Autor: H. Javier Ayala, | Fuente: Catholic.net Soy tu Madre | |
En medio de la oscuridad, en medio del desierto no temo, María, porque tú estás conmigo. | |
Mamá Es la primera palabra que aprenden los niños. Los niños crecen seguros cuando han logrado estrechar una relación con su madre. No importa que no la vean, saben que está ahí y por eso no tienen miedo. ¿Quién es esta Mujer? Juan Pablo II la invocaba: «totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt». Y la tenía en su escudo y en su corazón. ¿Quién es esta Mujer? Se le apareció a una niñita en una cueva y le dijo: «Yo soy la Inmaculada Concepción». ¿Quién es esta Mujer? Miguel Ángel la esculpió en mármol de Carrara. ¿Quién es esta Mujer? París puso su nombre a su catedral. ¿Quién es esta Mujer? Éfeso le dio el título más grande que jamás ha recibido alguna mujer. ¿Quién es esta Mujer? En torno a Ella la Iglesia primitiva perseveraba unida en la oración. ¿Quién es esta Mujer? El ángel le dijo: «no temas». Mujer, tú que escuchaste del ángel del Señor: «no temas», dinos: ¿es verdad? ¿Es verdad que no hay que tener miedo? Mira el mundo… Mira la Iglesia… Mira mi vida… Mira mi pecado… ¿Es verdad, Mujer? ¿Es verdad que no hemos de temer? Dinos, Mujer, ¿qué le dijiste a san Juan Diego en el Tepeyac? ¿Qué le dijiste al joven Karol Wojtyla que después, siendo Papa, tantas veces nos repitió «no tengáis miedo»? Respóndenos, Mujer, dinos algo… ¿quién eres? No temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad, ni cosa difícil o aflictiva. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?. Si es así, si eres mi Madre, si estás aquí… no temo, María. En medio de la oscuridad, en medio del desierto no temo, María, porque tú estás conmigo. Estoy a punto de comenzar una misión y no sé lo que me espera, pero no temo porque tú estás conmigo. En unos meses pueden pasar muchas cosas pero no temo porque tú estás conmigo. Tengo una responsabilidad muy grande sobre mis hombros, no sé si puedo, pero no temo porque tú estás conmigo. Entonces, mi última palabra en la hora de mi muerte será la misma que la primera que pronuncié de niño… «Mamá». |
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sábado, 4 de febrero de 2012
SOY TU MADRE...
viernes, 3 de febrero de 2012
CALUMNIAS ....
Calumnias
Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, y todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
"Quiero arreglar todo lo que hice, ¿como puedo hacerlo?", a lo que el sabio respondió:
"Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas donde quiera que vallas".
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y en el cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo:
"Ya he terminado", entonces el sabio contesto:
"Esa era la parte fácil... ahora debes volver a llenar el saco con esas mismas plumas que soltaste, sal a la calle y búscalas".
El hombre se sintió muy triste pues sabía lo que eso significaba, y no pudo juntar casi ninguna. Al volver el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya esta hecho.
Lo único que puedes hacer ahora es perdirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".
Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, y todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
"Quiero arreglar todo lo que hice, ¿como puedo hacerlo?", a lo que el sabio respondió:
"Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas donde quiera que vallas".
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y en el cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo:
"Ya he terminado", entonces el sabio contesto:
"Esa era la parte fácil... ahora debes volver a llenar el saco con esas mismas plumas que soltaste, sal a la calle y búscalas".
El hombre se sintió muy triste pues sabía lo que eso significaba, y no pudo juntar casi ninguna. Al volver el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya esta hecho.
Lo único que puedes hacer ahora es perdirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".
BENDICE MIS MANOS...
Bendice mis manos
Autor: Sabine Naegeli
Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.
Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.
Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.
Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.
Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.
Autor: Sabine Naegeli
Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.
Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.
Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.
Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.
Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.
PARÁBOLA DEL SALUDO...
Parábola del saludo
El saludo de todos los días es como una tarjeta de presentación ante los demás. Al saludar evita usar formas establecidas y protocolarias, rebuscadas por la vanidad de los hombres. Es mejor un saludo lleno de simplicidad, sin abusar de los saludos que por ahí corren.
Saludo chuleta: "¡Hola! No tengo tiempo ahora porque llego tarde. Ya nos veremos". Tan rápido es que ni siquiera da tiempo a contestar. Con este saludo (?) no se siente ni pena ni gozo, sino todo lo contrario.
Saludo paliza: contrario al anterio, pues es un saludo que nunca acaba y más parece discurso oficial que otra cosa, pues te cuentan la vida propia y la ajena, y al final no sabes si te han saludado o te han recitado la Biblia en pasta, Dios me perdone.
Saludo dentífrico: "¡Qué bien estás! Buen tiempo tenemos, ¿verdad?". Esto se va diciendo con la voz engolada y sin dejar de enseñar los dientes. Te quedas perplejo, porque el remedo de beso se pierde en el aire y no sabes si te han saludado a ti o a la pelusa del aire. Parece que eso es cumplir el expediente o salir del paso, y para eso mejor es no perder el tiempo.
El arte de saludar a quienes nos encontramos en el camino debe ser aprendido por todos, de tal manera, que nos quitemos de la cabeza esos saludos tontos, sinsentido, que están llenos de palabras de adulación... Cuando se saluden entre ustedes, haganlo con sencillez y con verdad, pues el hermano lee mejor el corazón que entiende los sonidos.
El documento Nican Mopohua (1649) describe los encuentros de la Virgen Santa María de Guadalupe con el indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac. La Señora se presenta como "la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive...". Juan Diego dice, por su parte, que ante ella se siente "un hombrecillo, cordel, escalerilla de tablas, cola, hoja, gente menuda". A ella se dirige el indio candorosamente: "Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has amanecido? ¿estás bien de salud, Señora y Niña mía?" Es este saludo un poema de sencillez. La preocupación primera de Juan Diego es si nuestra Señora está contenta, si en su corazón se aposenta la alegría.
Cuando saludemos, no usemos, pues, fórmulas establecidas... Ni siquiera esos saludos tontos de los que hemos hablado más arriba. Que nuestro saludo sea sencillo y sincero, que de la abundancia de nuestro corazón hable y bese nuestra boca.
Nunca he entendido a los estirados que no contestan al saludo o, si lo hacen, parece que están concediendo un favor, pasando una factura o perdonando la vida. Sépanlo, no hay cargo ni encomienda ni prebenda que sitúe a un hombre por encima de otro hombre, pues todos tenemos dos agujeritos en la nariz y algún remiendo en el alma, y Dios nos hizo a todos lo mismito de importantes.
No neguemos el saludo, aunque seamos muy importantes, que la verdadera importancia está en la nobleza del corazón y su tarjeta de identidad es el saludo. Mientras más nobles, más sencillos. El que no se adelanta a saludar por mantener las distancias, va haciéndose cada vez más lejano y termina siendo extraño a los hermanos.
El saludo de todos los días es como una tarjeta de presentación ante los demás. Al saludar evita usar formas establecidas y protocolarias, rebuscadas por la vanidad de los hombres. Es mejor un saludo lleno de simplicidad, sin abusar de los saludos que por ahí corren.
Saludo chuleta: "¡Hola! No tengo tiempo ahora porque llego tarde. Ya nos veremos". Tan rápido es que ni siquiera da tiempo a contestar. Con este saludo (?) no se siente ni pena ni gozo, sino todo lo contrario.
Saludo paliza: contrario al anterio, pues es un saludo que nunca acaba y más parece discurso oficial que otra cosa, pues te cuentan la vida propia y la ajena, y al final no sabes si te han saludado o te han recitado la Biblia en pasta, Dios me perdone.
Saludo dentífrico: "¡Qué bien estás! Buen tiempo tenemos, ¿verdad?". Esto se va diciendo con la voz engolada y sin dejar de enseñar los dientes. Te quedas perplejo, porque el remedo de beso se pierde en el aire y no sabes si te han saludado a ti o a la pelusa del aire. Parece que eso es cumplir el expediente o salir del paso, y para eso mejor es no perder el tiempo.
El arte de saludar a quienes nos encontramos en el camino debe ser aprendido por todos, de tal manera, que nos quitemos de la cabeza esos saludos tontos, sinsentido, que están llenos de palabras de adulación... Cuando se saluden entre ustedes, haganlo con sencillez y con verdad, pues el hermano lee mejor el corazón que entiende los sonidos.
El documento Nican Mopohua (1649) describe los encuentros de la Virgen Santa María de Guadalupe con el indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac. La Señora se presenta como "la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive...". Juan Diego dice, por su parte, que ante ella se siente "un hombrecillo, cordel, escalerilla de tablas, cola, hoja, gente menuda". A ella se dirige el indio candorosamente: "Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has amanecido? ¿estás bien de salud, Señora y Niña mía?" Es este saludo un poema de sencillez. La preocupación primera de Juan Diego es si nuestra Señora está contenta, si en su corazón se aposenta la alegría.
Cuando saludemos, no usemos, pues, fórmulas establecidas... Ni siquiera esos saludos tontos de los que hemos hablado más arriba. Que nuestro saludo sea sencillo y sincero, que de la abundancia de nuestro corazón hable y bese nuestra boca.
Nunca he entendido a los estirados que no contestan al saludo o, si lo hacen, parece que están concediendo un favor, pasando una factura o perdonando la vida. Sépanlo, no hay cargo ni encomienda ni prebenda que sitúe a un hombre por encima de otro hombre, pues todos tenemos dos agujeritos en la nariz y algún remiendo en el alma, y Dios nos hizo a todos lo mismito de importantes.
No neguemos el saludo, aunque seamos muy importantes, que la verdadera importancia está en la nobleza del corazón y su tarjeta de identidad es el saludo. Mientras más nobles, más sencillos. El que no se adelanta a saludar por mantener las distancias, va haciéndose cada vez más lejano y termina siendo extraño a los hermanos.
EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS ES MISERICORDIA
¡Oh Sagrado Corazón, Corazón Misericordioso!
Meditación: El viento arrecia, parece que la tierra se pone desierta, todo se oscurece...se va la Luz del mundo, y te escucho decir: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen..." y de repente se oye un grito desgarrador: "Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu". Mi Dulce Jesús ha muerto, mi Dios ha muerto...lo hemos matado. De nuestro corazón aún hoy lo arrancamos, la tierra tiembla...por eso nuevamente están aquí las tinieblas. Tu Cuerpo Santo cuelga inerte, pero a pesar del temor, un soldado con la lanza abre Tu Costado, y brotan de Él Tu última gota de Sangre, y Agua. La Sangre de la Redención, el Agua del Perdón. Así la Luz de Tu Misericordia nos baña en los sublimes Sacramentos que dejaste en Tu Iglesia Santa. Señor, mi Jesús amado, mi Redentor, me atrevo a pedirte a Vos que me liberes hoy y me enseñes a pedir perdón, para mi sanación, bañándome con los Rayos de Tu Misericordioso Corazón. Que goce así de la Nueva Jerusalén que algún día veré.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Meditación: El viento arrecia, parece que la tierra se pone desierta, todo se oscurece...se va la Luz del mundo, y te escucho decir: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen..." y de repente se oye un grito desgarrador: "Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu". Mi Dulce Jesús ha muerto, mi Dios ha muerto...lo hemos matado. De nuestro corazón aún hoy lo arrancamos, la tierra tiembla...por eso nuevamente están aquí las tinieblas. Tu Cuerpo Santo cuelga inerte, pero a pesar del temor, un soldado con la lanza abre Tu Costado, y brotan de Él Tu última gota de Sangre, y Agua. La Sangre de la Redención, el Agua del Perdón. Así la Luz de Tu Misericordia nos baña en los sublimes Sacramentos que dejaste en Tu Iglesia Santa. Señor, mi Jesús amado, mi Redentor, me atrevo a pedirte a Vos que me liberes hoy y me enseñes a pedir perdón, para mi sanación, bañándome con los Rayos de Tu Misericordioso Corazón. Que goce así de la Nueva Jerusalén que algún día veré.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
LEVANTAR EL CORAZÓN...
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net Levantar el corazón | |
Al llegar a una situación de fracaso, el corazón corre el riesgo de hundirse. Duele no conseguir un deseo fuertemente anhelado. | |
No podemos realizar tantas cosas que desearíamos... A veces, por factores que escapan a nuestro control. Otras veces, por culpa nuestra. Fallamos en la organización, o quisimos ir más allá de nuestras posibilidades, o prometimos lo que no podíamos dar, o dejamos de lado el propio deber para encontrarnos, al final, sin recursos y sin tiempo. Al llegar a una situación de fracaso, el corazón corre el riesgo de hundirse. Duele no conseguir un deseo fuertemente anhelado. Duele ver fracasar una obra que prometía tantos resultados. Duele descubrir que las manos están vacías y que no se ha conseguido prácticamente nada. Son momentos en los que quisiéramos llorar. Será, tal vez, con lágrimas de pena, sobre todo si le hemos fallado a otros. Será, puede ocurrirnos, con lágrimas de amargura, que nos atan todavía más a la desesperanza. Será, ojalá, con lágrimas de quien mira al cielo y pide ayuda. Porque en lo más hondo de la fosa cualquier cristiano puede levantar el corazón y recordar que Dios vino para todos. También para quien fracasa y siente en su alma pena por sí mismo y pena por otros. Miramos, entonces, hacia el cielo. Descubrimos que allí se encuentra un Sumo Sacerdote que fue en todo, menos en el pecado, semejante a nosotros. Sentimos la seguridad de que podemos encontrar un ancla que nos acerque a la morada eterna y segura, la que nos ha preparado para siempre Cristo (cf. Heb 6,18-20; Jn 14,1-3). Entonces llega el momento de tomar, nuevamente, el arado. No mirar hacia atrás, pues queda mucho camino por recorrer. No llorar con amargura, porque las lágrimas sólo sirven si nos acercan al consuelo divino y nos permiten volver a empezar. No sentirnos nunca solos, porque tenemos siempre a nuestro lado, también después de un fracaso, a un Amigo bueno, fiel, dispuesto a consolarnos. |
jueves, 2 de febrero de 2012
OH MARÍA¡
Oh María...
¡Oh María! Quien te mira se queda reconfortado en todos sus dolores, tribulaciones y penas y vence todas las tentaciones. Quien no sepa lo que Dios es, que recurra a ti, ¡oh María! Quien no encuentre misericordia en Dios, que recurra a ti, ¡oh María! Quien no se conforme con la voluntad de Dios, que recurra a ti, ¡oh María! Quien sienta desfallecer, que recurra a ti que eres fortaleza y poder.
Quien se encuentra en una lucha continua, que recurra a ti que eres un mar pacífico . Quien se encuentre en tentación, que recurra a ti que eres madre de humildad y no hay nada que ahuyente tan fácilmente al demonio como la humildad. Que acuda a ti, que acuda a ti, ¡oh María!
Santa María Magdalena de Pazzi
Quien se encuentra en una lucha continua, que recurra a ti que eres un mar pacífico . Quien se encuentre en tentación, que recurra a ti que eres madre de humildad y no hay nada que ahuyente tan fácilmente al demonio como la humildad. Que acuda a ti, que acuda a ti, ¡oh María!
Santa María Magdalena de Pazzi
SEÑOR VEN A MI PUERTA...
Señor, ven a mi puerta
Ven a tocar mi puerta Jesús Divino,
antes que el sueño de la muerte venga,
y me cubra de frío y de silencio...
Cierto es, que a veces, en forma de un anciano
solo y triste llegaste hasta mi puerta,
y al verte ahí,
Apoyando la mano en tu cayado;
con polvo del camino y tan cansado
¡No te abrí!
A veces eras niño con hambre y mucho frío
y ni un trocito de pan, menos de cariño
¡No tuve para ti!
Y aquella otra ocasión, un pobre enfermo
reflejaba el dolor en su semblante;
y tocando con mano vacilante,
una limosna por amor rogaba.
Esta vez al abrir, sentí de pronto,
el horror que aquel hombre me causaba,
las llagas de su cuerpo supuraban;
y al pesar que su mal me contagiara;
¡Cerré la puerta, de golpe y en su cara!
En forma de un mendigo o de un lisiado
¡Cuantas veces SEÑOR habrás tocado!
y yo me he hecho sordo a tu llamado.
Buscaste caridad donde no había,
un poco de calor y no lo hallabas;
solo hubo mezquindad y en mi osadía,
negaba todo a aquel que me lo daba.
Si al corazón contrito y humillado,
por tu inmensa bondad has perdonado,
¡Perdóname SEÑOR, ven a mi puerta!
Hay tanta soledad y esta desierta
Ven a tocar mi puerta Jesús Divino,
antes que el sueño de la muerte venga,
y me cubra de frío y de silencio...
Cierto es, que a veces, en forma de un anciano
solo y triste llegaste hasta mi puerta,
y al verte ahí,
Apoyando la mano en tu cayado;
con polvo del camino y tan cansado
¡No te abrí!
A veces eras niño con hambre y mucho frío
y ni un trocito de pan, menos de cariño
¡No tuve para ti!
Y aquella otra ocasión, un pobre enfermo
reflejaba el dolor en su semblante;
y tocando con mano vacilante,
una limosna por amor rogaba.
Esta vez al abrir, sentí de pronto,
el horror que aquel hombre me causaba,
las llagas de su cuerpo supuraban;
y al pesar que su mal me contagiara;
¡Cerré la puerta, de golpe y en su cara!
En forma de un mendigo o de un lisiado
¡Cuantas veces SEÑOR habrás tocado!
y yo me he hecho sordo a tu llamado.
Buscaste caridad donde no había,
un poco de calor y no lo hallabas;
solo hubo mezquindad y en mi osadía,
negaba todo a aquel que me lo daba.
Si al corazón contrito y humillado,
por tu inmensa bondad has perdonado,
¡Perdóname SEÑOR, ven a mi puerta!
Hay tanta soledad y esta desierta
Presentación de Jesús en el Templo
Presentación de Jesús en el Templo
Según la Ley de Moisés, el primer hijo en nacer, el primogénito, le pertenecía a Dios. El niño debía ser "rescatado" llevándolo al Templo a los 40 días de nacido y pagando por él al Templo con un cordero o, si fuesen pobres, con un par de palomas. La liturgia celebra la presentación de Jesús el 2 de febrero por ser esta fecha 40 días después del 25 de diciembre.
José y María cumplieron la ley:
(Lc 2, 22-25, 34-35)
“Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor. (...) Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón que esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. (...)Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción- ¡y a ti misma una espada te traspasará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.”
¿Por que el "rescate" con un cordero o paloma?
En algunas de las religiones paganas de aquel tiempo, los padres mataban a sus hijos primogénitos para ofrecerlos a los dioses. Dios enseñó a los judíos que esa práctica es una abominación. En vez de matar al niño debían ofrecer un cordero por su rescate.
Un sacerdote recibía a los padres a la puerta del Templo y hacía la oración de presentación.
El dueño de todo se hizo por amor tan pobre que sus padres no tenían cordero con que rescatarlo. Sin embargo el mismo es el Cordero de Dios que se ofreció para rescatar a toda la humanidad.
Según una costumbre católica los niños se presentan este día en la iglesia al Señor y a la Virgen.
MARÍA PRESENTA A SU HIJO
Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net María presenta a su Hijo | |
La fiesta de hoy debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad. | |
María, como Cristo, quiso cumplir hasta la última tilde de la ley; por eso se acerca al templo para cumplir con todos las obligaciones que exigía la ley a la mujer que había dado a luz su primogénito. Este misterio, como los demás de la vida de Cristo, entraña un significado salvífico y espiritual. Desde los primeros siglos, la Iglesia ha enseñado que en el ofrecimiento de Cristo en el templo también estaba incluido el ofrecimiento de María. En esta fiesta de la purificación de María se confirma de nuevo su sí incondicional dado en la Anunciación: “fiat” y la aceptación del querer de Dios, así como la participación a la obra redentora de su hijo. Se puede, pues, afirmar que María ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí misma. María hace este ofrecimiento con el mismo Espíritu de humildad con el que había prometido a Dios, desde el primer momento, cumplir su voluntad: “he aquí la esclava el Señor”. Aunque la Iglesia, al recoger este ejemplo de María, lo refiere fundamentalmente a la donación de las almas consagradas, sin embargo, tiene también su aplicación para todo cristiano. El cristiano es, por el bautismo, un consagrado, un ofrecido a Dios. “Sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa” (1Pe 2, 9). Más aún, la presencia de Dios por la gracia nos convierte en templos de la Trinidad: pertenecemos a Dios. La festividad debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad: somos creaturas de Dios y nuestra santificación depende de la perfección con que cumplamos su santa voluntad. (Cfr 1Ts 4, 3). Conforme al mandato de la ley y a la narración del evangelio, pasados cuarenta días del nacimiento de Jesús, el Señor es presentado en el templo por sus padres. Están presentes en el templo una virgen y una madre, pero no de cualquier criatura, sino de Dios. Se presenta a un niño, lo establecido por la ley, pero no para purificarlo de una culpa, sino para anunciar abiertamente el misterio. Todos los fieles saben que la madre del Redentor desde su nacimiento no había contraído mancha alguna por la que debiera de purificarse. No había concebido de modo carnal, sino de forma virginal.... El evangelista, al narrarnos el hecho, presenta a la Virgen como Madre obediente a la ley. Era comprensible y no nos debe de maravillar que la madre observara la ley, porque su hijo había venido no para abolir la ley, sino darle cumplimiento. Ella sabía muy bien cómo lo había engendrado y cómo lo había dado a luz y quien era el que lo había engendrado. Pero, observando la ley común, esperó el día de la purificación y así ocultó la dignidad del hijo. ¿Quién crees, oh Madre, que pueda describir tu particular sujeción? ¿Quién podrá describir tus sentimientos? Por una parte, contemplas a un niño pequeño que tu has engendrado y por otra descubres la inmensidad de Dios. Por una parte, contemplamos una criatura, por otra al Creador. (Ambrosio Autperto, siglo VIII, homilía en la purificación de Santa María). ¡Oh tú, Virgen María, que has subido al cielo y has entrado en lo más profundo del templo divino! Dígnate bendecir, oh Madre de Dios, toda la tierra. Concédenos, por tu intercesión un tiempo que sea saludable y pacífico y tranquilidad a tu Iglesia; concédenos pureza y firmeza en la fe; aparta a nuestros enemigos y protege a todo el pueblo cristiano. Amén. (Teodoro Estudita, siglo VIII) Meditación del Papa Juan Pablo II Presentación de Jesús en el Templo Audiencia General del miércoles 20 de junio de de 1990 |
miércoles, 1 de febrero de 2012
PENSAMIENTO MARIANO 13
Pensamiento Mariano
"Oh excelente belleza, oh mujer que eres la imagen de la salvación, potente por causa del fruto de tu parto y que gustas por tu virginidad, por tu medio la salvación del mundo se ha dignodo nacer y restaurar el género humano que la soberbia Eva ha traído al mundo".
San Venancio Fortunato
ESCOGER UNO DE LOS DOS RÍOS
Escoger uno de los dos ríos
1) Para saber
Con
fecha del 29 de Junio, el Papa Benedicto XVI nos proporciona su tercera
encíclica: “El amor en la verdad”, o dicho en latín, que es el lenguaje
oficial con que se escribe, “Caritas in veritate”.
Es una encíclica que ayuda a comprender la doctrina social de la Iglesia. Hoy reflexionaremos sobre el primer punto.
El
Papa nos indica que la caridad, el amor, es la principal fuerza
impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la
humanidad. El amor “es una fuerza extraordinaria, que mueve a las
personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la
justicia y de la paz… Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el
proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto,
encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace
libre (cf. Jn 8,22)”.
2) Para pensar
En un relato adaptado por el p. Mariano de Blas describe las consecuencias de vivir o no la caridad.
Hay
en Tierra Santa dos lagos alimentados por el mismo río: el río Jordán.
Están situados a pocos kilómetros de distancia el uno del otro. Pero,
ambos poseen características asombrosamente distintas. Uno es el Lago de
Genesaret, conocido también como Mar de Galilea. El otro es el llamado
"Mar Muerto". El primero es azul, lleno de vida y de contrastes, de
calma y de borrasca. En sus orillas se reflejan delicadamente las flores
amarillas de sus bellísimas praderas. El Mar Muerto es una laguna
salitrosa y densa, donde no hay vida y queda estancada el agua que viene
del río.
¿Qué es lo que hace tan diferentes a los dos lagos
alimentados por el mismo río? Es sencillamente esto: El Lago de
Genesaret trasmite generosamente lo que recibe. Su agua parte para
remediar la sequía de los campos. Sacia la sed de los hombres y de los
animales. Podríamos decir que es un “agua altruista”. En cambio, el agua
del Mar Muerto se estanca. Es salitrosa. Mata. Podríamos decir que es
un “agua egoísta”, inútil.
Algo semejante pasa con las personas.
Hay las que viven dando y dándose a los demás, generosamente, sin
esperar recompensa... Viven y hacen vivir, siendo y haciendo feliz a los
demás. Por otro lado están las que, egoístamente, reciben y guardan ni
dan ni se dan, como esa agua estancada, que muere y causa la muerte a su
alrededor, fabricándose una vida amarga e infeliz.
Cuánto más
damos, más recibimos. Cuanto menos repartimos, más pobres nos volvemos.
El que acumula para sí solo, llama a la infelicidad. El que reparte, la
felicidad toca a su puerta y entra dichosa.
3) Para vivir
El
Papa nos propone que, si queremos vivir la caridad, es preciso
permanecer en la verdad, defenderla, proponerla con humildad y dar
ejemplo de ella. Es más, la vocación de cada persona es vivir en el amor
y en la verdad. Nuestro Señor Jesucristo es quien nos hará encontrar
precisamente la Verdad Plena mostrándonos el Amor de Dios.
Señala
el Papa que en “Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el
Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la
verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad”. Busquemos,
pues, esa unidad con Cristo, en especial en la Eucaristía, para vivir
ese Amor.
Pbro. José Martínez Colín
MEDITACIÓN BREVE...
MEDITACIÓN BREVE...
Si cuidas una abeja, habrá más miel en el panal.
Si evitas una injusticia, habrá más justicia en el mundo.
Si cultivas un rosal, habrá más rosas en el jardín.
Si amas, Dios estará más presente en el mundo.
Si siembras un grano de trigo, habrá más pan sobre la tierra.
Si creces tú como persona, habrá más humanidad en el mundo.
Si enciendes una vela, habrá más luz en la noche.
Si vives en la verdad, habrá menos mentira en el mundo.
Si cuidas un nido de golondrinas, habrá, más golondrinas en Primavera.
Si vives en libertad, habrá más libertad en el mundo.
Si enciendes un fuego, habrá menos frío en el invierno.
Si irradias tu alegría, habrá menos tristeza en el mundo.
Si esperas cambiar tú cuando haya cambiado el mundo, morirás sin haber vivido.
Si comienzas cambiando tú, ya estás cambiando el mundo.
Si evitas una injusticia, habrá más justicia en el mundo.
Si cultivas un rosal, habrá más rosas en el jardín.
Si amas, Dios estará más presente en el mundo.
Si siembras un grano de trigo, habrá más pan sobre la tierra.
Si creces tú como persona, habrá más humanidad en el mundo.
Si enciendes una vela, habrá más luz en la noche.
Si vives en la verdad, habrá menos mentira en el mundo.
Si cuidas un nido de golondrinas, habrá, más golondrinas en Primavera.
Si vives en libertad, habrá más libertad en el mundo.
Si enciendes un fuego, habrá menos frío en el invierno.
Si irradias tu alegría, habrá menos tristeza en el mundo.
Si esperas cambiar tú cuando haya cambiado el mundo, morirás sin haber vivido.
Si comienzas cambiando tú, ya estás cambiando el mundo.
NOS PONEMOS EN TU PRESENCIA...
NOS PONEMOS EN TU PRESENCIA..
Nos ponemos en tu presencia, Dios bondadoso y Padre nuestro.
Te agradecemos que nos hayas dejado empezar el presente día pues despertamos, una vez más, al conocimiento de nuestra propia existencia... que tu amor nos concede y sostiene.
El saber que existimos es el don más grande de tu bondad.
¿De que nos serviría existir, ante tu presencia, si no estuviéramos conscientes de ello?
Además, nuestra vida está profundamente unida a la tuya, por el gran amor del cual nos has hecho participar... De tu amor no podemos dudar.
Es el nuestro hacia ti...el que falla con mucha frecuencia.
Nos disponemos, ante la grandeza de tu majestad, a los Cinco Minutos de Oración.
Te pedimos que des fuerza a la debilidad de nuestra mente y enciendas el fuego de tu amor en nuestros corazones.
Padre nuestro...
Te agradecemos que nos hayas dejado empezar el presente día pues despertamos, una vez más, al conocimiento de nuestra propia existencia... que tu amor nos concede y sostiene.
El saber que existimos es el don más grande de tu bondad.
¿De que nos serviría existir, ante tu presencia, si no estuviéramos conscientes de ello?
Además, nuestra vida está profundamente unida a la tuya, por el gran amor del cual nos has hecho participar... De tu amor no podemos dudar.
Es el nuestro hacia ti...el que falla con mucha frecuencia.
Nos disponemos, ante la grandeza de tu majestad, a los Cinco Minutos de Oración.
Te pedimos que des fuerza a la debilidad de nuestra mente y enciendas el fuego de tu amor en nuestros corazones.
Padre nuestro...
Descálzate por un momento, verás la diferencia...
Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net Descálzate por un momento, verás la diferencia... | |
Descalzo puedo sentir el terreno que piso y estar atento al interior de las personas que se me pasan por alto cuando entro calzado. | |
¡Qué diferente serían las relaciones entre los hombres si tuviésemos la prudencia, el equilibrio, el tino para ver, sentir e intuir cómo está la persona con la cual voy a tener una comunicación!. Muchas veces no vemos más que nuestras pequeñas y miopes percepciones personales de los acontecimientos, de las situaciones, y tal vez, por lo general, no vemos lo que está pasando en el corazón, en los sentimientos de la otra persona. Si, y entramos con todo, devastando, dañando, hiriendo, y para eso somos muy agudos y sutiles, incluso expertos; pero una vez que lo hicimos no hay vuelta de hoja, tarde para arrepentirse, y claro, luego nos entran los remordimientos. Nos decimos: ahora sí se va a enterar fulanito de tal. Pisamos fuerte y no nos damos cuenta que tal vez la táctica, el modo para solucionar, curar, pegar lo roto es la suavidad, es tener que descalzarme un momento, para pisar con cuidado; y si entro en el interior de alguien, lo hago a tientas. ¡Cuántos de nosotros no sabemos esperar el momento, no pensamos que lo que voy a decir va a traer más perjuicio que beneficio, que voy a destruir más que construir! Dame Señor la prudencia, el cariño, la paz interior, para que esa paz la pueda llevar en cualquier situación y circunstancia, y que siempre sepa decir en el momento oportuno y con las mejores palabras la verdad, para no herir ni lastimar. Habitualmente entramos en el interior de los demás sin fijarnos en el modo en que lo hacemos, pisando fuerte o con gran descuido; pero comprendí que descalzo puedo sentir el terreno que piso y estar atento al interior de las personas que se me pasan por alto cuando entro calzado. Al descalzarme, camino más lentamente, tratando de pisar suavemente para no dejar marcas que lastimen. Descalzarse es entrar sin prejuicios, es estar atento a la necesidad del otro, sin esperar una respuesta determinada, es entrar sin intereses y con mucho respeto. Cuanto más difícil sea el terreno interior de los demás, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar. Y esto lo debo conocer antes de entrar. Que estas sencillas reflexiones, nos ayuden a pensar en la posibilidad de hacer de nuestra sociedad un lugar más humano, con una convivencia con más tolerancia y paciencia, con una mayor capacidad de pensar más en los otros que en uno mismo. Cultivemos actitudes sencillas, como ceder el paso, ceder la conversación, el esperar que el otro termine para yo hacer mi intervención, esperar y retirarme si mis palabras van a herir o dañar una relación. ¡Cuánto control de uno mismo! y al mismo tiempo ¡cuánta capacidad de amar! pues en mi corazón siempre busco el mayor bien. Yo sé que podemos cambiar y mejorar nuestra sociedad, nuestra familia, nuestro entorno ¿por qué esperar para mañana si puedo comenzar el cambio hoy? Porque creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de mis hermanos, me comprometo a detenerme, a descalzarme y entrar en cada uno como en un lugar sagrado. |
martes, 31 de enero de 2012
ORACIÓN PARA OBTENER ALGUNA GRACIA ESPECIAL A SAN JUAN BOSCO
ORACIÓN PARA OBTENER ALGUNA
GRACIA ESPECIAL A SAN JUAN BOSCO
Oh Don Bosco Santo, cuando estabais en esta tierra no había nadie que acudiendo a Vos, no fuera, por Vos mismo, benignamente recibido, consolado y ayudado. Ahora en el cielo, donde la caridad se perfecciona ¡cuánto debe arder vuestro gran corazón en amor hacia los necesitados! Ved, pues, mis presentes necesidades y ayudadme obteniéndome del Señor (pídase la gracia).
También Vos habéis experimentado durante la vida las privaciones, las enfermedades, las contradicciones, la incertidumbre del porvenir, las ingratitudes, las afrentas, las calumnias, las persecuciones y sabéis qué cosa es sufrir.
Ea, pues, oh Don Bosco Santo, volved hacia mí vuestra bondadosa mirada y obtenedme del Señor cuánto pido, si es ventajoso para mí alma; o si no, obtenedme alguna otra gracia que me sea aún más útil, y una conformidad filial a la divina voluntad en todas las cosas, al mismo tiempo que una vida virtuosa y una santa muerte. Así sea.
GRACIA ESPECIAL A SAN JUAN BOSCO
Oh Don Bosco Santo, cuando estabais en esta tierra no había nadie que acudiendo a Vos, no fuera, por Vos mismo, benignamente recibido, consolado y ayudado. Ahora en el cielo, donde la caridad se perfecciona ¡cuánto debe arder vuestro gran corazón en amor hacia los necesitados! Ved, pues, mis presentes necesidades y ayudadme obteniéndome del Señor (pídase la gracia).
También Vos habéis experimentado durante la vida las privaciones, las enfermedades, las contradicciones, la incertidumbre del porvenir, las ingratitudes, las afrentas, las calumnias, las persecuciones y sabéis qué cosa es sufrir.
Ea, pues, oh Don Bosco Santo, volved hacia mí vuestra bondadosa mirada y obtenedme del Señor cuánto pido, si es ventajoso para mí alma; o si no, obtenedme alguna otra gracia que me sea aún más útil, y una conformidad filial a la divina voluntad en todas las cosas, al mismo tiempo que una vida virtuosa y una santa muerte. Así sea.
HABLEMOS DE LA PACIENCIA...
Hablemos de la paciencia...
Autor: Pbro. Dr. Francisco Fernández Carvajal
La paciencia, según San Agustín, es «la virtud por la que soportamos con ánimo sereno los males». Y añadía: «no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores». Esta virtud lleva a soportar con buen ánimo, por amor a Dios, sin quejas, los sufrimientos físicos y morales de la vida. Frecuentemente tendremos que ejercerla sobre todo en lo ordinario, quizá en cosas que parecen triviales: un defecto que no se acaba de vencer, aceptar que las cosas no salgan como nosotros querríamos, los imprevistos que surgen, el carácter de una persona con la que hemos de convivir en el trabajo, gentes bien dispuestas pero que no entienden, aglomeraciones en el tráfico, retraso de los medios públicos de transporte, llamadas imprevistas que impiden terminar el trabajo a su hora, olvidos... Son ocasiones para afirmar la humildad, para hacer más fina la caridad.
La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas, como venidos del amor de Dios. Identificamos entonces nuestra voluntad con la del Señor, y eso nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de ánimo y de la alegría de quien está seguro de recibir unos bienes futuros mayores.
III. Caritas patiens est., la caridad está llena de paciencia. Y al mismo tiempo esta virtud es el gran soporte de la caridad, sin el cual no podría subsistir. Para el apostolado, singular manifestación de la caridad, la paciencia es absolutamente imprescindible. El Señor quiere que tengamos la calma del sembrador que echa su semilla sobre el terreno que ha preparado previamente y sigue los ritmos de las estaciones, esperando el momento oportuno, sin desánimos, con la confianza puesta en que aquel pequeño tallo que acaba de aparecer será un día espiga granada.
Si tenemos paciencia, seremos fieles, salvaremos nuestras almas y también las de muchos otros que la Virgen Nuestra Madre pone constantemente en nuestro camino.
Autor: Pbro. Dr. Francisco Fernández Carvajal
La paciencia, según San Agustín, es «la virtud por la que soportamos con ánimo sereno los males». Y añadía: «no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores». Esta virtud lleva a soportar con buen ánimo, por amor a Dios, sin quejas, los sufrimientos físicos y morales de la vida. Frecuentemente tendremos que ejercerla sobre todo en lo ordinario, quizá en cosas que parecen triviales: un defecto que no se acaba de vencer, aceptar que las cosas no salgan como nosotros querríamos, los imprevistos que surgen, el carácter de una persona con la que hemos de convivir en el trabajo, gentes bien dispuestas pero que no entienden, aglomeraciones en el tráfico, retraso de los medios públicos de transporte, llamadas imprevistas que impiden terminar el trabajo a su hora, olvidos... Son ocasiones para afirmar la humildad, para hacer más fina la caridad.
La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas, como venidos del amor de Dios. Identificamos entonces nuestra voluntad con la del Señor, y eso nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de ánimo y de la alegría de quien está seguro de recibir unos bienes futuros mayores.
III. Caritas patiens est., la caridad está llena de paciencia. Y al mismo tiempo esta virtud es el gran soporte de la caridad, sin el cual no podría subsistir. Para el apostolado, singular manifestación de la caridad, la paciencia es absolutamente imprescindible. El Señor quiere que tengamos la calma del sembrador que echa su semilla sobre el terreno que ha preparado previamente y sigue los ritmos de las estaciones, esperando el momento oportuno, sin desánimos, con la confianza puesta en que aquel pequeño tallo que acaba de aparecer será un día espiga granada.
Si tenemos paciencia, seremos fieles, salvaremos nuestras almas y también las de muchos otros que la Virgen Nuestra Madre pone constantemente en nuestro camino.
SIETE VENTAJAS PRECIOSAS PARA EL QUE PROPAGA LA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO
SIETE VENTAJAS PRECIOSAS PARA EL QUE PROPAGA LA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO
1ª Se crea un lazo de amor entre nuestra alma y la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
1ª Se crea un lazo de amor entre nuestra alma y la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
2ª Un aumento notable de todas nuestras devociones, especialmente a la Sagrada Eucaristía, al Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen.
3ª Una seguridad de recibir en el alma más inspiraciones del Espíritu Santo y la fuerza para ponerlas en práctica.
4ª Procurar de una manera excelente la gloria de Dios, trabajando cada día en hacer conocer y amar al Santificador de las almas.
5ª Trabajar muy especialmente por el advenimiento del reinado de Dios en el mundo, por la acción del Espíritu vivificante.
6ª Ser verdadera y prácticamente apóstol del Espíritu Santo.
7ª Atraer sobre el alma auxilios espirituales del Espíritu Santo, más íntima unión con Dios por medio del Santificador, mayor progreso en la oración mental, más consuelo y hasta alegría en la hora de la muerte, después de tan sublime apostolado.
El invocar a menudo al Espíritu Santo es prenda segura de acierto en las situaciones variadas de nuestra vida.
ORACIÓN AL PADRE
Oración al Padre
Concédeme Padre que al orar:
Cuando te diga PADRE, que realmente me porte como hija tuya.
Cuando te diga NUESTRO, que salga yo
de mí egoísmo.
Cuando te diga CIELO, que no piense en cosas terrenas.
Cuando de diga SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, que verdaderamente te honre.
Cuando te diga VENGA TU REINO, que no lo confunda con el éxito material.
Cuando te diga HÁGASE TU VOLUNTAD, que la acepté aún cuando sea dolorosa.
Cuando te diga DANOS HOY NUESTRO PAN, que me preocupe por la gente con hambre, sin medicinas, sin libros y sin vivienda.
Cuando te diga PERDONA NUESTRAS OFENSAS, que no guarde rencor hacia ninguno de mis hermanos.
Cuando te diga NONOS DEJES CAER EN TENTACIÓN, que no tenga intención de seguir pecando.
Cuando te diga LÍBRANOS DEL MAL. que tome partido contra el mal.
Y al final, cuando te diga AMEN, que haya tomado en serio las palabras del PADRE NUESTRO.
Concédeme Padre que al orar:
Cuando te diga PADRE, que realmente me porte como hija tuya.
Cuando te diga NUESTRO, que salga yo
de mí egoísmo.
Cuando te diga CIELO, que no piense en cosas terrenas.
Cuando de diga SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, que verdaderamente te honre.
Cuando te diga VENGA TU REINO, que no lo confunda con el éxito material.
Cuando te diga HÁGASE TU VOLUNTAD, que la acepté aún cuando sea dolorosa.
Cuando te diga DANOS HOY NUESTRO PAN, que me preocupe por la gente con hambre, sin medicinas, sin libros y sin vivienda.
Cuando te diga PERDONA NUESTRAS OFENSAS, que no guarde rencor hacia ninguno de mis hermanos.
Cuando te diga NONOS DEJES CAER EN TENTACIÓN, que no tenga intención de seguir pecando.
Cuando te diga LÍBRANOS DEL MAL. que tome partido contra el mal.
Y al final, cuando te diga AMEN, que haya tomado en serio las palabras del PADRE NUESTRO.
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