Un corazón sencillo
Según santo Tomás, Cristo nos recomendó sobre todo la humildad, porque con ella se anula el principal impedimento para nuestra santificación. Todas las demás virtudes derivan de ella su valor. Sólo a ella le concede Dios sus dones, y los retira cuando ella desaparece. La dignidad y grandeza del hombre es don de Dios; su miseria, fruto de su corazón extraviado.
Santa María, Madre de Dios, dame un corazón de niño, puro y transparente como una fuente. Dame un corazón sencillo, que no saboree la tristeza; un corazón generoso en entregarse, tierno a la compasión; un corazón fiel y generoso, que no olvide ningún beneficio y no guarde rencor de ningún mal; dame un corazón manso y humilde, que ame sin exigir ser amado, que goce desapareciendo en otro corazón delante de tu Divino Hijo; un corazón grande e invencible, que ninguna ingratitud cierre y ninguna indiferencia canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con una herida que no se cierre hasta el Cielo. Amén.
La humildad es caminar en la verdad. No es la simulación, ni la ficción, ni la ignorancia del propio valer. La humildad no consiste en ocultar los propios talentos. Por el contrario, la humildad lleva a un reconocimiento sincero y sencillo de todo lo que Dios nos ha dado, y al ofrecimiento cordial del propio servicio a los demás. Pide la humildad y lo tendrás todo.
* Enviado por el P. Natalio
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