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domingo, 7 de mayo de 2023

LAS CUATRO CLASES DE PERDÓN



Las cuatro clases de perdón


🌟 Primero es perdonarse a uno mismo. Sucede que al no ser todavía perfectos, hemos cometido hechos que nos humillan y avergüenzan y pueden producir desilusión. Perdonarnos a nosotros mismos consistirá en aceptar nuestra condición de ser humano. Aceptar con humildad que fallamos. Y así, podemos seguir caminando, sin detenernos en el pasado lamentándonos. Así nos liberamos de pretender obtener la perfección ahora mismo, sino caminamos en un camino de perfección que se alcanzará en la Vida eterna por la gracia de Dios.

 

🌟 El segundo perdón, es el de perdonar a los demás. Cuando no perdonamos a alguien, nos atamos a esa persona, perdiendo libertad. Es un acto de caridad perdonar a los que nos hirieron. Además, si Dios nos ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Acaso soy más grande de Dios?

 

🌟 El tercero es perdonar a Dios. No es que Dios se equivoque, sino que en ocasiones somos nosotros, que por nuestra ignorancia y orgullo, le echamos la culpa injustamente a Dios y creemos que nos ha fallado, que se ha olvidado de nosotros, cuando realmente nunca ha dejado de amarnos y de ver por nuestro mejor bien. Si estamos enojados con Dios, habría que cambiar de actitud y dejar de ser necios, porque Él quiere siempre lo mejor para nosotros. “Perdonarlo” significará reconocer su bondad y nuestro desatino al enfadarnos.

 

🌟 Y el cuarto perdón es el de Dios. Muchas veces le fallamos a Dios. Y aunque es juez, la Justicia misma, más que juzgarnos, nos perdona cuando se lo pedimos sinceramente y con contrición. El Papa Francisco ha dicho que perdonar es lo que más le gusta hacer a Dios, pues es una manera de amarnos. A tal extremo llegó su amor, que nos entregó a su Hijo para que pudiéramos ser perdonados. La muerte de Jesús en la cruz es el culmen de la historia de amor de Dios con el hombre. Además, nos perdona todo, la misericordia de Dios es infinita. 

domingo, 31 de octubre de 2021

ORACIÓN DE PERDÓN



Oración de perdón


La oración de perdón con la que expreso al Señor mi sincero arrepentimiento, es un valioso medio de conversión. En efecto, me ayuda a conocerme mejor, con sinceridad y profundidad, puesto que es un tiempo para enfrentarme con mis males espirituales, reprobarlos y empezar a corregirme. Además, atrae la fuerza de Dios para librarme de mis malos hábitos.

Señor, recuerdo tu amor y quiero pedirte perdón, porque quisiste para mí una vida más santa, pero yo elegí la tibieza y la mediocridad. Pero no quiero quedarme postrado espiritualmente. Sé que allí está tu mirada de cariño y tus brazos que quieren levantarme. Ten misericordia de mí, Señor, por tu bondad. Perdóname por el mal que hice y por el bien que no quise hacer. Piedad de mí, Señor, piedad de mí, que soy frágil e imperfecto. Tú sabes que te amo. Pero soy débil y vuelvo a caer. Por eso te pido: renuévame por dentro, santifícame, libérame, límpiame de mi maldad y quedaré más blanco que la nieve. Amén. (P. Víctor Fernández).

Si persevero en practicar este modo de orar, empezaré a ser como Dios quiere que sea, porque iré descubriendo el mal que se esconde en mi interior. Se sabe que hay males en nuestra esfera síquica con los que fácilmente condescendemos, que bloquean nuestra libertad y nos impiden adquirir una auténtica madurez espiritual y ser fieles a Dios.


* Padre Natalio 

jueves, 4 de febrero de 2021

LA IMPORTANCIA DEL PERDÓN



 La importancia del perdón


Lalo de 8 años, entró en su casa, después de clase, pateando fuerte.  Su padre, que estaba en casa, al verlo entrar, lo llamó para conversar.  Lalo lo acompañó desconfiado. Antes que su padre hablara algo, Lalo dijo irritado:

- Padre, estoy con muchísima rabia. Joaquín no podría haberme hecho lo que hizo. 

Su padre, un hombre sencillo pero sabio, escuchaba a su hijo mientras ese seguía con su reclamo.

- Joaquín me humilló delante de mis amigos. ¡Me gustaría que le pasase algo bien malo!

El padre escuchó todo callado mientras caminaba buscando una bolsa de carbón, la encontró, se la dio y le dijo a Lalo:

- Hijo, quiero hacerte una propuesta. Imaginemos que aquella camisa blanca que está en la soga es tu amigo Joaquín y que cada trozo de carbón es un pensamiento malo que tú le envías. Quiero que tires todo esos carbones en la camisa, hasta el último trozo y dentro un rato vuelvo para ver cómo quedó.

Al niño le pareció un divertido juego, la camisa estaba colgada lejos y pocos trozos acertaban al blanco. El padre que miraba todo, le preguntó:

- Hijo, ¿cómo estás ahora?

- Estoy cansado, pero feliz porque acerté muchos trozos de carbón en la camisa.

El padre miró a su hijo, que no entendía la razón de aquél juego, y dijo:

- Ven, quiero que veas una cosa.

El hijo fue hasta el cuarto y se miró en un gran espejo. ¡Que susto! Lalo sólo conseguía ver sus dientes y ojitos.

Su padre, entonces, le dijo:

- Viste que la camisa casi no se ensució.... pero fíjate en ti mismo. Las cosas malas que deseamos a los otros son como lo que te pasó a ti... 

Aunque consigamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos de esos se quedan siempre en nosotros mismos. ¡Piensa en eso!

miércoles, 2 de diciembre de 2020

PERDONAR, SANAR, RESTAURAR, RENOVAR



 Perdonar, sanar, restaurar, renovar...

Y el perdón... es la medicina que sana el dolor del alma, es el sentimiento que devuelve la esperanza.

Por: P. Jaime Forero | Fuente: Fray Nelson



“El mayor espectáculo del mundo es ver un hombre esforzado luchando solo contra la adversidad; pero hay uno todavía más sorprendente y es el ver a otro hombre lanzarse en su ayuda sin que este se lo pida”

Valores humanos: viviendo la sobriedad. Vivir la sobriedad nos permite controlar nuestros deseos e impulsos, sin embargo no siempre es fácil saber aplicar este valor en la vida ordinaria.

Porque existen recuerdos, situaciones, acontecimientos, personas, que más que huellas han dejado heridas en el alma y se convierten en la piedra en el zapato que no nos deja avanzar puesto que duele y lastima cada vez que intentamos caminar. Por esto urge, es necesario aprender a perdonar…

Y el perdón… es la medicina que sana el dolor del alma, es el sentimiento que devuelve la esperanza, es el milagro que renueva o restaura, es la magia que nos permite recordar sin sufrir, y muchas veces olvidar aquello que tanto nos hizo llorar, nos robó la fe en el amor, en la amistad, en Dios, en uno mismo, en los demás.

Perdonar: Por ello debemos aprender a Perdonar; quizás a Dios, no porque haya hecho algo mal… sino por aquello por lo que lo hemos culpado: enfermedades, accidentes, consecuencias de los errores de la humanidad, infertilidad, hijos con características no esperadas, abundancias o carencias, inconformidades propias que nos impiden encontrar la paz. Hacemos de nuestra oración un muro de lamentos, nos alejamos de El porque no logramos entender o discernir cuál es su voluntad, le culpamos de los errores de otros…

Sanar: Para poder renovar nuestro interior, es preciso liberar de toda culpa a Dios, aprender a descubrir y experimentar su inmenso amor y encontrar en él la sanación interior…

Hay casos en los que nos cuesta reconocer, que es a nosotros mismos a los que debemos perdonar; porque nos culpamos de muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor, juzgamos muy severamente nuestros errores, nos atormentamos por lo que dejamos de hacer o hicimos mal; divorcios, muertes, separaciones, palabras dichas y otras que no se dijeron, flores marchitas, historias de amor y amistad que no lograron terminar de escribirse o que tuvieron un triste final… y nos quedamos estancados en el pasado sin poder avanzar; negándonos la oportunidad de empezar de nuevo, liberarnos, restaurar, renovar…

Perdonarnos, es ser capaces de aceptar e indultar nuestra propia humanidad; pasar la hoja, atrevernos a escribir un nuevo capítulo de nuestra historia personal.

Para encontrar la paz del alma, hace falta perdonar también a los demás; la palabra que dolió, la traición que golpeó, la acción que la vida destrozó, el abandono que dejó vacíos internos, la omisión, la indiferencia, los acosos, el cansancio, la fragilidad humana del otro que tanto hirió, que robó La fe, la esperanza de creer en el amor, en la amistad, aún en el mismo perdón…

Perdonar al otro es liberarnos de sentimientos que causan mucho más dolor; porque nos encasillan en hechos que ya pasaron, en tormentas que cesaron, en diluvios y terremotos que aunque arrasaron con lo mejor de nosotros mismos, no todo se lo han robado; porque mientras nuestro corazón siga latiendo, tenemos la oportunidad de seguir viviendo, restaurando lo que está destruido, renovar el corazón herido, devolviendo la fe y la paz que se había perdido…

Restaurar: El perdón sale de nosotros mismos, de nuestra capacidad de amar, de volver a empezar… El aprender a perdonar surge de esa experiencia que tengamos del Amigazo Dios que nos enseñó a perdonar, saldando El mismo todas nuestras deudas, liberándonos de toda culpa, regalándonos la nueva vida en el amor que a diario nos manifiesta, en esa cruz, que más que condenarnos nos redime y nos libera…

Perdonar es empezar de nuevo, amar con tanta intensidad que hagamos del perdón el milagro que restaure nuestra vida, le devuelva la paz y la esperanza perdida; y nos llene de fuerza y fe para hacer nuestros sueños realidad….

Renovar: Por ello, revisa tu interior y piensa: ¿Qué te hace falta perdonar? ¿Qué te impide avanzar?… ¿Estás listo para empezar de nuevo, reparar, restaurar, renovar?… Solo Dios nos da esa capacidad de perdonar; de El recibimos y aprendemos el perdón que le devuelve la paz al corazón… Cada día en nuestra oración repetimos: Perdónanos como perdonamos… Digámosle también, enséñanos a perdonar como Tu nos has perdonado…

El autor es el P. Jaime Forero, Terciario Capuchino fallecido el 11 de Abril de 2007, aunque él se apoyó ampliamente en textos de otros autores, de modo que su trabajo no tiene pretensión de originalidad sino sólo de servicio.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

LAS CUATRO CLASES DE PERDÓN



 Las cuatro clases de perdón

Sin perdón hay dolor, hay rencor, hay resentimiento y amargura.


 

1. Perdonarse a uno mismo.

Hay situaciones que producen una desilusión de nosotros mismos.

Hay actitudes y hechos cometidos por nosotros que nos humillan, nos denigran y avergüenzan.

Esta clase de fallas requieren de un auto-perdón.

Sé libre hoy de tus propias fallas. ¡Perdónate! Nadie es perfecto, la misma esencia defectuosa propensa a fallar existe en todos los seres humanos.

Perdonarte reconociendo tus errores es un acto de humildad.

Perdonarte a ti mismo te hará depositar la confianza en Dios para recibir la fortaleza y no volver a fallar.


2. Perdonar a otros

Las heridas duelen y a veces mucho. Pero alguien dijo: “La mejor venganza es el perdón” porque la falta de perdón te auto-esclaviza.

Te lastimas a ti mismo cuando no perdonas, mientras el ofensor no se percata de tus sentimientos.

Tu falta de perdón hacia otros te mantiene preso y atado a esa persona. ¡Sé libre perdonando!

Este es un mundo con injusticias, con seres humanos que tienen libre albedrío.

Pero serán libres y felices quienes cruzan la barrera del perdón.

Quienes saben perdonar y olvidar, poseen una virtud suprema.

Cualquier mediocre puede ser violento, matar, abusar o lastimar, pero no cualquiera posee el supremo valor de perdonar.

Esto solo es un rasgo de los seres sabios e inteligentes.

Confiesa el perdón con tus labios, ¡Hazlo y serás libre por siempre!

 

3. Perdonar a Dios

Si, así como lo lees, perdonar a Dios.

Esta es muchas veces una actitud inconsciente.

¿Acaso Dios se equivoca? No, en absoluto.

Pero nosotros percibimos por nuestro orgullo e ignorancia que Dios nos ha fallado en algunas ocasiones.

Es que nuestra mente y percepción espiritual son demasiado pobres y estrechas como para comprender la magnitud de algunas cosas.

 

4. El Perdón De Dios

Además de fallarnos entre nosotros mismos, también fallamos muchas veces a Dios.

Él es el creador de todo y juez del universo.

Y Dios, a pesar de ser juez no se complace en juzgar, sino en perdonar.

Dios es amor, no tiene amor… ES AMOR. Por eso su naturaleza es perdonar las fallas de sus hijos. No importa lo que hayas hecho, Dios te perdona.

Donde hay verdadero arrepentimiento, hay un perdón de Dios asegurado.

Algunos preguntan: ¿Dónde está Dios que no lo veo?

Pero Dios ya se hizo visible en la persona de Jesús, su Hijo. Quién vino a perdonar.

La misión de la venida de Cristo a la tierra fue esta: Perdón.

El dijo antes de Morir: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Es una dicha muy grande saber que Dios nos perdona cuando se lo pedimos.

Dios respondió con perdón ante las fallas de La humanidad. Envío a su Hijo para que seamos perdonados y aceptados.

La solución es Jesús, el Hijo de Dios, quién murió en la agonizante cruz para derramar su sangre inocente.

Y la sangre pura e inocente de Cristo es la que nos brinda la limpieza de todos nuestros pecados cuando creemos en Él.

Recibe hoy el perdón de Dios. 

domingo, 13 de septiembre de 2020

ORACIÓN PARA PEDIR PERDÓN Y PARA PERDONAR


Oración para pedir perdón y para perdonar
Una breve oración para pedir perdón a Dios. 


Por: P. Evaristo Sada | Fuente: la oración 




Oración para pedir perdón y para perdonar

El perdón es la llave de la libertad y la paz interior. Para pedir perdón se requiere humildad. Para perdonar se requiere misericordia. Ni la humildad ni la misericordia son fáciles. Pedir perdón supone reconocerse pecador. Perdonar supone tener un corazón como el de Cristo.

En el Padre Nuestro, Jesucristo nos enseña a pedir: "Perdona nuestros pecados como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden", pues el perdón de los pecados y el haber perdonado son condiciones para alcanzar la paz interior y la salvación eterna.

Padre,
me declaro culpable, pido clemencia, perdón por mis pecados.
Me acerco a ti con absoluta confianza
porque sé que tú prefieres la penitencia a la muerte del pecador (cfr. Ezequiel 33,11)
A ti no te gusta ni la venganza ni el rencor, tu corazón es compasivo y misericordioso,
y sé que sólo estás esperando a que tenga la humildad de reconocer mi pecado, arrepentirme y pedir perdón
para desbordar la abundancia de tu misericordia.
"Cuando confesamos nuestros pecados, Dios, fiel y justo, nos los perdona" (1 Jn 1,9)
Miro al horizonte: veo tus brazos abiertos y un corazón de Padre
queriendo atraerme con lazos de un amor infinito.
Padre, perdóname, quiero recibir el abrazo eterno.

Tu enseñanza es muy clara: para ser perdonados y poder entrar en el Reino de los cielos debemos tener un Corazón como el tuyo.


"Perdonad y se os perdonará" (Lc 6,36)

"El que odia a su hermano es un homicida" (1 Jn 3,15)

"Con la medida que midiereis se os medirá" (Mt 7,2)

"Si no perdonáis, tampoco el Padre os perdonará" (Mc 11,23)

Nos pides que seamos buenos cristianos por la práctica de la caridad evangélica.

Que seamos benévolos con quienes nos han hecho daño, con quienes nos han ofendido, nos han traicionado y nos odian, pues de otro modo no mereceremos que lo seas Tú con nosotros.


El siervo al que se le condonó su deuda, cuando no quiso él hacer lo mismo con otro que le debía, fue encarcelado.
Perdió el perdón que había obtenido al no ser él capaz de perdonar. (Mt 18,23-25)

Padre,
envía tu Espíritu de amor y perdona mis pecados,
purifícame, sáname, restáurame, renuévame
con la Sangre Redentora de tu Hijo;
ayúdame a tener un corazón como el Suyo,
un corazón humilde y generoso capaz de perdonar,
arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de carne.

jueves, 10 de septiembre de 2020

PERDONAR NO ES OLVIDAR, ES RECORDAR EN PAZ


Perdonar no es olvidar, es recordar en paz
Y es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia. No hay nada mejor en el mundo que perdonar.


Por: Juan Rafael Pacheco | Fuente: Catholic.net




Es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia.

No hay nada mejor en el mundo que perdonar. Lo repito, nada hay mejor que perdonar. Y si no, hagan la prueba. No se lleven que yo lo dije, no. Hagan la prueba.

¡Haz la prueba! Decídete y perdona al que te ofendió o te causó algún daño. Si crees que el otro piensa que fuiste tú quien tuvo la culpa, pues igual, simple y llanamente pídele perdón, y asunto arreglado. Total, lo importante es lograr la paz, la convivencia, el poder saludar y sonreír y conversar con quien hasta hace poco le volteabas la cara, o le gruñías, o le deseabas el mal, o lo ignorabas, y arriba de eso afirmabas que no, que tú no habías dejado de quererlo, pero que no querías tener nada que ver con esa persona.

El problema es ese. Que lo que dice el Señor es muy distinto. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Difícilmente tu propia persona te sea indiferente.

A los que tengan algún tipo de rencilla, les ruego encarecidamente dediquen unos minutos y presten atención a lo que les voy a contar. Léanlo también los que como yo estamos en paz con el mundo, para la gloria de Dios, que les será útil para llevar este mensaje a los peleones.
Jesús relata la historia de aquel rey que perdona una gran deuda a uno de sus servidores, y al salir del palacio, éste se encuentra a un compañero que le debía unos centavos, y lo hace meter preso hasta que le pague. Al enterarse el rey, le recriminó su injusticia enviándolo a la cárcel. Concluye Jesús diciendo que “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.

Entonces, te pregunto: De todas esas barbaridades que has cometido en tu vida, ¿recuerdas tan sólo una que Dios no te haya perdonado? ¿No? Y entonces, ¿quién eres tú para negarle tu perdón a alguien que mucho o poco te haya molestado, ofendido, irritado, perjudicado o llámese como sea lo que te haya hecho esa otra persona, y mucho peor si es un hermano?
No, mi querido amigo, no vale la pena vivir así. No hay tranquilidad. A mi me pasaba igual. Recuerdo una situación por la que viví, y a sabiendas de que a esa persona me la encontraba los domingos en misa, tenía la respuesta lista por si acaso se atrevía a saludarme: “¡Vade retro Satanás! ¡Retírate Satanás!” ¡Y eso se lo pensaba decir en plena iglesia!

Hoy, sin embargo, vivo tranquilo. A esa persona--¡y a tantas otras!--no tan sólo la perdoné, sino que le pedí perdón, porque estando ya en los caminos del Señor, me cuestioné seriamente si no habría sido yo quien la había ofendido. ¡Que bien se siente uno! Quise visitarla, y darle un abrazo, pero no quiso. Que pena. Siempre está presente en mis oraciones.
El perdón no borra lo sucedido. Lo hecho, hecho queda, y a menos que caigamos en Alzheimer, difícil es olvidar nuestra historia de vida. Pero qué distinto es recordar esos incidentes en paz. Ahí radica la gran diferencia. Perdonar no es olvidar, es recordar en paz.
Bendiciones y paz.

miércoles, 20 de mayo de 2020

LA TERAPIA DEL PERDÓN


La terapia del perdón
El perdón es como la confianza, que no se puede simplemente exigir, sino que hay que darlo, hay que merecerlo, hay que ofrecerlo y hay que ganarlo


Por: Alfonso Aguiló | Fuente: interrogantes.net




Cuenta Roland Joffé el impacto que le produjo una entrevista en la CNN en la que una mujer hutu de Ruanda estaba tomando el té con un hombre al que ella misma presentaba como miembro de una tribu tutsi que había asesinado a su familia. El entrevistador, muy sorprendido, le decía: “¿Y por qué toma el té con él…? ¿Le ha perdonado?”. “Sí –respondía ella–, le he perdonado”. Y explicaba a continuación que aquel hombre iba todas las semanas a tomar el té con ella. “Lo hace para vivir en mi perdón”, añadía.

Ese era el modo –continuaba Joffé– que ella tenía de tratar con su dolor. Y ese era el modo que aquel otro hombre tenía de tratar con el suyo. Del sufrimiento humano de ambos, salía algo nuevo y mucho más grande. En aquel acto heroico de la voluntad había un propósito. Aquella mujer estaba dignificando su propia vida al perdonar a aquel hombre hutu. Era una mujer campesina de una sencillez conmovedora, pero sobre todo de un enorme poder moral, que se estaba sobreponiendo a la llamada del odio para imponerse a sí misma la terapia del perdón.

A todos nos gustaría ver más perdón en el mundo, pero luego a todos nos cuesta perdonar. Es difícil saber por qué unas personas logran perdonar y otras no. Es un misterio extraordinario, con el que todos convivimos. Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de perdonar. ¿Por qué, entonces, algunas personas se sienten incapaces de hacerlo? ¿Qué influencias hay dentro de un hombre a la hora de afrontar ese dilema?

Por ejemplo, si en la infancia te han enseñado que la venganza es algo importante, que tu dignidad como ser humano se sustenta en ejercer la venganza, entonces acabas en una espiral donde la venganza se perpetúa. Sin embargo, si desde pequeño te enseñan y te dan las reflexiones y los argumentos necesarios para entender que la venganza y el rencor no conducen a nada, ese deseo ancestral, por el que alguien tiene que pagar una cuenta pendiente, pasa a verse como lo que es, como una respuesta primitiva y visceral, que nos hace daño y que nos perjudica a todos.

En el interior de cada persona, igual que en lo profundo de la misma sociedad, hay siempre una batalla en la que pugnan por abrirse paso nuestro orgullo, nuestro rencor, nuestro individualismo egoísta. Debemos reconocerlos como tales, y hacerles frente, aunque nos parezca que luchamos un poco contra nuestra propia naturaleza. Lo que sería una pena es no reconocerlos como unos monstruos que devoran nuestro interior. Que quisiéramos disfrazarlos de dignidad, de patriotismo, de servicio a unas supuestamente elevadas causas que pretenden justificar lo injustificable.

La terapia del perdón de aquella mujer ruandesa era un comportamiento heroico en su situación. Una memorable muestra de su esfuerzo por desmarcarse de la devoradora máquina de la venganza y el rencor que amenazaba con invadirlo todo. Una lucha admirable para no dejarse absorber por la dinámica del odio, para no formar parte de esa gran conjura inacabable. Si nuestras vidas tienen profundidad, y deben tenerla, hemos de preguntarnos qué tenemos que hacer ante las ofensas o perjuicios que hemos sufrido y que quizá no sabemos bien cómo gestionar. El perdón es como la confianza, que no se puede simplemente exigir, sino que hay que darlo, hay que merecerlo, hay que ofrecerlo y hay que ganarlo. Por ambas partes puede ser heroico, pues muchas veces cuesta más pedir perdón que darlo. Pero siempre será una muestra de la grandeza del hombre, que sabe elevarse por encima de lo que era habitual en las civilizaciones antiguas y que, por desgracia, todavía sigue demasiado presente en nuestra vida cotidiana.

miércoles, 1 de abril de 2020

¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL PERDONAR?


¿Por qué es tan difícil perdonar?
Para perdonar tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús


Por: Madre Angélica | Fuente: EWTN.com




Una de las pruebas más difíciles que se enfrentan en la vida es la constatación de que se es incapaz de perdonar a alguien que nos lastimó. Jesús nos dio un ejemplo de esa actitud cuando relató la parábola del hijo pródigo que malgastó su herencia.

Cuando a este jóven se le acabó todo el dinero y empezó a pasar necesidad en una tierra donde había sobrevenido un hambre extrema, decidió volver a su padre, pedir perdón y solicitar ser tratado como a uno de sus jornaleros. El padre misericordioso, que nunca dejó de amar a su hijo, lo perdonó en el acto y le devolvió su lugar en la casa, como su hijo.

Pero el hermano mayor, que había permanecido fiel a su padre, se quejó. Estaba celoso de la fiesta que se había organizado en honor de su hermano pródigo.

Al hermano mayor le pareció completamente injusto que su padre honrara a ese hermano descarriado, mientras que a él nunca lo había recompensado por su lealtad y su trabajo. En lugar de alegrarse por la conversión y el regreso de su hermano, el mayor se irritó y se entristeció, y se negó a entrar en el banquete.

El padre le explicó por qué debía alegrarse: porque el hijo que estaba perdido había vuelto. En ese momento, el hermano mayor tuvo que elegir. ¿Haría caso a la súplica de su padre y se uniría a su alegría, o se encerraría en sí mismo y en su tristeza autocompasiva? ¿Iba a aceptar reconciliarse con su hermano, aunque no fuera más que por amor a su padre, o se retiraría amargado y con el corazón endurecido?

Jesús no nos contó cuál fue la reacción del hermano mayor. Tal vez quería que reflexionáramos sobre cuál sería nuestra reacción, ya que es una opción que todos, tarde o temprano, vamos a tener que hacer.

Sea porque tenemos a un alcohólico en la familia, o un ser querido se hace adicto a las drogas, o un cónyuge nos es infiel o un amigo nos traiciona, todos, en algún momento, nos enfrentaremos con la opción de perdonar a quien nos hirió, incluso si esa persona no nos pide perdón.

El único remedio veraz para curar ese tipo de sufrimiento es perdonar a quien nos hirió. Por eso es que Jesús nos regaló el “Padrenuestro”.

Si nosotros no perdonamos a los demás, cada vez que rezamos el Padrenuestro, ¡estamos pidiendo a Dios que no nos perdone las ofensas que hacemos contra Él! Jesús también nos dio Su propio ejemplo en la Cruz cuando dijo: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.

¿Por qué es tan difícil perdonar y olvidar?
Yo lo llamo “vivir en el recuerdo”. Cuando nuestra Fe y nuestra Esperanza son débiles, podemos vivir inmersos en un recuerdo triste.

Durante años revivimos y reavivamos ese momento de dolor y enojo, hasta que se nos deforma el alma y se nos endurece el corazón.

En ese estado, empezamos a justificar todas nuestras debilidades por esa experiencia dolorosa que recordamos una y otra vez.

A esa altura, es imposible ver las propias faltas con humildad y tratar de cambiar nuestra conducta indeseable para bien. Al final, un día nos percatamos de que estamos atrapados en un ciclo sin fin de frustración, enojo y tristeza.

Esa es una situación peligrosa ya que, a menos que rompamos ese patrón, todo lo que nos suceda cada día será un recuerdo de ese incidente que nos lastimó tanto.

La tensión va a ir en aumento hasta que la vida entera se va a ver destruida por frustraciones que no existen. Es fácil imaginarse al hermano mayor cargado de amargura contra su hermano descarriado durante mucho tiempo.

Si eligiera rechazar la alegría de la reconciliación y el sacrificio, cosecharía solamente tristeza y tormentos. Se estaría cargando sobre las espaldas ese rencor cada vez que viera a su hermano. Pero sería la opción que él mismo escogió la que le causaría tristeza.

¿Cuál es la solución? ¿Cómo logro perdonar?

Sin duda, perdonar no es hacer de cuenta que no tenemos problemas ni sentimientos, ni que nunca hubo ofensa. No se pueden enterrar los sentimientos ni los recuerdos a costa de una gran fuerza de voluntad. Eso no sirve.

No, la respuesta requiere de un enfoque completamente distinto. Debemos usar esos sentimientos que nos provocan dolor como una oportunidad para imitar al Padre, nuestro Dios Compasivo, Misericordioso y Amante, que hace salir el sol sobre justos e injustos.

Tenemos que empezar a ver lo sucedido como algo que Él permitió que pasara para nuestra santificación, para hacernos santos según nuestra reacción ante ese acontecimiento doloroso.

En lugar de tratar de hacer de cuenta que no nos sentimos heridos, tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús o por algún incidente de Su vida.

La memoria, una de nuestras facultades mentales, es un regalo precioso que nos dio Dios. Pero debe ser usada correctamente. La memoria debe considerarse un depósito tremendo donde podemos guardar todo lo que nos relatan los Evangelios acerca de Jesús y Su vida, llenando el lugar con Oración, Escrituras y los Sacramentos.

Cada vez que recordamos una ofensa pasada, debemos reemplazar el recuerdo con palabras de Jesús, trayendo a la memoria los episodios en que Él perdonó, y cómo utilizó cada oportunidad para dar Honor y Gloria a Su Padre.

Entonces, cuando aparezca un recuerdo inquietante, podemos “cambiar de carril” hacia un pensamiento diferente: uno centrado en Jesús. Esto va a lograr que nuestra memoria se eleve por sobre las cosas de este mundo, y empiece a vivir en la Palabra de Dios.

Sin embargo, este proceso de sustituir un mal recuerdo por buenos pensamientos puede utilizarse incorrectamente. Si se realiza en una esfera completamente natural, puede ayudar a cambiar el pensamiento, pero nunca nos va a provocar un cambio de vida que nos acerque a la unión con Dios.

Por ejemplo: un colega nos ofende con un comentario antipático. Uno permanece callado, pero las palabras que dijo nos queman por dentro como el fuego. Hay quienes nos aconsejarán salvar esta situación a través del “pensamiento positivo”, o mediante alguna técnica como la formación de una imagen mental de una flor que flota en un lago espejado.

Esto puede cambiar el patrón de pensamiento y calmar los ánimos, pero no nos va a hacer semejantes a Jesús. No, no es esa la manera de proceder.

Jesús es el centro del perdón
Es Jesús quien debe ocupar el centro de nuestras facultades mentales. Jesús es el Camino a seguir para controlar nuestra memoria y nuestra imaginación. Es Jesús la Verdad que nos ayuda a elevar nuestro entendimiento por encima de nuestra limitada capacidad para ver los Misterios de Dios. Y Jesús es la Vida a través de la cual se fortalece nuestra voluntad para superar los más grandes obstáculos.

Como cristianos, debemos luchar por vivir una vida santa, la vida de un hijo de Dios –no simplemente una “buena” vida como meras criaturas de Dios-.

Es solamente a través de Jesús que podemos elevarnos de una vida de imperfección o tristeza o amargura a una vida de santidad y esperanza y alegría.

Dios siempre saca cosas buenas de toda situación para quienes lo aman, si no en esta vida, en la otra.

Cuando ponemos nuestra confianza en nuestro Dios Amor, todas nuestras penurias pueden convertirse en escalones que nos lleven al Cielo.

miércoles, 23 de octubre de 2019

CUATRO CLASES DE PERDÓN


Cuatro clases de perdón



- Primero es perdonarse a uno mismo. Sucede que al no ser todavía perfectos, hemos cometido hechos que nos humillan y avergüenzan y pueden producir desilusión. Perdonarnos a nosotros mismos consistirá en aceptar nuestra condición de ser humano. Aceptar con humildad que fallamos. Y así, podemos seguir caminando, sin detenernos en el pasado lamentándonos. Así nos liberamos de pretender obtener la perfección ahora mismo, sino caminamos en un camino de perfección que se alcanzará en la Vida Eterna por la gracia de Dios.

- El segundo perdón, es el de perdonar a los demás. Cuando no perdonamos a alguien, nos atamos a esa persona, perdiendo libertad. Es un acto de caridad perdonar a los que nos hirieron. Además, si Dios nos ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Acaso soy más grande de Dios?

- El tercero es perdonar a Dios. No es que Dios se equivoque, sino que en ocasiones somos nosotros, que por nuestra ignorancia y orgullo, le echamos la culpa injustamente a Dios y creemos que nos ha fallado, que se ha olvidado de nosotros, cuando realmente nunca ha dejado de amarnos y de ver por nuestro mejor bien. Si estamos enojados con Dios, habría que cambiar de actitud y dejar de ser necios, porque Él quiere siempre lo mejor para nosotros. “Perdonarlo” significará reconocer su bondad y nuestro desatino al enfadarnos.

- Y el cuarto perdón es el de Dios. Muchas veces le fallamos a Dios. Y aunque es juez, la Justicia misma, más que juzgarnos, nos perdona cuando se lo pedimos sinceramente y con contrición. El Papa Francisco ha dicho que perdonar es lo que más le gusta hacer a Dios, pues es una manera de amarnos. A tal extremo llegó su amor, que nos entregó a su Hijo para que pudiéramos ser perdonados. La muerte de Jesús en la cruz es el culmen de la historia de amor de Dios con el hombre. Además, nos perdona todo, la misericordia de Dios es infinita.

martes, 19 de junio de 2018

EL AMOR ES PERDÓN


El amor es perdón



Para quien ha amado, para todo aquel que haya sido amado,
recuerda que el amor soporta todo, el amor es servicial, el amor no es egoísta el amor viene de Dios y sobretodo que el amor es PERDÓN.

No es solamente un sentimiento o un recuerdo grabado en tu memoria, es el saber que eres amado por tu creador e igualmente fuiste para hecho para amar, pues tu
Dios ES el amor.

Si sientes tristeza por un amor que se fue, si te sientes mal por algo que no funcionó, si piensas que este día pudo ser mejor, recuerda que Dios creó la amistad y el amor, y que no las puedes practicar sin El.

En este día perdona, ama, expresa, ríe sin importar si eres correspondido o no y no dejes en tu corazón lo que sientes. Solamente si haces todo lo anterior podrás decir que has amado.

viernes, 25 de mayo de 2018

PERDONAR ES BUENO PARA LA SALUD


Perdonar es bueno para la salud
La oración es de gran ayuda


Por: Jesús Alberto Rangel C. | Fuente: Catholic.net 




Una reflexión a la luz de investigaciones, donde se destaca además, que el perdón debe ser una forma de vida en la cual la Oración es de gran ayuda

De todos los hechos extraordinarios de la vida del Papa Juan Pablo II, pocos pueden compararse con los 21 minutos que paso en una celda de paredes blancas en la cárcel de Revibia, en Roma. Justo después de la Navidad de 1983, el Papa visito a Mehmet Ali Agca, el hombre que treinta meses antes le había disparado, en la Plaza de San Pedro. Le regaló a Agca un rosario de plata y algo mas: SU PERDON.

Naturalmente, hace falta una indulgencia como la de Cristo para perdonar a un presunto asesino.¿ Pero cuantos de nosotros estamos dispuestos a perdonar a un compañero conspirador, al que no nos acompañó en la campaña, e incluso al que nos quito el puesto en la cola o no nos cedió el paso en la vía?

La ausencia de perdón persistente, forma parte de la naturaleza humana, pero al parecer funciona en detrimento no solo de nuestro bienestar espiritual sino de nuestra salud física. Una importante revista norteamericana acaba de publicar, en edición en español un estudio sobre el tema donde se destaca que es uno de los campos de investigación mas tratados en la psicología clínica actualmente, con mas de 1200 estudios publicados, frente a los 58 que había en 1997. Hasta tiene su propia fundación-Compañía para la investigación sobre el perdón-que patrocina trabajos, conferencias, etc.

De acuerdo al reportaje, las investigaciones sugieren que el perdón funciona como mínimo de dos maneras: Una, reduciendo el estrés del estado de no perdón, una mezcla potente de amargura, ira, hostilidad, odio resentimiento y miedo ( de ser humillado y lastimado nuevamente). Estos tienen consecuencias fisiológicas especificas con presión arterial mas alta y cambios hormonales, vinculados con trastornos cardiovasculares, supresión inmunológica y hasta debilitamiento de la función neurológica y la memoria.

“Sucede todo el tiempo, pero cada vez que uno siente la ausencia de Perdón, tiene mas posibilidades de desarrollar un problema de salud”dice Everett Worthington, director de la Compañía de investigación sobre el Perdón. El otro beneficio que trae aparejado perdonar es más sutil; se relaciona con las investigaciones que muestran que las personas con redes sociales fuertes, de amigos, vecinos y familia, tienden a ser mas saludables que las solitarias. Alguien que alimenta rencores y lleva la cuenta de cada desaire, obviamente perderá algunas relaciones a lo largo de su vida.

De hecho, según muchos investigadores el perdón resulta ser un proceso asombrosamente complejo. Worthington distingue lo que denomina “perdón por decisión” , un compromiso a reconciliarse con el perpetrador, el mas significativo “perdón emocional”, un estado interno de aceptación.

El perdón no requiere que nosotros renunciemos a la justicia o que nos tratemos con personas a las que debiéramos despreciar. La ira tiene su lugar en la colección d mociones humanas, pero no debe transformarse en una forma de vida. “Cuando hablo de Perdón, me refiero a olvidar, no excusar a la otra persona o reconciliarnos con ella o aceptar la conducta –dice Worthington- simplemente es abandonar el propio sufrimiento”

Otro siquiatra citado por la revista insiste que el “perdón es un proceso, no un momento. Es algo que debe cultivarse, va contra la tendencia humana natural a buscar venganza y corregir la injusticia” por esa razón recomienda hacerlo con ayuda de amigos, un terapeuta o a traba de la ORACION.

Juan Pablo II extrajo de su fe la fuerza para perdonar a Mehmet Agca, dándonos un ejemplo a todos. El mensaje es el mismo mas allá de lo que este expresado en el lenguaje de la caridad cristiana, la psicología clínica o la sabiduría de Confucio, como lo cita Hallowell: “Si dedicas tu vida a buscar venganza, comienza por cavar dos tumbas”.

martes, 6 de marzo de 2018

EL PERDÓN QUE TANTO NECESITAS


El perdón que tanto necesitas




Corría el día 7 de Mayo del año 1986, María tenía escasos 30 días de haber nacido en un país centro americano: El Salvador. Por su corta edad ignoraba todo lo que sucedía a su alrededor.

Ese día su madre, una joven de 19 años de edad, la transportaba hacia un hospital para hacer su debido chequeo de salud. Al llegar ella, como todas las pacientes que esperaban su turno con su bebé en brazos, tomó asiento a la espera de ser atendida. Pasaban los minutos, la bebé se desesperó y comenzó a llorar.

De pronto una mujer desconocida, de aspecto joven, se mostró amigable con ella y se ofreció a llevar la niña afuera para consolarla, ella accedió y la entregó en sus brazos.

Pasaron cinco minutos y la mujer que se ofreció a ayudarle no regresó. La madre comenzó a sospechar que algo estaba mal y salió a buscarla. Para su gran sorpresa descubrió que aquella mujer con su pequeña bebé habían desaparecido. El llanto y desconsuelo comenzaron a invadir su corazón, ella había sido una más de las víctimas del tráfico de menores en su país, bajo la sombra de la guerra civil que sucedía en esa década.

Como toda madre no pudo reponerse de la pérdida de su niña. Pasaron años y nunca se perdonó el hecho, culpándose, día tras día, por su ignorancia.

A 30 años del suceso, aconteció lo que menos se esperaba. En un medio de comunicación local se relataba la historia de una joven de nacionalidad francesa pero origen salvadoreño que había regresado en búsqueda de su madre, ya que como ella describía, sus padres adoptivos le habían relatado de sus orígenes salvadoreños. Justamente ese día uno de sus hermanos se encontraba viendo el reportaje televisivo y por las características que detallaban concluyó que era la bebé que habían robado de los brazos de su madre.

La madre con su hija se reencontraron nuevamente. Una mezcla de llanto y alegría invadió el momento. Aquella madre, después de aclarar a su hija lo que sucedió hace 30 años, recibió el perdón y la paz que por tanto tiempo había necesitado.

Al igual que aquella madre, tú puedes haber cometido errores que te hacen sentir cada día miserable y triste. Pero debes saber que el perdón es la mejor medicina que puedes recibir.

“Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdono a ustedes en Cristo.”    Efesios 4:32 (NVI)

Dios ofrece su perdón incontables veces al ser humano, muchas veces lo tomamos como algo insignificante o irrelevante. Pero cuando tenemos el perdón nuestra alma vive en paz y la tristeza desaparece. Deja que el perdón eterno de Dios llene tu alma y te enseñará también a perdonar a los demás como él nos ha perdonado de nuestros pecados.

Y entonces recibirás la verdadera paz en tu corazón.




Fuente: Huellas Divinas

martes, 9 de enero de 2018

5 CAMINOS CRISTIANOS PARA PERDONAR


5 caminos cristianos para perdonar




El padre Ed Broom, un sacerdote Oblato de la Virgen María y un reconocido autor de libros de espiritualidad en Estados Unidos, ha escrito en su blog “cinco breves y concretas sugerencias que podrán ayudarnos en el camino del perdón y la misericordia”.

1. Ruega por la Gracia.
Perdonar a nuestros enemigos, orar por ellos y amarlos, va mucho más allá de nuestra naturaleza humana caída. Necesitamos –desesperadamente- las abundantes gracias de Dios. San Agustín decía que todos somos mendigos ante Dios. Por lo tanto, debemos pedir la gracia de perdonar cuando somos puestos a prueba. ¡Dios no nos la negará!

2. Perdona inmediatamente.
Cuando estamos ofendidos, a menudo el diablo trabaja en nosotros de inmediato fomentando en nuestra mente pensamientos de venganza diametralmente opuestos a la enseñanza de Jesús. Debemos resistirlos y rechazarlos tan pronto como nos damos cuenta de ellos. Por lo tanto, si respondemos a la gracia de la misericordia de Dios y perdonamos de inmediato, existe una buena posibilidad de que la victoria sea nuestra. En suma, hay que ser rápidos para rechazar los pensamientos vengativos ¡y aún más rápidos para perdonar!

3. Humildad.
Otra arma espiritual eficaz que tenemos en nuestro arsenal es la de la humildad. ¿Cómo? De este modo: si el perdón resulta laborioso y casi imposible, entonces recuerda tu peor pecado o tu pecado más embarazoso y el hecho de que Dios te perdonó esto tan pronto como rogaste Su misericordia y perdón. Lo más probable es que la ofensa que se te dirigió haya sido mínima en comparación con tu pecado más grave o embarazoso. ¡Esto puede ser una herramienta muy poderosa para abrir tu corazón a la misericordia y al perdón!

4. Misericordia es un camino de ida y vuelta.
Recuerda que recibir la misericordia de Dios no es una camino sin salida, sino más bien una calle de dos vías. ¿En qué sentido? Jesús dijo: “Sed misericordiosos como su Padre Celestial es misericordioso”. Por lo tanto, si queremos experimentar la misericordia infinita de Dios en nuestras vidas, debemos extender nuestra mano de perdón hacia aquellos que nos han ofendido. El Padrenuestro nos enseña la misma lección: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Santa Faustina Kowalska en el Diario de la Divina Misericordia en mi alma, afirma, inequívocamente, que el mayor atributo o virtud en Dios es Su Misericordia infinita. Los seguidores de Jesús deben practicar esta sublime pero muy exigente virtud. La misericordia es el amor de Dios que perdona al pecador. Decidir perdonar a nuestros enemigos es una clara señal de la victoria de la Gracia y misericordia de Dios en nuestras vidas.

5. Jesús dio su sangre en la cruz por ti.
Posiblemente la fuerza motivadora más convincente para obligarnos a perdonar a los que nos ofenden sea la serena pero seria contemplación de Jesús colgando de la cruz, derramando cada gota de Su Preciosísima Sangre para salvar a toda la humanidad, pero en particular mi alma inmortal. Después de ser herido y tal vez no dispuesto a perdonar, levanta tus ojos para contemplar a Jesús, mientras Él cuelga de la cruz. Recuerda lo que ya ha pasado: salivazos, azotes, corona de espinas, negado por Pedro, traicionado por Judas, condenado siendo totalmente inocente, clavado en la cruz y derramando cada gota de Su Preciosa Sangre. Y lo primero que pide es: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”. Escuchando, contemplando y meditando este pasaje de su amarga pasión, se tendrá la herramienta más eficiente para romper el más endurecido corazón, que, aparentemente, era incapaz de perdonar.


© Jaime Septién (Aleteia)

sábado, 18 de noviembre de 2017

TRES RAZONES PARA PERDONAR


Tres razones para perdonar



¿Cómo podríamos decir que amamos a Dios si en vez de amar a nuestros hermanos, guardamos rencores? El perdón y la reconciliación son los boletos principales para llegar a ser parte del reino que Jesús nos ha mostrado. Nos lo hizo recordar también en la oración del Padrenuestro: “perdónanos como nosotros perdonamos”

A veces se falla en esto, y es donde debemos pedir la intervención de Dios en nuestra vida para que nos transforme y nos haga seres capaces de pedir perdón con humildad a aquellos que nos han dañado o hemos dañados, porque reconciliándonos con ellos, encontramos la reconciliación con Dios, la restauración de su gracia y de su amor en mí.

Habrás oído decir una frase que dice: "El perdón no es un sentimiento sino una decisión" y te preguntarás ¿cómo puedo yo decidir perdonar, si yo siento esto o esto otro...?

Jesús también nos confirmó que perdonar es una decisión, aunque de otro modo, Él nos dijo en el evangelio de Mateo (5,23-24): "Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda"...

¿Nos dimos cuenta? Jesús, dijo: "ve a reconciliarte con tu hermano", en ningún momento dijo: "ve si primero sientes que los puedes perdonar y luego reconcíliate con tu hermano", tampoco dijo: "ve si crees que el otro se merece tu perdón y reconcíliate con él"...

Perdonar no es un acto mágico, no es que alguien mueva el botón del control y ya todo es diferente. Perdonar es un proceso. No es un sentimiento, es una decisión que implica acciones concretas y constantes en la vida. No siempre el perdón es fruto de que ya no siento nada en el corazón ante la persona que me ha fallado; hay momentos en que decido perdonar a pesar de que me sigue doliendo, a pesar de que sigo con ira y con dolor contra esa persona que me dañó.

Muchas veces el perdón no es la consecuencia sino la causa de la paz, es decir, hay veces en las que te perdono porque siento paz en mi corazón a pesar de lo que me hiciste y otras en las que te perdono para sentir paz. Por eso, hoy quiero invitarte a tomar la decisión de perdonar y te propongo tres razones para hacerlo:

1.- Perdonando vas a encontrar la paz que en este momento tienes perdida.
Podrás recuperar la serenidad y armonía que esa acción te quitó. Es el momento de recuperar la serenidad y armonía que esa acción te quitó. Es el momento de recuperar ese estado en el que produces más, tienes mejores relaciones interpersonales y puedes soñar con mayor libertad.

2.- La justicia no está en tus manos.
Tu sufrimiento, tu ardor, tu dolor, tu rabia, tu rencor no garantizan que la otra persona pagará por lo que hizo, eso no está en tus manos. Es más, ni siquiera un acto de venganza te da lo que has perdido. Querer desquitarte te pone en el mismo nivel de la persona que te ofendió. Por eso, lo mejor es perdonar.

3.- Dios siempre nos da una nueva oportunidad
Lee Lucas 15,11-32, y si Él lo hace con nosotros, que le hemos fallado tanto en nuestro camino de vida, más estamos nosotros invitados a hacerlo con los demás, a abrir el corazón de par en par y esparcir ese hermoso regalo que es el perdón


© Qriswell J. Quero | PildorasdeFe.net

domingo, 17 de septiembre de 2017

PERDONAR? SÍ, PERO CUÁNTO?


¿Perdonar? ¡Sí! Pero ¿cuánto?   



El domingo pasado nos quedábamos en una comunidad de hermanos que se aman, se necesitan y se perdonan. Y, como siempre, todo tiene un límite: la paciencia cuando se resquebraja, las personas cuando nos desbordamos, el vaso que rebosa de agua, el río que se sale de madre, el sol cuando calienta abundantemente y… el  perdón cuando nos parece un lujo.

Todos hemos tenido la experiencia de haber ofrecido el perdón y, a la vez, habernos quedarnos con una sensación de fracaso. Parece como si, aquel que perdona y olvida, es el que da su brazo a torcer. Pero Jesús, aun siendo Dios, nos enseña que la grandeza del hombre está en su capacidad perdonadora. El truco, o  mejor dicho, el secreto, está en cerrar en más de una ocasión los ojos y, abrir con todas las consecuencias, el corazón.

El amar sin límites de San Pablo, se complementa con el perdonar sin límites del evangelio de este domingo.

Muchas veces solemos decir aquello de “perdono pero no olvido”. El perdón se hace más real y más puro cuando se desea para el otro todo lo mejor. El perdón, además de desatarnos de nuestros propios dioses, nos hace comprender, vivir,  gustar y entender el gran amor que Dios siente por cada uno de nosotros.  ¿Perdonas? Estás cerca de Dios. ¿No perdonas? Tu corazón no está totalmente  ocupado por Dios.

El “sin límites” puede suponer en nuestra vida cristiana un imposible y un buscar justificaciones. A veces corremos el riesgo de creer, que Dios, entra en ese juego  que nosotros mismos nos montamos. Como si se tratara de un partido de futbol donde, los hinchas de uno o de otro, pretenden que Dios les ayude frente al  contrario.

En este domingo, Jesús, nos propone a las claras que nos dejemos de evasivas y que practiquemos aquello que emana del corazón de Dios por los cuatro costados: yo os perdono… haced también vosotros lo mismo.

Si muchas heridas permanecen abiertas y sangrando (en nuestras familias, sociedad, iglesia, comunidades, parroquias, política, etc.,) es en parte por la  pobreza de nuestra fe. Por la falta de comunión con Dios. Por mirarnos demasiado a  nosotros mismos y también cuando dejamos tirados en la cuneta a muchas personas que han hecho tanto por nosotros.

Cuando se vive íntimamente unido a Él, no hay obstáculo insalvable ni ofensa gigantesca. Es como aquel peregrino que, deseando llegar hasta el final de su trayecto, se dedicaba constantemente a mirar a su izquierda y a su derecha perdiendo ritmo, fuerzas e ilusión. Un compañero se le acercó y le dijo: si miras al  horizonte te irá mucho mejor y llegarás antes.

Con el perdón ocurre algo parecido. Mirando a Dios, vemos a los que nos rodean con ojos de hermanos. Olvidando a Dios, surge un cierto aire de insatisfacción de todo y de todos. No podemos ir en solitario. Apostar por la Iglesia, por la comunidad, por la parroquia, por ser cristiano… nos exige y nos empuja a entrar por debajo del dintel del perdón. ¿Que muchas veces es imposible? ¡No si miramos a Dios! ¡Ay… si nos  miramos a nosotros mismos!


© P. Javier Leoz
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