LUCHE CONTRA LA DEPRESIÓN
Por Monseñor Rómulo Emiliani, c.m.f.
La depresión se define como un trastorno del estado de ánimo, como
tristeza, mal humor, desaliento, lentitud al pensar, voluntad débil e
incapacidad de decisión. Surge sin razón aparente o como una reacción
exagerada a un acontecimiento y produce daños en funciones físicas y
mentales que afectan el trabajo, el sueño, el interés sexual, el apetito
y el intelecto.
El depresivo se impone una terrible barrera,
invisible e impenetrable, que le separa del resto de las personas, le
impide buscar o recibir ayuda y lo introduce cada vez más en un pozo
profundo. Algunas veces no hay signos visibles de la enfermedad, ya que
el individuo por pena, vergüenza o miedo oculta su depresión. Lo
curioso del caso es que estas personas necesitan mucho consejo e
información sobre la depresión; pero no les interesa recibirlo, porque
creen que su caso no tiene remedio o que es otra cosa. Cuando sufren un
ataque agudo de su enfermedad, no quieren, no pueden y no desean buscar
ningún tipo de ayuda. Su problema más grande está en ellos mismos.
La persona deprimida pierde la capacidad de
gozar de la vida. En este estado de desamparo profundo desea olvidarse
de todo y estar libre de cualquier compromiso o responsabilidad. ¡Sólo
quiere que lo dejen en paz!
El depresivo que ha llegado a su nivel más
bajo no le importa la opinión de los demás ni el mundo a su alrededor;
cae en la apatía e indiferencia. Por más que le digan, le llamen la
atención, le griten y le exijan, pierde el interés por todo, se deprime
más y se aísla. El deprimido se desespera y sufre, porque es incapaz de
explicar lo que está sintiendo; se resiente, porque las personas más
allegadas no lo entienden. La situación se convierte en un círculo
vicioso de incomprensión y frustración.
Los familiares y la gente más cercana a veces
se portan injustamente al no entender que la depresión es una
enfermedad. Recurren a regañar, gritar o maltratar verbalmente al
deprimido exigiéndole cambiar, sonreír y hacer algo sin darse cuenta que
hay algo profundo e íntimo, a nivel mental y emocional, que se lo
impide. Los familiares y amigos no pueden ayudar si ignoran que está
enfermo.
El sufrimiento tiene valor cuando es por
causas nobles, para beneficio del prójimo o cuando Dios permite que uno
tenga algo por qué sufrir. Pero cuando el sufrimiento es por obsesión
mental o traumas, hay que buscar solución. Ciertamente, es necesario
acudir a un buen psicólogo o psiquiatra cuando la depresión es muy
grave.
Para vencer la depresión se deben rechazar los
pensamientos negativos, los recuerdos del pasado y los sentimientos de
culpa que hacen perder fuerza. La depresión se puede controlar a base
de esfuerzo, constancia y concentración. Usted tiene más fuerza de
voluntad y es mucho más inteligente de lo que cree. No se torture la
mente por cosas que no se pueden evitar ni dependen de usted, como
accidentes y desgracias. No se imponga más cruces y sufrimientos de los
que la vida le da. "En vez de lamentarse por la oscuridad, encienda
una vela."
La depresión tiene raíces espirituales y
religiosas y sobreviene cuando ignoramos la presencia de Dios y desoímos
sus designios. Para salir de la depresión y estar sano mentalmente
debemos acoger la Palabra de Dios en nuestro corazón. Ella es fuente
inagotable de riqueza espiritual y la herencia más preciosa entregada
por gracia de Dios a la humanidad.
Hay que ayudar al deprimido a reforzar su
auto-estima y mantener una rutina regular con tareas que le sean
realmente difíciles. Aunque se resista hay que insistir, porque la
inactividad es su peor enemigo. Esa persona necesita todos los
estímulos positivos y excitantes que se le puedan proporcionar y no se
le debe permitir apartarse de los contactos más esenciales que le
rodean.
La voluntad de Dios es que estemos mejor para
servir más al prójimo. Con la ayuda de Dios, la cruel enfermedad mental
de la depresión se puede vencer, por el bien de todos, ya que todos
sufren cuando usted está deprimido y triste. Haga un esfuerzo por
cambiar y pida ayuda y auxilio a Dios. El tiene todo el Poder para
aliviar su sufrimiento, purificarlo y limpiarlo. Luche contra la
depresión con todos los medios nobles y
buenos que conozca; no permita que lo domine. Dios no quiere verle
triste, melancólico, apagado, nostálgico y arrastrando los pies por la
vida. Es parte de la vida sentirse alguna vez contrariado, perturbado
con problemas y preocupado. A todos ocurre de vez en cuando, pero Dios
lo quiere ver alegre, dinámico, activo, feliz, contento y lleno de vida.
CON DIOS, USTED ES. . . ¡INVENCIBLE!