sábado, 21 de mayo de 2011

PENSAMIENTO DE MADRE TERESA DE CALCUTA


El día más bello: Hoy.
La cosa más fácil: Equivocarse.
El obstáculo más grande: El miedo.
El error mayor: Abandonarse.
La raíz de todos los males: El egoísmo.
La distracción más bella: El trabajo.
La peor derrota: El desaliento.
Los mejores profesores: Los niños.
La primera necesidad: Comunicarse.
Lo que más hace feliz: Ser útil a los demás.
El misterio más grande: La muerte.
El peor defecto: El mal humor.
La persona más peligrosa: La mentirosa.
El sentimiento más ruin: El rencor.
El regalo más bello: El perdón.
Lo más imprescindible: El hogar.
La ruta más rápida: El camino más correcto.
La sensación más grata: La paz interior.
El resguardo más eficaz: La sonrisa.
El mejor remedio: El optimismo.
La mayor satisfacción: El deber cumplido.
La fuerza más potente del mundo: La fe.
Las personas más necesarias: Los padres.
Lo más bello de todo: El amor.

Madre Teresa de Calcuta

FE


FE
Autor: Padre Alfonso Milagro




"Creo, aunque todo te oculte a mi fe, Señor.

Creo, aunque todos me digan que no.

Porque he basado mi Fe en un Dios que no cambia, en un Dios que es amor.

Creo, aunque todo parezca morir.

Creo, aunque ya no quisiera vivir, porque he fundado mi vida en palabras sinceras, en palabras de amigo, en palabras de Dios.

Creo, aunque todo subleve mi ser.

Creo, aunque sienta muy sola el dolor. Porque el cristiano que tiene al Señor por Amigo no vacila en la duda, se mantiene en la Fe.

Creo, aunque veo a los hombres matar. Creo, aunque veo a los niños llorar. Porque aprendí con certeza que El sale al encuentro, en las horas más duras, con su amor y su luz.

Creo, Padre Eterno, y te pido que aumentes mi Fe

BELLEZA EN EL CORAZÓN

   

Belleza en el corazón
(Autor deconocido)



Una mujer preguntó a un filósofo: "¿Puede una mujer hacer feliz a un hombre?". "Puede intentarlo", dijo el filósofo, "pero para ello debe tener una serie de cualidades".

"Dígame si las cualidades que yo creo son las que se necesitan y deme una puntuación a cada una de ellas".
"Veamos"
"Belleza física" "0"
"Simpatía" "0"
"Hermosura" "0"
"Belleza de corazón" "1"

"Pero doctor, la puntuación es 0001, tan baja que con ello y a pesar de esas buenas cualidades, una mujer no va a conseguir hacer feliz a un hombre", dijo la mujer.

"Efectivamente, pero si damos la vuelta a las cualidades y empezamos por la Belleza en el Corazón, obtendremos 1 y si además es guapa, simpática y hermosa, obtendremos una puntuación de 1000; pero fíjese que la belleza, la simpatía y la hermosura no tienen ningún valor si van delante de la Belleza en el Corazón".

Dignos hijos de tal Madre


Autor: P. Marcelino de Andrés LC | Fuente: Catholic.net
Dignos hijos de tal Madre
Madre de Dios y también Madre de todos los hombres. Ojalá, que los hombres valoren qué Madre les he regalado y la traten como se merece, a ejemplo de mi Hijo.




Allá por el principio de todos los tiempos, un ángel particularmente avispado y vivaracho merodeaba curioso muy cerca de donde la Santísima Trinidad estaba reunida en consejo. Se detuvo aguzando sus “sentidos” y quedó enganchado por la curiosidad ante lo que allí se estaba planeando.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, con encendida ilusión y haciendo pleno uso de su infinita sabiduría, omnipotencia y amor, se daban a la tarea de idear el proyecto creatural más sublime y excelso que iba a salir de sus manos divinas.

Tendrá una mirada limpia e intuitiva como la de los ángeles, pues su alma será tan pura como ellos; y sus ojos serán verdaderas ventanas al cielo, porque cielo será toda su alma.

Su sonrisa lucirá irresistiblemente contagiosa, como trasparencia de una felicidad interior plena y auténtica.

Su voz ha de ser clara y agradable, casi mágica, pues a través de ella inducirá a un sueño tranquilo a los niños, infundirá consuelo, paz y confianza en los corazones atribulados y orientará hacia el bien muchos pasos vacilantes.

Sus dos hermosas manos serán capaces de multiplicarse en mil por lo hacendosas y solícitas ante sus quehaceres y las necesidades de los demás.

El ángel, mientras escuchaba, daba rienda suelta a su vivaz imaginación embelesado ante la imagen de esa creatura; y su arrebato crecía a medida que iban añadiéndose detalles.

Su cuerpo, además de una perfección y belleza sin par, tendrá que ser de una resistencia extrema para soportar constantes desvelos, para mantenerse en actividad de sol a sol, para comer muchas veces a deshoras y otras tantas ni siquiera comer o comer sólo a base de sobras…

Su corazón rebosará de un amor inmenso, el amor más semejante y cercano al nuestro que jamás haya existido ni existirá; y su capacidad de sacrificio igualará a su capacidad de amar.


Cuando el ángel oyó la palabra “sacrificio”, no pudo evitar encogerse de alas y arquear las cejas en señal de incomprensión y admiración.


La bondad será el sello distintivo de todos sus gestos, palabras, actitudes y pensamientos. Su paciencia no habrá de tener límites ya que vendrá puesta a prueba muchas veces, día y noche. Su generosidad tampoco tendrá medida, puesto que quienes se beneficiarán de ella serán innumerables.

De pronto, Dios Padre, que desde el primer momento se había percatado del atrevimiento del ángel, se volvió a él para interpelarlo. Pero éste, con su agilidad y espontaneidad características, se le adelantó con una pregunta:

-¿De quién se trata, Señor? ¡Dímero, por favor!
Dios Padre, desarmado ante la expresión de inocencia e interés de aquella creatura angélica, respondió sin poder disimular su entusiasmo:

-Se llamará María y será Madre de mi Hijo cuando se haga hombre; y será, por tanto, Madre de Dios y también Madre de todos los hombres. Por eso, en su honor, cada mujer y madre que exista en la tierra será creada a su imagen y semejanza.

Quiero, además, que mi Hijo pase con ella la inmensa mayoría del tiempo que dure su vida terrena -30 de sus 33 años- por dos motivos: primero, para que en su progresivo aprender humano sea precisamente de ella de quien aprenda todas las virtudes; y segundo, para que Ella reciba de Él, durante el mayor tiempo posible, el cariño del mejor de los hijos. Ojalá, que de este modo, los hombres valoren qué Madre les he regalado y la traten como se merece, a ejemplo de mi Hijo.

Dicho esto, Dios Padre miró fijamente al ángel y tras un gesto entre admirativo e interrogativo, esbozó una sonrisa y le dijo:

-Vaya, al ver tu reacción, acabo de percatarme de que en los ángeles también puede darse la “envidia”… pero es de la buena. Haz que ese sentimiento te lleve a ti y a tus demás compañeros ángeles custodios, a ayudar a todos los hombres a ser dignos hijos de tal Madre.
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