El Papa afirma que la guerra es la consecuencia de no cumplir la Ley de Dios
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Durante el rezo del Ángelus este domingo 16 de febrero en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco advirtió que las guerras son consecuencia de no cumplir la Ley de Dios, la Ley revelada a Moisés y explicada por Jesús.
En su mensaje previo al rezo del Ángelus, el Santo Padre comentó el “discurso de la montaña”, narrado en el fragmento del Evangelio de este domingo, y reflexionó sobre el tema del cumplimiento de la Ley.
Con ese discurso, “Jesús quiere ayudar a sus oyentes a tener una aproximación justa a las prescripciones de los Mandamientos de Moisés, exhortando a permanecer disponibles a Dios que nos educa para la verdadera libertad y responsabilidad mediante la Ley”.
Explicó que se trata de vivir la Ley “como un instrumento de libertad, que me ayuda a ser más libre, que me ayuda a no ser esclavo de las pasiones y del pecado”.
“Pensemos en las guerras, pensemos en las consecuencias de la guerra, pensemos en esa niña muerta de frío en Siria anteayer. Tantas calamidades, tantas. Esto es fruto de las pasiones, la gente que hace la guerra no sabe dominar sus propias pasiones. Les falta cumplir las leyes”.
El Papa advirtió que “cuando se cede a las tentaciones y a las pasiones, no se es señor y protagonista de la vida de uno, sino, que se hace incapaz de gestionarla con voluntad y responsabilidad”.
Además, explicó cómo Jesús estructura su discurso mediante cuatro antítesis expresadas por medio de esta fórmula: “Habéis oído que fue dicho…, pero yo os digo”.
Estas antítesis “hacen referencia a diferentes situaciones de la vida cotidiana: el homicidio, el adulterio, el divorcio, los juramentos”.
Con el discurso de la montaña “Jesús no abole las prescripciones que afectan a estas problemáticas, pero explica el significado más profundo, e indica el espíritu con el que hay que observarlas”.
“Anima a pasar de una observancia formal de la Ley a una observancia sustancial, acogiendo la Ley en el corazón, que es el centro de las intenciones, de las decisiones, de las palabras y de los gestos de cada uno de nosotros. Del corazón parten las acciones buenas y las malas”.
“Acogiendo la Ley de Dios en el corazón se comprende que, cuando no se ama al prójimo se mata de algún modo a uno mismo y a los demás, porque el odio, la rivalidad y la división matan la caridad fraterna que está en la base de las relaciones interpersonales. Esto vale para aquello que dije de la guerra, y también para las habladurías, porque la lengua mata”.
Se comprende también “que los deseos son guiados, porque no todo lo que se desea se puede tener, y no está bien ceder a sentimientos egoístas y posesivos”.
Cuando se acoge la Ley de Dios en el corazón “se entiende que se necesita abandonar un estilo de vida hecho de promesas no mantenidas, como pasar de la prohibición de jurar en falso a la decisión de no jurar en absoluto, asumiendo una actitud de plena sinceridad con todos”.
“Pero Jesús, es consciente de que no es fácil vivir los Mandamientos de este modo tan profundo y totalizante. Por ello, nos ofrece el auxilio de su amor: Él ha venido al mundo no solo para dar cumplimiento a la Ley, sino para entregarnos su Gracia, de modo que podamos hacer la voluntad de Dios amándole a Él y a los hermanos”.
El Pontífice aseguró que “podemos hacerlo todo con la Gracia de Dios, incluso la santidad no es otra cosa que custodiar esta gratuidad que nos ha dado Dios, esta Gracia”.
Por último, subrayó que “se trata de fiarse y de confiarse a Él, a esa Gracia, a esa gratuidad, acogiendo la mano que nos tiende constantemente para que nuestros esfuerzos y nuestro necesario compromiso puedan estar sostenidos por su ayuda plena de bondad y de misericordia”.
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