lunes, 10 de agosto de 2015

A VECES NO TIENES GANAS DE ORAR AUNQUE EN EL FONDO SÍ QUIERES ¿TAMBIÉN A TI TE SUCEDE ESTO?

A veces no tienes ganas de orar aunque en el fondo sí quieres. ¿También a ti te sucede esto?
Si bien deberíamos anhelar la intimidad con Dios, los sentimientos afectan con frecuencia el estado de ánimo y la voluntad 


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: Catholic.net 



Experimentamos a veces la falta de ganas para la oración, sin que ello signifique un desprecio de Dios. Y nos sucede lo mismo en otros campos de la vida.

Una cosa es no querer y otra es no tener ganas.

Si te levantas sin ganas de ir a la universidad, sin ganas de ir al trabajo o sin ganas de preparar la comida para la familia, ¿qué haces? Si quieres prepararte para tu futuro, aunque no tengas ganas vas a la universidad. Si quieres mantener a tu familia y ofrecer a tus hijos una buena educación, aunque no tengas ganas cumples con tus responsabilidades laborales. Si quieres complacer a tu esposo y a tus hijos con una buena comida y hacerles disfrutar su regreso a casa, aunque no tengas ganas te esmeras en preparar lo mejor posible los alimentos.

Una consecuencia de nuestra naturaleza caída...

Siempre estamos estirados por tendencias contrastantes, nuestra naturaleza caída así nos tiene... Y esto da mucha batalla. Si bien deberíamos anhelar la intimidad con Dios, los sentimientos afectan con frecuencia el estado de ánimo y la voluntad y nos traen como hoja seca llevada por el viento. Se requiere un trabajo permanente de purificación y de oración, de conversión continua.

El cultivo del deseo de Dios

El simple sentido del deber es insuficiente, pues tarde o temprano podemos cansarnos. Es necesario reforzarlo con el cultivo del deseo. De una forma u otra todos hemos experimentado que cuando se estimula el deseo de algo, crece el amor y se disfruta más al tener la oportunidad de alcanzarlo. Es un buen recurso sicológico.

El cultivo del deseo de Dios es un camino que aprendemos en los salmos y que es ampliamente recomendado por los santos. Grandes maestros en la materia son San Anselmo y San Agustín. En el Proslogion San Anselmo escribe: "Deseando te buscaré, buscando te desearé, deseándote te hallaré y hallándote te amaré."

En muchas oraciones del salmista descubrimos este ejercicio del deseo: "¡Qué deseables son tus moradas, Señor Dios de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Dichosos los que viven en tu casa, cuando atraviesan áridos valles los convierten en oasis." (Sal 83) "Mi espíritu se consume y anhela los atrios del Señor; como el gorrión que ha encontrado una casa y la golondrina un nido." (Sal 33) Y "Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro." (Sal 27,8)

Nos lo enseña también la liturgia de la Iglesia con el Adviento que estamos celebrando. El Adviento constituye un ejercicio del deseo de la venida de Cristo. El Adviento viene a ser como una cuenta regresiva del gran día en que celebramos al Dios con nosotros. Cuanto mejor lo vivamos, más valoraremos la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios.

¿Cómo se aviva el deseo de Dios?

Dos medios para avivar el deseo de Dios son la contemplación del amor de Dios y la consideración de Sus atributos.

La contemplación del amor de Dios nos estimula a querer corresponderle con más amor. Dios nos amó primero y lo ha hecho con infinita misericordia. Contemplar sus obras conmigo: el don de la existencia, del bautismo, de la familia, de los amigos, de los talentos personales, del perdón, del gran amor que nos ha tenido al encarnarse, morir y resucitar para salvarnos.

Considerar los atributos de Dios (omnipotencia, bondad, verdad, belleza, misericordia....) nos ayuda a descubrir y dejarnos atraer cada vez con mayor fuerza de Alguien fascinante. Para esto ayuda sobre todo el conocimiento de la Sagrada Escritura, la lectura de los Santos Padres, del Magisterio de la Iglesia, el estudio de cristología, etc.

Estimular el deseo de Dios aviva la sed espiritual y avivando la sed espiritual despierta el corazón profundo, aquel que palpita desde el centro de nuestro ser y constituye el espacio para todo encuentro y toda relación, sobreponiéndose a la pereza y a los altibajos emocionales.

Pero el cultivo del deseo no es sólo un recurso sicológico, sino ejercicio de la virtud teologal de la esperanza, como explica el Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi, comentando a San Agustín: "Él (San Agustín) define la oración como un ejercicio del deseo. El hombre ha sido creado para una gran realidad, para Dios mismo, para ser colmado por Él. Pero su corazón es demasiado pequeño para la gran realidad que se le entrega. Tiene que ser ensanchado. «Dios, retardando [su don], ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz [de su don]». Agustín se refiere a san Pablo, el cual dice de sí mismo que vive lanzado hacia lo que está por delante (cf. Flp 3,13). Después usa una imagen muy bella para describir este proceso de ensanchamiento y preparación del corazón humano. «Imagínate que Dios quiere llenarte de miel [símbolo de la ternura y la bondad de Dios]; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel?» El vaso, es decir el corazón, tiene que ser antes ensanchado y luego purificado: liberado del vinagre y de su sabor. Eso requiere esfuerzo, es doloroso, pero sólo así se logra la capacitación para lo que estamos destinados." (Spe Salvi, 33)

Una sugerencia práctica

Una sugerencia práctica para la meditación diaria es comenzar confirmándonos a nosotros mismos y confirmándole a Dios cuánto deseamos pasar un tiempo con Él: "Dios mío, gracias por permitirme también hoy estar un rato a solas contigo. Tú sabes cuánto te amo y cuánto te necesito, y sé que tú también deseas tenerme a tu lado. En la última cena lo repetiste con insistencia: permanece en mi amor. Y también dijiste: Cuánto he deseado celebrar esta pascua con vosotros. De ninguna manera era fácil para ti, esa hora era la hora de la entrega sin límites, la hora de la cruz. Yo quiero seguir tu ejemplo y agradarte siempre. Por eso, aquí me tienes. No siempre tengo ganas ni fuerzas para orar y orar bien, pero lo que sí quiero asegurarte es que deseo seguirte y alcanzarte, permanecer siempre a tu lado, cueste lo que cueste."

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