El niño y su sombra
El conocimiento de ti mismo, con tus fortalezas y debilidades, está en la base de tu crecimiento armónico como persona. Con un ojo en tus virtudes para conservarlas y darles brillo, y con el otro ojo en tus debilidades para neutralizarlas, afronta con esperanza y firmeza esa labor cotidiana de llegar a realizar el proyecto de Dios sobre tu vida.
El niño de un pueblecito griego tenía que ir a la escuela de un pueblo vecino, a una hora de camino a pie. Su madre lo llevo el primer día de clases y para llegar a tiempo salieron de su casa al amanecer. Cuando habían recorrido apenas 300 metros, el niño olvidó el propósito de aquella excursión y quedo abstraído ante su propia sombra, que hacía que el niño se sintiera un gigante de 30 metros de altura. De pronto, la madre se detuvo y mirándole directamente a los ojos le aconsejó: No contemples tu sombra al amanecer, hijo... mírala sólo al mediodía.
A veces, como este niño, podemos confundir nuestra realidad objetiva con otra imagen ilusoria de nosotros mismos. Soñamos con una imagen aureolada y agrandada que sólo representa nuestros deseos. Pero no te engañes a ti mismo: distingue con sinceridad y honestidad tu propia verdad, sin falsas luces que deformen tu juicio objetivo.
* Enviado por el P. Natalio
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