LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Julio 16
En torno de Dios todo es blanco, todo límpido, todo sencillo, todo sin dobleces, todo tiene sonrisa de niño, gorjeos de pájaro, aroma de flores, candidez de virgen.
La vida del que cree en Dios es un aleluya perenne e inmutable, un canto de esperanza, un grito de exultación y de gozo, un himno de gratitud y de petición, un estallar el corazón en lágrimas sedantes que reconfortan, al saberse hijo de Dios.
Toda la vida del cristiano se sacraliza por la presencia de Dios en ella; por eso el cristiano canta, no solamente en sus actos litúrgicos, sino en todos los momentos, aun en los más duros y difíciles, aun en los más ásperos y de aristas más cortantes.
El creyente no puede tratar de engañar a Dios presentándole flores artificiales, en actitud de niño travieso que oculta las cosas; ha de darle no una apariencia de fe y de amor, sino una fe ciega y total y un amor de entrega absoluta y sin reservas.
No basta vivir la gracia consciente y creciente, sino que es preciso vivir la otra dimensión: la gracia difundida o comunicada a los demás. “Den y se les dará… porque con la medida con que midan, se los medirá a ustedes” (Lc 6, 38)
* P. Alfonso Milagro
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