creer y que mueven a Nicodemo a hablar con Jesús está la curación del leproso. Los evangelistas no señalan expresamente que fue en aquellos días, y lo sitúan de un modo inconcreto en una ciudad, pero parece muy probable que sea el Simón leproso el mismo que invitará a Jesús a comer unos días antes de la tercera pascua en Betania. Debía ser un personaje más o menos importante. La proximidad pudo conmover más a Nicodemo que procura enterarse del mensaje de Jesús y de su misma persona.

"Y vino hacia Él un leproso que, rogándole de rodillas, le decía: Si quieres, puedes limpiarme. Y compadecido, extendió la mano, le tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. Y al momento, desapareció de él la lepra y quedó limpio. Le conminó y enseguida lo despidió, diciéndole: Mira, no digas nada a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio. Sin embargo, una vez que se fue, comenzó a proclamar y a divulgar la noticia, hasta el punto de que ya no podía entrar abiertamente en ciudad alguna, sino que se quedaba fuera, en lugares apartados. Pero acudían a Él de todas partes" (Mc).


Verificar la curación

La lepra es una enfermedad especialmente grave, pues junto a las llagas que deforman el cuerpo y que llevan lentamente a la muerte, se cría que era contagiosa y, por ello el leproso está sometido a prohibiciones como el acercarse a los sanos bajo pena de lapidación. Si se producía una curación tenía que se verificada por los sacerdotes. Era fácil ver en esta enfermedad la triste condición del pecador.


Acto de fe

El leproso acude a Jesús, con riesgo de su vida, con una petición humilde y dolorida: "si quieres, puedes limpiarme" Es un acto de fe, pues afirma que puede curarle, que está en su poder, y desea que esté también en su querer. Jesús no investiga su fe, la ve. Y accede rápidamente, lo toca con todo lo que esto llevaba de contaminarse legal y físicamente, dice "quiero, sé limpio", y se cura. La inmediata petición de discreción sorprende, pues muchos otros milagros son hechos para que crean los presentes; aquí hay silencio, quizá porque, en este caso, la lepra no era aún publica, o por otra razón que los evangelistas callan. Sí se le pide que vaya a los sacerdotes. No dice si siguió como discípulo; pero todo parece indicar que no sólo lo fue, sino que se cuenta entre el grupo de incondicionales, o amigos, si se quiere expresar así. Jesús quiere discreción para que no se malogren el crecimiento de sus primeras acciones en Judea. 

domingo, 10 de noviembre de 2024

SABIDURÍA DE VIDA



Sabiduría de vida


No te detengas en lo malo que has hecho; camina en lo bueno que puedes hacer. No te culpes por lo que hiciste, más bien decídete a cambiar. No te mires con tus ojos, contémplate con la mirada de Dios.


No pienses en lo largo que es el camino de tu transformación, sino en cada paso que puedes dar para ser lo que Dios quiere que seas. No confíes en tus propias fuerzas; pon tu vida en manos de Dios.


No trates que otros cambien; sé tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú. Deja que el amor te toque y no te defiendas de él. Sólo contempla la meta y no veas que tan difícil es alcanzarla. 


Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo. No sufras por lo que viene, recuerda que "cada día tiene su propio afán" (Mt. 6,34)


Busca a alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad; una persona que te entienda, te apoye y te acompañe en ella. No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado la vida, es porque sabe que tú puedes con ella. Si algún día te sientes cansado, busca el descanso en Dios que renovará tus fuerzas. Si algún día te sientes demasiado responsable de otros, recuerda que sólo Jesús es el Mesías. Si te sientes atado a alguien, pídele a Jesús que rompa las ataduras y que su amor vuelva a crear lazos nuevos de amor según su Espíritu.


Si reaccionas ante toda provocación, ruega a Dios para que te enseñe a responder en lugar de reaccionar. Si tu felicidad y tu vida dependen de otra persona, despréndete de ella y ámala, sin pedirle nada a cambio. Si necesitas tener todo bajo control, entrega el control de tu vida a Dios y confía en su poder y en su amor por ti.


Aprende a mirarte con amor y respeto, piensa en ti como en algo precioso; eres un hijo de Dios! Piensa que Él está más interesado que tú en que te conviertas en esa creación que Él pensó desde toda la eternidad." 

DAR GENEROSA Y SINCERAMENTE - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2024



Dar generosa y sinceramente


Jesús estaba con sus discípulos en el templo de Jerusalén. Eran los días anteriores a su pasión y muerte y quería recalcar algunas enseñanzas que muchas veces les había dado en aquellos años. Una muy importante era el que no fuesen como los fariseos, que aparentaban por fuera lo que no eran por dentro. Querían aparentar muy religiosos; pero la verdadera religión es el trato íntimo con Dios desde el corazón.

 

Parecido a los fariseos eran los escribas o letrados. Algunos eran del grupo de los fariseos y eran quienes entendían más de la Escritura y debían enseñarla al pueblo. Ahora Jesús una vez más les dice a los apóstoles que tengan cuidado para no parecerse a los letrados, pues les gusta que les alaben, buscan los primeros puestos; pero hacen algo desagradable a Dios, pues se aprovechan del poco dinero de las viudas con motivo de largos rezos. Jesús habla de las viudas, como podría hablar de los pobres y desamparados, pues eran las más desamparadas de todos. En aquel tiempo no había seguridades sociales y sí mucha injusticia; y las viudas que no tenían ya amparo de ningún varón, estaban desamparadas. Pero las había agradables a Dios.

 

Jesús quiere dar la lección de una manera práctica. Y para eso van donde están las vasijas o cajas donde la gente deposita sus limosnas para el templo. La gente va dejando el dinero y algunos ricos dejan bastante. Pero llega una pobre viuda y deja dos moneditas. Seguro que sonarían mucho menos que las grandes monedas de los ricos; pero resonaron fuertemente en el corazón de Jesús. Y les da la lección a los apóstoles: “esta pobre viuda es la que más ha echado”. Dios no juzga como nosotros por los hechos externos. Dios conoce el fondo de nuestro corazón. Por eso suele pasar que algunos actos externos de religión, hechos al parecer con mucha perfección, no valgan para Dios, si esa persona busca sólo recibir honores y premios terrenos.

 

Eso es cierto, como otras veces lo enseña Jesús. Hoy aquí les da a los apóstoles otra razón de porqué agrada a Dios esa limosna de la viuda: “Porque los demás han dado de lo que les sobra, pero la viuda ha dado lo que necesitaba para vivir”. Dar lo que se necesita para vivir es como dar la vida. Y esto es amor. A ella se le pueden aplicar las palabras de Jesús: “El que entrega su propia vida por el Evangelio, la salvará”. Este es el verdadero culto: la entrega de nuestro corazón, de la vida al Señor.

 

En la primera lectura de hoy se nos da otro ejemplo de otra viuda. El profeta Elías estaba huyendo de las amenazas del rey y llegó a Sarepta en tiempos de mucha hambre y sed; pero encontró a una viuda que recogía un poco de leña para hacer el último pan. Le pidió un vaso de agua y un pan. Porque le hablaba de Dios, la viuda se lo dio al profeta, aun quedándose sin nada. Dios se lo premió con creces. Pero hacemos una reflexión. Dios no le llenó hasta arriba la vasija de aceite, sino que la fue conservando según las necesidades. Si nosotros le damos al Señor nuestra vida, Él la irá conservando, quizá no haciendo cosas espectaculares, sino en la vida ordinaria.

 

Aquella viuda del evangelio no podía dar gracias a Dios por las riquezas, pero lo que tenía lo consideraba un don de Dios y se ponía en sus manos con fe y confianza. No se necesitan grandes cosas en lo humano para agradar a Dios, si no tenemos grandes cosas. Por eso es más fácil servir a Dios en la pobreza que en la riqueza. Es bueno recordar a la Virgen María. No conocemos que hiciera grandes cosas externas, como a veces conocemos en la vida de algunos santos. Pero es la más santa de todos, porque supo entregar constantemente su vida al Señor. Lo especial fue su amor.

 

Alguno puede decir que quizá la donación de aquella viuda sirvió para vanidades externas de algún jefe del templo. Lo cierto es que Dios ve que ella lo da para la honra de Dios, para que otros le alaben. Si luego alguno desbarata ese dinero, mayor juicio condenatorio tendrá. Hoy es día para pensar si nosotros damos a Dios no sólo bienes externos, sino tiempo y disponibilidad para la mayor gloria de Dios.

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P. Silverio Velasco  

domingo, 27 de octubre de 2024

CEGUERA ESPIRITUAL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 DE OCTUBRE DE 2024



Ceguera espiritual


De una u otra manera, todos padecemos un cierto grado de ceguera espiritual, porque nuestro mundo más cercano y familiar es el físico, y porque nuestros medios de acercamiento a lo trascendente reciben toda la información a través de los sentidos corporales. De ahí que nos cueste descubrir el sentido completo de nuestra vida, saber hacia dónde debemos orientarla para su cabal cumplimiento, entender cómo podemos administrarla provechosamente, o elegir los bienes y valores que más nos conviene perseguir y cultivar. Ni siquiera estamos seguros de cómo purificarnos de los pasos mal dados y librarnos de la culpabilidad y el mal moral que hemos consentido.

 

Nuestro estado es asombrosamente parecido al del ciego de Jericó, llamado Bartimeo; sólo que en él, la ceguera era física, mientras que en nosotros, es espiritual. Él supo decididamente cómo solucionar su problema: se sentó a la vera del camino, esperando pacientemente el paso de Jesús. Hemos leído en el evangelio: Al oír que era Jesús nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». La gente de los alrededores lo regañaba, pero no consiguió hacerlo callar. Su necesidad y su esperanza eran tan grandes, que le hacían gritar con más fuerza: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús, al oírle lo hizo llamar y él dio un salto y se acercó a Jesús. «¿Qué quieres que haga por ti?» , le dijo Jesús. Respondió: «Maestro, que pueda ver». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

 

Como Bartimeo, si queremos ver claro en nuestro mundo espiritual, deberemos pedirlo al Señor; es decir: abrirnos al amor gratuito que nos transformará por dentro, aprender que la iluminación de la mente y la salvación del espíritu vienen de Dios por mediación de Jesús, porque él es el sumo sacerdote que está puesto para representar a los hombres delante de Dios, y porque, tenida cuenta de su condición humana, puede ser indulgente con los ignorantes y extraviados, puesto que él

mismo ha experimentado sobradamente las debilidades humanas, excepción hecha del pecado.

 

Nadie como Jesús podría ayudarnos a entender que Dios Padre siempre está dispuesto a disipar nuestra ignorancia con la luz de la verdad, a perdonarnos por nuestros desvaríos y a darnos la mano, para que andemos por el ancho camino que él mismo abre delante de nosotros.

 

Si, como el ciego de Jericó, nos acercamos a Jesús con fe y esperanza -confiadamente- podremos entender con claridad y vivir en nuestro interior aquellas palabras del profeta Jeremías: Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: «El Señor ha salvado a su pueblo».

 

Entonces podremos creer que se producirá en nosotros el cambio anunciado por el mismo profeta, diciendo: Los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán.

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Mons. Enric Prat   

IMÁGENES DE TARJETAS DEL DÍA DE LOS MUERTOS - 2 DE NOVIEMBRE

 




























 






lunes, 21 de octubre de 2024

NO ESTÁS SOLO



 No estás solo


Tú no estás solo, jamás lo has estado y nunca lo estarás. Dios está contigo en cada segundo de tu vida, más cerca que tus propios pensamientos. Sólo es tu idea la que te hace creer que Dios te puede abandonar, pero esto es imposible.


Te voy a explicar: Dios está en el aire que estás respirando y te da la vida. Si te pones la mano en el corazón, sentirás que ese latido de vida es Dios en tu corazón.


El sol que nos viene alumbrar cada mañana es una bendición de Dios para ti, para que vivas y seas feliz.


¡Tú no tienes por qué estar triste nunca! El estado natural del hombre es la alegría, lo que pasa es que vivimos quejándonos por todo lo malo, en vez de dar gracias por todo lo que tenemos y esto nos pone tristes.


Comienza ya a dar gracias por el aire que respiras, por cada objeto de vestir o de adorno que llevas en el cuerpo, por la cama que tienes, por cada pedacito de comida que te llevas a la boca, por cada canción que te sabes. Cada vez que pienses en quejarte, busca algo por lo cual dar gracias a Dios.


Acostúmbrate a decir por todo "Gracias Padre". Tú vas a ver como tu mundo va a cambiar.


Comienza a sonreírle a todo, y no importa lo que te diga la gente, es mejor sonreír que estar mal encarado. Sonríele al guardia, al médico, al abogado, al barrendero, al maestro, al cajero, a los que cocinan, al chofer, a la enfermera. Sonríele al mundo y verás que el mundo te sonreirá también.


El rencor y el odio son la madre de la infelicidad. Comienza a perdonar ya a todo el mundo, no importa lo que te hayan hecho o dicho, eso es problema del que condena; el tuyo es el de perdonarlos. Diles: te doy mi amor y mi perdón.


Si hablan mal de ti, te critican o te condenan, eso no importa, de los más grandes seres se han dicho las peores cosas. Piensa: si eso lo dicen, ¿dónde está lo que hacen? Yo soy un ser que hago y solo me entiendo con los que hacen y no con los que dicen. Si has perdido algo o te han robado, eso tampoco importa. Acuérdate que lo verdaderamente valioso y eterno en ti nadie te lo puede quitar, es tu Ser y tu derecho soberano de sentir y pensar.


"Lo maravilloso de cuando se pierde es que solamente nos queda Dios". Acostúmbrate a bendecir en vez de maldecir o decir malas palabras y verás que las cosas se transforman. Di constantemente a todas las cosas y a todas las personas, no importa lo que sean, hagan o digan: "Dios te bendice".


Cada vez que no sepas qué hacer y estés desesperado y no te acuerdes de nada, repite simplemente el nombre de Dios tantas veces te sea necesario y verás milagros.

NOVICIO IMPACIENTE




 Novicio impaciente


La oración es la llave que abre los tesoros del cielo. Es el puente siempre accesible por el que llegamos a Dios. El arte de orar es el arte de amar al Señor. Pero orar bien es un regalo del Señor. Como los apóstoles implorémoslo con frecuencia. Pidamos al Padre, por Jesús, que derrame sobre nosotros un Espíritu de oración y de alabanza (Zac. 12, 10).

Después de una sesión matinal de oraciones en el monasterio, el novicio preguntó al abad: —¿Estas oraciones hacen que Dios se acerque a nosotros? —Te voy a responder con otra pregunta –dijo el abad. —¿Estas oraciones harán que el sol salga mañana? —¡Claro que no! ¡El sol sale porque obedece a una ley universal! —Entonces, ahí ésta la respuesta. Dios está cerca de nosotros, no por las oraciones que recemos. El novicio se enojó: —¿Entonces estas oraciones son inútiles? —Absolutamente. Si tú no te despiertas temprano no podrás ver la salida del sol. Si tú no rezas, aunque Dios esté siempre cerca, no conseguirás notar su presencia.


Para robustecer tu fe en el Señor que te ama y te acompaña, lee con atención la Biblia. Al inicio del capítulo 43 de Isaías encontramos esta perla deslumbrante: “Tú eres de gran precio ante mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo. No temas, yo estoy siempre contigo”. Medítalo, y agradece al Señor su ternura por ti.

Enviado por el P. Natalio

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