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sábado, 6 de abril de 2019

LECTURAS BÍBLICAS Y MEDITACIÓN DEL 5° DOMINGO DE CUARESMA: 7 DE ABRIL 2019

Lecturas del Domingo 5º de Cuaresma - Ciclo C
Domingo, 7 de abril de 2019


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (43,16-21):

Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, la tropa y los héroes: caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo.
Me glorificarán las bestias salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, 
nos parecía soñar: 
la boca se nos llenaba de risas, 
la lengua de cantares. R.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres. R.

Recoge, Señor a nuestros cautivos 
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas 
cosechan entre cantares. R.

Al ir, iba llorando, 
llevando la semilla; 
al volver, vuelve cantando, 
trayendo sus gavillas. R.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,8-14):

Hermanos:
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una
justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacía el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.

Palabra de Dios


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
- «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
- «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
- «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
- «Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
- «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio del domingo, 7 de abril de 2019
Fernando Torres cmf


Dios hace brotar el perdón en el odio

      La Cuaresma es camino de conversión hacia la novedad del Reino. En la Cuaresma resuena aquel primer grito de Jesús: ¡Convertíos porque el Reino de Dios está cerca! Y cuando nos convertimos y abrimos los ojos a la novedad del Reino, descubrimos que verdaderamente Jesús nos sitúa en una nueva realidad. Nada que ver con lo que vivíamos antes. Nada que ver con lo que nos habían enseñado. Jesús nos lleva por caminos nuevos de amor y de misericordia. 

      Esa novedad está claramente señalada en la primera lectura del profeta Isaías. Para aquellos judíos que conocían bien el desierto porque lo tenían muy cerca de casa, la comparación era fácilmente comprensible. Pero además seguro que de sus oyentes saldría también alguna voz que diría: ¡Eso es imposible! Nadie puede hacer brotar ríos en el yermo. Nadie puede hacer que el desierto se convierta en un vergel. Pero eso es precisamente lo que dice Isaías. Dios va a hacer eso con el único objetivo de calmar la sed de su pueblo. Dios hace que lo imposible sea posible. 

      En el Evangelio nos encontramos con una historia que desgraciadamente se sigue repitiendo hoy en algunas culturas. A Jesús le presentan una mujer sorprendida en adulterio –siempre las culpas se dirigen contra la mujer–. La ley, lo de antes, la tradición decía que había que apedrearla hasta la muerte. Era el castigo por su pecado. Los letrados y fariseos seguro que no se acordaban de la lectura del profeta Isaías pero Jesús sí: “No recordéis lo de antaño, mirad que realizo algo nuevo”. Jesús es el que realiza la novedad. Primero hace caer en la cuenta a los acusadores de que nadie está libre de pecado. Sus palabras han quedado en la sabiduría popular: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. ¡Lástima que las apliquemos tan pocas veces en nuestra vida! Y luego, una vez que los acusadores han desaparecido Jesús pronuncia la palabra de Dios sobre la mujer. Pero no es la que los acusadores esperaban –cuando querían apedrear a la mujer, lo hacían precisamente en nombre de Dios–: una palabra de condena sino que es una palabra de perdón, de acogida, de cariño. 

      Algún día deberíamos llegar a comprender que ésa es precisamente la novedad que nos ha traído Jesús: que Dios no nos condena sino que nos salva, nos levanta y nos invita a seguir caminando. Él sabe que el pecado nos hace más daño a nosotros que a nadie. Por eso no quiere que pequemos. Y confía en que seremos capaces de salir adelante. ¿No es eso el agua de la vida que brota en medio del desierto de nuestros corazones?



Para la reflexión

      ¿Hay personas a las que condeno en mi corazón porque no estoy de acuerdo con las cosas que hacen? ¿Qué haría Jesús si se encontrase con esas personas? ¿Qué les diría a ellas? ¿Qué me diría a mí? ¿Cuál debería ser mi actitud en adelante?

sábado, 23 de marzo de 2019

CÓMO ACTUABA JESÚS ANTE EL PECADO Y LOS PECADORES


Cómo actuaba Jesús ante el pecado y los pecadores
Jesús se acerca al pecador, pero no admite la falta cometida, invita siempre al pecador a la conversión.


Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Libro Jesucristo. 




Si para alguien ha venido Jesucristo ha sido para los pecadores, para todos nosotros que sentimos los arañazos de nuestra naturaleza humana, herida por el pecado original. Canta la liturgia de la Vigilia Pascual: "¡Feliz la culpa, que nos mereció tan noble y tan gran Redentor!". Jesucristo, sí, odió el pecado, pero buscó y amó con gran misericordia al pecador, porque vino a salvar lo que estaba perdido. Nadie debe sentirse excluido de su Corazón misericordioso.

Jesucristo vino a salvar a los pecadores. Esa fue la misión encomendada por el Padre desde el momento de la Encarnación. El eje central de su vida fue la lucha contra el mal radical, el pecado, que es lo único que nos aleja de Dios y nos impide la comunión con Él. Nadie mejor que Jesús ha comprendido la maldad del pecado en cuanto ofensa a la grandeza y al amor de Dios.

Jesús y los pecadores. 

¿Cuál es la postura de Jesús ante el mal moral, ante el pecado y ante los pecadores?

Jesús-pecado: he aquí dos palabras opuestas, contradictorias. Más opuestas que lo blanco y lo negro, que la paz y la violencia, que la vida y la muerte. El pecado es el reverso de la idea de Dios. Dios es la fuerza; el pecado es, no otra fuerza, sino la debilidad. Dios es la unidad, el pecado es la dispersión. Dios es la alianza, el pecado es la ruptura. Dios es la profundidad, el pecado la frivolidad. Dios lo eterno, el pecado la venta a lo provisional y fugitivo.

Y, sin embargo, el pecado es algo fundamental en la vida de Jesús. Probablemente no se hubiera hecho hombre de no ser por el pecado, pues la lucha contra el mal, que obstaculiza la llegada del Reino, constituyó una tarera centra en su vida terrena. Jesús no tuvo pecado alguno. Y, sin embargo, nadie como él entendió la gravedad del pecado, porque al ser Hijo del Padre podía medir lo que es una ofensa a su amor.

Por eso, conozcamos cuál fue la postura de Jesús ante el pecado y los pecadores, saber qué entendió por pecado, cuáles valoraba como más graves y peligrosos, cómo trataba de hacer salir de él a cuantos pecadores encontraba en su camino.

Comencemos por decir que en el mundo bíblico el pecado no fue nunca la violación de un tabú, como era típico de las tribus primitivas. La predicación de los profetas conducirá a los judíos hacia una visión del pecado como algo que vicia radicalmente la personalidad humana, ya que implica una desobediencia, una insubordinación en la que intervienen inteligencia y voluntad del hombre, contra el mismo Dios personal y no contra un simple fatum abstracto.

Las mismas palabras hebreas y griegas con las que la Biblica designa el pecado acentúan este carácter voluntario y personal. En hebreo es la palabra hatá que significa "no alcanzar una meta, no conseguir lo que se busca, no llegar a cierta medida, pisar en falso", y, en sentido moral, "ofender, faltar a una norma ética, infringir detrminados derechos, desviarse del camino recto". La versión de los setenta suele traducir ese hatá hebreo por amartía, amartano que también significan "fallar el blanco o ser privado de algo".

Esta idea de ruptura es acentuada por los profetas que ven siempre el pecado como la negativa a obedecer una orden o seguir una llamada. En Amós es la ingratitud; en Isaías, el orgullo; en Jeremías, la falsedad oculta en el corazón; en Ezequiel, la rebelión declarada. En todos los casos la ruptura de un vínculo, la violación de una alianza, la traición de una amistad. Cada vez que uno peca repite la experiencia de Adán, ocultándose de Dios.

Por todo esto se explica que Dios tome tan dramáticamente el pecado, no como una simple ley violada, sino como una amistad traicionada, un amor falseado. Por eso en la redacción del decálogo se pone en boca de Yavé esta terrible denominación de los transgresores: aquellos que me odian, mientras que llama a los que cumplen los mandamientos los que me aman (cf Ex 20, 5-6).


¿Qué significaba el pecado en tiempos de Jesús?

Para la comunidad de monjes de Qumram, que escapaban al desierto, el mundo estaba podrido; por eso se pasaban todo el día con bautismos, abluciones y oraciones de purificación. Los fariseos se creían los separados, los puros...el resto es pecador.

Para Jesús no es que todo sea pecado y sólo pecado. Sus metas son positivas y luminosas, pero sabe muy bien que al hombre no le basta el querer para salvarse. Sabe que ha venido para salvar al hombre del pecado. Pero invita a la conversión: sin ella no se podrá entrar en el reino de Dios (cf Mt 3, 2; Mc 1, 15). Este es un Reino que sólo puede construirse después de haber destruido los edificios del mal y de haber retirado sus escombros. Casi se diría que Jesús exagera su interés por los pecadores, cuando afirma con atrevida paradoja que ha venido a llamar, no a los justos, sino a los pecadores (Mt 9, 12), cuando se presenta como médico que sólo se preocupa por las almas enfermas (cf Mc 2, 17). Su interés será tal que será acusado de andar con publicanos y pecadores (cf Mt 9, 12) y de mezclarse con mujeres que han llevado vida escandalosa (cf Lc 7, 36-42). Él mismo resumirá el sentido de su vida en la Última Cena declarando que su sangre será derramada en remisión de los pecados (cf Mt 26, 27) y, tras su muerte, pedirá a sus apóstoles que continúen su obra predicando la penitencia para la remisión de los pecados a todas las gentes (cf Lc 24, 44-48).

Para Jesús, ¿qué significaba, pues, el pecado?

No era sólo la trasgresión literal de una ley, como era para los escribas y fariseos, que se quedaban en lo secundario y olvidaban lo principal (cf Mt 23, 23-24). Para Jesús el pecado nace del interior del hombre (cf Mt 15, 10-20); por eso, es necesaria la circuncisión del corazón de la que habló Jeremías (4, 4). Para Jesús el pecado es una esclavitud con la que el hombre cae en poder de Satán (cf Lc 22, 3); sabe que el mismo Satanás busca a sus elegidos para cribarlos como el trigo (cf Lc 22, 31). Para Jesús, bajo el pecado hay siempre una falsa valoración de las cosas, pues el corazón humano se deja arrastrar de lo inmediato y de las satisfacciones sensibles. (72) Así, pues, el pecado para Jesús es un desamor a Dios, un desprecio a los demás; es decir, es una ofensa a Dios y al prójimo.


¿Cuáles son los más grandes pecados para Jesús?

El primero de éstos es la hipocresía religiosa, especialmente cuando formas o apariencias religiosas se usan para cubrir otros tipo de intereses humanos (cf Mt 23), pero pisotean la justicia, la misericordia y la lealtad.

Otro pecado muy grave es el desprecio a su mensaje o a su invitación (cf. Lc 14, 15-24). Quienes oyeron su mensaje y no lo cumplen serán juzgados más severamente (cf Mt 10, 15; 21, 31).

El escándalo a los pequeños es de especial importancia (cf Mt 18, 6-7; Lc 17, 1-3).

El pecado de soberbia (cf. Lc 18, 9-14).

El pecado de ingratitud (cf. Lc 17, 11-19).

El pecado de apego a las cosas materiales (cf. Mt 19, 16-26)

Todos los pecados que se oponen al amor al prójimo son graves para Jesús: "Id, malditos, al fuego eterno, porque tuve hambre y no me disteis de comer..." (Mt 25, 41-46).

No sólo los pecados de acción son graves; también los de omisión. Bastará recordar la parábola de los talentos en la que uno de los siervos es condenado a las tinieblas exteriores sólo por no haber hecho fructificar su denario (cf Mt 25, 30).

No es que Jesús no condenara los pecados de idolatría, blasfemia o adulterio; pero como los doctores de la ley lo repetían a todas horas, Jesús quiso poner énfasis en otros pecados que no se tomaban en serio. Incluso pedía la pureza del corazón, de pensamiento y de deseo (cf. Mt 5, 27-29).

¿Y el pecado imperdonable? Se trata de la blasfemia contra el Espíritu Santo (cf Mt 12, 30-32). Maximiliano García Cordero dice que ese pecado contra el E.S. "No es un pecado concreto, como trasgresión de un precepto divino determinado, sino una actitud permanente de desafío a la gracia divina"; ese cerrarse a Dios, ese rechazo de su obra y su mensaje hace imposible el arrepentimiento y, con ello, el perdón de Dios.

Jesús y los pecadores

¿Cómo trata Jesús a los pecadores? Jesús distingue perfectamente pecado y pecador. Con el pecado, Jesús es exigente e intransigente. Con el pecador, tierno y misericordioso. En todo pecador ve a un hijo de Dios que se ha descarriado. Sus palabras se ablandan; su tono de voz se suaviza; corre él a perdonar antes de que el pecador dé signos evidentes de arrepentimiento.

¿Qué hizo Jesús con los pecadores? Dedicación especial (cf Lc 4, 18-19; 7, 22-23; Mt 15, 24; 9, 35-36; Mc 2, 17), sean ricos (publicanos) o pobres. Se dedica a ellos con gestos muy significativos: come con ellos. Comer con alguien era signo de comunión mutua. Él come con ellos para acercarlos al banquete de Dios. Jesús ama primero al pecador y después le invita a la conversión.


Jesús aclara su postura con tres razones:

Todos los hombres pecan: luego a todos se debe acoger (cf Jn 8, 7).
Él es la encarnación de la misericordia de Dios. Y Dios es el Dios de todos (cf Mt 5, 45).
Los pecadores necesitan ser acogidos para salvarlos (cf Lc 19, 10).

Pero la actitud de Jesús ante los pecadores esconde mucho más:

Todos han de reconocerse pecadores para que Él pueda acercarse y traerles la salvación (cf Mt 9, 13).

No tiene resentimiento contra los poderosos, discriminándoles, sino interés por los necesitados; así se ha de entender la tendencia a preocuparse más por los necesitados.

Jesús se acerca al pecador, pero no admite la falta cometida. Reconoce que los pecados no deben aceptarse (cf Jn 8, 11); por eso invita siempre al pecador a la conversión.

Jesús, pues, no prefiere a unos hombres sobre otros: Él ha venido a buscar lo que estaba perdido. Su objetivo es el hombre para salvarlo, sea quien sea (cf Lc 7, 50).

El culmen de la postura de Jesús ante los pecadores es su muerte (cf Mt 26, 28; Lc 23, 34). Este punto se profundizará más adelante.

Aunque Jesús buscó siempre con amor a los pecadores, y aunque muchos se abrieron a sus rayos salvadores...no siempre triunfará el amor de Jesús. Fracasó con muchos, porque se cerraron a su amor, a su perdón. Tenemos el caso de Judas, de los fariseos. Fracasaría con su ciudad querida de Jerusalén: "Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella y dijo: ¡Si al menos en este día comprendieras lo que lleva a la paz!..." (Lc 19, 41-44).

Cuando leemos algunas palabras duras de Jesús, como, por ejemplo, "Si tu mano o tu pie es para ti una piedra de tropiezo, córtatelo o arrójalo lejos de ti..." (Mt 18, 8), nos hacen reflexionar sobre algo muy serio: la posibilidad del fracaso total, definitivo e irreversible, llamado infierno. Si Jesús es duro, y predica la conversión, es porque quiere evitarnos este terrible fracaso. El infierno es la verdadera amenaza del hombre, que destruye alma y cuerpo (cf Mt 10, 28). Jesús, es verdad, no es un Dios de infierno en ristre, ni un neurótico del averno, pero no deja de mirar con terror esa horrorosa posibilidad con la que el hombre se enfrenta. Cree en el infierno y nos engañaría si no nos advirtiera ese espantoso riesgo. Por eso, claramente dice que quien no haga suya la vida que Él trae y no cumpla los mandamientos y muera sin arrepentirse les espera el más total y radical de los fracasos. Un fracaso, cuyo centro es la lejanía eterna de Dios por haberlo rechazado; un cataclismo ontológico para quien, habiendo sido amado por Dios hasta el punto de llamarlo hijo suyo en Cristo, rechaza obstinadamente a ese amor y con ellos su plena realización.

Dejemos claro una cosa. Jesús no es el condenador, sino el libertador. Él vino a traer la luz y no sólo a anatematizar la oscuridad. Por eso no le gusta que los hombres vivan obsesionados por si se salvarán o por cuántos se salvarán. Pero sí quiere que vivan dedicados a salvarse, que es el único negocio importante, urgente y personal; si perdemos este negocio, hemos perdido todo. Además nos invita siempre a la esperanza, nos pone todos los medios para esa total realización humana soñada y querida por Dios, que es la salvación eterna. Si se trata de ganar un pleito, o un juicio o conseguir un empleo o hacer un negocio temporal... se mueve cielo y tierra, se hacen mil diligencias y se trabaja hasta altas horas de la noche. Y para alcanzar la vida eterna y salvar el alma, ¿qué hacemos? Hay quienes viven como si la muerte, el juicio, el infierno y el cielo fueran fábulas o cuentos, y no verdades eternas reveladas por Dios y que debemos creer.

La palabra que resume la actitud de Jesús ante los pecadores es misericordia. Para el mundo grecolatino, antes de la venida de Cristo, la misericordia era un defecto y una enfermedad del alma. El filósofo Séneca, por ejemplo, dice que la misericordia es un vicio propio de viejas y mujerzuelas. Esta enfermedad, concluye Séneca, no recae sobre el hombre sabio(73) Tuvo que venir Cristo del cielo para gritarnos que la misericordia es el más sublime gesto de caridad...Es más, que la misericordia tiene un nombre: Jesucristo. Dios al encarnarse se hizo misericordia y perdón.

Nosotros ante el pecado y los pecadores

Sería bueno que repasemos un poco lo que es el pecado y cuáles son los pecados, para que cada día lo desterremos de nuestra vida, pues el pecado ha sido, es y será la mayor desgracia que nos puede acontecer en la vida.

El pecado existe. Es una realidad que brota del corazón del hombre, por instigación de Satanás que se sirve de sus engaños y de nuestras pasiones desordenadas. No es un error humano, una distracción o una fragilidad. Es, más bien, la negación de toda dependencia, la obstinación en quedarme en mí mismo, decidir por mí mismo. Es la decisión de procurarme por mí mismo la propia felicidad, de realizarme sin interferencias, y consecuentemente el rechazo de instaurar con Dios y con los demás una relación de amor. El pecado es egoísmo exagerado. Es preferirse a sí mismo, anteponerse a sí mismo a Dios y a los demás. Es trastocar el orden puesto por Dios y poner otros ídolos, otros intereses, a uno mismo en el puesto de Dios.

Todos hemos pecado, menos Jesús y su Madre Santísima.

¿Cuáles son los pecados?

Está el pecado original que cometieron nuestros primeros padres, Adán y Eva. Adán, como jefe de toda la humanidad, transmite a cada uno de los hombres este pecado, en cuanto padre de la humanidad, y como tal, lo contraemos todos sus descendientes.

Está el pecado actual o personal: es aquel cometido voluntariamente por quien ha llegado al uso de razón. Tal pecado se puede cometer de cuatro maneras: con el pensamiento, con las palabras, con las obras, con las omisiones. Y todo esto puede ser contra Dios, contra el prójimo o contra nosotros mismos. Este pecado personal puede ser, a su vez: mortal o venial.

El pecado mortal es una desobediencia a la ley de Dios en materia grave, cometida con plena advertencia de la mente y deliberado consentimiento de la voluntad. ¿Qué materia sería grave? Negar o dudar de la existencia de Dios; negar una verdad de fe definida por la Iglesia; blasfemar de Dios, la Virgen, los Santos; no participar de la misa sin algún motivo grave; tratar en modo gravemente ofensivo a los propios padres o superiores; matar a una persona o herirla gravemente; procurar directamente el aborto; cometer actos impuros consciente y deliberadamente; impedir la concepción con métodos artificiales; robar objetos de mucho valor; calumniar; cultivar y consentir pensamientos y deseos impuros; cumplir graves omisiones en el cumplimiento del propio deber; recibir un sacramento en pecado mortal; emborracharse o drograrse en forma grave; callar en confesión, por vergüenza, un pecado grave; causar escándalo al prójimo con acciones o actitudes graves .

¿Cuáles son los efectos que produce en el alma el pecado mortal? Mata la vida de gracia en el alma, es decir, rompe la relación vital con Dios; separa a Dios del alma; nos hace perder todos los méritos de cosas buenas que estemos haciendo; hace al alma digna del infierno; se nos cierran las puertas del cielo.

¿Cómo se perdona este pecado mortal? Con una buena confesión; o con un acto de contrición perfecta, unido al propósito de una confesión.

El pecado venial es una desobediencia a la ley divina en materia leve; o también en materia grave, pero sin pleno conocimiento y consentimiento. ¿Qué efectos produce el pecado venial? Entibia el amor de Dios, me enfría la relación con Él; priva al alma de muchas gracias que hubiera recibido de Dios si no hubiese pecado; nos dispone al pecado grave; hace al alma digna de penas temporales que hay que expiar o en esta vida o en el purgatorio. El pecado venial se borra con el arrepentimieno, con buenas obras (oraciones, misas, comunión, limosnas, obras de misericordia).

Los pecados capitales son siete, y se llaman capitales porque son cabecillas de otros pecados. Son éstos: Soberbia: es una exagerada estima de sí mismo y de las propias cosas y cualidades, acompañada de desprecio hacia los otros. Avaricia: es un deseo desmesurado de dinero y de haberes. Lujuria: es un desordenado apetito y uso del placer sexual. Ira: es un impulso desordenado a reaccionar contra alguno o contra algo que fue ocasión de sufrimiento o contrariedad. Pereza: Es una falta de voluntad en el cumplimiento del propio deber y un desordenado uso del descanso. Envidia: es un sentimiento de tristeza o dolor del bien del prójimo, considerado como mal propio. Gula: es la búsqueda excesiva del placer que se encuentra en el uso de los alimentos y bebidas.

Están, también, los pecados que claman al cielo: homicidio voluntario, pecado impuro contra naturaleza (homosexualidad), opresión de los pobres, no dar la paga justa a los obreros.

Finalmente, está el pecado contra el E.S.: desesperar de la salvación, presumir de salvarse sin mérito, luchar contra la verdad conocida, envidia de la gracia ajena, obstinación en los pecados, impenitencia final a la hora de la muerte.


CONCLUSIÓN

De todo lo que hemos visto concluimos lo siguiente:

Debemos odiar el pecado, desterrarlo de nuestra vida, luchar contra todo tipo de mal que tengamos en nuestro corazón.

Debemos renunciar al pecado, denunciarlo desde todos los púlpitos, con energía y respeto, y anunciar la Buena Nueva de la gracia.

Pero debemos rezar por los pecadores, comprenderlos, no juzgarlos, tratar de ayudarlos para que vuelvan a Dios y a las fuentas de la misericordia de Dios. Nunca condenarlos.

No nos alejemos de la casa de Dios Padre. En la casa de Dios Padre encontramos la luz, el calor, la seguridad, alegría y el amor...Fuera de la casa de Dios Padre encontramos oscuridad, frialdad, inseguridad, indiferencia de los demás, tristeza. Y si no, preguntémosle a ese hijo pródigo del evangelio (cf. Lc 15, 11ss). Y cuando tengamos la desgracia de alejarnos, aún hay posibilidad de volver, arrepentirse y abrazar a Dios, que desde siempre ha dejado la puerta de su corazón abierta a todos.


(72) Baste recordar aquí la parábola del hijo pródigo (Lc 15) o la de los invitados descorteses (Lc 14, 15-24).

(73) Cfr. Séneca, De Clementia, 2, 4-5

domingo, 17 de marzo de 2019

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR - II DOMINGO DE CUARESMA 2019


MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 17 DE MARZO 2019 - ESCUCHADLE


“Escuchadle”

Todos los años en el 2º domingo de Cuaresma la Iglesia nos pone a consideración la escena de la Transfiguración del Señor. Este año el evangelista que lo narra es san Lucas, pues estamos en el ciclo C. Se pone en este 2º domingo de Cuaresma, pues encierra una gran enseñanza para este tiempo. Se supone que hemos comenzado la Cuaresma con verdadero sentido cristiano de unirnos con Cristo, a quien consideramos ofreciéndose al Padre por nosotros en la Semana Santa. Por lo tanto, debemos sentir más vivamente el arrepentimiento de nuestros pecados. La gran lección es que, si a Dios le parece bien que suframos un poco por nuestros pecados, no es porque quiera para nosotros el dolor, sino porque es un paso para llegar a la felicidad de su gloria.

Habían pasado pocos días desde que Jesús les había dicho a los apóstoles, que iban hacia Jerusalén, donde iba a sufrir y morir por nosotros. Claro que también les había dicho que al tercer día iba a resucitar. Los apóstoles, sin embargo, habían atendido demasiado a la parte de los sufrimientos y no podían comprender cómo Jesús, a quien le tenían por Mesías, como lo había proclamado Pedro, podía morir tan pronto y de forma tan degradante. Estaban tristes. Ahora Jesús les quiere dar a los tres discípulos más íntimos como un pequeño adelanto de lo que será la resurrección y enseñarles la verdad de que su muerte dolorosa iba a ser un paso necesario o muy conveniente para la resurrección. Después de la resurrección de Jesús, darían una gran importancia a este suceso, como se verá en la predicación y cartas de san Pedro.

Jesús en aquel monte, delante de sus tres discípulos, se pone a orar. Pero es una oración tan sublime y mística que deja transparentar parte de su esencia divina. Esto se expresa por lo de los vestidos blancos y la presencia de la nube. Tan contentos están los discípulos, que san Pedro está dispuesto a hacer unas tiendas para quedarse allí por mucho tiempo. Dice el evangelio que no sabía lo que decía, porque estaba como trasportado a otro mundo. Esta es una primera enseñanza: que Dios está con nosotros cuando nos ponemos en oración. A veces deja traspasar un poquito de su grandiosa presencia, dando una felicidad que no lo pueden dar las cosas externas.

Pero Jesús les quería dar la principal lección: que todos los sufrimientos le llevarán a la gloria. Por eso aparecieron allí Moisés y Elías conversando sobre lo que iba a significar la muerte de Jesús. Nos viene a decir el Evangelio que todo el misterio de la vida y muerte de Jesús es la culminación de todo lo enseñado en el Antiguo Testamento, simbolizado por la ley y los profetas. Y es la gran lección que hoy nos da la Iglesia: que todos nuestros sufrimientos, llevados por amor a Jesús y llevados con Él, nos reportarán una gloria, que un día lo veremos cuando estemos con Cristo en el cielo.

Hoy pedimos en el prefacio de la misa, que el Señor nos dé a entender que “la pasión es el camino de la resurrección”. En el salmo responsorial se habla de “ver el rostro del Señor”. Ese debe ser nuestro anhelo de toda nuestra vida. Y como dice san Pablo en la 2ª lectura, esperamos que Cristo transfigure nuestro cuerpo en cuerpo glorioso como el suyo. A veces Dios nos da en esta vida pequeñas alegrías, que son como anticipos de la gloria futura. Sepamos agradecérselo a Dios. Pero sepamos que luego, como aquellos tres apóstoles, debemos ir a la vida ordinaria a ser testigos de Jesucristo. Y mientras tanto, atendamos a la voz del Padre que nos dice: “Escuchadle”. Escuchando a Jesús y siguiéndole, tendremos un día la gloria eterna.


Padre Silverio Velasco


LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 17 DE MARZO DE 2019 - II DOMINGO DE CUARESMA

Lecturas de hoy Domingo 2º de Cuaresma - Ciclo C
Hoy, domingo, 17 de marzo de 2019




Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (15,5-12.17-18):

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.» 
Y añadió: «Así será tu descendencia.» Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber. 
El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»
Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?» 
Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.» 
Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. 
Aquel día el Señor hizo alianza con Abran en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 26,1.7-8a.8b-9abc.13-14

R/. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación, 
¿a quién temeré? 
El Señor es la defensa de mi vida, 
¿quién me hará temblar? R/.

Escúchame, Señor, que te llamo; 
ten piedad, respóndeme. 
Oigo en mí corazón: 
«Buscad mi rostro.» R/. 

Tu rostro buscaré, Señor, 
no me escondas tu rostro. 
No rechaces con ira a tu siervo, 
que tú eres mi auxilio. R/. 

Espero gozar de la dicha del Señor 
en el país de la vida. 
Espera en el Señor, sé valiente, 
ten ánimo, espera en el Señor. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 
(3,17–4,1):

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. 

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy domingo, 17 de marzo de 2019
 Fernando Torres cmf


Revitalizar nuestra fe

      Si el domingo pasado se nos recordaba nuestra identidad cristiana como parte fundamental de nuestro ser, las lecturas de este domingo nos invitan a tomar conciencia de que esa identidad no la poseemos todavía. Aunque la hayamos recibido como herencia, la tenemos que hacer nuestra. La fe nos viene dada por haber nacido en una familia cristiana, la fe pertenece a nuestra herencia cultural, pero es nuestra responsabilidad convertir esa herencia en una realidad viva. Del mismo modo que nuestros mayores la vivieron y a través de ellos, de su testimonio vital, la hemos recibido, igualmente sólo seremos capaces de entregársela a la próxima generación en la medida en que la fe forme parte de nuestra vida cotidiana. 

      El Evangelio de hoy nos relata la historia de la transfiguración. El hecho de que Jesús se transfigurara ante los apóstoles pone de manifiesto que aquellos no poseían todavía la fe plena.No eran capaces de verle tal cual era. No eran capaces de verle todavía con los ojos de la fe. Lo veían apenas como un hombre. Un hombre grande, ciertamente. Pero apenas un hombre. Jesús se transfigura delante de ellos para que se den cuenta de quien es. A los apóstoles les queda todavía un largo camino de maduración en la fe, de ir creciendo al lado de Jesús, de aprender a vivir de acuerdo con el Evangelio. Lo mejor de esta historia es que Jesús no les deja solos en ese proceso. Está con ellos, los acompaña, los ayuda, los orienta. Es paciente con sus errores. Cuando caen, los levanta y los anima para que sigan caminando con él. La transfiguración no es más que una etapa en el camino de seguir a Jesús. Suben al monte y luego bajan. Sigue el camino, a veces difícil, pero los apóstoles saben ahora que tienen a Jesús con ellos. Que no les va a dejar de su mano.

      Nosotros estamos en una situación parecida. De nuestros padres, de nuestros mayores, hemos recibido una herencia cristiana, una herencia de fe. Fue el mejor tesoro que nos pudieron dar. Nos lo dieron con amor. Ahora es nuestra responsabilidad que esa fe esté viva, que ser cristianos sea algo más que un mero nombre. No siempre es fácil vivir como cristiano. En el trabajo, en casa, con los amigos, con los hijos. A veces surgen problemas. Hay momentos difíciles. Pero sabemos que Jesús siempre está con nosotros. Podemos confiar en él porque nunca nos abandona. En este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos pide que revitalicemos nuestra fe. Para que nuestra herencia cristiana no sea como ese tesoro que se entierra y no sirve para nada. Para que sea como el campo que trabajado, abonado y regado da muchos frutos de vida para nosotros y para nuestras familias. 



Para la reflexión


      Ser cristiano, vivir y actuar como tal, ¿es algo que sólo es de los domingos por la mañana, cuando voy a misa? ¿Que significa para mí ser cristiano en el trabajo? ¿Y con mi familia, con mis hijos? ¿Qué tendría que cambiar en mi vida para que ser cristiano algo más que de nombre?

40 RESOLUCIONES CONCRETAS PARA VIVIR UNA SANTA CUARESMA


40 resoluciones concretas para vivir una santa Cuaresma
Redacción ACI Prensa






Sherry Antonetti es autora de “The Book of Helen” (El libro de Helen) y ha escrito 40 resoluciones concretas que se pueden aplicar en la vida cotidiana durante esta Cuaresma para vivir este tiempo santamente.

“Con la Cuaresma ya iniciada, aquí hay algunas ideas sobre cómo empezar nuestro recorrido espiritual en el desierto de preparación para la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor”, escribe Antonetti en su blog publicado en el National Catholic Register.


1.- Ve a Misa dos veces por semana.

2.- Deja de tomar café.

3.- Sirve como voluntario en algún comedor u hospital algunas horas a la semana.

4.- No uses tarjetas de crédito.

5.- Reza el Rosario diariamente.

6.- Lee la lectura bíblica del día en la cena con la familia.

7.- Ayuna de comida chatarra.

8.- Reza una novena o una devoción particular.

9.- Adora el Santísimo una hora más del tiempo habitual.

10.- Lee en Misa o servir como acomodador, o llevar la Santa Comunión a los enfermos.

11.- Escribe a tus amigos sobre tu fe.

12.- Haz ejercicio en el gimnasio o al aire libre como un ofrecimiento.

13.- Abstente de alguna actividad favorita como Facebook o Twitter, o del teléfono celular por completo.

14.- Abstente de comentarios desagradables, maliciosos o sarcásticos incluso en la mente.

15.- Dile “te amo” diariamente a tu familia.

16.- Haz y ofrecer la tarea que más te desagrade, pero hazlo con el corazón alegre.

17.- Confiésate y haz examen de conciencia diariamente.

18.- Aprende más sobre el Catecismo o la historia de la Iglesia.

19.- Dona a la caridad un monto igual al que uses en tus gastos adicionales (no esenciales).

20.- Descarta las pantallas de televisión o que sirven para entretenimiento.

21.- No uses el teléfono celular o la computadora cuando no estés en el trabajo.

22.- Visita a los enfermos, los ancianos y los presos.

23.- Reza diariamente por las almas del Purgatorio.

24.- Busca la reconciliación con familiares y amigos alejados.

25.- Deja de malgastar el tiempo navegando en Internet, de compras, en la televisión, en el teléfono, etc.

26.- No comas carne durante toda la Cuaresma.

27.- Invita a otros a ir a Misa contigo.

28.- Los juguetes y la ropa en buen estado que no uses, dónalos a la caridad.

29.- Consuela a quienes sufren el duelo con comida, tu presencia y tu oración.

30.- Ayuda a la caridad católica o a una orden religiosa.

31.- Regala Misas como obsequios para el año.

32.- Defiende la vida protestando contra la pena de muerte, el aborto, escribiendo cartas o participando en vigilias de oración.

33.- Acoge a familias en la cena de los viernes y habla sobre tu fe.

34.- Canta con fuerte voz en Misa, con alegría y reverencia.

35.- Ayuda en la catequesis de tu parroquia. Conviértete en un testigo de la fe.

36.- Involúcrate más en tu parroquia y diócesis. Mira dónde hace falta ayuda y conviértete en esa ayuda.

37.- Abandona cualquier hábito poco saludable que te impide acercarte a Cristo.

38.- Dedica tiempo a descubrir la fe de un santo leyendo sus escritos.

39.- Pide a Dios las gracias que no posees, hazlo diariamente.
40.- Dale gracias a Dios, todos los días, por Su Hijo.

sábado, 9 de marzo de 2019

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA 2019: LECTURAS BÍBLICAS Y MEDITACIÓN



Lecturas de hoy Domingo 1º de Cuaresma - Ciclo C
 Hoy, domingo, 10 de marzo de 2019



Primera lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (26,4-10): 

Dijo Moisés al pueblo: «El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. 

El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado." Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios." 

Palabra de Dios


Salmo
Sal 90,1-2.10-11.12-13.14-15

R/. Está conmigo, Señor, en la tribulación

Tú que habitas al amparo del Altísimo, 
que vives a la sombra del Omnipotente, 
di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío, 
Dios mío, confío en ti." R/. 

No se te acercará la desgracia, 
ni la plaga llegará hasta tu tienda, 
porque a sus ángeles ha dado órdenes 
para que te guarden en tus caminos. R/. 

Te llevarán en sus palmas, 
para que tu pie no tropiece en la piedra; 
caminarás sobre áspides y víboras, 
pisotearás leones y dragones. R/. 

"Se puso junto a mí: lo libraré; 
lo protegeré porque conoce mi nombre, 
me invocará y lo escucharé. 
Con él estaré en la tribulación, 
lo defenderé, lo glorificaré." R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10,8-13):

La Escritura dice: "La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón." Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: "Nadie que cree en él quedará defraudado." Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues "todo el que invoca el nombre del Señor se salvará."

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. 
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. 
Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan." 
Jesús le contestó: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre".
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: "Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo." 
Jesús le contestó: "Está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto". 
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".
Jesús le contestó: Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios". 
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 10 de marzo de 2019
 Fernando Torres cmf


¿Quiénes somos? 

      Cuando los israelitas llegaron a la Tierra Prometida después de su largo peregrinar por el desierto, recibieron el mandato del Señor de conservar la memoria de su pasado. Es lo que nos recuerda la primera lectura. Para que nunca se olvidasen de que habían sido esclavos en Egipto, de que el Señor Dios los había sacado de allí con “mano fuerte y brazo extendido” y los había llevado a una tierra que manaba “leche y miel”. Conservar esa memoria no era un ejercicio inútil. Les hacía saber quienes eran. En los conflictos, en las dificultades por los que tendrían que pasar, siempre tendrían la seguridad de que Dios seguiría estando con ellos, como estuvo cuando los sacó de la esclavitud en Egipto. 

      Porque nuestra identidad está siempre amenazada. Lo vemos en el Evangelio en el que la misma identidad de Jesús está amenazada por el demonio, por el tentador. Lo quiere comprar con la promesa de las riquezas, del poder. Todo para que Jesús renuncie a su identidad, a su misión. El hecho de que Jesús se mantenga firme frente al demonio y sus tentaciones, hizo posible que cumpliera su misión, que fuese nuestro salvador, que diese testimonio del amor que Dios Padre tiene por todos los hombres, sin excepción. 

      Nuestra identidad es compleja. Somos cristianos, pero también tenemos una cultura propia, pertenecemos a un pueblo, tenemos una historia. Al ir asumiendo los cambios que se producen en nuestra propia cultura, corremos el peligro de perdernos, de despreciar nuestro propio pasado. Esa es la gran tentación que hoy tenemos. Como al Señor, el demonio nos tienta con las riquezas, con el poder, con la seducción de otras tradiciones que nos pueden llevar a despreciar la nuestra. ¡Qué inmenso error sería el que olvidásemos nuestras raíces, nuestra identidad! Sin raíces los árboles se mueren. Sin identidad las personas se pierden. 

      Parte de nuestra herencia como pueblo es la fe cristiana. Creemos que el Dios de Jesús es nuestro Padre, nos ama y procura nuestro bien. Al comenzar esta Cuaresma, conviene reafirmar nuestra identidad, reencontrarnos con nuestra herencia, reforzarla. No para situarnos en contra de nadie sino para poder compartir lo nuestro con todos. No hay culturas inferiores ni superiores. Son simplemente diferentes. Y en el diálogo, todos nos enriqueceremos. Pero no hay diálogo posible si no valoramos lo nuestro, si nos avergüenza nuestro pasado. 

      A Jesús el demonio le quiso robar su identidad. No lo consiguió. Que su ejemplo nos sirva para afianzarnos más en lo nuestro y para, orgullosos de ello, compartirlo con todos los pueblos de la tierra. 



Para la reflexión

      ¿Me he sentido alguna vez avergonzado de lo que soy, de mi pasado, de mi familia, de mi cultura? ¿Qué tendría que hacer para sentirme orgulloso de todo ello? ¿Vivo mi fe con alegría y gozo, como parte fundamental de mi identidad?
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