La oración sincera
Lc 18,9-14
Llevar la vida a la oración es un ejercicio muy acertado, para dejarnos transformar por el Señor, para que Él entre en nosotros y nos ayude a aplicar sus criterios en nuestras decisiones. A la oración no se llevan los asuntos de los otros para compararnos con ellos, criticarlos o enaltecernos a nosotros mismos. El que se siente muy satisfecho delante de Dios por comparación con los otros, es digno de lástima y necesita acudir al sacramento del perdón, el único hospital que cura el exceso del amor propio y de las vanas seguridades. Una oración que tiene su raíz en la petición de compasión es sana y convierte el corazón. Es la oración sincera de quien sabe sus limitaciones e incluso siente rubor por sus pensamientos, palabras, obras y omisiones que no han estado en consonancia con el Evangelio.
Pongo mis manos hacia arriba en mi oración, para que Tú las llenes y evites el vacío que hace la mella del egoísmo en mí. Pongo mi cuerpo agazapado, para liberarme de la sombra que ensalza y envolverme de la humildad que conecta con tu Corazón.
Dibu: Patxi Velasco FANO
Texto: Fernando Cordero ss.cc.

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