El Sagrado Corazón de Jesús y
Santa Margarita María de Alacoque
Margarita nació en Borgoña el 22 de julio de 1647 y murió el 17 de octubre de 1690. Pasó su infancia en una pensión de religiosas Clarisas. Siendo muy joven hizo voto de castidad y recibió la Primera Comunión a los 9 años. A los diez años tuvo una enfermedad reumática que le obligó a guardar cama hasta los 15 años. Estando muy enferma hizo una promesa a la Virgen de ser “hija suya” si le curaba; al poco tiempo se curó milagrosamente.
A pesar de la promesa realizada a la Virgen, Margarita se olvidó de sus palabras y comenzó a llevar una vida “tras la vanidad y afecto de las criaturas”. Pasaron de esa forma varios años, en los que el Señor no cejaba de llamarla a la vocación religiosa y ella daba largas. Fue definitivo que le apareciera Jesucristo flagelado haciéndole ver que esas llagas las había sufrido para ganar su corazón.
Aquella visión, sumada a la recepción del sacramento de la Confirmación, fue un punto de inflexión para santa Margarita María, la cual cambió su vida a partir de una conciencia limpia y delicada y un odio y dolor por cualquier pecado. Pido la admisión en el monasterio de La Visitación de Paray-le-Monial, con la oposición de su familia.
Durante su vida en el convento, el Señor la favoreció con muchas gracias y revelaciones. Allí dio ejemplo de caridad y humildad. Hizo su voto de profesión en 1672.
Santa Margarita y el Sagrado Corazón de Jesús
La primera de las Revelaciones fue el 27 de diciembre de 1673, estando arrodillada ante el Santísimo, se le apareció en persona Jesucristo con el corazón, literalmente ardiendo, a la vista y le dijo lo siguiente:
“Mi Divino Corazón, está tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es necesario que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”.
A continuación cuenta Santa Margarita que el Señor “sacó una llama de su adorable corazón” y lo puso junto al suyo, en el costado diciéndole lo siguiente:
“He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus más vivas llamas, cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará, para que te consumas hasta el último instante. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón”.
A partir de aquel momento Santa Margarita tuvo, en su costado una reproducción de la Sagrada Llaga, que, inexplicablemente, se abriría todos los primeros viernes de cada mes, precisamente cuando el Santísimo se le revelaba.
La segunda revelación fue tres meses después. Se le apareció el Sagrado Corazón “en un trono de llamas, mas brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas”. Allí fue cuando el Sagrado Corazón empezó descubrir sus intenciones y promesas, como por ejemplo, que “esparciría sus gracias dondequiera que estuviese expuesta su santa imagen”.
La tercera revelación que se conoce fue en la fiesta del Corpus Christi de 1674 y allí, después de un “recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias”, como lo cuenta ella, se le apareció el Señor “resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su Sagrado Corazón”. Allí el Señor le hace unas peticiones.
Entre las palabras que el Señor dirigió a santa Margarita María de Alacoque, le dijo que anunciara que daría multitud de beneficios a los devotos a su Sagrado Corazón. Las promesas que hizo son las siguientes:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
2. Daré paz a sus familias.
3. Los consolaré en todas sus aflicciones.
4. Seré su amparo y refugio seguro durante su vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus obras que redunden en mi mayor gloria.
6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
7. Las almas tibias se harán fervorosas.
8. Las almas fervorosas se elevarán con rapidez a gran perfección.
9. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los pecadores más endurecidos.
10. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás serán borrados de él.
12. Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso otorgará a cuantos comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán privados de mi gracia ni de recibir los sacramentos, pues mi divino Corazón se convertirá para ellos en seguro asilo en aquella hora postrera.
Ante las revelaciones que santa Margarita decía recibir la Superiora no le creía, siendo eso de gran prueba para la Santa. Todo cambiaría cuando llegó el Padre Claudio La Colombiere. Nada más verlo Santa Margarita oyó en su interior “He aquí al que te he enviado”. Santa Margarita le contó todo al Padre La Colombiere y él la creyó, estaba convencido de que era una señal divina frente al Jansenismo y un don de Dios. Por fin, Santa Margarita María no sería incomprendida por sus superiores.
Entonces, el 16 de julio de 1675 se le apareció el Señor en persona por última vez y dijo lo siguiente:
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes y desprecios. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes recibidos. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute.”
Santa Margarita, por orden de la Superiora, puso por escrito todo lo que le había sucedido.
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