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domingo, 23 de marzo de 2025

ANIMÉMONOS A EMPEZAR DE NUEVO



ANIMÉMONOS A EMPEZAR DE NUEVO



Hoy es el día para volver a empezar. Porque estamos vivos y Dios quiere que dejemos atrás nuestro pasado, y que nos lancemos a una vida nueva, como lo han hecho tantos santos, y personas también de las que nos narra el Evangelio. Como el ciego de nacimiento, que ante la inminencia del milagro, de recuperar la vista, arroja el manto y de un salto va hacia Jesús. Nosotros también debemos arrojar nuestro manto, es decir, dejar atrás el pasado que nos ata, y ser criaturas nuevas. 

Ciertamente lo lograremos con la ayuda de Dios, porque es Él quien debe, por decirlo así, volvernos a crear. Dejemos entonces actuar a Jesús, recibamos los Sacramentos, en especial la Eucaristía, que nos va divinizando. Pero tomemos la decisión de comenzar hoy una vida nueva, sin torturarnos por el pasado, que no podemos cambiar, pero que sí podemos dejar en la misericordia de Dios, dejarlo tranquilamente en el corazón de Dios y deshacernos de él, porque es un peso para nuestro vuelo que comenzaremos hoy mismo.

¿Qué nos impide que seamos nuevas creaturas? ¿Por qué estamos rumiando siempre lo que hemos hecho, o lo que fue, como si desconfiáramos de la Omnipotencia y Omnisciencia de Dios, que todo lo sabe, y que sabía de antemano lo que íbamos a hacer? ¿Y creemos que Dios no haya provisto los medios necesarios para solucionar lo que hemos hecho mal, tiempo atrás?

Lo que pasa es que desconfiamos de Dios, porque nosotros somos criaturas, pero quien nos ama infinitamente es Dios, que puede arreglarlo TODO, con tal de que confiemos en Él ciegamente y le dejemos las riendas de nuestra vida.

Animémonos a empezar de nuevo hoy mismo y, cuando el recuerdo del pasado o de lo que hemos sido, quiera extender su sombra sobre nuestra alma, refugiémonos en el Corazón de Dios, y miremos al Señor que nos sonríe, porque quiere que avancemos confiados y libres de peso, por el camino de la vida, pues lo mejor es lo que está por venir, porque ahora creemos mucho en Dios y tratamos de confiar más en Él. Y como ha dicho Cristo en su Evangelio: “Todo es posible para el que cree”.

¿PARA QUÉ UNA HIGUERA ESTÉRIL?



¿PARA QUÉ UNA HIGUERA ESTÉRIL?


Jesús se esforzaba de muchas maneras en despertar en la gente la conversión a Dios. Era su verdadera pasión: ha llegado el momento de buscar el reino de Dios y su justicia, la hora de dedicarnos a construir una vida más justa y humana, tal como la quiere él.


Según el evangelio de Lucas, Jesús pronunció en cierta ocasión una pequeña parábola sobre una «higuera estéril». Quería desbloquear la actitud indiferente de quienes le escuchaban, sin responder prácticamente a su llamada. El relato es breve y claro.


Un propietario tiene plantada en medio de su viña una higuera. Durante mucho tiempo ha venido a buscar fruto en ella. Sin embargo, años tras año, la higuera viene defraudando sus expectativas. Allí sigue, estéril en medio de la viña.


El dueño toma la decisión más sensata. La higuera no produce fruto y está absorbiendo inútilmente las energías del terreno. Lo más razonable es cortarla. «¿Para qué va a ocupar un terreno en balde?».


Contra toda sensatez, el viñador propone hacer todo lo posible para salvarla. Cavará la tierra alrededor de la higuera, para que pueda contar con la humedad necesaria, y le echará estiércol, para que se alimente. Sostenida por el amor, la confianza y la solicitud de su cuidador, la higuera queda invitada a dar fruto. ¿Sabrá responder?


La parábola ha sido contada para provocar nuestra reacción. ¿Para qué una higuera sin higos? ¿Para qué una vida estéril y sin creatividad? ¿Para qué un cristianismo sin seguimiento práctico a Jesús? ¿Para qué una Iglesia sin dedicación al reino de Dios?


¿Para qué una religión que no cambia nuestros corazones? ¿Para qué un culto sin conversión y una práctica que nos tranquiliza y confirma en nuestro bienestar? ¿Para qué preocuparnos tanto de «ocupar» un lugar importante en la sociedad si no introducimos fuerza transformadora con nuestras vidas? ¿Para qué hablar de las «raíces cristianas» de Europa si no es posible ver los «frutos cristianos» de los seguidores de Jesús? 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

martes, 18 de marzo de 2025

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 18 DE MARZO DE 2025 - SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ


 

19 de marzo: San José, esposo de la Virgen María

Miércoles 19 de marzo de 2025



1ª Lectura (2Sam 7,4-5a.12-14a.16): En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: ‘Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre’».



Salmo responsorial: 88

R/. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad».


Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades».


El me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora». Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable.

2ª Lectura (Rom 4,13.16-18): Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos». Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia».

Versículo antes del Evangelio (Sal 83,5): Dichosos los que habitan en tu Casa, te alabarán por siempre.

Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.




«Su madre, María, estaba desposada con José»

Abbé Marc VAILLOT

(París, Francia)


Hoy, nos invita la Iglesia a contemplar la amable figura del santo Patriarca. Elegido por Dios y por María, José vivió como todos nosotros entre penas y alegrías. Hemos de mirar cualquiera de sus acciones con especial interés. Aprenderemos siempre de él. Nos conviene ponernos en su piel para imitarle, pues así lograremos responder, como él, al querer divino.


Todo en su vida —modesta, humilde, corriente— es luminoso. Por eso, célebres místicos (Teresa de Avila, Hildegarde de Bingen, Teresita de Lisieux), grandes Fundadores (Benito, Bruno, Francisco de Asís, Bernardo de Clairvaux, Josemaría Escrivá) y tantos santos de todos los tiempos nos animan a tratarle y amarle para seguir las huellas del que es Patrón de la Iglesia. Es el atajo para conseguir santificar la intimidad de nuestros hogares, metiéndonos en el corazón de la Sagrada Familia, para llevar una vida de oración y santificar también nuestro trabajo.

Gracias a su constante unión a Jesús y a María —¡ahí está la clave!— José puede vivir sencillamente lo extraordinario, cuando Dios se lo pide, como en la escena del Evangelio de la misa de hoy, pues realiza sobre todo habitualmente las tareas ordinarias, que nunca son irrelevantes pues aseguran una vida lograda y feliz, que conduce hasta la Beatitud celeste.

Todos podemos, escribe el papa Francisco, «encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad (...). José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca».

APRENDE A REZAR EL ROSARIO DE SAN JOSÉ


 







IMÁGENES DE SAN JOSÉ


































domingo, 16 de marzo de 2025

CUARESMA - EXPERIENCIA TRANSFORMADORA



Experiencia transformadora

La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás.

 Fuente: Semanario Alégrate




La cuaresma es un proceso existencial que quiere tocar las fibras más íntimas del ser humano. El proceso que sigue naturalmente este tiempo está bien marcado y definido con toda claridad. De tal manera que, el que se impuso la ceniza al comienzo de la cuaresma, esté totalmente renovado al final de este proceso de conversión.


El objetivo de toda la cuaresma se revela en esta semana: se trata de dejarse transfigurar por el Señor. Por Dios que nos hizo, nos sigue haciendo y nos quiere transfigurar. Esta trasfiguración no es el resultado de un arduo ejercicio de prácticas de piedad. Todo lo contario, este cambio de figura en cada uno es posible sólo como consecuencia de saberse hijos amados del Padre.


En este sentido, el cambio profundo es un don de Dios. Modifica escuchar constantemente en la propia vida que se es hijo del Padre y que el Padre ama con su amor especialísimo. Es de esta experiencia existencial de amor sin reservas, de la que brotan los cambios. Quien se sabe profundamente amado, quiere estar a la altura del amor del que lo ama.


La experiencia de conversión-transfiguración que quiere conseguir la cuaresma en cada cristiano, no es algo que se viva en lo íntimo de la soledad personal, en realidad no tendría tanto sentido. Por eso Jesús insiste luego de su transfiguración, en bajar a continuar la vida. La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás. Jesús es muy claro, no es posible construir chozas y quedarse ahí, es necesario bajar, ir al mundo de las necesidades, prisas, trabajos, encuentros: allá es donde surtirá efecto la conversión personal. 

NO HAY FAMILIA PERFECTA...





 

La perfección no une a la familia, el amor sí. ¡Y eso lo cambia todo!

VIVIR ANTE EL MISTERIO



VIVIR ANTE EL MISTERIO


El hombre moderno comienza a experimentar la insatisfacción que produce en su corazón el vacío interior, la trivialidad de lo cotidiano, la superficialidad de nuestra sociedad, la incomunicación con el Misterio.


Son bastantes los que, a veces de manera vaga y confusa, otras de manera clara y palpable, sienten una decepción y un desencanto inconfesable frente a una sociedad que despersonaliza a las personas, las vacía interiormente y las incapacita para abrirse al Trascendente.


La trayectoria seguida por la humanidad es fácil de describir: ha ido aprendiendo a utilizar con una eficacia cada vez mayor el instrumento de su razón; ha ido acumulando un número cada vez mayor de datos; ha sistematizado sus conocimientos en ciencias cada vez más complejas; ha transformado las ciencias en técnicas cada vez más poderosas para dominar el mundo y la vida.


Este caminar apasionante a lo largo de los siglos tiene un riesgo. Inconscientemente hemos terminado por creer que la razón nos llevará a la liberación total. No aceptamos el Misterio. Y, sin embargo, el Misterio está presente en lo más profundo de nuestra existencia.


El ser humano quiere conocer y dominar todo. Pero no puede conocer y dominar ni su origen ni su destino último. Y lo más racional sería reconocer que estamos envueltos en algo que nos trasciende: hemos de movernos humildemente en un horizonte de Misterio.


En el mensaje de Jesús hay una invitación escandalosa para los oídos modernos: no todo se reduce a la razón. El ser humano ha de aprender a vivir ante el Misterio. Y el Misterio tiene un nombre: Dios, nuestro «Padre», que nos acoge y nos llama a vivir como hermanos.


Quizá nuestro mayor problema sea habernos incapacitado para orar y dialogar con un Padre. Estamos huérfanos y no acertamos a entendernos como hermanos. También hoy, en medio de nubes y oscuridad, se puede oír una voz que nos sigue llamando: «Este es mi hijo… Escuchadlo». 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola


JESÚS SUBIÓ AL MONTE A ORAR - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 DE MARZO DE 2025



 «Jesús subió al monte a orar»

Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós

(Barcelona, España)




Hoy, segundo domingo de Cuaresma, la liturgia de la palabra nos trae invariablemente el episodio evangélico de la Transfiguración del Señor. Este año con los matices propios de san Lucas.


El tercer evangelista es quien subraya más intensamente a Jesús orante, el Hijo que está permanentemente unido al Padre a través de la oración personal, a veces íntima, escondida, a veces en presencia de sus discípulos, llena de la alegría del Espíritu Santo.


Fijémonos, pues, que Lucas es el único de los sinópticos que comienza la narración de este relato así: «Jesús (...) subió al monte a orar» (Lc 9,28), y, por tanto, también es el que especifica que la transfiguración del Maestro se produjo «mientras oraba» (Lc 9,29). No es éste un hecho secundario.


La oración es presentada como el contexto idóneo, natural, para la visión de la gloria de Cristo: cuando Pedro, Juan y Santiago se despertaron, «vieron su gloria» (Lc 9,32). Pero no solamente la de Él, sino también la gloria que ya Dios manifestó en la Ley y los Profetas; éstos —dice el evangelista— «aparecían en gloria» (Lc 9,31). Efectivamente, también ellos encuentran el propio esplendor cuando el Hijo habla al Padre en el amor del Espíritu. Así, en el corazón de la Trinidad, la Pascua de Jesús, «su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9,31) es el signo que manifiesta el designio de Dios desde siempre, llevado a término en el seno de la historia de Israel, hasta el cumplimiento definitivo, en la plenitud de los tiempos, en la muerte y la resurrección de Jesús, el Hijo encarnado.


Nos viene bien recordar, en esta Cuaresma y siempre, que solamente si dejamos aflorar el Espíritu de piedad en nuestra vida, estableciendo con el Señor una relación familiar, inseparable, podremos gozar de la contemplación de su gloria. Es urgente dejarnos impresionar por la visión del rostro del Transfigurado. A nuestra vivencia cristiana quizá le sobran palabras y le falta estupor, aquel que hizo de Pedro y de sus compañeros testigos auténticos de Cristo viviente.

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