El carrito del súper
Nuestros actos, aunque insignificantes, pueden influir positivamente en los demás. Veamos algo tan simple como volver a su lugar el carrito del súper que hemos usado. No parece una gran cosa, ¿verdad? Pero observemos algo que realmente ha sucedido.
Un hombre y su pequeño hijo fueron de compras y, cuando cargaban los comestibles en el auto, el padre le dijo al niño que volviera el carrito a su lugar. “Vamos, papá”, respondió el hijo. “Hay carros por todos lados, nadie los pone de vuelta en su lugar. Para eso tienen empleados que lo hacen”. El padre dudó un momento, pensando si valía la pena continuar la discusión. Pero luego vio que unas parejas de ancianos iban juntos llevando de vuelta el carrito que habían usado. Entonces le dijo al niño: “Hijo, hay dos clases de personas en el mundo: los que ponen los carritos de vuelta en su lugar, y los que no lo hacen. Nosotros somos del primer grupo”.
Seguramente la pareja de ancianos no se enteró de qué modo su buena acción había influido en la educación de un niño. El muchachito no se olvidará de esa lección. Esta anécdota nos recuerda que nuestros actos pueden influir en los demás. Albert Einstein escribió: “Dar ejemplo no es la forma principal de influir en los demás, sencillamente es la única forma”. Amigo/a, persiste en dar buenos ejemplos.
* Enviado por el P. Natalio
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