Lecturas de hoy Viernes de la 3ª semana de Pascua
Hoy, viernes, 1 de mayo de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,1-20):
EN aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres.
Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Dijo él:
«¿Quién eres, Señor?».
Respondió:
«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
«Ananías».
Respondió él:
«Aquí estoy, Señor».
El Señor le dijo:
«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».
Ananías contestó:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».
El Señor le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo».
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 116,1.2
R/. Ir al mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,52-59):
EN aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy viernes, 1 de mayo de 2020
Alejandro Carbajo Olea, cmf
Queridos amigos, paz y bien.
Hasta tres veces los Hechos de los Apóstoles nos cuentan la conversión de Saulo en Pablo. Debió de ser muy difícil plasmar en pocas frases una experiencia mística tan intensa. Dejando a un lado si se cayó o no del caballo, si los que con él iban dejaron de ver o de o oír o las dos cosas, lo más importante es observar lo que pasó con el perseguidor. De encarnizado enemigo a incansable propagador. El mismo empeño que ponía en una cosa, lo tenía para la contraria. Todos sus pensamientos, deseos, emociones, volcados ahora en convencer a los demás de que Jesús es el Señor.
¡Qué difícil es dejar atrás el pasado! Aceptar que no todo lo hicimos bien. Tendemos a ocultar nuestros secretos, hasta que, de una manera u otra, vuelven. Que se lo digan a los políticos y la hemeroteca. Pablo se esforzó en que todos lo que antes no era digno de alabanza, fuera usado para mayor gloria de Dios. Es que Él sabe ver dentro de los corazones, no como miramos nosotros. Y encuentra la tecla necesaria, para darnos la posibilidad de cambiar.
Es comprensible la prevención de Ananías. Cuesta creer que las personas puedan cambiar así. Dar un giro de 180 grados, de ir contra los cristianos a ser el Apóstol de los gentiles. Pero el bueno de Ananías se fía, confía en la revelación que ha recibido, y se pone en camino. A todos nos hacen falta “intermediarios”, anunciadores del Reino. Nos lo recuerda el salmo que leemos hoy.
“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”. Pues eso. Y si no puedes ir a todo el mundo, porque tenemos que estar en casa, entonces prueba a ir a los que tienes cerca, y comparte con ellos tu fe. Y no temas acercarte incluso a aquellos que te pueden parecer enemigos. Quién sabe. Quizá des con la tecla adecuada, y puedas ayudar a alguien a encontrarse con Jesús. Y, no te olvides, lo importante es el testimonio, no lo mucho que sepas.
Diálogo entre un recién convertido a Cristo y un amigo no creyente.
- ¿De modo que te has convertido a Cristo?
- Sí.
- Entonces sabrás mucho sobre él. Dime: ¿en qué país nació?
- No lo sé.
- ¿A qué edad murió?
- Tampoco lo sé.
- ¿Sabrás al menos cuántos sermones pronunció?
- Pues no... No lo sé.
- La verdad es que sabes muy poco, para ser un hombre que afirma haberse convertido a Cristo...
- Tienes toda la razón. Y yo mismo estoy avergonzado de lo poco que sé acerca de Él. Pero sí que sé algo: hace tres años, yo era un borracho. Estaba cargado de deudas. Mi familia se deshacía en pedazos, mi mujer y mis hijos temían como un nublado mi vuelta a casa cada noche. Pero ahora he dejado la bebida, no tenemos deudas, nuestro hogar es un hogar feliz, mis hijos esperan ansiosamente mi vuelta a casa cada noche. Todo esto es lo que ha hecho Cristo por mí. ¡Y esto es lo que sé de Cristo!
(El Canto del Pájaro p. 146. Anthony de Mello S.J. Sal Térrea. Santander 1982)
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro. C.M.F.